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Introducción
Esta delimitación o separación no es más que el comienzo del proceso pues, una vez
producida, el sujeto debe ir hacia el objeto, acercarse al mismo, para tratar de captar y
asimilar su realidad. Es decir que el sujeto investigador debe salir de sí, abandonar su
subjetividad, para poder concretar su propósito de comprender cómo es el objeto, de
aprehenderlo. De otro modo permanecería encerrado en el límite de sus conceptos
previos, de sus anteriores conocimientos, y no tendría la posibilidad de ir elaborando un
conocimiento nuevo, más objetivo, que incorpore datos de la realidad externa.
Sujeto y objeto quedan así como dos términos que sucesivamente se oponen y se
compenetran, se separan y se acercan, en un movimiento que se inicia por la voluntad
del investigador que desea el conocimiento y que en realidad continúa repetidamente,
porque el sujeto debe acercarse una y otra vez hacia lo que está estudiando si se propone
adquirir un conocimiento cada vez más profundo y completo sobre ello.
Es desde este punto de vista que debemos enfocar entonces el problema de la
objetividad. Para que nuestro conocimiento fuera en realidad objetivo debería suceder
que el sujeto de la investigación se despojara a sí mismo completamente de toda su
carga de valores, deseos e intereses, que se convirtiera en una especie de espíritu puro,
liberado de toda actitud personal o subjetiva. El sujeto de la investigación es siempre un
sujeto humano y no puede dejar de serlo. Se puede llegar, en el mejor de los casos, a
utilizar instrumentos, máquinas y otros dispositivos como complementos tecnológicos
en la investigación; tales instrumentos serán capaces de recoger datos precisos, de
ordenarlos y de procesarlos. Pero lo que no serán capaces de efectuar son las
operaciones propiamente epistemológicas de plantearse un problema, seleccionar el tipo
de datos capaces de resolverlo e interpretar el valor y el sentido de los mismos. Y es
más, podríamos decir que una cierta dosis de subjetividad no sólo es inevitable en un
trabajo de investigación, sino que es además indispensable. Porque para plantearse un
problema de conocimiento, es decir, para querer saber algo, se necesita de una voluntad,
de una preocupación por conocer la verdad y esclarecer la duda B que no puede ser sino
subjetiva.
En general, para que una creencia constituya conocimiento científico no basta con que
sea válida y consistente lógicamente, pues ello no implica de suyo su verdad. Así por
ejemplo, téngase un sistema lógico deductivo consistente y válido. Niéguese la totalidad
de las premisas del sistema, y se obtendrá un sistema igualmente consistente y válido,
sólo que contradictorio al sistema previo. De tal manera, validez no garantiza verdad.
Para que una teoría deba ser considerada como verdadera, deben existir, desde el punto
de vista de la ciencia, pruebas que la apoyen. Es decir, debe poder demostrarse su
verosimilitud empleando el método científico, también conocido como método
experimental. Ello sin embargo se ve seriamente complicado si se introducen
interrogantes relativas a la suficiencia de dicho método, como por ejemplo, la
transparencia de los hechos (¿existen los hechos puros o más bien interpretaciones?), la
factibilidad de la pretensión de objetividad y neutralidad valórica (¿es posible la
comprensión de la realidad desde un punto de vista neutro, tal como fuera el de un dios,
o estamos condenados a perspectivas?), etc.
Realizaremos una visión general a la teoría del conocimiento, para aproximar una
recontextualización epistemológica basada en el estudio de la administración.
Para establecer esta relación del conocer, entre sujeto que conoce y objeto conocido, se
puede enfocar dicho proceso desde la fenomenología, que desea captar la esencia
general de un fenómeno, o desde la psicología, que basa el conocimiento en los
procesos psíquicos que desencadena el acto de relacionar hechos y conceptualizaciones
intelectuales.
La diferencia esencial radica en que dicho enfoque está estructurado en torno a la visión
moderna del conocimiento, mediante la cual el sujeto que conoce, el hombre, aprehende
la realidad para conocerla y transformarla en su propio beneficio, la necesidad de
conocer está relacionada con la necesidad de transformar, ante lo cual la realidad
constituye el objeto acerca del cual se construye conocimiento, y el sujeto asume una
modalidad de dominio, en la cual asume el conocer para transformar. Subyace a este
enfoque una visión utilitaria y pragmática del hecho epistemológico, ya que la
sistematización del conocimiento expresado en las ciencias está organizado para que el
hombre sea un ser que se ocupa con la realidad para someterla a sus propios deseos o
necesidades, asumiendo la realidad-objeto una dimensión pasiva ante el sujeto que
conoce y transforma.
