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CAPÍTULO I: LA DELINCUENCIA JUVENIL

I. CONCEPTO Y DELIMITACIÓN DE OTRAS CONDUCTAS AFINES (*)

El concepto de delincuencia juvenil pese a su amplio calado social no es


pacífico en la doctrina. Quizás el término más extendido sea el de
delincuencia juvenil, aunque también se utiliza el de criminalidad juvenil.

Entiende MIDDENDORFF por criminalidad juvenil, en general: la conducta de


un joven desaprobada por la comunidad y determinante de una intervención del
poder del Estado. Haciendo uso de una terminología diferente SCHNEIDER,
propone la siguiente definición: la delincuencia juvenil en el sentido estricto es
un comportamiento que se denominaría delito en el sentido jurídico-penal, si
hubiera sido cometido por un adulto. Prefiere el término delincuencia juvenil
frente a criminalidad porque la delincuencia juvenil tiene su origen sobre todo
en el desarrollo de los menores, es temporaria y episódica y, sobre todo, para
prevenir la valoración social negativa y la estigmatización que contiene el
término de la criminalidad.

Recientemente, la moderna Sociología Criminal al término delincuencia ha


añadido el término desviación, con el objeto de ampliar el campo de análisis
de la simple violación de las normas jurídicas a la violación de todas las normas
que regulan la vida colectiva, comprendiendo las normas culturales y sociales.
Una conducta desviada o inadaptada realizada por un menor constituye un
signo de alarma y también una útil advertencia sobre defectos de la
organización social que se deben remediar.

Con la publicación de las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención


de la Delincuencia Juvenil (1990) surgió un nuevo término más acorde con la
realidad actual: jóvenes en situación de riesgo social. Este concepto
engloba a menores que manifiestamente están en peligro y que requieren
medidas no punitivas determinadas por una autoridad competente. Esta
categoría tiene las siguientes ventajas: es criminológica, social y jurídica; es un
término flexible y amplio; centra la atención en factores sociales o exógenos y
en factores personales o endógenos; cambia el enfoque de la intervención y
aborda directamente al problema real; representa una ideología progresista de
la prevención de la delincuencia; y reemplaza categorías inadecuadas por un
modelo ideal.

La Criminología al estudiar la delincuencia juvenil, amplía, por un lado, el


concepto jurídico-penal (formal) de delito, incluyendo una serie de conductas
no constitutivas de infracciones penales pero que interesan a esta disciplina
científica en cuanto factores y situaciones criminógenas o conductas asociadas
al delito (alcoholismo, drogadicción, prostitución infantil). Por otro lado, amplia
también el concepto de joven o menor (todas aquellas personas menores de
veinticinco años).

Por último, hay que dejar constancia de que en este trabajo se defiende desde
el ámbito jurídico-penal, un concepto estricto o restringido de delincuencia
juvenil, comprensivo únicamente de aquellas infracciones que constituirían
delito o falta, según el Código penal, si hubieran sido cometidas por un adulto.

II. LA DELINCUENCIA JUVENIL COMO UN FENÓMENO DIFERENTE DE LA


DELINCUENCIA DE ADULTOS

1. Consideraciones generales
La criminalidad juvenil es una manifestación específica de la edad. Los jóvenes
comenten actos en su mayoría sin planearlos, por lo que su delincuencia
parece a primera vista menos grave y más sencilla que la de los adultos. La
delincuencia juvenil se caracteriza por ser una delincuencia expresiva e
instrumental que busca el placer inmediato por recreación o por rebeldía,
demanda aventura, emoción, excitación, en una palabra, satisfacer sus deseos
aunque sea en forma hostil o dañosa.

La delincuencia juvenil es sobre todo un fenómeno de grupo. Se comete en


su mayoría junto con jóvenes de la misma edad. Las actividades delictivas son
frecuentemente una forma de identificación, con la que se busca el aplauso y el
reconocimiento del grupo.

2. Las bandas juveniles (gangs)

2.1. Características
Aunque no hay una definición consensuada, se puede entender por banda
juvenil (gang) un grupo de jóvenes unidos de forma permanente por mutuos
intereses con las siguientes características: un nombre y una simbología que
haga reconocible a la banda, un líder identificable, un territorio geográfico bajo
su control, un lugar de reunión regular, e implicación en actividades delictivas.

Podemos señalar como características más comunes:


• La media de edad de los jóvenes miembros de la banda se sitúa entorno
a los 17 o 18 años
• Los jóvenes varones exceden en número a las mujeres
• La etnia o raza predominante en las bandas es la afro-americana (48%)
seguida por los hispanos (43%)
• La mayoría permanecen en la banda durante un año o menos y
solamente una tercera parte permanece en ellas durante más tiempo.

Recientes investigaciones señalan que desde mediados de los años ochenta,


las características que definían a las bandas tradicionales han sufrido
modificaciones significativas (están compuestas por jóvenes de diferentes
razas o etnias, aumento de la presencia femenina, mayor organización, ser
menos territoriales y mayor diversidad de actividades delictivas).

La mayor trascendencia de las bandas juveniles reside en que los jóvenes


miembros de las bandas delinquen en una proporción más alta que los jóvenes
que no pertenecen a ninguna banda. La gravedad de la delincuencia de las
bandas juveniles se manifiesta también ante el incremento de su presencia en
los colegios.
2.2. ¿Porqué los jóvenes ingresan en bandas juveniles? (*)

El porqué se unen los jóvenes a las bandas se debe a una seria de factores
difíciles de ordenar. Diversos estudios e investigaciones han señalado, entre
otros:

• El atractivo de las bandas para los jóvenes, entendido en el sentido de


otorgar a sus miembros un prestigio o estatus entre sus amigos y
compañeros, así como por la sensación de poder que otorga el ser
miembro de una banda
• Proporciona una serie de oportunidades como pueden ser
posibilidades de riesgo, excitación y aventura, así como mantener un
alto nivel de vida gracias al manejo de dinero conseguido por hurtos,
robos y venta de drogas
• Buscando protección: factores sociales, económicos y culturales
empujan a muchos adolescentes en dirección a las bandas
• Por un sentimiento de identidad o de pertenencia a un grupo
• Algunos jóvenes son reclutados coercitivamente, en comunidades
donde las bandas están asentadas firmemente en la comunidad y otros
miembros de sus familias han pertenecido a la banda.

2.3. Estrategias de prevención

Aunque la tendencia ha sido estudiar las bandas como un fenómeno distinto de


la delincuencia en general, recientes trabajos en este campo ofrecen razones
para creer que las bandas y los programas de prevención de bandas pueden
ser también estudiados dentro del contexto global de delincuencia juvenil.

En el ámbito de la prevención e intervención, es necesario según ESBENSEN


partir de tres presupuestos:

1º. El conocimiento de que la delincuencia precede generalmente a los


miembros de las bandas, sugiere que los programas de prevención no deben
limitarse a la supresión o disolución de la banda

2º. Factores de riesgo asociados con los miembros de las bandas han sido
identificados con relativa seguridad. Por tanto, las estrategias de prevención e
intervención deben tener como objetivo prioritario los jóvenes que se
encuentran en estas situaciones de riesgo.

