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6 de julio de 2010.
Milcíades Arévalo
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Entrevista de Jorge Consuegra
M
uchos lectores y seguidores de la revista Puesto de Combate saben y conocen lo
que ha sido- parcialmente- la vida de Milcíades Arévalo, un hombre que ha
conocido las duras y las maduras, que recorrió el mundo siendo marinero, que
vendió libros por lo todo lo largo y ancho de la Costa Atlántica, que vivió el esplendor del hippismo
y el nadaísmo en Colombia, que la mayoría de los escritores y poetas latinoamericanos han sentido
su afecto y su espaldarazo, que ha sufrido a lo largo de los años por sacar adelante su publicación
y cada día se le cierran más las puertas porque en este país hay más presupuesto para la guerra
que para la cultura, que tiene una inimaginable colección de fotografías de poetas, escritores,
columnistas, dramaturgos, editores, que todos los años lleva decenas de cajas cargadas de revistas
para ir a venderlas en la feria del libro de Bogotá, que…
El recorrido es largo. Larguísimo y doloroso. Ha sido más que un Calvario. Y él lo reconoce, lo sabe
y le duele, y aún más porque ya con 67 años la vida se le ha puesto aún más dura. A veces se
encierra en sí mismo y dura días y semanas sin pronunciar una sola palabra y no entiende cómo él,
que ha sido Mecenas de decenas de intelectuales, esté hoy asilado en el olvido, rumiando dolor y
angustia.
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Entrevista de Jorge Consuegra
- ¿Cuál es la imagen más lejana que tienes
de tu infancia?
- La de un niño corriendo descalzo bajo la
lluvia camino a la escuela.
- ¿Y lo lamentas?
- No. No lo lamento, pues pienso que la mayoría lo ha tenido todo, mientras que yo he carecido de
todo, pero nunca me ha faltado nada para alimentar mi imaginación. La imaginación la alimento
con las realidades, las verdaderas, las que me ha dado la vida. Por eso he hecho tantas cosas.
- ¿Cómo fueron esos primeros años con la maestra? ¿Cómo era ella? ¿Cómo fue tu relación?
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Entrevista de Jorge Consuegra
- Mi maestra era como de aire... La enviaban del municipio y debía vivir en la escuela. . Ella no iba
a la escuela los lunes porque llovía mucho, pero trabajaba hasta el sábado por la tarde... Yo salía a
esperarla todos los Martes a la orilla de un puente y después nos devolvíamos para la escuela
recogiendo leña, cantando, que se yo. Yo iba detrás de ella y la miraba como a un ser de otro
mundo, tanto, que hasta me parecía que era transparente, tanto así, que cuando ella se bañaba
desnuda en la alberca de la escuela, al verme me decía: “Ponme a calentar la leche que tengo frío,
gatito”. Y yo iba corriendo a la cocina y ponía a calentar la leche, para que cuando ella saltara de la
alberca a su cama, tuviera su vaso de leche calientico.
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Entrevista de Jorge Consuegra
- Volvamos un poco atrás ¿Por qué no llevabas misal?
- Mejor te contaré algo diferente, posiblemente extraño: Mientras sembraba flores en mi casa para
ganarme lo de los dulces de la semana, yo aprovechaba leer todo lo que cayera en mis manos. Y si
no caía nada en mis manos, vendía litros de sangre para comprar libros. Es cierto. No te invento
nada. Recuerdo que para comprar Una temporada en el infierno que vendían en la Buchholz por
$16,50, bajé al hospital San José y vendí un litro de sangre por 50 pesos, que me sirvieron para
comprar ese libro que tanto quería y otro de Raquel Jodorowsky; me quedó algo para el pasaje
del bus, porque en ese tiempo yo no vivía en Bogotá sino en El Cruce de los Vientos, en Zipaquirá.
Por eso te digo que en las horas de descanso, después de cultivar flores, yo leía de todo. Leí, como
te dije antes, la Biblia entera, La Divina Comedia, La Guerra y la Paz, El Quijote y otros libros
gordos, pero nunca en la vida se me ocurrió comprar un misal, pues me parecía que la monserga
del sacerdote no alcanzaba a llegarle a los oídos de Dios. Por eso yo iba siempre a misa sin misal y
allí, frente al altar, rezaba una oración de mi invención. Le pedía que se acordara de mi, que me
diera alientos para vivir todos los años de la vida, que nunca me faltara amor, que la gente me
quisiera como yo a ellos, y ante todo, que el cura Pedro no me sacara delante de todos los alumnos
del colegio para mofarse de mi: “¿No tiene plata ni para comprarse un misal? ¿Cómo les parece?”.
