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1.

Introducción
Notas sobre la sexualidad desde Freud y
Foucault. Sexualidad, cultura y patología.

Marcela Alejandra Defina

La pregunta original del trabajo: ¿cuál es la relación entre sexualidad y moral


victoriana desde Freud y Foucault? fue modificada ya que descarté la dimensión
histórica de la moral victoriana de siglo XIX. La razón de ello fue su excesiva extensión
para este informe. Otra diferencia es que el tema central, la pregunta, se transformó
levemente. El nuevo objetivo del trabajo guarda cierta relación con el original, pero en
lugar de pensar la relación entre sexualidad y la moralidad victoriana, el nuevo plan
establece tres preguntas centrales: 1) ¿cuál es la naturaleza de la sexualidad para S.
Freud y para M. Foucault?, ¿es construida o es dada? 2) ¿qué relación guarda la
cultura (según Freud), o el poder (según Foucault) con la sexualidad?, ¿es exterior o
inherente a la sexualidad? y 3) ¿qué es lo patológico en la sexualidad? .

2. Sexualidad: ¿origen biológico o construcción discursiva?

En primer lugar identificamos en los textos de Sigmund Freud una serie de pasajes
que conciben una sexualidad basada en la naturaleza humana. Por ejemplo, en el
ensayo “Las aberraciones sexuales”(1) Freud comienza afirmando que “El hecho de la
existencia de necesidades sexuales en el hombre y el animal es expresado en la biología
mediante el supuesto de una “pulsión sexual”. En eso se procede por analogía con la pulsión
de nutrición: el hambre".(2) En esta misma dirección, agrega en otro texto: “La pulsión
sexual (...) es probablemente de más vigorosa plasmación en el hombre que en la mayoría de los
animales superiores; en todo caso es más continua, puesto que ha superado casi por completo la
periodicidad a que está ligada en los animales.”.(3)
En varios pasajes puede leerse cómo se radicaliza una postura biologicista. Dice:
“Estamos autorizados a pensar que en el sector intersticial de las glándulas genésicas se
producen ciertas sustancias químicas que, recogidas por el flujo sanguíneo, cargan de tensión
sexual a determinados sectores del sistema nervioso central.”.(4) El punto de apoyo en la
naturaleza, en lo biológico, es un argumento de central importancia. No podemos
decir que la sexualidad aparezca como enteramente ya dada, aunque el positivismo de
las tesis de apoyo en lo biológico es manifiesto, pero podemos interpretar este
biologicismo como un dato del marco de referencia teórico e institucional de Freud, en
lugar de un error de definición o reduccionismo biologicista.

En estos escritos Freud presenta a la pulsión sexual con una serie de rasgos: ya dada,
natural; el hombre la comparte con el animal; tiene sustrato biológico. Pero es en este
punto donde nos advierte de una “ (...) explicación más burda, a saber, que una persona
trae consigo innato, el enlace de la pulsión sexual con un objeto sexual determinado”.(5) Es
decir, la sexualidad, a diferencia de la pulsión sexual, no es universal sino singular
puesto que el objeto sexual, la orientación del sujeto hacia un objeto no está pautado
en la naturaleza de la especie.

Hasta aquí tenemos dos factores fundamentales: por un lado, el rasgo universal de la
sexualidad, la pulsión sexual de la especie y por el otro, que cada sujeto elija un objeto
singular. Pero esto no es todo: “(...) ocasiones externas son decisivas para la reaparición de
la actividad sexual”.(6) Las ocasiones externas y contingentes “cobran importancia grande
y duradera”.(7) Este exterior contingente pero duradero es la cultura. En otra ocasión,
reconoce un carácter histórico de este afuera. Dice: “Por otra parte en estos poderes que
ponen un dique al desarrollo sexual –asco, vergüenza y moral- es preciso ver también un
sedimento histórico de las inhibiciones externas que la pulsión sexual experimentó en la
psicogénesis de la humanidad”.(8)

Concluimos, entonces, que la sexualidad para S. Freud está triplemente determinada:


a) por su fuerza natural, b) por su objeto singular y c) por la cultura.

