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Diogenes Cespedes (Filosofia dominicana: pasado y presente, tomo I)

En su libro acerca del pensamiento político en Santo Domingo, Francisco Antonio


Avelino3 no aborda a fondo el problema del surgimiento de ideas socialistas en
nuestro país a finales del siglo xix. Por eso no aparecen examinadas las
posiciones políticas y filosóficas de aquéllos a quienes Báez y Luperón
combatieron con saña. Hay necesidad, pues, de reorientar la investigación,
centrándose en los inicios mismos del siglo xx.

Esto así para determinar si realmente circularon por todo el país esas «hojas» que
contenían ideas socialistas y comunistas y qué proyecto de sociedad diferente al
existente caudillismo presentaban o si por el contrario no había nada de eso, sino
una pura estigmatización a la que recurrían Báez y Luperón para deshacerse del
adversario político. Jaime Domínguez, en una investigación para el CERESD, de la
UASD, aún inédita, lo sugiere: «Las noticias que se producían en la prensa criolla
sobre la Comuna de París, las Internacionales Obreras y otros hechos de
repercusiones sociales distorsionaban la verdad. Se quería hacer de las palabras
Comunismo, Comuna, Socialismo, sinónimos de pillaje, anarquía y destrucción»

El ataque a tales ideas se inicia con Báez, quien durante el período de los Seis
Años, acusaba de «comunistas y ladrones» a sus enemigos políticos y según el
trabajo de Domínguez en el Boletín Oficial del 2 de septiembre de 1871 se sugiere,
aunque sin afirmarlo, que el incendio de Puerto Plata pudo ser obra de «alguno que
otro adepto» de la Sociedad Internacional (es decir de la internacional
comunista). Las implicaciones de estas acusaciones están por estudiarse a fin de
resaltar las luchas entre liberales y rojos por apoderarse del poder.

Sabiendo ya lo que significan esas palabras en boca de Báez y Luperón y sus


parciales, tales discursos inscriben también históricamente la filiación del
anticomunismo y el antisocialismo avant la Lettre en el país. Es decir, antes de
su existencia real como ideas y luchas concretas. Así, Luperón escribía al
presidente Billini una carta desde Dajabón, el 15 de junio de 1873, en los
siguientes términos:

Ninguna novedad ocurre por estos lugares sino, una peste de socialistas que
quisieran el poder, la anarquía y la expropiación legal.4

A este tenor se agrega una décima de Juan Antonio Alix, publicada en Santiago en
1876, donde dice: «es imposible, se- ñores/que relatar pueda yo/lo que este pueblo
pasó/con esos expropiadores/Entre todos los autores/Peña es el principal/ pues
siendo tan liberal/y con tanto patriotismo/introdujo el comunismo/con la
expropiación legal».5

¿A qué tipo de socialismo y comunismo se refieren Luperón y Alix? ¿Está cerrado el


ataque del Cantor del Yaque contra medidas sociales de tipo agrario tomadas por
Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, desde su puesto de ministro de Interior en el
Gabinete de Espaillat? Aunque Alix caricaturiza los efectos de la ley, ¿qué
perseguía ésta en momentos en que la incipiente industria azucarera necesitaba
fuerza de trabajo? ¿Era esta ley un despunte de desposesión del productor directo?
¿O una simple medida de fuerza del gobierno para allegarse impuestos?

Sea lo que fuere, y esto está por dilucidar, Luperón vuelve al ataque contra los
«socialistas». Domínguez consigna que el 3 de enero de 1885 Luperón dirigió una
carta al general Desiderio Valverde6 en la cual se queja:

Pero hoy, los socialistas y los visionarios pululan en toda la República,


predicando en sus hojas doctrinas desmoralizadoras y la guerra social, que es la
mayor calamidad de los pueblos (…) No es la guerra social la que se debe fomentar,
sino la creación de medios y la instrucción de verdaderos defensores de la Patria.

Domínguez señala que la carta de Luperón en una defensa de su gestión como jefe de
Puerto Plata durante el gobierno de Espaillat. Gestión que había sido fuertemente
criticada por Francisco Ortea en carta hecha pública por el periódico La
República, del 27 de diciembre de 1884. Se detallan todos los atropellos cometidos
allí contra partidarios de González, el desfalco del dinero público, violación a
los derechos ciudadanos, etc. En este contexto se ilumina la décima antes citada
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de Alix cuando Ortea dice en la referida carta: «entonces la expropiación legal y


el fusilamiento de un cubano en la Línea N. O. por el Jefe que lo despojó de las
prendas que llevaba» tuvieron lugar en Puerto Plata bajo la jefatura de Luperón.
De luchas intracaudillos (rojoverdes versus azules) es de lo que se trata. Y tal
lucha se explica cuando Eugenio Deschamps, director de La República, se da por
aludido en la carta de Luperón. Deschamps, no se olvide, era sobrino de Peña y
Reynoso.

