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Además, para lograr el verdadero desarrollo de todos, es necesario que la humanidad tome conciencia del
escándalo y de la vergüenza que supone el hambre en el mundo, en tantos miles y millones de seres
humanos. Ello reclama una ecuánime reforma agraria en los países en desarrollo y una eficaz respuesta
solidaria. Asimismo, el Papa pone en evidencia que el respeto por la vida humana –por toda vida humana
y por toda la vida- en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los
pueblos. “Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y supresión de la vida, acaba por no
encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del
hombre”.
También el respeto y promoción por el derecho a la libertad religiosa es fuente de auténtico
desarrollo. Y la negación de este derecho y el uso de la violencia contra él, frena el desarrollo, como
acontece especialmente en territorios de inspiración fundamentalista.
“Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil” es el tema del tercer capítulo de la encíclica,
que comienza con un elogio de la experiencia del don frente a una visión de la existencia que antepone
todo a la productividad y a la utilidad. “El desarrollo, si quiere auténticamente humano, necesita, en
cambio, dar espacio a la gratuidad”. Y, en lo que se refiere al mercado y a la lógica mercantil, Benedicto
XVI recuerde que este ha de estar ordenada “a la consecución del bien común”, que “es la
responsabilidad, sobre todo, de la comunidad política”.
El sistema económico y financiero ha de basarse en tres instancias: el mercado, el Estado y la
sociedad civil. Para “civilizar la economía” es preciso arbitrar formar de economía solidaria y tanto el
mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco.
Este capítulo tercero de la “Caritas in veritate” concluye como una nueva valoración del fenómeno
de la globalización, que no puede entenderse solo como un proceso socioeconómico y que necesita una
reorientación cultural, personalista, comunitaria, abierta a la trascendencia y capaz de corregir sus
disfunciones.
En el cuarto capítulo la encíclica aborda el tema “Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes,
ambiente”. A lo largo del mismo, del capítulo, el Papa habla sobre la objetividad y fundamentación de los
derechos, de los correlatividad de los deberes y el crecimiento demográfico.
Benedicto XVI asimismo reafirma que la sexualidad no se puede reducir un mero hecho
hedonístico y lúdico, y llama a los Estados a realizar políticas que promuevan la centralidad de la familia,
como célula básica de la sociedad.
“La economía –subraya el Papa en este capítulo cuarto- tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento: no de cualquier ética, sino de una ética amiga de la persona”. En este sentido, “la misma
centralidad de la persona debe ser el principio guía en las intervenciones para el desarrollo de la
cooperación internacional”. De ahí, que “los organismos internacional –interpela el Papa- deberían
interrogarse sobre la real eficacia de sus aparatos burocráticos, con frecuencia muy costosos”.
El Santo Padre se refiere más adelante a las problemáticas energéticas. “El acaparamiento de los
recursos por parte de los Estados y grupos de poder –denuncia- constituyen un grave impedimento para el
desarrollo de los países pobres”. “Las sociedades técnicamente avanzadas –prosigue- pueden y deben
disminuir la propia necesidad energética, mientras debe avanzar la investigación sobre energías
alternativas.
Somos una sola y única familia
La denuncia del llamado turismo sexual, a veces avalado por los Gobiernos es objeto del número
61 de la encíclica. En el número 62 Benedicto XVI escribe sobre las migraciones, recordando que se trata
de un fenómeno y realidad históricos y que “todo emigrante es una persona humana, que posee derechos
que deben respetados por todos y en toda situación”.
En el último número de este capítulo quinto, la “Caritas in veritate” reclama la reforma de la ONU
y del arquitectura económica y financiera internacional. “Urge la presencia de una verdadera Autoridad
política mundial, que goce de poder efectivo”.
No idolatrizar la técnica
“El desarrollo de los pueblos y la técnica” es el tema del sexto y último capítulo. El Papa alerta
sobre la pretensión prometeica según la cual la humanidad cree poderse recrear, valiéndose de los
prodigios de la tecnología. La ciencia y la técnica son buenas, maravillosas, pero no pueden tener una
libertad absoluta ni son un fin en sí mismas.
Y como campo primaria de la lucha cultural entre el absolutismo de la tecnicidad y la
responsabilidad moral del hombre el Papa alude a la bioética. “La razón sin fe –subraya Benedicto XVI-
está llamada a perderse en la ilusión de la propia omnipotencia”. Y, al respecto, alude a la investigación
con embriones, la clonación y la sistemática planificación eugenésicas de los nacimientos. Todas estas
realidades son tentaciones idolátricas, que, lejos de garantizar el desarrollo, lo hacen un espejismo y lo
pervierten.
El humanismo cristiano
De este modo, la cuestión social se convierte en cuestión antropológica. Y es que “la fuerza más
poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar
por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios”.
Por ello, “el desarrollo tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de
oración, de amor y de perdón, de renuncia de sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz”.