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TEMA 42

Imperialismo y expansión colonial. Los conflictos internacionales


antes de 1914.

INTRO

Al hablar del imperialismo estamos haciendo referencia a un fenómeno histórico


que se dio desde la segunda mitad del XIX y hasta la 2ª Guerra Mundial, si bien vive su
máximo apogeo en el período entre 1873 y 1914.

Durante esta época, a los antiguos países coloniales se incorporan otros nuevos,
tanto europeos como extraeuropeos, de resultas de lo cual, se calcula que en 1914 la
colonización se ha extendido al 56 % del continente asiático y al 90 % del africano. Así,
el siglo XIX, que había comenzado con el inicio de la desintegración de los viejos impe-
rios coloniales de América, conoció un proceso de expansión colonial directamente
comparable con el de los siglos XVI y XVII, proceso que puede por eso llamarse la
segunda expansión de Europa.

El carácter de los imperios desarrollados después de 1850 aproximadamente


difería de forma sustancial de los creados en la primera expansión de Europa. Los viejos
imperios habían estado principalmente en las Américas: los nuevos estaban en África,
Asia y en el Pacífico. Las viejas colonias habían sido en su mayor parte colonias de
"asentamiento" en las que los emigrantes crearon sociedades “cuasi” europeas. Las
nuevas eran en su mayor parte colonias de ocupación en las que una pequeña minoría de
residentes europeos ejercían cierto grado de control político y garantizaban la
explotación económica por parte de la metrópoli. Ahora bien, los territorios
permanecían esencialmente ajenos a Europa en raza y cultura.

Otro rasgo aparentemente nuevo en el imperialismo de fines del siglo XIX, fue el
de la belicosidad internacional. Desde la segunda mitad del XIX, las reivindicaciones
coloniales serán objeto de una intensa actividad diplomática que en ocasiones parecía
llevar a las potencias interesadas al borde de la guerra.

Habiendo situado ya el período y el fenómeno a analizar, pasaremos a repasar a


continuación algunas de las principales teorías que tratan de explicarlo.

TEORÍAS SOBRE EL IMPERIALISMO

En primer lugar, debemos señalar que el imperialismo es un fenómeno complejo y


que puede ser abordado desde diferentes puntos de vista. Las teorías que tratan de
explicarlo las hemos dividido según la importancia que otorgan a uno u otro factor:

a)Teorías económicas:

El político francés Jules Ferry, que llegaría a primer ministro y sería uno de los
máximos defensores del imperialismo galo, y siguiendo sus textos, Charles A. Julien
defienden que se trata de una expansión que debía realizarse por la necesidad de buscar
nuevos mercados para los productos industriales, así como nuevas fuentes de materias
primas. Esta necesidad de nuevos mercados vendría muy marcada por las consecuencias
de la crisis de sobreproducción de 1873, tras la que la mayoría de países imponen
importantes medidas proteccionistas.
Para el británico Hobson, bastante crítico con el imperialismo, este fenómeno
sería el resultado de la necesidad de exportar capitales excedentes por parte de grupos
de capitalistas que no tenían donde invertir satisfactoriamente su dinero. Así, no dice
que el imperialismo sea fruto del capitalismo sino que lo concibe como el resultado de
una minoría sin escrúpulos que sólo busca su máximo beneficio, aunque para
conseguirlo deban gravar a su propia sociedad con la carga de un imperio. Además,
señala algunas soluciones para que las inversiones sean rentables en los propios países
capitalistas. Apunta una política de altos salarios como solución para acabar con el
subconsumo interno.

El austriaco Hilferding, inicialmente marxista, aunque luego revisaría algo sus


posiciones, sí que ve el imperialismo como fruto de la evolución del capitalismo. En su
obra “El capitalismo financiero” señala que la evolución del sistema capitalista y sus
sucesivas crisis periódicas desembocan en un proceso de concentración de capitales y
de empresas. Además, incide en el dominio de la banca sobre el capital industrial, a
través del crédito. El imperialismo surgiría por la necesidad de exportar capitales
destinados a producir plusvalías que, de paso, abrirían nuevos mercados.

Bebiendo de Hilferding y Hobson, Lenin en su obra “El Imperialismo, fase


superior del capitalismo” señalará el imperialismo como la “fase monopolística del
sistema capitalista”. Así, defiende que los monopolios influirán enormemente en las
políticas de los estados, pues necesitan impulsar la expansión exterior para poder
exportar capitales y tratar de garantizarse mayores ganancias. Como el mundo ya está
prácticamente repartido, señala que los cambios o redistribuciones sólo serán posibles
mediante conflictos imperialistas entre potencias.

b)Teorías políticas:

El austriaco Schumpeter defiende que el imperialismo es un atavismo en la era


capitalista, algo que sobrevivía de épocas y estructuras políticas preindustriales. Lo
explica por la tendencia natural del hombre al dominio, señalando que no es el resultado
de intereses económicos sino de una actitud psicológica de las clases dominantes, que
tienden a llevar el estado hacia una expansión ilimitada y forzosa. Se trata de una visión
liberal demasiado idealizada. De hecho, llegaba a afirmar que el capitalismo era, por su
propia naturaleza, antiimperialista

También aparecen interpretaciones que ven el fenómeno imperialista en términos


de geopolítica. Para Fieldhouse, en un contexto de relaciones internacionales tensas
entre las potencias resulta interesante asegurarse algunas zonas que se consideran
estratégicas para la defensa de la propia metrópoli ( como el caso del norte de África
para Francia) o para la defensa del propio imperio ya existente (el caso de la protección
de la ruta a la India, para Inglaterra).