El pasaporte para llegar a Dios, según el Hermano Pedro, era el misal, que ellos mismos vendían.
Para evitar tanta sátira, tanta mofa y tanto sarcasmo, no volví al Colegio Nacional La Salle, ni
siquiera a pisar sus predios, por eso me fui a recorrer el mundo, a conocer puertos y ciudades
fabulosas. Desde entonces he creído que mi vida ha sido un viaje.
- Bien. Regresemos a aquellos años mozos ¿Cómo fue el drama de vender tu sangre para comprar
libros?
- Siempre viví el drama económico. A partir de que comenzaron a interesarme los libros, por allá en
mi infancia empezó mi drama. En mi casa no había ni siquiera un libro, solo cuando fui a la escuela
y la profe Adelfa me regaló un libro de la colección “Sembrador”, donde contaban una serie de
historias de niños perdidos, perros, dramas pequeños y cotidianos pero que uno en su mente
engrandecía, quiero decir, los volvía más trágicos. Por eso, tan pronto aprendí a leer me dio por
averiguar si esas historias eran ciertas. Sí, eran ciertas porque otros escritores también las
plasmaban en sus textos. Naturalmente desde joven también fui muy aficionado a la poesía,
plagiaba autores para enviarles poemas a mis novias y ellas los recibían como si verdaderamente
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yo los hubiera escrito, pero dentro de mi les daba las gracias a Julio Flórez, a Porfirio Barba
Jacob, a los poetas del romancero español y a otros muchos, pues gracias a sus versos yo me
conseguía novias y esa era una gracia muy bien calificada por entonces. No digo ahora porque hay
tantos poetas que cuando uno va caminando, le da una patada a una piedra y salta un poeta.
- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar en un banco mientras los libros esperaban a ser leídos?
- Trabajar en un banco no fue ningún problema, ni con los libros, ni con la vida, ni con las
muchachas bonitas, ni mucho menos con las feas. Yo trabajé 15 años con un banco y ocupé los
cargos de Jefe de Departamento de Información Comercial, Revisoría, Secretaría, Gerencia y
finalmente me echaron porque ya no había más cargos para mi, ni yo era un experto financiero, ni
mucho menos un relacionista público. Llegó una época en que los Gerentes y Secretarios debíamos
ir de casa en casa, de oficina en oficina, buscando clientes, y la verdad es que yo si iba a buscar
clientes pero casi siempre terminábamos hablando de libros, de mujeres o borrachos. Cuando
comencé a trabajar en ese banco, para el florecimiento de esa empresa tuvo que ver mucho el
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narcotráfico, aunque hoy se laven las manos los dueños. Desde allí se enviaban cantidades de
dinero para Tumaco, Riohacha, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. Oír esa época lo que se
daba en dinero era la “marimba” y para esos estaban los bancos, para lavar dinero, especialmente
mi banco. No me sorprendió que un día un personaje de esos saliera en televisión con un parche
en un ojo. Supe toda la vida que él había sido un pirata disfrazado de ejecutivo. Para matizar el
ambiente te diré que los nadaistas también se metían mucho en eso de ser “mulas” y llevaban
droga a los EUA... Recuerdo que a Elmo Valencia lo detuvieron en Panamá con su mujercita y
otras “mulas” y estuvo pagando cana en EUA como 10 años. Yo le ayudé a abrir una cuenta en mi
banco, sin ninguna referencia. Mucha de la plata tenía, pero como estaba preso en EUA, la mujer la
fue sacando de a poquito y desapareció.
- ¿Qué sucedió?