En una perspectiva administrativa del conocimiento, esta relación sujeto-objeto se hace
recíproca, en la cual ambos asumen un protagonismo de mutua influencia. El sujeto
toma decisiones en torno a los objetos de conocimiento, pero estos, lejos de una
pasividad utilitaria, asumen un rol retroalimentador que es capaz, a su vez, de provocar
modificaciones en el propio sujeto, como resultados de las decisiones activadas por éste.
Esto se refleja en las nuevas tendencias culturales y sociales, en las cuales aparecen
fenómenos inéditos de modificación de la conciencia colectiva, como resultado de dicho
proceso nuevo de conocer y modificar. Tal es el caso, de lo que hemos denominado
como conciencia intuitiva administrativa, en la cual, las personas inmersas en las
organizaciones, están manifestando conductas que son la expresión de un conocimiento
intuitivo asimilado del entorno económico, tecnológico, político y cultural
crecientemente globalizado. En dichas conductas se manifiesta claramente una
modificación en las formas de ser, logrando, por ejemplo, interacciones positivas y
exitosas con medios tecnológicos, financieros, económicos, culturales y políticos,
tomando decisiones sobre estos medios en algunas ocasiones sin mediar un
adiestramiento previo, sin tener que estudiar manuales administrativos, de
procedimientos, sin la necesidad de manejar lógicas matemáticas que sustentan las
lógicas informáticas, tan sólo tomando decisiones, a través del control administrativo,
que desencadenan complejos procesamientos de información y de control, los que
ofrecen respuestas casi inmediatas que de alguna manera influyen directamente sobre el
conocimiento y la conducta de los sujetos que desencadenaron dichos procesos.
En esta línea Bateman & Scott (2008, p. 109) aporta lo siguiente: “Los primeros
conceptos e influencias de la administración se dan con el enfoque clásico; este periodo
abarca de mediados del siglo XIX a principios de la década de mil novecientos
cincuenta. Los enfoques más importantes que surgieron durante este periodo fueron la
administración sistémica, la administración científica, el proceso administrativo, las
relaciones humanas y la burocracia”.
3. La administración debe cooperar con los trabajadores para garantizar que el trabajo se
ajuste a los planes y principios.
La administración clásica cuyo principal precursor fue Henry Fayol (1985) establece
catorce principios universales de la administración:
2. Autoridad.
3. Disciplina.
4. Unidad de mando.
5. Unidad de dirección.
6. Subordinación del interés individual al general.
7. Remuneración.
8. Centralización.
9. Cadena escalar.
10. Orden.
11. Equidad.
13. Iniciativa.
La Burocracia, cuyo principal precursor fue Weber (2008), sociólogo alemán, mostró
cómo la sola administración podía ser más eficiente y consistente: el modelo ideal para
la administración de acuerdo con él, es el enfoque de la burocracia.
Weber (Op. Cit.) consideraba que las estructuras burocráticas pueden eliminar la
variabilidad que resulta cuando los gerentes de la misma organización tienen
habilidades, experiencias y metas diferentes. También alegaba que los trabajos en sí
mismos podían estandarizarse para que los cambios de personal no afectaran a la
organización. Él consideraba que era necesaria una red estructurada y formal de
relaciones entre puestos especializados en una organización. Las reglas y reglamentos
estandarizan el comportamiento y la autoridad reside en los puestos y no en las
personas. En consecuencia, la organización no debe basarse en una sola persona; para
alcanzar éxito y eficiencia debe seguir las reglas en forma rutinaria y sin prejuicios.
De acuerdo con Weber (Op. Cit.), las burocracias son especialmente importantes porque
le permiten a las grandes organizaciones realizar muchas de las actividades de rutina
necesarias para su supervivencia. Además, los puestos burocráticos favorecen la
especialización y eliminan muchos juicios subjetivos por parte de los gerentes. Aunado
a esto, si el establecimiento de las reglas y de los controles se hace en forma adecuada,
las burocracias deben mostrarse libres de prejuicios en el tratamiento que hacen de las
personas, sean éstas clientes o empleados.
