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Universidad autónoma del estado de Morelos

Escuela de enfermería

Cultura morelense

Época prehispánica en Morelos

Alumna: yesenia Martínez rojas

Profesora: M.G.A. Amira Martínez Calderón


Época Prehispánica

Las manifestaciones más remotas de la presencia del hombre en el estado, están


en el horizonte Arcaico que finalizó 1500 años a.C.
En el horizonte Clásico (200 - 900 d. C.), la agricultura representó un papel
primordial, el principal cultivo era el maíz y los pueblos realizaron grandes
construcciones de carácter religioso, dejando de ser villas para ser señoríos, como
Chimalacatlán, Tepoztlán, Yautepec, Jiutepec y Chalcatzingo.
En el período Epiclásico (600 - 900 d. C.), Xochicalco floreció. En esta ciudad,
entre otros acontecimientos, se convocó a un congreso de astrónomos con el fin
de ajustar el calendario. Cuando Xochicalco vino a menos, en el horizonte
Postclásico (900-1521 d. C.), se militarizó la sociedad y arribaron a Morelos los
toltecas y chichimecas. Con la declinación del pueblo tolteca llegaron
paulatinamente desde el norte siete tribus nahuas.

Tamoanchan es el nombre del lugar donde se establecieron organizadamente los


primeros grupos humanos, de lo que hoy conocemos como el estado de Morelos.

Desde hace 1500 años a. de C. el hombre se hace presente en Morelos; el estado


refleja el testimonio de dos culturas, principalmente: la olmeca y la del altiplano
central.

La primera, que reinó desde 200 años d. de C. hasta 500 años d. de C., se hace
evidente de manera especial en los relieves encontrados en el cerro de Cantera
en Chalcatzingo; esto indica que para entonces los olmecas, grupos provenientes
de la costa del Golfo y creadores de las famosas cabezas colosales, habían
influido sobre grupos que empezaban a desarrollar una cultura local.

La segunda hace presencia en el templo de Quetzalcóatl (650 años d. de C.) en


Xochicalco, y es el resultado de la congregación de varias culturas como la
teotihuacana, maya y mixteco-zapoteca.

A la caída del imperio tolteca, grupos humanos venidos del norte cruzaron la
frontera mesoamericana, llegando así al estado de Morelos, en primer lugar los
xochimilcas y en quinto orden los tlahuicas (1250-1300 d. de C.). Los primeros se
extendieron hacia el oriente y el sur, y fundaron Tetela, Hueyapan, Tepoztlán y
Xumiltepec. Los tlahuicas por su parte instauraron lo que más tarde se conocería
como Cuauhnáhuac.