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- Una vez que salimos de “El Cisne”, nos fuimos a llevar a una amiga a La Soledad. Y pasando por
debajo del puente de la Calle 26 con Avenida Caracas, se nos varó el carro. Dijeron que era
gasolina y yo me bajé a tanquear, con tan mala suerte que asomó un carro por debajo del puente y
¡tras! La gasolina salio volando y yo quede empapado, con una pierna en las costillas, vuelto
polvo... Recuerdo que entre todos me llevaron a la Clínica San Pedro Claver y allí estuve como dos
años enyesado. Hay un cuento que se llama “Juegos de azar”, en Manzanitas Verdes para el
desayuno que relata esa cosa y cómo sufrí, tanto, que hasta fui perdiendo a la mujer (claro que ella
nunca ha sido mi mujer porque si lo fuera, hoy viviríamos en un idilio. Ella vive en Girardot y yo
aquí en Bogotá trotando, dándole vueltas al mundo). En todo caso, El Cuadre siguió funcionando, y
como no había más cargos para mí, me iban a mandar a trabajar en la revista Credencial, pero
como debía renunciar al Banco, preferí retirarme del banco y también de la revista. Eso fue en
1987.
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supe que mi hija Iohanna sufría de lupus herimatoso y diabetes y eso no lo arreglaría ninguna
medicina.
- ¿Y tu esposa?
- Nunca le han gustado las historias eróticas que escribo, siempre dice que son las historias de las
mujeres con las que me acuesto. La verdad es que eso es falso. Hay historias que me sucedieron,
es cierto, pero como padre, se que he sido el mejor padre del mundo y que he preferido antes que
nada ser padre que escritor. En eso me diferencio del resto. Para mi la literatura no es más que
alimento para el espíritu porque eso no da para vivir, pero qué grandes sueños se tienen a través
de ella.
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- Si, me afectó mucho la toma del Palacio, debido a varios factores, entre ellos porque yo vivo a
casi tres cuadra de él y durante toda la noche oí los cañonazos, las balas, el color de la muerte y a
causa de eso, mi hija Iohanna, cada vez que oye algún estruendo, comienza a temblar, no de
miedo, sino porque su sistema nervioso colapsó. Por ahí tengo un cuento que se llama
precisamente “En nombre de la democracia”, que refiere ese suceso.
- ¿Qué te exaspera?
- Me exasperan muy pocas cosas, pero
tal vez soy impaciente cuando me dicen
“espere” y demoran cientos de años en
darme una respuesta. Y tal vez es porque
cuando alguien me pide un favor y puedo
hacerlo, no demoro en corresponder. Por
ejemplo: si alguien me dice: “¿Tiene una
foto de tal escritor?”, yo no me pongo
con rodeos me voy a buscarla, “espere a
ver si la encuentro”. Soy en todo caso
oportuno, pues sé de la importancia que
cada persona tiene para hacer algo. Por
ejemplo: cuando pido un aviso para la
revista, me exaspera que se tengan que
consultar a cientos de funcionarios para
que al final me digan no. Me exaspero
cuando viajo en bus, cosa que
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frecuentemente hago, me exaspera que se demore uno tanto de ir de un lugar a otro. Pero todo se
debe a la demora en todo como estamos acostumbrados los colombianos. Para no exasperarme,
siempre llevo un libro en mi maleta y mientras todo eso sucede, lo leo o hago otras cosas. Por eso
digo que yo creo no exasperarme mucho. La paciencia es una de las gracias que da la sabiduría, los
años.
- ¿Qué te conmueve más: un indígena pidiendo limosna en la ciudad, regalar un voto por un tamal,
un hijo convertido en un “falso positivo”, un presidente que le dice “mentiroso” a un Magistrado?...
