Uno de los valores que hemos dejado de practicar y enseñar es el
respeto. El respeto es un valor cívico, educativo, moral y espiritual. El respeto se demuestra con palabras, gestos, actitudes, ademanes y hechos. El respeto se expresa hacia personas, objetos, lugares y eventos. El respeto viene a ser como la expresión de reconocimiento de alguien, de algo o de un lugar o de un evento por el cual nos comportamos de una manera coherente. Por ejemplo, cuando una persona está en un templo sea este cristiano o no, cuando una persona está en una funeraria haya alguien muerto o no, si esta frente al presidente de algún país sea el suyo o no, si esta en el momento en que se entona el himno nacional de un país sea el suyo o no, la actitud y el comportamiento debe ser de respeto, educado, y coherente al lugar, momento, y circunstancia. En este siglo XXI en que Dios nos ha permitido vivir, el valor del respeto y la educación se ha perdido casi en su totalidad. Aun hay un remanente que disfrutan al practicar el respeto ante los demás. Respeto tiene que ver con el reconocimiento de la otra persona, que según la Biblia debe ser considerado como superior a uno mismo. Respeto tiene que ver con la honra que doy a las personas que se lo merecen, y todos merecen ser reconocidos por ser creaturas de Dios. Honrar es pesar el valor de una persona y en base a ello dar el reconocimiento. Por ejemplo, la Biblia dice: “Honra a tu padre y a tu madre porque este es el primer mandamiento con promesa para que te vaya bien y seas de larga vida”. El respeto, el reconocimiento, la honra y el buen trato que damos a los demás nos recompensa con una vida de paz, de reconocimiento y de futura honra. Bueno, lleguemos al asunto en relación al pasaje leído hoy. En este caso, respeto es la lealtad, el reconocimiento, y el valor que David da al rey Saúl aun cuando este está tratando de matarlo. Saúl llego a sentir tanta envidia, celos, y temores por la fama, el liderato, y lo que David estaba haciendo que había determinado borrarlo de la tierra. Aun mas, el hecho de sentirse descalificado por Dios y sustituido por David lo hacía sentirse amenazado hasta el punto en su razonamiento solo estaba la alternativa de matar a David para mantenerse como rey. Es por ello que, está decidido en perseguir a David por todos los rincones del territorio y aun en las partes donde dominan los filisteos o los moabitas (1 Samuel 20:31,33). David no solo siente y tiene respeto por Saúl, sino que lo practica y enseña a todos los que están a su alrededor que querían matar al rey. Por favor, lea esta fascinante escena en el (24:4-11) donde David tiene la oportunidad de terminar con su persecución y exilio. Dios le entrego en manos de David al que lo perseguía para matarlo, al rey Saúl. No piensen que Dios se lo entrego para matarlo, lo hizo para enseñarnos que quien respeta y teme a Dios coherente en su forma de actuar, respeta a los que merecen respeto, honra a quienes merecen honra, y valora a quienes merecen valor. David podía terminar con su calvario y con los de sus padres que les toco salir de su tierra por temor a morir. David podía adelantar su reinado y coronarse oficialmente como el nuevo rey de Israel. Sin embargo, David procedió de acuerdo a sus valores, a sus convicciones, a su lealtad y en obediencia a la Palabra. David llego donde Saúl estaba dormido sin que los soldados del rey se percataran y le corto la orilla del manto de Saúl. Parece ser que sus hombres le incitaron a que lo matara (v.7) y es probable que por un momento sintió de deseo, pero luego reacciono (v.5) y dijo “se turbo su corazón” porque corto la orilla de su manto y dijo: “Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él, porque es el ungido de Jehová” (v.6). En seguida se fue a una cumbre y con sus palabras dio la moraleja, quien teme a Dios, reconoce a los demás como seres humanos, dignos de respeto, honra y buen trato y basados en la Biblia como superiores a uno mismo. Por lo tanto, los respeta en todo tiempo y