Para 1398 reinó en Cuernavaca, Moquiuix dando inicio en Morelos al dominio


mexica que se extendería hasta la llegada de los españoles. Se sabe que para
ese tiempo Morelos estaba dividido en dos partes: la primera Cuernavaca y la
segunda Oaxtepec; esta división tenía como propósito la recaudación fiscal, pues
cada región debía tributar diversos productos a México-Tenoxhtitlán.
En un principio, el hoy estado de Morelos estuvo comprendido dentro de una
extensa región llamada Mesoamérica, es decir, en la parte media de América.
Dentro de sus límites se establecieron los primeros pobladores de México;
llegaron poco a poco, en grupos dispersos de cazadores, después de largas
peregrinaciones. Estos grupos al volverse sedentarios, a pesar de su diversidad,
presentaron rasgos culturales comunes en su alimentación, en sus creencias
religiosas y en su producción artesanal.
Para el estudio de Mesoamérica se acepta por los especialistas una división
cronológica en amplios períodos históricos: Preclásico, Clásico y Posclásico, con
sus correspondientes subdivisiones. La influencia de las distintas manifestaciones
mesoamericanas se reflejó en la presencia de las culturas que se asentaron en el
territorio morelense, donde destacaron principalmente la olmeca, la teotihuacana y
la nahua, cuyos vestigios aún se siguen descubriendo.
Durante el período Preclásico, los valles morelenses ya estaban densamente
poblados. Existían comunidades sedentarias dedicadas, sobre todo al cultivo del
campo. Chalcatzingo, en el oriente de nuestro estado, surgió como el
asentamiento humano más importante y se convirtió en el principal centro
comercial con rasgos culturales de origen olmeca. Tenía establecida una amplia
red de intercambio de productos con otras regiones, tanto cercanas como
distantes. Sus habitantes empleaban instrumentos de labranza y fertilizantes de
origen animal o vegetal, así como sistemas de distribución para el uso del agua.
Las deidades que veneraron estaban relacionadas con la tierra, el agua y la
fertilidad. Gracias a sus adelantos tecnológicos y a la organización del trabajo, se
dio una clara diferenciación social: por una parte, los grupos que se dedicaban a la
actividad agrícola, y por la otra, una clase gobernante de nobles o señores
principales dedicados al culto, a la guerra y al comercio, que explotaban para su
beneficio los excedentes de la producción. También existieron quienes se
ocupaban del estudio de los astros, la predicción de las lluvias y la instrucción de
los hijos de los nobles, o dirigían las obras de construcción.
Otros sitios donde se han descubierto vestigios de templos y plataformas de
piedra con marcada influencia olmeca son Chimalacatlán, Olintepec y Yautepec.
También en el barrio de Gualupita en Cuernavaca, se localizaron figurillas de estilo
muy semejante a las encontradas en la costa del Golfo de México, área de origen
de la cultura olmeca.
El periodo Clásico se distingue por una notable influencia teotihuacana. La ciudad
de Teotihuacan, célebre por su gran centro ceremonial con la Pirámide del Sol y la
Pirámide de la Luna, tuvo un enorme impacto no únicamente en Morelos, sino en
toda Mesoamérica. Se estableció también una extensa red de intercambio
comercial. Las poblaciones se concentraron en los valles y cerca de ríos y
manantiales, lo que les permitió practicar la agricultura de riego.
En el periodo clásico la influencia cultural que había ejercido Teotihuacan
favoreció, más tarde, el desarrollo de la ciudad fortaleza de Xochicalco, controlada
por una clase dominante sacerdotal y militar. Se afirma que fueron grupos
inmigrantes procedentes de una civilización desarrollada quienes la ocuparon
durante su época de auge. Es probable que se hayan impuesto por la fuerza a las
comunidades existentes alrededor del elevado cerro en donde construyeron la
ciudad, para exigirles el pago de tributos. La ciudad amurallada se convirtió en un
importante centro comercial y lugar de culto de los dioses. Su ubicación
geográfica, los caminos que la comunicaban con otras regiones, su poderío militar
y su influencia religiosa, fueron decisivos para que en ella confluyeran diversas
manifestaciones culturales. Esto se confirma con el hallazgo de algunos objetos
como navajas y cuchillos elaborados con obsidiana procedente de Michoacán, así
como con las evidencias arqueológicas que todavía existen en Xochicalco, de lo
que se piensa fueron ajustes realizados a su calendario, con la participación de los
sabios de diversos y lejanos lugares.
En Xochicalco, era importante el comercio que establecieron hacía el sur, desde