- Todas esas cosas me conmueven tremendamente.... pero también tengo mis observaciones. Por
ejemplo, es cierto que durante los últimos años ha habido un gran desplazamiento del campo a la
ciudad, pero cuando veo a un indígena pidiendo limosna no me conmueve tanto, pues pienso que
ellos deberían estar en sus resguardos, en su tribu, en su entorno. Como es posible que
diariamente veamos una cantidad de mujeres indígenas en la carrera 7a, con hasta 10 o doce
peladitos, comiendo helados Mc Donals y bien vestidos y pidiendo limosna... Yo he visto a muchas
de esas indígenas que por la tarde vienen a recogerlas y a contabilizarles el producto, miembros de
la misma tribu. Seria muy injusto de mi parte, pero esto lo he visto varias veces. En la costa es
frecuente regalar un voto por un tamal y no solo por un tamal sino por cincuenta pesos, cien,
doscientos pesos, o la cantidad necesaria, pues esos hacendados de allá terminan siendo
compadres con todos los pobres de la tierra el día de las elecciones. Claro, se aprovechan de la
"cheveridad del costeño", pero su riqueza nunca la va a compartir. Pudimos verlo cuando las
Autodefensas se hacían sentir en la costa. Podían despojarlos de todo cuanto quisieran. Y las
Autodefensas nunca fueron un brazo de la ley sino de los gamonales, de los terratenientes, de los
hacendados. Este fenómeno se vio no solo en la costa, también el interior del país. Lo de los falsos
positivos, es quizá lo más doloroso que se hayan podido inventar en este país. Cómo es posible que
se juegue con la necesidad de quien necesita un trabajo, para trasladarlo a otro sitio y matarlo
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haciéndolo pasar por guerrillero Claro que la violencia siempre ha existido, la mano negra siempre
ha existido, la violencia siempre ha existido en Colombia particularmente y de un modo muy
particular. A mí no se me hace extraño.. Es que Colombia es ciega, es que los dirigentes
colombianos son ciegos, es que la vida de un ser humano vale huevo. No hay derecho. Recuerdo
que Hitler dijo que el pueblo alema fue el culpable del genocidio que el cometió. De la misma
manera diré yo: Colombia es culpable de tanta barbarie. Los ciudadanos colombianos son también
culpables de tanta barbarie por haberla permitido. Todos los colombianos somos culpables de
tantas muertes, no nos lavemos las manos diciendo que solo el que esta en el poder tiene la culpa.
De los falsos positivos somos tan culpables como el presidente que tenemos, no nos digamos
mentiras. Si no es cierto, entonces por que Santos esta candidatizado para ser el próximo
presidente. El Presidente no me conmueve cuando le dice Mentiroso a Un magistrado, no mas
faltaba. Juzguen ustedes, desde el comienzo de su mandato ha sido un mentiroso frente a un país
que acepta la mentira. Tenemos el presidente que los colombianos han querido mantener, un
mentiroso y solapado dirigente político. Cómo es posible que frente a las desapariciones del Palacio
de Justicia salga a defender a Plazas, y mucho antes, cómo es posible que haya salido a defender a
Noguera, cómo es posible que haya salido a gritarle a unos manifestantes en Cali “Venga y me lo
dice marica”, cómo es posible que crea que por ser presidente la única verdad sea la de él. Me
duele este país que tenemos, pero me duele mucho mas cuando me doy cuenta que todo el mundo
le haya creído el cuento, sobre todo cuando habla como si fuera el Papa, dios en Persona... Bueno,
yo no soy un político y tú apenas me pediste una opinión.
- En todos los 67 años vividos, ¿cuál fue la década que más sentiste correr por tus venas la
literatura?
- Yo creo que toda la vida ha sido para mi una experiencia, un goce, una aventura, un sueño. Es
cierto, tal vez porque desde niño siempre viví expectante, pendiente de cómo la gente hablaba, y
más tarde, cuando toqué los libros, creía que todo lo que contaban era verdad, tanto en una novela
como en un cuento, y lo tomaba para mí como modelo de vida. Tal vez por eso he estado tan
equivocado en el mundo, creer que la ficción es mi realidad, pero que la realidad es cosa cierta, lo
es. Eso no me ha defraudado en nada. ya te dije que en mi casa desde el momento en que nací
hasta que conocí la escuela, nunca tuve un libro en mis manos, y eso fue hasta los siete años. Me
gustaba más oír a mi abuela que aprender a leer. Y sin embargo aprendí a leer sin que nadie me
enseñara, de la manera más prosaica. Si veía que en un talego estaba pintada una monja, la
asociaba con las palabras que estaban escritas: Harinas La Monjita, por ejemplo. La harina estaba
en la bolsa. La monja trabajaba seguramente en un molino. Y todo se reducía a leer. Harinas La
Monjita. Eso lo explicó García Márquez años más tarde, en Cien años de soledad, con motivo de
la Fiebre del Olvido. Había que ponerle nombre a las cosas para que nos se le olvidara a uno el
nombre de la cosa en sí. Después que aprendí a leer lo que más me gusto fue la Poesía, sobre todo
la del siglo de Oro, y más luego García Lorca, Miguel Hernández, el cante jondo, la poesía
gitana. Y todo porque a mi pueblo llegaban muchos circos y muchos gitanos y con solo verlos me
imaginaba otros mundos, llenos de colores y música. Con poesía o mejor dicho, plagiando poetas
andaluces tuve muchas novias. Durante mi vida en el Barrio Santa fe, conocí en persona a León de
Greiff, me parecía tan sencillo que yo creía que era un ángel que llevaba muchas migajas de pan
en los bolsillos para las palomas del parque a la hora del almuerzo. Nunca me sedujo un León
Valencia, pero si un Julio Flórez. Las poesías de Silva me parecían demasiado almibaradas y
pegajosas, algo así como lágrimas con ariquipe.