Veamos ahora qué pensaba Michel Foucault respecto de este problema. En primer
lugar, este filósofo no sostuvo una definición definitiva sobre la sexualidad. La
definición de ella fue cambiando a lo largo de su obra. “El primer volumen de la historia
[de la sexualidad] atravesó varios borradores diferentes y su argumento cambió drásticamente
en el proceso. En su inicio Foucault tomaba el “sexo” como algo dado y consideraba la
“sexualidad” como una formación de discurso institucional que lo enmascaraba. Insatisfecho
con esta tesis, invirtió sus términos, argumentando que el sexo es producido por el dispositivo
de la sexualidad. El discurso de la sexualidad no se aplica al sexo, sino al cuerpo y a los órganos
sexuales, a los placeres y a las relaciones de alianza.”(9)

Según Foucault, en Historia de la Sexualidad I, el sexo es una construcción hecha por


unos discursos entendidos como fuerzas en una red de relaciones de poder. Esa
construcción es hecha sobre otras cosas que ya se encontraban allí: “la tarea casi infinita
de decir, de decirse a sí mismo y de decir a algún otro, lo más frecuentemente posible, todo lo
que puede concernir al juego de los placeres, sensaciones y pensamientos innumerables que, a
través del alma y el cuerpo, tienen alguna afinidad con el sexo”.(10) El sexo se construye
sobre el “juego de los placeres, sensaciones y pensamientos innumerables que” pueden tener
afinidad con el sexo.

La idea de sexo es construida por el dispositivo de la sexualidad. El concepto de


dispositivo se define como “(...) un cuerpo heterogéneo de discursos, propuestas (filosóficas,
morales, filantrópicas y demás), instituciones, leyes y enunciados científicos; el dipositif es la
red que los une, que gobierna el juego entre los hilos heterogéneos.”.(11) “Y mientras que el
dispositivo de sexualidad permite a las técnicas de poder la invasión de la vida, el punto ficticio
del sexo, establecido por el mismo dispositivo, ejerce sobre todos bastante fascinación como para
que aceptemos oír (...)”.(12)

En síntesis, en lugar de reprimir un sexo original y primero, el poder produce, por


medio de una red de prácticas y enunciados (el dispositivo de sexualidad), la idea de
“sexo” a los fines de profundizar su inserción y de extender su control sobre el
conjunto de la sociedad. Por lo tanto, la sexualidad es una construcción discursiva
entre la economía del poder y los placeres del cuerpo.

3. Cultura y poder, prohibición y producción discursiva.

Sean los textos de Freud o de Foucault reconocemos una fuerza o entidad, distinta
y exterior al sujeto. En Freud a este afuera lo identificamos con la cultura y en
Foucault con el poder. La sexualidad se topa con un exterior que según el autor, se
relaciona de un modo distinto con ella.

Según Freud “Decimos más o menos lo mismo si derivamos la oposición entre cultura y
sexualidad del hecho de que el amor sexual es una relación entre dos personas en que los
terceros huelgan o estorban, mientras que la cultura reposa en vínculos entre un gran número
de seres humanos.”(13) La cultura es exterior a la sexualidad. Cultura y naturaleza son
diferenciados y esta diferenciación no produce una interrelación armoniosa entre
pulsión sexual y cultura. Contrario a lo que parece ser el sentido común sobre la
cultura entre los contemporáneos de Freud, este escribe: “Reconocemos como culturales
todas las actividades y valores que son útiles para el ser humano en tanto ponen la tierra a su
servicio, lo protegen de la violencia de las fuerzas naturales, etc...”.(14) Pero nos advierte
que estas “hazañas” de la cultura: “No sólo parece un cuento de hadas; es directamente el
cumplimiento de todos los deseos de los cuentos”.(15) La cultura no es el dulce refugio
contra la inhóspita naturaleza. Ella se relaciona con la sexualidad de modo restrictivo,
negativo, represivo “(...) la cultura nunca se conforma con las ligazones que se le han
concedido hasta un momento dado, que pretende ligar entre sí a los miembros de la comunidad
también libidinalmente...” (...) “Para cumplir esto propósitos es inevitable limitar la vida
sexual”.(16)

Por su parte, Michel Foucault señala que, entre sus contemporáneos, existe cierto
conjunto de ideas, teorías y argumentos que apoyan y refuerzan la idea de una cultura
burguesa y represiva para con la sexualidad. Foucault denomina hipótesis represiva a la
tesis que atraviesa a este conjunto y le opone una hipótesis de trabajo propia: la
hipótesis discursiva.

