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El origen de los hebreos

Hasta que los Historiadores modernos asuman el concepto inicial de “h ebreo “y olviden prejuicios
religiosos, el origen de los mismos permanecerá supuestamente oscuro y eternamente discutido. El
presente artículo pretende divulgar algo que hoy día no supone un misterio real, sino una verdad
encubierta.
Introducción: algunas menciones sobre los aAmw (amu)
En los textos referidos al Primer Periodo Intermedio como las Enseñanzas de Merikara, las Admoniciones
de Ipuwer o la Profecía de Neferty, se culpa en cierta medida a los amu o asiáticos de las penalidades que
ocurrieron en Egipto y que supuestamente terminaron con el Imperio Antiguo.
Ya durante el Reino Medio se denota cierta integración de los amu en la sociedad egipcia (ver infra el
comentario sobre los papiros de Kahun), pero también fueron tratados como esclavos[1]. El papiro de
Brooklyn nº 35, 1446 ofrece una lista de 95 sirvientes, la mayoría de origen asiático (mujeres
principalmente) con oficios especializados que debieron servir para su integración entre los egipcios, de
hecho en las Inscripciones del Sinaí nº 123 y 112 son mencionados dos amu: uno como sacerdote lector y
escriba, y otro como mayordomo respectivamente. Un sello con forma de escarabajo encontrado en Tell el-
Daba datado a finales del Reino Medio, contiene una inscripción jeroglífica que dice “Delegado del
tesorero, el amu... “, lo cual representa una significativa mención sobre un asiático ocupando un cargo de la
estructura interna del Estado egipcio.
En las inscripciones de la tumba nº 3 de Beni Hassan, perteneciente al nomarca Jnumhotep II, un grupo de
37 amu es conducido a su presencia. El egipcio que los encabeza lleva en la mano un mensaje que dice:
En el año 6 bajo la Majestad del Horus Semtauy, el Rey del Alto y Bajo Egipto Jajeperra (Sesostris
II). Lista de aAmw que trajo el hijo del nomarca Jnumhotep a causa de la pintura negra de ojos
(cohol). aAmw del país de Neshu: 37.
El primer aAm se llama Abishai y es acompañado por el apelativo “heka-jaset“ (HqA-xAst) o gobernante
extranjero, que actualmente se piensa es el origen de la palabra hikso. En la tumba nº 14 no se mencionan
a los amu, pero se representan de igual forma que en la tumba 3 y en esta ocasión aparecen como
soldados mercenarios del ejército egipcio.
Son numerosas las menciones pero para finalizar esta introducción, señalaré brevemente dos últimos
casos: El Cuento de Sinuhé discurre en tiempos de Sesostris I y en él se describe la forma de vida de los
amu; el nombre del gobernante de estos amu del norte de Retenu es Amunenshi, que es un antropónimo
amorreo[2]. Una inscripción del templo de Ptah en Menfis, perteneciente a Amenemhat II menciona a 1.554
amu traídos como cautivos de países extranjeros.
Dos fuentes egipcias de la dinastía XIX sobre los apirw
Segunda estela de Seti I en Betshan[3]:
Ese mismo día alguien vino a informar a su Majestad, que los apiru[4] de la montaña de Yarmutu,
junto con los tayaru, ... agrediendo a los amu de Ruhma. Dijo entonces (su Majestad): “¿ Qué
piensan estos malditos amu tomando sus arcos para pelear?, sabrán a quién han ignorado, al
gobernante valiente como un halcón, un toro de amplia zancada y afilados cuernos, desplegadas
sus alas de pedernal, sus miembros de hierro, para destrozar la tierra de Yuhi[5] entera.
Este texto utiliza la denominación de aAmw como término genérico para todos los asiáticos de Canaán y
Siria, incluyendo dentro de ellos a los apiru.
En el papiro de Leiden 348, dice Ramsés II: “... distribuye raciones de grano a los soldados y a los apiru
que transportan piedras para el gran pilono de Ramsés... “. Aquí son mencionados como mano de obra de
monumentos egipcios.
Según estas fuentes los apiru formaban parte de los asiáticos del Levante Mediterráneo.