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Después me fui de la casa y llegue al mar. Y cayó en mis manos la poesía de Neruda y El
Extranjero de Camus, que fue mi perdición. Era el año 1964, y como te dije en un comienzo, yo
creí que la ficción era mi realidad y amé ese libro porque contaba una historia tan bella que no
podía ser cierta. Desde entonces amé a Camus, pero después llegaron Los beatniks, Kerouac,
Gonzalo Arango y Jaime Jaramillo, Cien años de soledad, el Che en Bolivia, seguí amando la
literatura con pasión, pero la verdad es que nunca he intensado ser escritor. No lo digo por maldad,
sino porque pensaba que los escritores eran otros, los autores de mis libros favoritos. Nunca he
sido prepotente en estas cosas, ni he pretendido que mi obra sea mejor que otra, porque al fin de
cuentas todas las historias son diferentes. Cuando me puse a escribir fue cuando creí que todavía
nadie había contado lo que yo había vivido. Eso me hace diferente de los demás miembros de la
tribu. No cuento las cosas con dolor, y tú lo podrás ver en Inventario De Invierno, que inclusive tú
le diste un segundo premio de novela en Pereira, en 1991. Allí cuento la vida de un niño descalzo,
feliz, riente, enamorado de la vida y del mundo, jugando con los pocos elementos que hacen de un
niño un genio de invenciones sobrenaturales.
- Quizá la época más bonita de mi vida como escriviviente, fue entre los años 70 y 80, y todo
porque era amigo de gente linda, Mendoza Varela, X-504, Gonzalo Arango. Manuel Mejía
Vallejo me pronosticaba un futuro en la literatura colombiana, me dieron el tercer premio en los
90 Años de El Espectador. me escribía con muchos poetas, Edmundo Valadés me enviaba la
revista El cuento de México, me escribían de Paris, pude publicar el primer libro a Orietta, fui
editor de la revista Mosaico II. Yo era una celebridad, casi me candidatizan para papa, y eso que en
ese momento la literatura estaba demasiado politizada. Fue una época bella en la literatura porque
todos los escritores al fin de cuentas eran amigos. Después los premios los dividieron, nadie
hablaba con nadie, sólo por interés, si tú me sirves yo te sirvo, si tu eres famoso me interesas, en
fin... Si mi literatura es diferente es precisamente para no parecerme a nadie. Recuerdo que para
Manzanitas Verdes al Desayuno, le pedí el prólogo a un escritor famoso que he apoyado en todo
sentido, y sin embargo ni siquiera se atrevió a decirme “su libro es muy malo” o cosa por el estilo.
No estoy fastidiado por esto. Al contario, los años me han demostrado que ciertas personas me dan
risa y que es una lastima que no trabajen en un circo. Podrían hacer reír a las fieras.
- ¿Con qué escritor, vivo o muerto, te gustaría encontrarte cualquier día en la calle y te pondrías a
hablar con él?
- Son tantos los escritores con los que me gustaría encontrarme en esta vida o en la otra...
