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En la época moderna se han planteado otras preguntas nuevas y más álgidas: ¿Tiene
derecho el maestro a inculcar a los alumnos su concepción “ética” de la vida buena o
su escala de valores? ¿Es compatible con el principio liberal de la tolerancia y de la
neutralidad del Estado con- cederle la atribución de diseñar planes de formación
moral? ¿Cómo se puede legitimar la educación en determinados valores y principios
morales sin violar la autonomía y la libertad de conciencia, respetando las propias
creencias y el modelo de vida adoptado por el grupo social de pertenencia? Este
segundo grupo de interrogantes alude al problema de la legitimidad de la educación
moral en la escuela pública.
Se ha llegado a decir incluso que las preguntas centrales que se plantean ahora en
nuestra época al respecto no son ya las clásicas preguntas antiguas y modernas, citadas
más arriba, sino preguntas más pragmáticas como estas otras: ¿Vale la pena insistir
hoy en la educación moral? ¿Cómo es posible conciliar la educación en valores y
principios ideales con el desarrollo de las aptitudes y competencias para el éxito en
las condiciones reales de la sociedad moderna? ¿Qué resultado cabe esperar de una
educación “ética” y moral en contradicción de las prácticas sociales y modelos
imperantes que el niño encuentra fuera de la escuela? El tercer grupo de preguntas
plantea los problemas pragmáticos de la utilidad y la eficacia de la educación moral
en la sociedad moderna.
Retornando en primer lugar las preguntas antiguas clásicas sobre cómo es posible la
educación “ética” y moral, podría decirse ahora que la dificultad mayor del problema
ha estado precisamente en la no diferenciación de los campos que la filosofía
contemporánea distingue con estos dos términos, porque la respuesta es muy
diferente para cada caso. El procedimiento pedagógico de la “ética” es narrativo y
hermenéutico. Como lo ha mostrado particularmente A. MacIntyre, el método
tradicional de la educación en la “ética” del bien y de la virtud ha sido el de “contar
historias” que presentan los modelos de vida y de identificación. Como arquetipos del
método narrativo de la “ética” pueden citarse la “paideia” griega antigua, a partir de
la historia de los héroes homéricos, y la “paideia” cristiana primitiva centrada en el
relato evangélico de la vida de Cristo.
De ahí que la educación moral, que incluye los temas de la dignidad de la persona, de los
derechos humanos y del valor moral de la democracia como método para legitimar las
decisiones colectivas, es el fundamento y el núcleo esencial de la educación moral y
cívica.