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CAPÍTULO II:

VISIÓN GENERAL
DE LA JORNADA
1.- ¿QUÉ ES UNA JORNADA DE VIDA CRISTIANA?

"El Padre eterno creó el mundo universo por un libérrimo y misterioso designio de su
sabiduría y bondad, decretó elevar a los hombres a la participación de su Vida Divina
y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, y les dispensó siempre su ayuda en
atención a Cristo redentor... Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa
Iglesia" (L.G. 2).

"Para el M.J.V.C., la Jornada constituye el momento esencial de la proclamación del


Kerygma o Buena Nueva de la salvación en Cristo por la Gracia"(L.B. 22).

"La Jornada constituye el momento evangelizador por excelencia, que exige una
respuesta personal a Cristo, que lleva al Padre por el Espíritu Santo. Se vive en una
experiencia comunitaria que abre a los jóvenes al compromiso social" (L.B. 22).

A través de cada uno de los elementos de la Jornada -La enseñanza, la convivencia, la


Eucaristía, la Oración, el perdón y el Testimonio de la presencia de Cristo en el
Auxiliar, las exigencias del hermano - se busca que el joven que asiste a una jornada
reciba el anuncio de la Buena Nueva y tenga un encuentro de ojos abiertos y corazón
palpitante con el Señor Jesús de forma personal y comunitaria.

La Jornada busca hacer realidad el llamado de Juan Pablo II hecho a los jóvenes en San
Juan de los Lagos:

"Se necesita escuchar la voz límpida de los jóvenes que han experimentado cómo el
fuego del amor de Cristo ardía en su corazón. ¡Jóvenes, ayudad a vuestros amigos a
salir de la cárcel de la indiferencia y de la desesperanza! ¡Cristo os llama a resucitar
en otros jóvenes la ilusión por la vida!" (Juan Pablo II, homilía a los Jóvenes, San Juan
de Los Lagos, 1990).

2.- ¿A QUIÉN VA DIRIGIDA?

2.1 Al joven

"La jornada es la presencia del Movimiento en la Pastoral Juvenil. Su servicio


específico" (L.B. 22).

El M.J.V.C. es, pues, una expresión de la Pastoral Juvenil. Cumplimos así con una
exigencia de la Nueva Evangelización: "el joven evangeliza al joven". La Jornada es
una oportunidad de vida significativa para nuestro hermano joven. Debe ser toda ella
plenamente juvenil.
2.2 al joven con una situación concreta

Cada joven que asiste a una Jornada es una persona con una historia y una situación
muy particular, que exige del Auxiliar de Jornadas que lo vea como es, y que su trato
hacia él vaya encaminado a que descubra, desde su realidad muy específica, lo que el
Señor quiere decirle a él y qué le exige, precisamente a él, para que sea de verdad
protagonista de la vida nueva en su propio mundo.

2.3 Que tiene una inquietud propiciada y cultivada en la Pre-Jornada

Es importante que antes de Jornada, el joven se sienta atraído por conocer a Jesús. Al
ir descubriendo su propia dignidad y la de los demás y lo que Jesús significa en su
vida, se despierta en él el deseo de conocer más al Señor. Esta inquietud nace a
través del trato con un Auxiliar, en la Pre-Jornada misma o de otras varias formas que
el Señor ponga a su alcance.

Sea lo que fuere, es importante que al joven se le ofrezca un momento previo que lo
prepare a su encuentro personal y comunitario con Dios en la Jornada. De esta
manera, el joven, en quien hemos despertado ya su propio sentido de búsqueda,
siente necesidad de una respuesta adecuada al sentido de su misma vida y se
cuestiona sobre todo lo que lo rodea, y así queda abierto a lo que vamos a ofrecerle en
la jornada.

Por esta razón no es válido llevar al joven a la Jornada engañándolo con la promesa de
tratarse solo de un rato de diversión, o de conocer más gente. Esto, además de
presentar una seria incongruencia con el mensaje de Jesús, puede crear un rechazo a
todo lo que se vive en la Jornada. ¡Es importante que nosotros mismos creamos que el
joven se sentirá atraído por la misma fuerza del Evangelio!

2.4 Que decide vivir una experiencia seria de Dios

El joven, pues, que asiste a la Jornada, ha decidido vivir una experiencia. Recordemos
que todo trabajo de Prejornada "tiene como objetivo preparar al muchacho y a la
muchacha a tener un encuentro personal y comunitario con Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo de tal forma que su participación en la Jornada dé mejores frutos" (L.B. 15).

Este joven quiere abrirse al encuentro con los demás, desea encontrarse consigo
mismo, pero, sobre todo, busca el encuentro con Dios. Quizás aún no sepa bien de qué
se trata, pero asiste tocado en su corazón por la inquietud previa que hemos
sembrado en él. El testimonio de otros que luchan porque Jesús sea el Señor de sus
vidas, lo anima a vivir en plenitud la experiencia de la Jornada.

Queremos mencionar aquí que la Jornada no va dirigida directamente a jóvenes en


situaciones críticas, ya sea alcohólicos, drogadictos u otros, puesto que no se trata de
un programa de rehabilitación. El Evangelio, el anuncio de la Buena Nueva sí es para
ellos, pero sabemos muy bien que requieren una ayuda específica, tanto médica como
psicológica, que pide un verdadero proceso que garantice se les pueda dar
seguimiento. Descubrir que Dios los ama a ellos y que Jesús ha muerto por ellos, así
como irse liberando de aquello que los esclaviza, requiere mucho más tiempo del que
se les puede dedicar en una Jornada.
3.- ¿Qué pide la Jornada?

3.1 Conocer la realidad que viven todos y cada uno de los jóvenes.

Es preciso conocer esta realidad para que el mensaje vaya dirigido más directamente
a ella. Asimismo nuestro lenguaje y los medios empleados en la Jornada estarán
respondiendo mejor a la necesidad del grupo concreto.

"Jesucristo nos pide proclamar la Buena Nueva con un lenguaje que haga más cercano
el mismo Evangelio de siempre a las nuevas realidades culturales de hoy. Desde la
riqueza inagotable de Cristo, se han de buscar las nuevas expresiones que permitan
evangelizar los ambientes marcados por la cultura urbana e inculturar el evangelio en
las nuevas formas de cultura adveniente. La Nueva Evangelización tiene que
inculturarse más en el modo de ser y de vivir de nuestras culturas" (S. D. 30).

3.2 Realizarse como parte de un proceso evangelizador

La Jornada es parte del proceso evangelizador que el M.J.V.C. ofrece hoy a la Iglesia en
una Nueva Evangelización. Este proceso lo sabemos bien abarca tres etapas al servicio
de la juventud:

 Prejornada: Inicio fuerte de evangelización del joven.

 Jornada: Momento en que se da al joven el Anuncio Kerigmático, el


Anuncio de la Buena Nueva

 Post-Jornada: Etapa de crecimiento y perseverancia

Es importante que el joven viva cada una de estas etapas, para ayudar a que esa
alegría que ha experimentado al conocer a Jesús y recibir la Vida Nueva que se le
ofrece a través del Espíritu Santo se convierta en un proceso contínuo de conversión
durante toda su vida, que cale en lo hondo de su corazón, y transforme su interior, y
así pueda responder al llamado a ser Santo y al mismo tiempo sea capaz de
transformar, con su propio testimonio, ejemplo de vida y servicio, el ambiente que lo
rodea.

Es importante que la Escuela de Auxiliares promueva el que existan plataformas en su


comunidad eclesial concreta, que acojan al joven que ha vivido una experiencia de
Dios, para que se pueda fortalecer y persevere en la Fe. Sin esta plataforma, "suele
suceder que este joven vivirá forzosamente situaciones de desconcierto y de
desorganización, llegando incluso a sentirse frustrado" (L.B. 33). Por esto, si se omite
alguno de los elementos del proceso evangelizador, no tiene razón de ser la
celebración de la Jornada.

Asimismo, ya que la Jornada es "el momento en que se da el anuncio kerigmático, la


Buena Nueva, que en Jesucristo muerto y resucitado se ofrece la salvación, como don
de la Gracia y Misericordia de Dios" (L.B. 14), es importante ubicar, en razón de esta
Buena Nueva, el mensaje que cada plática, dinámica y actividad, contiene. Debe
buscarse siempre explicar de manera sencilla y clara, acompañados del testimonio
personal, todos los conceptos que forman parte de la Doctrina de la Iglesia, buscando
que adquieran un sentido personal y relevante para cada asistente. El contenido debe
ayudar a descubrir al joven que su historia personal está inmersa en la Historia de la
Salvación, que Dios tiene un plan maravilloso para su vida, que lo ama y quiere lo
mejor para él.

Por esto, la Jornada , más que buscar una formación doctrinal o ser una escuela de
Biblia, propias para alguien iniciado en la fe, busca suscitar, a través del Espíritu
Santo, un encuentro con Jesús.

3.3 Que se celebre dentro de un Plan de Pastoral Juvenil

Toda Jornada debe ubicarse dentro de un plan de Pastoral Juvenil de la diócesis. Debe
responder a una necesidad específica de su parroquia y de su diócesis. No deben
celebrarse Jornadas tan sólo por un motivo cualquiera, porque me gusta, porque ya es
tiempo, para juntar al grupo, etc. la Jornada debe tener una razón de ser muy clara.
Por eso, celebrar una jornada que no tenga sentido en la vida de una Iglesia
diocesana, no tiene razón de ser. No se debe hacer (cfr. L.B.12)

De esta manera, participa con toda la Iglesia y como Iglesia en la misión de


evangelizar.

4.- ¿Cual es el mensaje central?

Nosotros Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana que hemos sido llamados a


evangelizar al joven por el joven, necesitamos conocer el mensaje central de la
Jornada. Dicho mensaje es la Buena Nueva, la Jornada es eminentemente el anuncio
del Kerygma (Buena Noticia). Dentro del proceso evangelizador, la Jornada significa y
es el MOMENTO KERYGMÁTICO.

Este anuncio que realizamos en las Jornadas tiene un contenido esencial, mismo que
por sí sólo transforma y cambia el corazón del joven que lo escucha. Dicho mensaje
debe ser escuchado, acogido, aceptado, asimilado, haciendo nacer entonces una
adhesión vital a Dios en quien lo recibe.

"En efecto, la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble
filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los huesos y los tuétanos
para probar los deseos y los pensamientos más íntimos" (Hb 4, 12).

Señalemos aquí que, además del contenido esencial, la Jornada tiene elementos
secundarios que deben ser adaptados de acuerdo a la cultura y a las circunstancias
propias de cada una de las personas a las que se está evangelizando.

Pongamos ahora, para mayor claridad, el contenido esencial del Kerygma, que
encontramos en la 1ª proclamación, que realiza Pedro, de la Salvación en Jesús en el
día de Pentecostés:

"Israelitas, escuchen mis palabras: Dios había dado autoridad a Jesús de Nazaret entre
todos ustedes: hizo por medio de él milagros, prodigios y cosas maravillosas, como
ustedes saben. Sin embargo, ustedes lo entregaron a los malvados, dándole muerte,
clavándolo en la Cruz, según el Plan de Dios, que conoció todo esto de antemano. A Él
Dios lo resucitó, librándolo de los dolores del lugar de los muertos ya que no era
posible que quedara bajo su dominio...

"A Jesús, Dios lo resucitó, de lo cual todos somos testigos. Y, engrandecido por la
mano poderosa de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido: hoy lo
acaba de derramar, y eso es lo que ustedes ven y oyen...

"Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel que Dios ha hecho Señor y
Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron

" ...Conviértanse y háganse bautizar cada uno de ustedes en el Nombre de Jesucristo,


para que sus pecados sean perdonados. Y Dios les dará el Espíritu Santo. porque la
promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los extranjeros a los que el
Señor llame" (Hch. 2,22-39)

¿Cuáles son los elementos más importantes de la proclamación de Pedro? Sin duda
alguna dos:

1) La Salvación ofrecida por Jesús, a través de su muerte y


resurrección.

2) La promesa del Espíritu Santo.

El Evangelio es, ante todo, un testimonio claro y explícito de Dios Padre revelado por
Jesucristo mediante el Espíritu Santo.

La Iglesia, fiel a su Señor, los ha recogido en sus documentos a través de la historia.


En su Magisterio reciente, encontramos estos elementos en la Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi:

"La Evangelización también debe contener siempre -como base, centro y a la vez
culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios
hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como
don de la Gracia y de la Misericordia de Dios." (E.N. 27).

"La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las


promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del
amor hacia Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios; la predicación del
amor fraterno para con todos los hombres- capacidad de donación y de perdón, de
renuncia, de ayuda al hermano- que, por descender del amor de Dios, es el núcleo del
Evangelio" (E.N. 28).

Es necesario que en la Jornada el joven reciba el mensaje con fidelidad y tenga todos
los momentos adecuados para que exprese su respuesta y pueda convertirse
plenamente al Señor Jesús.

En la Jornada debemos entregar las siguientes grandes verdades:

4.1 El amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo


La Buena Nueva tiene como principio y núcleo central el Amor de Dios al hombre. Esa
es la gran noticia que Jesús proclama y que la Iglesia desde siempre ha comunicado a
toda la humanidad.

El pueblo de Israel experimentó la realidad de un Dios amoroso que se va haciendo


presente en su tradición. Reconoce el amor a la humanidad: un amor incondicional,
eterno, que perdona la infidelidad y es para todos los hombres. Veamos en detalle:

A) Su amor es eterno. El Profeta Isaías nos dice:"Así habla tu Dios: ... mas con amor
que dura para siempre, me he apiadado de ti" (54,8). "los cerros podrán correrse y
moverse las lomas; más no yo retiraré mi amor" (54, 10).

Jeremías no es menos claro. Oigamos: "Con amor eterno te amado" (31,3)

B) Es incondicional y más grande que el de una madre: "¿Puede una mujer olvidarse
del niño que cría, o deja de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna
lo olvidase, ¡Yo nunca me olvidaría de ti!" (Is 49, 15 ).

C) Perdona todo tipo de infidelidades, lo perdona todo: (cfr. Os 2, Os 11, Ez 16).

D) Su amor es gratuito, no es necesario hacer nada para obtenerlo. (D t 4, 37; 7,8;


10,15).

En la Nueva Alianza San Juan proclama que "Dios es amor" (1 Jn 4, 8. ). La esencia


misma de Dios es el amor. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un eterna
comunicación de amor.

Todo hombre está llamado a vivir y participar de este amor. Nuestro mismo nacer y
nuestra propia existencia son ya pruebas reales del gran amor de Dios. Sin embargo
es necesario reconocer, aceptar y vivir este amor durante toda nuestra vida.
Solamente así podremos alcanzar la plenitud de nuestra persona.

Cada joven que asiste a la Jornada está llamado a descubrir en plenitud este amor de
Dios hacia su persona. Necesita saber y sentirse amado por Dios. Creer en este amor
es ya comenzar a disfrutar del mismo y entregarse todo uno a él. Necesitamos
descubrir, ver este amor para en realidad encontrar la verdadera dignidad de la
persona y el sentido real de la vida.

"Desde el mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y
simplemente por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en
la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a
su creador" (G.S. 19 ).

4.2. Dios se hace hombre en Jesús.

Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre. Dios se hace Hombre en Jesús, lo afirma
claramente el prólogo del Evangelio de San Juan: "En el principio era el Verbo, y el
Verbo estaba frente a Dios y el Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo carne, y habitó
entre nosotros; y nosotros hemos visto su gloria, la que corresponde al Hijo Único del
Padre... (Jn 1, 1-18).
En la plenitud de los tiempos el designio maravilloso del amor del Padre alcanza su
culmen en la encarnación del Verbo. El Hijo único de Dios se hace Hombre; Dios ha
visitado a su pueblo. La promesa hecha desde antiguo por fin se cumple: el mismo Hijo
amado es enviado como Salvador de todos los hombres.

Dios es amor, lo hemos afirmado, y nos amó tanto, que envió a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados (1Jn 4,10). Dios se hace Hombre para salvarnos y
restablecer la comunión entre nosotros y Él. Jesús,"El, y sólo El, es nuestra salvación,
nuestra justicia, nuestra paz y nuestra reconciliación" (S.D. 16).

Jesús, siendo de condición divina, se hizo humano para que, desde nuestra naturaleza,
nos amara. "En El, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada
también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en
todo a nosotros excepto en el pecado" (G.S. 22).

Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, viene a darnos los criterios de una vida nueva.
Nos revela la misma vida de Dios y nos ofrece un modelo a seguir para llegar a la
santidad : "Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me
siga " (Mc 8,34).

Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (cfr. Jn 14,6 ). Solamente en El nosotros


podemos encontrar la medida de nuestra dignidad y el sentido de nuestro desarrollo,
ha quedado claro más arriba y lo encontramos en el Documento de Santo Domingo
(núm. 8 ). Las Bienaventuranzas, lo sabemos, son el camino de la vida nueva (cfr. Mt
5,1-12).

4.3 Jesús muere y resucita por nosotros.

Jesús es la vida, lo sabemos muy bien. En su primera carta, el Apóstol Juan lo afirma
categóricamente. Oigamos: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos. Lo que hemos mirado y nuestras manos han
palpado acerca del Verbo que es Vida " (1 Jn.1,1). Jesús mismo lo dijo:"Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida". No podemos dudar. Y sin embargo, Jesús muere.

Dios, que es Padre amoroso, quiere salvarnos y reconciliarnos con El, y busca nuestra
perfección precisamente en su Misterio de Amor. Este, a su vez, es un verdadero
Misterio de comunión entre los hombres y Dios. Sabemos que, así como por la
desobediencia y el orgullo de un hombre (Adán) entró el pecado en el mundo y rompió
la comunión con Dios, así también, por la obediencia de otro hombre (Jesús), hemos
sido salvados (cfr.1 Cor 15,21-23 ).

La muerte de Jesús de ninguna manera es un hecho circunstancial. Es, sin lugar a


duda, el cumplimiento de las promesas hechas por Dios de restaurar un día la
naturaleza humana caída. Es el Misterio de la Salvación Universal.

En la Sagrada Escritura, a partir del siglo VIII antes de Cristo, Isaías nos habla ya de la
muerte y resurrección de Jesús. En el comentario de la Biblia Latinoamericana al
cuarto poema sobre el Servidor de Yavé, encontramos el siguiente comentario: "Tal
vez es la revelación cumbre de la Biblia antes de Cristo, el anuncio hecho a todos los
hombres de un Salvador que muere por sus pecados y resucita para darles vida".

'Después de sus penas, verá la luz y será colmado y le daré las muchedumbres' ".

Es útil acudir al texto de Isaías a partir del cap. 52,13 hasta el final del cap. 53.
Transcribimos aquí algunas frases que seguramente nos ayudarán a captar mejor este
misterio:

Despreciado y tenido como la basura de los hombres,

hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento,

semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara,

estaba despreciado y no hemos hecho caso de él".

Sin embargo eran nuestras dolencias las que él llevaba,

eran nuestros dolores los que le pesaban

y nosotros lo creíamos azotado por Dios,

castigado y humillado.

Ha sido tratado como culpable a causa de nuestras rebeldías

y aplastado por nuestros pecados.

El soportó el castigo que nos trae la paz

y por sus llagas hemos sido sanados".

Todos andábamos como ovejas errantes,

cada cual seguía su propio camino,

y Yavé descargó sobre él

la culpa de todos nosotros.

Fue detenido y enjuiciado injustamente

sin que nadie se preocupara de él.

Fue arrancado del mundo de los vivos,

y herido de muerte por los crímenes de su pueblo.


Quiso Yavé destrozarlo con padecimientos

y el ofreció su vida como sacrificio por el pecado.

Por esto verá a sus descendientes y tendrá larga vida,

y por él se cumplirá lo que Dios quiere.

Después de las amarguras que haya padecido su alma

verá la luz y será colmado.

Por su conocimiento, mi siervo justificará a muchos

y cargará con todas sus culpas.

Se ha negado a sí mismo hasta la muerte,

y ha sido contado entre los pecadores,

cuando en realidad llevaba sobre sí

los pecados de muchos, e intercedía por los pecadores.

Al enviar el Padre a su Hijo, libre de todo pecado, a una humanidad caída y destinada
a la muerte, "Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros en él, lleguemos a
participar de la vida santa de Dios" (2 Cor 5,21).

Cristo logró la salvación del hombre sometiéndose a nuestra naturaleza humana,


muriendo y resucitando por nosotros. Queda claro que " Cristo no vivió su vida para sí
mismo, sino para nosotros, desde su encarnación 'por nosotros los hombres y por
nuestra salvación' hasta su muerte 'por nuestros pecados' (1 Cor. 15,3 ) y en su
resurrección para nuestra justificación (Rom 4,25 ) " (C.C. 519 ).

Y en todo esto Dios tiene y ha tenido siempre la iniciativa del amor redentor universal.
Sabemos que " al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su
designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo
mérito por nuestra parte : 'En esto consiste el amor : no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que el nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados' 1 Jn 4,10 ). 'La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros' (Rm 5,8)." (C.C. 604 ).

Habiendo Jesús amado al mundo lo amó hasta el extremo, y se entregó en la cruz,


para cumplir así la voluntad del Padre. Aceptó libremente su pasión y muerte por amor
a su Padre y a cada uno de nosotros. "El Padre me ama porque yo mismo doy mi vida
y la volveré a tomar" (Jn 10,17). " ... sino más bien para que el mundo sepa que yo
amo al Padre y que hago lo que me encomendó el Padre." (Jn 14,31).
Hablemos ahora más específicamente de la resurrección. " La muerte de Cristo fue un
morir al pecado, y un morir para siempre; su vida ahora es un vivir para Dios" (Rom
6,10).

Pablo predica en Antioquía y dice:"nosotros les venimos a anunciar esta Buena Nueva.
Eso mismo que Dios prometió a nuestros padres, lo ha cumplido con sus hijos, es
decir, con nosotros, al resucitar a Jesús" (Hech 13,32).

La resurrección de Cristo es un hecho real cuyos testigos lo proclaman sin cesar. Las
mujeres, por ejemplo, que iban a embalsamar su cuerpo se encuentran con el
acontecimiento de que el sepulcro está vacío y el cadáver no está. Ellas son las
primeras en encontrar al Resucitado y son las primeras en proclamar la resurrección.

Todo lo ocurrido alrededor de la muerte del Maestro había sacudido tremendamente a


los discípulos, los cuales no aceptaron fácilmente la idea de que Jesús estaba vivo, aún
cuando el mismo se presentó a ellos. La resurrección no es un hecho inventado por su
fe, por el contrario " su fe en la resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina-
de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado" (C.C. 644 ).

El culmen de la Buena Noticia de amor es el cumplimiento de las promesas de Dios de


resucitar a Jesús. La Buena Nueva consiste propiamente en la declaración de los
testigos que han visto a Cristo resucitado, y en él, el amor de Dios.

Jesús que ha muerto, resucita ahora a una nueva vida. No es, de ninguna manera una
resurrección como la de Lázaro, quien volvería a morir, sino que Cristo resucitado pasa
de la muerte a la vida llena del Espíritu Santo, pues "Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre él" (Rom
6,9-10).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que " la resurrección de Cristo es objeto de
fe en cuanto es una intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la
historia... Se realiza por el poder del Padre que 'ha resucitado' (cfr. Hech 2,24) a
Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad - con
su cuerpo- en la Trinidad " (C.C. 648 ).

La resurrección es pues objeto de nuestra Fe, lo acabamos de oír. En efecto, " Si no


resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe" (1 Cor 15,14).
Tenemos la certeza de que al igual que Cristo, también nosotros experimentaremos la
misma resurrección (cfr. Rom 6). Jesús es la resurrección y toda la humanidad
participa de ella. Su plenitud está en El. En Cristo, todos los hombres son resucitados.
El es el principio y fin de nuestra propia resurrección.

Con la resurrección en el Centro del Universo y de su Historia nos encontramos ante


un solo hombre: iCristo Jesús! El es el Señor del Universo y no tiene miedo de
declararlo a sus discípulos momentos antes de regresar a su Padre: "Todo poder se
me ha dado en el cielo y en la tierra " (Fil 28,18 ).

Terminemos contemplando como San Pablo resume este Misterio en un himno, que es
toda una declaración de fe, en su carta a los cristianos de Filipos. En él, Pablo propone
el ejemplo de Cristo, su trayectoria de Dios a hombre, de rico a pobre, de primero a
último, de dueño a servidor. Escuchemos:

El que era de condición divina,

no se aferró celoso a su igualdad con Dios

sino que se rebajó a sí mismo hasta ya no ser nada,

tomando la condición de esclavo,

y llegó a ser semejante a los hombres.

Habiéndose comportado como hombre,

se humilló. y se hizo obediente hasta la muerte

y muerte en una cruz.

Por eso Dios lo engrandeció

y le concedió el Nombre que esta sobre todo otro nombre,

para que ante el Nombre de Jesús todos se arrodillen en los


cielos,

en la tierra y entre los muertos.

Y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor,

para gloria de Dios Padre (Fil 2,6-11 ).

4.4 El te da vida en abundancia.

Jesús afirma: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia"(Jn
10,10). Hermosa realidad es esta palabra del Señor, cuestionante y tremendamente
exigente. Recordemos lo que dijimos en el apartado anterior: " La vida se dio a
conocer, lo hemos visto y somos testigos, y les comunicamos la Vida Eterna" (1 Jn
1,2). Y esta Vida es Jesús.

La muerte y resurrección de Jesús forman un todo inseparable. Dentro de ese todo


encontramos las consecuencias que para el mundo tiene la Salvación en Jesús.
Estamos llamados a vivir la Vida Nueva en Cristo Jesús.

El Misterio Pascual encierra un doble aspecto: Jesús, por su muerte, nos libera del
pecado, y por su resurrección, nos abre el acceso a una nueva vida. Esta vida es, en
primer lugar, la justificación que nos devuelve la Gracia de Dios. Consiste en la victoria
sobre la muerte y el pecado. Es nuestra propia participación en la Vida Divina (cfr.
Rom 4,25 ).
La Gracia nos descubre la Vida de Dios: "pues al ser bautizados fuimos sepultados
junto con Cristo para compartir su muerte, a fin de que, al igual que Cristo, quien fue
resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, también nosotros caminemos
en una vida nueva" (Rom 6.4 ). La resurrección de Cristo es la victoria de una vez para
siempre de la muerte y del pecado y la participación de la humanidad en la Vida
Divina.

San Pablo habla del hombre nuevo, de una nueva creación, en donde el pecado ya
pasó y ha quedado atrás. La muerte quedó vencida y prevalece la vida en el Espíritu,
es decir, una vida llena de Dios y de acuerdo con Su Voluntad. Vida Nueva que es
reflejo del Amor de Dios y trae consigo frutos de santidad para el mundo. Nos hace
santos a nosotros.

Al participar de la Vida de Dios nos relacionamos con las tres personas de la Santísima
Trinidad:

Hijos del Padre-Hermanos de Cristo-Templos del Espíritu Santo

La vida es para todos. Leemos en San Pablo que "ustedes, los que en otro tiempo
estaban lejos, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo" (Ef 2,13). Y es cierto,
Cristo establece una Nueva Alianza con Dios; Su sangre derramada ha sido aceptada,
consagrada y vivificada por el Espíritu Santo.

Cristo gana así para nosotros, no solamente el perdón de los pecados, sino que El
mismo es principio de nuestra reconciliación. Nos llama a la santidad. San Pedro
asegura que "podemos participar en la Vida Divina por las maravillosas promesas de
Dios" (cfr. 2 Pe 1,4).

La participación de la Vida Divina o Gracia es lo más importante para el ser humano.


Es Don de Dios. Se trata de un regalo, algo definitivamente gratuito para el hombre.
Este no tiene que hacer nada para ganarla o merecerla. Únicamente la Voluntad y el
Amor de Dios por él hacen posible este fantástico acontecimiento para la humanidad.

La participación en la Vida Trinitaria se nos da desde el bautismo. Pablo VI nos dice


atinadamente: "Por la gracia del bautismo 'en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo' somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad,
aquí abajo en la oscuridad de la Fe y, después de la muerte, en la luz eterna"(SPF 9).

Es cierto que recibimos la gracia inicial en el bautismo, que borra nuestro pecado
original, pero también es verdad que nuestra naturaleza débil e inclinada al mal
persiste en nosotros y necesitamos mantener "un combate espiritual" para no caer en
la tentación y seguir viviendo en gracia de Dios.

