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Introducción
Notas sobre la sexualidad desde Freud y
Foucault. Sexualidad, cultura y patología.
En primer lugar identificamos en los textos de Sigmund Freud una serie de pasajes
que conciben una sexualidad basada en la naturaleza humana. Por ejemplo, en el
ensayo “Las aberraciones sexuales”(1) Freud comienza afirmando que “El hecho de la
existencia de necesidades sexuales en el hombre y el animal es expresado en la biología
mediante el supuesto de una “pulsión sexual”. En eso se procede por analogía con la pulsión
de nutrición: el hambre".(2) En esta misma dirección, agrega en otro texto: “La pulsión
sexual (...) es probablemente de más vigorosa plasmación en el hombre que en la mayoría de los
animales superiores; en todo caso es más continua, puesto que ha superado casi por completo la
periodicidad a que está ligada en los animales.”.(3)
En varios pasajes puede leerse cómo se radicaliza una postura biologicista. Dice:
“Estamos autorizados a pensar que en el sector intersticial de las glándulas genésicas se
producen ciertas sustancias químicas que, recogidas por el flujo sanguíneo, cargan de tensión
sexual a determinados sectores del sistema nervioso central.”.(4) El punto de apoyo en la
naturaleza, en lo biológico, es un argumento de central importancia. No podemos
decir que la sexualidad aparezca como enteramente ya dada, aunque el positivismo de
las tesis de apoyo en lo biológico es manifiesto, pero podemos interpretar este
biologicismo como un dato del marco de referencia teórico e institucional de Freud, en
lugar de un error de definición o reduccionismo biologicista.
En estos escritos Freud presenta a la pulsión sexual con una serie de rasgos: ya dada,
natural; el hombre la comparte con el animal; tiene sustrato biológico. Pero es en este
punto donde nos advierte de una “ (...) explicación más burda, a saber, que una persona
trae consigo innato, el enlace de la pulsión sexual con un objeto sexual determinado”.(5) Es
decir, la sexualidad, a diferencia de la pulsión sexual, no es universal sino singular
puesto que el objeto sexual, la orientación del sujeto hacia un objeto no está pautado
en la naturaleza de la especie.
Hasta aquí tenemos dos factores fundamentales: por un lado, el rasgo universal de la
sexualidad, la pulsión sexual de la especie y por el otro, que cada sujeto elija un objeto
singular. Pero esto no es todo: “(...) ocasiones externas son decisivas para la reaparición de
la actividad sexual”.(6) Las ocasiones externas y contingentes “cobran importancia grande
y duradera”.(7) Este exterior contingente pero duradero es la cultura. En otra ocasión,
reconoce un carácter histórico de este afuera. Dice: “Por otra parte en estos poderes que
ponen un dique al desarrollo sexual –asco, vergüenza y moral- es preciso ver también un
sedimento histórico de las inhibiciones externas que la pulsión sexual experimentó en la
psicogénesis de la humanidad”.(8)
Veamos ahora qué pensaba Michel Foucault respecto de este problema. En primer
lugar, este filósofo no sostuvo una definición definitiva sobre la sexualidad. La
definición de ella fue cambiando a lo largo de su obra. “El primer volumen de la historia
[de la sexualidad] atravesó varios borradores diferentes y su argumento cambió drásticamente
en el proceso. En su inicio Foucault tomaba el “sexo” como algo dado y consideraba la
“sexualidad” como una formación de discurso institucional que lo enmascaraba. Insatisfecho
con esta tesis, invirtió sus términos, argumentando que el sexo es producido por el dispositivo
de la sexualidad. El discurso de la sexualidad no se aplica al sexo, sino al cuerpo y a los órganos
sexuales, a los placeres y a las relaciones de alianza.”(9)
Sean los textos de Freud o de Foucault reconocemos una fuerza o entidad, distinta
y exterior al sujeto. En Freud a este afuera lo identificamos con la cultura y en
Foucault con el poder. La sexualidad se topa con un exterior que según el autor, se
relaciona de un modo distinto con ella.
Según Freud “Decimos más o menos lo mismo si derivamos la oposición entre cultura y
sexualidad del hecho de que el amor sexual es una relación entre dos personas en que los
terceros huelgan o estorban, mientras que la cultura reposa en vínculos entre un gran número
de seres humanos.”(13) La cultura es exterior a la sexualidad. Cultura y naturaleza son
diferenciados y esta diferenciación no produce una interrelación armoniosa entre
pulsión sexual y cultura. Contrario a lo que parece ser el sentido común sobre la
cultura entre los contemporáneos de Freud, este escribe: “Reconocemos como culturales
todas las actividades y valores que son útiles para el ser humano en tanto ponen la tierra a su
servicio, lo protegen de la violencia de las fuerzas naturales, etc...”.(14) Pero nos advierte
que estas “hazañas” de la cultura: “No sólo parece un cuento de hadas; es directamente el
cumplimiento de todos los deseos de los cuentos”.(15) La cultura no es el dulce refugio
contra la inhóspita naturaleza. Ella se relaciona con la sexualidad de modo restrictivo,
negativo, represivo “(...) la cultura nunca se conforma con las ligazones que se le han
concedido hasta un momento dado, que pretende ligar entre sí a los miembros de la comunidad
también libidinalmente...” (...) “Para cumplir esto propósitos es inevitable limitar la vida
sexual”.(16)
Por su parte, Michel Foucault señala que, entre sus contemporáneos, existe cierto
conjunto de ideas, teorías y argumentos que apoyan y refuerzan la idea de una cultura
burguesa y represiva para con la sexualidad. Foucault denomina hipótesis represiva a la
tesis que atraviesa a este conjunto y le opone una hipótesis de trabajo propia: la
hipótesis discursiva.