Otros autores, como el norteamericano William Langer, consideran que el


imperialismo es básicamente una proyección del nacionalismo más allá de las fronteras
de Europa. Dicen que el costo de la administración de las colonias y del creciente
armamento necesario para mantenerlas, debido a la rivalidad entre las potencias, estuvo
fuera de proporción con el valor económico de esas recién adquiridas colonias. Los
estadistas lo sabían pero el nacionalismo los empujaba, una y otra vez, a acciones
imperialistas. El francés Aron, por ejemplo, señala que Francia derivó más capitales
hacia el extranjero que a sus colonias. En clave de recuperar el prestigio perdido pueden
leerse las acciones imperialistas de Francia tras la derrota en 1871 ante Prusia o el
africanismo español, tras el desastre del 98.
En cualquier caso, no se puede negar que determinados sectores de la metrópoli sí
obtuvieron un enorme beneficio económico, mientras que su contribución a sufragar los
costes de la administración colonial fue reducida. Lo más correcto, en todo caso, sería
buscar una explicación multicausal del fenómeno.

A todo lo que acabamos de ver, esto es, la necesidad de colocar capitales en el


exterior, asegurarse nuevos mercados, asegurarse el suministro de materias primas, el
creciente nacionalismo que impregna toda la época, etc, etc, cabría añadir otras posibles
causas, que si bien parecen tener una importancia más relativa merecen ser comentadas.

Están, por un lado, las relacionadas con la teórica superioridad de la raza blanca,
que impone una cierta “misión civilizadora”. Todo esto conectaría con una particular
interpretación del darwinismo, que haría que algunas personas defendieran la necesidad
de propagar la civilización occidental a aquellos pueblos considerados inferiores, y que
habría que civilizar “a la europea”.

Más allá de este “imperialismo racial”, podríamos hablar también de cuestiones


como la acción evangelizadora de los misioneros (católicos y protestantes) o la
curiosidad intelectual y el interés científico (que promueven muchas expediciones y
exploraciones).

Todo esto haría referencia a las causas y teorías que explicarían el auge y
desarrollo del imperialismo. En cualquier caso, no debemos perder de vista que este
fenómeno es posible porque se dan unas circunstancias concretas, unas condiciones que
lo hacen factible. Destacarían sobre todo:

-La enorme expansión demográfica que vive Europa. En 1815 había 190 millones
de habitantes, en 1914 había 450 millones. Se calcula que unos 50 millones de europeos
emigraron a las colonias.

-La revolución de los transportes, sobre todo con la aplicación del vapor a la
navegación. Además, el ferrocarril servirá como un impulso doble. Por un lado
permitirá penetrar en los nuevos territorios, por otro lado, construir la red de ferrocarril
en las colonias será un muy buen negocio.

LOS MODELOS COLONIALES

En la formación de una colonia, pueden establecerse diversas fases:

a)En primer lugar, estaría la fase de la conquista, que resulta relativamente fácil
para los países europeos, que gozan de una superioridad técnica y militar enorme
respecto a la de los nativos de los territorios a colonizar. Resulta en este caso
especialmente reseñable la importancia de la cañoneras, que permiten llevar tropas con
celeridad y remontar ríos

b)Una vez conquistado el territorio, debe organizarse. Se presentan diversas


formas:

1.Colonias de explotación: suministran materias primas y no presentan ningún tipo de


autonomía política. Están gobernadas por una minoría de funcionarios blancos
provenientes de la metrópoli, bajo la dirección de gobernadores generales.
2.Colonias de poblamiento: en ellas se establece una gran cantidad de población de
origen europeo, arrinconando progresivamente a los indígenas. Sí que presentas formas
de autogobierno, aunque la política exterior y la defensa queda en manos de la
metrópoli. El prototipo serían los “dominions” británicos: Canadá, Australia, Nueva
Zelanda...

3.Protectorados: Se utilizó esta fórmula para aquellos países que habían gozado de
gobiernos autóctonos antes de la conquista. En este caso, se decía que se ponía esta
administración nativa bajo la protección de la metrópoli (Egipto, Marruecos...). Lo
cierto es que se trata más que nada de una apariencia formal y que las diferencias con la
explotación directa serán escasas.

