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Tocapu

Un tocapu o tocapo es
un conjunto de
cuadrados con
decoración geométrica,
generalmente
policromos, que
aparecen tejidos o
bordados en textiles,
pintados en vasijas y en
los quero (vasos ceremoniales de madera), usados durante el periodo inca.

Algunos investigadores han supuesto que se trata de un sistema de comunicación


gráfica prehispánica andina, una presunta “escritura perdida” de los incas. 1 Otros
investigadores han propuesto que se trataba de una especie
de heráldica perteneciente a la nobleza incaica destinada a caracterizar dinastías o
monarcas.

Las investigaciones sistemáticas se iniciaron con Victoria de la Jara, que fue la


primera investigadora que quiso ver en este conjunto de figuras un sistema de
notación escrita registrando 294 figuras con supuesto significado silábico-fonético.
La teoría fue recogida por Thomas Barthel, pero redujo el catálogo de glifos a solo
24 proponiendo el desciframiento de algunos de ellos. Ambas propuestas, la de
Barthel y la de Victoria de la Jara no han sido acogidas por la comunidad científica
que mira con recelo y escepticismo la existencia de una “escritura perdida de los
incas”.

Desde entonces se ha trabajado en nuevos modos de interpretar dicho conjunto


gráfico de gran complejidad. Investigadores de la talla de William Burns Glynn,
Thomas S. Cummings, Mariusz Ziólkowski, Margarita Gentile, Mary Frame, Tom
Zuidema y más recientemente Gail Silverman y Christiane Clados se han abocado
a su estudio bajo distintos enfoques. Algunos con la opinión de que fuera una forma
escritura fonética o semasiográfica; y otros defienden el concepto de que fueron
símbolos o emblemas hieráticos que denotaban prestigio para la élite e incluso
expresiones rituales.

"Tocapu" o "tocapo" (Toka= surgir,


emanar/ Apu= montaña sagrada) en los
antiguos vocabularios quechuas y aymaras
parece referirse a ciertas labores de bordado en
vestidos finos y trajes elaborados para la
nobleza. No necesariamente se refieren a las
mismas labores o símbolos bordados sino a la
calidad del tejido y sus labores. Solo más tarde
descripciones de John Rowe y la adopción de
Victoria de la Jara para describir estos mismos
gráficos han acuñado el término para estas
representaciones extendiéndolas a las que
aparecen en los keros y en la cerámica. Thomas S. Cummings insiste en que no
se debe limitar al tocapu al medio textil sino que es un gráfico usado en múltiples
superficies y que se refiere generalmente a lo sagrado.

Victoria de la Jara (1967, 1970) afirmó en sus estudios sobre los diseños que
denominó tocapus que se trataba de una escritura logográfica. Según ella cada
signo significa una palabra y era posible que fuera leída por individuos de cualquier
lengua. Por su parte Thomas Barthel (1970) redujo el catálogo de signos a solo 24
y afirmó que se trataba de una escritura de palabras, no de letras ni de sílabas
coincidiendo con De la Jara. Sin embargo ambos investigadores no pudieron probar,
ante la comunidad científica, como habían descifrado algunos de aquellos glifos
como “Atahualpa” por Victoria de la Jara y “Viracocha” y “Vilcabamba” por Barthel
quedando sus estudios en el terreno de la conjetura.
Dibujo de Guaman Poma de Ayala donde se representa al inca Tupac Yupanqui
portando vestimenta con tocapus mezclando símbolos con números arabigos.

En 1979 el ingeniero norteamericano William Burns Glynn en su artículo “La


Escritura Secreta de los Incas” propuso un sistema que se apartaba de las teorías
de De la Jara y Barthel. Tomando como punto de partida la crónica de Guaman
Poma de Ayala observó que en las figuras de gobernantes incas que este cronista
dibujó en su obra Primer nueva corónica y buen gobierno aparecían tocapus en los
que se combinaban signos con números arábigos.

Tuvo la idea de que el significado de estos símbolos tenía que ver con su sistema
decimal de contabilidad y reemplazó los números del uno al diez con su respectivo
signo y significado en quechua con el que obtuvo, después de eliminar las vocales,
un alfabeto consonántico con el que logró polémicos desciframientos. Este sistema
no pudo ser probado o demostrado en piezas originales debido a sus limitaciones
lingüísticas y criptográficas y, por ende, no fue acogido por la comunidad científica.

El arquitecto colombiano Jaime Salcedo Salcedo se propuso corregir estos vacíos


y en un estudio que se prolongó por 25 años llegó a siete principios o “claves” de
desciframiento en su obra: “Los Jeroglíficos Incas: introducción a un método para
descifrar tocapus-quillca” en el que afirmaba, tomando como ejemplo el Quero 7511
del Museo de América de Madrid, que cada tocapu o “quillca” como los llama, no
representa palabras sino textos completos en una combinación de ideogramas con
fonogramas atendiendo a los colores cuyos atributos forman parte de su significado.

En ese sentido Mariusz Ziólkowski, también gracias al estudio de los queros, parece
identificar una correspondencia entre las escenas pintadas y los tocapus en el
mismo vaso lo cual, propone, que algunos de aquellos signos parecen identificar a
los personajes representados.

Recientemente los estudios de Gail Silverman y Mary Frame parecen retomar el


sendero dejado por Victoria de la Jara pero desde la perspectiva etnográfica,
atendiendo a las comunidades de tejedores. Gail Silverman, gracias a su
prolongado trabajo de campo en la comunidad Q´ero del Cusco, llegó a considerar
el significado de algunos de esos símbolos con un significado cosmológico que la
autora considera un evidente vestigio de una escritura prehispánica.

En otra dirección se dirigen los estudios de Tom Zuidema que sugiere el carácter
heráldico de los tocapus a partir del estudio de la crónica de Guaman Poma en
cuyos dibujos observa que los incas correspondientes a la dinastía de Hanan Cusco
poseen mayor cantidad de tocapus en sus vestimentas que los de la dinastía Hurin.
Esta conclusión es apoyada por Peter Eeckhout y Nathalie Danis en relación a las
pinturas coloniales de personajes incas que lucen tocapus como emblemas o
símbolos de prestigio dinástico.

Margarita Gentile califica estas interpretaciones como alóctonas y persiste en


enfocar el tema desde las comunidades nativas y desde las ofrendas colocadas en
los rituales de sacrificio humano.

Thomas Cummins vincula los tocapus con un evidente contenido religioso negando
que dichos motivos sean exclusivos del arte textil sino que se extenderían a diversos
soportes con igual carga simbólica totalmente diferente del quipu al anotar que el
tocapu, en las referencias de las crónicas, siempre aluden a un contenido religioso
y no como un sistema de registro.

En 2017 Antonio Huillca Huallpa, artista plástico, escritor, e investigador peruano,


ha estudiado textos antiguos guardados en Europa (Italia) sobre las figuras en
mantos inkas, que fueron llevados a Europa y olvidados. Hace 3 años que Antonio
Huillca descifro las escrituras en los mantos Tocapus. El afirma que los incas no
hablaron quechua, que ese idioma fue impuesto por los españoles cambiando el
idioma oriundo, y que fue impuesto por padre Domingo de Santo Tomás que hizo el
primer diccionario inka, denominandolo idioma quechua. Pero Antonio Huillca
Huallpa informa que el verdadero idioma inca se denomina "QHAPQ KHIPU TECSI
SIMI" que significa conocimiento amplio expresado en la habla y escritura. Ha
escrito un libro donde detalla la fonética y forma de escribir y como toda la escritura
se encuentra en mantos, orfebrería y cerámicos 6.

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