3º. Dado el nivel de actividad delictiva desarrollado dentro del ambiente de la


banda, programas específicos que busquen intervenir en las vidas de los
miembros de la banda también se deben fomentar.

Una vez asumidos estos presupuestos se pueden llevar a cabo los siguientes
tipos de programas de prevención:

• Prevención primaria dirigida a la totalidad de la población juvenil que


pueda encontrarse en
situaciones de riesgo para identificar condiciones que favorezcan
comportamientos delictivos.
• Prevención secundaria dirigida expresamente a aquellos individuos que
han sido identificados en situaciones de grave riesgo de convertirse en
delincuentes.
• Prevención terciaria dirigida a aquellos jóvenes envueltos en actividades
delictivas o aquellos que pertenecen a alguna banda.

Un aspecto de la prevención de la delincuencia juvenil es la necesidad de


evaluación de los programas, ya que se pueden conseguir resultados
involuntarios (por ejemplo, incrementar el grado de cohesión de las bandas,
con el resultado de un aumento de su actividad delictiva).

2.4. Bandas juveniles en España

Las bandas juveniles eran hasta hace poco prácticamente desconocidas en


nuestro país. Sin embargo, en los últimos tiempos estamos asistiendo a una
gran alarma social producida en torno a este fenómeno, ante la profusión de
noticias aparecidas en los medios de comunicación sobre la proliferación de
bandas juveniles. Ahora bien, el conocimiento que tenemos de estas bandas
goza de escasa credibilidad ya que todavía no se ha realizado ningún estudio
empírico que nos facilite información sobre el número de bandas que existen
en España, la tasa de criminalidad de las mismas, composición y
características, etc.

3. Violencia en la escuela (*)

La violencia en la escuela, también denominada vandalismo escolar, se puede


manifestar de varios maneras: agresiones físicas por parte de los alumnos
contra profesores, siendo frecuente también la violencia contra objetivos y
cosas de la escuela. Dicha violencia se puede cometer dentro de la escuela o
fuera de ella, en los alrededores de la misma. Además, hay que mencionar otro
tipo de agresión, mas extendida y mucho más difícil de detectar, la que se
manifiesta mediante agresiones físicas, amenazas, insultos, intimidación,
aislamiento o acoso, entre los propios escolares un fenómeno que en el mundo
anglosajón se conoce como Bullying.

3.1. El Bullying o acoso escolar

El bullying entre niños engloba una amplia variedad de comportamientos, todos


ellos negativos, llevados acabo con frecuencia y de forma reiterada en el
tiempo, como consecuencia de un real o percibido desequilibrio de poder, en el
que los chicos más fuertes del grupo se ceban con los más débiles. El bullying
puede manifestarse de varias formas que generalmente implicarán agresiones
físicas, verbales o agresiones psíquicas. En el informe Cisneros sobre
“Violencia y acoso escolar” se observa que el tipo de acoso varía según sea
el sexo de la víctima. El tipo de acoso que suelen recibir los niños varones es
más físico y menos verbal predominando el patrón de intimidación y abuso
físico directo, mientras que el acoso que reciben las niñas se centra en lo
verbal y en reducir socialmente a la niña rompiendo sus redes sociales
mediante el “envenenamiento” y entorpecimiento de sus relaciones con los
otros.

Los comportamientos de acoso más frecuentes son: contra los niños


varones, llamar por motes, pegar collejas o patadas, reírse o burlarse de él
cuando se equivoca, zarandearle o empujarle para intimidarle, amenazarle con
pegarle, intentar que le castiguen, hacer gestos para intimidarle, esperarle a la
salida del colegio para meterse con él. En contra de las niñas, las conductas de
acoso más practicadas son las siguientes: meterse con ella para hacerla llorar,
decirle a otros que no estén o no hablen con ella, hacer que les caiga mal a
otras, prohibir a otros que jueguen con ella, impedir que ella juegue con otros,
enviar mensajes para amenazarla, u odiarla sin razón.

Una de las constataciones más espectaculares del Informe Cisneros VII es la


relación inversamente proporcional entre la edad del niño y la tasa de
acoso. A medida que el niño crece, las posibilidades de ser víctima disminuyen
casi progresivamente, lo que contradice la creencia popular de que es en la
adolescencia donde este fenómeno adquiere mayor relevancia.

La verdadera importancia y trascendencia de este fenómeno reside en los


efectos a corto y a largo plazo que tiene tanto para las víctimas como para los
maltratadores. El chico/a víctima de sus iguales tiende a inculparse y a
desvalorizar su imagen, para soportar el trato vejatorio y la discriminación que
sufre; el chico/a abusón y maltratador, tiende a autojustificarse, considerando
débil a la víctima, destruyendo sus posibilidades de desarrollar una mente
moralmente justa y un comportamiento social integrado.

El acosador es un niño al que le falta confianza en sí mismo y busca por ello,


la aceptación y el reconocimiento en el grupo. Las razones más habituales para
acosar o maltratar son: respuesta a una provocación (17%), por gastar una
broma (10,3%), para evitar que me lo hagan a mí (3,3%), por pasar el rato
(2,8%), porque a mi me lo hacen otros (2,6%), o porque son más débiles
(0,7%).

Las víctimas experimentan un asilamiento que inevitablemente les reporta una


serie de problemas personales y sociales como trastornos emocionales,
dificultad para relacionarse y hacer amigos y unas pobres relaciones con sus
compañeros de colegio.

3.2. Dimensión del bullying

En nuestro país, el Estudio de la Percepción de la Violencia entre Escolares en


Institutos de Andalucía, revela que entre el 25 y el 30% de los alumnos de
primer ciclo de la ESO, y entre el 17-18% del segundo ciclo, revelan que han
sido víctimas de su compañeros en algunas ocasiones, mientras que
solamente entre el 5 y el 2% sufren malos tratos de forma persistente por parte
de sus compañeros. Sin embargo, existe una cantidad no desdeñable de
alumnos que no cuentan a nadie este problema.
4. Inmigración y delincuencia juvenil (*)

4.1. Teorías explicativas de la delincuencia de los jóvenes inmigrantes

Las teorías de la desigualdad de oportunidades destacan las estructuras


sociales y materiales que dan forma a los valores y actividades de los grupos
en la sociedad. Segregados en barrios que se caracterizan por su pobreza,
viviendas deterioradas, malas escuelas y altas tasas de delincuencia, los
inmigrantes pueden encontrar en la delincuencia un mecanismo para superar
las barreras para tener acceso a oportunidades económicas. Del mismo modo,
las pandillas juveniles pueden ser conceptualizadas como un mecanismo
alternativo para asegurar riqueza y estatus en áreas urbanas con una alta
concentración de inmigrantes.

Además de estos factores estructurales, otros autores han destacado como los
factores culturales también juegan un papel en la participación criminal. Una
versión muy extendida de la teoría cultural puede ser la teoría de SELLIN sobre
el conflicto cultural. Los inmigrantes al mantener como normas de referencia
y de comportamiento los de su cultura de origen, pueden entrar en conflicto con
las normas sociales y culturales de los países a los que emigran.