Y la hipótesis discursiva: “la hipótesis general del trabajo: La sociedad que se desarrolla en el
siglo XVIII -llámesela como se quiera, burguesa, capitalista o industrial- no opuso al sexo un
rechazo fundamental a reconocerlo. Al contrario, puso en acción todo un aparato para producir
sobre él discursos verdaderos.”(18)
La moral victoriana de finales del siglo XIX, considerada como el momento de más
apretada censura sobre la sexualidad, desde la hipótesis represiva, adquiere otro sentido
desde la nueva perspectiva: “El accidente histórico estaría constituido más bien por los
pudores del “puritanismo victoriano”.(21) Según Michel Foucault, el papel que juega la
moral victoriana, (como momento histórico), y la represión (como operación del
poder) es secundario y regional desde una visión de conjunto de la economía general
del discurso sobre la sexualidad en occidente.
Según Freud, existe una relación directa entre el carácter represivo de la cultura y las
enfermedades nerviosas. Afirma “Debo reprochar – y a muchas otras de parecido tenor-, no
que sean erróneas, sino que resulten insuficientes para esclarecer en sus detalles el fenómeno de
las perturbaciones nerviosas y descuiden justamente lo más sustantivo de los factores
etiológicos eficaces. Si se prescinde de las maneras vagas de “estar enfermos de los nervios” y
se consideran las genuinas formas de enfermedad nerviosa, el influjo nocivo de la cultura se
reduce en lo esencial a la dañina sofocación de la vida sexual de los pueblos (o estratos) de
cultura por sobre de la moral sexual “cultural” que en ellos impera”.(26) Y en otro sitio:
”Una cierta medida de satisfacción sexual directa parece indispensable para la inmensa mayoría
de las organizaciones, y la denegación de esta medida individualmente variable se castiga con
fenómenos que nos vemos precisados a incluir entre los patológicos a consecuencia de su
carácter nocivo en lo funcional y displacentero en lo subjetivo¨.(27)
Según este punto de vista, la moral victoriana operó sobre el sujeto de modo tal que el
dique de contención de la energía sexual era infranqueable. Por lo tanto enfermaban
frecuentemente. A esto Foucault le responde: “Lo importante quizás no resida en el nivel
de indulgencia o la cantidad de represión, sino en la forma de poder que se ejerce. Cuando se
nombra, como para que se levante, a toda esa vegetación de sexualidades dispares, ¿se trata de
excluirlas de lo real? Al parecer, la función del poder que aquí se ejerce no es la de prohibir; al
parecer, se ha tratado de cuatro operaciones muy diferentes de la simple prohibición”.(28)
5. Conclusión
A modo de conclusión provisoria podríamos decir que Foucault critica a los que no
han visto que la situación donde pensó Freud ha cambiado. No a Freud, sino a los que
lo escolarizan, y quitándole el gesto de pensamiento, lo vuelven ortodoxia.
Bibliografía primaria:
FOUCAULT, Michel: Historia de la sexualidad Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998.
FREUD, Sigmund: Tres ensayos de la teoría sexual y otras obras, en Obras Completas,
1ª ed., Bs. As., Amorrortu editores, 1978, vol.VII
FREUD, Sigmund: “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908), en
Obras Completas , 2ª ed., Bs.As., Amorrortu editores, 1986, vol. IX
Bibliografía secundaria:
MACEY, David: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995.
Notas:
2) Idem, 123
4) Sigmund Freud: Tres ensayos de la teoría sexual (1905), en Obras Completas , 1ª ed.,
Bs. As., Amorrortu editores, 1978, vol. VII, p. 196
5) Idem, p. 128
6) Idem, p. 173
7) Idem, p. 173
8) Idem, p. 147
9) David Macey: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, p.
433
10) Michel Foucault: Historia de la sexualidad Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998, p. 29
11) David Macey: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, p.
433-434
12) Michel Foucault: Historia de la sexualidad ,Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998, p. 190
13) Sigmund Freud: El malestar en la cultura, (1929), en Obras Completas , 1ª ed., Bs.
As., Amorrortu editores,1979, vol. XXI, p. 105
14) Idem, p. 89
15) Idem, p. 90
17) Michel Foucault: Historia de la sexualidad, Tomo I: La voluntad del saber, 25ª
ed.,México, Siglo XXI, 1998, p. 25
18) Idem, p. 87
19) Idem, p. 41
20) Idem, p. 33
21) Idem, p. 31
22) Idem, p. 13
23) Idem, p. 29
25) Sigmund Freud: “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908), en
Obras Completas 2ª ed., Bs. As., Amorrortu editores, 1986, vol IX, p. 169
26) Sigmund Freud: El malestar en la cultura (1929), en Obras Completas, 1ª ed., Bs.
As., Amorrortu editores, 1979, p. 166
27) Idem, p. 169
28) Michel Foucault: Historia de la sexualidad, Tomo I: La voluntad del saber, México,
25ª ed., México, Siglo XXI, 1998, p. 54
29) Idem, p. 63