4.Mandatos o fideicomisos: Se utiliza esta fórmula cuando un determinado estado


recibe el encargo internacional de proteger / tutelar un territorio hasta que este adquiera
la independencia. Proliferó tras la Primera Guerra Mundial, cuando la Sociedad de
Naciones lo utilizó sobre todo con los territorios que habían pertenecido al imperio
alemán.

5.Concesiones: En algunos países, como China, el control se limitó a ciertos puertos


estratégicos. Las potencias colonialistas se hicieron conceder ventajas comerciales
mediante el establecimiento de puertos francos, con bajas tasas aduaneras, en los que se
intercambiaba materias primas por manufacturas.

c)Y una vez organizado el territorio, pasa a explotarse. Esto se hace buscando el
máximo beneficio económico para la Metrópoli. En este sentido, se suprime cualquier
tipo de arancel entre metrópoli y colonia, mientras que se impulsan medidas de corte
proteccionista para evitar la entrada de productos de otros países. En lo referente a la
relación económica entre metrópoli y colonia, señalar que se trata de un intercambio de
materias primas por productos manufacturados, la cual cosa evita la industrialización de
la colonia.

EL REPARTO DE ÁFRICA: PARADIGMA DEL IMPERIALISMO

Pasando a analizar casos ya casos concretos, señalar que si hay un continente que
representa la máxima expresión de la expansión colonial, ése es África.

Durante más de la primera mitad del siglo XIX la acción europea sobre el con-
tinente africano había sido limitada. Se había ceñido a la posesión de determinados
enclaves portuarios que le aseguraban las rutas mercantiles y de navegación, como el
caso de la colonia británica de El Cabo o los archipiélagos costeros. Sólo en el norte la
penetración europea había alcanzado una cierta notoriedad, con la instalación a partir de
1830 de Francia en Argelia. Puede decirse que el resto, la inmensidad del continente
africano, era desconocido para la mayoría de los hombres blancos. Pero a partir de la
década de los ochenta esta realidad se transforma radicalmente y en 1914 el continente
estará totalmente ocupado y repartido entre las principales potencias europeas.

En la lucha por hacerse con los territorios africanos hay muchos actores.
Comparecen las grandes potencias imperialistas, Francia y Gran Bretaña, pero también
Alemania, Portugal, Bélgica, Italia o España.

Cabría señalar algunas líneas maestras que pueden ayudarnos a entender este
proceso de expansión colonial:
a)La ocupación africana se hace de forma paulatina, desde la costa hacia el
interior, siguiendo el curso de los grandes ríos. Se piensa que, si se ocupa un valle, se
tiene derecho sobre toda la cuenca del río.

b)Las grandes potencias persiguen un objetivo ideal, que es el poder llegar a


formar un imperio continuo, que comunique de punta a punta del continente. Los
franceses lo intentarán de Este a Oeste, desde Senegal a Somalia. Los ingleses lo
intentarán de Norte a Sur, desde El Cairo a Ciudad del Cabo. Y Portugal querrá hacerlo
también de Este a Oeste, aunque sobre una franja de terreno menor, entre Angola y
Mozambique. Todo esto hacía que fuera inevitable que, más pronto o más tarde, hubiera
un choque de intereses y las potencias pugnaran por un mismo territorio. Será el
proyecto británico el que acabará imponiéndose, tras los choques con Portugal durante
la crisis del ultimátum (1890) y con Francia en Fashoda (1898). Además de vencer la
resistencia de los Estados Bóers , que finalmente serán integrados en la colonia británica
tras una cruenta guerra iniciada en octubre de 1899.

c)A nivel legal se plantea un dilema. ¿Qué es lo que da derecho a un territorio?


¿Su descubrimiento o su ocupación efectiva?.

Para buscar una solución a esta cuestión, así como a las tensiones que iban
surgiendo, la diplomacia alemana actuó ofreciendo la fórmula de una Conferencia
Internacional, para buscar una solución de conjunto. Francia acepto la sugerencia del
canciller alemán, Bismarck, llegando antes de su celebración a un acuerdo con
Alemania para que esta atrajese a la Conferencia a Inglaterra, dándole un carácter
internacional.

La Conferencia de Berlín, se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de


febrero de 1885. En ella participaron los principales países europeos, además de Estados
Unidos, Rusia y Turquía

En la Conferencia los países se dividían en dos grupos: aquellos que poseían


colonias en la costa, que reivindican su derecho a reservarse la zona interior, caso de
Portugal o España, y aquellos que defienden el derecho de ocupación efectiva del
territorio, como Inglaterra o Alemania, por encima del derecho de descubrimiento. Será
esta última argumentación la que triunfe definitivamente.

Tras las reuniones de la Conferencia, se elaboró un acta general en la que


se reconocía:

-La creación del Estado Libre del Congo, bajo patrocinio personal del rey
Leopoldo II de Bélgica, delimitándose una zona francesa en la margen derecha del río.

-La libertad comercial y de navegación en las cuencas de los ríos Congo y Níger

-Se establece el criterio de la ocupación efectiva como único válido para los
territorios sin ocupar

Como consecuencia de esta última cláusula, el reparto de África se aceleró y todos


los países participaron en esta carrera animados de un nuevo nacionalismo.