Por último, la perspectiva de la desorganización social, añade una


preocupación por la ruptura de las instituciones sociales de la comunidad como
resultado de los cambios demográficos y sociales que produce la inmigración.
La implicación es que cuando los controles sociales de la comunidad se
debilitan la delincuencia florece. La desorganización social supone la
disminución de la influencia de las reglas sociales existentes sobre la conducta
de los miembros individuales de un grupo, e implica una separación entre las
reglas y las actitudes, de tal forma que los individuos no se sienten obligados
por las leyes y se consideran libres para desobedecerlas. Si a estas
perspectivas añadimos una simple cuestión demográfica, dado que la
inmigración trae un número desproporcionado de jóvenes varones a los países
receptores, podríamos esperar que los inmigrantes exhiban tasas de
delincuencia mayores que la población autóctona.

4.2. Tipos de jóvenes extranjeros y su relación con la delincuencia

Bajo la rúbrica”menores extranjeros” el art. 35 LO 4/2000 sobre derechos y


libertades de los extranjeros en España y su integración social, hace referencia
por primera vez en un texto con rango de ley a esta categoría de sujetos. Sin
embargo, el citado art. 35 se refiere a un tipo específico de menores
extranjeros, a los menores inmigrantes, cuya llegada al territorio español está
determinada por motivos de emigración.

Es importante diferenciar, en primer lugar, los menores extranjeros en


situación regular, por ejemplo, estudiantes o turistas, de aquellos que entran
en nuestro país de una forma irregular. Y dentro de esta última categoría, los
menores inmigrantes no acompañados, de aquellos que emigran a España
junto a sus familias o con otros adultos.
4.2.1. Menores inmigrantes no acompañados

Dejando a un lado la concepción social que se pueda tener de los mismos,


desde un punto de vista estrictamente jurídico, la Directiva 2003/86/CE del
Consejo de Europa de 22 de septiembre de 2003, define en su art. 2-f) al
menor no acompañado como el nacional de un tercer país o apartida menor de
18 años que llegue al territorio de los Estados miembros sin ir acompañado de
un adulto responsable de él, ya sea legalmente o con arreglo a la costumbre,
mientras tal adulto responsable no se haya hecho cargo efectivamente del
menor, o cualquier menor al que se deje sólo tras su entrada en el territorio de
los Estados miembros.

4.2.2. Inmigrantes de segunda generación

Se suele entender a aquellas personas que han nacido en el país de


emigración de padres inmigrantes o aquellos que emigran de niños.

Aunque puede parecer raro, los estudios reflejan una más alta de criminalidad
de estos jóvenes inmigrantes que sus progenitores inmigrantes e incluso que
los nacionales del país. Diversos estudios sostienen que el conflicto cultural se
manifiesta con más fuerza en la segunda generación de inmigrantes, que se
encuentra expuesta a normas confrontadas. La segunda generación debe por
tanto integrar dos fuentes de normas muy diferentes, lo que genera conflictos
culturales en muchas ocasiones, ya que se encuentran situados entre dos
modelos de socialización, que frecuentemente se muestran como opuestos o
enfrentados. Por un lado, la segunda generación tiende necesariamente a
continuar con el legado cultural de sus progenitores, mientras que por otro lado
comienza un proceso de asimilación cultural de las normas y costumbres del su
ya nuevo país. La asimilación cultural aparentemente debilita el impacto de los
controles sociales tradicionales en las comunidades de inmigrantes, al romper
el sentimiento de identidad entendido como la pertenencia a un grupo social
cohesionado con unas características sociales y culturales comunes.

KILLIAS explica como los inmigrantes de segunda generación no tienen las


mismas posibilidades que los nacionales para adquirir una adecuada
educación, siendo, a su vez, discriminados en el acceso al mundo laboral, lo
que les lleva en muchas ocasiones a delinquir por motivos económicos.
También deduce que su delincuencia resulta erróneamente sobre-
representada, ya que si se compara la tasa de delincuencia con la de sujetos
nacionales en similares condiciones económicas, las tasas de delincuencia se
equiparan a niveles muy similares.

4.3. La delincuencia de los jóvenes inmigrantes

Puede afirmarse, a la luz de las investigaciones llevadas a cabo, que la


delincuencia de los inmigrantes no supera las tasas delincuenciales de los
sujetos originarios del país. Es posible sugerir que la inmigración
contemporánea no crea comunidades desorganizadas sino que sirve para
estabilizar los barrios por medio de la creación de nuevas instituciones sociales
y económicas. Los inmigrantes residen en barrios pobres pero atenúan los
efectos de estas condiciones locales por medio de la mayor prevalencia de
familias extendidas e intactas y por medio del contacto regular con el mercado
laboral.

Sin embargo, pese a que las tasas de delincuencia de los inmigrantes no son
tan altas como pudiera esperarse, no es menos cierto que si observamos las
estadísticas policiales, las detenciones de menores inmigrantes han
experimentado un fuerte aumento. Esto puede deberse, en parte, al alto
número de menores extranjeros denunciados en comparación con los
nacionales y a la mayor probabilidad de ser detenidos y condenados.

5. Los medios de comunicación y los estereotipos sobre la juventud (*)

La opinión pública sobre la delincuencia está en gran parte formada y


mantenida por los medios de comunicación, o cuanto menos, influida en gran
medida por ellos, pudiendo afirmarse que los medios de comunicación de
masas contribuyen a configurar la imagen social de la delincuencia. El efecto
de los medios de comunicación tal vez sea, en este ámbito, el de
sobredimensionar la extensión de la delincuencia violenta.

Los medios de comunicación social según la forma habitual de presentar la


realidad de la delincuencia contribuyen a desvirtuarla, creando estereotipos
(imagen mental muy simplificada, de alguna categoría de personas, institución
o acontecimiento que es compartida en sus características especiales por un
gran número de personas, y que suele ir acompañada de prejuicios) al
reproducir las noticias sobre hechos delictivos.

Los medios de comunicación favorecen en sus representaciones de la


delincuencia juvenil, la asociación de:

• La delincuencia juvenil y la violencia


• El consumo de drogas y la delincuencia juvenil
• Marginalidad (gitanos, inmigrantes) y delincuencia juvenil
• Apariencia externa de la juventud y delincuencia juvenil
. Determinadas aficiones musicales, audiovisuales o de ocio nocturno,
se asocian también con comportamientos antisociales y delictivos de la
juventud. Más aún, la repetición de las historias por los medios de
comunicación, en muchas ocasiones mediante la utilización de términos
sensacionalistas o alarmistas, refuerzan las opiniones populares sobre la
violencia, las víctimas y los estereotipos delictivos, creando a su vez nuevos
términos de rápido calado social para describir esta delincuencia juvenil urbana
violenta como wilding (salvajismo), superpredators (superdepredadores), etc.,
contribuyendo al miedo al delito, la alarma social o el pánico moral en la
población.

La consecuencia más grave de este tratamiento informativo se traduce en la


creación ante la opinión pública de un estado de alarma social, la mayoría de
las veces infundado, que produce en la población una realidad de la
criminalidad que, provocada por informaciones totalmente distorsionadas,
crean la impresión de que finalmente debe hacerse algo, produciendo del
mismo modo, un incremento en el miedo al delito de la sociedad, lo que en
muchos casos supone una actitud favorable a respuestas penales más
punitivas y represivas por parte de la población, representando de esta manera
un problema de política criminal y política social.