En la Historia de la sexualidad I, la hipótesis represiva se presenta del siguiente modo:


“(...) nombrar al sexo se habría tornado más difícil y costoso. Como si para dominarlo en lo real
hubiese sido necesario primero reducirlo en el campo del lenguaje, controlar su libre circulación
en el discurso, expulsarlo de lo que se dice y apagar las palabras que lo hacen presente con
demasiado vigor. (...) mutismo que imponen el silencio a fuerza de callarse. Censura”.(17)

Y la hipótesis discursiva: “la hipótesis general del trabajo: La sociedad que se desarrolla en el
siglo XVIII -llámesela como se quiera, burguesa, capitalista o industrial- no opuso al sexo un
rechazo fundamental a reconocerlo. Al contrario, puso en acción todo un aparato para producir
sobre él discursos verdaderos.”(18)

Cada hipótesis -la represiva y la discursiva- trabaja con secuencias históricas


distintas; cada una construye una historia de la sexualidad distinta. Según la hipótesis
represiva tenemos tres momentos en la historia de la sexualidad: a) la experiencia
salvaje u original de la sexualidad, antes del XVII, que se supone como un período de
libertad sexual. b) la creciente represión de la sexualidad con la emergencia del
capitalismo, donde la moral victoriana representa el punto de maduración de la
represión burguesa sobre el sexo (siglo XIX) y c) la paulatina liberación de la
sexualidad, desde Freud hasta nuestros días; a lo que hay que sumarle la pujante
promesa de un futuro de libertad restituida.

Considerando su hipótesis discursiva, Foucault, en cambio, va a establecer otra


secuencia histórica. En lugar de una creciente censura en torno al sexo identifica una
coacción discursiva que hace hablar al sujeto sobre el sexo. Esta coacción discursiva se
remonta hasta la pastoral católica del XVII, antecedente directo de las estrategias
contemporáneas del poder. Luego, durante el siglo XVIII y mediados del XIX, esta
historia conoce un período de intensificación de la coacción, una verdadera explosión
discursiva en torno al sexo: la medicina, la psiquiatría, la justicia penal y “por último,
todos esos controles sociales que se desarrollaron a fines del siglo pasado y que filtraban las
sexualidad de las parejas, de los padres y de los niños, de los adolescentes peligrosos y en
peligro”.(19( “Nace hacia el siglo XVIII una incitación política, económica y técnica a hablar
del sexo”.(20) Durante este período se altera la economía del poder respecto de la
construcción de la verdad del sexo; alteración provocada por cierto “interés público”
sobre el sexo y la verdad producida a partir de él y por él.

La moral victoriana de finales del siglo XIX, considerada como el momento de más
apretada censura sobre la sexualidad, desde la hipótesis represiva, adquiere otro sentido
desde la nueva perspectiva: “El accidente histórico estaría constituido más bien por los
pudores del “puritanismo victoriano”.(21) Según Michel Foucault, el papel que juega la
moral victoriana, (como momento histórico), y la represión (como operación del
poder) es secundario y regional desde una visión de conjunto de la economía general
del discurso sobre la sexualidad en occidente.

Por último, Foucault analiza su época contemporánea. En ella identifica ciertos


discursos que sosteniendo la hipótesis represiva gozan del “beneficio del locutor”
haciendo uso de las “funciones tradicionales de la profecía”. Dice: “Si el sexo está
reprimido, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de hablar de
él y de hablar de su represión, posee como un aire de transgresión deliberada. Quien usa ese
lenguaje hasta cierto punto se coloca fuera del poder. (...) Algo de la revuelta, de la libertad
prometida y de la próxima época de otra ley se filtran fácilmente en ese discurso sobre la
opresión del sexo”.(22)
Desde la nueva hipótesis discursiva la periodización no va ser una creciente represión
sino una lucha entablada en los dispositivos de poder para lograr efectos específicos
sobre el deseo. La puesta en discurso es la herramienta principal con la que cuenta el
poder para intervenir sobre el deseo. Desde esta nueva perspectiva la estrategia
general del discurso sobre la sexualidad resulta más compleja. Ya no es sólo
represiva; articula distintos niveles de intervención, haciendo callar en algunas
situaciones, promoviendo “La prohibición de determinados vocablos, la decencia de las
expresiones (...)” pero advierte que “(...) todas las censuras al vocabulario podrían no ser sino
dispositivos secundarios respecto de esa gran sujeción: maneras de tornarla moralmente
aceptable y técnicamente útil”.(23)