En la actualidad muchas organizaciones son burocráticas. La burocracia puede ser
eficiente y productiva. Sin embargo, no es el modelo adecuado para todas las
organizaciones. Las organizaciones o departamentos que necesitan una rápida toma de
decisiones y flexibilidad pueden sufrir si adoptan este enfoque. Algunas personas no
muestran su mejor desempeño si las reglas y los procedimientos burocráticos resultan
excesivos.
Sin embargo, una mirada a la evolución de la teoría del conocimiento permite encontrar
diversos enfoques ante el mismo problema, la relación entre sujeto que conoce y
objeto que es conocido.
El dogmatismo, es una visión que basa dicha relación en una confianza total y absoluta
en la razón humana, la cual no ha sido debilitada por la duda. Según Kant (1952), en su
Crítica a la razón pura: “El dogmatismo es la conducta dogmática de la razón pura, que
no formula la crítica de su propio poder.”
A decir de Hessen (1975, p. 46): “El dogmatismo en cierta forma ignora al sujeto; el
escepticismo desconoce al objeto.”
El criticismo, admite una confianza básica en la razón humana, existiendo dentro de sus
seguidores la confianza más absoluta de que la verdad existe y de que es posible llegar a
conocerla. Apuesta a la confiabilidad en el conocimiento humano, examinando todas y
cada una de las afirmaciones que la razón humana elabora para aproximarse a la verdad,
negándose a aceptar una cuota de verdad con indiferencia En todos los conocimientos
investiga cuáles son los principios que los sustentan y regulan, exigiendo siempre una
relación coherente con el aporte de la razón humana.
Por último, para obtener una visión panorámica de los enfoques encontrados en la
Teoría del Conocimiento, encontramos el apriorismo, el cual también considera que
tanto la razón como la experiencia son causas del conocimiento. La diferencia radica en
la creencia de que existen en nuestro conocimiento algunos elementos “a priori” que son
independientes de la experiencia. Estos contenidos a priori adquieren formas de
conocimiento en su relación con la experiencia. “El principio del apriorismo dice: los
conceptos sin las intuiciones son vacuos; las intuiciones sin los conceptos son ciegas.”
(Hessen, 1975, p. 85)
Por lo tanto, el problema básico del conocimiento radicaría más que en descubrir las
fuentes de la verdad, en establecer los nexos que permitan acceder a las fuentes de dicha
verdad.
Lo administrativo radicaría en que, actualmente, el hombre ha mejorado la eficiencia en
su interacción con las fuentes del conocimiento culturalmente desarrollado, y este se
manifiesta a manera de información disponible, a la cual se puede acceder con fluidez y,
lo que es más trascendente, con capacidad de modificar estas fuentes de verdad.
Lo específico está en la mutua modificación que pueden realizar, tanto el sujeto que
conoce como el efecto que, el proceso de conocer y lo conocido, provocan en su propio
yo.
Para concluir, si retornamos a las ideas iniciales incluidas en este trabajo, todo parte de
la aceptación tácita de que la teoría del conocimiento intenta explicar la importancia
objetiva del pensamiento humano, la relación de éste con sus objetos. “El objeto formal
de la teoría del conocimiento es la dependencia de todo pensamiento a sus objetos. En
atención a esto, también suele recibir el nombre de teoría del pensamiento
verdadero” (Hessen, Op. Cit, p. 171)
Conclusión
El Objeto, el otro elemento que compone la relación, se puede entender como “lo que
yace ante esa intimidad del hombre o está puesto ante ella de modo que pueda ser
conocido (Sierra-Bravo, Op. Cit. p. 19)”. Asimismo el objeto goza, para Sierra Bravo,
de dos sentidos, amplio y estricto.
En cuanto a la relación entre Sujeto y Objeto, se podría afirmar que está constituida por
el acto cognoscitivo. De allí que esta relación surge como un problema epistemológico
y, por lo tanto, se dan diferentes respuestas a dicho problema, pues las lógicas diferentes
de concebir la relación dan origen a distintas formas de entendimiento de ésta, así
mismo la crítica, que se basa en ésta relación, en tanto se entiende al sujeto como quien
establece la crítica y a la sociedad se le otorga la categoría de objeto. Esta concepción
que separa al sujeto del objeto es visible en los planteamientos de Popper (1997).