Nombres propios: apr- y aAmw-
Entre los papiros de Kahun se encuentra una lista de personal que participa en una fiesta de Sesostris II. En
ella se mencionan a los aAmw como acróbatas, cantantes y bailarines. Se les asigna un nombre egipcio ya
que parecen ocupar una posición dentro de su sociedad, pero se les diferencia del resto de egipcios siendo
precedidos por la denominación de amu, como por ejemplo un acróbata llamado “Amu Ja-jeper-ra“.
Entonces no sería tan raro encontrar algún nombre propio que igualmente sea precedido por “apiru“,
formando parte de la sociedad egipcia:

Aperel, un visir de Amenhotep III, tiene un nombre posiblemente asiático pero que
no tiene que estar obligatoriamente relacionado con los apiru, seguramente sólo se ha fonetizado un
nombre extranjero, es decir, no todo lo que empiece por aper- debe significar por fuerza que se habla de un
apiru, aunque sí se demostraría nuevamente que alguien de origen extranjero podía llegar a ocupar un
puesto importante entre los egipcios.
En el papiro de Brooklyn, dentro del reinado de Sobekhotep III se menciona un esclavo doméstico llamado
Apiru-Rishpu y en una jarra de vino dulce encontrada en la tumba de Tutanjamon, perteneciente al cuarto
año de reinado y procedente de la finca de Atón en la orilla occidental del Nilo, aparece similar nombre
(Aper-Reshep) dado al maestro viticultor (lit.: “jefe del jardín“)[6]. También en el Imperio Medio
encontramos al gobernador de Pella mencionado como el Apiru-Anu[7].
La posibilidad de que algunos apiru fuesen mencionados anteponiendo a su nombre dicha palabra, no
quiere decir que el apiru fuese considerado por los egipcios como un pueblo o país concreto, solamente es
una referencia al origen no egipcio del sujeto en cuestión o al de sus antepasados[8].
Génesis y significado del término egipcio “a p(i)r(u) “: “( tribus) errantes “
En la estela de la campaña Siria de los años 7 al 9 del reinado de Amenhotep II, se afirma que él trae
consigo:
“... 127 Gobernantes[9] de Retenu[10],
179 compañeros de los gobernantes[11],
3.600 aperu,

(1)5.200[12] habitantes de Shasu[13],


36.300 Jaru[14],
15.070 habitantes de Neges[15],
29.652[16] partidarios por otro lado;
89.600 hombres en total e igualmente sus propiedades sin límite,...“.
Si realizamos la suma de hombres, vemos que no coincide con la cantidad total escrita en el texto y el error
sería demasiado obvio para el escriba si sumamos los diez mil Shasu que he puesto entre paréntesis. Por
tanto he considerado que no hay tantos Shasu, en realidad ese signo es el determinativo para los habitantes
del desierto que se encuentra al Este del Delta del Nilo. Vemos además que en todos los casos son
capturadas miles (sin duda una exageración) de personas de distintas zonas, sin embargo sólo figuran 306
“gobernantes“ con sus “sub-gobernantes“ de Retenu, es decir, en esa amplísima zona ¿no se han
capturado más personas?. Personalmente interpreto que esos 306 jefes y “segundos en el mando“ están
contados dentro de los 3.600 apiru, siendo el resultado final de la suma 89.822 y reduciendo el error
cometido por el escriba a 222 personas de más, cifra que sí pudo pasarle inadvertida al repasar la cuenta.
Es decir, de distintas tribus de los apiru que moraban en Retenu, aparte de gente común se han capturado
los jefes tribales y se destaca ese hecho, de lo contrario tendríamos que aumentar el error de la suma total a
528 hombres de más, superando las noventa mil personas y ese dato sería claramente visible para el
escriba que parece haber redondeado el resultado sin poner demasiado celo al realizar la operación.
