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“La lechuza y el futbolista”

Declaración Universal de los Derechos del Animal

La Liga Internacional de los Derechos del Animal adoptó en 1977 y proclamó el 15 de


octubre de 1978 la siguiente Declaración Universal de los Derechos del Animal,
posteriormente aprobada por la UNESCO y por la ONU. Todo animal tiene derecho al
respeto… El hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de
exterminar a otros animales, o de explotarlos violando este derecho. Tiene la obligación
de poner sus conocimientos al servicio de los animales… Todos los animales tienen
derecho a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre.

Lo ocurrido en el estadio del Deportivo Pereira en Barranquilla, revela la dificultad que los
humanos tenemos para respetar y convivir con otras vidas que comparten el planeta.

El patadón a la lechuza en pleno partido de fútbol y su posterior muerte en Colombia,


expresa la arbitrariedad del humano frente a otras vidas. Además contradice la esencia
del deporte, ya que éste es vida y puede generar estados superiores en la relación del
humano con la naturaleza.

Lo primero que cabría es una ejemplar sanción al futbolista que actuó con la ligereza que
hemos visto, y no sólo dos fechas de suspensión; ello porque se trata de un ejemplo
canalla, sobre todo para los niños y niñas que juegan fútbol. Debe ser sometido a un
proceso judicial, además del rechazo y condena que merece el panameño Luis Moreno.

La Policía Ambiental ya abrió proceso. La ley en Colombia prevé para casos como este una
pena de hasta tres meses de prisión, que resultaría adecuada, teniendo en cuenta que la
lechuza habitaba en el estadio y era la mascota del equipo.

El supuesto arrepentimiento mostrado por el jugador no debe relativizar los hechos. Y es


que mientras algunos, acaso la mayoría del mundo, asuman que los animales o las otras
vidas son subproductos dependientes de la voluntad humana, estaremos padeciendo la
peor enfermedad que una especie puede desarrollar: la de considerarse el centro del
planeta o del universo.

Libertad animal
La lechuza muerta puede verse como un símbolo de las libertades y derechos de los
animales, que alegremente nos resistimos a incorporar en nuestras legislaciones, y que
trasciende el análisis político inmediato, para convertirse en eje transversal de nuestra
responsabilidad en el planeta que compartimos con tantos otros seres.

Si bien no se trata de un caso aislado, su relación con el deporte, el escenario en que se


dio y la influencia que puede generar, concentran los ingredientes necesarios para reabrir,
a partir de la lechuza, el debate sobre la libertad que los animales merecen tanto como
usted o como yo.

Dirán algunos, ¿por qué indignarse por un animal abatido, si ante nuestros ojos los abusos
y asesinatos contra humanos no aminoran? Justamente porque ya conocemos todas las
barbaridades que entre nosotros mismos nos producimos y eso permite discernir el
sentido de la justicia y de la libertad, que lleva a entenderla no como un privilegio de
algunos individuos o sociedades, sino como un atributo del que todos los seres deben
gozar.

No se trata de que primero logremos una convivencia armónica entre humanos (que
posiblemente nunca se dé y el planeta termine con nosotros) para luego preocuparnos de
los otros seres; es en paralelo que debe asumirse el camino hacia el respeto y derechos
de todos.

El expolio que producimos sobre territorios y espacios que otros seres habitan mucho
antes que nosotros es arbitrario, no incorpora una lógica compartida, se sustenta sobre
hechos consumados y las “necesidades” de expansión de las urbes, industrias o vías de
comunicación.

Eso requiere ser reorientado, debido a que la profundización de esa lógica es un arma de
doble filo que ya afecta nuestros propios intereses como humanos. Si los animales o
plantas son fuente de distintos recursos y contribuyen a lograr equilibrios ecológicos de
los cuales nos beneficiamos, es un despropósito seguir manteniendo acciones que
sabemos rompen esos equilibrios.

Inteligencia animal
No es que los animales no cuenten con inteligencia, es que nuestra inteligencia no es una
vara adecuada para medir la diversidad de formas de conciencia que en el universo
existen; las otras inteligencias han logrado una convivencia mejor que la humana en los
últimos miles o millones de años. Los animales albergan sentimientos, los expresan, son
receptores de afectos y reflejan éstos en nosotros. No existe justificación válida para
maltratarlos, condenarlos a una vida indigna, ponerles cadenas en el cuello, encerrarlos o
enjaularlos para exhibirlos como extensión de las distracciones humanas.
(Hotel Los Delfines).

Ello también lleva a discutir, entre varios otros temas, la función de la industria que
elabora alimentos con animales, y a enfocar cómo se está produciendo un holocausto
diario con la muerte programada de millones de seres, cadena de la cual somos parte
todos los que nos alimentamos en mayor o menor medida de animales.
El asunto está abierto y es sensible porque nos confronta con nuestra propia naturaleza,
que no es definitiva pero sí antecedente que nos cuesta mucho superar. Una patada
artera ayer, y miles de abusos cotidianos deben ser evitados. Y ello requiere de una
acción política.
Diario la Primera 06 de Marzo del 2011
Alexandro Saco
Colaborador

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