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En cuanto al consejo más esencial, no importa cuál sea la emoción conflictiva que
experimentes, contémplala directamente y se liberará por sí misma desapareciendo sin
dejar rastro. Esto es sencillo de practicar.
Entonces, tu meditación dejará de estar confinada a sesiones formales y, sabiendo
que todo puede convertirse en una ayuda, la percepción de tu verdadera naturaleza será
incesante, las experiencias meditativas se tornarán inmutables, tu conducta será
plenamente espontánea y, allí donde estés, nunca te separarás de tu naturaleza más
profunda.
Comprenderás que, si bien el cuerpo material puede ser viejo, la conciencia
primordial carece de edad y no establece distinciones entre juventud y vejez.
Reconocerás que el despertar innato se halla espontáneamente presente en todos los
seres y, en consecuencia, que no existe diferencia entre poseer una inteligencia
perspicaz o lerda y que tampoco importa la poca o mucha erudición. Y, del mismo
modo, cuando reposes en este estado inmutable te darás cuenta de que, aunque el cuerpo
–el soporte de la mente– se desmorone, el dharmakaya de sabiduría primordial es
incesante y que no hay, por consiguiente, diferencia alguna entre la vida y la muerte.
¡Hombre viejo, busca siempre el verdadero significado! ¡Adopta la práctica de
corazón! ¡No confundas las meras palabras con el sentido! ¡Sé constante porque la
diligencia es tu mejor amigo! ¡Abraza todo con plena atención! ¡No caigas en las
charlas sin sentido y las palabras fútiles! ¡No te involucres en metas mundanas! ¡No te
preocupes por la descendencia! ¡No ansíes excesivos alimentos y bebida! ¡Trata de
morir como un ser insignificante! Tu vida se te escapa. Apresúrate, pues, a poner en
práctica esta instrucción dirigida a un anciano que se halla cerca de la muerte.
Esto fue recogido por escrito por Yeshe Tsogyal, princesa de Kharchen, para
beneficio de las generaciones futuras.