“Apiru“ no es, por tanto, un calificativo para una clase social ni para una etnia definida, es la
denominación general para una serie de tribus seminómadas dispersas por todo Retenu. Teniendo en
cuenta que la palabra nunca está acompañada por un determinativo que indique que se trata de un país
extranjero, ya sea bajo el dominio egipcio o no[17], podemos deducir que no eran considerados como
habitantes de una zona en concreto. El único determinativo que se puede encontrar acompañando la
palabra “apiru“ es el G37 de la clasificación de Gardiner ( )[18] que denota un trato de
desprecio hacia esas tribus sin tierra definida. Esta idea parece confirmarse por un texto de distinto origen:
La estatua de Idrimi, hijo de Ilimilimma, fechada a comienzos del siglo XV a.C., contiene un texto cuneiforme
que dice:
“... proseguí hacia la tierra de Canaán. Me asenté en Ammia, en la tierra de Canaán, donde viven
los de Halab (Alepo), los de Mukish, los de Nii y los guerreros de Amae. Cuando supieron que yo
era el hijo de su señor, se agruparon en torno a mí. Allí crecí y asumí el mando. Siete años viví con
los xapiru. Entonces...“[19].
Algunos textos de las Cartas de Amarna también permiten denotar esta posibilidad:
“Tras tomar Sigarta para sí, Abdi-Ashirta dijo a los hombres de Ammiya: <>. Ellos se convencieron
siguiendo su mensaje y ahora son como los habiru.“[20]
Es decir, cualquiera puede ser considerado como un “habiru / hapiru / apiru“ independientemente de su
origen, basta con unirse a ellos, sin importar la etnia o la clase social de la que se procede.

apr(w), parece ser un término de origen egipcio, derivado del verbo “pasar,
atravesar“ (api, 3ª inf.) y del sustantivo “límite, final o frontera“ (r-a). El signo de la boca se utiliza en
numerosas palabras que incluyen el concepto de “entrada (r-aA) o límite“. Por tanto, el significado textual
podría ser el de “los que atraviesan los límites o fronteras“, es decir, “los errantes“ sin una tierra propia
que van de unos países a otros. Estamos ante una serie de tribus seminómadas asiáticas con un apelativo
genérico para todas ellas: apiru o errantes,[21] y en akadio esta palabra sería transcrita como habiru o
hapiru (ver siguiente epígrafe).
Un papiro del reinado de Ramsés II, pero originalmente de Tutmosis III dice: “... recoge los caballos... o un
apir(u) podría pasar y tomarlos...“. Es por ello que algunos autores han traducido el término “apiru“
como “ladrón“ y si bien es posible que esa podría ser la actividad de algún apiru, no veo motivo para dar
ese significado a la palabra, como tampoco encuentro razón para traducir como “polvorientos“, que es
otra opción adoptada por algunos Egiptólogos. Así pues, en el presente artículo no voy a entrar a discutir
traducciones distintas a la que se defiende y demuestra en el mismo.
Otra mención egipcia a los apiru encontrada hasta ahora es señalada por Nicolas Grimal en su libro "History
of Ancient Egypt": "In Egypt, [the Apiru] appear during the reign of Thutmose III as wine-makers in the
Theban tombs of the Second Prophet of Amun Puyemre (TT39) and the herald Intef (TT155)".
Los hapiru (habiru) y su identificación con los apiru: Las Cartas de Amarna
Según escribe Trevor Bryce en “El reino de los hititas“, Ed. Cátedra
1998, pág. 211:
El seminomadismo parece haber sido un rasgo tradicional de los grupos
de población asociados con Amurru. Se distinguían entre esos grupos
los habiru, que vagaban por las montañas y bosques de la región. Con
un número creciente de criminales, fugitivos, refugiados, merodeadores
mercenarios y desclasados sociales, suponían una constante amenaza
para no solamente para los mercaderes y otros viajeros, sino también
para las comunidades más asentadas de la región.
Un caudillo uniría esos grupos o tribus de habiru, Abdi-Ashirta y bajo su
mandato sometería todo Amurru. Al sur de Amurru se situaba el reino de
Gubla (Biblos), cuyo rey llamado Rib-Addi era fiel a Ajenatón e informaba
al mismo sobre los progresos de Abdi-Ashirta[22]. Pero éste no quería
enfrentarse a los egipcios y buscaba ser el representante de los mismo
en la zona, según se desprende de EA 60, 1-9, traducido por Moran en
Amarna Letters; Carta de Abdi-Ashirta a Ajenatón:
Para el rey, el Sol, mi señor: mensaje de Abdi-Ashirta, tu siervo, el polvo
bajo tus pies. A los pies del rey, mi señor, caigo siete veces siete. Puesto
que soy un siervo del rey y un perro de su casa, guardo Amurru entero para el rey, mi señor.
