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El tema del acceso de justicia no es una problemática nueva, se trata de un concepto que
ha sufrido profundas transformaciones, a partir de los siglos XVIII y XIX, al pasar de
una concepción de declaración de defensa de derechos individuales a una concepción
que incluye el deber estatal de proporcionar un servicio público.
De esta manera el acceso a la justicia cada vez ha sido mas aceptado como un derecho
social básico en las sociedades modernas "es el derecho humano primario en un sistema
legal que pretenda garantizar los derechos tanto individuales como colectivos".
Por ello el principio de la igualdad tiene una gran relevancia cuando se trata del acceso
a la justicia pues la misma implica no solamente la posibilidad de acceder si no que se
ejercite en igualdad de condiciones para todos los sujetos procesales. Conviene precisar
que la igualdad que se propugna no es lo enunciada por Anatole France que decía: "La
Justicia en su majestad garantiza que tanto ricos como pobres puedan mendigar bajo los
puentes", fin de la cita. Para mí la igualdad significa compensar las desigualdades
sociales.
Dos consultas ciudadanas realizadas durante el año revelaron que un 73.9% de los
consultados opina que la gente tiene la percepción de que los ciudadanos con mas
recursos económicos son los únicos que se atiende en el Poder Judicial, se da el caso que
cuando delinquen y son castigados se les aplican sanciones menos severas que a los
pobres". Esta valoración se corrobora con la composición económica de la población
penal, las cárceles están llenas de pobres, mientras muchos ricos y poderosos andan
libres, los graves delitos que cometen quedan en la impunidad.
Como es de conocimiento publico, las tasas judiciales varían en su valor pues para
acceder a una instancia superior como una apelación de autos el pago a desembolsar
por el litigante fluctúa desde los 32 nuevos soles hasta 288 nuevos soles; una apelación
de sentencia desde 128 hasta 1,152 nuevos soles; por una casación a la Corte Suprema
desde 512 hasta S/. 2,720 nuevos soles; y 3,840 nuevos soles con respecto a una medida
cautelar, precios prohibitivos para un país donde el sueldo mínimo vital es de S/. 420
nuevos soles y donde mas del 75% de la población se encuentra en estado de pobreza y/o
extrema pobreza.
2.-Garantiza la igualdad de las partes al momento de costear el proceso, por que las
tasas y aranceles judiciales pueden convertirse en trabas para puedan ejercitar sus
derechos y sus actuaciones procesales, dentrote los sistemas dispositivos.
b) Desventajas
1.- Existen litigantes que están en condiciones de asumir sin el menor reparo las
obligaciones que genera un proceso (bancos, empresas, entre otros)
2.- La necesidad del Poder Judicial -que en casi todo el orbe es la cenicienta en cuanto
a presupuesto asignado con respecto a sus hermanos el ejecutivo y el legislativo- de
generarse sus propios recursos.
3.- aun siendo la justicia civil costosa en el país existe una sobresaturación de
expedientes, de ser gratuita significaría el colapso del sistema de justicia.
Las formalidades previstas en este Código son imperativas. Sin embargo, el Juez
adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso. Cuando no se señale una
formalidad específica para la realización de un acto procesal, éste se reputará válido
cualquiera sea la empleada.
El hecho que las normas procesales sean de Derecho Público, no implica, que sean de
orden público; aquel concepto tiene que ver con su ubicación, este con su obligatoriedad.
Por eso el 1° párrafo, hace referencia a que las normas procesales tienen carácter
imperativo como principio, salvo que las mismas normas regulen que alguna de ellas no
tienen tal calidad.
Con el surgimiento del Estado hemos pasado de un caos en el que prevalecía la ley del
más fuerte a un orden jurídico en el que prevalece el criterio de un sujeto imparcial
(juez), sustituyéndose de este modo la acción directa frente al adversario por la acción
dirigida hacia el Estado, a fin de que órganos especialmente instituidos para ello
acogieran o actuaran las pretensiones deducidas por un sujeto frente a otro. Es decir,
los hombres entendimos que solo impidiendo el ejercicio de la fuerza privada como modo
de satisfacer las pretensiones y el reconocimiento de los derechos, podíamos asegurar el
imperio de la justicia.
Bajo este contexto, el proceso emerge como el sustituto civilizado de la autotutela, pues
se erige como un instrumento al servicio de nuestros derechos. Por ello, como dice
ARIANO, «el proceso es aquel medio que el Estado -en compensación por prohibirnos el
hacernos justicia por mano propia-, nos ofrece para que por él y en él obtengamos, todo
aquello y precisamente aquello que tenemos derecho a conseguir» (2003: 363-364).
Así, el proceso debe ser entendido como un instrumento capaz de dar protección a las
situaciones carentes de tutela (MARINONI, 2007: 13).
De allí que, todo aquel que crea tener derecho a algo pueda acudir a un órgano
jurisdiccional imparcial «que le atienda, verificando su razón, y, en su caso, haciendo
efectivo el derecho» (GONZÁLEZ, 2001: 23). Ahora bien, el acceso a los órganos
jurisdiccionales implica el ejercicio de un derecho: el derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva.
Por ello el juez no puede olvidar, que «el proceso, sus teorías y su técnica, poseen
dignidad y valor en función de la capacidad que tengan de propiciar la participación
social, educar para el ejercicio y respeto a los derechos, garantizar las libertades y servir
de canal para la participación democrática» (DINAMARCO, 2009: 11).
Es exactamente dentro de ese cuadro teórico que el presente comentario propondrá una
lectura del artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Civil en función a los
fines del proceso civil en el Estado Constitucional