Alemania adquirió Togo, Camerún, África del Suroeste y África Oriental. In-
glaterra, primero, a través de las grandes compañías dotadas de carta y a partir de 1890
por la acción directa gubernamental, amplió sus dominios: Nigeria, Uganda, Rhodesia
(las actuales Zambia y Zimbabwe) y Bechuanalandia (la actual Botswana)
Francia extenderá su control sobre el bajo Níger: Costa de Marfil, Guinea y
Dahomey (Benín) , así como consolidará su presencia en Madagascar. Portugal reafirmó
su control sobre Angola y Mozambique. España, se encontraba en Guinea Ecuatorial y
Sahara occidental e Italia se estableció en Somalia y creó la colonia de Eritrea en 1890.

En esta carrera por ocupar la mayor parte posible del suelo africano surgieron
numerosas rivalidades. Las más importantes fueron las derivadas de los proyectos,
anteriormente reseñados, para crear grandes imperios coloniales continuos, alineados en
un eje, que atraviese el continente.

Pasaremos ahora a comentar brevemente la cuestión del reparto del África


Mediterránea que había vivido algunos de sus episodios más relevantes antes de la
propia Conferencia de Berlín.

Si bien el contacto europeo con esta zona se remonta a tiempos anteriores, buena
parte de la misma se hallaba sometida a la soberanía del imperio turco durante el siglo
XIX, por lo menos en teoría, salvo Argelia, que desde 1830 conoce la presencia
francesa; el imperio de Marruecos, bajo la dinastía Alauita; y Egipto que bajo el
gobierno de Mehemet Alí (1805-1849) alcanza una práctica autonomía del imperio
Otomano.

Francia intensificará su presencia en Argelia desde 1873, produciéndose una


importante emigración hacia territorio argelino.

El otro punto por el que los europeos muestran interés desde mediados de siglo,
será Egipto. Aunque aquí se trata, en un principio, de intereses económicos. Franceses e
ingleses rivalizarán por obtener concesiones económicas. Prueba de ello, es la concesión
a Inglaterra del ferrocarril Alejandría-El Cairo-Suez y, a Francia la construcción del
canal de Suez, obra del ingeniero Lesseps, finalizado en 1869. Poco a poco Egipto fue
endeudándose financieramente con estas potencias, que en consecuencia acabarán
controlando indirectamente el país. El culmen de esto llega cuando los británicos logran
hacerse con el control de la mayoría de las acciones del canal, hasta entonces en manos
egipcias. El control llegaría a su máxima expresión cuando se produce, en 1882, la
ocupación militar de Egipto por parte de los británicos. Egipto se convierte en un
protectorado de hecho, que no de derecho.

Si Gran Bretaña domina Egipto, Francia hace lo propio con Túnez, estableciendo
desde 1881 un protectorado. La acción de Francia sobre Túnez frustró las apetencias
coloniales italianas, que aspiraban a hacer de Túnez, la punta de flecha de su
penetración africana, aprovechando en el, la presencia de numerosos emigrantes
italianos.

LA CUESTIÓN DEL LEJANO ORIENTE

Junto al reparto de África, el otro gran punto del planeta donde actuaron más las
potencias coloniales fue Asia. En este caso, resulta importante reseñar que no sólo
intervinieron las potencias tradicionales, sino también otras no presentes en el reparto de
África, como Rusia, Japón o Estados Unidos.

En Asia se hallaba la “joya de la corona” de Gran Bretaña, la India, explotada


desde el siglo XVIII por la Compañía de las Indias Orientales. Este territorio jugaba una
importancia cada vez mayor en la economía británica, sobre todo como exportadora de
algodón. Tras la revuelta de los cipayos, en 1857, el gobierno decide reorganizar la
colonia y ponerla bajo la administración directa de la metrópoli.

Además, para establecer una zona de seguridad en torno a su gran colonia, los
británicos rivalizarán con Francia para anexionarse Birmania, y con Rusia para tratar de
dominar Afganistán y el Tíbet.

Francia centró su actuación en la zona de Indochina. Estaba instalada en el lejano


oriente desde la década de los sesenta, tras las expediciones enviadas durante el segundo
imperio para proteger a las misiones francesas, que desembocaron en la ocupación de
las provincias orientales de Cochinchina en 1862, y el establecimiento de un
protectorado sobre Camboya en 1863. En la década de los ochenta impulsa de nuevo su
presencia en la zona e impone su autoridad sobre Annam y Tonkín en 1884. Con estos
territorios se crea en 1887 la Unión Indochina, a la que se une Laos en 1893.

Como frontera entre los territorios del imperio francés y los del imperio británico,
a modo de estado tapón, se mantuvo libre y sin colonizar Siam, la actual Tailandia.

La lucha por el control de China marca la culminación del imperialismo europeo.