Desde esta división que Popper (Op. Cit.) hace de los mundos, plantea las nociones de
“Conocimiento Objetivo” y “Conocimiento Subjetivo”, se refiere al conocimiento
objetivo haciendo alusión a la noción de Kant (1952, p.192) de objetividad: “el
conocimiento objetivo es aquel que ha de ser justificable independiente de los caprichos
de nadie” a esta noción Popper (1977, p. 43) agrega lo siguiente: “...las teorías
científicas no son nunca enteramente justificables o verificables, pero que son, no
obstante, contrastables. Diré, por tanto, que la objetividad de los enunciados científicos
descansa en el hecho de que pueden contrastarse intersubjetivamente”, de allí plantea
que el conocimiento subjetivo se alimenta del conocimiento objetivo “...aunque el
conocimiento objetivo sea un producto humano, rara vez se crea asumiendo el
conocimiento subjetivo. Rara vez sucede que un hombre primero adopte una convicción
basándose en su experiencia personal, la publique y consiga que sea aceptada como una
de esas cosas que decimos: <<Es sabido que...>>. Por lo general, el conocimiento
objetivo es el resultado de teorías rivales que se proponen provisionalmente para
solucionar algún problema conocido objetivamente (Popper, 1997, p. 45)”.
Popper (1977, p. 66) plantea de este modo que el conocimiento tiene un carácter
objetivo y subjetivo, en cuanto al carácter objetivo abre una serie de debates con
respecto a la falsación o refutación de los enunciados, plantea que cuando se emiten
juicios terminantes (con afán universalista) éstos pueden compararse a “vetos” o
“prohibiciones” y por ello son susceptibles de falsear: “no afirman que exista algo, o
que se dé en cierto caso determinado, sino que lo niegan. Insisten en que no existen
ciertas cosas o situaciones, como si las vedaran o prohibieran: las excluyen. Y
precisamente por esto son falseables...”
Popper (1997, p. 140) propone que la crítica está relacionada en forma fundamental con
la noción de validez, ya que la validez de un enunciado pasa por someterlo previamente
a un juicio crítico “esto sucede (...) porque decir que una teoría es verdadera o falsa
significa someterla a un juicio crítico” de modo que Popper reconoce en la crítica un
procedimiento para llegar a la verdad de un enunciado.
De lo antes dicho con respecto a Popper, se puede plantear una relación con la
crítica, en ella el sujeto se separa del objeto, pues el objeto ocupa un lugar en el primer
mundo y el conocimiento objetivo se sitúa en el tercer mundo, pues el conocimiento es
resultado de la mente humana, en tanto del proceso racional y metódico de contrastar
los enunciados, el problema que surge en esta lógica es que la administración también
es resultado de la mente humana y no alude a un objeto del mundo 1, por lo tanto, la
interpretación que resulta desde la división de mundos planteada por Popper es que la
administración podría pertenecer exclusivamente al mundo 3 sin tener un significante en
el mundo 1 (el mundo de los estado y lo procesos físicos).
La paradoja que se da en este caso es abordada por Adorno (1962, p. 28), quien plantea
la necesidad de repensar la crítica tradicional en un sentido dinámico que pueda
sobrepasar la divinización que los críticos plantean de la administración, para ello es
necesario no escindir sujeto y objeto, pues el “sujeto” (inmerso en el objeto y
constituyente de éste) debe reconocerse como parte del todo y moverse con el “objeto”
pues éste es dinámico.
Adorno (Op. Cit.) reconoce en primer término, que no es posible situar al sujeto (el
crítico) separado del objeto (administración) y que todo crítico que se supone por sobre
o separado de la administración la mayoría de las veces está inmerso en ella y
justificando su existencia desde su crítica: “la actitud del crítico administrativo, gracias
a la diferencia o distancia a que se coloca del mal y el desorden imperantes, le permite
pasar teoréticamente por encima de éstos, aunque a menudo no consiga sino quedarse
tras ellos.
De esta forma Adorno plantea que sujeto y objeto están en una relación dialéctica, es
decir, el sujeto es y no es, a la vez que el objeto lo es y no lo es, plantea que el sujeto no
puede separarse del objeto, pues ello lleva a totalizaciones que hacen perder de vista la
crítica.