no busca su mal como ocasión de venganza, sino que en todo tiempo los respetará. Aun a la distancia, David hizo reverencia ante el rey, demostración de respeto en palabra, hecho y acción. Hay tremenda tristeza en mi corazón al ver la sociedad en que vivimos, hay decadencia moral, educacional y de respeto. En las escuelas, estudiantes faltan el respeto a sus maestros, a sus compañeros, pero también hay maestros que no respetan a sus alumnos, a sus colegas y a sus principales y a los padres de los estudiantes. En los hogares, los hijos gritan con voz al cuello a sus padres exigiéndoles que les complazcan sus gustos y caprichos y los padres faltándole el respeto a Dios se los complacen. Pero también hay padres que no respetan a sus hijos al no escucharlos, al no estar pendientes de ellos, al no darles un buen ejemplo, al dejar que en la casa haya desorden, gritos, peleas, practica de hábitos peligrosos o contra la moral. El respeto se adquiere, se recibe y se gana, pero nosotros los cristianos debemos respetar a los demás porque la Biblia así nos lo enseña. En las iglesias, faltamos respeto a Dios con la impuntualidad, con la forma de vestir, al mascar goma mientras predica el pastor, al hablar a espaldas de los demás, al asistir a la iglesia con actitudes de arrogancia, indiferencia, y poco deseo de hablar o participar. Cuando dejamos que otra persona continúe en el pecado y no hacemos nada para que no de mal testimonio. Hay falta de respeto de los pastores hacia sus ovejas al tratar de aprovecharse de ellas, al tratarlas con indiferencia, al dominarlas con intereses personales, al no buscar el bien de ellas. Pero también hay ovejas o miembros en las iglesias que le faltan el respeto al pastor, y la Biblia dice que los pastores son dignos de doble honra, porque Dios los ha puesto ahí y por la función que ellos tienen. Dios pedirá cuenta a los pastores por la labor que ellos hacen, si engañan, si manipulan, si se aprovechan, si maltratan, si hacen las cosas no para honrar a Dios, ellos darán cuenta (Hebreos 13: 7,17, 2 Tes. 5:12-13). El respeto se demuestra cuando saludamos a los demás, cuando pedimos permiso para caminar entre dos personas, levantar la mano para pedir la palabra, lavarse las manos cuando salimos del baño, al ceder el asiento, cuando ayudamos a una persona a cruzar la calle, al recoger el objeto que se le cayó a la otra persona, al no hablar de las personas cuando no están presentes, al no decir palabras groseras contra otra persona, al no falsificar un documento. Cuando sonreímos, cuando participamos, cuando ayudamos, cuando cumplimos con los deberes, cuando defendemos el evangelio con amor, sabiduría y reverencia. Cuando nos ponemos de pie al escuchar el himno nacional, cuando colocamos la basura en su lugar, cuando nos sentamos en el lugar donde nos es posible independiente quien este allí, y cuando no responde, ni ve mal al anciano que no camina repite o repite lo mismo, etc. Mis hermanos, nunca es tarde para mejorar, y nosotros los hijos de Dios debemos ser ejemplo de la practica y la enseñanza sobre el respeto a los demás. No hay mejor manera para estar en paz con los demás, para honrar el nombre de Dios, para embellecer el evangelio que a través de practicar y enseñar el valor del respeto. Respete para ser respetado, pero antes que lo respeten a usted, respete usted a los demás. Respete a los niños, respete a los adolescentes, respete a los jóvenes, respete a los adultos, respete a los ancianos y todos lo respetaran a usted (1 Ti. 5:1-3). Según sea la siembra, asi es la cosecha, si siembras respeto, consechas respeto. Si respetas a Dios en tu corazón, lo más seguro es que respetarás a los demás en cada ocasión. RESPETO A LOS DEMÁS LAS Escrituras nos exhortan a ‘honrar a hombres de toda clase’ y a ‘no hablar perjudicialmente de nadie’ (1 Ped. 2:17; Tito 3:2). En realidad, todos los seres humanos con los que nos relacionamos “han llegado a la existencia ‘a la semejanza de Dios’” (Sant. 3:9). Cristo murió por cada uno