Los territorios adyacentes habían sido ya conquistados por los franceses, rusos y
británicos, que tenían intereses muy concretos en algunas zonas del territorio chino. Un
territorio que, por otro lado, se había abierto cada vez más al comercio internacional, a
raíz de las guerras del opio y el tratado de Nanking (1842), considerado el primero de
una serie de tratados llamados “desiguales”. En ellos, las potencias occidentales se
aseguraban el libre comercio en un número cada vez mayor de puertos chinos.

Los franceses se situaron en las provincias del sur fronterizas con Tonkín. Los
intereses británicos, situados en Hong-Kong y Shangai, apuntaron a la cuenca del
Yangtsé. Y Rusia aspiraba a Manchuria y Corea, es decir, al norte de China. Pero en
este juego de calculo entró desbaratando sus planes el Japón, occidentalizado y
modernizado a raíz de la revolución Meiji.

El expansionismo nipón se orientaba sobre todo hacia la ribera asiática del


Pacífico, para abastecer de alimentos y materias primas a su creciente población. A esto
habría que unir un fuerte nacionalismo, alimentado por las tradiciones sintoistas de culto
al emperador.

Tras la guerra chino-japonesa (1894-1895) y la guerra ruso-japonesa (1904-1905),


Japón quedó consolidado como una potencia imperialista en la zona, pues había pasado
a controla Formosa, Port Arthur, Pescadores, el sur de Sajalín, el sur de Manchuria y
Corea, sobre la que se estableció un protectorado.

Finalmente, y en una última referencia a China, indicar que el control y la


explotación económica cada vez mayor a manos de países extranjeros se tradujo en un
creciente descontento que, tras revueltas como la de los Cien Días (1898) o la de los
Bóxers (1900-1901), acabaría cristalizando en la revolución de 1911 y la caída del
Imperio.

El IMPERIALISMO NORTEAMERICANO

Junto a la aparición del imperialismo japonés, la otra gran irrupción en la mesa de


las potencias imperialistas es la de los Estados Unidos.
A finales del XIX, este país había experimentado un espectacular crecimiento
económico y demográfico, convirtiéndose en una potencia mundial. Además, se había
dado una importante industrialización en la costa noreste del país.

El creciente proteccionismo europeo hizo que poco a poco fuera cuajando en


Norteamérica la idea de que era necesario asegurarse el control de ciertas zonas en las
que colocar sin problemas sus productos. Esto, unido a la difusión de ideas que
justificaban la superioridad racial de los anglosajones, fue configurando una opinión
pública y política favorable al expansionismo.

Como área principal de su influencia situaron el continente americano, desde el


Caribe hasta el Cono Sur. La política exterior norteamericana no se caracterizaba por la
ocupación directa de los territorios, sino por la injerencia en los asuntos internos de los
países y la sumisión económica de los gobiernos. Así, puede hablarse de
neocolonialismo. Posiciones como el panamericanismo y la doctrina del Gran Garrote,
de Roosevelt, o la llamada Diplomacia del Dólar, del presidente Taft, son un buen
ejemplo. Ambas defienden los intereses económicos de las compañías norteamericanas,
allá donde pudieran estar amenazados, sin descartar las intervenciones militares si
fueran necesarias.

Un ejemplo prototípico sería la guerra contra España en 1898, tras la que los
Estados Unidos pasan a controlar Cuba y Puerto Rico, además de Filipinas y Guam. El
control norteamericano de los gobiernos autóctonos se daría también en otros países,
como Panamá, Nicaragua o la República Dominicana.

Del mismo modo, los Estados Unidos adquirieron conciencia de sus intereses en
el Pacífico y reconocieron la importancia de las islas del Pacífico septentrional, como
avanzadas para la defensa de la costa occidental americana. Desde 1875 tomaron bajo
su protección las islas Hawai, que acabarían anexionándose en 1898. Ese mismo año,
como ya hemos indicado, reforzaron su presencia en la zona con la obtención de las
posesiones españolas de Filipinas y la isla de UAM.

Los acontecimientos de este año confirmaron al mundo la aparición de los


Estados Unidos como potencia imperialista.

LAS CONSECUENCIAS DEL COLONIALISMO

Al analizar las causas y teoría que podrían explicar el fenómeno colonial, ya


hemos visto algunas de los beneficios obtenidos por las grandes potencias. Desde el
poder dar salida a un excedente demográfico, hasta el conseguir nuevos mercados o
asegurarse el suministro de materias primas.

