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Disputas intraoligárquicas en Chile,

1891-1925.
Vladimir Riveros
Abstract.

El presente ensayo es una síntesis de la lectura del Capitulo 4, sección a,


correspondiente a la obra de Waldo Ansaldi y Verónica Giordano “América Latina.
La construcción del Orden”. Analizaremos el proceso de disputas intraoligárquicas
entre clases y fracciones de clases, a la vez que su impacto en el desarrollo y
descomposición de la dominación oligárquica iniciada en la etapa posterior a la
guerra civil de 1829-1830, con la redacción de la Constitución que institucionalizó
a la República Portaliana.

Chile entre golpes: de la pax Portaliana al derrocamiento de Alessandri.

Chile es un caso de centralización temprana del poder. Grosso modo se puede


decir que dicha centralización se logró –después de la guerra civil (1829-1830)- a
través de un pacto de dominación entre los terratenientes de la región central y la
burguesía minera del norte. Este pacto se institucionalizó con la redacción de la
Constitución Portaliana, que debe su nombre al ministro Diego Portales.

La “República Portaliana” fue “una fase de estabilidad política y conflictos


regulados, largamente extendida.” (Ansaldi, 2012: 481). La Constitución modeló al
Estado con un fuerte presidencialismo y un Parlamento débil. Debido a esto, el
régimen fue atacado por sectores con un capital económico poderoso pero
excluidos políticamente.

Hacia 1850 el gobierno de Manuel Montt tuvo que enfrentar la insurrección


gestada por la burguesía minera de la región de Copiapó al norte de Santiago. A
fines de siglo, con los territorios arrebatados a Perú y Bolivia en la Guerra del
Pacífico, comienza a diversificarse el bloque de clases dominante, introduciéndose
la burguesía comercial, industrial y bancaria. A ello hay que agregarle la presencia
del capital británico – al que se asociaron los propietarios chilenos- en actividades
comerciales y portuarias (Valparaiso) que datan de 1820. Esta diversificación de
clases se produce en detrimento, principalmente económico, de los terratenientes
tradicionales ya que estos mantenían el poder político. El sistema centralista en
donde la sucesión presidencial era decidida por el presidente en ejercicio
comenzaba a entrar en contradicción con la nueva dinámica de la estructura de
clases, en especial con las clases emergentes que anidaban su representación en
el parlamento.

El conflicto entre las nuevas clases sociales que se incorporaban al escenario


chileno –hegemonizadas por la tradicional burguesía minera- y los terratenientes
se había mantenido latente hasta el Gobierno de Balmaceda cuando finalmente
estalló la guerra civil de 1891, debido a las pretensiones centralistas del
presidente, a las que se sumaron las consecuencias de la crisis minera de 1873 y
la monetaria de 1878.

La asonada parlamentarista de 1890 dirigida por Isidoro Errázuriz contra el


gobierno de Balmaceda se basaba en una alianza de clases, relacionadas con la
actividad salitrera, integrada por la burguesía oligárquica y el capital imperialista.
Los motivos fueron los resquemores de la recaudación impositiva del poder central
y una posible nacionalización de los yacimientos. En realidad el objetivo de
Balmaceda era darle prioridad al capital chileno en la explotación del salitre para
incrementar las exportaciones y sacar un mayor rédito de la recaudación
impositiva para financiar obras públicas. Aunque Balmaceda contó con el apoyo
del Ejército y los “elementos desconocidos, anónimos, democráticos” del pueblo
chileno, fue finalmente derrotado por los golpistas.

Lo que expresa la guerra civil de 1891 es la contradicción entre los terratenientes


del Valle Central que controlaban el núcleo duro de la dominación oligárquica y el
afán modernista de la burguesía agraria y minera del norte, aliada al capital
imperialista extranjero.

A partir de 1891 los capitalistas extranjeros controlaron la economía chilena,


redefinieron el pacto de dominación oligárquico de la “República Portaliana” e
inauguraron la “República Parlamentaria” pese a que los terratenientes, a su vez,
siguieron detentando el ejercicio de la dominación, ahora desde una posición
secundaria. La solución modernista a la crisis de 1891 fortaleció al Estado pero
bajo pautas privatizadoras de las funciones públicas. A la vez surgió una
burguesía industrial, una clase media y un proletariado que iban a inaugurar una
nueva etapa de conflictos políticos y sociales en las primeras décadas del Siglo
XX. Las tres clases mencionadas anteriormente demandaron reformas que se
plasmaron en la Constitución de 1925, erosionando así la dominación oligárquica
bajo un atmosfera de violencia y gradualismo que envolvía el proceso de
democratización política y social.