La gracia es un don que nos ayuda a perfeccionar nuestro ser, a que tengamos la
disposición adecuada para obrar según la vocación divina a la que hemos sido
llamados. Podemos pensar como Dios, sentir como Dios, amar como Dios, claro, no en
igualdad pero sí en proporción.

Esta Vida Nueva nos la da Cristo en abundancia, insistimos. Es el agua viva de la cual
habla la Samaritana (Jn 4,1-42 ). Es El mismo quien, por la acción del Espíritu Santo, se
dona una y otra vez, a cada corazón que desea aceptarlo y que lo reconoce como su
Señor.

Jesús lo afirma: "si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará y


vendremos a él, y haremos nuestra morada en él " (Jn 14,23 ).

La Gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu Santo que nos justifica y
nos santifica. Comprende también los dones que el mismo Espíritu nos concede para
asociarnos a Su obra y hacernos capaces de colaborar en la salvación de otros y en el
crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

La noticia más importante para nuestra vida es que sí podemos participar de la Vida
de Dios. Aquél que lo es todo, nos invita a participar de El mismo, a través de una vida
en santidad. Es pues, el gran designio de Dios, mucho antes de la creación, que
seamos santos e irreprochables ante su presencia. Además, que fuéramos hijos
adoptivos del Padre en Cristo Jesús (cfr. Carta a los Efesios ).

No olvidemos que, por la sola fuerza del mensaje que se proclama, nace en la persona
que lo escucha un deseo de conversión y una adhesión vital a Jesucristo. De aquí
surge y se explica la exigencia de una respuesta personal y la aceptación de Jesús
como Dueño y Señor de todas las cosas en el Cielo y en la Tierra. Jesús es el Señor de
la Vida y el Señor de la Historia. Jesús es la Vida que hace Vivir.

5. ¿Qué implicaciones tiene la Buena Nueva ?

Hemos ido avanzando y toca ahora, dentro de la Visión General de la Jornada, trabajar
las implicaciones que el Evangelio tiene para nosotros, jóvenes cristianos, En primer
lugar veremos la visión del Hombre y luego el encuentro con Jesús. De aquí resulta
claro que debemos hablar de una vida en plenitud y ésta, compartida con los demás,
acompañados de María. Todo esto nos permite captar mejor nuestra Jornada de Vida
Cristiana.

5.1. Visión del Hombre.

Necesitamos, en primer lugar, dejar claro lo que somos. Comprendiéndonos un poco


mejor sacaremos mayor fruto de la Jornada.

5.1.1. Dios ha creado al hombre por amor.

Al reflexionar sobre sí mismo, al cuestionar su existencia, y tratar de darle una


explicación al origen último de su ser, al tiempo que darle con ello un sentido a su
vida, inevitablemente el hombre se pregunta : ¿Quién soy? ¿ De dónde vengo? ¿A
dónde voy?

En esta búsqueda del hombre Dios sale a su encuentro y responde que El lo ha creado
por amor, sí como a todas las cosas. Dios ha creado todas las cosas.."no para
aumentar su gloria sino para manifestarla y comunicarla... Dios no tiene otra razón
para crear que su amor y su bondad... Abierta su mano con la llave del amor surgieron
todas las cosas" (cfr. C.C. 293).
Dios nos ha creado a cada uno por amor, como personas únicas e irrepetibles, como
alguien eternamente elegido: alguien llamado y denominado por su nombre. Desde la
creación del mundo Dios nos consideró como la cumbre de su creación. Puso a nuestro
servicio todo lo creado como un don, una herencia que nos fue destinada y confiada
para cuidar y preservar así como para disponer de ella con responsabilidad.

5.1.2.. A imagen y semejanza Suya.

"Dijo Dios:" hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.." (Gen 1,26)

" Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó" (Gen 1, 27).

El hombre ocupa un lugar único en la creación. Está hecho "poco inferior a los
ángeles" (Sal 8,6). Y al hacerlo a imagen y semejanza suya imprimió en el hombre la
capacidad de solidarizarse con su hermano, de aceptarlo incondicionalmente, de ser
auténtico, congruente, de tener sentimientos profundos en su corazón, de ser libre y
construir su propia historia. por esta razón, en la medida que somos más humanos
somos más imagen y semejanza con Dios. Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza para que dominara; es decir, lo hizo señor; capaz de dominio, dotado de
poder con el despliegue existencial del ser que se define en la historia.

"¿Quién es el hombre para que de él te acuerdes?... Y le has hecho poco menos que
Dios, le has coronado de gloria y honor. Le diste el señorío sobre las obras de tus
manos, todo lo has puesto debajo de sus pies" (Ps 8, 5-7).

5.1.3. Con una dignidad y libertad inherentes que debe desarrollar,


respetar y hacer respetar.

Al mismo tiempo la imagen de Dios implica la dignidad de la persona. Implica un


elemento de grandeza y de misterio absoluto en el otro, que exige un respeto total,
que impide la condena y desprecio radical del otro, así como su manipulación.

Cuando se habla de dignidad inherente o natural de la persona humana, no se trata de


aquella de quienes conducen una vida ejemplar digna de apreciarse. Más bien
debemos reconocer que se trata de la dignidad que el hombre, prescindiendo de las
características de su actuación, tiene como hombre, y que nunca debe olvidarse, por
muy dudosa que sea su conducta, ya que esa dignidad es un don de Dios que como tal
se recibe, y para el que no hay mérito o grado.

"Todo hombre y toda mujer por más insignificantes que parezcan, tienen en sí una
nobleza inviolable que ellos mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin
condiciones; toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su
dignificación; toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien común, consiste
en la realización cada vez más fraterna de la común dignidad, lo cual exige no
instrumentalizar a unos en favor de otros y estar dispuestos a sacrificar aún bienes
particulares" (D.P. 317)

La raíz de una superior calidad humana esta precisamente en la condición libre del ser
humano.
La dignidad está directamente vinculada con la libertad. El hombre es libre por
naturaleza. la libertad es un inmenso don; da cierta capacidad creadora a la persona,
proyectando su historia a partir de ella. El hombre al perder su libertad se
deshumaniza.

"La libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tenemos todos para
disponer de nosotros mismos (cfr. G.S. 17) a fin de ir construyendo una comunión y
una participación que han de plasmarse en realidades definitivas, sobre tres planos
inseparables: la relación del hombre con el mundo, como señor; con las personas
como hermano y con Dios como Hijo" (D.P. 322).

Necesitamos hoy día descubrir la verdadera libertad. "Tiene que revalorarse entre
nosotros la imagen cristiana de los hombres, tiene que volver a resonar esa palabra
en que viene recogiéndose ya de tiempo atrás un excelso ideal de nuestros pueblos:
LIBERTAD. Libertad que es a un tiempo don y tarea. La libertad que no se alcanza de
veras sin liberación integral (cfr. Jn 8, 36) y que es, en un sentido válido , meta del
hombre según nuestra fe, puesto que 'para la libertad, Cristo nos ha liberado' (Gal 5,1)
a fin de que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10, 11) como 'hijos de
Dios y coherederos con el mismo Cristo' (Rm 8, 17)" (D.P.321).

5.1.4. Hombre y Mujer en igualdad de dignidad y corresponsables de la


creación.

"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los
creó" (Gen 1,27).

Dios ha querido que el hombre y la mujer, como seres humanos a quienes ha


conferido una dignidad por igual, sean corresponsables de la creación, que gobiernen
el mundo en justicia y santidad (cfr. Gen 1, 26-27); que juntos busquen orientar su
propia persona, a la sociedad y al universo entero al proyecto de Dios. vivido en
común armonía y respeto mutuo, complementándose el uno al otro desde su ser
hombre y su ser mujer, aportándose cada uno la particularidad de sus dones
específicos, necesarios para realizar la tarea que Dios les encomendó.

5.1.5. Llamado a la plenitud.

Cada hombre está llamado a la plenitud de su vida , a vivir en armonía con él mismo
con su hermano, con la creación entera, plantas, animales, la tierra y el universo
mismos, gobernando y aprovechando sabiamente aquello que Dios le otorgó bajo su
dominio; pero ante todo el hombre está llamado a vivir una relación plena, infinita, con
su propio creador.

Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre, por el misterio de la encarnación y la


redención, pone de manifiesto la plenitud del hombre y le descubre la sublimidad de
su vocación.

"El hombre que quiere llegar, que quiere comprenderse hasta el fondo de si mismo,
debe, con inquietud, incertidumbre, e incluso con su debilidad y pecaminosidad,
acercarse a Cristo. Debe por así decirlo, asimilar toda la realidad de la encarnación y
la redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso,
entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla
de si mismo" (cfr. R.H. 10), y con ello de los demás, pudiendo aceptar y amar a los
otros como se ama y acepta a sí mismo.

Cristo nos ha mostrado que el ser humano está llamado a vivir en plenitud aún con
todas sus limitaciones.

El nos ha mostrado que la plenitud no se encuentra en los bienes ajenos al hombre


sino en el centro del hombre mismo, ahí donde sólo Dios y el hombre pueden entrar, y
escudriñar para encontrar la verdad del hombre mismo, descubrir al ser auténtico que
Dios ha creado.

5.1.6. Llamado a desarrollar integralmente su potencial humano.

Dios ha dado a todo hombre desde su nacimiento un potencial bueno a desarrollar : un


basamento fisiológico; una estructura física; una capacidad cognocitiva; una capacidad
afectiva; una dimensión espiritual; y una capacidad de relacionarse con el otro.

Dado que estas capacidades son únicas para cada hombre es necesario que éste
reflexione, entre en sí mismo, se cuestione para descubrirlas y desarrollarlas de
manera integral a fin de lograr conquistar, a lo largo de su historia personal, su propia
humanidad.

Es en la actividad humana donde se plasma este potencial que Dios ha dado al


hombre. Actividad que al tiempo que transforma las cosas y la sociedad, ayuda al
hombre a perfeccionarse a si mismo, a irse descubriendo en y por el otro. Así, el
hombre aprende, cultiva sus facultades, las perfecciona, se supera y trasciende (cfr.
G.S. 35).

De esta manera , el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia


sociedad están mutuamente condicionados. Es a través del trato con los demás, de la
reciprocidad de servicios, de diálogo con los hermanos, que la vida social engrandece
al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación. (cfr
G.S. 25).

5.1.7. Con un origen, un camino y un destino propio.

Cada hombre es único e irrepetible, con una historia propia, rica, con luces y sombras
que le dan forma, al tiempo que lo impulsan a buscar y forjar su propio destino, fruto
de la libertad que Dios le ha conferido.

Para llegar a él, para descubrir su ideal de vida, el hombre debe poner en juego todas
sus capacidades, desarrollarlas y estar atento a los acontecimientos diarios que le
habrán de proporcionar un índice revelador, una pauta para descubrir en la reflexión
su vocación de vida que lo plenificará.

Al mismo tiempo que ejerce su libertad en la búsqueda de esa vocación de vida, el


hombre tiene una ley escrita en su corazón revelada por su conciencia a la cual debe
obedecer , y en cuyo cumplimiento se realiza en el amor de Dios y del prójimo. (cfr.
G.S. 16)
Al descubrir su vocación, no solo descubrirá aquello que le dará un papel u oficio en la
vida, sino aquello que le llevará a trascender, crear y transformar para bien de su
historia y con ello la historia de la humanidad, para con ello ser protagonista y no solo
espectador de la misma.

5.2. Encuentro con Jesús: Dios al encuentro del hombre.

"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los
creó" (Gen 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: está hecho a imagen
de Dios; en su propia naturaleza une al mundo espiritual y al mundo material; es
creado hombre y mujer; Dios lo estableció en la amistad con EL." (C.C. 355).

Es gracias a la naturaleza (cuerpo y alma), que el hombre participa de la dignidad de


la "imagen de Dios", es la "única creatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
misma" (G.S. 12). Sólo el hombre está llamado a participar, por el conocimiento, de la
Vida de Dios. El hombre es la única creatura que por la razón puede conocer a Dios
con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el
hombre no puede de ningún modo alcanzar por si mismo, el de la Revelación Divina. Al
revelarse a si mismo, Dios quiere hacernos capaces de conocerlo, responderle y
amarlo, al grado tal que no imaginaríamos por nosotros mismos.

Dios dispuso vivir una comunión con el hombre, al cual quiso en su "sabiduría
revelarse a si mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los
hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu
Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina" (D.V. 2).

El hombre no puede vivir la comunión con Dios, más que en la forma de libre sumisión
a Dios. El hombre debe reconocer y respetar libremente su condición de creatura.
Tiene que confiar y entregarse a su creador. "El hombre depende del Creador, está
sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la
libertad" (C.C. 396).

El hombre por desobediencia rompió la comunión con su creador. Cuando el hombre


se prefirió antes que a Dios, e hizo su elección de sí mismo contra Dios, contra su
propio bien, rompió con su estado de santidad y la plena realización de su persona.
Quiso obtener la divinización de su ser que ya poseía por su creador, pero lo quería
hacer "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (San Máximo Confesor, ambig.) (cfr.
C.C. 398).

Tras la caída del hombre, Dios no lo abandonó. Al contrario lo llamó y le anunció su


reconciliación, le anunció su salvación. "Una vez rota la unidad del género humano por
el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie
de etapas." (C.C. 56).

5.2.1. Para que el hombre llegue a la plenitud de ser liberado.

En la actualidad muchas veces se entiende mal lo que es la liberación, muchos


pretenden liberarse de los señalamientos de su propia conciencia y sobre todo de los
reclamos de la conciencia recta; ser hombre liberado es "vivir como uno quiere", así
piensan algunas personas tristemente.
Hay otros que sólo entienden la liberación en el plano material, de modo que para
liberarnos, hay que luchar por tener lo necesario para nuestra vida corporal, luchando
por una justa distribución de las riquezas; quienes así piensan tienen, en parte, razón,
ya que están buscando en el fondo es salvar la dignidad humana, pero fallan al no
tomar en cuenta la trascendencia del ser humano, para que éste, consciente de sí,
vaya tras la verdad y se comprometa en la auténtica búsqueda y realización del
sentido de su vida y pueda vivir cada momento de su existencia con plena
responsabilidad.

Para comprender la palabra liberación, es necesario y más apropiada entenderla como


sinónimo de REDENCIÓN: hay que salvar al hombre, a todo el hombre y a todos los
hombres. Importantísimo es redimir el corazón del hombre, ya que de él nacen y en él
se fraguan todas las esclavitudes en las que continuamente cae el ser humano. Cristo
nos ha hecho libres.

Escuchemos lo que la Santa Iglesia en la Gaudium et Spes nos habla acerca de la


libertad:

"La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, que
posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda
razón. Mas con frecuencia la fomentan de manera depravada como si fuese pura
licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera
libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido 'dejar al
hombre en manos de su propia decisión', para que así busque espontáneamente a su
Creador y, adhiriéndose libremente a El, alcance la plena y bienaventurada perfección.
La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y
libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la
presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra
esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a
su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con
eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la
máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la
gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar cuenta de su vida ante el tribunal de Dios
según la conducta buena o mala que haya tenido." (G.S. 17).

A pesar del pecado, Dios siguió amando a los hombres y prometió enviarles un
salvador que los haría nuevamente hijos y amigos de Dios. Para preparar la venida del
Salvador, Dios quiso formar un pueblo y escogió para padre de ese pueblo a
ABRAHAM: "Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre...
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Por ti serán
bendecidas todas las naciones de la tierra" (Gen. 12, 1-4).

Dios le promete a Abraham que tendrá una descendencia numerosa como las estrellas
del cielo y las arenas del mar. Abraham comprende que Dios lo llama y lo destina para
una obra grande. Dios le pidió fidelidad y obediencia, y Abraham lo siguió lleno de fe.
Abraham es el hombre de la fe. Acepta todo cuanto Dios le dice y manda sin
maravillarse y sin oponerse; a todo renuncia por Dios, incluso está dispuesto a
sacrificar a su propio hijo. Por eso, se le llama a Abraham el "padre de los creyentes".
La fe y la esperanza de Abraham en las promesas que Dios le había hecho se realizó
plenamente cuando Dios le concede a su esposa Sara, en su vejez, concebir y dar a luz
a su hijo Isaac. Isaac se casó con Rebeca y le dio dos hijos, que fueron Esaú y Jacob.
Pero Dios tenia destinado que fuera precisamente de la descendencia de Jacob de
donde nacería el Redentor prometido.

Dios ratifica a Jacob la promesa hecha a Abraham: "Te daré una tierra donde
descanses, tu descendencia será como el polvo de la tierra, te extenderás de norte a
sur y de oriente a poniente. Por ti y por tu descendencia serán bendecidas todas las
naciones de la tierra. Yo no te abandonaré hasta que se hayan cumplido mis
promesas" (Gen. 28,13-15).

Jacob tuvo 12 hijos. Uno de ellos fue José, quien fue vendido por sus hermanos a causa
de la envidia que le tenían y fue a parar como esclavo a Egipto, en donde sufrió
mucho; pero después llegó a ser poderoso. Una gran hambre que azotó Palestina hizo
que Jacob y sus hijos llegaran a Egipto; ahí encontraron a José, quien les perdonó y
acogió en su casa. Dios permitió todos estos acontecimientos para que descubrieran
los caminos de su Providencia. En Egipto, se fue formando el pueblo escogido y, un
día. Dios decide liberarlos con mano poderosa de la esclavitud .

En estos acontecimientos Dios nos enseña que a veces permite males para sacar
bienes en beneficio de todos nosotros.

"Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su Pueblo


salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por
medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo
y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido
(cfr. D.V. 3)." (C.C. 62)

Dios sacó a su pueblo por manos de Moisés de la esclavitud de Egipto y lo cuidó en su


peregrinación por el desierto: les dio agua para calmar su sed; los cubrió con una nube
durante el día. para protegerlos de los rayos del sol; los alimentó con el maná y gran
cantidad de codornices para calmar el hambre; los alumbraba durante la noche con la
columna de fuego. Dios se comunicaba continuamente con Moisés para darle
instrucciones. En el Monte Sinaí, Dios estableció con su pueblo una alianza: Dios le
dijo: "Yo seré su Dios; ustedes serán mi pueblo; y no tendrán otro Dios fuera de mi". El
pueblo se comprometió a cumplir la ley grabada en piedras, a cumplir con los diez
mandamientos, construyeron el Tabernáculo, el Arca de la Alianza y en ella colocaron
las tablas de la ley.

El sucesor de Moisés para llevar al pueblo de Israel a la tierra prometida fue Josué.
Después de varias penalidades, lograron cruzar el río Jordán, llegaron a Jericó y
tomaron posesión de la tierra prometida, no sin antes librar varias batallas con los
pueblos que estaban en posesión de aquellas tierras. Cuando el pueblo se estableció
en la tierra prometida, Dios les dio como gobernantes a los Jueces, que eran hombre
elegidos por Dios para librar a Israel de sus enemigos, entre ellos a: Gedeón, Sansón,
Débora, Jefté; el ultimo de los Jueces fue Samuel, quien desde niño fue consagrado a
Dios y le sirvió en el templo; siempre escuchó a Dios e hizo su voluntad. A él le tocó,
nombrar a Saúl como primer rey de Israel.
Después de los jueces vino en Israel el período de los Reyes. Dios envió a ambos
reinos a sus mensajeros, los Profetas, para que hablaran al pueblo en su nombre.
Profeta es el hombre que habla en nombre de Dios. Recordaban al pueblo el gran
amor de Dios y le reprochaban su mal comportamiento, los invitaban a la conversión y
le recordaban la promesa hecha por Dios, de un Salvador o Redentor.

"Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera


de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cfr. Is 2,2-4), y que será
grabada en los corazones (cfr. Jr 31, 31-34; Hb 10, 16). Los profetas anuncian una
redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cfr. Ez.
36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cfr. Is 49, 5-6, 53,11) . Serán
sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cfr. So 2, 3) quienes mantendrán esta
esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit
y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más
pura es María (cfr. Lc 1, 38)." (C.C. 64).

5.2.2. Dios libera integralmente al hombre a través de Jesús

Es el plan de Salvación que Dios tenía trazado desde antiguo, un plan eterno. En la
plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y sometido a la Ley; todo
ello para rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que así llegáramos a ser
hijos adoptivos de Dios. (cfr. Gal 4,4-6). San Pablo dirá más adelante: "ya no eres
esclavo sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios" (Gal 4,7).

Dios ha cumplido su promesa y ha enviado a su Hijo para perdón de nuestros pecados.


La Iglesia desde siempre ha confesado su fe en su Señor:

"Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de
Israel, en Belén en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César
Augusto; de oficio carpintero, muerto y crucificado en Jerusalén, bajo el procurador
Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios
hecho hombre que ha "salido de Dios" (Jn 13, 3), 'bajó del cielo' (Jn 3, 13;6, 33), 'ha
venido en carne' (1 Jn 4, 2), por que 'la palabra se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros, y hemos visto su gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia
y de verdad... Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia' (Jn 1, 14.
16)." (C.C. 423).

En el Evangelio de Lucas, al inicio de su ministerio Jesús declara cual es su misión,


Escuchemos este texto del Profeta Isaías que en Jesús se cumple, y es Él mismo quien
nos hace esta revelación: "El Espíritu del Señor está sobre mí, El me ha ungido para
traer la Buena Nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los
ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimido y para proclamar el
año de la gracia del Señor.. Empezó a decirles ' Hoy se cumplen estas profecías que
acaban de escuchar' ". (Lc 4, 18-21).

Así comienza Jesús su Ministerio, una "misión liberadora"; no una liberación como la
esperaban los judíos, es decir una liberación política o social. Jesús viene a LIBERAR AL
HOMBRE INTEGRALMENTE.
Ya el nombre mismo de Jesús nos revela su identidad y su misión liberadora: Jesús=
Yaveh salva". Dios salvará en Jesús, por medio de Jesús, a través de Jesús. Jesús , es
entonces el gran liberador enviado por Dios. "Es verdaderamente el Salvador del
mundo" (Jn 4, 42).

"El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la
persona de su Hijo (cfr. Hch 5, 41; 3 Jn 7) hecho hombre para la redención universal y
definitiva de los pecados. El es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cfr. Jn
3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha
unido a todos los hombres por la Encarnación (cfr. Rm 10, 6-13) de tal forma que "no
hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos (Hch 4,12; cfr. Hch 9, 14; St 2, 7) " (C.C. 432).

La Historia de la Salvación, no solo es realizada en el Pueblo de Israel, sino en toda la


humanidad. En Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, se hace realidad la liberación de Dios en
favor de todos los hombres, ya que Dios quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad. (cfr. 1 Tim 3, 3-6).

San Juan en su Evangelio define a Jesús como "el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo". Dicha misión Jesús la realiza al dar la vida en la cruz y recuperarla en la
resurrección. Jesús durante toda su vida pública, libera al hombre explícitamente de
sus pecados. Hay un pasaje que refleja exactamente la actitud de Jesús, él sabe que
aquello que le impide al hombre ser libre, es el pecado y de eso lo libera (cfr. Mt. 9,1-
7).

Esta liberación del pecado comprende también las consecuencias innumerables que
han seguido al pecado. Liberación amplísima que abarca todas las situaciones del
hombre. Es liberación como persona individual en su espíritu, en su alma y su cuerpo,
y es liberación del hombre como célula viva que construye la comunidad humana. Es
una liberación del hombre como individuo, para poder así, a través de los individuos
liberar a toda la humanidad.

Pero no es solamente un quitarnos el pecado, sino que es una liberación de la


esclavitud en la que estamos, es decir nos capacita para ya no pecar. Es decir es un
ser trasladado de una esclavitud a una libertad, es una Pascua verdadera e íntegra.

"Con alegría testimoniamos que en Jesucristo tenemos la liberación integral para cada
uno de nosotros y para nuestros pueblos; liberación del pecado, de la muerte y de la
esclavitud, que está hecha de perdón y de reconciliación." (S.D. 123).

Es pues preciso que se dé al joven esta gran verdad: sólo Jesús puede llenar las
aspiraciones más altas y entre ellas el descubrimiento de la verdadera libertad. Así lo
afirma el Documento de Puebla:

"La juventud camina, aún sin darse cuenta, al encuentro de un Mesías, Cristo, quien
camina hacia los jóvenes. Sólo El hace verdaderamente libre al joven. Este es el Cristo
que debe ser presentado a los jóvenes como liberador integral, quien por el Espíritu de
las Bienaventuranzas ofrece a todo joven la inserción en un proceso de conversión
constante; comprende sus debilidades y le ofrece un encuentro personal con El y la
Comunidad, en los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía. El joven debe
experimentar a Cristo como amigo personal, que no falla nunca. camino de total
realización. Con El y por la ley del amor, camina al Padre común y a los hermanos. Así
se sienten verdaderamente feliz" (D.P. 1183).

5.2.3. Jesús es verdadero Dios y Verdadero Hombre

"El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no


significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado
de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente
hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y
verdadero Hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los
primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban" (C.C. 464).

En el misterio de la encarnación, Dios se hace hombre y "la naturaleza humana ha


sido asumida, no absorbida" (G.S. 22). Es decir Jesús asume la naturaleza humana
completamente. El tiene cuerpo de hombre y alma de hombre. Esto lleva a tener
condiciones limitadas, tal es el caso, que Jesús nace como toda persona humana; nace
de una mujer.

Como todo hombre nace en un país concreto, con una determinada situación cultural e
histórica. Jesús debió aprender en forma experimental como todo hombre. Necesitaba
ser enseñando a SER cada día más PERSONA como cualquier otra ser humano en la
tierra. En el Evangelio de San Lucas, nos habla de como Jesús, tuvo que ir creciendo,
"en sabiduría, en edad y en gracia para Dios como para los hombres" (Lc 2, 52). Al
igual que todos los hombres, de todas las épocas, Jesús pasa por diversas etapas: la
niñez, adolescencia, juventud. En cada una de ellas quiso experimentar todo aquello
que es propio de la humanidad.

Él, siendo de condición divina, se hizo uno más igual que nosotros. Dios quiso
compartir todo con el hombre, incluso su misma debilidad, en todo menos el pecado.
San Pablo expresa el misterio de la encarnación del Hijo de Dios diciendo: "El cual
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se
despojó, de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre." Fil. 2, 6-7.

"El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre.
Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad
de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo
verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el
pecado." (G.S. 22).

Jesús es la imagen del Dios invisible , Dios "que era invisible en su naturaleza se hace
visible" (Prefacio de Navidad). Posee como todo hombre un cuerpo con capacidades
físicas, psicológicas y espirituales.
Físicamente, Jesús también padece necesidades humanas: Hambre (Mt 11,18-19); Sed
(Jn 4,7; Jn 19,28); Sueño (Mt 8,23-27); Cansancio (Jn 4,6), etc.

La Iglesia ha llegado a confesar la plena realización de la naturaleza humana de Jesús.


es decir, Cristo tenía una inteligencia y una voluntad de hombre. Sin embargo Cristo
también es Dios, y todo lo que hace por su naturaleza humana, también pertenece al
misterio de la Santísima Trinidad. Podríamos decir que en Cristo, Dios expresa
humanamente las costumbres de la Trinidad.

La inteligencia de Cristo es como la de todo hombre pero "debido a su unión con la


Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo
gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar
(cfr. Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34; 14, 18-20.26-30)." (C.C. 474). Toda inteligencia busca
la verdad, pero la inteligencia de Jesús es la verdad misma. Jesús es la verdad misma.

De igual manera pasa con su voluntad. En el catecismo de la Iglesia encontramos un


texto que nos habla de la voluntad firme que tenia Jesús. Cristo posee dos voluntades
y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de
forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente
todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra
salvación (cfr. D.S. 556-559).

" 'La voluntad humana de Cristo sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni
oposición, si no todo lo contrario estando subordinada a esta voluntad omnipotente'
(DS 556) " (C.C. 475).

Por la voluntad de Jesús, que es la misma voluntad del Padre, es posible la


encarnación. Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios. Ya San Juan lo declara al
comienzo de su evangelio:

"En el principio era el verbo y frente a Dios era el Verbo, y el Verbo era Dios... Y el
Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" (Jn 1, 1.14).

Jesús es el Hijo de Dios, en quien se complace el Padre. Es el Hijo el que revela al


Padre. "A Dios nadie lo ha visto jamás; pero está el Hijo, el único, en el seno del padre:
El lo dió a conocer." (Jn 1,18).