Cada hipótesis entiende al poder de distinto modo. Por un lado, la hipótesis


represiva significa al poder como algo exterior a las relaciones sexuales; organizado en
una estructura piramidal, operando a través de ella de modo vertical, es decir de
arriba hacia abajo. También entiende al poder como cosa que se posee y que le dona al
sujeto que lo posee, el estatuto de dominante –y a quien no el de dominado-. Desde la
hipótesis discursiva Foucault, en lugar de tomar en cuenta sólo el aspecto restrictivo,
que es un rasgo regional en la economía general del poder, va a considerar a las
operaciones discursivas tanto en sus aspectos restrictivos como en los posibilitadores.
Veamos distintos postulados sobre el poder desde la nueva perspectiva: “que el poder
no es algo que se adquiera o comparta, algo que se conserve o se deje escapar (...)”; “que las
relaciones de poder no están en posición de exterioridad respecto de otros tipos de relaciones
(procesos económicos, relaciones de conocimiento, relaciones sexuales), sino que son
inmanentes (...)”. “que el poder viene de abajo; es decir, que no hay, en el principio de las
relaciones de poder, y como matriz general, una oposición binaria y global entre dominadores y
dominados (...)”.(24)

Es cierto que desde Freud, cultura y naturaleza son diferenciadas e irreductibles la


una a la otra; que la sexualidad tiene al menos un punto de apoyo o ligadura a lo
biológico; y que lo cultural aparece vinculado a lo represivo, considerando sólo los
aspectos negativos del poder. Aunque esto último habría que matizarlo puesto que las
construcciones culturales son posibles no sólo por la represión sino por la sublimación
de la pulsión sexual.
En resumen, no podemos identificar totalmente los argumentos freudianos con la
hipótesis represiva presentada por Foucault pero sí parcialmente cuando el carácter
negativo del poder queda manifiesto. Dice Freud: “De tal suerte, las fuerzas valorizables
para el trabajo cultural se consiguen en buena medida por la sofocación de los elementos
llamados perversos de la excitación sexual”.(25)

4. Enfermedad nerviosa y sexualidad patológica.

Organizados los distintos textos según la propuesta foucaultiana de la hipótesis


represiva y de la hipótesis discursiva, veamos ahora cómo entiende cada uno el carácter
patológico o anormal en el campo de la sexualidad.

Según Freud, existe una relación directa entre el carácter represivo de la cultura y las
enfermedades nerviosas. Afirma “Debo reprochar – y a muchas otras de parecido tenor-, no
que sean erróneas, sino que resulten insuficientes para esclarecer en sus detalles el fenómeno de
las perturbaciones nerviosas y descuiden justamente lo más sustantivo de los factores
etiológicos eficaces. Si se prescinde de las maneras vagas de “estar enfermos de los nervios” y
se consideran las genuinas formas de enfermedad nerviosa, el influjo nocivo de la cultura se
reduce en lo esencial a la dañina sofocación de la vida sexual de los pueblos (o estratos) de
cultura por sobre de la moral sexual “cultural” que en ellos impera”.(26) Y en otro sitio:
”Una cierta medida de satisfacción sexual directa parece indispensable para la inmensa mayoría
de las organizaciones, y la denegación de esta medida individualmente variable se castiga con
fenómenos que nos vemos precisados a incluir entre los patológicos a consecuencia de su
carácter nocivo en lo funcional y displacentero en lo subjetivo¨.(27)

Continuamente Freud se dirige al asco, a la vergüenza y a la moral como los “diques


de contención”. Esto permite armar una serie de metáforas con fluidos. Un normal
fluido de la energía reduce las posibilidades de enfermedad. Sin un mínimo de
contención la organización interna sería polimorfa, indeterminada; pero con un exceso
de represión la energía buscaría fluir por una vía alternativa.

Según este punto de vista, la moral victoriana operó sobre el sujeto de modo tal que el
dique de contención de la energía sexual era infranqueable. Por lo tanto enfermaban
frecuentemente. A esto Foucault le responde: “Lo importante quizás no resida en el nivel
de indulgencia o la cantidad de represión, sino en la forma de poder que se ejerce. Cuando se
nombra, como para que se levante, a toda esa vegetación de sexualidades dispares, ¿se trata de
excluirlas de lo real? Al parecer, la función del poder que aquí se ejerce no es la de prohibir; al
parecer, se ha tratado de cuatro operaciones muy diferentes de la simple prohibición”.(28)