La dominación oligárquica en Chile bajo el auge modernista tuvo rasgos


singulares, uno de ellos fue un sistema de partidos de alcance nacional. En 1920
Arturo Alessandri Palma, candidato de la Alianza Liberal, integrada por los partidos
Radical, Demócrata y liberales, asume la presidencia con un programa reformista
que absorbía las demandas de los trabajadores y la clase media. Pese a las
limitaciones del programa de “El León de Tarapaca”, su política favorable hacia la
“cuestión social” fue suficiente para que la fracción de la clase dominante
conservadora, de terratenientes, especuladores y rentistas lo acusara de
“bolchevique”.

Durante su primer gobierno Alessendri tuvo que hacer frente a un contexto


internacional desfavorable que impactó también en la economía nacional. La crisis
del salitre (1920-1921) provocada por la caída de los precios en el mercado
mundial, bajaron los ingresos de las exportaciones, lo que llevó a cerrar los
establecimientos y por consiguiente a despedir a los trabajadores, quienes
iniciaron luchas que fueron ferozmente reprimidas. Se fragmentó la minoría
gobernante, lo que abrió paso a la intervención de los militares. El ejercito se
dividió entre militares progresistas, favorables a la sanción de leyes sociales, y los
mandos conservadores, partidarios de la restauración de la República
Parlamentaria, estos últimos realizaron un Golpe de Estado al gobierno de
Alessandri. Un contragolpe –en Enero de 1925- comandado por los jóvenes
militares progresistas, entre los que se encontraba Carlos Ibañez del Campo,
repuso al presidente en su cargo. Alessandri, ya repuesto logra reformar la
Constitución subordinando el peso del Legislativo sobre el Ejecutivo, lo que le
permitirá continuar con las reformas que también impulsaba el ala progresista del
Ejército.

Debido al enfrentamiento entre Ibañez y Alessandri, este último renuncia y tras un


interín presidencial ocupado por el conservador Luis Barros Borgoño y después
por Emiliano Figueroa Larraín, Ibañez del Campo toma la presidencia. El militar
abre así una era dictatorial, que acentuó su carácter represivo –principalmente
contra el movimiento obrero- con la Crisis del 29’ y su impacto -propio del
agotamiento del modelo primario-exportador- en la economía chilena.

La respuesta popular ante la dictadura de Ibañez del Campo se materializó en


insurrecciones que jaquearon al régimen. El dictador no supo dar respuesta a la
crisis y bajo una posición desfavorable en las relaciones de fuerza renunció en
1931 y se exilió.

En 1932 el país volvió a la estabilidad. Ya para 1938 triunfaba el Frente Popular -


integrado por el Partido Radical, Comunista y Socialista- en las elecciones y
accedía al Gobierno. A pesar este triunfo de las fuerzas democráticas y
progresistas la dominación oligárquica tardó largo tiempo en disolverse. El bastión
principal de dicha dominación, la propiedad latifundista de la tierra, pudo
desarticularse recién en 1964 con la reforma agraria impulsada por la política de la
Democracia Cristiana.

Conclusiones y reseña.

En el caso chileno podemos distinguir la contradicción


presidencialismo/parlamentarismo como eje principal de las disputas
intraoligárquicas por el poder, entre clases y fracciones de clases dinámicas. A la
vez que surgían pari passu nuevas clases sociales y que se incorporaban a los
bloques que protagonizaban dichas disputas. La particularidad del caso chileno
muestra que las políticas nacionalitarias o reformistas, de Balmaceda y Alessandri
respectivamente, se apoyaron en la preeminencia del Ejecutivo o la
impulsaron/restauraron, en el caso de Alessandri.

Bibliografía.

Ansaldi, Waldo, América Latina. La construcción del Orden, Buenos Aires, Editorial Ariel,
2012, Tomo I.

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