III. VOLUMEN Y EXTENSIÓN DE LA DELINCUENCIA JUVENIL

Al volumen de la delincuencia juvenil se suele acceder a través de diversas


vías:
• Las estadísticas oficiales, que comprenden las estadísticas policiales
(delitos denunciados de los que ha tenido conocimiento la policía), las
estadísticas judiciales (diligencias previas abiertas en casos criminales y
condenas) y las estadísticas penitenciarias (relativa a la población
reclusa), que nos informan de la criminalidad registrada.
• Los informes de autodenuncia (en las encuestas de autodenuncia se
pregunta a los sujetos de la encuesta si han cometido alguna vez, o
durante un período determinado, algún tipo de delito o si han incurrido
en algún comportamiento asociado o relacionado con la delincuencia).
• Las encuestas de victimización (en ellas se pregunta si ellos mismos o
alguna persona que conozcan han sido víctimas de delitos específicos
durante un período de tiempo determinado).

1. Criminalidad oficial o registrada

De los datos elaborados por el Ministerio del Interior en el año 2003 sobre
menores de 18 años detenidos por grupos de edad y tipo penal se pueden
extraer algunas primeras consideraciones de ciertas importancia: un aumento
cuantitativo del volumen de la delincuencia según va aumentando la edad de
los menores, independientemente del sexo.

Este aumento o progresión se observa, invariable, en todos los tipos delictivos,


con la ligera excepción de dos de ellos:

a) El apartado estupefacientes. En materia de drogas y sustancias


estupefacientes, los menores de 14 años no tienen prácticamente ninguna
relevancia, en los menores de 14 a 16 años tiene escasa trascendencia, y se
observa una importancia creciente a partir de dicha edad.

b) Los delitos contra la libertad sexual. Los delitos contra la liberta sexual
cometidos por menores de 14 años e incluso por menores de 16 años,
consisten generalmente en pequeños abusos sexuales. Según vaya en
aumento la edad de los jóvenes, unido a su mayor desarrollo sexual y físico, ira
aumentando la gravedad de los actos contra la libertad sexual.

Un dato que se observa con claridad meridiana es que los delitos que más
frecuentemente cometen los jóvenes son contra la propiedad, lo que se
desprende de la constatación de las cifras siguientes: el mayor número de
detenidos se aprecia en la sustracción de vehículos, seguido por los robos con
fuerza en las cosas.
2. Criminalidad detectada. El estudio mediante autoinforme de Rechea et
al.

Los datos sobre delincuencia juvenil consignados en las estadísticas oficiales,


cuentan con el hándicap de que en ellos no aparece la cifra real de
criminalidad, ya que la mayoría de las infracciones juveniles queda sin detectar
por los organismos de control social informal o formal, que es lo que se conoce
como cifra negra o zona oscura de la criminalidad juvenil. Además, tampoco
aparecen consignados una serie de conductas problemáticas o pre-delictivas,
que revisten gran importancia como factores influyentes en una posterior
conducta delictiva.

Para paliar este hándicap vamos a mencionar los aspectos más relevantes que
ofrece la primera investigación empírica sobre delincuencia juvenil a nivel
nacional, por medio de la técnica de autoinforme, llevada a cabo por la Unidad
de Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha en el año 1992.

En primer lugar se confirma que la adolescencia es una etapa difícil en el


desarrollo humano que produce un gran número de conductas conflictivas, ya
que un 81% de la muestra entrevistada admite haber cometido algún tipo de
delito alguna vez en su vida.

Entre aquellas conductas con una mayor tasa de prevalencia (tasa de sujetos
que han realizado una conducta delictiva o problemática), destaca en primer
lugar el consumo de alcohol. A continuación se sitúan conductas consideradas
problemáticas o conductas antisociales relacionadas con los jóvenes: faltar al
colegio (47.8%), conducir sin permiso (42,2%), viajar en transportes públicos
sin pagar (33,7%) y fugarse de casa (5,5%).

Las conductas violentas contra personas, tienen un índice de prevalencia


menor, salvo las riñas o desordenes que alcanzan el 30%. Son actividades
violentas que implican significativamente a los jóvenes de 18 y 19 años,
cometidas entre los mismos jóvenes o con motivo de grandes concentraciones
públicas. Otras actitudes violentas contra las personas son llevar un arma
(16,3%), golpear a un no familiar (5,6%), dañar a alguien (3,2%), golpear a un
familiar (1,7%).

Las infracciones contra la propiedad son las más numerosas y las más
cometidas por los jóvenes. Son: robar en tiendas (23,2%), allanamiento 21,7%);
robar en el colegio (14,4%); comprar objetos robados (12,8%).
De estas conductas, la más precoz es robar en el colegio y robar en casa con
una media de 12,4 y 12,8 años respectivamente, como edad de inicio.

De los resultados obtenidos se infiere que salvo en los casos de consumo de


drogas duras, venta de drogas blandas y viajar en tren sin pagar, la prevalencia
total de conductas delictivas durante el último año resulta más baja entre los
jóvenes que residen en zonas problemáticas, peligrosas o conflictivas.

Es apreciable también las relaciones significativas de algunos delitos con un


nivel socioeconómico alto y medio-alto. Las tasas de prevalencia son
superiores para aquellos sujetos con un estatus socioeconómico alto en todas
las categorías delictivas excepto en las de conductas violentas contra objetos y
consumo y tráfico de drogas.

Por último, de los datos obtenidos se desprende la magnitud de la cifra negra


en el campo de la delincuencia juvenil ya que, de todas las conductas
reseñadas en el autoinforme, no llega al 10% las que fueron detectadas por los
organismos de control social.

3. ¿Aumento de la delincuencia juvenil?

3.1. Comprobación de la situación española

A la vista de las estadísticas oficiales españolas, es incuestionable que la


delincuencia juvenil ha aumentado en la última década. Por lo mismo, hemos
de suponer que también ha aumentado la criminalidad juvenil oculta. El
incremento no se produce linealmente, sino que dentro de una línea siempre
ascendente se producen pequeños descensos de un año a otro.

Mientras que las detenciones han aumentado de forma significativa en los


últimos diez años respecto de los menores de 14 y 15 años y de forma más
moderada respecto de los de 16 y 17 años, estas han disminuido notablemente
en relación con los menores de 14 años. En este caso, la influencia de los
nuevos límites de edad señalados por la LORRPM -en la que quedan excluidos
los menores de 12 y 13 años, que si podían ser objeto de detención y
enjuiciamiento según la anterior LORCPJM- resulta determinante para explicar
el enorme descenso de las detenciones.

La interpretación de las cifras oficiales es discutible ya que hay que tener en


cuenta una serie de parámetros e indicadores sociales como: las diferentes
épocas históricas, los profundos cambios sociales, índice de natalidad en
aumento o en descenso, cambios legislativos, etc.

3.2. Factores que pueden incidir en el aumento de la delincuencia juvenil

Muchos son los factores que pueden incidir en este incremento:

Pueden ser debidos a cambios en las actitudes y en los patrones de denuncia


de los ciudadanos ya que se ha dado una evolución en la sociedad que, por un
lado, se ha vuelto más intransigente con los jóvenes y, por otro lado, asuntos
que antes se solucionaban de una forma amigable se trasladan ahora a la
esfera judicial para su resolución.