de ellos (Juan 3:16). Y todos son dignos de oír las buenas nuevas para que puedan obrar en consecuencia y salvarse (2 Ped. 3:9). Ahora bien, hay quienes merecen especial deferencia por las cualidades que poseen o la autoridad que ostentan. ¿Por qué se retraen algunas personas de mostrar la clase de respeto que la Biblia aconseja? Puede ser que la cultura local dicte quién merece honra en función de su casta, color, sexo, salud, edad, posición social o bienes materiales. La corrupción generalizada que existe entre los funcionarios públicos ha erosionado el respeto a la autoridad. En algunos países, la gente está muy insatisfecha con su suerte en la vida, y quizá trabaje largas horas tan solo para cubrir las necesidades esenciales. Numerosas personas viven rodeadas de individuos que no respetan a nadie. Los jóvenes se enfrentan a la presión de grupo que los incita a rebelarse contra maestros y otras autoridades que no son populares. Muchos de ellos se dejan llevar por la imagen presentada en la televisión de hijos que engañan a sus padres y los dominan. Se requiere esfuerzo para que tales conceptos carnales no menoscaben nuestra consideración por los demás. En cualquier caso, cuando respetamos la dignidad ajena, se fomenta un ambiente que facilita el intercambio de ideas. ACTITUD RESPETUOSA. Se espera que la persona que participa en una obra de carácter religioso vista y actúe de forma adecuada. La opinión sobre el decoro varía de un sitio a otro. En algunos lugares se considera de mala educación dirigirse a alguien sin quitarse el sombrero o saludarlo con una mano en el bolsillo, mientras que en otros quizá sea aceptable. Tenga en cuenta las costumbres locales a fin de no ofender a nadie, pues de ese modo evitará obstáculos y podrá comunicar las buenas nuevas con más eficacia. Lo mismo es aplicable a nuestra manera de dirigirnos a los demás, especialmente a los mayores. Por lo general se estima impertinente que los jóvenes llamen a los adultos por su nombre de pila, a menos que se les haya permitido hacerlo. En ciertas zonas ni siquiera está bien visto que los adultos se dirijan a los extraños por su nombre de pila. Por otra parte, en muchos idiomas se emplea una forma equivalente al pronombre español “usted”, o algún otro recurso, como muestra de respeto a las personas mayores o a las que ocupan puestos de autoridad. SALUDO RESPETUOSO. En las comunidades más pequeñas se espera que no se pase por alto a aquellos a quienes se encuentra, sea por la calle o al entrar en una sala. Quizá únicamente se requiera un saludo breve, una sonrisa, un movimiento de cabeza o tan solo levantar las cejas. No hacerlo se considera una falta de respeto. No obstante, algunas personas quizá sientan que las pasamos por alto aunque las saludemos. ¿Por qué? Porque tal vez les parezca que no se las trata con dignidad. Por ejemplo, no es raro que se catalogue a la gente en función de algún rasgo físico. Con frecuencia se evita a los discapacitados y a los enfermos. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña a tratarlos con amor y respeto (Mat. 8:2, 3). A todos nos ha afectado de una u otra manera la herencia del pecado de Adán. ¿Sentiría usted que se le respeta si los demás siempre lo identificaran por sus defectos? ¿No le gustaría más que se le reconociera por sus muchas cualidades positivas? El respeto también implica aceptar la jefatura. En algunos lugares es necesario hablar al cabeza de familia antes de dar testimonio a otros miembros del hogar. Aunque nuestra comisión de predicar y enseñar procede de Jehová, reconocemos que Dios ha encomendado a los padres la educación, disciplina y dirección de los hijos (Efe. 6:1-4). Por lo tanto, cuando llamamos a una casa, es conveniente hablar primero con los padres antes de entablar una conversación extensa con los hijos. Con la edad se adquiere una experiencia en la vida que debe respetarse (Job 32:6, 7). Admitir este hecho ayudó a una joven precursora de Sri Lanka que visitó a un señor mayor. Al principio, este objetó: “¿Cómo puede una joven como tú enseñarme la Biblia?”