donde traían cacao, jade, plumas y algodón. Regulaban la distribución de
productos agrícolas en su propio territorio, además de los procedentes de Oaxaca
y Guerrero, que luego enviaban hacía la Cuenca de México.
Aún no se sabe con certeza, pero probablemente a causa de rebeliones internas o
de invasiones externas, la ciudad de Xochicalco fue incendiada y abandonada
alrededor del año 900, terminando así con una época de esplendor,
afortunadamente todavía es posible admirar su grandeza visitando la zona
arqueológica que constituye un legado a la humanidad.
El señorío o provincia de Cuernavaca estaba integrado principalmente por
Huitzilac, Acatlipa, Xochitepec, Miacatlán, Coatlán del Río, Jiutepec, Jojutla,
Puente de Ixtla y Amacuzac. El señorío de Oaxtepec, por su parte comprendía
Cuautla, Anenecuilco, Tlaltizapán, Tepoztlán, Yecapixtla, Tlayacapan, Tepalcingo,
Axochiapan, Atlatlahucan y Totolapan, entre otros. Hubo algunos pueblos dentro
del actual territorio del estado de Morelos, que no estuvieron sujetos a ninguno de
esos señoríos. Así ocurrió, por ejemplo, con Ocuituco, Tetela y Jumiltepec, que
mantenían vínculos con los señores o gobernantes de Xochimilco.
Los asentamientos prehispánicos que se desarrollaron en el actual territorio
morelense, junto con los de otras regiones mesoamericanas, compartían
afinidades culturales comunes, entre las que sobresalían sus creencias religiosas.
A los dioses que tenían les dedicaban sus templos y santuarios, sus esculturas,
tallados y pinturas en roca; los veneraban en cuevas, ojos de agua y cerros, varios
de los cuales siguen siendo lugares de culto en nuestros días. Esas deidades
representaban su visión sobre los diversos elementos de la naturaleza y las
distintas actividades que realizaban. Los rituales que les ofrecían se relacionaban
con la vegetación y la fertilidad, con el viento, las lluvias y el agua. Por ejemplo, las
fiestas hechas en torno al cultivo del maíz estaban dedicadas a su divinidades
relacionadas con los ciclos o etapas de crecimiento de la planta; había alguna
para pedir por la fertilidad de la tierra, para bendecir la semilla, para proteger a la
milpa de los fenómenos naturales y, al final, para agradecer el logro de la cosecha.
Otras ceremonias estaban dedicadas a los dioses solares o de la guerra e,
incluso, tenían dioses fundadores de los pueblos, cuyos nombres se relacionaban
con los lugares geográficos que habitaron. Un ejemplo en Morelos es el del dios
Tepoztécatl, fundador del pueblo de Tepoztlán.
La diversidad ceremonial a la que nos referimos, así como las variadas actividades
productivas que realizaban, fue un reflejo del nivel de complejidad que alcanzó la
población prehispánica. Esto motivó la existencia de clases sociales distintas: las
que desempeñaban funciones de carácter religioso o sacerdotal, las de tipo
administrativo destinadas para los gobernantes y; desde luego, las que producían
la riqueza en los campos de cultivo o fabricaban lo objetos para el uso ceremonial
y doméstico.
Esta fue la organización política, económica y administrativa que encontraron los
dominadores españoles; organización que aprovecharon inicialmente para la
recaudación de impuestos o distribución de las responsabilidades que les
asignaban a los pueblos.
En el postclásico debido a la cercanía que tuvieron los aztecas con los tlahuicas,
siempre hubo una estrecha relación entre ambos pueblos. Y aunque los dos
tenían el mismo origen, el primero se caracterizó por ser un pueblo guerrero,
constructor y comerciante, y el segundo por ser un pueblo pacífico, agricultor,
floricultor y conocedor de la hechicería. Si aquellos vivieron rodeados por un lago,
éstos vivieron rodeados por bosques.
La naturaleza, el clima y las aguas de las tierras, siempre fascinaron a los aztecas.
Por esos motivos, el segundo rey de Tenochtitlan, atraído también por la belleza
de una mujer, conquistó pacíficamente el señorío de Cuauhnánuac, y debido a
esta conquista o alianza, los aztecas mejoraron sus vidas, ya que en aquel tiempo
los tlahuicas eran ricos y prósperos. Producían el mejor algodón de aquella época,
por lo cual vestían las mejores ropas. De la unión matrimonial del mencionado rey
azteca con la hermosa mujer tlahuica, se originó la dinastía de los reyes de
Tenochtitlán, ya que de la descendencia de este matrimonio se eligieron varios
monarcas aztecas.

http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/morelos/hist.htm
http://www.guiaturisticamorelos.com/historia.htm
http://www.morelosturistico.com/espanol/pagina/index_grupo.php?
IdSubCategoria=6&Grupo=Historia%20de%20Morelos

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