También se han visto influidos por el fenómeno de la expansión del Derecho


penal, tipificando cada vez un número de conductas punibles mayor.

Otro factor a considerar debe ser el mayor rigor por parte de los agentes de
control social formal en la persecución de este tipo de delincuencia. No cabe
duda que la especialización policial, con la creación de los Grupos de Menores
(GRUME) ha repercutido en un mayor conocimiento y operatividad, lo que ha
podido redundar en un aumento de las detenciones de menores delincuentes.
Este fenómeno se debe en gran parte a la creación de los Juzgados de
Menores, a la especialización de Jueces y Fiscales y a la mayor dedicación de
los nuevos Jueces.

El vivir en una sociedad de consumo, en la que tanto tienes tanto vales, incita a
muchos jóvenes de ámbitos sociales medio y medio-alto a conductas delictivas
para conseguir aquello que les es negado por sus padres. Si además añadimos
una liberalización y relajación en las costumbres nos encontramos con unos
niños y adolescentes de clase media y alta que, al tener casi todo lo que
desean, en seguida se aburren y pasan su tiempo de ocio con los amigos
inventando actividades de riesgo y emocionantes, que en muchos casos
chocan de lleno con la ley.

Por último, el aumento de la delincuencia juvenil en nuestro país parece


coincidir con el aumento de la criminalidad de extranjeros.
CAPÍTULO II: LA PREVENCIÓN DE LA DELINCUENCIA JUVENIL

I. PREVENCIÓN DE LA DELINCUENCIA JUVENIL (**)

1. Prevención de la delincuencia. Delimitación conceptual

Coloquialmente, prevenir equivale a evitar, y desde nuestro ámbito de estudio


de lo que se trata es de prevenir conductas antisociales y, sobre todo delictivas.
Así, el Derecho penal distingue entre prevención general y prevención especial,
mientras que la Criminología diferencia la prevención, desde un punto de vista
temporal o cronológico, en primaria, secundaria y terciaria.

La prevención primaria se orienta a las causas, a la raíz de la conducta


antisocial, para intentar su neutralización antes de que se manifieste. La
prevención secundaria se dirige a aquellas personas que exhiben un mayor
riesgo de padecer comportamientos antisociales o delictivos. Por último, la
prevención terciaria, se dirige a aquellas personas que ha han delinquido y
han sido condenados, para prevenir la comisión de delitos en el futuro, evitar la
reincidencia en el delito.

A su vez, la moderna Criminología, distingue entre prevención individual y


prevención estructural, según se lleven a cabo las estrategias preventivas
sobre individuos determinados o sobre algún grupo o colectivo.

La prevención individual se dirige directamente a los jóvenes que se


encuentran en una situación de riesgo de ser delincuentes. La prevención
estructural, por el contrario, tiende a modificar el ámbito social en el que los
jóvenes se desenvuelven.

Por último, desde el ámbito criminológico se pueden distinguir también entre la


prevención criminal, dirigida hacia el potencial infractor y la prevención
victimal orientada a la prevención del riesgo de victimización.

La moderna Ciencia del Derecho penal, establece como fines de la pena, la


prevención general y la prevención especial, entendiendo por prevención
general, la amenaza de la pena sobre la colectividad, de tal modo que la pena
implica una intimidación dirigida a la generalidad de la sociedad, que opera
como freno de los comportamientos delictivos (prevención general negativa),
fortaleciendo a su vez a la colectividad en su conciencia jurídica y en la
obediencia al derecho (prevención general positiva), ya que cuando se comete
un delito, el Estado garantiza la pronta imposición de una pena (principios de
celeridad y certeza), adecuada a la gravedad de la infracción (principio de
proporcionalidad). La prevención especial, pretende que quien ya ha
delinquido no vuelva a hacerlo a través de la advertencia o intimidación
individual que supone la imposición de una pena (prevención especial negativa)
y realizando actividades de tratamiento en instituciones o en libertad,
encaminadas a la reeducación y rehabilitación del delincuente (prevención
especial positiva).
Recapitulando, podemos clasificar siguiendo a BANDINI et al., la actividad de
prevención en cuatro categorías, según el momento de la intervención (antes o
después de la comisión del delito) y del tipo de respuesta (penal o no penal).

Actividad preventiva realizada antes de la comisión de un delito y llevada a


cabo fuera del sistema de justicia penal, como programas individuales, sociales
o situacionales dedicados a combatir aquellos factores individuales, sociales y
ambientales que influyen en el delito, o a incidir sobre las condiciones
necesarias para su comisión, con la finalidad de reducir las probabilidades de
que lleguen a cometerse.

Actividad preventiva realizada antes del delito a través del sistema penal: se
puede definir de esta forma el efecto intimidante derivado de la existencia
misma de la ley penal y de su aplicación a la generalidad de los ciudadanos o a
una categoría particular de ellos (prevención general).

Actividad de prevención realizada una vez se ha cometido el delito a través del


sistema penal: tratamiento en instituciones o en libertad encaminado a la
reeducación o rehabilitación del delincuente (prevención especial positiva), así
como el efecto de neutralización o inocuización obtenido mediante la reclusión
del delincuente (prevención especial negativa).

Actividad realizada después de la comisión del delito fuera o a extramuros del


sistema penal, cuando existe la convicción de que una intervención penal no
tendría ningún efecto preventivo sobre el delincuente: en este ámbito se
encuentran los programas de diversión y las iniciativas de mediación y
conciliación entre el autor y la víctima.

- Respuesta no penal Respuesta penal


- Prevención anterior a la comisión del
delito
- Programas individuales
- Programas sociales
- Programas situacionales
- Programas de intimidación a través de la
ley penal (prevención general negativa)
- Prevención preventiva posterior al delito
- Programas de diversión
- Programas de mediación y
conciliación
- Programas de tratamiento,
reeducación y resocialización (prevención
especial positiva)
- Programas de neutralización o
incapacitación (prevención especial
negativa)
2. Predicción de la delincuencia juvenil

La prevención se dirige a evitar que los niños y jóvenes incurran en


comportamientos antisociales o delictivos, mientras que la predicción busca
conocer las situaciones de riesgo que hacen necesaria una intervención
preventiva. Las causas o motivaciones de la delincuencia juvenil son múltiples
y, la importancia de unas u otras es un factor variable en cada caso.

La literatura criminológica más reciente señala como ámbitos con factores de


riesgo más influyentes en el comportamiento antisocial y delincuente de los
jóvenes:

- La familia juega un papel relevante en el proceso de socialización de los


jóvenes, influyendo en gran medida en su futuro comportamiento. Estrechos
vínculos entre padres e hijos, buena comunicación, supervisión y control de los
hijos, o una disciplina adecuada, reducen el riego de delincuencia juvenil.

- La escuela opera como un inhibidor de la delincuencia, ya que el éxito


académico y buenas actitudes hacia la escuela reducen la delincuencia.