Ajenatón parece que quería evitar aumentar el peligro para los intereses egipcios en la región e hizo caso
omiso de los mensajes de socorro de Rib-Addi[23], prefiriendo tener de su lado a Abdi-Ashirta en vez de
provocar su alianza con el reino de Hatti[24]. Todas las ciudades cayeron bajo Abdi-Ashirta, salvo dos y la
capital[25], que se libraría momentáneamente debido al fallecimiento de Abdi-Ashirta[26], pero su hijo y
sucesor Aziru, junto a sus hermanos, pronto acabarían con el respiro fortuito de Gubla[27]. Siguiendo la
misma política de su padre, Aziru se declaraba súbdito del rey de Egipto[28] y las cartas de socorro de Rib-
Addi[29] siguieron sin ser atendidas.
Para resumir solamente comentar que finalmente Aziru consiguió sus objetivos e incluso pasó un año en
Egipto por requerimiento del propio Ajenatón[30], que seguramente quería asegurarse de esta forma su
fidelidad, pero de poco le sirvió esto ya que tiempo después de su “liberación“, Aziru buscó la protección
hitita y permaneció fiel hasta su muerte al rey Suppiluliuma.
Son quince las Cartas de Amarna que mencionan a Aziru y numerosas las que hacen referencia a los
hapiru/habiru, ya sea directa o indirectamente. Pero el objetivo que nos ocupa es saber si debemos
identificarlos con las menciones egipcias sobre los apiru: El parecido fonético es innegable, como lo es
también la situación geo-política que parece indicar que debemos aceptar dicha identificación. La lengua de
las Cartas de Amarna es un akadio egipcianizado, por lo que no sería de extrañar que reyes como Rib-Addi
pidieran socorro ante el acoso de unas tribus, fonetizando en cuneiforme la denominación egipcia para las
mismas y de esa manera hacerse entender por el rey egipcio sobre quienes eran los enemigos.
La relación entre los epítetos habiru (Xa-bi-riw)/hapiru/apiru y hebreos ( “ibri)
Además de en otros textos externos a Egipto nos encontramos con que en el Prisma de Tikunani datado en
torno al año 1.550 a.C. se mencionan 438 habiru con nombres en su mayoría hurritas y semíticos (sólo uno
kasita). Esto apoya nuevamente el concepto de apiru defendido en este artículo pero lo más importante es
que se trata de la primera mención a un grupo numeroso y nos da una fecha muy cercana a la de la
expulsión de los hiksos de Egipto en la que ya aparece fuera de este país el apelativo.
En Egipto las Cartas de Amarna son la mejor documentación acerca de ellos como hemos visto en el
epígrafe anterior. No obstante los biblistas, a pesar de la seductora similitud fonética, no los identifican con
el primitivo Israel; en cambio reconocen en el término un estrato social (seminómadas sin ciudadanía) a los
que legítimamente consideran pertenecían los antiguos israelitas.
Mario Liverani traduce bastante acertadamente el término apiru como refugiados[31], dado que se trata de
unas gentes que “a traviesan fronteras ,“ es decir, pasan de unas tierras a otras distintas y por tanto en
cierta manera se refugian en países extranjeros, aunque el concepto implica que sea por causa de un
conflicto armado o disturbios internos en el país de origen. El término apiru parece ser más amplio e
indeterminado y no especifica la causa del desplazamiento (podría tratarse de un delincuente fugado a la
acción de la justicia de su patria), por tanto mantendré la traducción de “errante“ como la más cercana en
lengua castellana sin rechazar la opción elegida por Liverani por considerarla aproximada al concepto que
en antiguo egipcio se pretendía expresar. También se puede tener en cuenta el concepto de inmigrante, que
es «el natural de un país» que «llega a otro para establecerse en él, especialmente con idea de formar
nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas», aunque nuevamente apiru es más indeterminado ya
que no implica la intención u objetivo del desplazamiento y el comportamiento seminómada descartaría esta
traducción al no tratarse de un establecimiento definitivo.