" ' La naturaleza humana del Hijo de Dios, no por ella misma sino por su unión con el
Verbo, conocía y manifestaba en ella todo lo que conviene a Dios' (S. Máximo el
Confesor, qu. dub. 66). Esto sucede ante todo en lo que se refiere al conocimiento
íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre (cfr. Mc 14, 36;
Mt 11, 27; Jn 21, 18; 8, 55)." (C.C. 473).

Una manifestación de la divinidad de Jesús, es que él puede perdonar los pecados. Lo


podemos ver en el Evangelio de San Lucas en donde Jesús sana a un paralítico.
Primero lo libera de sus pecados. "viendo la fe de ellos, dijo 'Amigo, tus pecados te son
perdonados' " (Lc 5, 20). Al ver esto sin saberlo los fariseos declaran que Jesús es Dios,
al decir: " ¿Cómo este hombre puede hablar en forma tan escandalosa? ¿ Quién puede
perdonar los pecados sino solo Dios?" (Lc 5,21). Jesús al darse cuenta de sus
pensamientos y como prueba de su divinidad asevera:" ¿Qué es más fácil decir: tus
pecados son perdonados, o: Levántate y anda? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre
tiene poder en la tierra para perdonar los pecados." (Lc 5, 23-24).

Juan el Bautista lo declara como el "Cordero de Dios, el que carga con el pecado del
mundo" (Jn 1, 29).

Otra manifestación de su divinidad, es que hacia milagros

"Jesús acompaña sus palabras con numerosos 'milagros, prodigios y signos' (Hch 2,
22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el
Mesías anunciado (cfr. Lc 7, 18-23)." (C.C. 547).

Los milagros son una respuesta de Jesús, verdadero Dios, hacia el hombre. Para
responder a la Fe del hombre, para acrecentar o para despertar la Fe en los hombres.
"Por lo tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre:
éstas testimonian que él es Hijo de Dios" (C.C. 548). Dios libera integralmente al
hombre y Jesús al ver el sufrimiento de los hombres los libera también de la
enfermedad, la injusticia, y el hambre. Pero sobre todo su misión es liberar al hombre
del pecado.

Muchas personas que han conocido a Cristo lo han proclamado como verdadero Dios,
como San Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". De hecho el mismo Jesús
declara su divinidad ante Caifás. "le preguntaron todos: 'Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios? ' Les declaró: 'Dicen bien, lo soy' ". (Lc 22, 70).

Es pues Jesús hombre y Dios, no es un Hombre que se ha hecho Dios. Es DIOS que se
ha hecho HOMBRE. Esta gran verdad el Documento de Puebla nos pide que la
anunciemos como un deber:

"Es nuestro deber anunciar claramente, sin dejar lugar a dudas o equívocos, el
misterio de la Encarnación: tanto la divinidad de Jesucristo tal como lo profesa la fe de
la Iglesia, como la realidad y la fuerza de su dimensión humana e histórica." (D.P.
175).

5.2.4. Es el hombre en plenitud

"En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado" (G.S. 22)

La Iglesia debe recordar siempre que en Jesucristo se nos ha dado la verdadera y


específica imagen del hombre y de lo humano. Jesucristo es el más decisivo entre los
hombres decisivos de la historia. Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo
(cfr. Rm 15, 5; Flp 2, 5): Es el hombre perfecto. "En Él la humanidad tiene la medida de
su dignidad y el sentido de su desarrollo" (S.D. 8).

El mensaje de amor que trae Cristo es siempre importante, siempre interesante y


siempre actual. El mundo de hoy a pesar de los descubrimientos y avances de la
ciencia y tecnología, a pesar de que el hombre hoy más que nunca tiene todo a su
alcance, está más sediento de felicidad y de encontrar la verdad, está en busca de la
alegría, pero sobre todo del amor. Y todo eso Jesús es quien nos indica como lograrlo o
encontrarlo; es más, todo ello se encuentra en Cristo y en su modelo de vida.

"En el conocimiento de Cristo encontraréis la clave del Evangelio. En el conocimiento


de Cristo podréis comprender las necesidades del mundo. Desde el momento que El
se ha hecho como nosotros en todo, menos en el pecado, vuestra unión con Jesús de
Nazaret no podrá ser nunca, y no lo será, un obstáculo para comprender y responder a
las necesidades del mundo. Y. finalmente, en el conocimiento de Cristo no sólo
descubriréis y entenderéis las limitaciones de la sabiduría y de las soluciones humanas
a las necesidades de la humanidad, sino que experimentaréis también el poder de
Jesús y el valor de la razón y el esfuerzo humanos cuando se comprenden desde la
fuerza de Jesús, cuando se hallan redimidos en Cristo." (Juan Pablo II ).

5.2.5. Nos muestra una nueva manera de vivir

Jesús nos llamó a un estilo de vida radical. El trasciende la ley del Antiguo Testamento
para invitarnos a buscar la felicidad. Todos buscamos universalmente la felicidad,
luchamos por alcanzarla y parece que en ocasiones ésta se niega.

Jesús que conoce lo que existe en el corazón del hombre, al comenzar su predicación,
manifiesta todo un programa de vida. Un programa para ser FELIZ. Dicha predicación
la realizó en lo que hoy conocemos como el Sermón de la Montaña, cuyo centro son
las BIENAVENTURANZAS.

"Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de


origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el
único que lo puede satisfacer" (C.C. 1718).

Jesús comienza así su predicación, no recordando los viejos preceptos y dando algunos
nuevos. Viene a dar un cumplimiento pleno a la Ley. Viene a inaugurar la época del
Reino de Dios, Reino del cual Jesús mismo es el Rey.

Dios se ha hecho presente entre los hombres. Con esta llegada todos los hombres de
aquí en adelante podrán gozar de los privilegios de la Dignidad de los Hijos de Dios. El
hombre a pesar de las dificultades podrá recibir consuelo, obtener misericordia, poseer
la sabiduría, el amor, la paciencia y conocer la voluntad, del mismo Dios. Podrán gozar
y participar de su naturaleza divina.

Jesús coloca a las Bienaventuranzas como el centro de su mensaje. "Con ellas Jesús
recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona
ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los Cielos." (C.C.
1716)

Cada una de las bienaventuranzas están compuestas por dos partes, una condición
moral y una promesa. La promesa en cada una es la misma, aunque expresada de
diversas formas (verán a Dios, serán consolados, serán llamados Hijos de Dios), todas
prometen el mismo Reino de Dios.

Otra característica de las Bienaventuranzas es que están ligadas y relacionadas. El


cumplir una nos lleva a cumplir el resto de las demás.
La promesa y el cumplimiento de la Felicidad, prometida en la Bienaventuranza,
comienza aquí en la tierra, en esta vida. Pero tiene el cumplimiento pleno y perfecto
en la otra vida. Nadie ha imaginado siquiera lo que Dios tiene preparado para aquellos
que le aman.

"Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los


actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a
cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los
que han acogido la promesa y viven de ella en la fe." (C.C. 1719).

Jesús nos da los verdaderos criterios de vida, criterios de felicidad. Nos revela aspectos
que por sí solo el hombre no podría descubrir. Esta predicación de Jesús "nos coloca
ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus
malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la
verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el
poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y
las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo
amor" (C.C. 1723).

El problema no es poseer la riqueza, el poder, la fama, etc; el problema consiste en


creer que estos son los criterios para obtener la felicidad, en poner nuestro corazón en
ellos. Tal vez puedan producir en ocasiones un sentimiento de bienestar, pero al final
lo único que se logra es aumentar el orgullo, la vanidad, la soberbia y en ocasiones las
decepciones. El anhelo de felicidad del hombre, es infinito y no puede ser saciado con
cosas finitas. Solo Jesús el hombre plenamente feliz y plenamente maduro, puede
indicar al hombre el verdadero sentido de su vida. Él se declara como "El camino, la
verdad y la vida" y por lo mismo nos da los criterios por los cuales podremos ser
realmente PLENOS Y FELICES.

"El Decálogo, el Sermón de la Montaña y la catequesis apostólica nos describen los


caminos que conducen al Reino de los Cielos. Por ellos avanzamos paso a paso
mediante los actos de cada día sostenidos por la Gracia del Espíritu Santo.
Fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la
gloria de Dios (cfr. la parábola del Sembrador: Mt 13, 3-23) " (C.C. 1724).

Lo central en el mensaje de Jesús es el Amor.

"Mi mandato es éste: Ámense unos a otros como yo los he amado. No hay amor más
grande que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15, 12-13).

Solo con amor es posible caminar por la senda de las Bienaventuranzas. Con amor se
puede hacer vida aquello:

" Ustedes saben que se dijo ' Ojo por ojo y diente por diente'. En cambio yo les digo:
No resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la
derecha....Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Dale al
que te pida algo y no le devuelvas la espalda a quien te solicite algo prestado" (Mt 5,
38-42).
¿Hasta que grado hay que AMAR?. Jesús expresa en el Sermón de la Montaña que hay
que amar a los enemigos; más adelante San Juan expresará "nos amó hasta el
extremo". Jesús nos ha dado ejemplo de esa nueva manera de vivir, la vida según el
amor. Se podrá dar la vida, pero si no hay amor de nada sirve (cfr. 1 Cor 13). Todos los
cristianos estamos llamados a vivir según la Ley de Dios, la cual encuentra su
cumplimiento pleno, solo en el AMOR.

5.2.6. Es el Hijo de Dios

San Juan al inicio de su Evangelio, confiesa esta gran verdad, que Jesús es el Hijo de
Dios: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros: hemos visto su gloria, la que
corresponde al Hijo Único cuando su Padre lo glorifica." (Jn 1, 14). Llegada la plenitud
de los tiempos Dios envió a su Hijo, el cual nació de mujer y fue sometido a la Ley,
para que así llegáramos a ser hijos adoptivos de Dios. Dios ha querido que por medio
de Jesucristo seamos sus Hijos. Cristo es el primero de muchos hermanos. Pero Él es el
Hijo único, y nosotros somos hijos adoptivos de Dios, por los méritos de nuestro
Hermano Jesucristo. Nuestra filiación respecto al Padre, es muy distinta a la de Jesús.
Él es el Hijo Único de Dios, que es uno mismo con el Padre, al participar de su Gloria y
que desde siempre ha existido.

Esta gran verdad, el mismo Padre lo expresa en momentos importantes en la vida de


Cristo, como fueron su bautismo y la Transfiguración. En ellos el Padre exclama: "Este
es mi Hijo Amado" (Mt 3, 17: 17, 5).

En el Bautismo, que significaba el comienzo de la vida pública de Jesús, el Padre lo


manifiesta como el Mesías y su verdadero Hijo. En la Transfiguración, antes de la
Pascua, se muestra la Gloria del Hijo de Dios.

Es importante el testimonio del Padre en estos momentos. " En el umbral de la vida


pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de
Jesús ' fue manifestado el misterio de la primera regeneración' : nuestro bautismo; la
Transfiguración es 'el sacramento de la segunda regeneración' : nuestra propia
resurrección (Santo Tomas s. th. 3, 45, 4, ad 2 ). " (C.C. 556).

Jesús al hacerse hombre , por su muerte y su resurrección, gana para nosotros una
filiación con Dios. Ahora somos Hijos adoptivos. Sin embargo no es la misma filiación
divina que la de Jesús. Él a pesar de haber enseñado a sus discípulos a dirigirse a Dios
llamándole "Padre" (Lc 11,2), sin embargo, distingue su filiación divina de los demás
hombres. Con excepción de la oración del Padre nuestro. Jesús habla a sus discípulos
del Padre, refiriéndose a "vuestro Padre" (Mt 6, 8 y 15), a "su Padre" (Mt 13, 43).

La aseveración más clara de esta distinción la encontramos en las palabras de Jesús a


María Magdalena " Anda a decirles a mis hermanos que subo donde mi Padre, que es
Padre de ustedes; donde mi Dios, que es Dios de ustedes" (Jn 20, 17). Jesús ha hecho
que todos sus discípulos de cualquier tiempo participaran de la filiación con el Padre,
sin embargo la filiación de Jesús sigue siendo única. " Mi Padre puso todas las cosas en
mis manos. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y
aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer" (Mt 11, 27).
Sus discípulos descubrieron esta gran verdad, conforme se revelaba la figura de
Cristo. En una ocasión en donde Jesús les pregunta "¿Y ustedes, quien dicen que soy
yo?" (Mt 16,15). Inmediatamente Pedro confiesa " Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios
Vivo" (Mt 16,16). Una revelación que proviene del mismo Padre.

El mismo Jesús confiesa su divinidad y su filiación de Hijo Único. Escuchemos este


pasaje en el evangelio de San Marcos: "Nuevamente el Sumo Sacerdote le preguntó:
'¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios Bendito? '. Jesús respondió ' Yo soy, y un día verán al
Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios poderoso y viniendo en medio de las
nubes del cielo' " (Mc 14, 61-62) . Esta confesión le costó a Jesús la vida. Pero Él,
siendo la verdad misma, nuevamente declara lo que es cierto y afirma cual es su
procedencia: El mismo Padre.

Inclusive en el momento de la muerte de Jesús, el soldado romano lo reconoce:


"verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39). Después de su
Resurrección, su filiación divina aparece en el poder de su humanidad glorificada: '
Constituído Hijo de Dios con el poder, según el Espíritu de santidad, por su
resurrección de entre los muertos' (Rm 1, 4; cfr. Hch 13, 33). Los apóstoles podrán
confesar "Hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad" (Jn 1, 14).

Así lo confesamos cada domingo "Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de
Dios....Engendrado, no creado. de la misma naturaleza que el Padre." (Credo). "El
nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su
Padre: El es el Hijo único del Padre (cfr. Jn 1, 14.18; 3, 16.18) y El mismo es Dios (cfr.
Jn 1, 1). Para ser cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cfr. Hch
8, 37; 1 Jn 2, 23)" (C.C. 454).

5.2.7. Nos descubre el amor de Dios hacia nosotros

Jesús se hace hombre, haciendo la voluntad del Padre, que lo ha enviado. Su presencia
significa cuánto vale el hombre para Dios. ¿Qué es el hombre Señor, para que de él te
acuerdes?. Dios ha visitado a su pueblo, enviando a su hijo amado para la salvación de
los hombres. ha enviado a su HIJO amado, por amor al hombre. La presencia de Jesús
es signo inequívoco y real del amor de Dios al hombre.

"Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, ' los
amó hasta el extremo' (Jn 13, 1) porque ' nadie tiene mayor amor que el que da su
vida por sus amigos' (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su
humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino, que quiere la
salvación de los hombres (cfr. Hb 2, 10.17-18; 4, 15; 5, 7-9). En efecto, aceptó
libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre
quiere salvar: 'Nadie me quita la vida: yo la doy voluntariamente' (Jn 10,18). De aquí la
soberana libertad del Hijo de Dios cuando El mismo se encamina hacia la muerte (cfr.
Jn 18, 4-6; Mt 26, 53)." (C.C. 609).

Es pues la vida de Jesús un Sacramento del Padre. Jesús durante toda su vida desde la
encarnación hasta la muerte y resurrección nos muestra la imagen del Padre. Al
comenzar su predicación Jesús, proclama la Buena Nueva
"El plazo está vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntase y crean en la
Buena Nueva" (Mc 1, 15). " "Este Reino inaugurado por Jesús nos revela primeramente
al propio Dios como ' un Padre amoroso y lleno de compasión' (RM.13), que llama a
todos, los hombres y mujeres, a ingresar en él." (S.D. 4).

Cristo "es el Evangelio viviente del amor del Padre" (S.D. 8). Cada uno de sus palabras,
obras, gestos nos revelan al Padre "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14,
9). Es el centro mismo del designio amoroso de Dios hacia el hombre.

Rompe con todo el esquema que tenía el Pueblo Judío del Dios lejano, del Dios de los
Ejércitos. Jesús, cuando enseña a sus discípulos a orar, les dice que se dirijan a Dios
como a un PADRE. Muchas de sus Parábolas (el hijo pródigo, la oveja perdida, etc.) nos
hablan de la misericordia, la paciencia, el amor intenso y personal que Dios tiene para
cada hombre.

Jesús revela la estrecha comunión que existe entre el Hijo y el Padre: "créanme: yo
estoy en el Padre, y el Padre está en mí" (Jn 14. 11). Cristo nos pide permanecer en Él,
para que el Padre permanezca en nosotros y podamos gozar de la plenitud del amor. "
Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para
hacer nuestra morada en él" (Jn 14, 23).

Después de esta gran revelación del Amor de Dios. se nos revela que el amor de Dios
se atestigua en el amor fraterno (cfr. 1 Jn 4, 20), del cual no se puede separar: 'Si nos
amamos unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en
nosotros a su plenitud ' (1 Jn 4, 12). ' Por tanto, la naturaleza del Reino es la comunión
de todos los seres humanos entre sí y con Dios' (R.M. 15)" (S.D. 5).

5.2.8. Se entrega en la Cruz para reconciliarnos con el Padre y liberarnos


del pecado.

Lo esencial de este punto ya lo hemos visto en este mismo capitulo, en el apartado


2.4.¿Cúal es el mensaje central?". Sin embargo tocaremos aquí algunos aspectos de
este hecho tan importante en la vida del hombre.

Así como la venida de Cristo es el momento culminante en la historia de la humanidad,


así también la Misión de Cristo vive sus momentos más importantes en los tres últimos
días de su vida. En ellos, en lo que conocemos como Su Pasión, Muerte y Resurrección,
Jesús lleva a cabo plenamente su misión, se somete plenamente a la voluntad del
Padre para nuestra salvación. Son los tres días más importantes de su existencia, y
son también los tres días más significativos de la historia de la humanidad, ya que en
ellos Jesús consigue la salvación del mundo entero. La Pascua constituye la fuente, el
centro y la cumbre de la fe cristiana.

Dios se ha revelado en Cristo Jesús y ha querido salvar a todo hombre y todo el


hombre, y lo realiza sólo por mediación de Jesucristo. "El nombre de Jesús significa
'Dios salva'. El niño nacido de la Virgen María se llama 'Jesús' 'porque él salvará a su
pueblo de sus pecados' (Mt 1, 21); 'No hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos' (Hch 4, 12) (C.C. 452).
El Pueblo de Israel esperaba un liberador político. Ellos creían que Dios los iba a liberar
y les daría el poder sobre los demás pueblos. Pero Dios, que ve más lejos que el
hombre, sabe perfectamente de que tiene que liberar al mismo.

Jesús nos libera de la esclavitud del pecado, nos libera de Satanás y de sus obras. En
el evangelio de San Juan, nos narra como con su muerte en la cruz y su resurrección
queda vencido Satanás y la humanidad liberada. "Ahora es el juicio del mundo; ahora
el amo de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo haya sido elevado de la
tierra, atraeré a todos a mí" (Jn 12, 31-32)

Jesús sube voluntariamente a Jerusalén donde, y Él sabe perfectamente va ha morir


por los pecados de la humanidad. El Domingo de Ramos festejamos este
acontecimiento; ya desde aquí se van cumpliendo como por nota cada una de las
Escrituras.

Jesús, al cumplir "el mandato del Padre, se entregó libremente a la muerte en la Cruz,
meta del camino de su existencia. El portador de la libertad y del gozo del Reino de
Dios quiso ser la víctima decisiva de la injusticia y del mal de este mundo. El dolor de
la creación es asumido por el Crucificado que ofrece su vida en sacrificio por todos:
Sumo Sacerdote que puede compartir nuestras debilidades: Víctima Pascual que nos
redime de nuestros pecados; Hijo obediente que encarna ante la justicia salvadora de
su Padre el clamor de liberación y redención de todos los hombres." (D.P. 194)

Jesús celebra la Pascua con sus discípulos anticipadamente; este es ya signo de la


Nueva Alianza de Dios con su Pueblo. La Antigua Alianza ya pasó y ahora se establece
una Nueva, única y eterna Alianza con el Hombre. "Jesús expresó de forma suprema la
ofrenda libre de si mismo en la Cena tomada con los Doce Apóstoles (cfr. Mt 26, 20),
en ' la noche en que fue entregado ' (1 Cor 11, 23). En la víspera de su pasión,
estando todavía libre, Jesús hizo de esta última Cena con sus Apóstoles el memorial de
su ofrenda voluntaria al Padre (cfr. 1 Cor 5, 7), por la salvación de los hombres: ' Este
es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros ' (Lc 22, 19). ' Esta es mi sangre de
la Alianza que va a ser derramada por muchos, para remisión de los pecados ' (Mt 26,
28) " (C.C. 610)..

"La Eucaristía que instituyó en este momento será el 'memorial' (1 Cor. 11, 25) de su
sacrificio. Jesús incluye a los Apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla
(cfr. Lc 22, 19). Así Jesús instituye a sus Apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza: '
Por ellos me consagro a mi mismo, para que ellos sean también consagrados en la
verdad ' Jn 17, 19; cfr. C. Trento: DS 1752, 1764)." (C.C. 611).

Así pues cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía, celebra el paso de Jesús a su
Padre por su muerte y su resurrección, para la salvación del mundo. Aunque la
Eucaristía sea el memorial, no significa que el Sacrificio en la cruz se repita a cada
momento. "Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa todos los
sacrificios (cfr. Hb 10, 10). Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre
quien entrega al Hijo para reconciliarnos con El (cfr. Jn 4, 10). Al mismo tiempo es
ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cfr. Jn 15, 13),
ofrece su vida (cfr. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo (cfr. Hb 9,
14), para reparar nuestra desobediencia." (C.C. 614). El Sacrificio de Jesús es también
irrepetible, es definitivo. Con él trae la salvación a todos los hombres, de todos los
tiempos, no sólo a unos cuantos, no sólo a los de su tiempo, sino a toda la humanidad.
"Ningún hombre, aunque fuese el más santo, estaba en condiciones de tomar sobre sí
los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en
Cristo de la Persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas
las personas humanas y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible
su sacrificio redentor por todos." (C.C. 616).

Después de la Cena Pascual, los acontecimientos toman un rumbo trágico. Podemos


decir que dichos acontecimientos suceden en tres etapas: la Soledad de Jesús; el
rechazo por parte de todos y su adhesión a la voluntad del Padre, en la cruz.

Jesús se dirige al Huerto de los Olivos, para hacer oración. En esos momentos, como
nunca antes, expresa, de una forma tan viva, la situación emocional por la que estaba
pasando. Cuando empieza a experimentar pavor y angustia, confiesa su debilidad
"Siento en mi alma un tristeza mortal" (Mc 14, 34). Pero es ahí, en esos momentos
precisos, en los que Jesús reafirma que ha venido al mundo para cumplir la voluntad
de su Padre.

El juicio hecho a Jesús comprueba que, en verdad, Cristo da la vida; nadie se la quita.
La Iglesia vive el camino de la Cruz en la piedad popular en lo que conocemos como el
VIA CRUCIS. Jesús carga con los pecados de la humanidad.

Jesús es el cordero inmaculado que quita el pecado del mundo, el cordero que con su
pasión, su dolor, su muerte y su Resurrección se entrega por nosotros.

En la Cruz Jesús consuma el sacrificio que redime a todos los hombres. Ha aceptado
plenamente su pasión, desde la última cena hasta su resurrección. Dios ha querido
que en la hora del poder de las tinieblas, el hombre se salve. En Jesús Dios nos
reconcilió consigo mismo y con todos los hombres. "me amó y se entregó por mí " (Gal
2, 20).

La primera consecuencia de la liberación que Cristo, mediante la entrega de su propia


vida, obró en los hombres es que, redimidos del pecado, hemos quedado libres para
poder vivir una vida de justicia y de santidad. "Con eso, libres del pecado, se hicieron
esclavos de la Santidad" (Rm 6, 18).

Al padecer por nosotros Jesús nos dió ejemplo de lo que sus discípulos tenemos que
hacer, y hasta qué grado llega el "amar hasta el extremo". Abrió el camino donde el
dolor y la muerte adquieren un nuevo valor y un nuevo sentido.

"La Cruz es el único sacrificio de Cristo, "único mediador entre Dios y los hombres (I
Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada 'se ha unido en cierto modo
con todo hombre' (G.S. 22, 2), El 'ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de
Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual' (G.S. 22, 5). El llama a sus
discípulos a 'tomar su cruz y a seguirlo' (Mt 16 24), porque El 'sufrió por nosotros
dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas' (I P2, 21). El quiere, en efecto,
asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios
(cfr. Mc 10,39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre,
asociada mas íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cfr. Lc 2,
35)" (C.C. 618).
5.2.9. Resucita para que tengamos una Vida Nueva

Al igual que el punto anterior este tema ya lo hemos tratado en el apartado 2.4.¿Cúal
es el mensaje central ?. No obstante, veremos de nuevo algunos aspectos
significativos.

La Resurrección es un paso de la muerte a la vida. Esta vida brota de la muerte: la


muerte engendra la vida, no en el sentido de una consecuencia lógica, como después
de la noche viene el día, sino que esta vida que brota de la muerte es la resurrección,
la cual no es de ninguna manera volver a un estado de vida anterior. La muerte al
pecado engendra la vida de la gracia; el hombre viejo, una vez destruido, da
nacimiento al hombre nuevo. San Pablo lo expresa muy bien en su carta a los
Romanos. "Lo sabemos: con Cristo fue crucificado algo de nosotros, que es el hombre
viejo, para destruir lo que de nuestro cuerpo estaba esclavizado al pecado. Pues morir
es liberarse del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos también que viviremos
con él." (Rm 6, 6-8).

Los testimonios en el Nuevo Testamento sobre la resurrección son tan numerosos y


diversos, que podemos afirmar que Jesús tras su muerte, demostró seguir vivo en
plenitud, participando de la Gloria de su Padre. Los testigos de este hecho lo
profesaron como su resurrección de los muertos. Nadie afirma haber visto el momento
preciso de tal hecho sobrenatural. Nadie supo la hora, ni de qué manera sucedió. Pero
los discípulos creen en las palabras de Jesús que anuncia su propia resurrección, antes
de su pasión. "Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho
y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley;
que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría después de tres días" (Mc 8, 31).

Dentro de los testigos de la Resurrección encontramos dos tipos de narraciones: las


que se refieren al descubrimiento de la tumba vacía y las que tratan de las
manifestaciones de Jesús Resucitado.

" 'Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha
cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús' (Hch 13, 32-33). La Resurrección
de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera
comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la
Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como
parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: " (C.C. 638).

Los cuatro evangelios narran la experiencia de las mujeres al encontrar la tumba


vacía. El hecho de la Tumba vacía no lleva a la conclusión de la Resurrección. Es un
signo, que acompañó el testimonio de las primeras personas que vieron al Resucitado.

"A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su
descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho
de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cfr. Lc 24, 3.
22-23), y después de Pedro (cfr. Lc 24, 12). 'El discípulo que Jesús amaba' (Jn 20, 2)
afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir 'las vendas en el suelo' (Jn 20,
6), 'vio y creyó' (Jn 20, 8). Eso supone que constató el estado del sepulcro vacío (cfr. Jn
20, 5-7), que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que
Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de
Lázaro (cfr. Jn 11, 44)." (C.C. 640).

"Ante estos testimonios es imposible interpretar la resurrección de Cristo fuera del


orden físico, y no reconocerla como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la
fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en
cruz de su Maestro, anunciada por El de antemano (cfr. Lc 22, 31-32). La sacudida
provocada por la pasión fue tan grande que (por lo menos algunos de ellos) no
creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los Evangelios, lejos de
mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los
discípulos abatidos ('la cara sombría'; Lc 24, 17) y asustados (cfr. Jn 20, 19). Por eso
no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y 'sus palabras les
parecían como desatinos' (Lc 24,11; cfr. Mc 16, 11.13). Cuando Jesús se manifiesta a
los Once en la tarde de Pascua, 'les echó en cara su incredulidad y su dureza de
cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado' (Mc 16, 14)" (C.C.
643).

Los Evangelios presentan las manifestaciones de Cristo resucitado como verdaderas


"apariciones", no como visiones. Una visión sería lo ocurrido a Saulo de Tarso en
Damasco. lo cual es muy distinto a las apariciones relatadas en los Evangelios.

Una de las primeras apariciones fue a María Magdalena, la cual no reconoció a Jesús
debido a que lo imaginaba según su anterior vida terrena, y no cae en la cuenta de
que Cristo, aun siendo el mismo de antes, se encuentra de una manera transfigurada.
La resurrección de Cristo no es simplemente una reanimación, Este hecho es otra
cosa; Él no se ha limitado a retornar al tipo de vida nuestro para volver a morir de
nuevo. La vida de Cristo es vida eterna.

"Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no muere más y que la
muerte, en adelante nada podrá con él. La muerte de Cristo fue un morir al pecado y
un morir para siempre; su vida ahora es vivir para Dios " (Rm 6, 9-10). En su cuerpo
resucitado, Jesús pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del
espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo;
participa de la vida de Dios en el estado de su gloria que su persona divina ya gozaba
desde la eternidad, pero que es toda una novedad para su persona humana, y por
consiguiente para la nuestra. Tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es "el
hombre celestial" (cfr. 1 Co15, 35-50).

La gloria, no del Verbo, sino del Verbo encarnado, es una ganancia de la Pascua de
Jesús, que será comunicada a todos nosotros, en la medida que, por el bautismo y una
vida digna del bautismo, seamos asociados al Misterio Pascual de Cristo." Pues, por el
bautismo, fuimos sepultados junto con Cristo para compartir su muerte, y, así como
Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros
hemos de caminar en una vida nueva. Hemos sido injertados en Él y participamos de
su muerte; pero también participaremos de su resurrección" (Rm 6, 4-6).

"Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto
(cfr. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cfr. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-
15). Les invita así a reconocer que El no es un espíritu (cfr. Lc 24, 39), pero sobre todo
a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el
mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su
pasión (cfr. Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee, sin embargo,
al mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el
espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y
cuando quiere (cfr. Mt 28, 9.16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20, 14.19.26; 21, 4), porque su
humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al
dominio divino del Padre (cfr. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es
soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cfr.
Jn 20, 14-15) o bajo otra figura (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los
discípulos, y eso para suscitar su fe (cfr. Jn 20, 14.16; 21,4.7)." (C.C. 645).

La Resurrección no es sólo un hecho extraordinario. sino, además es un misterio. Va


más allá de la historia y de sus métodos de investigación. La resurrección es un
misterio que rebasa todas las previsiones humanas, en el cual se da en plenitud toda
la misericordia y la Gracia de Dios. La intervención de Dios, que resucita a Jesús de
entre los muertos, demuestra que el carácter único y singular de Jesús de Nazareth y
de su vida terrena ha sido elevado a un plano nuevo y universal. Sin resurrección, no
hay fe en Cristo. Si Jesús no hubiera resucitado, jamás habría nacido el cristianismo. La
FE Y LA ESPERANZA de los cristianos habrían quedado en el aire, y se hubieran
olvidado con el tiempo. La Iglesia tiene su origen en el anuncio de la Buena Nueva:
Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Todo el cristianismo depende de este
anuncio y de esta gran verdad. Por la Resurrección Aquél que predicaba la Fe, se ha
convertido en el contenido de la FE.

" 'Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe ' (1 Cor
15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo
hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano,
encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su
autoridad divina según lo había prometido. " (C.C. 651).

Con la Resurrección, Jesús es "constituido Hijo de Dios con Poder por obra del Espíritu
Santo " (Rm 1, 3-4). Jesús es asociado al poder y a la gloria de Dios, con todo y su
persona humana transfigurada. Jesús con toda su persona se encuentra ahora
definitivamente en Dios y en medio de nosotros de una nueva manera. Ha sido
constituido como "Señor", lo cual indica una igualdad plena con Dios.

"La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho:


'Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy' (Jn 8, 28).
La Resurrección del Crucificado demostró que, verdaderamente, El era 'Yo Soy', el Hijo
de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: 'La Promesa hecha a los
padres Dios la ha cumplido en nosotros... al resucitar a Jesús, como está escrito en el
salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy'' (Hch 13, 32-33; cfr. Sal 2,
7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios." (C.C. 653)

La Resurrección de Cristo se refiere ante todo a Él. Pero también tiene que ver con
nosotros. En Jesús vemos la meta final de nuestra condición humana. Una vida que
desde siempre Dios ha querido para el hombre. Es un nuevo sentido para todo el
creyente y fundamenta su esperanza. La resurrección es la expresión permanente de
Dios para con el hombre. Para el creyente es creer que Dios actúa en nosotros y por
medio de nosotros con un inmenso poder que hace brotar la vida de la muerte, lo
nuevo de lo viejo y nos proyecta a una vida futura que nunca el hombre podrá siquiera
imaginar, la Gloria Celestial.

"Por último, la resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- son principio y


fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como
primicia de los que durmieron...; del mismo modo que en Adán mueren todos, así
también todos revivirán en Cristo" (1 Cor 15, 20-22). En la espera de que esto se
realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos 'saborean
los prodigios del mundo futuro' (Hb 6, 5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de
la vida divina (cfr. Col 3, 1-3), para que ya no vivan para los que viven, 'sino para
aquel que murió y resucitó por ellos' (2 Cor 5, 15)." (C.C. 655)

Hoy Jesús te dice: "No temas nada, soy Yo, el primero y el último. Yo soy el que vive
por los siglos de los siglos, y tengo en mi mano las llaves de la muerte y del infierno".
(Ap 1, 17-18).

5.2.10. Jesús es el camino, verdad y vida; ¡SÍGUELO!

Seguir a Jesús es algo que caracteriza a las personas que se han encontrado con El.
Pero no se trata simplemente de una actitud intrascendente, sino de un actitud y
conducta que implica toda la vida.

Hemos recibido la Gracia, por la resurrección de Cristo. El discípulo ha nacido a la vida


nueva, pero necesita crecer, como los niños recién nacidos. Creatura nueva, que ha
nacido en Cristo, necesita crecer hasta llegar a la estatura de Jesús. Esto significa
dejarse inundar más y más por la vida de Dios, que Él sea todo en cada uno de los
discípulos. Y entonces podrá repetir como el Apóstol San Pablo: "Ya no soy yo, sino
Cristo el que habita en mí" (Gal.2,20)

Cristo es quien nos lleva a esta vida nueva y nos indica como vivirla. El es el camino a
seguir, es nuestro modelo.

"Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cfr. Rm 15, 5; Flp 2, 5): El es el
'hombre perfecto' (G.S. 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (Cf Jn 13, 15); con su oración
atrae a la oración (cfr. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la
privación y las persecusiones (cfr. Mt 5. 11-12)." (C.C. 520).

Jesús es quien ha tomado la iniciativa y llama a las personas a que lo sigan, "Síganme,
que yo los haré pescadores de hombres" (Mt 4, 19). Seguir a Jesús implica una
decisión permanente , que no admite espera ni tardanza. Se requiere de un
seguimiento inmediato. No es necesario ofrecer sacrificios o estar libre de pecado para
seguirle, es más, podríamos decir que la condición para seguirle es ser pecador. Hay
dos condiciones para seguirlo: ser radical en esta opción y que involucre toda la vida.
Así lo expresa Jesús en el evangelio de Lucas.

" A otro le dijo 'Sígueme' Este le contestó: 'Deja que vaya y pueda primero enterrar a
mi padre' Pero Jesús le dijo: ' Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú
tienes que salir a anunciar el Reino de Dios'.
" Otro le dijo: ' Te seguiré, Señor, pero permíteme que me despida de los míos' Jesús
entonces le contestó: ' Todo el que pone la mano en el arado y mira para atrás no
sirve para el Reino de Dios' " (Lc 9, 59-62).

Duras palabras de Jesús pero que indican la condición de confianza y de abandono


total a la voluntad y misericordia de Dios. De parte nuestra es Dios el primer
interesado en que el hombre sea pleno y viva feliz, gozando de Su misma vida. Vida
que Jesús nos ganó en la Cruz.

Por eso el seguir a Cristo implica también la Cruz, para compartir con Él la
resurrección. Jesús es el que llama y capacita, Su vida se puede reflejar en nosotros y
Él nos puede conducir a la vida eterna si aceptamos el llamado a seguirle.

"Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros.
'El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre ' (G.S.
22, 2),. Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con El; nos hace comulgar
en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que El vivió en su carne por nosotros y como
modelo nuestro" (C.C. 521).

Si deseamos seguir a Jesús, se nos exige cumplir su mandamientos. También implica


participar de su pasión redentora, es decir participar con Él en la salvación del mundo.
Hay que preferir a Jesús sobre cualquier otra cosa en la vida. "Si alguno quiere venir a
mí, y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, a sus hermanas, y aún a su propia persona, no puede ser mi discípulo. El
que no carga con su cruz para seguirme no puede ser mi discípulo" (Lc 14, 26-27)

Seguir a Cristo implica la renuncia y el amor hasta el extremo, como Jesús mismo lo
hizo. No estamos solos: Él nos acompañará todos los días de nuestra vida y nos
indicará, como a los discípulos de todos los tiempos, el Camino a seguir para llegar a
la patria celestial, a la Gloria de Dios.

A los discípulos al preguntar a Jesús cómo conocer el camino para llegar a la felicidad,
a la vida plena, cómo llegar al Padre celestial, les responde: "Yo soy el Camino la
Verdad y la Vida". (Jn 14,6).

Repitamos nosotros hoy con el Apóstol San Pablo la confianza que tenemos en el amor
de Dios:

"Estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni
el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos, sean de los
abismos, ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en
Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rm 8, 38-39).

5.3 Vida en Plenitud

5.3.1. Jesús nos envía al Espíritu Santo

Durante su ministerio público, Jesús había hablado del Espíritu Santo que habrían de
recibir los que creyeran en Él, simbolizado por el Agua Viva (Jn.7,37-39; Jn.4,14), Agua
que daría Vida en abundancia (Jn.10,10)
Antes de su muerte Jesús promete enviar a su Espíritu Santo para enseñarnos y
recordarnos todas sus palabras. (Jn.14,25-26), En efecto, convenía que Jesús regresara
al Padre, para que pudiera venir a nosotros el Consolador a rebatir las mentiras del
mundo y mostrar el pecado (Jn.16,8).

Esta promesa se renueva en el encuentro con sus Apóstoles antes de su Ascensión:


"Voy a enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. Permanezcan en Jerusalén hasta
que sean revestidos de la Fuerza de la Alto" (Lc.24,49). Ya antes había afirmado:
"Recibirán la Fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y serán mis testigos
en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra" (Hech. 1,5-8)

El día de Pentecostés, Cristo Resucitado derrama el Espíritu Santo sobre los Apóstoles,
cumpliendo así su Promesa. Leemos en los Hechos de los Apóstoles:

"llegado el día. de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De


repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso que llenó
toda la casa donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego,
que, dividiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del
Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les concedía
expresarse" (Hech.2,1-4)

Ese día se consuma la Pascua de Cristo con esta efusión del Espíritu Santo, que se
manifiesta y comunica como Persona Divina: Desde su plenitud Cristo, el Señor,
derrama profusamente su Espíritu (cfr. C.C. 731)

Esta promesa de poder recibir al Espíritu Santo no es solamente para los Apóstoles,
sino para todos nosotros, como la Escritura misma lo afirma:

"El que tenga sed, que se acerque, y el que quiera que reciba gratuitamente el Agua
de Vida" (Ap. 22,17b).

"La promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los extranjeros a los que el
Señor llame" (Hech.2, 38-39).

Con la efusión del Espíritu Santo se cumple la Misión de Jesús, ya que nuestra vida
llega a su plenitud. Al enviar al Espíritu Santo Cristo completa por medio de Él nuestra
salvación. Somos liberados de la muerte, del pecado y de todo aquello que no nos
permite lograr nuestra plenitud humana. Participamos por medio del Espíritu Santo del
misterio pascual. Resucitamos en Cristo a una vida nueva. Es un nuevo nacimiento
que cambia radicalmente nuestra forma de vivir:

5.3.2. Para vivir una relación plena con el Padre

Al recibir el Espíritu Santo, toda ruptura con el Padre, debida al pecado, queda
eliminada. La imagen y semejanza con Dios es restaurada, es decir, que todo aquello
que Dios imprimió en nuestros corazones desde un principio (Ver Visión del Hombre)
es renovado por el Espíritu Santo.

Pero más allá de todo esto Dios nos comunica Su Vida. Recibimos la filiación divina,
somos Hijos de Dios. Por la acción del Espíritu Santo el hombre es libre de entrar a
formar parte del misterio de amor y de vida que es la realidad trinitaria (cfr.
Diccionario de Espiritualidad, "hijos de Dios") en la cual se nos hace partícipes de la
naturaleza de Dios (2 Pe. 1,4)

Esta participación no es mera imaginación nuestra sino que se verifica


existencialmente en nuestra vida. Somos realmente Hijos de Dios, como lo afirma San
Juan (1 Jn.3,1). se trata de la Vida en abundancia que Cristo nos comunica por medio
del Espíritu Santo (Jn.10,10). Es el agua que sacia nuestra sed (Jn.7,37).

5.3.3. El Espíritu Santo suscita en nosotros la fe.

Muchísimas veces hemos llamado a Jesús Señor y otras tantas nos hemos dirigido a
Dios como Padre. el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda al respecto:

"Nadie puede decir :'Jesús es Señor! sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Cor. 12,3)
"Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama Abbá, Padre
(Gal. 4,6). Este conocimiento de Fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar
en contacto con Cristo, es necesario primero haber sido atraído por el Espíritu Santo.
El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe ." (C.C.683)

"El Espíritu Santo con su Gracia es el 'primero' que nos despierta en la fe y nos inicia
en la vida nueva que es "que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero y a tu enviado
Jesucristo' (Jn.17,3)" (C. C. 684).

"El Espíritu Santo "es quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender
la Palabra de Salvación" (E.N. 75) y predispone "el alma de quien escucha para
hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del Reino anunciado" (E.N. 75).

Esta fe que suscita el Espíritu Santo en nosotros no proviene de conocer una serie de
preceptos morales o principios teológicos, sino del encuentro personal con Cristo
Resucitado. De esta manera la fe es una adhesión a la persona de Jesús, a su mensaje,
a su plan de salvación; es abrirse a las promesas y al amor de Jesús y a la
transformación de nuestra persona por medio del Espíritu Santo.

5.3.4. por el Espíritu Dios nos participa de su vida: La Gracia

Aquí llegamos al misterio más increíble del Amor de Dios en nuestras vidas, y que, hoy
más que nunca, necesita ser afirmado con toda claridad. Esta Vida abundante que
Dios nos da por su Espíritu, esta Agua Viva que derrama en nosotros, nos es otra que
la Vida misma de Dios: Por el Espíritu Santo participamos en la Vida de Dios. Dios
mismo viene a habitar en nosotros: "Si alguno me ama, mi Padre lo amará, y
vendremos a él, y haremos en él nuestra morada" (Jn.14,7) No es una simple
apariencia, sino que Dios mismo habita en el corazón del creyente y lo convierte en
hijo de Dios (cfr. Jn.1,12-18), partícipe de la naturaleza Divina (cfr. 2 Pe. 1,4) y
heredero de la Vida eterna (cfr. Jn.17,3)

San Pedro lo dice con toda claridad:

"Dios, con su poder y mediante el conocimiento de aquel que nos llamó con
su propia gloria y poder, nos ha otorgado todo lo necesario para la vida y la
religión. Y también nos ha otorgado valiosas y sublimes promesas. para que,
evitando la corrupción que las pasiones han introducido en el mundo, SE
HAGAN PARTÍCIPES DE LA NATURALEZA DIVINA." (2. Pe 1,3-4).

Dios, en su Infinito Amor, se dona a sí mismo con gratuidad a cada hombre y entra a
habitar en él por medio de su Espíritu Santo, y le participa de su vida, asemejándolo y
uniéndolo a Él, haciéndolo hermano de Cristo y coheredero del Reino (cfr. Rm.8,17) .

Esta presencia real de Dios en nosotros, esta inhabitación del la Santísima Trinidad en
el creyente es lo que conocemos con el nombre de GRACIA.

La Gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la


Vida trinitaria. Por el bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de
su Cuerpo. La Gracia es el don gratuito que Dios hace de su vida infundida por el
Espíritu Santo en nuestra alma, para sanarla del pecado y santificarla: Es la Gracia
Santificante o Divinizadora, que obra en nosotros como fuente de santificación (cfr
C.C. 1997-99)

La participación de la Vida de Dios hace de nosotros criaturas nuevas: "el que está en
Cristo es una nueva creación; lo viejo pasó, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios,
que nos reconcilió consigo por Cristo" (2 Cor. 5,17-18). La Gracia nos hace vivir una
relación plena con el Padre; despertar y crecer en la Fe; renovarnos y perfeccionarnos
en la práctica del Amor, hacia nosotros y hacia nuestros hermanos; y nos guía hacia
esa humanidad y santidad plena que tiene en Cristo Jesús su modelo. Por eso dice el
Catecismo Universal: "La Gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu
Santo que nos justifica y nos santifica" (C.C. 2003).

5.3.5. A través de Él el Padre derrama su amor en nosotros

"El amor de Dios ya fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se
nos dio" (Rm.5,5).

Este amor derramado en nuestros corazones, a la vez que nos lleva a entrar en
comunión íntima con el Padre, nos permite amar tal como Dios ama. Nos abre al
infinito, nos trasciende, nos permite salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo,
para ir al encuentro del otro, sin alienarlo o manipularlo. El amor de Dios nos libera y
nos dignifica como seres humanos, y lejos de infantilizarnos nos hace que tomemos en
nuestras manos nuestro propio destino.

Al actuar bajo el influjo del amor de Dios atestiguamos con nuestras palabras y actos
que Dios existe y que la oferta de ese amor es real para todos los hombres. El amor de
Dios que recibimos en el Espíritu Santo, que damos y concretizamos en nuestra vida,
se convierte en el principal motor de construcción de solidaridad, fraternidad y unidad
entre los hombres.

"El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar. No actúa con bajeza,
ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por ira, sino que olvida las ofensas
y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. (1 Cor.13, 1-
7)
El verdadero amor excluye, pues, todo orgullo, toda autosuficiencia y voluntad de
imponerse por la fuerza.

5.3.6. Por Él nacemos de nuevo a la vida de Dios en el bautismo

"El Santo Bautismo es el fundamento de toda vida cristiana, el pórtico de la vida en el


Espíritu (8 vitae spiritualis inanua') y la puerta que abre el acceso a los otros
sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como Hijos
de Dios. llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados ala Iglesia y hechos
partícipes de su misión" (C.C. 1213).

"Este sacramento es llamado también baño de regeneración, y renovación del Espíritu


Santo (Tit.3,5) porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el
cual nadie puede entrar en el Reino de Dios" CAT. 1215)

Por el Bautismo se nos concede poder vivir y obrar mediante la moción del Espíritu
Santo mediante los dones del Espíritu Santo (cfr. C.C. 1266): Sabiduría, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios (cfr.Is.11, 1-2)

El Bautismo siempre va ligado a la fe, como nos lo afirma el discurso de Pedro:

"Conviértanse y háganse bautizar cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo,


para que sus pecados sean perdonados, y Dios les dará el Espíritu Santo, porque la
promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los extranjeros a los que el
Señor llame" (Hech.2, 38-39).

Desde aquél día la Iglesia ha celebrado el Bautismo como la recepción personal del
Espíritu Santo y el cumplimiento de las promesas de Jesús para cada uno de nosotros.
Siguiendo la enseñanza de Jesús, la Iglesia ha afirmado siempre la necesidad del
Bautismo para la salvación (cfr. Jn3,1ss). Por el bautismo renacemos a la vida misma
de Dios. El sacramento de la Confirmación nos da la plenitud del Bautismo y con ello la
plenitud del Espíritu Santo.

Este renacer se pone de manifiesto en toda nuestra vida, cuando como bautizados nos
dejamos conducir por el Espíritu Santo, dejando que abarque sus aspectos de luz y
sombras, de victorias y derrotas, dándole un sentido diferente, a la luz del amor de
Dios, de su misericordia, para que Él mismo nos ayude a orientar y vincular nuestro
proyecto de vida con el proyecto de Dios.

5.3.7. Quita el pecado y restablece nuestra relación con el Padre y con los
hombres

Desde el principio de los tiempos el pecado es una realidad dolorosa entre nosotros,
nos separa de Dios privándonos de la comunión plena con el Padre.

El origen de este pecado, y que subsiste hasta nuestros días, no es otro más que el
libre y consciente rechazo del plan que Dios ha preparado para nosotros. Esta ruptura
se da cuando confiamos más en nuestras fuerzas y nuestros criterios, cuando
depositamos nuestra confianza en ídolos falsos, como son el dinero, el poder, la
imagen, y centramos alrededor de ellos nuestras vidas.
Sucede, sobre todo, cuando rompemos la fraternidad que el proyecto de hermandad
querido por Dios nos exige y que, al no vivirla, de una u otra manera hacemos daño a
nuestro prójimo "Amarás al Señor tu Dios ... amarás a tu prójimo como a ti mismo"
(Mt. 22,37-38) San Juan especifica bien: "¿Cómo se puede amar a Dios a quien no ve si
no se es capaz de amar al hermano a quien sí se ve?" (1 Jn.1,20).

El pecado es, pues, falta de amor hacia Dios, hacia el prójimo y para consigo mismo.
Esta ausencia de amor genera odios, injusticias, robos, abusos sexuales, asesinatos,
egoísmos, orgullo, apatía y otras muchas expresiones del ser humano que lo
destruyen. Nos daña, puesto que no nos permite crecer como personas, ser libres y
plenos, y únicamente nos deja vacíos, resentidos desilusionados, sin esperanza, y sin
vida.

Para liberarnos del pecado el Padre envía a su Hijo Único, el cual se entregó en la Cruz,
y con Él, fue crucificado algo de nosotros, que es el hombre viejo, para destruir lo que
de nuestro cuerpo estaba esclavizado al pecado (cfr. Rm.6,6) Al enviar al Espíritu
Santo nos hizo entrar en comunión con el misterio pascual. por el cual hemos sido
liberados del pecado y resucitados con Cristo.

"Dios es Amor" (1 Jn. 4,8,16) y el Amor que es el primer don contiene todos los demás.
Este Amor 'Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos
ha sido dado' (Rm. 5,5)" (C.C. 733).

"Puesto que hemos muerto, o al menos hemos sido heridos por el pecado, el primer
efecto del Don del Amor es la remisión de nuestros pecados" (C.C. 734)

Además el Espíritu Santo sana las heridas infligidas por el pecado, que no nos
permiten descubrir el amor del Padre y abrirnos a su perdón y su misericordia. Al
mismo tiempo, nos fortalece para poder vencer el mal en cada momento de nuestra
vida.

En efecto, si permanecemos en la Vida, gracias al Espíritu Santo, nuestra conversión


entra en el dinamismo ascendente de gratitud y ofrenda que va abonando nuestra
tierra, para que la semilla de la Palabra dé cada día más fruto en cada uno de
nosotros.

Al quitar y liberarnos del pecado, el Espíritu Santo nos lleva a restablecer la relación de
amor con el Padre y los hombres, con la oportunidad de reconstruir y reconciliarnos.

5.3.8. Estamos llamados a vivir esta relación plena con el Padre y con los
hermanos en la Iglesia y como Iglesia al servicio del hermano.

La vida en el Espíritu orienta, fortalece y vivifica la relación entre los hombres y entre
el hombre y Dios. Desde un principio el proyecto querido por Dios, expresado en sus
mandamientos de amor, ha sido este: que el hombre viva en armonía con él mismo,
con el hermano, con la creación entera, pero ante todo con su creador. Y es en estas
cuatro vértices, en su balance, donde se realiza la presencia de Dios. No en alguno en
particular sino en todos teniendo como centro a Cristo.
Somos pues llamados a tener relaciones de justicia y equidad, solidaridad, ayuda
mutua, edificación, servicio, aceptación y respeto a la dignidad humana con todos
nuestros hermanos. Esto es lo que agrada a Dios "Misericordia quiero y no sacrificios"
(Os.6,6) "Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano
y defiendan a la viuda" (Is.,1,17). Recordemos además que el Espíritu, que "nos ha
injertado en la vid verdadera, hará que demos 'el fruto del Espíritu que es caridad,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, mansedumbre, templanza' (Ga. 5,22-23) "
(C.C. 736). Todo esto lo vivimos en la Iglesia y como Iglesia.

Sin embargo esta relación con mi hermano debe estar referida e impregnada de mi
relación íntima y plena con Dios. Es en el seno de esta relación íntima con Dios que se
da la posibilidad de reconciliación y encuentro con mis hermano, en forma plena, pues
Dios mismo es quien la alimenta y le da su verdadera dimensión..

5.3.9. Orando como Jesús oraba y nos enseñó a orar

Porque Dios nos llama incansablemente a la comunión con Él, la oración, esa
"elevación del alma hacia Dios" (San Juan Damasceno, f.o.,3,24) se convierte en una
llamada constante a la comunión con Dios.

La oración es el eje principal de la vida cristiana. Es comunicación amorosa y confiada


con nuestro Padre Celestial. Mientras más ora uno, más quiere orar. Es llenarse del
Agua Viva que Jesús nos da.

Es importante recordar que Jesús oró en los momentos importantes de su misión. Y es


al contemplar a Jesús en oración que nosotros, sus discípulos, sentimos la necesidad
de orar. Por eso, con el hecho de su oración, Jesús nos enseña a orar. Nuestro camino
de oración es su propia oración al Padre.

Al enseñarnos a orar, Jesús insiste primero en la conversión del corazón, que así
aprende a orar en la fe. Nos enseña a pedir en su nombre, con audacia y confianza,
con insistencia y humildad, con paciencia y amor.

5.3.10. Celebrando la vida en los sacramentos

Cristo glorificado sigue actuando en Su Iglesia y por medio de Su Iglesia. Es Él mismo


quien nos sigue comunicando Su Vida divina por la Acción de su Cuerpo. En la vida
toda del Pueblo de Dios, y en particular en los Sacramentos, encontramos la Fuente de
Vida que nos anima en nuestro diario caminar y nos capacita para vivir nuestra
vocación a la Santidad.

Signos eficaces de la Gracia, confiados por Cristo a la Iglesia, los Sacramentos se


convierten en Celebraciones de Vida: Vida Divina que Cristo derrama abundantemente
sobre nosotros. En ellos encontramos la Fuerza de lo Alto que nos capacita para vivir
plenamente la vocación a la que Dios Padre nos llama: La Santidad.

Cada sacramento es un encuentro con el Padre por Jesús en el Espíritu Santo; es


comunión con la Santísima Trinidad. Es también un encuentro de toda la Comunidad
Cristiana, reunida en torno a Jesús. Así, los discípulos reunidos en torno a su Señor
viven del misterio de la Salvación por medio de la acción salvífica que la Iglesia realiza
en el Espíritu. Los sacramentos fortalecen la comunión entre los cristianos y edifican
paulatinamente el Cuerpo de Cristo. Hoy se nos presenta el desafío de hacer de cada
Sacramento una Celebración joven y viva de la Presencia de Jesús vivo en medio de
nosotros.

5.3.11. Comprometidos en el servicio al hermano, sobre todo al más


necesitado

Sabemos por la Palabra de Dios que quien no ama a su hermano a quien ve no puede
amar a Dios a quien no ve (cfr. I Jn. 4,20). Al descubrir nuestra dignidad trascendente y
nuestra vocación divina, descubrimos la imagen de Dios en cada hombre,
especialmente en los que más se parecen a Cristo por ser pobres y necesitados. La
Gracia nos compromete a trabajar en la salvación de nuestros hermanos y a servirlos,
a ejemplo de Jesús, quien vino a servir y no a ser servido (cfr. Mt.20,28) Esta es la
prueba de nuestro amor a Dios y de que el Espíritu Santo habita en nosotros: en que
sabemos amar y servir. Encontramos en el servicio y la caridad la expresión concreta
del Amor del cual nosotros mismos somos objeto.

5.3.12. En resumen todo esto es vivir en Santidad a la cual estamos


llamados todos: "Sean perfectos como el Padre Celestial es perfecto".

Al encontrar en Cristo la plenitud de la Vida, descubrimos la auténtica vocación del


hombre: la Santidad, unión íntima con Dios por medio de la Gracia. Llamados a vivir en
santidad, es decir, en la perfección que es reflejo de la perfección del Padre, nos
esforzamos en colaborar con la Gracia Divina para alcanzar en forma cada vez más
plena el ideal al que Jesús nos llama., ideal que es a la vez Don Divino y colaboración
humana por nuestro esfuerzo personal y comunitario.

5.4 Compartida con los demás

Jesús que es la Vida, nos ha llamado a la Vida Nueva. No es una vida que deba llevarse
aislada o escondida lejos de otros. Es para vivirla compartida con los demás. Es un
vida en comunión.