- El grupo de iguales es importante en el desarrollo psicosocial al ofrecer a los


adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de
comportamiento señalándose como un factor de gran influencia en la
delincuencia juvenil, hasta llegar a afirmarse que la asociación con amigos
delincuentes es el mejor predictor de la delincuencia en las investigaciones
actuales.
- El consumo de drogas
- La comunidad

Por último, se mencionan también como factores predictivos de futuros


comportamientos antisociales o delictivos, una serie de factores individuales de
carácter fundamentalmente psicológicos desarrollados en la infancia.
Desordenes internos como nerviosismo, preocupación o ansiedad; problemas
psicológicos como hiperactividad, problemas o dificultades de concentración;
conductas agresivas o violentas o baja inteligencia. Estos problemas,
trastornos o carencias de la personalidad pueden influir en el adecuado
desarrollo de la personalidad de los jóvenes, creando niños y jóvenes
inmaduros, ególatras, egocéntricos, impulsivos o agresivos, comportamientos
todos ellos fuertemente asociados a la delincuencia juvenil.

II. NECESIDAD DE LLEVAR A CABO INTERVENCIONES DE PREVENCIÓN


DURANTE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA

1. Evaluación de los programas de prevención

La importancia y necesidad de que los programas de prevención de la


delincuencia que se quieran implantar cuente con un método científico de
evaluación de los mismos, es una cuestión plenamente asumida en la
Criminología actual. El propósito de la evaluación en todos los casos es
proporcionar aquellos conocimientos que generen correcciones y mejoras en la
teoría y práctica de la prevención del delito. Del mismo modo que las teorías
criminológicas que intentan explicar la etiología de la delincuencia, deben ser
testadas y verificadas empíricamente, para abandonar aquellas que no pueden
ser refutadas o no obtengan resultados concluyentes, los programas de
prevención de la delincuencia juvenil que se vayan a llevar a la práctica, deben
ser evaluados para comprobar si los resultados obtenidos se corresponden con
lo que teóricamente se pretendían obtener. Así, la investigación criminológica
ha demostrado la ineficacia de algunos programas de prevención de la
delincuencia juvenil.

2. Métodos de evaluación

Ante la variedad y diversidad de programas de prevención de la delincuencia


juvenil, vamos a analizar
brevemente algunos programas que han demostrado su efectividad en la
reducción de comportamientos
violentos, agresivos y delincuenciales. Esta selección incluye en todos los
casos cuatro criterios:

1. Un diseño experimental o cuasi-experimental que incluya una


asignación aleatoria a un grupo de control. Por un lado, se hace necesario
constatar que existe una importante relación entre la claridad de los objetivos
que pretende el programa, su fundamento teórico y los métodos empleados, y
sus efectos globales. Por otro lado, un diseño teórico que no incluya la
comparación del grupo sobre el que se desarrolla el programa, con un grupo de
control que reúna las mismas o similares características, no podrá demostrar
objetivamente sus resultados.

2. Evidencia estadística significativa de efectos disuasorios en


delincuencia, uso de drogas y/o comportamientos violentos o agresivos.
Los programas de prevención de la delincuencia, ya sea evitando su aparición
o reduciendo la reincidencia. Sólo los programas que persiguen estos objetivos
podrán ser denominados apropiadamente programas de prevención de la
delincuencia juvenil.

3. Réplica, con efectividad demostrada, en al menos un lugar adicional.


Un programa efectivo en diferentes situaciones y contextos, debe ser replicado
con éxito al menos en algún lugar adicional de aquél para el que fue diseñado.

4. Evidencia de que los efectos disuasorios se mantienen durante al


menos un año tras la finalización del programa. Debe ser eficaz a largo
plazo.
III. PROGRAMAS DE PREVENCIÓN DE CONDUCTAS ASOCIADAS A LA
DELINCUENCIA

1. Técnicas de entrenamiento cognitivo (Cognitive Skills Training)

Las propuestas de entrenamiento cognitivo asumen que los comportamientos


agresivos y antisociales de los delincuentes juveniles se deben a una falta de
entrenamiento cognitivo e interpersonal para manejar cambios en situaciones
familiares, escolares y de amistad. En consecuencia estos programas
preventivos ofrecen estrategias y habilidades para mejorar la resolución de
problemas, razonamiento, autocontrol y relaciones interpersonales, reduciendo
la delincuencia y el consumo de drogas.

2. Programas de entrenamiento de padres

La familia es la principal responsable de inculcar valores morales y normas de


comportamiento prosociales a los niños. Cuando la familia no acepta o declina
su responsabilidad, los niños tendrán un mayor riesgo de desarrollar
comportamientos antisociales. Estos programas se proponen cambiar aquellos
déficit familiares que mayor influencia desarrollan en comportamientos
antisociales y delictivos.

Existen muchos y diferentes tipos de programas de entrenamiento familiar


dirigidos a diferentes tipos de familias y a diferentes problemas familiares. Tres
tipos de programas aparecen como los más efectivos en reducir los factores de
riesgo e incrementar los factores protectores dentro del ámbito familiar.

El entrenamiento del comportamiento de los padres (Parent management


Training o PMT) pretende que los padres aprendan a utilizar técnicas efectivas
de disciplina y que ignoren comportamientos egoístas, testarudos o
chantajistas de los niños. En grupos o de forma individual, los padres aprenden
la aplicación de nuevas estrategias dirigidas principalmente a comunicar con
claridad las expectativas sobre el comportamiento positivo y negativo del niño;
identificar estos comportamientos; identificar y anticiparse a comportamientos
problemáticos; alentar de forma positiva (premios, recompensas, privilegios) el
comportamiento positivo del niño; y aprender a castigar los comportamientos
negativos sin tener que recurrir al castigo físico.

Las intervenciones de terapia familiar (Family Therapy Interventions) se utilizan


preferentemente con familias en las que preadolescentes y adolescentes
manifiestas, a menudo, comportamientos problemáticos. Es un modelo
diseñado para comprometer y motivar a estos jóvenes y a sus familias a que
cambien su comunicación, relación y resuelvan sus problemas. Estos dos tipos
de programas obtienen resultados positivos al reducir factores de riesgo
asociados a la delincuencia como agresividad e hiperactividad.

3. Programas centrados en la familia (Family Focused Programs)

Las técnicas de entrenamiento familiar son intervenciones comprehensivas,


que se dirigen a la familia en conjunto.
The Strengthening Families Program (SFP) fue diseñado originalmente por
KUMPFER y su equipo como un programa dirigido a reducir los factores de
riesgo de consumo de alcohol y drogas por los niños. El programa se desarrolla
en 14 sesiones de dos horas de duración en semanas consecutivas. Tiene dos
versiones, SFP para niños de la escuela elemental y sus familias, y SFP para
padres y niños de 10 a 14 años. Cada versión incluye entrenamiento
independiente para niños y padres y, conjunto, para toda la familia.

IV. PROGRAMAS DE PREVENCIÓN DE LA DELINCUENCIA JUVENIL

La investigación criminológica más reciente ha puesto de relieve la necesidad


de implantar modelos de prevención multimodales, es decir, que actúen sobre
los diversos factores de riesgo que influyen en la carrera delictiva de los
jóvenes, o bien incrementen y potencien los factores protectores, que el
programa se fundamente en una teoría sólida, que emplee métodos de
entrenamiento en habilidades sociales y habilidades cognitivas, y en solución
de problemas interpersonales y que intervengan a edades lo más tempranas
posibles, ya que una pronta intervención alcanza un mayor grado de eficacia
que si el programa se lleva a cabo con una mayor edad de los jóvenes.