Ahora, y de forma breve antes de pasar a abordar los principales conflictos


internacionales previos a 1914, al estallido de la 1ª Guerra Mundial, apuntaremos
algunas de las consecuencias que tiene el fenómeno sobre los pueblos colonizados:

Desde un punto de vista económico, se crearon una serie de comunicaciones


férreas y marítimas desequilibradas, diseñadas únicamente para conectar los centros
productores con los puertos de embarque, desde los que se exportaba a la metrópoli. Por
otro lado, el tipo de relación económica desigual entre metrópoli y colonia impidió el
desarrollo industrial de las colonias. Un ejemplo prototípico sería la destrucción de la
artesanía textil de la India.
En clave social, los pobladores blancos dominaron totalmente a los indígenas,
produciéndose una importante segregación social y marginación. Además, el reparto del
mundo entre las grandes potencias supuso el diseño de fronteras artificiales y arbitrarias.
Así, se englobaron tribus o grupos étnicos rivales dentro de un mismo estado, generando
y fomentando odios y conflictos que perduran hasta hoy. Finalmente, señalar que la
introducción de la medicina occidental en estas sociedades, con la consiguiente
reducción de la mortalidad, sentó las bases de las hambres endémicas en África, por
ejemplo, puesto que ese aumento poblacional no estuvo acompañado de un desarrollo
de las estructuras económicas.

A todo esto habría que añadir la destrucción o retroceso de muchas culturas


indígenas, con lo que esto supone de pérdida de identidad, ante el avance de la
civilización europea, de la cultura, lenguas y cosmovisión europeas.

LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES ANTES DE 1914

La época inmediatamente anterior a la 1ª Guerra Mundial viene marcada por la


existencia de un período de importantes tensiones en el campo de las relaciones
internacionales, que acabarían desembocando en la Gran Guerra. Muchas de ellas
vendrían marcadas, precisamente, por el expansionismo colonial.

En cualquier caso, podemos situar 3 grandes líneas en lo que a rivalidades y


focos de tensión se refiere:

a)Por un lado tendríamos el conflicto entre Francia y Alemania, latente y sin


cicatrizar tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870, y la pérdida de
Alsacia y Lorena.

b)En segundo lugar tendríamos el contencioso entre Austria y Rusia por ampliar
su influencia en la zona de los Balcanes, a costa de un Imperio Turco cada vez más
debilitado. La intención del Imperio Ruso de aumentar su papel internacional
erigiéndose en protector de los pueblos eslavos del sur (Serbia y Bulgaria) chocaba con
los intereses de Austria.

c)Por último, tendríamos la cada vez mayor rivalidad económica entre Gran
Bretaña y Alemania, pues este último país se había desarrollado enormemente y era una
potencia industrial capaz de competir con los británicos

LOS CONFLICTOS COLONIALES

El imperialismo colonial afectó directamente a las relaciones entre los Estados


europeos antes de la Primera Guerra Mundial, contribuyendo al clima que la hizo
posible.

En primer lugar, las posturas adoptadas en el plano internacional por las


potencias, por motivos coloniales, chocaron con el sistema internacional diseñado por
Bismarck tras la guerra franco-prusiana de 1870. Este sistema de alianzas, basado en el
intento alemán de aislar a Francia y garantizar un equilibrio (centrándose Alemania en
dominar el continente y dejando a Gran Bretaña el dominio oceánico) se quebrará en
gran parte por la nueva política mundial de Guillermo II, la Weltpolitik, totalmente
opuesta a la Realpolitik de Bismarck. Así, Alemania se lanzará a la carrera imperialista
y buscará la formación de una imponente flota naval, lo que provocará la formación de
alianzas para hacer frente a la creciente agresividad germana.
Además, las rivalidades coloniales y la carrera de armamentos que les acompaña,
especialmente en el caso de la rivalidad anglo-germana, afectaron la vida internacional,
creando un clima, en la opinión europea, de enfrentamiento generalizado que tarde o
temprano se produciría como consecuencia lógica de la lucha por la supervivencia.

En 1900, podía decirse que no había apenas región del mundo que no hubiese sido
descubierta y explorada y que tampoco quedaba ninguna que no perteneciese
directamente a alguna potencia o fuese zona de su influencia. Podrían encontrarse que
no perteneciesen claramente a ninguna otra nación, pero, en ese caso, era seguro que se
debía a que dos o más posibles dueños se la disputaban.

Los intereses de los europeos chocaban en todas las regiones del mundo. Unas
veces entre sí; otras, con naciones extraeuropeas. Gran Bretaña y Francia se encontraron
en Fashoda cuando intentaban prolongar sus áreas de dominio en África en dirección
norte-sur y este-oeste, respectivamente. Los intereses rusos y británicos no sólo se
enfrentaban ya en Afganistán, sino también en Persia. Británicos, alemanes y franceses
se disputaban Asia Menor. Italianos, británicos y franceses aspiraban a dominar
Etiopía...

Ningún conflicto colonial fue más grave, sin embargo que el que enfrentó a
franceses, ingleses y alemanes en Marruecos, con la participación menor de España. En
Marruecos confluían las ventajas económicas tradicionales y su riqueza en minerales
con los intereses estratégicos. Su riqueza mineral era una golosina para las naciones
industrializadas que cada vez tenían una mayor necesidad de materias primas. Su
posición era privilegiada: tenía costas al Atlántico con puertos vitales para la ruta
británica a las Indias a través de El Cabo y costas al Mediterráneo que dominaban el
Estrecho de Gibraltar y las rutas hacia el Canal de Suez. Para Francia, su control
suponía la seguridad de Argelia. Pero Marruecos era una de las pocas zonas del mundo
que, a principios del siglo XX, aun no había sido repartida. Por lo que suponía para
Alemania una de sus escasas posibilidades de tomar posiciones en el mundo colonial.
También España hacia valer sus derechos históricos sobre la zona del Magreb, pero su
capacidad de imposición era netamente inferior a la de sus contrincantes .

