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Eleazar Narváez
Sin importar el lugar donde nos encontremos – en el espacio universitario o más allá de las
fronteras del mismo – no permitamos que el miedo, el chantaje, el cálculo político o el
conformismo nos paralicen, no callemos hoy lo que en el día de mañana pueda
avergonzarnos y privar nuestra voz del orgullo y la fuerza para denunciar y combatir
aquello que estamos llamados a rechazar y transformar.
Ese compromiso de no callar – vale decir, de denunciar y anunciar – debemos asumirlo con
coraje tanto individual como colectivamente. Es vital, absolutamente fundamental, para
hacerle frente a los desafueros del actual régimen autocrático en Venezuela, y también para
contribuir a abrirle cauces a una verdadera gobernabilidad democrática en nuestro país.
En segundo lugar, en el plano interno, los miembros de la comunidad universitaria, bien sea
de manera individual o colectivamente, no deben guardar silencio u ocultar por ningún
motivo lo que perjudique el ejercicio de la autonomía universitaria, lo que lesione la
universidad digna, lo que resquebraje la imagen y la autoridad moral de la institución ante
su propia comunidad y ante la sociedad. Es un compromiso de no callar, no para destruir
sino para enderezar entuertos, para mejorar, para contribuir al avance de la institución, para
que ésta se fortalezca. El verdadero universitario está obligado a ello por encima de
cualquiera excusa.
Además, algo que merece enfatizarse, no sólo es necesario que los universitarios
mantengamos la ilación de ese compromiso en los dos planos mencionados, también es
preciso que seamos congruentes con la misión fundamental de la institución universitaria y
con los valores y principios inherentes a ésta.