1. Prevención primaria

1.1. Programas de prevención con niños de edad preescolar. The High/Scope


Perry Preschool Project

La importancia de este programa de prevención secundaria reside en que ha


sido objeto de un seguimiento longitudinal, durante más de 40 años, lo que
hace sumamente interesantes sus resultados. Descripción y metodología del
proyecto: The High/Scope Perry Preschool Project es el centro de un estudio
longitudinal, comenzado en 1962 y todavía en curso, sobre 123 niños
afroamericanos de alto riesgo, residentes en la localidad de Ypsilanti, Michigan.
La elección de estos niños se basó en que cumplieran los siguientes
parámetros: estatus socioeconómico bajo, bajo nivel de inteligencia, buen
estado físico, y alto riesgo de fracaso escolar.

Los 123 niños fueron divididos en dos grupos de acuerdo a su edad,


inteligencia, género y estatus socioeconómico, intentando que no hubiera otras
diferencias significativas entre ambos grupos.

El proyecto consistía en una propuesta educativa de alta calidad basada en un


modelo de aprendizaje activo que ponía especial hincapié en el desarrollo
intelectual y social de los participantes. Los responsables del programa
adoptaron un activo aprendizaje curricular, una baja proporción niño-educador
y un programa de visitas a los domicilios familiares para comprometer a los
padres en el proceso educativo. Además, los profesores fueron bien
informados e instruidos, adecuadamente compensados y bien apoyados en sus
tareas.
Resultados:

Primera etapa. Según los datos oficiales recogidos de estadísticas policiales y


judiciales, se observa que los niveles de delincuencia juvenil (registrada) fueron
significativamente más bajos en el grupo del programa que en el grupo de
control, incluyendo menos detenciones y menos intervenciones de los
tribunales juveniles.

Segunda etapa. Cuando los participantes en el programa alcanzaron los 19


años de edad, los investigadores encontraron significativas diferencias entre el
grupo del programa y el de control. El grupo del programa tenía en conjunto
menos arrestos que el grupo de control, menos arrestos por delitos graves y
menos expedientes incoados ante los Tribunales juveniles.

Para contrastar estos datos, los investigadores procedieron a comprobar la


conducta antisocial de los participantes mediante informes suministrados por
los profesores y autoinformes de los propios jóvenes, demostrando las
respuestas significativas diferencias entre ambos grupos siempre favorables al
grupo del programa: menos incidencias de peleas y otros comportamientos
violentos; una menor incidencia en daños a la propiedad; y menos contactos
con la policía.

Tercera etapa. A los 27 años aparecieron también significativas diferencias


entre los miembros del grupo del programa y los del grupo de control. El grupo
de control experimentó más del doble de arrestos. El 36% del grupo de control
fue responsable de 98 detenciones por delitos graves entre los 19 y los 27
años, mientras el 27% del grupo del programa fue responsable únicamente de
40 detenciones por delitos graves en el mismo período de tiempo. El 35 % del
grupo de control tuvo la consideración de delincuente habitual en comparación
con el 7% del grupo del programa.

A la vista de los resultados, se puede concluir señalando que el Programa


Perry ha demostrado la validez de este modelo de prevención y que merece la
pena una intervención temprana que refuerce los factores protectores que
reducen la delincuencia.

1.2. Programas de prevención con niños en edad escolar. The Seattle Social
Development Project

Método: este programa comenzó en 1981 con niños de primer grado,


pertenecientes a ocho escuelas públicas de Seattle. Dos escuelas fueron
asignadas por completo al grupo de intervención (una) y al grupo de control
(otra). En las seis restantes, las clases fueron asignadas aleatoriamente a uno
u otro grupo.

Posteriormente se añadieron diez escuelas más como grupo de control. La


intervención tuvo una duración de 4 años, realizando una recogida de datos en
el momento anterior a la intervención y otra al final del período. El grupo de la
intervención se compuso de 199 sujetos.
El programa incluía actuaciones con los niños y sus familias. Para los primeros
se desarrolló una intervención comprehensiva que incluía clases de dirección
proactiva, enseñanza interactiva y aprendizaje cooperativo. En el primer grado
se les añadió un programa de aprendizaje cognitivo en resolución de
problemas.

A las familias se les implantó, voluntariamente, dos diferentes tipos de


programas de entrenamiento de padres, uno dirigido a identificar
comportamientos apropiados e inapropiados y otro dirigido a mejorar la
comunicación entre padres e hijos.

Resultados: el grupo sobre el que recayó la intervención obtuvo resultados más


favorables que el grupo de control al analizar las variables familiares,
fundamentalmente en dirección familiar proactiva por parte de los padres,
incremento de la comunicación e implicación familiar y mayor vinculación
familiar.

Respecto de las variables escolares, los estudiantes del grupo de intervención


percibían la escuela más gratificante y obtuvieron un incremento en su
vinculación escolar, aunque más bajas puntuaciones en el test de logros
académicos que el grupo de control.

El resultado más significativo fue que la intervención reportó al grupo de


estudiantes índices más bajos de consumo de alcohol y de iniciación a la
delincuencia que el grupo de control. Además los efectos del programa en el
comportamiento antisocial de los niños se pudieron comprobar durante la
intervención, inmediatamente después de su finalización y cuando los
estudiantes cumplieron 18 años.

2. Prevención secundaria. The Multysistemic Therapy (MST)

El MST es un programa intensivo, a corto plazo, realizado por terapeutas que


se ha comprobado efectivo en la disminución de comportamientos antisociales
de delincuentes juveniles violentos y crónicos. El propósito principal de este
programa es ayudar a los padres a hacer frente a los problemas de
comportamiento de sus hijos; ayudar a los jóvenes a poder con los problemas
causados por su familia, amigos, la escuela y el barrio; reducir o eliminar la
necesidad de tener que llevar a cabo un programa de tratamiento fuera de su
domicilio.

Método: el método incluye terapia de estrategia familiar, terapia familiar


estructural, entrenamiento en el comportamiento de los padres y terapias de
entrenamiento cognitivo. Comprende todos los ambientes en los que se
desenvuelve el joven, así las intervenciones familiares buscan fomentar la
capacidad de los padres para controlar y ejercer la disciplina con sus hijos; las
intervenciones con el grupo de amigos separar a estos jóvenes de los grupos o
pandillas conflictivos y ayudarles a relacionarse con compañeros que tengan un
buen comportamiento; y las intervenciones escolares buscan aumentar la
capacidad de los jóvenes para conseguir futuros éxitos laborales y
profesionales.
La duración media del tratamiento es de aproximadamente cuatro meses en los
que se incluyen aproximadamente 60 horas de contactos.

Resultados: diversas evaluaciones de este programa han encontrado que


después del tratamiento, las familias asignadas aleatoriamente al MST
incrementaron su cohesión, un mayor grado de adaptabilidad y apoyo entre los
miembros de la familia, menos conflictos entre la pareja y entre los padres y los
hijos. El MST ha demostrado que es un tratamiento efectivo para disminuir el
comportamiento antisocial de los delincuentes juveniles más violentos y
reincidentes.

