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Velázquez, María Elisa, La huella negra en Guanajuato.

Retratos de
afrodescendientes de los siglo XIX y XX, México, La Rana, 2007
p.11
“[…] Los estudios hasta ahora realizados indican que aproximadamente 250 mil
fueron introducidos de manera forzada para llevar a cabo diversos trabajos que las
nuevas empresas españolas requerían. La caída demográfica de la población
indígena, la prohibición de esclavizarla y otros factores relacionados con el
comercio de personas fueron aspectos que la corona española consideró para
permitir la entrada a la Nueva España de miles de hombres y mujeres a lo largo de
todo el periodo colonial, pero principalmente entre los años de 1580 y 1650,
cuando se unieron los reinos de España y Portugal y el comercio de esclavos
adquirió mayor importancia en estos países”
p.12
“Esclavos y esclavas de origen africano fueron requeríos para muchas actividades
económicas que las nuevas empresas españolas demandaban. Una parte
importante de ellos desempeñó tareas de servicio doméstico en casas
particulares, conventos, iglesias o talleres gremiales de las principales ciudades, y
en haciendas, realizando trabajos como cocineras, sirvientas, nodrizas a cargo de
la crianza de niños o cocheros. También en las ciudades varios de ellos
aprendieron un oficio, dedicándose a auxiliar en las tareas de los distritos
artesanos, como albañiles, zapateros, sastres, hilanderos o pintores. En las
grandes haciendas los hombres, fundamentalmente, estuvieron a cargo de las
tareas del campo, la siembra, la recolección t el trabajo en los ingenios azucareros
y en las minas. Prácticamente todos los territorios de México ocuparon mano de
obra de origen africano, pero de manera especial en las zonas en las que se
desarrollaron grandes haciendas que fueron el sostén económico durante el
periodo virreinal.”
p. 13
“Desde mediados del siglo XVI y pese a los recelos de las autoridades coloniales,
la convivencia y el mestizaje comenzaron a ser notables en la Nueva España. Los
africanos y sus descendientes entablaron relaciones afectivas a través de
matrimonios y enlaces informales con otros grupos culturales, en particular con los
indígenas, cuyo número casi siempre fue superior a otros sectores. Debe
señalarse que muchos africanos, en especial sus descendientes, fueron capaces
de conseguir su libertad, ya fuera porque su amo o ama se las otorgara en vida o
en sus testamentos, por ahorros propios, préstamos de parientes y amigos o por
huir de la esclavitud. Lo cierto es que el mestizaje y la libertad fueron elementos
que permitieron que muchos de ellos lograran adquirir mejores condiciones de
vida, sin que el color de la piel y el antecedente de la esclavitud fueran obstáculos
insalvables en una sociedad que, pese a las leyes y ordenanzas de la corona
española, tuvo una dinámica propia de desarrollo familiar, social y cultural.”
pp. 14-16
“Para mediados del siglo XVIII la importación de esclavos africanos a la Nueva
España declinó severamente; el aumento de la población indígena y mestiza y
otros factores económicos en Europa provocaron que la demanda de africanos ya
no fuera rentable para la corona española. […] La esclavitud como forma de
sometimiento y uso de mano de obra comenzó a perder importancia; los censos y
las distintas fuentes documentales del periodo nos muestras el número cada vez
menos significativo de mulatos libres y mestizos formando una sociedad
culturalmente compleja y diversa. El movimiento insurgente proclamó la libertad de
los esclavos, desde 1813 José María Morelos hizo un llamado en su tratado Los
sentimientos de la nación para acabar con la esclavitud y eliminar la distinción de
castas. Aunque algunos censos siguieron todavía en el siglo XIX utilizando
categorías raciales para diferenciar a la sociedad, en la mayoría de los archivos
parroquiales y en las actas civiles estas nomenclaturas fueron desapareciendo, sin
que ello significara, por supuesto, que los africanos y sus descendientes se
disiparan de la sociedad mexicana.
La historia de los africanos y sus descendientes en México parece detenerse y
negarse desde el siglo XIX. Varias razones explican la falta de investigaciones
sobre el tema y el olvido de su presencia entre la sociedad mexicana. Por una
parte, como se ha señalado, las fuentes dejaron de utilizar la clasificación racial o
de castas en los documentos, lo que ha impedido que los estudios históricos
detecten y rastreen su presencia en este periodo de la historia. Por otra parte,
desde mediados del siglo XVIII y ante el desmesurado crecimiento de la trata de
esclavos en otros países de América, surgieron ideas y justificaciones que
pretendían explicar de una manera pseudocientífica la inferioridad de ciertas
culturas frente a otras culturas. Así, se hicieron tratados que justificaban la
esclavitud y el sometimiento de los africanos, que de manera masiva y brutal eran
arrancados de sus culturas de origen. Cuando estas ideas tomaron auge, en
México, el comercio de esclavos estaba en plena decadencia y el mestizaje era ya
una realidad innegable. Sin embargo, estas ideas tuvieron influencia entre la
sociedad a través de la difusión de ciertos valores y estereotipos sobre las
características de culturas salvajes o bárbaras frente a otras civilizadas y de
razón. También debe considerarse que tanto conservadores como liberales, a lo
largo del siglo XIX, se preocuparon por eregir como proyecto político un
nacionalismo que situaba al mestizaje entre españoles e indígenas como eje
central de la identidad, sin considerar la diversidad cultural de nuestro país,
formada por varios grupos indígenas, pero también por africanos, asiáticos y
europeos.”

González Esponda, Juan, Negros, pardos y mulatos: otra historia que contar,
México, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 2002.
p. 60
“Pese a la prohibición de asentar el origen racial de las personas, en el siglo XIX
todavía encontramos registros que nos permiten conocer la presencia de la
población africana y de sus descendientes. Probablemente el aislamiento de la
provincia fue una condición favorable para eso”

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