. Ella contestó: “Yo no he venido en realidad a enseñarle, sino a transmitirle algo que aprendí, que me ha hecho tan feliz, que sencillamente tengo que compartirlo con otras personas”. La respuesta respetuosa de la precursora despertó el interés de aquel hombre, quien preguntó: “Entonces dígame, ¿qué aprendió?”. “He aprendido cómo puedo vivir para siempre”, dijo. Ese señor empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. No todas las personas de edad expresarán su deseo de que se las trate con el mismo respeto, pero la mayoría lo agradecerá. Ahora bien, es posible llevar demasiado lejos los formalismos. En las islas del Pacífico y en otras partes del mundo, los Testigos usan por respeto las fórmulas de tratamiento acostumbradas cuando hablan con el jefe de un poblado o de una tribu. De ese modo les es posible hablar tanto con los jefes como con la gente que está bajo su jurisdicción. Sin embargo, la adulación ni es necesaria ni es propia (Pro. 29:5). De igual modo, aunque en el vocabulario de un idioma figuren términos honoríficos, el respeto cristiano no requiere el uso excesivo de estos. Presentación respetuosa. La Biblia nos insta a explicar la razón de nuestra esperanza “con genio apacible y profundo respeto” (1 Ped. 3:15). De modo que aunque percibamos enseguida los puntos débiles de las opiniones de nuestro interlocutor, ¿es prudente rebatirlas de manera que hiera su dignidad? ¿No sería mejor escuchar con paciencia, quizá preguntarle por qué piensa de esa manera, tomar en consideración sus sentimientos y razonar con él basándonos en las Escrituras? No solo hay que demostrar tal respeto cuando hablamos con otra persona, sino también al dirigirnos a un auditorio desde la plataforma. El orador que respeta a sus oyentes no los critica con dureza ni les da a entender que “si no hacen las cosas es porque no quieren”. Hablar en ese tono solo puede desanimarlos. Cuánto mejor es considerar al auditorio como un conjunto de personas que aman a Jehová y quieren servirle. Al igual que Jesús, debemos ser comprensivos cuando tratamos con los que están débiles en sentido espiritual, con los que tienen menos experiencia o con aquellos a quienes les toma más tiempo poner por obra los consejos bíblicos. El auditorio sentirá que el orador lo respeta si este se incluye entre quienes deben practicar más plenamente lo que la Palabra de Dios dice. Por tanto, es prudente evitar el uso constante de los pronombres personales “usted”, “ustedes” o “tú” cuando señale la aplicación de los textos. Por ejemplo, observe la diferencia entre la pregunta “¿Está usted haciendo todo lo que puede?” y la afirmación “Cada uno de nosotros debería preguntarse: ‘¿Estoy haciendo todo lo que puedo?’”. Las dos fórmulas son equivalentes, pero la primera implica que el orador no se ha puesto al mismo nivel que el auditorio. La segunda anima a todos, incluido el conferenciante, a analizar sus propias circunstancias y motivos. No caiga en la tentación de recurrir a comentarios humorísticos solo para hacer reír a los oyentes. Esta práctica le resta dignidad al mensaje bíblico. Es cierto que debemos disfrutar de nuestro servicio a Dios, y puede que la información asignada tenga algunos aspectos que hasta resulten cómicos. Sin embargo, convertir asuntos serios en objeto de risa denota falta de respeto tanto al auditorio como a Dios. Que nuestros planteamientos, modales y palabras demuestren siempre que vemos a los demás como Jehová nos ha enseñado a verlos. CÓMO MOSTRARLO Esfuércese por ver a las personas como Jehová las ve. Reconozca la jefatura, la edad y la autoridad. Sea comprensivo. Permita que su interlocutor exprese sus opiniones. EJERCICIO: Piense en alguien que sea mucho mayor o más joven que usted. Reflexione sobre cómo se dirigiría a esa persona, qué podría decirle para entablar una conversación y qué haría para demostrar verdadero respeto, tanto a ella como a lo que dice. Luego póngalo en práctica.