Naturalmente con Rimbaud. Su vida y mi vida se emparentan en mucho. Fue rebelde desde niño,
se fue de su casa, vivió una vida bohemia, viajo por todas partes, terminó haciendo fotografías
para una Sociedad Geográfica, escribió Una temporada en el Infierno y murió de una gangrena en
una rodilla. Aunque tú no lo creas, a mí también me ha pasado lo mismo: durante varios años
estuve atado a unas muletas, casi pierdo mi pierna izquierda en un accidente, inclusive todavía se
me nota, a veces se me olvida la pierna en una silla y me voy sin darme cuenta. Además, porque
en Rimbaud se nota el espíritu francés, y yo toda la vida he estado enamorado de Paris. Otro poeta
que me gustaría encontrarme es con César Vallejo. Su vida y mi vida se emparentan también. Yo
vengo del campo como Vallejo, yo no soy un ciudadano y no tengo modales finos. Vallejo nunca
estudio ni yo tampoco, era rebelde por naturaleza, aunque no fuera capaz ni siquiera de tirarle una
piedra al Gobierno, y estuvo preso. Yo también estuve preso una vez. En todo caso me gustaría
encontrarme de todos modos con Vallejo, tanto así que cuando me gane un premio, me voy para
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Santiago de Chuco, a conocer la casa donde nació Vallejo. Yo también amo a Vallejo, no solo por
sus poemas sino por su vida, su obra, su soledad... Con Mark Twain, también me gustaría
encontrarme, porque fue tan libre como yo. Recuerdo todos sus libros, pero especialmente el Diario
de Eva: Donde estaba ella, estaba el Edén. Con Rulfo, Miller, con Bukoswski, con todos esos
escritores que aprendieron a escribir no en la Academia sino en la vida, me gustaría encontrarme
algún día. Sé que todos los días me encuentro con ellos porque los tengo en mi biblioteca, y de vez
en cuando salen a charlar conmigo, rondan por mi casa, se tropiezan en las escaleras, saltan de un
lado a otro, fuman largos tabacos, leen mis cuentos, me dan razones de por qué se escribe así y no
de otro modo. Si, definitivamente los grandes escritores no son los que se han pasado en la
Academia dictando talleres de cómo ser escritores sino los que han tomado la vida y la vida les ha
enseñado a escribir. Con ellos y solo con ellos me gustaría encontrarme de nuevo. Con el único
poeta colombiano que me gustaría hablar siempre y que deseo no se muera nunca, es con Jaime
Jaramillo Escobar (X-504). Y con el único escritor vivo que me gustaría hablar alguna vez es con
Gustavo Álvarez Gardeazabal. Y con la única mujer que me gustaría estar siempre es con la
mujer que me ame de verdad porque solo así uno escriben cosas bellas, Desafortunadamente en
estos tiempos el amor no es mas que una comedia. Quisiera seguir extendiéndome en esta charla,
pero desafortunadamente el tiempo vuela....
- ¿Crees que la vida con los libros salva a este país del infierno político?
- Eso no es posible, quiero decir, los libros nunca salvaran a ningún país, menos a Colombia, menos
el infierno político en que estamos enclaustrados desde hace siglos. Para que los libros sean
capaces de cambiar o transformar el país, se necesitan muchos lectores, muchos poetas y
escritores buenos, no en el sentido que nos los nombran los periódicos de todos los días, sino
verdaderamente buenos, que dejen una impronta en la literatura colombiana. Hoy en día las
editoriales y publican mucha basura que la gente consume como si fueran papas fritas, chitos y
todo eso, sin reflexión ni análisis Y para colmo de males, somos un país iletrado, y todo el mundo
quiere ser iletrado. Si no hay para comprar el pan diario mucho menos hay para comprar libros. Por
lo demás, los libros están por las nubes, no quiero decir cargados de poesía sino que son muy
caros en un país que no solo produce caña de azúcar sino también pulpa de papel. Tenemos
buenas tintas, pero el papel es carísimo. Tenemos grandes, buenas y pequeñas editoriales, pero el
costo de los insumos es muy grande. Y como te decía al comienzo, aquí nadie lee por placer sino
para desaburruirse. ¿A quién no le interesa leer los embrollos de doña Ingrid Betancourt que de
la noche a la mañana convirtieron en Juana de Arco, la madre Teresa de Calcuta, la Virgen de
Fátima y otras santas? Chismes es lo que nos gusta leer. De ahí que los libros de Alfredo
Molano, por ejemplo, no se vendan tan bien como uno de Aura Cristina Gainer. La basura es lo
que le gusta al lector colombiano. ¿Cuándo un lector colombiano digiere lo que los periódicos no
dicen? Por ejemplo, cuándo se ha visto que un lector compre un libro que no haya sido ensalzado
por una gran editorial o por un comentarista de Arcadia o del Tiempo. Si el libro no esta firmado
por a, b o c escritor tal, no es buen libro. Pero yo digo todo lo contrario. Pedro Badran es un buen
escritor y eso nadie lo puede negar. Evelio Rosero es un buen escritor y eso tampoco nadie lo
puede negar. Muchos escritores del Huila, de Santander, de la costa, de Nariño o de otras partes,
son buenos escritores pero casi nadie los nombra porque los reseñadores practican el ninguneo, la
mala leche. Desconocer a otros es lo más sabroso. Yo conozco a muchos escritores buenísimos que
viven en Colombia, que publican en Colombia y que cuentan cosas bellas y buenas. Me ufano de
ello, Me ufano de que sean mis amigos, me ufano de leerlos cada vez que sale alguno de sus libros.