Según los estudiosos de la Biblia y especialistas en la lengua hebrea, el origen etimológico del término
“ibri (hebreo) puede estar en el verbo “abar, que significa atravesar (o en su forma nominal región de
más allá). E incluso siendo más específico parece ser que “ibri deriva de BR, con el sentido textual de
cruzar un límite, es decir, la asociación entre los términos api-r (atravesar el límite o frontera) egipcio y el
“ibri (con idéntico significado) hebreo sería innegable. Por tanto podríamos deducir que “ibri es la forma
hebrea de la egipcia apir y que la palabra pasó directamente a formar parte de una lengua a otra, para
denominar a los errantes o hebreos.
En este punto es necesario insistir en que el término no alude a un pueblo o etnia en su origen y que en
principio no debemos igualar el concepto de errante/hebreo con el de israelita, si bien es cierto que esa
igualdad tendrá lugar con el tiempo, cuando se pierde el antiguo significado de la palabra y pasa a ser una
expresión generalizada para el pueblo de Israel. El origen de este pueblo lo estudiaremos en el siguiente
epígrafe, pero ya podemos intuir su estrecha relación con los apiru/habiru, dado que en mi opinión existen
muchas posibilidades de que al asentarse estos últimos en las Tierras Altas del oeste del Jordán quisieran
adoptar su propia identidad como un único pueblo, junto a otros que ya habitarían la zona[32] y de ahí
surgiera un proto-Israel que en pocas generaciones se consolidaría en un Estado con características
propias y distintivas de los demás pueblos del entorno.
Primeros indicios sobre el origen de Israel
Israel es nombrado por primera vez en un texto egipcio en la Estela de la Victoria de Merenptah[33]:

“Isrêl (... arrasada sin su simiente)“. Nótese que en la citada estela todos los
pueblos mencionados llevan el determinativo de tierra extranjera, mientras que Israel es mencionado como
un gentilicio al utilizar dicho determinativo, es decir, son las gentes de Israel las referidas, lo que denota que
al menos para los egipcios de la época, Israel no era considerado un país, pero es muy importante este
primer signo de identidad constatado por una fuente extra-bíblica y apoya nuevamente la idea ya esgrimida
supra de que estamos ante un origen multi-étnico.
El dios El (sustantivo que significa dios) era el padre de todos los dioses en la mitología ugarítica que se
extendió por todo Canaán; padre de Baal (que significa Señor y se utiliza con frecuencia junto a nombres
dioses locales) y sus esposas Anet y Astarté. Israel significa en hebreo “luchador contra dios (El)“[34],
por lo que parece bastante atractiva la idea de que aquellas gentes que poblaron la zona podrían ser, entre
otros, grupos de seminómadas apiru y pueblos nómadas shasu (sutus o suteos en las Cartas de Amarna)
que en numerosas ocasiones prestaban sus servicios como mercenarios encargados de luchar contra los
cananeos representados de forma genérica y simbólica con el nombre de El.
Pruebas arqueológicas en las Tierras Altas al oeste del río Jordán
Siempre basándome en los trabajos de Finkelstein y Silberman[35], en las Tierras Altas al oeste del Jordán
nos encontramos en los yacimientos unos emplazamientos ovales o circulares (en piedra y fechados en la
Edad de Hierro I, en torno al 1200 a.C.), con una serie de estancias comunicadas entre sí formando un
anillo que rodeaba un patio central que seguramente protegería el ganado de cabras y ovejas, con algunos
restos que muestran un tímido cultivo de cereales. Dichos asentamientos son análogos en disposición a los
de los beduinos que todavía hoy podemos encontrar en las zonas circundantes y su construcción en piedra
parece reflejar el paso del nomadismo al sedentarismo, construyendo de forma parecida a la que
acostumbraban hasta entonces o al menos conservando la planta tradicional. Según los mencionados
autores “Todo indica que una gran parte de los primeros israelitas habían sido en otros tiempos pastores
nómadas“[36].