5.4.1. Esta comunión es Dios a través de los hombres

A "ser santos e irreprochables en el amor" (Ef 1,4 ) nos exhorta el Apóstol Pablo. El
primer llamado que tenemos en nuestra vida es a ser Santos. Vivir esta santidad es
renacer por el Espíritu Santo según la imagen y semejanza con Dios. Es vivir en el
amor, con y para el amor, (Dios es amor). Es reconocernos hijos de Dios, y amar con
todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro Ser a Dios. Ahora
bien, es necesario concretizar nuestro amor a Dios. No se puede quedar en meras
palabras. Tenemos que expresar nuestros amor a Él, en el reconocimiento de los
demás como hijos suyos. Hay que amarlos.

El amor de Dios en nuestras vidas nos interpela y compromete a amar a nuestros


hermanos. Jesús lo expresa claramente momentos antes de comenzar su pasión.
"Como mi Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi
amor. Si guardan mis mandatos permanecerán en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor... Este es el mandamiento mío:
que se aman los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene más amor que el
que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 9-12).

Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso (cfr. 1 Jn 4, 20). El


Apóstol Juan es muy duro al respecto y llega a afirmar que "el que no ama permanece
en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino y, como saben ustedes, en el
asesino no permanece la Vida eterna" (1 Jn 3, 15).

Dios ha querido que todos los hombres vivamos formando una sola familia, puesto que
todos hemos sido creados a imagen y semejanza con Dios, tenemos un mismo origen
y estamos llamados a un mismo fin: DIOS. Nuestra vocación es compartir todos la
Gloria de Dios.

Jesús mismo que, con su muerte y resurrección nos ha traído la reconciliación con el
Padre y la reconciliación entre nosotros, es quien hace oración al Padre para que
nosotros seamos uno solo, como Él y el Padre son Uno (cfr. Jn 17, 21). Con esta oración
suya, Jesús "sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la
unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que
el hombre, única creatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede
encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" .
(G.S. 24)

Sin la caridad el ser humano no puede llegar a vivir la plenitud de su existencia. El


Papa nos dice: "no despreciéis jamas la caridad, que es la cosa "más grande" que ha
manifestado a través de la Cruz, sin la cual la vida humana no tiene raíz ni sentido"
(Juan Pablo II, Discurso en España).

Quede bien claro "si no tengo amor, nada soy" (1 Cor 13, 1-4)

5.4.2. Reunidos en torno a Jesús

Dios nos ha llamado a vivir en comunión con Él y con nuestros hermanos, lo cual lo
logramos si estamos centrados en torno a Jesús y unidos a El. Nuestra vida tiene que
ser profundamente cristocéntrica.

Jesús desde el principio y a lo largo de toda su vida publica, congrega en torno suyo a
los discípulos. Es Él quien los elige, y los llama a la unidad en Su persona. Ellos, al
escuchar el llamado de Jesús, experimentan una conversión, es decir un verdadero
cambio en su vida. Esta renovación es tan sólo el principio de un largo caminar para
quien se decide seguir a Jesús. Es una actitud que se toma una vez y debe durar. Se
trata de un comportamiento constante, de una decisión permanente.

No basta en nuestra vida con haber aceptado la Buena Nueva y ser discípulo de Cristo.
No basta con haber recibido la Gracia de Dios sino que es indispensable permanecer
unido siempre a Jesús. Estar unido a Jesús significa para uno permanecer :

 en la caridad fraterna

 en la enseñanza de los apóstoles


 en la oración.

 en la Eucaristía.

 en los sacramentos

Los primeros discípulos, habiendo incluso ya participado de la muerte y la resurrección


de Jesús, son capaces únicamente hasta la venida del Espíritu Santo, de poder
entregar completamente su vida al Señor. Perseveran entonces en su Fe y se
congregan siempre por El, con El y para El. Al final de cuentas, no teniendo nada o
apenas algo en común, los une ahora un solo amor de hermanos. Efectivamente, los
une una sola y única persona: Jesús.

San Pablo insiste en aconsejarnos con firmeza:

"Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo Espíritu.


Sean un cuerpo y un espíritu, pues al ser llamados por Dios, se dio a todos la misma
esperanza. Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo. Uno es Dios, el Padre de todos,
que está por encima de todos, y que actúa por todos y en todos." (Ef 4, 3-6)

Jesús sabe bien de que barro estamos hechos y El mismo nos pide que
permanezcamos en su amor, para que demos mucho fruto y no desfallezcamos.
Transcribamos la parábola de la Vid que nos señala con firmeza la exigencia de
nuestra unión con Cristo.

Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador.

Si alguna de mis ramas no produce fruto, Él la corta; y limpia toda rama


que produce fruto para que de más.

"Ustedes ya están limpios. La palabra que les he dirigido los ha purificado.


Permanezcan en mí y yo permaneceré en Ustedes.

"Como la rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece en


la planta, así tampoco pueden ustedes producir frutos si no permanecen
en mí.

Yo soy la vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí,

y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada.

" El que no se quede en mi, será arrojado afuera y se secará como ramas
muertas...

Si se quedan en mí, y mis palabras permanecen en Ustedes,

todo lo que deseen lo pedirán y se les concederá."

(Jn 15 1-7).
5.4.3. Esta comunidad es la Iglesia. Pueblo de Dios peregrino.

Consumada la obra para la cual el Padre envío a su Hijo, a saber, la reconciliación del
hombre con Dios y la reconciliación entre los hombres mismos, y con la llegada recia
del Espíritu Santo el día de Pentecostés, Dios determinó congregar a los seres
humanos para que le amasen y se amarán en un mismo Espíritu.

Este ha sido el designio de Dios aún desde antes de la creación. Así lo afirma el
Concilio Vaticano II al decirnos que " el Padre Eterno... estableció convocar a quienes
creen en Cristo en la Santa Iglesia...". (L.G. 2). Este llamado de Dios, lo sabemos, es
para todos los hombres no importando el país, lengua o cualquier otro factor. Es un
llamado para congregarnos en torno a Jesús convirtiéndonos en sus discípulos. "La
Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero" (C.C. 752)

"La palabra 'Iglesia' [ekklesia, del griego ek-kalein, 'llamar fuera'] significa
"convocación"... es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo
Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios.
como su Pueblo Santo. Dándose así misma el nombre de 'Iglesia', la primera
comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea."
(C.C. 751)

La Iglesia es un hecho importante en la historia del Hombre " ' El mundo fue creado en
orden a la Iglesia' decían los cristianos de los primeros tiempos. Dios creó el mundo en
orden a la comunión en su Vida Divina, 'comunión' que se realiza mediante la
'convocación' de los hombres en Cristo, y esta 'convocación' es la Iglesia' " (C.C. 760)

La Iglesia designio de Dios "fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada
admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza" (L.G. 2). A
ésta, seguirá una Alianza Nueva que será eterna y definitiva.

Llegada la plenitud de los tiempos, Jesús realiza esta Nueva Alianza. El hijo cumple la
voluntad del Padre y comienza a formar su Iglesia, ya desde el mismo momento en
que predica la Buena Nueva. Jesús anuncia el Reino Dios. El mismo es el Reino de
Dios.

Este anuncio suscita en los discípulos un deseo de conversión y de adhesión a El.


Cristo los llama a congregarse en torno suyo, El es la cabeza, pastor y maestro del
pequeño grupo. A ellos enseña en forma especial, les muestra una nueva manera de
pensar y obrar. Forma con ellos su propia comunidad.

Esta comunidad es el principio de la Iglesia. Cristo mismo la va edificando y la prepara.


"La Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación,
anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz" (C.C. 766). En
Pentecostés, el Espíritu Santo es enviado para que guíe y santifique permanentemente
a la Iglesia. A partir de ese momento la Iglesia manifiesta la misión para la cual ha sido
edificada por Dios: "Como la Iglesia es 'convocatoria' de salvación para todos los
hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas
las naciones para hacer de ellas discípulos suyos" (C.C. 767)
La Iglesia es al mismo tiempo el nuevo Pueblo de Dios. Enseña el Concilio que "en
todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia. Sin
embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres no aisladamente,
sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara
en verdad y le sirviera santamente." (L.G. 9). Al principio fue el Pueblo de Israel, ya lo
hemos dicho "como preparación y figura de la Alianza nueva y perfecta que había de
pactarse con Cristo" (L.G. 9). " Ese pacto nuevo, a saber, el Nuevo Testamento en su
sangre, lo estableció Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se
unificara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyese el Nuevo Pueblo de
Dios" (L.G. 9). (cfr. C.C. 781).

"El Pueblo de Dios tiene características que lo distinguen claramente de todos los
grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:

 Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha


adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: 'una raza
elegida, un sacerdocio real, una nación santa'. (1Pe 2,9)

 se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el
'nacimiento de arriba', 'del agua y del Espíritu' (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y
el bautismo.

 Este Pueblo tiene por jefe (cabeza) a Jesús el Cristo (ungido, Mesías): porque la
misma unción. el Espíritu Santo, fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es 'el Pueblo
mesiánico'.

 'La identidad de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en


cuyos corazones habita el Espíritu Santo como un templo'.

 'Su ley es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó (cfr Jn 13,
34). ' Esta es la ley 'nueva' del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5,25)

 Su misión es ser la sal de la Tierra y la luz del mundo (cfr. Mt 5, 13-16). 'Es un
germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género
humano'

 'Su destino es el Reino de Dios, que Él mismo comenzó en este mundo, que ha de
ser extendido hasta que Él mismo lo lleve también a su perfección' (L.G. 9)" (C.C. 782)

El Pueblo de Dios es también un Pueblo peregrino. "Al concebirse a sí misma como


Pueblo, la Iglesia se define como una realidad en medio de la historia que camina
hacia una meta aún no alcanzada" (D.P. 254)

Este Pueblo de Dios, aún no ha alcanzado la perfección, la cual la alcanzará en la


Gloria de su Señor, cuando Este vuelva triunfante. Mientras tanto la Iglesia se sabe
peregrina en este mundo: Sabe que no es de este mundo pero que está en él. Es
consciente de que Dios la ha constituido Sacramento por el cual se ofrece la salvación
a toda la humanidad.
En camino hacia el Padre "no estamos buscándolo todo. Hay algo que ya poseemos en
la esperanza con seguridad y de lo cual debemos dar testimonio. Somos peregrinos,
pero también testigos. Nuestra actitud es de reposo y alegría por lo que ya
encontramos y de esperanza por lo que aún nos falta." (D.P. 265).

"La Iglesia ' va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de
Dios' anunciando la cruz del Señor, hasta que Él venga (I Cor 11, 26). Está fortalecida,
con la virtud del resucitado, para triunfar con paciencia y con caridad de sus
aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente
su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el
esplendor al final de los tiempos" (L.G. 8).

5.4.4. Es el cuerpo místico de Cristo.

" La Iglesia es inseparable de Cristo porque El mismo la fundó por un acto expreso de
su voluntad sobre los Doce, cuya cabeza es Pedro, instituyéndola como Sacramento
universal y necesario de Salvación" (D.P. 222). El ha decidido llamar y congregar a
todos los hombres, de todas las naciones y de todos los tiempos, a vivir en la unidad
de los Hijos de Dios. " A sus hermanos, convocados de entre todos los pueblos, los
constituyó místicamente su cuerpo, comunicándoles su Espíritu". (L.G. 7)

Gracias a esta unión a través del Espíritu, la Iglesia y cada uno de sus miembros
comparten la vida de Cristo, y así, los hombres "están unidos a Cristo, paciente y
glorioso por los sacramentos, de un modo arcano y real" (L.G. 7). Esto es
especialmente cierto en dos sacramentos, el Bautismo y la Eucaristía.

Efectivamente, "al ser bautizados fuimos sepultados junto con Cristo para compartir su
muerte, a fin de que, al igual que Cristo, quien fue resucitado de entre los muertos por
la Gloria del Padre, también nosotros caminemos en una vida nueva." (Rm 6, 4-5).

En la Eucaristía compartimos realmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Jesús afirma


categóricamente " mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. El
que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Como el Padre que
vive, me envió, y yo vivo por él, así, quien me come a mí tendrá de mi la vida." (Jn 6,
55-57). Así pues estamos en comunión con Dios y éste nos lleva a estar en comunión
con nuestros hermanos " Uno es el pan y por eso formamos todos un solo cuerpo,
porque participamos todos del mismo pan" (1 Cor 10, 17)..

La Iglesia es Cuerpo Místico de Cristo. Es una unidad, y no por serlo, pierde la


diversidad de cada uno de sus miembros. Uno solo es Cristo-Dios y muchos somos los
miembros de su cuerpo. Por lo mismo cada miembro desarrolla una relación personal
con su Señor y a la vez crece en la unidad con cada uno de sus hermanos por la acción
del Espíritu Santo.

Insistimos, " Todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido
bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo" (1 Cor 12, 12)

El Espíritu Santo, quien santifica a la Iglesia, derrama sobre ella sus dones tanto
ordinarios como extraordinarios, con la finalidad de que pueda ser Sacramento visible
de comunión y salvación. Estos dones están ordenados a la edificación de la Iglesia, el
bien de los hombres y a responder a las necesidades del mundo. De aquí que cada
uno de sus miembros tenga una función diversa, de acuerdo a la misión muy
específica que Dios le ha dado.

"El cuerpo no se compone de una sola parte, sino de muchas. Por eso, aunque el pie
diga: Yo no soy mano, y por eso no soy del cuerpo, no por esto deja de ser del
cuerpo...si todos fueran la misma parte, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchas
partes y un solo cuerpo." (1 Cor 12, 14. 19)

El mayor don que el Espíritu Santo ha derramado en la Iglesia, es la Caridad. San Pablo
afirma: "ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor, los tres. Pero el mayor de los
tres es el amor " (1 Cor 13,13). La Caridad es el gran don al que todos los miembros
debemos aspirar. Por la Caridad Dios dispone que cada uno de los miembros del
cuerpo se preocupen unos por otros. "Cuando uno sufre, todos los demás sufren con
él, y cuando recibe honor, todos se alegran con él." (1 Cor 12, 26)

Estos dones son dados gracias a los méritos de la Cabeza. En efecto, "ustedes son el
cuerpo de Cristo y cada uno en particular es miembro de él" (1 Cor 12, 27). Cristo es el
principio y el fin, por Él fueron creadas las cosas del cielo y de la tierra, lo visible y lo
invisible. (cfr. Col 1)

Cristo, Cabeza de la Iglesia, sabe que estamos en un proceso de perfeccionamiento y


que es necesaria su acción para que lleguemos al Reino prometido. " Es necesario que
todos los miembros se hagan conformes a El hasta el extremo de que Cristo quede
formado en ellos (Gal 4, 19). Por eso somos incorporados a los misterios de su vida,
configurados con Él, muertos y resucitados con Él, hasta que con Él reinemos" (L.G. 7).

Vivificados por el Espíritu somos hijos y podemos exclamar "Abbá, Padre" hablando
con Dios. Unidos a Cristo estamos unidos a su pasión y si "ahora sufrimos con El, con
El recibiremos la gloria" (Rm 8,17).

Para finalizar queremos señalar brevemente una concepción de la Iglesia propuesta a


los jóvenes en Puebla y que nos parece se acopla bien con la concepción del Cuerpo
Místico: la Iglesia de las Bienaventuranzas. Los jóvenes son una parte significativa de
la Iglesia y le aportan la frescura de su fe.

Los Obispos señalan que "los jóvenes deben sentir que son Iglesia, experimentándola
como lugar de comunión y participación... en ella los jóvenes se sienten pueblo nuevo;
el de las Bienaventuranzas, sin otra seguridad que Cristo... La Virgen Madre,
bondadosa, la creyente fiel, educa al joven para ser Iglesia" (D.P. 1184).
Comprendemos ahora mejor toda la riqueza que encierra para nosotros el que "la
cabeza de este cuerpo es Cristo" como lo expresa la Lumen Gentium en su número 7.

Ante los ataques constantes que por todos lados recibe la Iglesia, los Auxiliares del
M.J.V.C. deberemos tener un cuidado especial de profundizar más y más en lo que de
verdad es la Iglesia fundada por Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. Debemos
estudiar los Documentos del Vaticano II, en especial Lumen Gentium y Gaudium et
Spes, así como el Documento de Puebla y otros más que sin duda alguna nos
ayudarán en nuestro propósito.
5.4.5. Es el germen y principio del Reino de Dios

Jesús durante su vida publica, no anuncia la venida de la Iglesia, anuncia la llegada del
Reino de Dios. Su presencia inaugura y hace presente entre los hombres, este Reino
prometido por Dios. Mismo que se manifiesta con la Palabra y las obras de Jesús. Este
Reino de Dios, se da con mayor fuerza donde quiera que Dios esté reinando mediante
su Gracia y Amor.

Esta acción de reinar Jesús la desea realizar en el mundo a través de la Iglesia. Jesús
envía a sus discípulos a proclamar la Buena Nueva a todos los hombres, y la
predicación de la Buena Nueva ha sido el principio de la Iglesia. Los discípulos, al
obedecer el mandato del Señor, anuncian a la persona de Jesús y con ella están
anunciado ya el Reino de Dios. No anuncian propiamente el Reino sino a Jesús mismo.

Es más: el centro, la cabeza, el esposo de la Iglesia es el mismo Señor Jesús. Al ser la


Iglesia esposa de Dios, se une a Él con un mismo Espíritu, de tal manera que ya no son
dos sino una misma carne.

Es pues la Iglesia por la acción de Jesús Germen y principio del mismo Reino de Dios.
"En ella se manifiesta, de modo visible, lo que Dios está llevando a cabo,
silenciosamente en el mundo entero. Es el lugar donde se concentra al máximo la
acción del Padre, que en la fuerza del Espíritu de Amor, busca solícito a los hombres,
para compartir con ellos -en gesto de indecible ternura- su propia vida trinitaria. La
Iglesia es también el instrumento que introduce el Reino entre los hombres para
impulsarlos hacia su meta definitiva" (D.P. 227). Y es "germen que deberá crecer en la
historia, bajo el influjo del Espíritu, hasta el día en que 'Dios sea todo en todos' [1 Cor.
15,28]" (D.P. 228)

Hasta que llegue ese momento la Iglesia debe anunciar continuamente este Reino de
Cristo, pero necesita ser purificada, ser autoevangelizada, ser convertida y renovada
continuamente para que pueda llevar a cabo la tarea encomendada por Dios.

Esto no indica que el Reino no esté presente ya en el mundo por medio de la Iglesia,
que es signo del Reino de Dios. El misterio de la Iglesia es una realidad compleja , en
la que se unen lo divino y lo humano

"Es una realidad humana, formada por hombres limitados y pobres, pero penetrada
por la insondable presencia y fuerza de Dios trino que en ella resplandece, convoca y
salva" (D.P. 230)

5.4.6. Todos formamos parte de ella

" 'La Iglesia es en Cristo como un Sacramento o signo e instrumento de la unión íntima
con Dios y de la unidad de todo el género humano' (L.G. 1): Ser el sacramento de la
unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión
de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la
unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne
hombres 'de toda nación, raza, pueblo y lengua' (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia
es 'signo e instrumento' de la plena realización de esta unidad que aún está por
venir." (C.C. 775)
Todos los hombres de todos las épocas y de todas las razas están llamados ser parte
de este Sacramento de unión con Dios. La Iglesia es una y única. Así todos los
hombres pertenecen a un mismo Reino, el Reino de Dios. Este se hace presente
siempre de acuerdo a las costumbres y culturas de cada pueblo. La Nueva
Evangelización recoge este gran desafío. La Iglesia de Jesús es una Iglesia universal.
Es una Iglesia Católica. Es una.

Si bien "todos los hombres, están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios" ,
también es cierto que " todos los hombres están llamados a esta unidad católica del
Pueblo de Dios... y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles
católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en
general, por al Gracia de Dios llamados a la salvación" (L.G. 13).

5.4.7. Dentro de ella estamos llamados a vivir en plenitud.

El ser humano ha orientado siempre su trabajo y su esfuerzo a vivir mejor, ser más
pleno, más libre, alcanzar la perfección. Sin embargo, por sí solo nunca podrá llegar a
la plenitud, ya que se trata, lo hemos visto, de un camino de perfección que significa
vivir la santidad.

"Todos los fieles, de cualquier condición y estado... son llamados por el Señor, cada
uno por su camino , a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el
mismo Padre" (L.G. 11).

La Iglesia, por ser esposa de Cristo, esta unida a Él. Esta unión la santifica. Santa por
Cristo, en Cristo, y para Cristo, al mismo tiempo que es santificada ella misma,
también son santificados todos sus miembros, a través de ella.

"Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir 'la santificación de los


hombres en Cristo y la glorificación de Dios' " (S.C. 10) (C.C. 824).

El Concilio enseña que la Iglesia es Santificadora ya que en y a través de ella el


hombre se santifica: "La Iglesia, a la que todos estamos llamados en Cristo Jesús y en
la cual conseguimos la Santidad por la Gracia de Dios"(L.G. 48) es para nosotros una
verdad muy firme.

La Iglesia es pues el signo de que es posible vivir la santidad aquí en la Tierra. La


Iglesia es santa, aunque todavía imperfecta. Su perfección será cuando llegue el
tiempo de la restauración de todo, cuando Jesús, como Señor que es del Universo,
venga y ordene todo entregándolo a su Padre celestial (cfr L.G. 48).

La Iglesia es la comunidad de creyentes, que reconociéndose pecadores, buscan vivir


la Santidad. Dios que conoce nuestra naturaleza nos ha dado las virtudes que
llamamos teologales. Estas son infundidas en el alma de los fieles para hacerlos
capaces de obrar como verdaderos hijos de Dios. Vivimos en Gracia de Dios y somos
así santos, capaces de poder alcanzar la vida eterna. Estas virtudes son la garantía de
la acción de Dios en el creyente. Con esto afirmamos y proclamamos nuestra Iglesia
como una comunidad de FE, ESPERANZA y CARIDAD.

5.4.7.1 Creciendo en la fe, la esperanza y la caridad


Veamos una a una las virtudes teologales mencionadas.

LA FE

"La fe es ante todo, una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo, e
inseparablemente, el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado" (C.C.
150). Es creer en Dios y en lo que nos ha revelado. Es creerle a Dios.

"La Fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por El " (C.C. 153). Es
posible vivirla por la gracia y los auxilios del Espíritu Santo, siendo al mismo tiempo un
acto humano para nada ajeno a la voluntad y a la inteligencia de la persona.

"En la Fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: ' creer
es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad
movida por Dios mediante la gracia"" (C. C. 155). La fe nos lleva a decir : CREO.

"La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se
revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede
vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí
mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro." (C.C. 166).

La vida de la fe pide necesariamente contacto con otras personas:

a) que trasmitan la fe.

b) Nos ayuden a crecer en la fe.

c) y a transmitirla a otros.

Recibimos y damos; compartimos y ayudamos a otros a recibir la fe y a que la


acrecienten.

"Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo


creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe
de los otros." (C.C. 166)

" 'Creo' (Símbolo de los Apóstoles): Es la Fe de la Iglesia profesada personalmente por


cada creyente, principalmente en su bautismo. 'Creemos' (Símbolo de Nicea-
Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos
reunidos en concilio o, más generalmente, por la Asamblea litúrgica de los creyentes.
'Creo', es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su Fe y que nos
enseña a decir: 'creo', 'creemos' "(C.C. 167).

Recordemos que en la comunidad cristiana usamos dos fórmulas para la profesión de


fe: el Símbolo de los Apóstoles y el Credo de Nicea-Constantinopla. (cfr. C.C. 185-197).

La Iglesia es pues la primera en creer y en sostener nuestra fe. Solamente por ella
somos impulsados a decir CREO-CREEMOS. La Salvación viene de Dios, y es a través
de la Iglesia, con y en la Iglesia que recibimos este don, que "recibimos la fe y la vida
nueva en Cristo por el bautismo" (C.C. 168).
" Puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre ...
Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe" (C.C. 169).

"La Iglesia, que es 'columna y fundamento de la verdad' (1 Tm 3, 15), guarda


fielmente 'la fe transmitida a los santos de una vez para siempre' (Jd. 3)" (C.C. 171). A
través de la fe de otras personas, comenzando por los apóstoles y hasta hoy, la Iglesia
nos ha transmitido las enseñanzas de Jesús. " Desde siglos, a través de muchas
lenguas, culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa de confesar su única fe... "
(C.C. 172).

LA ESPERANZA.

"La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la
vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de
Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del
Espíritu Santo." (C.C. 1817).

Corresponde al anhelo de felicidad que Dios ha puesto en nuestro corazón, confiar en


que Él lo va llenar. Si tenemos pies, es por que hay un camino que recorrer; si
tenemos ojos es porque hay cosas que mirar; si tenemos ese anhelo infinito de
felicidad es porque se puede llenar. Solo lo infinito del amor de Dios lo puede saciar.

Además, la esperanza nos sostiene cuando desfallecemos y abre nuestro corazón a la


espera de la vida Nueva. Es, pues, la esperanza la virtud que nos acompaña en
aquellos momentos de prueba y por la que estamos seguros que alcanzaremos la
Gloria prometida por Dios.

"Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra


paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada esperanza, y la esperanza no
falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado." (Rm 5, 3-5).

"Podemos, por tanto esperar la gloria del Cielo prometida por Dios a los que lo aman
(cfr. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cfr. Mt 7,21). En toda circunstancia, cada uno
debe esperar, con la gracia de Dios, 'perseverar hasta el fin' (cfr. Mt 10, 22; cfr.
Trento: DS 15541) y obtener el gozo del Cielo, como eterna recompensa de Dios por
las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la Esperanza, la Iglesia implora
que ' todos los hombres se salven' (1 Tm 2,4) Espera estar en la gloria del Cielo unida
a Cristo, su esposo.(C.C. 1821).

LA CARIDAD.

"La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por
Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios" (C.C. 1822.)

La Caridad es el alma de la Santidad a la que todos estamos llamados. La caridad es la


gran revelación de Jesús a nosotros. Es Jesús mismo, quien es signo y realidad del
amor del Padre a la humanidad. En el Sermón de la Montaña Cristo da un nuevo
sentido a las leyes de los Judíos insistiendo una y otra vez, que el camino de la
perfección es el amor.
"La ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El sermón del monte,
lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella
sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su
verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar
la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cfr. Mt
15, 18-19), donde se forman la fe, la esperanza y la caridad y con ellas las otras
virtudes . El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la
perfección del Padre celestial (cfr. Mt 5, 48) mediante el perdón de los enemigos y la
oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cfr. Mt 5, 44)
" (C.C. 1968).

Lejos de señalar preceptos de una Ley, Jesús, en el sermón de la Montaña, nos da


consejos evangélicos, los cuales manifiestan la plenitud de la caridad.

Este mandato de amar, Jesús lo cumple primeramente El mismo. Oigamos: "Como el


Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor" (Jn
15,9). Jesús experimenta este amor hacia nosotros y lo vive hasta lo último. Llega al
extremo dándolo todo, hasta su vida. De igual manera nos pide a nosotros que
amemos a nuestro prójimo, como El nos amó.

Este amor es fruto del Espíritu Santo, y por ello es posible hacer realidad lo que el
Apóstol San Pablo, nos dice acerca del amor:

"El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el


importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar
por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y
siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree; lo espera y soporta
todo" (1 Co 13, 4-7)

El amor es la virtud que me lleva a la acción, que me impulsa a entregar la mejor de


mi mismo a Dios y a mi prójimo. Si hago las cosas sin amor de nada sirve: "si entrego
hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero sin tener amor de nada me sirve" (1
Co 13, 3). La caridad anima toda la vida del cristiano.

"El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es 'el
vínculo de la perfección' (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las
ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y
purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del
amor divino" (C.C. 1827).

Dice San Pablo:: "Ahora tenemos la Fe, la Esperanza y la Caridad, estas tres. Pero la
mayor de todas ellas es la Caridad" (1 Cor 13, 13). Esta virtud es el fundamento de la
Iglesia. Es el primer mandamiento de Jesús y lo que da sentido a nuestra vida. Nuestro
corazón está hecho para amar. Es Dios quien ha derramado la caridad en nuestros
corazones, pero hay que hacer que dé fruto. Para ello es necesario escuchar la palabra
de Dios, cumplir con las obras siguiendo la Voluntad del mismo Dios, perseverar en la
oración, llevar una vida de sacramentos, especialmente la Eucaristía, negarse a sí
mismo y practicar las demás virtudes.
El mayor fruto de la caridad es la comunión; por consiguiente, la Iglesia es un misterio
de caridad por ser un misterio de comunión. El amor a Dios y al prójimo es lo que
realmente distingue a los discípulos de Jesús, lo que distingue a la Iglesia de otras
realidades.

