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Hace unos años leí un libro de Marvin Harris en el que este antropólogo americano
exponía sus ideas acerca de las perspectivas nomotética e idiográfica para el análisis
de los fenómenos culturales y sociales. No mucho tiempo después hice una búsqueda
en Internet con la intención de refrescar estos conceptos, pero no encontré ningún
sitio web en el que se explicasen. No tengo idea de cómo estará la cosa ahora, pues no
he intentado la búsqueda, pero me gustaría ampliar la información para quien tenga
interés en ella, así que esta será mi pequeña aportación.
La vieja idea de que el árbol no deja ver el bosque y el bosque el árbol nos vendrá bien
como sencilla imagen para comprender estos enfoques. Cuando uno observa una
sociedad o una cultura nomotéticamente está mirando el bosque; si lo hace
idiográficamente mira los árboles. Harris empleó estos términos en relación a las
distintas perspectivas del estudio antropológico. La Escuela de Franz Boas era
netamente idiográfica mientras que sus propias ideas de materialismo cultural eran
nomotéticas. Sin embargo fuera de las ciencias sociales podemos encontrar ambas
tendencias de análisis entre las personas, y, curiosamente, tales tendencias marcan
también las tendencias políticas. Así la izquierda es fundamentalmente idiográfica,
tanto en su valoración de los problemas sociales como en sus ideas sobre la libertad, y
la derecha es nomotética en los mismos asuntos.
En política, como decía, estos dos modos de ver las cosas, cada uno con sus virtudes y
sus defectos, son un poderoso polarizante psicológico. Analizando la economía y el
derecho, por ejemplo, los nomotéticos se siente inclinados a apreciar normas
generales e impersonales que sirvan de marco para el desarrollo espontáneo, libre e
impersonal del mercado, mientras que los idiográficos creen que se debe legislar para
corregir las imperfecciones de la sociedad, tan patentes cuando se fija uno en los
“fracasos” de individuos de carne y hueso y las injusticias diarias cometidas en esa
tierra de nadie más allá del marco de la ley, y creen asimismo que la economía no puede
funcionar autónomamente sin generar muchos “casos” fracasados.
Un concepto tan manido y poco aclarado como la libertad es del todo divergente entre
nomotéticos e idiográficos. Para un analista idiográfico es del todo necesaria la
libertad del individuo para hacer cuanto desee, para realizarse dentro del cuerpo
social. Ello puede llevar a que se busquen privilegios para ciertas comunidades o grupos
de los que uno forme parte sin percatarse de que se obtienen a costa del resto de la
sociedad. Un analista nomotético cree en la libertad asociada a la responsabilidad. La
sociedad se desentiende de la suerte de las personas, que deben ocuparse y
preocuparse de su lugar en ella. La voluntariedad prima en la caridad, el mecenazgo en
las artes. El Estado representa un papel de mero garante de los contratos y del
cumplimiento de leyes de carácter general e impersonal. El individuo es libre para
hacer lo que quiera dentro del marco de la legalidad vigente y del respeto a los
derechos fundamentales de los demás (siendo estos derechos fundamentales un
número muy reducido). Y si fracasa debe asumir que se debe a su propia incompetencia
o dejadez.
También la visión de la naturaleza humana está condicionada por cual de estas dos
perspectiva se adopte. El idiográfico cree en la tabla rasa, en la importancia de la
cultura y la sociedad, del ambiente humano, para moldear las personalidades, para
crear los individuos. Si uno mira a quien fracasa “desde dentro”, si es él mismo o se
pone en su lugar, podrá proyectar en la sociedad la culpa, la responsabilidad de su
situación. Es lo que se denomina en psicología social “atribución”. Todo mal (e incluso
todo bien) se atribuye a causas externas, especialmente a intenciones y actos de
otros. El nomotético cree en cambio en la naturaleza humana innata, en los aspectos
más universales de nuestra conducta y nuestra personalidad, así como en las
diferencias no achacables a la acción de la sociedad sobre el individuo. La sociedad no
es responsable de la suerte de sus componentes.
Las personas son muy importantes y, en última instancia, la realidad humana. Pero debe
salvarse la sociedad para salvarlas, antes que salvarlas provisionalmente deteriorando
o destruyendo su hábitat, que es la sociedad, con políticas benevolentes y
cortoplacistas.
Por cierto: ¿no es idiográfico decir que las personas no somos totalmente nomotéticas
ni idiográficas?. Pero así es.