Oleadas de colonización en las Tierras Altas
Según los hallazgos arqueológicos mencionados supra, a lo largo de miles de años ha habido en dichas
tierras aumentos y descensos de población. Así pasamos de la crisis del Bronce Reciente (1.550 a 1.200
a.C.) con unos 25 asentamientos registrados, a una tercera oleada de colonización en la Edad de Hierro I
(1.200 a. C.) con unos 45.000 habitantes en 250 emplazamientos, que siguen en aumento durante el Hierro
II llegando a las 160.000 personas y 500 localidades sobre el s. VIII a.C.
Parece ser que cada una de las oleadas comenzaron por la zona este, extendiéndose hacia el oeste y en
épocas de ocupación intensa encontramos abundantes restos de ganado vacuno, sin embargo cuando la
ocupación desciende, también lo hacen los restos vacunos a favor de los de las cabras y ovejas. Es decir, el
pastoreo de ganado mayor, pesado y lento, junto con el cultivo de cereales, en épocas de baja demografía
daba paso al pastoreo característico de poblaciones nómadas que comerciaban con las ciudades de las
llanuras y al devenir épocas de crisis en las mismas, posiblemente se producía una migración a las zonas
altas despobladas y un aumento de las costumbres sedentarias, esto es, la agricultura y el ganado mayor.
La carne de cerdo: Un primer distintivo de identidad
La clave distintiva de un proto-estado israelita en las Tierras Altas del oeste del Jordán en la Edad de Hierro
I la podemos encontrar en la ausencia total de restos de huesos de ganado porcino. Al parecer ni lo criaban
ni lo consumían a partir de esta época, al contrario que en todas las zonas circundantes.
Carta de Abdi-Hiba de Jerusalén (EA 285-290)[37]
El rey de Jerusalén se queja de los ataques de los errantes/hebreos en varias cartas dirigidas a Ajenaton,
posiblemente se trataba de Aziru y sus hermanos, intentando ampliar las fronteras de las conquistas
realizadas por su padre Abdi Ashirta. Por tanto podríamos estar ante la primera prueba histórica del
asentamiento de los errantes/hebreos en las tierras que tiempo después se convertirían en el hogar de las
“gentes de Israel“, ya identificados sobre el 1.200 a.C. en la mencionada Estela de la Victoria de
Merenptah. En las llamadas Tierras Altas de la orilla occidental del río Jordán, los errantes/hebreos pudieron
mezclarse con los indígenas y posiblemente con nómadas beduinos shasu que merodeaban por la región,
para formar la simiente proto-israelita que comenzaría a tener unos rasgos propios distintivos del resto de
pueblos cananeos, tal y como he adelantado supra: La costumbre de no comer carne de cerdo, quizá
introducida por una forma de vida nómadas o seminómada como la de los shasu y muchos de los apiru,
pastores de ovejas y cabras, un ganado menor fácilmente transportable y adaptable, apoyado por la
ideología cananea y egipcia sobre la impureza del cerdo.
Los Shasu y Yahvé
Existen cuatro supuestas menciones a Yahvé relacionadas con los shasu o beduinos: En el templo de Soleb
(Amenhotep III), en Medinet Habu (Ramses III), Amara oeste y Aksha (Ramses II).
Todas esas menciones hacen referencia a tribus shasu y su localización. Las traducciones que podemos
encontrar sobre ellas son de lo más pintorescas y variadas desde que Giveon escribió sobre el tema en
1971. El propio Giveon apunta hacia un supuesto Yahvé por el parecido fonético que tiene una de las
formas de la palabra "campamento" y sugiere que se está aludiendo a "la casa de Yahvé", un supuesto
templo situado en Seir. Desde entonces numerosos estudiosos se han basado en la imaginación de Giveon
y otros autores que le siguieron para crear teorías relacionadas con el origen de Israel, que aunque yo
mismo pienso que entre los primeros israelitas habría muchos shasu, no hay motivo para inventarse
pruebas donde no las hay realmente y traducir como "Yahvé" una palabra que poco tiene que ver con el
dios, mientras no se demuestre lo contrario[38].