"En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la
medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos
conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen
con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la Santidad del
Pueblo de Dios producirá abundantes frutos , como brillantemente lo demuestra la
historia de la Iglesia la vida de tantos Santos" (L.G. 40).

5.4.7.2. Construyendo la comunidad

La Iglesia es instrumento de salvación, medio necesario para hacer presente esta


salvación entre los hombres, germen y principio del Reino de Dios. Por lo tanto, no se
puede ser un cristiano "a mi manera", ya que la única manera de ser cristiano, es en el
seguimiento fiel de Jesús y formando parte de su cuerpo. Nosotros estamos llamados a
formar la comunidad.

Es en la Iglesia en donde se da el encuentro entre Dios y el hombre, en donde se unen


lo divino y lo humano, integrando de esta manera el cuerpo del Señor. Un cuerpo que
tiene una diversidad de funciones, que son necesarias para construir la comun-unión
de los hijos de Dios.

Cada uno necesita de los demás, y éstos, a su vez, de cada uno. Todos, por más
pequeños, insignificantes y poco apreciables que parezcan son necesarios. Jesús no
formó discípulos aislados o separados, sino que Él mismo forma su pequeña
comunidad, el grupo de los Doce. Les explica las parábolas, comparte su vida con ellos
y los llevando a través de su pasión y muerte hasta la realidad de la resurrección.
Convertidos en Apóstoles y testigos, a ellos se debe la expansión de la Iglesia "por
todo el mundo" (Cf Mt 28, 19-20).

Al igual que los primeros discípulos, la Iglesia, y nosotros dentro de ella, estamos
llamados a formar la comunidad. Esta es un verdadero ambiente de Fe, Esperanza y
Caridad, donde se hace palpable la salvación de Cristo Jesús, como acontecía en la
primera comunidad:

"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la fracción del pan y a las


oraciones.

"Toda la gente estaba asombrada, ya que se multiplicaban los prodigios y milagros


hechos por los apóstoles en Jerusalén. Todos los creyentes vivían unidos y compartían
todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se los repartían de acuerdo a
lo que cada uno de ellos necesitaba.

"Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo y con un mismo espíritu


'compartían el pan' en sus casa, comiendo con alegría y sencillez.
"Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo; y el Señor cada día
integraba a la comunidad a los que habían de salvarse" (Hch 2, 42-47).

La comunidad eclesial se vive en una verdadera dimensión de universalidad. Primero,


la gran comunidad de creyentes que se va particularizando en la vida de las Diócesis o
Iglesias Particulares y las Parroquias, hasta llegar a la familia, Iglesia doméstica, que
debe ser auténticamente una pequeña comunidad cristiana. Los documentos del
Magisterio, de tiempo para acá, hablan de la necesidad de formar comunidades,
algunas de ellas verdaderas "Comunidades eclesiales de Base".(cfr. E.N. 58).

El M.J.V.C. y demás movimientos laicales viven su comunión eclesial al servicio de la


comunidad local.

Dentro de las diversas expresiones o niveles de la comunidad lo importante es vivir


como hermanos que han tenido ya, gracias al Espíritu Santo, la experiencia de un
encuentro personal con Jesucristo, Hijo de Dios. Este vivir como hermanos tiene como
finalidad el estar unidos, movidos y animados por un mismo Espíritu, el de Cristo
Resucitado.

Formar parte de una comunidad no consiste, necesariamente el vivir juntos, pero sí


vivir unidos mediante vínculos de amor, comprensión, practicando la corrección
fraterna, en el acompañamiento de la Fe y tratando de vivir el Evangelio hasta sus
últimas consecuencias, en un camino de Santidad. No está integrada por perfectos,
sino por personas que están decididas a seguir adelante en su proceso de
santificación.

La comunidad es un fruto de la vida del cristiano. Este fruto es necesario para todo
aquél que haya nacido de nuevo a la vida en gracia y que quiera crecer en la misma.
Para los recién nacidos en la Fe es importante el ingreso a la comunidad de creyentes,
en donde recibirán todo el amor, el apoyo y el cuidado que necesitan para continuar
en la Vida Nueva, de Jesús Resucitado.

Es cierto que participando en la vida comunitaria se recibe, y mucho, pero el


crecimiento lo determina la medida en que comparte su persona, es decir, cuanto es,
cuanto tiene y sabe. De esta manera se forma la verdadera comunidad, cuando todos
ponen en común sus vidas y sus dones, en un palabra toda su persona.

Un verdadero proceso de Evangelización nos lleva al ingreso a la comunidad, puesto


que el encuentro personal con Jesús nos lleva al encuentro con el hermano. Quien ama
a Jesús, ama a su Cuerpo, que es la Iglesia, y ama también a todos sus miembros.

Jesús en la Última Cena dice a sus discípulos que, los reconocerán como tales, al ver el
amor que se tengan unos a otros (cfr. Jn.13,35). Queda claro que, el verdadero vínculo
de unión es el amor. Este se manifiesta en la unidad de Fe, esperanza, de criterios y
de valores que rigen el estilo de vida. Admitiendo que cada uno tiene y manifiesta
gran diversidad de dones y tareas, es claro que siempre se manifiesta en ellos un
mismo Espíritu, que une a la comunidad.

La comunidad cristiana no tiene su fin en sí misma. Es la fuente y culmen del envío de


los apóstoles. Jesús llamó a sus discípulos, los congregó y después los envió para que
buscaran y formaran a otros discípulos, quienes a su vez, se integrarían a la
comunidad. Así pues la comunidad de creyentes en sus diferentes niveles -Familia,
pequeña comunidad, parroquia, diócesis e Iglesia Universal, debe ser una comunidad
evangelizadora, que luche por anunciar la Buena Nueva transformando el mundo, en
un mundo de paz y verdad, de justicia y amor.

"El testamento espiritual del Señor nos dice que la unidad entre sus seguidores no es
solamente la prueba de que somos suyos, sino también la prueba de que El es el
enviado del Padre, prueba de credibilidad de los cristianos y del mismo Cristo.
Evangelizadores: nosotros debemos a los fieles de Cristo, no la imagen de hombres
divididos y separados por las luchas que no sirven para construir nada, sino la de
hombres adultos en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales
gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la
evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la Iglesia.
He aquí una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo.

Dicho esto, queremos subrayar el signo de la unidad entre todos los cristianos, como
camino e instrumento de evangelización... Por eso, al anunciar el Año Santo creímos
necesario recordar a todos los fieles del mundo católico que 'la reconciliación de todos
los hombres con Dios, nuestro Padre, depende del restablecimiento de la comunión de
aquellos que ya han reconocido y aceptado en la fe a Jesucristo como Señor de la
misericordia, que libera a los hombres y los une en el espíritu de amor y de verdad ' "
(E.N. 77).

5.4.7.3. Viviendo nuestro compromiso bautismal; profeta,


sacerdote y pastor.

"En realidad, ya han gustado lo bueno que es el señor. Acérquense a Él : ahí tienen la
piedra viva rechazada por lo hombres, y sin embargo, preciosa para Dios que la
escogió. Y ustedes también son piedras vivas con las que se construye el Templo
espiritual destinado al culto perfecto, en el que por Cristo Jesús se ofrecen sacrificios
espirituales y agradables a Dios. (1 Pe 2, 3-5).

Ustedes... son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un
Pueblo que Dios eligió para que fuera suyo y proclamará sus maravillas." (1 Pe 2, 4-6.
9)

Por el bautismo, formamos parte de este pueblo elegido por Dios, y somos "piedras
vivas con las que se construye".

Jesucristo es aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido


'Sacerdote, profeta y Rey'. Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de
Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas.
(cfr. RH 18-21)

La participación del triple oficio de Cristo, tiene su primera Raíz en el Bautismo, su


desarrollo en la Confirmación y su cumplimiento y dinámica de fortaleza en la
Eucaristía. Es una participación que se da al individuo, pero que se da en la comunidad
que es la Iglesia (cfr. C.L. 14)
"Precisamente porque deriva de la comunión eclesial, la participación de los fieles
laicos en el triple oficio de Cristo exige ser vivida y actuada en la comunión y para
acrecentar esta comunión" (CL 14).

Sacerdote.

"El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque


diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro,
pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo. El sacerdocio
ministerial, por la potestad sagrada de que goza, forma y dirige el pueblo sacerdotal,
confecciona el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece en nombre de
todo el pueblo de Dios. Los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio regio,
concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los
sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio de una vida
santa, en la abnegación y caridad operante." (LG10).

Así como Jesús se ha ofrecido a sí mismo en la cruz por la salvación de los hombres, y
se sigue continuamente ofreciendo en la celebración Eucarística, nosotros laicos, que
estamos incorporados a Él desde el Bautismo, debemos ofrecernos como hostias vivas
y santas que agradan a Dios; ofrecer nuestra persona y nuestras actividades.

Hablando de los laicos el Concilio afirma que

"todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el
cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechas en el Espíritu, e
incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten
en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cfr. 1 Pe 2-5), que en la
celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la
oblación del Cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos, como adoradores
que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios " (L.G. 34)

"Todos los fieles de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan
poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a
la perfección de aquella Santidad con la que es perfecto el mismo Padre." (L.G. 11).

Profeta.

"El pueblo santo de Dios participa de la función profética de Cristo, difundiendo su


testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio
de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nombre." (L.G. 12)

La participación de este oficio profético, "habilita y compromete a los fieles laicos a


acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en
denunciar el mal con valentía. Unidos a Cristo el 'gran Profeta' (Lc 7, 16), y
constituidos en el Espíritu 'testigos' de Cristo Resucitado, los fieles laicos son hechos
partícipes tanto del sobrenatural sentido de la Fe de la Iglesia, que 'no puede
equivocarse cuando cree', cuanto de la gracia de la palabra (cfr. Hch 2, 17-18). Son
igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en
su vida cotidiana, familiar y social " (CL 14). También deben anunciar y dar razón de
su esperanza en las diversas situaciones que el mundo actual plantea (cfr. L.C. 14).
Pastor (Rey)

"El Pueblo de Dios participa por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su
realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (cfr. Jn 12,
32). Cristo Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo ' venido
a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de muchos' (Mt 20, 28) Para el
cristiano "servir es reinar" (L.G. 36), particularmente 'en los pobres y en los que
sufren'; allí descubre 'la imagen de su Fundador pobre y sufriente' (L.G. 8). El pueblo
de Dios realiza su 'dignidad regia' viviendo conforme a esta vocación de servir con
Cristo (C.C. 786).

Los fieles deben de ordenar todo lo creado al verdadero bien del hombre, a través de
su actividad cotidiana.

" Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus
pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta,
ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera
concederles" (E.N. 73).

5.4.8. Con Ella tenemos las misión de evangelizar a los hombres

La Iglesia es la comunión de comuniones, en ella cada uno de los fieles se unen a


Cristo, y a su vez todos los fieles se unen entre sí. Esta comunión de personas o de
creyentes, tiene una finalidad : dar fruto. En efecto, dice Jesús " Ustedes no me
escogieron a mí . Soy yo quien los escogió a ustedes y los he puesto para que
produzcan fruto, y ese fruto permanezca. (Jn 15, 16).

Hemos sido llamados para dar fruto: de hecho la comunión entre lo creyentes es el
fruto más importante de la unión con Cristo. El dar fruto significa cumplir con la tarea
que Jesús nos ha dado, es decir cumplir con la misión.

Jesús llamó a los que El quiso y después los envió a predicar. "como mi padre me
envió, también yo los envió" (Jn 20,21). Este mandato del Señor resulta más claro
todavía al final del Evangelio de Mateo: " Vayan y hagan que todos los pueblos sean
mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos
los días hasta que se termine este mundo." (Mt 28, 19-20).

"Enviada por Dios a las gentes para ser sacramento universal de salvación, la Iglesia,
por exigencia radical de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su
fundador se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres" (AG 1).

Predicar el Evangelio es un mandato de Jesús. Se trata de la misión misma de la


Iglesia. Esta misión tiene su fin último en la participación de los hombres en la
comunión que existe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

"La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se


implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y
el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión.
Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une la Iglesia y el que la envía
a predicar el Evangelio ' hasta los confines de la tierra' (Hech 1,8) (C.L. 32).

La Iglesia ha recibido la misión de anunciar el reino de Cristo. (L.G. 1). La MISIÓN DE


LA IGLESIA, SU RAZÓN DE SER, SE PUEDE RESUMIR EN UNA PALABRA: EVANGELIZAR

Evangelizar constituye , en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su


identidad más profunda: Ella existe para evangelizar"(E.N. 14).

En el Capítulo Primero de este Manual Básico hemos desarrollado con mayor


detenimiento el tema de la Evangelización. No se nos olvide tener siempre muy claro
cual es el contenido esencial de la Evangelización. No podemos traicionarlo.

La evangelización recordemos aquí, es un proceso complejo, dinámico, en etapas, que


deben cumplirse todas, pero en orden, es decir, empezando por la proclamación del
"nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret,
Hijo de Dios" (E.N. 22), y cumpliendo cabalmente sus objetivos

Tengamos muy presente que el contenido esencial de la evangelización es y seguirá


siendo:

la Salvación ofrecida a todo hombre

en Jesús de Nazaret,

por la Gracia y misericordia de Dios.

"Por su propia misión, 'la Iglesia... avanza junto con toda la humanidad y experimenta
la misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de la sociedad
humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios' (G.S.
40). El esfuerzo misionero exige entonces la paciencia. Comienza con el anuncio del
Evangelio a los pueblos y a los grupos que aún no creen en Cristo (cfr. RM 42-47);
continua con el establecimiento de comunidades cristianas, 'signo de la presencia de
Dios en el mundo' (A.G. 15), y en la fundación de Iglesias locales (cfr. RM 48-49); se
implica en un proceso de inculturación para así encarnar el Evangelio en las culturas
de los pueblos (cfr. RM 52-54)." (C.C. 854)

Jesús prometió a sus discípulos estar con ellos hasta el fin de los tiempos. Ha enviado
a la Iglesia para que sea principio y germen del Reino de Dios, para anunciar y ser
testigo de su muerte y resurrección hasta los últimos días

"En verdad, el imperativo de Jesús : "Id y predicad el Evangelio" mantiene siempre


vivo su valor, y está cargado de una urgencia que no puede decaer. Sin embargo, la
actual situación, no sólo del mundo, si no también de tantas partes de la Iglesia, exige
absolutamente que la palabra de Cristo reciba una obediencia más rápida y generosa.
Cada discípulo es llamado en primera persona; ningún discípulo puede escamotear su
propia respuesta: 'Ay de mí si no predicara el Evangelio' (1 Co 9, 16) (CL 33).

5.4.9. para que el hombre descubra en Jesús el culmen de todas sus


aspiraciones
La Iglesia, en su tarea de propagar el Reino de Dios aquí en la Tierra, es apostólica,
pues permanece en comunión de Fe y de Vida con sus orígenes, Pedro y los demás
apóstoles.

"Todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, participan de la


misión de la Iglesia, y cualquiera actividad realizada con el fin de llevarla a cabo es
conocida como "apostolado", de tal manera que la "vocación cristiana, por naturaleza,
es también vocación al apostolado" (AA2).

"El deber y el derecho del seglar al apostolado deriva de su misma unión con Cristo
Cabeza. Insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la
confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, es el mismo Señor el que los destina al
apostolado" (AA3).

"El apostolado se ejerce en la fe, en la esperanza y en la caridad que el Espíritu Santo


difunde en el corazón de todos los hijos de la Iglesia" (AA 3).

Cristo mismo es la fuente y origen de todo el apostolado en la Iglesia, y es por eso que
la fecundidad del apostolado, depende de la unión que se tenga con Cristo. Es por la
acción del Espíritu Santo, quien distribuye sus dones según su voluntad, que los fieles
de acuerdo a la gracia recibida, la ponen al servicio de los demás, para construir el
cuerpo de Cristo.

La unión íntima con Cristo se logra principalmente en los Sacramentos, de la vida de


oración y sacrificio. Es necesario que los jóvenes apóstoles participen de estos medios,
que Dios nos ofrece, para que, al cumplir como es debido las obligaciones del mundo,
no rompamos la unión con Cristo y nunca vivamos el divorcio entre FE y VIDA, que
desgraciadamente se ve con frecuencia.

"Es necesario que los seglares avancen por este camino de santidad con espíritu
decidido y alegre, esforzándose por superar las dificultades con prudente paciencia."
(AA 4)

5.4.10. Comprometidos con la Promoción Humana

"Puesto que la Iglesia es consciente de que el hombre -no el hombre abstracto, sino el
hombre concreto e histórico- 'es el primer camino que ella debe recorrer en el
cumplimiento de su misión' (Redemptor Hominis, 14),

"La promoción humana implica actividades que ayudan a despertar la conciencia del
hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo para ser protagonista de
su propio desarrollo humano y cristiano. Educa para la convivencia, da impulso a la
organización, fomenta la comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la
comunión y a la participación." (D.P. 477)

" La verdadera promoción humana ha de respetar siempre la verdad sobre Dios y la


verdad sobre el hombre, los derechos de Dios y los derechos del hombre" ((Discurso
inaugural de Juan Pablo II, S.D. 13).
la promoción humana ha de ser consecuencia lógica de la Evangelización, la cual
tiende a la liberación integral de la persona" (cfr. E.N. 29-39) (Discurso inaugural de
Juan Pablo II, S.D. 13).

La Iglesia busca a través de la Evangelización, la conversión de corazón y de mente,


por la fuerza liberadora del mensaje que ella proclama : dicho cambio en la persona
logra que ella misma reconozca su dignidad y la dispone a la solidaridad, al
compromiso y al servicio de los hermanos.

Estamos frente al problema de la dignidad, "dignidad que no se perdió por la herida


del pecado, sino que fue exaltada por la compasión de Dios, que se revela en el
corazón de Jesucristo (Cf Mn 6, 34). La solidaridad cristiana, por ello, es ciertamente
servicio a los necesitados, pero sobre todo es fidelidad a Dios. Esto fundamenta lo
íntimo de la relación entre evangelización y promoción humana (cfr. E.N. 31)" (S.D.
159). No olvidemos que, "el joven con las actitudes de Cristo, promueve y defiende la
dignidad de la persona humana" (D.P. 1185)

Son pues la solidaridad y la promoción humana la consecuencia lógica entre la Fe en


Dios y el amor a los hermanos.

"Hermanos ¿qué provecho saca uno cuando dice que tiene fe, pero no lo demuestra
con su manera de actuar? ¿acaso lo puede salvar su fe? Si a un hermano o a una
hermana les falta la ropa y el pan de cada día, y uno ustedes les dice: 'Que les vaya
bien; que no sientan frío ni hambre' sin darles lo que necesitan, ¿de qué les sirve? Así
pasa con la Fe: si no se demuestra por la manera de actuar, está completamente
muerta..." Ya lo ven: son las obras las que hacen justo al hombre y no sólo la Fe."
(Stgo 2, 14-17. 24).

En los documentos de la Iglesia encontramos que la promoción humana tiene que


llevar al hombre y a la mujer a pasar de condiciones menos humanas a condiciones
cada ves más humanas configurándonos todos cada día mejor con Jesucristo, que es la
medida de todo hombre.

5.5. ACOMPAÑADOS DE MARÍA

5.5.1. Madre de Jesús, Madre de Dios

Para que la plenitud del amor de Dios se manifestara entre los hombres, era necesario
valerse de un criatura. Necesitaba "formarle un cuerpo". Toda la carta a los Hebreos
nos ayuda a comprender el sentido de la humanidad de Jesús. Es a través de una
Virgen donde el Verbo se encarna por la acción del Espíritu Santo. "Y el nombre de la
Virgen era María" (cfr Lc 1, 26).

Dios ha querido que precediera al Misterio de la Encarnación, la aceptación de aquella


mujer, que Dios había escogido para ser la Madre de su Hijo desde toda la eternidad.
Así como por la desobediencia de una mujer "Eva" entró la muerte, así también por la
OBEDIENCIA DE LA FE entra la nueva alianza para el hombre, se inaugura el nuevo
plan de Salvación; por María se hace presente la nueva vida para los hombres.
El saludo del Ángel Gabriel, anuncia el papel importante de María en la Historia de
Salvación, Ella es la "llena de Gracia", y era necesario que Dios estuviera totalmente
presente en su persona, la llenara de todos los dones necesarios de acuerdo a la
Misión que Dios le pedía a María. Ser Madre de Jesús, Ser Madre de Dios.

María contesta "he aquí a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,
37-38). Y a partir de ese momento "fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad
salvífica de Dios con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno se
consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su
hijo, sirviendo al Misterio de la redención con El y bajo El, por la gracia de Dios
omnipotente". (L.G. 56)

La concepción de Jesús, es un hecho sobrenatural, gracias a la acción del Espíritu


Santo. María ha sido declarada desde antiguo como la siempre Virgen María. Virgen
antes, durante y después del parto. Este suceso nos manifiesta la "iniciativa absoluta
de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios (cfr. Lc.2,48-49).
La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre... ;
consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en nuestra
humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas (C.C. 503).

La Virgen María es la Madre de Dios, su maternidad y su virginidad son el signo de su


Fe " no adulterada por duda alguna" (L.G. 63) y de su entrega total a la voluntad de
Dios (Cfr C. C. 506).

5.5. 2. Madre de todos nosotros.

La maternidad de María se extiende a todos los hombres , Cristo se ha hecho hombre


para la salvación de la humanidad, Él es el primero de muchos hermanos, al ser María
Madre de Jesús, también es nuestra Madre.

"Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los
hijos de Adopción en el Espíritu Santo por la Fe. "¿Cómo sería eso?" (Lc. 1,34; cfr.
Jn.3,9). La participación de la vida divina no nace 'de la sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de hombre, sino de Dios' (Jn.1,13). La acogida de esta vida es virginal
porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación
humana con relación a Dios (cfr. 2 Cor. 11,2) se lleva a cabo perfectamente en la
maternidad virginal de María." (C.C. 5055).

María Madre de Cristo es también Madre de la Iglesia. Así como María dio a luz a Cristo
en el mundo, así también lo realiza en el momento de la pasión, da a luz a Cristo en la
Iglesia. María es la verdadera Madre de Dios, y Madre de todos aquellos hermanos de
Cristo, de todos aquellos que se han congregado por amor a su Hijo.

La bienaventurada Virgen María "avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo


fielmente la unión con su hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie,
sufrió intensamente con su hijo y se unió con corazón de madre que, llena de amor,
daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente,
Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como Madre al discípulo con estas Palabras:
'Mujer, ahí tienes a tu hijo'"(L.G. 58). Con estas palabras el Señor Jesús, en la persona
de Juan, nos ha entregado a la Madre de Dios, como Madre de Nosotros, la Iglesia,
como Madre de todos sus discípulos, los discípulos de Jesús.

"Jesús, al ver a la Madre, y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre:
'Mujer, ahí tienes a tu hijo'. Después dijo al discípulo: 'Ahí tienes a tu Madre'. Desde
ese momento, el discípulo se la llevó a su casa. (Jn 19, 26-27).

"Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al


Padre, padeciendo con su Hijo, mientras El moría en la cruz, cooperó en forma del
todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza, y la encendida caridad, en la
restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en
el orden de la Gracia" (L.G. 61).

"Y esta Maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el
momento en que prestó fiel asentimiento en la Asunción, y lo mantuvo sin vacilación
al pie de la cruz hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez
recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por
su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación. Por su amor materno cuida
de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y
luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz." (L.G. 62).

Como nuestra Madre, Ella nos cuida en todo momento y en los acontecimientos
importantes de la Historia de la Humanidad se ha hecho presente como respuesta de
una Madre ante las necesidades de sus hijos.

En la Iglesia Naciente vemos como, después de que Jesús sube al cielo, los discípulos
reconocen en la persona de María, a la criatura más parecida a su Maestro. Leemos,
en efecto, en los Hechos de los Apóstoles que "todos ellos perseveraban en la oración
y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de
Jesús, y de sus hermanos" (Hch 1, 14). Es así como estuvo presente en Pentecostés
cuando Jesús derramó el Espíritu Santo y manifestó solemnemente el misterio de la
salvación humana.

Esto nos está indicando cómo los discípulos reconocían en ella a la Madre de Dios y
Madre suya, así como al mismo tiempo a quien era modelo del discípulo. Es por eso,
sin duda alguna, que se congregaban en torno a María.

María, madre de Jesús, ha desempeñado un papel importante y decisivo en la Iglesia.


Ya en sus principios, cuando los apóstoles trataron de recapacitar sobre todo lo que
habían visto y oído, María, único testigo de la Anunciación y de la Vida Oculta de Jesús,
les ayudó a entender el misterio de su personalidad divina y a comprender el mensaje
que deberían anunciar.

En Pentecostés también esta presente la Virgen María. A lo largo de la Historia de la


Iglesia, a través de este peregrinar de la humanidad, Ella, la Madre de Dios, Madre de
la Iglesia y Madre de cada uno de nosotros, siempre ha estado presente. Una y otra
vez intercede ante su Hijo y va dando respuesta a los diversos problemas del género
humano. En parte, este es el sentido de sus apariciones, a saber, acompañar a la
Iglesia, servir a la humanidad. Veamos tres ejemplos que nos interesan:
 Tepeyac, México.(1531) Cuando se ha descubierto un Nuevo Continente y hay
confusión; cuando se conquista, pero también se quiere evangelizar, surge la
presencia de María como la Estrella de la Evangelización. Se le presenta a un Indígena,
Juan Diego, y le dice:

" ... es nada lo que te asusta y te aflige, no se turbe tu


corazón, no temas a esa enfermedad, ¿No estoy yo aquí que
soy tu Madre? ¿ No soy yo tu salud? ¿No estas por fortuna bajo
mi protección? ¿Que más has de necesitar"

 Lourdes , Francia (1857) Cuando surge el Movimiento de la Ilustración, a


saber, Ideas no cristianas en favor de los placeres humanos, en donde se
niega la existencia de Dios, María se declara como la inmaculada
concepción, y nos pide ser santos e inmaculados ante Dios.

 Fátima, Portugal. (1917) Revolución Rusa y la 1ª Guerra Mundial. Inicio


del Comunismo. María nos pide rezar el Rosario por la conversión del
Pueblo Ruso.

"Su figura maternal fue decisiva para que los hombres y mujeres de América Latina se
reconocieran en su dignidad de Hijos de Dios. María es el sello distintivo de la cultura
de nuestro continente. Madre y educadora del naciente pueblo latinoamericano, en
Santa María de Guadalupe, a través del Beato Juan Diego, se 'ofrece un gran ejemplo
de Evangelización perfectamente inculturada' (Juan Pablo II, Discurso Inaugural, 24).
Nos ha precedido en la peregrinación de la fe y en el camino a la gloria, y acompaña a
nuestros pueblos que la invocan con amor hasta que nos encontremos definitivamente
con su Hijo. Con alegría y agradecimiento acogemos el don inmenso de su
maternidad, su ternura y protección, y aspiramos a amarla del mismo modo como
Jesucristo la amó. Por eso la invocamos como Estrella de la Primero y de la Nueva
Evangelización" (S.D. 15).

5.5. 3. En Ella descubrimos el valor del servicio, de la sencillez, de la


humildad y de la fortaleza.

La cooperación de la Madre de la Iglesia en el desarrollo de la vida divina de las almas


no se agota en su intersección ante su Hijo. Ella ejerce además sobre los hombres
redimidos otro influencia, es un ejemplo, un modelo para el cristiano.

Dice el dicho "las palabras mueven pero el ejemplo arrastra". El ejemplo de María
atrae irresistiblemente a los fieles a la imitación del modelo divino, Jesucristo, de quien
la Virgen es la más pura y fiel imagen.

El Evangelio de Lucas nos narra el momento de la anunciación. El Ángel saluda a María


como "Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo" (Lc 1, 28). Estas palabras la
impresionaron mucho, no entendía qué querían decir. Dios respeta tanto la libertad del
hombre, que le pregunta a María, si quiere ser la Madre del Salvador del mundo. Tal
vez en esos momentos María no entendía nada, había un contraste entre los planes de
ella y los de Dios.
Se establece un diálogo entre María y el Ángel, y al termino del mismo María se
declara como la esclava de Dios: "Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que
has dicho" (Lc 1, 38). Abre su corazón a la voluntad de Dios, acoge a plenitud su
designio, es un profundo acto de humildad, de madurez en la Fe y un inmenso amor a
Dios y a la humanidad.