Deschamps, que era hostosiano al igual que su tío, responde a Luperón


(¿irónicamente?) que desconoce la significación del vocablo «socialismo» y que ha
debido consular el diccionario.

Aunque sea táctica del discurso debido a una estrategia del sujeto, Deschamps
señala a Luperón lo siguiente, según el párrafo de la carta citada por Domínguez:

Luperón no hizo más que recordarnos que acaba de venir de Europa, en cuyos pueblos
tan sólo es que se escribe y se pronuncia esa palabra. Mal hace el señor G.
Luperón escribirla aquí, en donde no hay más que dos grandes agrupaciones: la de
los caudillos que aspiran al mando, por tiempo indefinido, del país, para
perpetuar sus tiranías, y la de los que se han propuesto rechazar esas desmedidas
ambiciones (…)

En este contexto, las acusaciones de Luperón contra los «socialistas» se explican


con el hecho que el Partido Azul en el poder tenía interés, frente a la incipiente
industria azucarera y a los intereses comerciales, de liquidar cualquier
movimiento de oposición que pudiera contrariar dichas inversiones extranjeras y
criollas, así como la extorsión de la ganancia comercial. Todo esto, en momentos
en que el Partido Azul buscaba la construcción de una centralización del poder
dentro de una larga tradición de fragmentación y regionalismos.

Un año después de la citada carta de Luperón, nace Ricardo Vicente Sánchez


Lustrino (1886-1915), filósofo, periodista, poeta, abogado, en cuya obra principal
Pro-Psiquis, publicada en Valencia en 1912, pero escrita desde 1902 en adelante,
se encontrarán atisbos de ideas socialistas y comunistas, no al estilo de Marx por
supuesto, sino bajo la égida de Proudhon y del cristianismo primitivo, salpicadas
de pensamientos anarquistas tomados de la filosofía del anarquismo, de Malato, y
de Stirner. Pero la base fundamental de sus ideas filosóficas y de su concepción
de la sociedad le viene más bien de Nietzsche, cuyo discurso doctrinario maneja
con gran desenvoltura. Le viene también su socialismo igualitarista de la
filosofía de Rousseau. Codirigió en Moca y Santiago el periódico El Imparcial, de
esporádicas salidas, donde difundía todas sus creencias, vendiéndolo él mismo de
puerta en puerta y entre las masas pobres. El círculo intelectual de su época, del
cual se alimenta y al que retroalimenta, estaba compuesto principalmente por su
maestro Fernando A. Defilló, Virgil Díaz, Federico García Godoy, el cura de Villa
Riva, Casto Paradis, Luis Armando Abréu, Rafael Damirón, René Abréu, Heriberto
Pieter, Salvador Cucurullo, Manuel Rodríguez (puertorriqueño), Ángel Schiffino
(italiano) y Mateo Hernández (español).

Además tenía un radio de inspiración en el extranjero que abarcaba a Pompeyo Gener


y Rodó (a quienes está dedicado su libro), a Vicente Lizcano en Colombia, a Gómez
Carrillo en París, a Manuel Ugarte en Perú (y quien visitó el país), a Blasco
Ibáñez en España y a otros intelectuales.

Ricardo Vicente Sánchez Lustrino, muerto a los 29 años, luego de poner al día la
práctica filosófica en Santo Domingo y haber cambiado la poesía y el discurso
sobre ella, luego de haber esbozado –si no nos engañamos– las primeras ideas sobre
anarquismo y socialismo con tintes proudhonianos, bakunianos y marxistas, puede
ser considerado como nuestro Rimbaud dominicano.

Además de su Pro-Psiquis publicó otro libro titulado Cosas del terruño y cosas
mías, en 1912, y anunció también una obra que no llegó a publicarse, Tríptico,
compuesta por «Zaratustra feminista», «El porvenir de nuestro obrero» y «El ocaso
de una tiranía». También escribió una novela titulada Flor de amor, de la cual
sólo conocemos el fragmento que aperecen en Pro-Psiquis, p. 143.