En el caso de Soleb se nombran a los shasu de "Semet ", los de "Tereber" y


los que viven en "Yhua", es decir, los que viven en campamentos formados por
tiendas que eran dispuestas en forma de óvalo o circulares para guardar el ganado en su interior por las
noches, como nómadas beduinos que eran. Estos campamentos
estaban situados en el desierto oriental del Delta del Nilo, al norte y este
del Sinaí.
La palabra "campamento" la podemos encontrar en textos como los Anales de Tutmosis III en el templo de
Amon en Karnak sin hacer ninguna referencia a los shasu en la parte que describe el sitio de la ciudad de
Megiddo:

"... Entonces se estableció el campamento (i)ihw(A) allí para su


Majestad... Reposando en el campamento aany de ¡vida, prosperidad y salud! (referido al rey)...
Despertándose vivamente en la tienda imAw de ¡vida, prosperidad y salud! ...".
En el fragmento del texto anterior he añadido las transliteraciones de las palabras clave que demuestran
que "yhua" se debe traducir como "campamento" (que en este caso era militar) de tiendas realizadas con
palos, cuerdas y telas o pieles. Es decir, en realidad se refieren a los beduinos que viven en el desierto en
tiendas, a diferencia de otros que habitaban, por ejemplo, en el Sinaí, al este del Jordán o dispersos por
todo Canaán e incluso Siria.
Jamás se ha encontrado una mención a Yahvé en Egipto durante el Imperio Nuevo o anteriormente, lo cual
es bastante significativo pero este tema tendría que desarrollarse más ampliamente en otro artículo. De
momento baste decir que no hay prueba alguna de que fuese una divinidad concreta de los shasu plasmada
en los textos egipcios como pretenden algunos autores y evidentemente es un dios sólo identificable
posteriormente[39].
Manetón y los hiksos
Como hemos visto las menciones egipcias a los apiru/errantes constatadas hasta el momento aumentan
considerablemente durante la dinastía XVIII. Es decir, podemos suponer que el término llegó a generalizarse
y extenderse durante esta dinastía. Pero ¿qué fenómeno impulsaría a que este epíteto se utilizara tanto a
partir de esta fecha y no antes, hasta el punto de llegar a ser utilizado por los pueblos y civilizaciones al
nordeste de Egipto? La respuesta más lógica e inmediata que se nos puede ocurrir, aún sin tener pruebas
palpables, es relacionarlo con la expulsión de los hiksos de Egipto, aunque hay que tener en cuenta siempre
que el aumento de conocimiento que experimenta Egipto sobre los países asiáticos durante el Imperio
Nuevo puede influir en el número de menciones, pero el dato no deja de ser curioso puesto que siendo un
apelativo acuñado en Egipto antes de la citada expulsión, hasta después de la misma nunca se había
utilizado con tanta frecuencia y referido incluso a grandes grupos.
En la Historia de Egipto de Manetón, concretamente la parte referente a Josefo contra Apión, podemos
extraer la siguiente frase: “Después de la marcha de la tribu de los pastores desde Egipto a Jerusalén...“.
Sin entrar en la veracidad histórica o no de esta discutida afirmación, ahora podemos sospechar que algo de
realidad puede ocultarse en ella:
¿Eran los hiksos hebreos? La respuesta arqueológica coincide con la que se puede deducir del presente
artículo: Evidentemente no es que los hiksos fuesen hebreos/apiru/errantes, lo que parece ocurrir es que los
hiksos expulsados y por tanto apátridas en su mayoría en aquellos momentos, pasarían a denominarse con
cierto desprecio apiru por parte de los egipcios y algunos de los descendientes de éstos bien pudieron
asentarse en las Tierras Altas del Jordán formando parte de los proto-israelitas, tal y como pretende Josefo,
aunque con la diferencia conceptual e histórica de lo que él entendía por “hebreos“. Es decir, parece ser
una leyenda con un trasfondo de realidad.
Algunos de los hiksos que dominaron el norte de Egipto durante el Segundo Periodo Intermedio ya
denominados apiru/hebreos tras su expulsión pudieron quedarse en Egipto como trabajadores integrados en
la sociedad o bien seguirían entrando en el país posteriormente, ya sea como hombres libres o como
cautivos de guerra esclavizados.

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