Escuchó, preguntó, pero se hizo la servidora de Dios. No en el sentido en que muchos


piensan que Dios no toma en cuenta a los hombres; que los usa realmente como un
instrumento. María es el ejemplo de como Dios quiere relacionarse con los hombres.
Primero respeta la libertad de la persona, y se entrega todo Él, para amar a la persona.
Dios no quería un robot sin voluntad, Él buscaba una Madre para su Hijo.

La postura de María no es una falsa humildad, es por el contrario todo un acto de


abandono y entrega a su Creador. Así es María: "La servidora". En la anunciación María
se hace sierva de Dios; ella es quien sirve en todo momento; su vida fue un continuo
entregarse por amor a Dios y a los hombres.

"La escritura la muestra como la que, yendo a servir a Isabel en la circunstancia del
parto, le hace el servicio mucho mayor de anunciarle el Evangelio con las palabras del
Magnificat. En Caná está atenta a las necesidades de la fiesta y su intercesión provoca
la fe de los discípulos que 'creyeron en ÉL' (Jn 2, 11) Todo su servicio a los hombres es
abrirlos al Evangelio e invitarlos a su obediencia: 'Haced lo que Él les diga' (Jn.2,5)"
(D.P. 300).

Después del saludo del ángel cambia la vida de María, quien no pierde la paz interior.
No se pone soberbia, ni intenta presumir por esa gracia tan esperada por todas las
mujeres de Israel y que Dios le ha regalado a Ella. Se siente y actúa como "la Esclava
del Señor". Y bien sabemos que el esclavo es precisamente aquel que pertenece
totalmente a su dueño.

María sabe que es llena de gracia y esta certeza la lleva a vivir un mayor
anonadamiento, mayor actitud de dependencia y aceptación de la voluntad de Dios.

María acoge la Palabra de Dios como algo maravilloso, porque ella ya vive para Dios. Y
si El es su dueño y ella esclava, aceptarlo y obedecerlo es lo normal. Esto ya para ella
es tan habitual, que la voluntad de Dios y la suya son una sola. Obedece sin
condiciones. Por esto la asocia al Misterio de la Redención del hombre. La Madre y su
Hijo (Jesús) le obedecen al Padre con mucho amor y es posible la liberación del
hombre. Entonces, Dios deja de estar distante para estar cerca: "El Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1, 14). María obedece... Dios se Encarna... el
hombre es Redimido. Vivamos así nosotros. Dios nos quiere dispuestos a obedecerle,
para construir con nosotros el Reino. María nos enseña cómo hacerlo si queremos
aprender.

Imitar la fe de María es aceptar en la propia vida la persona de Cristo, su proyecto, sus


criterios, sus puntos de vista, sus cuestionamientos, su jerarquía de valores, su amor
al Padre y al Hermano; su forma de ver las cosas, su manera de juzgar y el proceso
para resolver un problema o conflicto. Imitar la fe de María es fiarnos plenamente de
Dios en todas las circunstancias de la vida. Es darle a El, como María, el primer lugar
en nuestra vida, en nuestro corazón.
Como ninguna otra criatura, María AMA Señalábamos hace un momento cómo su amor
a Dios lo muestra ella en la aceptación total de su voluntad. Y si el amor a Dios es de
verdad grande, entonces es capaz de incomodarse para pensar en sus hermanos. Así,
nos narra el Evangelio que, cuando comenzó su embarazo, partió apresuradamente
para donde su prima Isabel, con quien permaneció cerca de tres meses. (Cf. Lc. 1,
39.56). El amor siempre tiene una expresión concreta: pensar en el otro, ser solidario,
ayudar, adelantarse a sus necesidades, perdonar, tolerar, servir. Cuantas cosas nos
enseña María en su actitud de buscar al mas necesitado para ayudarlo. Santa Isabel
era persona de edad avanzada y ya tenia seis meses de embarazo (Cf. Lc. 1, 36),
realmente reclamaba ayuda y colaboración. Se adelanta para ofrecerle fraternalmente
su servicio. Quien ama sinceramente, hace lo mismo, porque el amor es ingenioso.

Tenemos otro texto del Evangelio que nos muestra a María en actitud también de
verdadero amor, las bodas de Caná. Aquí , ella advierte que se han quedado sin vino
en un momento mas importante de la fiesta (Cf. Jn. 2, 4-5). Sin hacer críticas, se
acerca a Jesús para interceder. Su confianza y seguridad en El, hacen que comience
los milagros, cuando aun no había llegado la hora. No se quedó indiferente ante la
posibilidad de que los novios pasaran un mal rato. Para María, nuestras carencias la
acercan más a nosotros. Cuando algo falta, está lista para ayudarnos a superar esos
vacíos.

María es la gran servidora de la humanidad. Ofrece el servicio más grande que conoce
la Historia, porque le da Jesús al mundo. Amar como ama María, nos exige: escuchar,
obedecer aceptando la voluntad de aquél que lo puede todo y entregarnos a los
hombres por amor a Dios y a ellos.

María la Madre de Dios, con un corazón generoso se consagró como la esclava del
Señor. Fue un instrumento que cooperó para la salvación del mundo por la libre fe y
obediencia. Así como la obediencia de Jesús nos trae la salvación, por María Dios quiso
que la mujer también participará de una manera muy especial en la redención, así
como había participado en la caída del género humano. Si la muerte vino por Eva, la
vida vino por María.

"María, llevada a la máxima participación con Cristo, es la colaboradora estrecha en su


obra. Ella fue 'algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de
religiosidad alienante ' (M.C. 37). No es sólo el fruto admirable de la redención; es
también la cooperadora activa. En María se manifiesta preclaramente que Cristo no
anula la creatividad de quienes le siguen. Ella, asociada a Cristo, desarrolla todas sus
capacidades y responsabilidades humanas, hasta llega a ser la nueva Eva junto al
nuevo Adán. María , por su cooperación libre en la nueva Alianza de Cristo, es junto a
El protagonista de la historia. Por esta comunión y participación, la Virgen Inmaculada
vive ahora inmersa en el misterio de la Trinidad, alabando la gloria de Dios e
intercediendo por los hombres" (D.P. 293).

Su oración es constante y universal: en ella da gracias a Dios, porque ha hecho obras


grandes, porque ha mirado la pequeñez de su esclava; derribó del trono a los
poderosos y elevó a los humildes; se compadece de los hambrientos y despide a los
ricos con las manos vacías. Agradece que haya socorrido a Israel, su pueblo (Cf. Lc.1,
46ss).
La oración de María es un encuentro con ella misma y con Dios. Con ella misma,
porque humildemente reconoce que gracias a cuanto el Todopoderoso ha hecho con
ella, todas las generaciones la proclamaran Bienaventurada; con Dios, porque dialoga
con El, de su propia experiencia, pero también de la experiencia del pueblo; porque
reconoce la misericordia en favor de Abraham y su descendencia para siempre.

Su diálogo no se centra en los acontecimientos del día o de su pequeño mundo


familiar o personal, sino en la historia de su pueblo. Es mujer del pueblo cuando ora.
Es bello reconocer a María orante como la Esclava del Señor, así como ha vivido. Por
eso su oración es coherente. Ora como vive y vive como ora.

Como buena judía, va a Jerusalén a celebrar las fiestas del pueblo, asiste puntual a la
sinagoga En el cenáculo, cuando los apóstoles, todavía cobardes, esperaban al Espíritu
Santo, María, la mujer del pueblo, ora con ellos; sostiene su fe débil, alimenta su
esperanza y fortifica los vínculos de fraternidad. Está en medio de ellos como la fiel
creyente, para pedir la fuerza del Espíritu para el cuerpo de su Hijo, la Iglesia (Cf.
Madre del Redentor No. 26).

Descubramos en María, a nuestra Maestra de Oración. Ella es la joven que todo lo


cree, todo lo espera, todo lo alcanza; gracias a esta íntima unión que tiene con su Hijo.
Ella necesitaba mucho menos que nosotros y ora siempre. Hagamos lo mismo, porque
el mundo nos necesita revestidos también con la fuerza del Espíritu. Necesitamos la
gracia de Dios, para saber rechazar el mal y la mentira. Para sostenernos como
jóvenes católicos, en el esfuerzo por construir la civilización del amor y para
superamos siempre como hijos de Dios.

Qué interesante para nosotros contemplar a María como mujer libre, cuando toma sus
decisiones. Ella decide cambiar los planes en los cuales estaba comprometida su vida
afectiva y su futuro, sin dejarse manipular por su novio y por otras circunstancias. En
esa decisión fundamental, fue ella misma. Aunque ya estaba comprometida con José,
dice si a Dios, con total autonomía, sin dejarse condicionar por su ambiente.

María es una mujer de fe y la fe es liberadora, porque Dios, en quien creemos,


transforma y lleva a la plenitud del amor y de la verdad. "Y la verdad nos hace libres"
(cfr. Jn. 8, 32).

Cuando Dios entra en una persona, la transforma desde dentro, destruye en ella las
raíces del mal y la libera. Quien vive como María, destruye en si los poderes que
envanecen y las fuerzas que esclavizan. María es el modelo del cristiano, su trabajo y
amor a Dios, la llevan a ser ignorada y oculta, pero con una entrega y servicio
efectivo. En el Evangelio encontramos otros textos que nos hablan de María como
modelo de otras virtudes. Veámoslas:

 Piedad hacia Dios, pronta a cumplir sus deberes religiosos (Cf. Lc. 2, 21. 22-
40. 41).

 Gratitud por los bienes recibidos (Lc. 1, 46-49), que ofrece en el templo (Lc. 2,
22-24).
 Fortaleza en el destierro (Cf. Mt 2,13-23); en el dolor (Cf. Jn.19, 25; Lc. 2, 34-
35).

 Pobreza y confianza en el Señor (Cf. Lc. 1, 48; 2, 24).

 Pureza virginal (Cf. Mt 1,18-25; Lc. 1, 26-38; M.C. No. 57).

5.5. 4. En ella se cumplen las promesas de Dios: Feliz la que ha creído

María esta íntimamente ligada a su Hijo, en ella " todo está referido a Cristo y todo
depende de él" (M.C. 25). Desde el momento de la anunciación hasta la misma
Ascensión de Jesús a los cielos. Ella comparte todo con Él, para la salvación de los
hombres: el dolor de la cruz y la gloria de la resurrección. Es exaltada por su Hijo y por
los hombres, reconociéndola como la Madre de Nuestro Señor, y dándole el lugar que
se merece.

María es lo más parecido a Cristo; en ella se cumple la bienaventuranza mayor: "feliz


tú que has creído" (Lc 1, 45). El Magnificat es espejo del alma de María, es un poema
que ella recita, en el cual se mira la culminación de la espiritualidad de los pobres de
Yahvé y se prepara el Evangelio de Cristo.

Celebra todo mis ser la grandeza del Señor

y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva

porque quiso mirar la condición humilde de su esclava,

en adelante todos los hombres dirán que soy dichosa

porque ha hecho en mí maravillas. (Lc.1, 46-48).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice como el camino de María, es el camino de


su Hijo, camino que la Iglesia debe recorrer.

"Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino,


no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo
que es la Iglesia en su Misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de
su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en
comunión con todos los santos" (L.G. 69), aquella a quien la Iglesia venera como la
Madre de su Señor y como su propia Madre:" (C.C. 972).

También el Vaticano II nos habla de la figura de MAría:

"Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la


imagen y comienzo de la Iglesia que llegara a su plenitud en el siglo futuro. También
en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en su
marcha. Como señal de esperanza cierta y de consuelo (cfr. 2 Pe.3,10)" (L.G. 68).

En la Virgen María la Iglesia ha llegado a su perfección, es modelo de vida y esperanza


para el creyente. Es María quien logra la máxima realización; es el culmen y resumen
de las esperanzas de la Iglesia y las promesas de Dios a la humanidad. Desde la
encarnación quedó unida en Cristo toda la humanidad. El hombre, por la encarnación,
la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, ha sido redimido y ha recobrado la
dignidad de Hijo de Dios. De esa manera María, por ser Madre del Salvador, está
íntimamente unida a la Redención del hombre y en Ella, asunta al Cielo, está la
Esperanza cierta de la gloria celestial, que Dios tiene preparada a todos aquellos que
le aman.

5.5. 5. Ella acompaña y da fuerza a la evangelización.

María con su oración dio comienzo en aquél Pentecostés a la Evangelización del


mundo. Desde entonces y hasta nuestros tiempos en que el Papa nos llama a una
Nueva Evangelización, siempre ha estado acompañando a la Iglesia en esta tarea tan
apremiante. En todas y cada una de las tareas que la Iglesia realice para proclamar a
su Hijo y hacer presente el Reino de Dios, María esta ahí.

"Sea ella la estrella de la Evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al


mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles y
llenos de esperanza" (E.N. 81).

6. ¿ COMO DEBE REALIZARSE LA JORNADA ?

6.1 Con la Fuerza del Espíritu Santo.

"No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo" (E.N. 75).

El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización. Él es el que nos impulsa a


nosotros a anunciar el Evangelio, y quien hace que el joven que ha participado en una
Jornada lo acepte y lo acoja.

El Espíritu Santo es quien realiza la conversión en cada persona y el que suscita el que
verdaderamente podamos ser santos, de verdad fieles al Señor Jesús.

El Espíritu Santo pone en el Auxiliar palabras que por sí solo no podría encontrar. Es a
través de la acción del Espíritu Santo que el mensaje evangelizador deja de ser un
mero conjunto de palabras que por sí solas nada o poco lograrían, para convertirlas en
Vida. El Espíritu Santo dispone el alma de quien escucha abriéndola para que acoja la
Buena Nueva de Jesús y la comprenda. Sin El no somos capaces de amarla ; sin el
Espíritu Santo los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas y psicológicas
se revelan pronto vacíos y desprovistos del verdadero valor.

Nosotros, miembros del M.J.V.C., conscientes de que nuestro Movimiento es un


Movimiento de Iglesia y de que nosotros mismos siempre en proceso de seguir
evangelizándonos somos evangelizadores de los jóvenes queremos confiar más y más
en la fuerza del Espíritu Santo, ya que sabemos muy bien que es El quien comprende
al joven y actúa en su corazón. Conocemos nuestra fragilidad y por eso confiamos en
Aquél que todo lo puede.
Al capacitarnos humana e intelectualmente para nuestra misión evangelizadora,
haciendo nuestras en forma responsable las técnicas y contenidos necesarios para
evangelizar, no dejamos de invocar y abrirnos a la acción del Espíritu Santo, para que
sea El quien guíe nuestro trabajo y servicio.

Confiar en el Espíritu Santo es ser sensibles a la acción de ese Espíritu en nosotros


mismos, ya que sabemos que El nos santifica y capacita para la misión. Es El quien da
vida a nuestro servicio de Iglesia. En los momentos de mayor dificultad es cuando más
debemos estar dispuestos a abandonarnos en El.

El Espíritu Santo es quien inspira todos nuestros esfuerzos apostólicos y los lleva a
plenitud. El da testimonio de Jesús en nuestra época y nos confirma como sus testigos.
Testigos de su Señorío entre nosotros y testigos transparentes de Su Evangelio de
Amor. El sigue suscitando en cada una de nuestras Jornadas nuevos testigos jóvenes.
Muchachas y muchachos valientes, audaces y alegres, testigos una vez más de la
Gracia Divina presente en su mundo.

6.2 Con las Actitudes de María.

El Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana siempre ha querido desempeñar su misión


evangelizadora al estilo de María. Ella siempre ha dicho sí a Dios. Es la humilde
esclava del Señor, quien se alegra por su venida y lo acoge con confianza y fe. Ella
guarda en su corazón todas las Palabras de su hijo y las medita. Es Ella precisamente
quien, en las Bodas de Caná, suscita con su intercesión, la acción salvadora del Señor.
María nos lleva siempre a Jesús y nos indica hacer " lo que El nos diga" (cfr. Jn 2,5 ).

Desconocida y oculta, asidua en la oración, se hace servidora de todos y a todos


ayuda a alcanzar el perdón y la salvación. Es mediadora de la Gracia.

Llena de Gracia, está unida a su Hijo y está presente siempre en el Movimiento. Ella
está con nosotros; camina con el M.J.V.C. y es un ejemplo a seguir. María nos
acompaña al encuentro con su Hijo; nos ayuda a ser discípulos fieles de Cristo. Es la
mujer creyente; la mujer fiel.

Al igual que María, el joven del M.J.V.C. se esfuerza por ser servidor de todos en la gran
tarea de la evangelización. Como Ella, nosotros tratamos de ser desconocidos y
ocultos a los ojos del mundo, para que Jesús aparezca como Señor y Salvador.

El Auxiliar de Jornadas se esfuerza por vivir, aspirar y respirar el espíritu de María:


Espíritu de humildad, de abnegación, de unión intima con Dios y de caridad fraterna.
Desea imitar su forma de ser y de obrar, de pensar y de juzgar. Todos queremos vivir
el Evangelio al estilo de María. María supo estar presente al pie de la Cruz. Acompañó
a la Iglesia el día de Pentecostés. y la sigue acompañando hasta el final de los
tiempos.

6.3 Testigos fieles de la Buena Nueva.


Jóvenes evangelizadores tenemos que ser fieles al mensaje de la Buena Nueva. Es
fundamental encarnarlo primero en nuestro corazón, hacerlo nuestra razón propia de
ser y vivirlo con fidelidad. Únicamente así podremos anunciarlo y compartirlo sin
mentiras ni engaños.

Somos conscientes de que "hay un contenido esencial, una sustancia viva, que no se
puede modificar ni pasar por alto sin desnaturalizar gravemente la evangelización
misma" (E.N. 25).

En este mismo capítulo, en el numero 4 " ¿Que implicaciones tiene la Buena Nueva?"
hemos tratado de dejar claro el contenido fundamental de la Evangelización y por
tanto de la Jornada. Tenemos "una sola Fe, un solo Señor, un solo Bautismo, un solo
Dios y Padre" (Ef 4,4-6). Siguiendo a San Ireneo afirmamos una vez más que "esta fe
que hemos recibido de la Iglesia la guardamos con cuidado" (Adv. Haer. 3,24,1).

Como Movimiento evangelizador del joven por el joven, nosotros, Movimiento de


Jornadas de Vida Cristiana, queremos ser fieles al mandato de Jesús "vayan y
prediquen a todos los pueblos" Queremos ir a los más alejados de la influencia del
Evangelio. Junto con nuestra Iglesia queremos conservar integro el contenido de la Fe,
sin desvirtuarlo ni cambiarlo. Proclamamos con claridad la voluntad salvífica de Dios
Padre que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
Verdad".(I Tim.2,3-4)

Conservando con cuidado la Fe que hemos recibido de la Iglesia, nosotros, el M.J.V.C.


nos esforzamos por adaptarla a la mentalidad de los jóvenes de hoy, pero sin que esa
adaptación implique, en modo alguno, ni una expresión ni un anuncio de un Evangelio
incompleto. Queremos vivir con fidelidad la Nueva Evangelización. Con la Iglesia
somos guardianes de la Palabra de Dios y de la Tradición, y por lo tanto, no tenemos
derecho a mutilarlas en ninguna circunstancia ni ante ningún auditorio.

Queremos conocer y amar el contenido de la evangelización; nos. sentimos


responsables de algo que no hemos inventado y de lo cual no somos propietarios para
manejar a nuestro antojo, sino de lo que Jesús mismo y su Iglesia nos han confiado;
deseamos conservar el Evangelio con fidelidad y que dé fruto abundante en muchos
jóvenes a nuestro alrededor. Hemos descubierto en la Tradición y en el Magisterio la
interpretación auténtica del Mensaje de Jesús. Cuando adaptamos el mensaje a la
mentalidad y a la cultura de nuestros oyentes, lo único que deseamos es salvaguardar
la integridad de la Fe.

6.4 Con la alegría y gozo del Evangelio.

"Yo les he dicho todas estas cosas para que participen en mi alegría y sean
plenamente felices " (Jn 15,11) Juan Pablo II lo actualiza diciéndonos "¡que esta Buena
Nueva de Jesús sea siempre vuestra alegría! ¡ Que su Evangelio penetre siempre con
su luz y su fuerza! ¡ Que sea vuestra salvación !"

En el M.J.V.C. anunciamos la Buena Nueva, anunciamos una Gran Noticia que nos
entusiasma, amamos y nos llena de alegría. Vivimos con verdadero gozo la Vida Nueva
en Cristo Jesús. Sí, nos gozamos de verdad con la Gracia de Dios.
Como jóvenes evangelizadores que somos, debemos ser mensajeros de esperanza y
alegría, dejando que la Buena Nueva de Jesús irradie nuestros corazones. Debemos
estar alegres :

Porque Cristo ha venido al mundo;

porque Jesús ha muerto en la Cruz;

porque resucitó de entre los muertos;

porque nos hace hijos del Padre por el Bautismo;

porque borra nuestros pecados por medio de la


reconciliación;

porque Jesús ha venido a liberarnos de cualquier


esclavitud ;

porque infunde en nosotros su Gracia Divina;

porque El es dueño y Señor de nuestras vidas.

Nosotros, jóvenes que evangelizamos a otros jóvenes debemos ser testigos de esta
alegría y de este gozo que sobrepasa todo entendimiento. También nosotros, al igual
que los ángeles la noche del nacimiento de nuestro Salvador, anunciamos "una Gran
Alegría" (Lc 2,10) a la juventud de hoy y de todos los tiempos.

6.5 Abiertos a la Esperanza ante la realidad que vivimos.

"Jóvenes, no perdáis la esperanza, sois peregrinos de esperanza" (Juan Pablo II, S. Juan
de los Lagos, 1990, nº 179).

Jóvenes evangelizadores, debemos ser mensajeros de la esperanza. Nuestra


esperanza es Cristo. " No tengan miedo, Cristo vive " no se cansa de repetir Juan Pablo
II. En Jerusalén, el Sepulcro está vacío. Cristo vive y va un paso adelante de nosotros
en la Historia haciendo con nosotros, y muchas veces a pesar de nosotros, un mundo
nuevo. El mundo será nuevo si "yo soy nuevo".

Una muchacha después de haber hecho su Jornada, a sus 17 años de vida, afirma en
una canción suya, no estar de acuerdo con la realidad del mundo del cual ella forma
parte. Y se cuestiona: "¿Por qué? ¿Por qué? me pregunto yo ¿Por qué? Puedes acaso
responder pues no encuentro explicación". Y continúa : "Pero sé que un día. el amor
triunfará. Yo estoy segura de que sucederá. Aunque ese día no me encuentre yo aquí
para ver si es verdad". Ella conoció a Cristo en su Jornada. Le abrió su corazón lleno de
su esperanza juvenil.

Muchacha de esperanza, sabe sin embargo que es Cristo, el Hombre Nuevo, quien
hace nuevo al joven y nueva a la joven de hoy. Esperamos un mundo nuevo; lo
estamos construyendo ya." No tengas miedo; Cristo vive".
6.6. Creyendo en la fuerza del auténtico encuentro con Jesús.

"Es preciso anunciar de tal manera a Jesús que el encuentro con El lleve al
reconocimiento del pecado en la propia vida y a la conversión, en una experiencia
profunda de la Gracia del Espíritu recibida en el Bautismo y en la Confirmación" (S.D.
46).

Habiendo encontrado a Jesús no nos queda otra salida que, como al Apóstol Andrés, ir
a buscar a nuestro hermano joven y presentárselo sin ambigüedades. De frente y sin
miedo. El Papa Juan Pablo II nos ha invitado a tener " un encuentro de ojos abiertos y
corazón palpitante con Jesús".

Creemos que sólo Jesús es capaz de transformar el corazón del joven y que este
encuentro personal con El puede, con su misma fuerza, suscitar la conversión y el
cambio de vida.

Por eso, cada Jornada de Vida Cristiana debe esforzarse por suscitar y lograr el
encuentro personal de cada participante con el Señor Jesús. Es un encuentro que
hemos preparado con toda seriedad. Un Auxiliar que no se haya preparado espiritual y
humanamente con responsabilidad no debe participar en la Jornada. Los Auxiliares
debemos seguir siempre el ejemplo de Juan Bautista que abre el camino a Jesús;
debemos "menguar para que Jesús crezca" en el joven que vive la Jornada.

6.7 Con la Espiritualidad del Seguimiento de Jesús.

" El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me
siga " (Mt 16,24 ).

Jesús es claro; no engaña; no miente. Afirma "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"
(Jn 14,6 ). No hay otro Camino para llegar al Padre. Llamados a ser cristianos por
nuestro bautismo, el único camino para ser fiel a ese llamado del Padre es el
seguimiento de Jesús. "Oíste decir "... es cierto efectivamente hay muchas formas de
resolver la vida. "Yo te digo", Jesús tiene una. " Tu, sÍgueme".

Llamado por Dios a ser un joven cristiano, llamada por Dios a ser una joven cristiana,
yo libremente he aceptado serlo. Únicamente siguiendo a Jesús en fidelidad lo soy.

"El que quiera seguirme... cargue con su cruz " (Mt 16,24 ).

La Cruz de Jesús es desgarramiento, sufrimiento, dolor sí, pero de ninguna manera


resignación o aniquilamiento de la persona. Jesús pasa por la Cruz para resucitar. La
resurrección es plenitud de vida. El joven cristiano esta llamado a vivir, y a vivir en
plenitud. Un joven cristiano es asimismo factor de vida en plenitud a su alrededor. Vive
e invita a vivir.
6.8 Evitando técnicas psicológicas y/o manipuladoras que desvirtúen el
mensaje de la Buena Noticia.

"Las técnicas de evangelización son buenas pero ni las más perfeccionadas podrían
reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del
evangelizador no consigue absolutamente nada sin El" (E.N. 75).

"El predicador del Evangelio... no vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de
agradar a los hombres, de causar asombro, ni por originalidad o por el deseo de
aparentar. No rechaza nunca la verdad. No oscurece la verdad revelada por pereza de
buscarla, por comodidad, por miedo" (E.N. 78).

Nuestra sociedad actual parece estar fascinada por los resultados rápidos y brillantes.
La publicidad, la psicología, las técnicas de mercadotecnia y ventas parecen ofrecer
nuevos medios para alcanzar la felicidad. El hombre moderno se ve cada día sometido
a una lluvia de presiones, mensajes subliminales y todo tipo de técnicas para modificar
su comportamiento.

Existe hoy la tentación en los Movimientos de Iglesia de recurrir a estas técnicas para
propagar el Evangelio. La búsqueda de nuevos métodos, de adaptaciones novedosas
puede ser muy útil, pero corre también el riesgo de desvirtuar el Evangelio y de
coartar la libertad individual.

Ante esta tentación de utilizar presiones psicológicas para obtener resultados visibles
y rápidos, el Auxiliar confía, no en recursos humanos, sino en la fuerza del Espíritu.
Nunca nos cansaremos de repetirlo. El Auxiliar sabe que la Palabra de Dios es capaz
por sí misma de convertir el corazón del joven. Por eso, más que sus recursos, su
inteligencia o su habilidad, el confía en la acción discreta del Espíritu que mueve los
corazones.

No debemos nunca buscar usar otros medios que los que usaban Jesús y sus
discípulos, a saber, el testimonio auténtico, la predicación viva y sincera la oración y el
sacrificio, el amor ardiente hacia el prójimo. Aprovechemos utilizar dinámicas evitando
cuidadosamente toda manipulación o presión sobre el joven que hace su Jornada.
Estamos convencidos de que sólo el Evangelio puede transformar a fondo y para
siempre el corazón de cada oyente.

La utilización de los recursos que nos ofrecen las ciencias humanas (sicología,
sociología, etc.) se hará siempre con prudencia y a la luz del Evangelio y del Magisterio
de la Iglesia. Conscientes de que estas técnicas pueden ser buenas si se saben utilizar
con profesionalismo y no "al aventón", estamos también igualmente conscientes que
son en sí mismas limitadas, pues no alcanzan a revelar la verdad total sobre el
hombre. Sólo Dios ha sondeado el corazón humano, pues El lo ha modelado, y sólo El
puede hacer del hombre una Criatura Nueva.

En nuestra Jornada estaremos trabajando siempre la Verdad sobre Jesucristo, la


Verdad sobre el Hombre y la Verdad sobre la Iglesia, dóciles, una y otra vez al Espíritu
Santo.