Creemos que con los poemas en prosa que aparecen en ProPsiquis7 Sánchez Lustrino
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es, contrariamente a lo que sostiene Manuel Rueda a favor de Vigil Díaz con su
poema «Arabesco» de 1917, el verdadero renovador de la poesía dominicana. Los
poemas de Sánchez Lustrino aparecen en su libro que comentamos, pero quizá fueron
escritos antes de 1912. Por su relación con Nietzsche no podía ser de otra manera
este cambio, ya que según Sánchez Lustrino el filósofo alemán «introdujo una
revolución en el leguaje, escribiendo prosa como verso y verso como nadie» (p.
251). Al mismo tiempo que lo reconoce como creador de una poética nueva, agrega:

En este sentido, Nietzsche ha sido el padre del estilo libre: quien ha descubierto
el arte del gran ritmo, del gran estilo en el período expresivo del formidable
movimiento ascendente y descendente de una pasión sobrehumana y sublime.8

Vigil Díaz, con todo lo que vale, como valdrán después los postumistas, no hace
sino seguir los lineamientos poéticos de Sánchez Lustrino. Su primer poema en
estilo libre, «Arabesco», así como su prólogo a Galeras de Pafos, titulado
«Palabras», no hacen otra cosa que retomar a Sánchez Lustrino. Y el prólogo a Pro-
Psiquis, escrito por Vigil Díaz, es un reconocimiento a esa inteligencia y
capacidad creadora de Sánchez Lustrino.

Sánchez Lustrino se define, en su relación con la filosofía de Nietzsche, como


«puro nietzscheano», pero sin seguir al maestro. De la misma manera puro
cristiano, pero no seguidor de la filosofía de Cristo más allá de su muerte
«porque el dulce balido del Cordero Pascual se ahogó en el cáliz de hiel y
vinagre».9 Es decir, que la religión de Cristo terminó con él debido a la
imposibilidad de poner en práctica sus principios.

Luego de definirse como «ecléctico en sus dualismos, glosador, pragmático y


metafísico», Sánchez Lustrino traza su estrategia de sujeto ante la vida. Creo que
es la vida, el situarse en una dimensión política diferente a la alemana de
Nietzsche, la que lo llevará a modificar el ritmo de la filosofía del maestro y a
convertirse en un combatiente político e intelectual de la época que le tocó vivir:

Todo es cuestión de apreciación, pues si yo resulto sistemático en mi perversidad


de atacar lo dañado, sin compasión, humanamente, con faz inmoral y dañina para los
medrosos, los flacos, los enfermos, los dañados, éstos para Bonafoux, para los
fuertes y para mí, son los verdaderos protervos, los cobardes, los infames, los
traidores, los vencidos por el mal que viven deseándoselo a todo elemento de bien,
que tienda a protestar de sus perfidias por el bien social y por el bien de la
patria.10

Sánchez Lustrino renoció en su época la problemática del discurso filosófico de


Nietzsche: su no tecnicidad. Es decir que, 8 Ibídem, p. 255. 9 Ibídem, p. 56. 10
Ibídem, p. 60. Lusitania Tomo I.indb 214 18/11/2009 10:06:24 a.m. Filosofía
dominicana: pasado y presente 215 como un sistema del yo, entraba en conflicto con
el discurso filosófico académico, que se impersonalizaba porque creía estar
haciendo ciencia. Como sistema del yo, el discurso de Nietzsche rompía con la
noción de maestrazgo. Y pidió, como Darío, que nadie lo siguiera, por las
consecuencias que se derivan de esto: servilismo y castración de la imaginación.
Muy complejo y contradictorio resulta todavía hoy el discurso de Nietzsche,
justamente porque es un sistema del yo y no una abstracción. Es decir, sistema del
yo que es una vida vivida una sola vez, irrepetible y por lo tanto exige de cada
sujeto otra re-creación para poder transformarse, transformando esa filosofía.
Dice Sánchez Lustrino, interpretando al filosófo:

Nietzsche pertenece a los sentimentales, a los idealistas, apolíneamente a los


pensadores: fue herrero y lírico, soñador y realista, eclécticamente raro, y desde
el fondo de su acre escepticismo operado por el odio a los individuos y su amor al
Hombre, sueña y crea un más allá humano conquistable por la conciencia libre,
merced al socialismo que distribuirá la propiedad colectivamente, al comunismo que
intenta labrar en el corazón humano la mejora comunal, y a sus influencias sacras,
elevadísimas, libres, preparadoras de hombres fuertes que lucharán incesantemente
por estrangular los monstruos sociales.11

anarquismo libertario de Bakunín, el cual no puede ser despachado con la simpleza


que lo identifica con el desorden. Más útil sería determinar cuál es la teoría del
Estado sustentada por el marxismo y el anarquismo a fin de analizar el estatuto
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que tienen ahí el lenguaje, el poema y el sujeto. ¿Tienen los dos sistemas la
misma teoría del Estado y la rechazan alternativamente? La concepción del Estado
en el marxismo y en el anarquismo es, según H. Meschonnic,12 la misma que en
Hegel, a quien le viene de Rousseau, pero entre uno y otro la diferencia está en
la forma de organización de la sociedad:

Como Marx contra Hegel iba de la tierra al cielo, no del cielo a la tierra,
Bakunín organiza la sociedad no de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba.
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