En 1904, británicos y franceses llegaron a un acuerdo para disipar sus diferencias


en lo tocante al reparto del mundo: libertad de acción para los primeros en Egipto a
cambio de libertad de acción para los segundos en Marruecos. Surge así la Entente
Cordiale, que perjudica claramente los intereses alemanes.

La primera crisis marroquí se da en 1905, cuando el káiser Guillermo II ofrece su


apoyo militar al sultán de Marruecos (llegando a desembarcar en Tánger) para asegurar
la independencia del territorio y evitar que se convierta en un protectorado francés. La
tensión logra solucionarse momentáneamente con la Conferencia Internacional de
Algeciras, de 1906, que reconocía el predominio francés en la zona, estableciéndose un
protectorado franco-español sobre Marruecos.

La crisis se reproduciría en 1911. Con motivo de una insurrección en el sur de


Marruecos, Alemania envía una cañonera a la costa de Agadir, con el pretexto de
proteger a los súbditos alemanes. La guerra está a punto de estallar, pero al final se
impone una solución pacífica y Alemania renuncia a sus intereses marroquíes y
reconoce el protectorado francés, a cambio de una parte importante del Congo francés.

De todos estos conflictos lo que se deriva, en términos de relaciones


internacionales, es la consolidación de un acercamiento franco-británico, para frenar la
política agresiva de la Alemania guillermina. Los ruidosos intentos del Kaiser para
frenar a Francia en Marruecos y para separar a Londres de París, no lograron otra cosa
que convencer a las dos potencias occidentales de la necesidad de actuar conjuntamente
para aislar a Alemania.

En 1907, un acuerdo anglo-ruso puso fin a muchos años de antagonismos en Asia


central entre Rusia y Gran Bretaña. Además, permitía reforzar, en Europa, la posición
de un nuevo bloque de estados: el formado por la alianza franco-rusa y por las ententes
franco-británica y anglo-rusa. Se consolida así la Triple Entente, claramente
contrapuesta a la vieja Triple Alianza entre Alemania, Austria e Italia, surgida de los
tiempos de Bismarck.

De esta manera, el sistema europeo diseñado por el antiguo canciller alemán se


había transformado, como consecuencia de los conflictos coloniales y de la solución que
se había dado a alguno de ellos en un sistema bipolar en el que se enfrentaban dos
bloques de potencias: la Triple Entente y la Triple Alianza, bloques que en los años
1907-1914 seguirán compitiendo en el terreno colonial mientras se desarrollaba una
importantísima carrera de armamentos, sobre todo naval, que jugará un papel decisivo
en el estallido de la Primera Guerra Mundial.

CONFLICTOS EN EUROPA

Las disputas coloniales habían situado a las naciones europeas al borde de la


guerra en múltiples ocasiones. Sin embargo, siempre se pudo evitar un conflicto entre
ellas en el último momento. Conferencias y tratados proporcionaban soluciones aunque
fuesen provisionales.

El que se hubiese evitado la guerra no quería decir que se hubiesen eliminado las
tensiones. Era evidente que esos mil y un enfrentamientos iban introduciendo malestar e
inestabilidad en las relaciones internacionales y convertían así el orden mundial en un
barril de pólvora.

Pero la chispa que habría de provocar la explosión se encendería en Europa. A


partir de 1907, con la firma del Acuerdo anglo-ruso, se puede considerar iniciada una
nueva etapa en las relaciones internacionales, caracterizaba por un triple rasgo: el
enfrentamiento de los bloques antagónicos Triple Alianza-Triple Entente, la
disminución de los conflictos coloniales y el recrudecimiento de las tensiones debidas a
causas puramente europeas. No es difícil presuponer que esas tensiones habrían de tener
por foco y escenario la zona más delicada del mapa del Viejo Continente, los Balcanes.

La crisis Bosnia de 1908-1909

Se ha dicho muchas veces que la crisis balcánica que se inició en 1908, vista con
perspectiva histórica, puede considerarse un "ensayo general" de la que, en 1914,
condujo a la 1ª Guerra Mundial. En efecto, los pasos que siguió fueron muy semejantes.