7. Preparación del Auxiliar.


"La imagen evangélica de la vid y los sarmientos nos revela otro aspecto fundamental
de la vida y de la misión de los fieles laicos: La llamada a crecer, a madurar
continuamente, a dar siempre más fruto" (C.L. 57).

Dios nos llama a la Santidad y nos envía como predicadores de la Buena Nueva, pero
también nos capacita para vivir este llamado. Los Auxiliares del M.J.V.C. hemos
decidido responder al llamado de Dios, pero es necesario que exista una preparación.
Toda acción de la Pastoral Juvenil debe tener un objetivo formativo hacia sus agentes:
los jóvenes. La Pastoral juvenil en la línea de la evangelización debe ser un verdadero
proceso de educación en la fe que lleve a la propia conversión y a un compromiso
evangelizador.

Para que nuestra labor evangelizadora alcance su plena eficacia, necesitamos que los
Auxiliares de cada una de las escuelas tengan una formación multiforme y completa.
Es necesario un continuo progreso espiritual y doctrinal del Auxiliar, así como también
una preparación de acuerdo a las diversas circunstancias, personas y deberes, a los
que tiene que dirigir su actividad.

Esta preparación tiene tres aspectos: la información, la formación y la revelación. En


efecto, no basta con tener muchos datos, o adquirir técnicas pedagógicas: es
necesaria también una relación personal con Jesús en la oración, como un discípulo
que se sienta a los pies de su Maestro. Es necesario preparar a los Auxiliares como
Jesús personalmente preparó a sus discípulos; nuestros hermanos de Jornadas deben
recibir una preparación que abarque a toda su persona, en cada uno de los aspectos
de la misma, y que no sea solo teoría, es decir, que la información obtenida, se aplique
a la vida cotidiana. El Auxiliar de Jornadas tiene derecho a recibir una formación
integral.

7.1. Necesidad de una preparación integral

La vocación y misión que el joven Auxiliar tiene que vivir, surge de la unión íntima con
Jesucristo, que lo invita a dar fruto por la acción de la Santísima Trinidad. " Yo soy la
vid verdadera, y mi Padre el viñador. Todo sarmiento que en mi no da fruto, lo corta, y
todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto " (Jn 15, 1-2)

Es pues la acción de Dios la que nos capacita o dicho de otra manera nos forma. Dios
ha llamado a cada uno de los hombres, y este encuentro con Él, interpela a la persona,
la cual libremente decide el aceptar este llamado, que la conducirá a una vida de
continua formación, a una vida de continuo crecimiento; pero puede también decir no .
Esta es una respuesta personal que necesariamente involucra toda nuestra VIDA.

"En este diálogo entre Dios que llama y la persona interpelada en su responsabilidad
se sitúa la posibilidad -es más, la necesidad- de una formación integral y permanente
de los fieles laicos" (C.L. 57).

Entendemos una Formación integral, como el proceso continuo por el cual la persona
va madurando en su Fe, Esperanza y Caridad, y cada día se va transformando en la
persona de Cristo: " ya no soy Yo, sino Cristo en que vive en mí" , según la voluntad
del Padre, con la guía del Espíritu Santo. (cfr. C.L. 57).
Dicha formación que el Auxiliar, como discípulo de Jesús que es, necesita, tiene como
objetivo fundamental" el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la
disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia vocación"
(C.L. 58).

"Dios me llama y me envía...Esta vocación y misión personal define la dignidad y la


responsabilidad de cada fiel laico y constituye el punto de apoyo de toda la obra
formativa, ordenada al reconocimiento gozoso y agradecido de tal dignidad y al
desempeño fiel y generoso de tal responsabilidad." (C.L. 58).

Es Dios quien en su llamado quiere que vivamos su propia vida divina, hacernos sus
hijos adoptivos, hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo; en una palabra ser
santos. Esta es la voluntad de Dios, que se va revelando a través del desarrollo de
nuestra vida, de sus diversos acontecimientos y de manera gradual día a día.

En el desempeño y fidelidad a la propia vocación y misión, cada uno vivimos


momentos en los cuales necesitamos precisar con mucha claridad la voluntad de Dios.
Avanzamos entonces con paso firme hacia nuestra transfiguración en la persona de
Cristo. Otras veces, en cambio, parece que no caminamos; no avanzamos nada.; y sin
embargo, todos estamos llamados a hacer realidad. cada quien en su situación bien
concreta, la voluntad de Dios.

Nosotros. los Auxiliares del M.J.V.C., gozamos de una época privilegiada en nuestra
vida para comenzar y hacer crecer nuestro proceso de formación, y dejar ver la
voluntad del Padre en nuestra existencia, siendo fieles al llamado de la santidad,
viviendo de acuerdo a los criterios de Jesús las diversas situaciones personales,
sociales e históricas en las que nos toca desarrollar nuestro existir.

La formación integral no consiste únicamente en llenarse de conocimientos y saber


cual es la voluntad de Dios. Se trata sobre todo, de hacer vida esta voluntad, de
realizar lo que Dios quiere que hagamos de nuestra existencia, y de hacer nuestra la
indicación que nos diera la Virgen María:" Hagan lo que Él les diga" (Jn 2, 5).sin olvidar
que ese "Él" es Jesús. Es más, en los momentos difíciles que, seguramente todos
pasamos, tener la capacidad de decir: "Padre, que no se haga mi voluntad sino la
tuya" (Lc 22, 42)

"Esta es la tarea maravillosa y esforzada que espera a todos los fieles laicos, a todos
los cristianos, sin pausa alguna: conocer cada vez más las riquezas de la Fe y el
Bautismo y vivirlas en creciente plenitud. El apóstol Pedro hablando del nacimiento y
crecimiento como de dos etapas de la vida cristiana, nos exhorta: "Como niños recién
nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la
salvación" (1 Pe.2,2) (C.L. 58).

La preparación que cada Auxiliar debe recibir es una tarea primordial en los objetivos
de las Escuelas de Auxiliares. Cuando no existe este proceso de crecimiento, o de
maduración, impulsado por la Formación integral, se viven situaciones de divorcio
entre la Fe, la Esperanza y la Caridad, del joven y su vida cotidiana.

"En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada
vida 'Espiritual', con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida 'secular',
es decir la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso
político y de la cultura" (C.L. 59).

Dentro de cada uno de estos campos es necesario que el Discípulo de Cristo dé fruto,
y fruto en abundancia, Todo este estilo de vida exige "un ejercicio continuo de la Fe,
de la esperanza y de la caridad" (A.A. 4). Es cierto pues, que no pertenecemos a este
mundo pero no por ello tenemos que descuidar las labores propias del mismo. " Se
equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente,
pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin
darse cuenta de que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto
cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada uno... El divorcio
entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más
graves errores de nuestra época "(G.S. 43).

Es pues una tarea urgente en la Pastoral Juvenil, y en nuestro caso concreto, que el
M.J.V.C. a través de sus escuelas de Auxiliares, brinden a los jóvenes que las integran,
una formación integral adecuada, para que vivan la unidad de su persona, en profunda
comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que conformen su ser auténtico, libre
y fiel a la vocación y misión que Dios les ha concedido.

7.2. Preparación Humana

La preparación de un Auxiliar de jornadas supone una completa formación humana,


acomodada al carácter y cualidades de cada uno. El Auxiliar, conociendo bien el
mundo contemporáneo, debe ser un miembro que se adapte a su realidad y a la
cultura de su tiempo (cfr. AA 29).

Para tener una buena formación en este campo, se requiere cultivar buenas relaciones
humanas, que estén cimentadas en los auténticos valores del hombre, sobre todo el
arte de la convivencia y de la colaboración fraterna, así como el diálogo.

Por medio de una formación sabiamente ordenada hay que cultivar también a los
Auxiliares a una necesaria madurez humana, cuyas principales manifestaciones son la
estabilidad de espíritu, la capacidad para tomar prudentes decisiones y la rectitud en
el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres. Además, el dominio de su
propio carácter, y el fomento de la sinceridad, del sentido permanente de la justicia, la
fidelidad a la palabra dada, la buena educación y la moderación en el hablar, así como
la unidad en la caridad. Pero sobre todo es necesario que se forme al Auxiliar para que
no sólo realice actos buenos, sino que entregue lo mejor de sí en cada acto, y es
necesario entonces acrecentar en él las virtudes cardinales:

 la templanza

 la justicia

 la fortaleza

 la prudencia.
La preparación humana tiene que tener en cuenta al hombre "imagen y semejanza de
Dios" y objeto de su amor con toda su realidad existencial, sin perder de vista su edad,
su ambiente familiar y grupal, sus intereses psicológicos y su situación social. Tomar
en serio las aspiraciones del Auxiliar, de su situación y estructuras sociales (cfr. CT 45,
53; E.N. 70; CDC 777).

Toda esta preparación llevará al Auxiliar a realizar su papel en la sociedad y poder así
responder como testigo fiel del Evangelio, aprovechando mejor el don de la FE . El
Auxiliar esta llamado a ser un SANTO en los diferentes aspectos de su vida social:
cultura, economía, política, profesión, es decir, en todas las situaciones humanas, etc.

El Auxiliar del M.J.V.C., bien formado en lo humano, y desde su fe, sabe dar luz a todos
los problemas humanos, a saber:

 a los grandes desafíos de hoy y siempre: el poder, la


dependencia, la explotación, el abuso, la arbitrariedad, el
desempleo, la esclavitud, la violencia, el dinero, lo superfluo, la
pobreza, la miseria, los medios de comunicación social, el
engaño, la corrupción, etc.

 a los padecimientos humanos: enfermedad, dolor, muerte,

 a la vida política,

 a la sexualidad,

 a los acontecimientos cotidianos.

7.3. Preparación Espiritual.

"Sin duda la formación espiritual ha de ocupar un puesto privilegiado en la vida de


cada uno, llamado como está a crecer ininterrumpidamente en la intimidad con Jesús,
en la conformidad con la voluntad del Padre, en la entrega a los hermanos en la
caridad y en la justicia" (C.L. 60).

Es necesario brindar al Auxiliar una serie de elementos que pueda vivir, y lo hagan
crecer en la Vida en Gracia, para que vaya dejando actuar al Espíritu Santo. Los
elementos que cada Auxiliar tiene que vivir, se desglosarán en el capítulo VII, y son los
siguientes:

 Reuniéndose en la Fracción del Pan (LA EUCARISTÍA)

 Viviendo los sacramentos

 Alimentado con la Palabra y la Enseñanza de los Apóstoles


(El Magisterio de la Iglesia).

 Orando siempre en todo momento.


 Formando la comunidad, muy especialmente en la Familia y
en la Parroquia.

 Haciendo suya la Cruz de Cristo, cargando cada día su


propia Cruz.

Podríamos decir que en la medida en que Auxiliar viva cada uno y todos los anteriores
elementos estará creciendo en su vida Espiritual, la cual reflejará en su vivir cotidiano,
a través de los siguientes signos, como nos dicen los obispos en Puebla:

 "Una vida profunda de comunión eclesial.

 La fidelidad a los signos de la presencia y de la acción del Espíritu en los


pueblos y en las culturas que sean expresión de las legitimas aspiraciones
de los hombres. Esto supone respeto, diálogo misionero, discernimiento,
actitud caritativa y operante.

 La preocupación porque la Palabra de verdad llegue al corazón de los


hombres y se vuelva vida.

 El aporte positivo a la edificación de la comunidad.

 El amor preferencial y la solicitud por los pobres y necesitados.

 La Santidad del Evangelizador (E.N.. 76) cuyas notas características son


el sentido de la misericordia, la firmeza y la paciencia en las tribulaciones
y persecuciones, la alegría de saberse ministro del Evangelio (E.N. 80)"
(D.P. 378-383).

Toda esta preparación tiene siempre un carácter trinitario: sentir la presencia del
Padre en nuestra vida, la acción del Espíritu Santo en nuestra misión y como proyecto
a realizar, el modelo de Jesús, que guía nuestro ser al encuentro con el Padre.

"En la comunión de los santos, se han desarrollado diversas espiritualidades a lo largo


de la historia de la Iglesia. El carisma personal de un testigo del amor de Dios hacia los
hombres puede transmitirse a fin de que sus discípulos participen de ese espíritu". (C.
C 2684).

Se puede adoptar la Espiritualidad de algún Santo, pero siempre dejando actuar a la


Santísima Trinidad, plena y totalmente en nuestras vidas.

Nosotros tomamos la Espiritualidad de María, la cual es un ejemplo de


desprendimiento de sí misma, de entrega total a la voluntad divina, de humildad,
sencillez y servicio.

7.4. Preparación Pastoral.

Es necesario que el Auxiliar este preparado pastoralmente, para que pueda responder
a las necesidades propias de su comunidad y de su Iglesia particular.
"Los jóvenes deseosos de realizarse en la Iglesia, pueden quedar defraudados cuando
no haya una buena planificación y programación pastoral que responda a la realidad
histórica que viven. " (D.P. 1181).

Debe ser una prioridad, para la Escuela de Auxiliares, así como para el asesor
sacerdote, laico, o religioso la preparación pastoral del Auxiliar. Ya en Lineamientos
Básicos nos habla de la importancia del conocimiento y de la integración del M.J.V.C.
en la vida pastoral de la Iglesia.

A toda la pastoral de la Iglesia se le llama pastoral orgánica o pastoral de conjunto.


Esto quiere decir que las distintas pastorales y servicios que da la Iglesia deben estar
interrelacionados, como un organismo que vive y se mantiene unido gracias a la
interacción de sus órganos y sistemas. De las relaciones de unidad entre las distintas
instancias de servicio eclesial y de la buena coordinaci6n, asesoría y animación que
viven sus miembros entre si, dependerá que la Iglesia pueda dar el fruto que el Dios
de la Vida y del Amor espera de Ella.

La pastoral juvenil es parte activa y vital de la pastoral orgánica de la Iglesia, "es la


acción de Ella para ayudar a los jóvenes a descubrir conocer, seguir y anunciar a
Cristo en las comunidades concretas hacia una madurez tal que los capacite para
optar vocacionalmente en la Iglesia y comprometerse históricamente en la liberación
integral del hombre y la sociedad, llevando una vida de comunión y participación"
(CELAM Elementos para un directorio de pastoral juvenil orgánica. Colombia 1982, pag
41.)

Podemos decir. que en la práctica, la pastoral juvenil es el proceso que origina la


comunidad eclesial para el joven, con el joven y desde el joven para la comunidad, con
la comunidad y desde la comunidad. Este proceso garantiza que la pastoral juvenil
esté encarnada en la realidad del joven y en la realidad socio-ambiental y que no se
den separaciones difíciles de integrar más adelante. Es el reto de la Iglesia en todas
las parroquias, familias, instituciones, movimientos, escuelas, universidades y demás
ambientes en donde el muchacho está presente.

La Pastoral Juvenil comienza con el reconocimiento de su existencia en la Pastoral


Diocesana. Es necesario ubicar al Auxiliar como parte de la gran comunidad, que es la
Iglesia.

Necesitamos presentarle los planes pastorales y orientarlo a su participación activa


dentro de la Pastoral Juvenil. Para ello ofrecemos algunas pistas para que el Auxiliar se
acerque y comparta más la experiencia de Cristo Pastor desde su ser joven:

Para la Pastoral Juvenil.

 La pastoral juvenil debe ayudar a descubrir, conocer, seguir y anunciar


a Cristo, y su llamado a la Santidad.

 El seguimiento de Jesús debe traducirse en servicio, a su estilo, en


comunidades concretas, para no separar los intereses reales de la
comunidad y los de los jóvenes, ni apartarse de sus núcleos de vida. El
joven se preparará así para ser fermento y luz en su ambiente concreto..
 Este proceso tiene que ser muy personalizante, para que los jóvenes
descubran su dignidad de personas y respeten y estimen del mismo modo
a los demás. Debe conocer y respetar su situación personal propia y
adecuarse a las circunstancias de los grupos concretos, buscando un
progreso en la experiencia vital y en el contenido conceptual de las
verdades de fe para hacerlas vida en la historia personal, grupal y
colectiva.

 Debe aportar al joven bases de orientación para que opte


vocacionalmente en la Iglesia y a favor de todo el pueblo de Dios en su
historia concreta. Esta capacitaci6n se hace de manera especial en el
discernimiento espiritual para que aprenda a descubrir los signos en los
que Dios nos interpela y de respuestas concretas a las necesidades
históricas del momento.

 Debe aportar los medios convenientes, para que el compromiso


contraído pueda realizarse y sea un acontecimiento de liberación integral
de los hombres y de nuestra sociedad actual.

 Debe ayudar a los j6venes a vivir una vida de comunión y participación


en la Iglesia, para cumplir su misión: ser principio y germen del Reino de
Dios aquí en la Tierra.

Para el M.J.V.C.

Recordemos que el Movimiento tiene un desafío, a saber, que "''es necesario que los
jóvenes bien formados en la fe y arraigados en la oración, se conviertan cada vez más
en los apóstoles de la juventud' (E.N. 72)" (L.B. 11,3). Ahora bien, debe vivirlo, una y
otra vez, según le marcan sus Lineamientos Básicos, a saber:

 "Teniendo conciencia de que participa con toda la Iglesia, y no al margen de


ella, y ni siquiera yuxtapuesto, sino que definitivamente como parte de la misma
en su acción propia. Esta acción la vive el M.J.V.C., en concreto, con cada una de
las Iglesias Diocesanas a las que pertenece el Grupo.

 Lo hace al estar integrado a la Pastoral Juvenil, precisamente en el nivel


correcto que su propia realidad diocesana le esta exigiendo. En efecto:

(1) Donde no existe una Pastoral Juvenil organizada, el


Movimiento se obliga a ser germen creativo de ella.

(2) Donde ya se está organizando, el Movimiento se


compromete a dinamizar este proceso.

(3) Y donde ya está organizada, simple y sencillamente es una


expresión concreta de la Pastoral Juvenil, colabora
activamente y es un elemento más de esperanza para ella. Se
hace y es parte de ella. La vive con alegría" (L.B. 11,3).
 "Su dimensión es de comunión con el Obispo diocesano y de inserción en las
realidades de pastoral juvenil de una iglesia particular o diocesana" (L.B. 1,4).

 El servicio específico del M.J.V.C. a la pastoral juvenil diocesana es la Jornada"


(L.B. 12).

 El Movimiento trabajará con honestidad para que en cada una de las Iglesias
Particulares se pueda vivir una Pastoral Juvenil fuerte y sólida (L.B. 12).

Es pues importante que se forme al Auxiliar una conciencia de su participación en la


Pastoral, a fin de que su labor evangelizadora, que es la Jornada, tenga realmente un
sentido eclesial:

"Toda jornada debe celebrarse dentro de un plan de pastoral juvenil. No deben


celebrarse Jornadas tan sólo por un motivo cualquiera. La Jornada debe tener su raz6n
de ser muy clara. Por eso, celebrar una Jornada que no tenga sentido en la vida de una
Iglesia Diocesana, no tiene raz6n de ser. No se debe hacer." (LB 12).

7.5. Preparación Técnico Doctrinal

Se requiere formar a los apóstoles también en el aspecto técnico y doctrinal para que
desempeñen su labor evangelizadora. Se precisa una preparación general, y una
preparación encaminada a desempeñar mejor su misión particular en la Iglesia.

En nuestro caso, como Auxiliares de Jornadas, tenemos que prepararnos, para ser
testigos y maestros de la Palabra de Dios, de la Buena Nueva que proclamamos en
cada Jornada, y hacer que el mensaje llegue de la mejor manera posible a nuestros
destinatarios, la juventud de México.

"Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo
por el natural dinamismo de profundización de su fe, sino también por la exigencia de
'dar razón de su esperanza' que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y
complejos problemas. Se hacen así absolutamente necesarias una sistemática acción
de catequesis, que se graduará según las edades y las diversas situaciones de vida, y
una más decidida promoción cristiana de la cultura, como respuesta a los eternos
interrogantes que agitan al hombre y a la sociedad de hoy" (C.L. 60).

Es pues la catequesis, pieza clave en la preparación del Auxiliar del M.J.V.C. Por ello en
este capítulo tocamos elementos de esta importante labor de la Iglesia.

Todos "los esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los
hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe, ellos tengan
la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el
Cuerpo de Cristo.", reciben el nombre de catequesis.

Es decir, la catequesis es todo un proceso de vida, "una educación en la fe de los


niños, jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina
cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos
en la plenitud de la vida cristiana." (CT 18). La catequesis tiene como fundamento la
Persona de Cristo con su Misterio que ilumina toda nuestra realidad existencial.
En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de
Nazaret, "Unigénito del Padre", lleno de "gracia y de verdad", que sufrió y murió por
todos los hombres y que ahora, resucitado, vive y actúa para siempre con nosotros.
Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14, 6). Esta es la verdadera vida del
cristiano "seguir a Cristo".

Solo en el conocimiento profundo y ordenado de la persona, de la vida y de la doctrina


de Jesús el Auxiliar de jornadas podrá caminar hacia la educación y maduración de la
fe. De esta manera, podrá obtener la capacidad de juzgar y actuar de acuerdo a los
mandamientos divinos y al amor de Dios.

La catequesis, por ser un proceso de educación, está involucrada con varios elementos
de la vida de la Iglesia, sin que ello implique una confusión o sustitución; pueden
prepararla o surgir de ella. Dichos elementos son los siguientes: El primer anuncio o
Kerygma, la celebración de los sacramentos, la integración en la comunidad eclesial, y
el testimonio apostólico y misional. (cfr. CT 18).

La catequesis es pues un deber y un derecho de la Iglesia, Todo bautizado por el


simple hecho de serlo tiene el derecho de recibir de la Iglesia una enseñanza y una
formación que le permitan iniciar y continuar una vida verdaderamente cristiana. Esta
educación y formación doctrinal debe tener ciertas características:

 "Debe ser una enseñanza sistemática, no improvisada,


siguiendo un programa que le permita llegar a un fin preciso.

 Una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas


las cuestiones disputadas ni transformarse en investigación
teológica o en exégesis científica.

 Una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se


detenga en el primer anuncio del misterio cristiano, cual lo
tenemos en el Kerygma.

 Una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas


de la vida cristiana." CT 21

 Un esfuerzo sincero para integrar vida y fe, historia humana


e historia de la salvación, situación humana y doctrina
revelada, a fin de que el hombre consiga su verdadera
liberación.

 Un amor más acendrado a la Sagrada Escritura como fuente


principal de la Catequesis.

Se tienen que abarcar los diferentes aspectos: Antropológico, moral, familiar, social,
cultural, económico, político, pastoral, teológico, doctrina social de la Iglesia,
Enseñanza del Magisterio, etc.

La catequesis tiene a la comunidad como "origen, lugar y meta" del ejercicio de la fe y


como medio de salvación. La catequesis debe construir y consolidar la comunidad
cristiana y en ella la unidad, por medio de la conversión, la educación en la fe y el
testimonio (cfr. CT 24; MSPD 1; D.P. 151, 378, 381, 982, 998).

Todo Auxiliar debe esforzarse en adherirse a Jesucristo por la fe y debe consolidar esta
fe mediante la catequesis, Tiene necesidad de vivirla en comunión con aquellos
hermanos Auxiliares que han decidido consagrar su vida al Evangelio.

La Jornada, siendo ya un servicio específico, necesita, en primer lugar, de una


preparación doctrinal amplia de los Auxiliares. Además, ninguno de ellos puede
descuidar ni las bases ni los conocimientos propios del Movimiento. Deben pues
conocer y dominar a fondo tanto el Manuel Básico como los Lineamientos Básicos.

Hemos tratado con amplitud el aspecto doctrinal. Veamos ahora, aunque no tan a
fondo, algo de lo técnico. Es necesario que el Auxiliar conozca los elementos mínimos
para el manejo de grupos. También técnicas y recursos pedagógicos que ayuden a la
comprensión del mensaje de Dios.

El Auxiliar debe tener a su alcance todo aquello que le permita desarrollar su


creatividad y lo apoye en su labor, como por ejemplo videos, fotografías, audios y
películas, y otros variados recursos. Recordemos sin embargo que las técnicas usadas
jamás sustituyen ni sustituirán la acción del Espíritu Santo y que nunca deberán
pretender manipular al joven que vive una jornada.

Técnica y doctrina, todo dentro de la Jornada, debe llevarnos a descubrir el amor de


Dios. El magisterio de la Iglesia lo afirma categóricamente hablando de la doctrina
misma cuando nos dice que "la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser
puesta en el amor que no se acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es
preciso creer, esperar o hacer, pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el
Amor de Nuestro Señor a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud
perfectamente cristiano no tiene otro origen que el amor, ni otro término que el Amor
" (CAT. R. prefacio 10).

7.6. El equipo de la Jornada

El Equipo de la Jornada no es un grupo social, o un club de amigos, es un equipo de


personas cristianas que han sentido el llamado de Dios, a ser Santos y desean
transmitir la Buena Nueva a través de una Jornada.

Es pues un equipo de hermanos, que comparten su Fe, Esperanza, Caridad, los dones
que Dios les ha regalado y que da testimonio individual y grupal, no sólo en la jornada,
sino en todo momento.

Es por ello necesario que tengamos en cuenta qué criterios deben normar o prevalecer
en las actividades y preparación del Equipo para la Jornada. A continuación señalamos
algunos:

 "El primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad, y


que se manifiesta en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en
los fieles, como crecimiento hacia la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección en la caridad. En este sentido, todas las asociaciones de fieles
laicos, y cada una de ellas, están llamadas a ser -cada vez más-
instrumento de santidad en la Iglesia, favoreciendo y alentando una
unidad mas íntima entre la vida práctica y la fe de sus miembros.

 La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando


la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia
al Magisterio de la Iglesia, que la interpreta auténticamente. Por esta
razón, cada asociación de fieles laicos debe ser un lugar en el que se
anuncia y se propone la fe, y en el que se educa para practicarla en todo
su contenido.

 El testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con


el Papa, centro perpétuo y visible de unidad en la Iglesia universal, y con el
Obispo, principio y fundamento visible de unidad en la Iglesia particular, y
en la mutua estima entre todas las formas de apostolado en la Iglesia. La
comunión con el Papa y con el Obispo está llamada a expresarse en la leal
disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones
pastorales. La comunión eclesial exige, además, el reconocimiento de la
legitima pluralidad de las diversas formas asociadas de los fieles laicos en
la Iglesia, y, al mismo tiempo, la disponibilidad a la recíproca colaboración.

 La conformidad y la participación en el Ardor apostólico de la Iglesia,


que es la evangelización y santificación de los hombres y la formación
cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el
espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes. Desde este
punto de vista, a todas las formas asociadas de fieles laicos, y a cada una
de ellas, se les pide un decidido ímpetu misionero que les lleve a ser. cada
vez más, sujetos de una nueva evangelización.

 El comprometerse en una presencia en la sociedad humana, que, a la


luz de la doctrina social de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad
integral del hombre. En este sentido, las asociaciones de los fieles laicos
deben ser corrientes vivas de participación y de solidaridad, para crear
unas condiciones mas justas y fraternas en la sociedad.

Los criterios fundamentales que han sido enumerados, se comprueban en los frutos
concretos que acompañan la vida y las obras de las diversas formas asociadas; como
son el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida litúrgica y sacramental;
el estímulo para que florezcan vocaciones al matrimonio cristiano, al sacerdocio
ministerial y a la vida consagrada; la disponibilidad a participar en los programas y
actividades de la Iglesia sea a nivel local, sea a nivel nacional o internacional; el
empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos; el
impulsar a una presencia cristiana en los diversos ambientes de la vida social, y el
crear y animar obras caritativas, culturales y espirituales; el espíritu de
desprendimiento y de pobreza evangélica que lleva a desarrollar una generosa caridad
para con todos; la conversión a la vida cristiana y el retorno a la comunión de los
bautizados alejados.

Siendo el M.J.V.C. una forma asociada de fieles laicos jóvenes, debe tener siempre en
cuenta, en la formación de sus Auxiliares, los criterios anteriores. Necesitamos formar
y ser todos verdaderos "laicos", es decir, muchachos y muchachas de Iglesia, que
saben comprometer su vida con el Evangelio y continuar presentes en su Iglesia, al
servicio de un mundo nuevo, una vez concluida la etapa juvenil.

Sugerimos que se tengan reuniones o juntas de evaluación, en donde, no solo se


revise la parte técnica de la Jornada, sino sobre todo se procure incrementar y
compartir la vida Cristiana.

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