Según Foucault lo patológico de la sexualidad no sería consecuencia directa de una


represión desmesurada del poder sobre el sujeto. En resumen, la hipótesis foucaultiana
sobre lo patológico de la sexualidad responde, no al poder que restringe y constriñe
(no únicamente) sino que “La implantación de las perversiones es un efecto instrumento:
merced al aislamiento, la intensificación y la consolidación de las sexualidades periféricas, las
relaciones del poder con el sexo y el placer se ramifican, se multiplican, miden el cuerpo y
penetran en las conductas, (...) Poder y placer ni se anulan; no se vuelven el uno contra el
otro; se persiguen, se encabalgan y reactivan. Se encadenan según mecanismos complejos y
positivos de excitación y de incitación”.(29)

5. Conclusión

Retomando la pregunta inicial sobre la naturaleza de la sexualidad para Freud y


Foucault, vimos los planteos freudianos sobre la naturaleza biológica de la sexualidad,
el carácter restrictivo de la cultura, así como la relación entre lo patológico y esta
restricción. Los argumentos presentados por Michel Foucault no pueden oponerse de
modo ingenuo a los otros. Cada uno de los autores piensa en condiciones socio-
históricas determinadas. Ambos comparten el hecho de producir una ruptura teórica
entre sus contemporáneos (y ellos no lo eran entre sí).

A modo de conclusión provisoria podríamos decir que Foucault critica a los que no
han visto que la situación donde pensó Freud ha cambiado. No a Freud, sino a los que
lo escolarizan, y quitándole el gesto de pensamiento, lo vuelven ortodoxia.

Bibliografía primaria:

FOUCAULT, Michel: Historia de la sexualidad Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998.

FREUD, Sigmund: Tres ensayos de la teoría sexual y otras obras, en Obras Completas,
1ª ed., Bs. As., Amorrortu editores, 1978, vol.VII
FREUD, Sigmund: “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908), en
Obras Completas , 2ª ed., Bs.As., Amorrortu editores, 1986, vol. IX

FREUD, Sigmund: El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura y otras obras. ,


en Obras Completas 1ª ed., Bs. As., Amorrortu editores, 1979, vol.XXI.

Bibliografía secundaria:

MACEY, David: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995.

ORTIZ, Adrián: "Psicoanálisis, Foucault ¿relación? Apuntes para una lectura de


‘Historia de la Sexualidad’, tomo I, ‘La voluntad de saber’ [1], en
www.elseminario.com

Notas:

1) Sigmund Freud: Tres ensayos de la teoría sexual(1905), en Obras Completas, 1ª ed.,


Bs. As., Amorrortu editores, 1978, vol. VII p.123

2) Idem, 123

3) Sigmund Freud: El malestar en la cultura, (1929), en Obras Completas , 1ª ed. Bs.


As., Amorrortu editores, 1979, vol. XXI, p. 168

4) Sigmund Freud: Tres ensayos de la teoría sexual (1905), en Obras Completas , 1ª ed.,
Bs. As., Amorrortu editores, 1978, vol. VII, p. 196

5) Idem, p. 128

6) Idem, p. 173

7) Idem, p. 173

8) Idem, p. 147

9) David Macey: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, p.
433

10) Michel Foucault: Historia de la sexualidad Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998, p. 29

11) David Macey: Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, p.
433-434

12) Michel Foucault: Historia de la sexualidad ,Tomo I: La voluntad del saber, 25ª ed.,
México, Siglo XXI, 1998, p. 190

13) Sigmund Freud: El malestar en la cultura, (1929), en Obras Completas , 1ª ed., Bs.
As., Amorrortu editores,1979, vol. XXI, p. 105

14) Idem, p. 89

15) Idem, p. 90

16) Idem, p. 106

17) Michel Foucault: Historia de la sexualidad, Tomo I: La voluntad del saber, 25ª
ed.,México, Siglo XXI, 1998, p. 25

18) Idem, p. 87

19) Idem, p. 41

20) Idem, p. 33

21) Idem, p. 31

22) Idem, p. 13

23) Idem, p. 29

24) Idem, p. 114

25) Sigmund Freud: “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908), en
Obras Completas 2ª ed., Bs. As., Amorrortu editores, 1986, vol IX, p. 169

26) Sigmund Freud: El malestar en la cultura (1929), en Obras Completas, 1ª ed., Bs.
As., Amorrortu editores, 1979, p. 166
27) Idem, p. 169

28) Michel Foucault: Historia de la sexualidad, Tomo I: La voluntad del saber, México,
25ª ed., México, Siglo XXI, 1998, p. 54

29) Idem, p. 63

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