En realidad, la crisis se había iniciado cinco años antes cuando, en 1903, es


derrocada la dinastía pro-austriaca que hasta entonces había reinado en Servia, fue
derrocada. En su lugar, fue elevado al trono Pedro Karageorgevitch, de reconocido
radicalismo nacionalista y partidario de la creación de un gran Estado que cobijase a
todos los eslavos de los Balcanes bajo la tutela y dirección de Servia. Con la subida de
Pedro I, el apoyo servio a los nacionalistas de Bosnia-Herzegovina empezó a ser cada
vez menos extraoficial para pasar a ser, por lo menos en la opinión de Austria,
descarado. El gobierno del Emperador intentó castigar a los servios mediante sanciones
económicas que no constituían una amenaza demasiado inquietante ya que hacia tiempo
que el pequeño país balcánico tenía establecido sus principales lazos financieros con
Francia. La postura de Servia se volvió más arrogante después de 1905, cuando Rusia,
tras su derrota frente al Japón, volvió a mostrarse atenta, interesada y vigilante en lo
referente a los asuntos balcánicos. No dudaba de contar con el apoyo del Zar en caso de
un conflicto con Austria.

En 1908, Austria anexiona al Imperio Austrohúngaro Bosnia-Herzegovina,


territorio que ya controlaba desde 1878. Servia protestó y buscó el apoyo ruso. El
imperio Turco que era legalmente el más atacado, ya que esta zona seguía siendo
teóricamente turca, no estaba en condiciones de reaccionar. Ese mismo año se había
producido la revuelta de los Jóvenes Turcos, oficiales progresistas que pretendían una
modernización de su país.

Rusia sí reaccionó con prontitud. Se cruzaron ultimátums, se movilizaron tropas.


Sin embargo, Rusia no estaba en condiciones de emprender una guerra en solitario.
Reclamó la ayuda que creía corresponderle de Francia por el acuerdo de 1894 y de Gran
Bretaña por el de 1907. Pero ninguno de sus aliados estaba en ese momento dispuesto a
una guerra, así que ambos le recomendaron moderación y el Zar hubo de retirarse
mascando una humillación que valdrá para explicar su intransigente postura en 1914.

No eran solo Servia y Rusia las humilladas. Los italianos consideraban que, según
los términos de la Triple Alianza, cualquier alteración en el status quo de los Balcanes
debería repercutir en beneficios concretos para ellos. Cuando comprobaron que Austria-
Hungría, una vez conseguida la anexión de la Bosnia-Herzegovina, no estaba dispuesta
a nada más, se indignaron hasta el punto de firmar un tratado con el Zar para el reparto
de los Balcanes. Rusia se retiró e Italia vio frustradas sus ilusiones. Pero no renunció a
sus pretensiones.

El reparto de los Balcanes.

Apenas dos años después, Italia intentó el desquite. Aprovechando un momento


delicado de las relaciones internacionales, la segunda crisis marroquí, que se produjo en
1911, declaró la guerra a Turquía y le arrebató la Tripolitania. La acción italiana sirvió
de ejemplo a los estados balcánicos, en los cuales los ánimos no se habían calmado
después de la crisis anterior. Servia necesitaba urgentemente un pretexto para resarcirse
y lo encontró en la actitud intransigente de los "jóvenes turcos" frente a las minorías
cristianas de Macedonia. Por otra parte, Rusia, tan ansiosa de un desquite como Servia y
que se encontraba mucho más fuerte que tres años atrás, estaba dispuesta a emprender
cualquier acción en busca del prestigio perdido. Los demás estados balcánicos no
estaban dispuestos a quedarse al margen. Así, Grecia, Bulgaria y Serbia conforman una
Liga Balcánica que, con ayuda rusa, derrota a los turcos en 1912, quedando reducida la
presencia otomana en Europa a Constantinopla y los estrechos. Un año después, en
1913, estalla una guerra entre los vencedores, para repartirse los territorios ganados a
los turcos.

De nuevo la amenaza de la guerra se cernía sobre Europa porque Austria-Hungría


no estaba dispuesta a consentir un engrandecimiento de Servia que le otorgase una
salida al Adriático.

Por el tratado de Bucarest de 10 de agosto de 1913, los litigantes se repartieron los


restos del imperio Turco en Europa. Grecia se anexionó la mayor parte de Macedonia;
Servia se engrandeció notablemente pero, ante la firme oposición de Austria-Hungría,
renunció a su salida al mar, permitiendo la creación del estado independiente de Albania
que se interponía entre ella y el Adriático. Los rumanos, que sólo se habían sumado a la
lucha en el último momento, obtenían una pequeña compensación territorial.

La gran perdedora, entre los países que habían luchado juntos para vencer a los
otomanos, era Bulgaria, para la que el sueño de la Gran Bulgaria se esfumaba
nuevamente.

Que la solución de Bucarest era provisional estaba en el ánimo de todos y, en


consecuencia, los estados balcánicos se aprestaron a establecer conversaciones con las
grandes potencias para asegurarse su apoyo en una previsible próxima reorganización
de las fronteras entre ellos.

Diez meses después de la firma del tratado de Bucarest, el heredero del trono
austro-húngaro, Francisco Fernando, y su esposa viajaron a Sarajevo, capital de Bosnia-
Herzegovina, para presidir unas maniobras militares. Fueron asesinados por unos
jóvenes terroristas adiestrados en Servia. En esta ocasión, las posturas moderadas no
lograron imponerse en las cancillerías europeas y el mundo se precipitó en la Gran
Guerra.

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