No hay que olvidar que vivimos en Canibalia, y al rey de allí no le gusta la belleza sino la envidia, la
confusión, la negación y el oscurantismo.
Con otro escritor que me gustaría compartir otra botella de Whisky, seria con Charles Bukowski.
Fue un escritor terriblemente vital, pendenciero, camorrista, buscapleitos, errante, proscrito y por si
fuera poco, muy buen escritor. Me gustaría describir situaciones, ambientes lugares como lo hizo él,
r y que dejó plasmados en una cantidad de libros. Lastima que Arturo Echeverri Mejía se murió
demasiado joven, porque con el también me gustaría tomarme una botella de vino, para que
habláramos de su travesías en canoa desde la desembocadura del Amazonas hasta Cartagena, para
que me hablara del Bajo Cauca y en fin, para que me hablara de todo lo que yo no sé. Parece un
poco traído de los cabellos hablar de uno mismo, pero me gustaría tomarme un chocolate con mi
madre, preguntarle por que me dejo cuando yo era tan niño y si el cielo existe. Mi madre era muy
sabia porque a qué madre se le ocurre decirle a su hijo cuando lo ve descalzo entrando a la iglesia
el día de su primera comunión: “la pobreza no es pecado, hijo mío... a Dios solo le importa que uno
sea bueno”.
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Entrevista de Jorge Consuegra
- ¿Con Bukowski te tomarías una botella
de whisky, dos copas de vino o un café
colombiano?
- Con Bukowski, no necesariamente seria
una botella de whisky sino dos y hasta
cinco botellas de whisky escoses bien
refinado, o una copa de vino español o un
café colombiano, del mejor café
colombiano, del que hace mi amigo Jader
Rivera en Teruel (Huila), el cual no esta
sembrado al descampado sino bajo
frondosos de los árboles, bien pueden ser
guarumos, chirimoyos, aguacates o
sicomoros. Tan rico que es el olor de un
café a las seis de la mañana en esos parajes, sintiendo todavía el frescor de la mañana
impregnando en las hojas de los árboles, reverdes de tanto verdor. digo todo esto porque una vez
fui a dar un recital por esos lugares y mi amigo, que es un poeta como Aurelio Arturo y que
todavía habla del campo con esa admiración que uno siente por las plantas cultivadas por su propia
mano... No olvidare ese día. En la emisora local, frente a un vetusto transmisor me senté a leer uno
de mis cuentos y sentí que toda la selva, allá afuera, escuchaba mi voz, porque era tan profundo el
silencio que hasta el sonido de la música parecía ensordecer con el canto de las chicharras, de las
abejas y avispas. Ese, y unos cuantos campesino que habían venido al pueblo eran todo mi
auditorio. Yo me sentía como en Siddhartha hablando de tu a tu con los dioses milenarios de la
tierra. Después de leer mi cuento "Ella No Volvió", un campesino me llamó para preguntarme si
todo eso que yo contaba era cierto. Le dije que sí, que todo había sido cierto, tan ciento que hasta
mi madre se había muerto. El campesino me trajo después una manotada de plátanos y me invito a
tomar café a su casa, que era de bahareque y con tantos huecos por todas partes que el sol no
aguantaba tanto calor y se metía por entre los huecos de su casa a refrescarse. Pero era tan
delicioso su café que poco importaban los picotazos de las abejas, el zumbido de los mosquitos. Me
sentí como un héroe, porque después salimos a caminar por todas partes y hasta oímos con
tremenda nitidez unos tiros de la guerrilla y tuvimos que devolvernos. Pero lo que mas recuerdo en
su taza de café, preparado con aguade panela, la sonrisa de su hija y los ladridos de los perros.
Aunque a Bukowski no le gustaría estar a mi lugar, si me gustaría tomarme un café con él, en
una calle de Los Ángeles y revolotear de un lado a otro de la noche...
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