3. Prevención primaria y secundaria. The Social Development Strategy

Es una propuesta preventiva para reducir los factores de riesgo identificados e


incrementar los factores protectores para proteger a los niños expuestos a
situaciones de riesgo. La importancia de este programa reside en que a
diferencia de los anteriores, cubre todas las influencias significativas en el
desarrollo del niño: la familia, la escuela, el grupo de amigos y la comunidad,
llevando a cabo intervenciones en todos estos ámbitos.

Se organiza en cuatro períodos: preescolar, escuela primaria, escuela


secundaria e instituto. En cada etapa el comportamiento de los jóvenes viene
determinado en gran parte por la preponderancia de influencias prosociales o
antisociales.

V. PREVENCIÓN SITUACIONAL Y COMUNITARIA

1. Prevención situacional (*)

Bajo la denominación de prevención situacional se entiende aquellas


intervenciones dirigidas a prevenir el delito, especialmente orientadas a reducir
las oportunidades y a incrementar los riesgos.

Marco teórico. La base teórica se encuentra en aquellas construcciones que


dirigen la atención de la prevención primaria del delito directamente al evento
criminal y no al actor criminal; desarrollándose principalmente tras la reciente
aparición de las teorías de la actividad rutinaria, las teorías de la elección
racional y otras teorías de la oportunidad como la de los estilos de vida o las
premisas de la denominada criminología medioambiental.

Según los postulados de estas teorías, la delincuencia es instrumental, los


delincuentes actúan en gran medida dependiendo de las oportunidades que se
les presentan de realizar conductas ilegales, sopesando el tiempo y lugar del
crimen, los costes y beneficios y los diferentes riesgos que implica, llevando a
cabo, una elección racional del objetivo y de su modus operandi.

Estas teorías intentan explicar la distribución espacial y temporal del delito,


destacando todas ellas la noción de oportunidad, unida a otros componentes
racionales e instrumentales. Así, la teoría de la elección racional, asume que
la delincuencia se orienta generalmente a complacer una serie de necesidades
como dinero, estatus, sexo y excitación, produciéndose de forma instrumental,
al basar el delincuente sus decisiones y elecciones en su habilidad,
probabilidades y limites de tiempo. En el mismo sentido, la teoría de las
actividades rutinarias sostiene que para que una persona delinca es
necesario que concurran, principalmente, tres circunstancias: motivación del
delincuente, la presencia de un objetivo a su alcance y la ausencia de
elementos disuasorios. Por último, la teoría de los estilos de vida, pone de
manifiesto la importancia del estilo de vida de las personas, como un factor de
riesgo de victimización.

CLARKE identifica una serie de técnicas para reducir la oportunidad del delito,
denominadas Técnicas de prevención situacional que clasifica en 16
categorías divididas en cuatro grandes grupos.

Incremento del esfuerzo Incremento de los riesgos Reducción de las


recompensas Incremento de los sentimientos de culpabilidad o vergüenza
Endurecimiento de los objetivos
Controles de entradas y salidas
Desplazamiento del objetivo Establecimiento de reglas
Control de accesos Vigilancia formal Identificación de la propiedad
Fortalecimiento de la conciencia o moralidad
Desviación de transgresores
Vigilancia por empleados
Reducción de la tentación
Control de desinhibidores
Control de facilitadores
Vigilancia natural Eliminación de beneficios
Facilitación de la conformidad

1º) Incremento del esfuerzo.

Cuatro son las técnicas mencionadas en este primer grupo cuyo principal
objetivo es incrementar notablemente el esfuerzo del delincuente en el
momento de cometer el delito, para que ante esas dificultades desista del
mismo. La primera implica un endurecimiento de los objetivos, mediante
barreras físicas, como cerrraduras, candados, etc.; la segunda, el control de
accesos, implica medidas destinadas a excluir potenciales delincuentes de
lugares como oficinas, fábricas o edificios de viviendas, mediante conserjes,
porteros automáticos, llaves electrónicas de acceso a los garajes, o control de
acceso mediante el uso de números electrónicos de identificación personal; la
tercera se refiere a la desviación de potenciales delincuentes, que es una
medida que trata de reducir la convergencia en especio y tiempo de
delincuentes motivados; y la última supone el control de facilitadores, es decir,
de aquellos elementos que pueden facilitar la comisión de ciertos delitos como
la prohibición de vender alcohol en gasolineras (para reducir los accidentes de
tráfico).

2º) Incremento de los riesgos. En primer lugar, el examen de entradas y


salidas, que persigue el incremento de las posibilidades de detectar y localizar
a aquellos que han entrado sin permiso o de forma ilegal;la vigilancia formal, es
la llevada a cabo por la policía, guardas de seguridad o guardas jurados, ya
sea mediante patrullas de vigilancia o circuitos de video vigilancia; la vigilancia
por los empleados y, en último lugar, la vigilancia natural.

3º) Reducción de las recompensas. Aquí el objetivo se circunscribe a


dificultar la salida del objeto del delito, con lo que se incrementa de forma
notable la obtención del premio o recompensa perseguido por el delincuente.
En este grupo las técnicas son: el desplazamiento del objetivo, con la finalidad
de evitar actos delictivos al no obtener el delincuente ninguna ganancia o
beneficio, así la instalación de cabinas de teléfono que únicamente funcionan
con tarjetas evita que se abran para apoderarse de la caja; la identificación de
la propiedad, supone un gran obstáculo de cara a la posterior venta de ese
objeto, con lo que al dificultarse su salida al mercado, se reduce su sustracción;
la reducción de la tentación implica eliminar aquellas situaciones que pueden
favorecer actos delictivos del tipo de vandalismo o gamberrismo. Una pared
llena de graffiti invita a seguir estropeándola; y, por último, la eliminación del
beneficio supone implementar ciertos artificios técnicos en determinados
objetos para que sólo puedan ser utilizados por el propietario, evitando así su
sustracción y utilización por otras personas.

4º) Incremento de los sentimientos de culpabilidad o vergüenza. En esta


categoría se agrupan aquellas técnicas tendentes a incrementar los
sentimientos de culpabilidad o vergüenza en el delincuente. Son: el
establecimiento de reglas, ya que en determinados casos unas reglas
ambiguas o contradictorias pueden ser utilizadas para favorecer la picaresca; el
fortalecimiento de la conciencia o moralidad se intenta realizar mediante
campañas generales o específicas de sensibilización en determinadas materias
como conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, maltrato doméstico,
etc.; el control de los desinhibidores implica restringir de una manera efectiva
aquellos elementos que operan como desinhibidores de la conducta facilitando
el delito, del tipo de alcohol, drogas, velocidad, violencia televisiva, etc. y la
facilitación de la conformidad que se refiere al establecimiento de aquellos
procedimientos que facilitan que los ciudadanos observen un comportamiento
prosocial incluso en situaciones proclives a lo contrario, como la colocación de
urinarios públicos en zonas de movida juvenil.

Crítica. El modelo ha recibido numerosas críticas, siendo las más relevantes


las dirigidas a cuestionar la eficacia de los modelos de prevención situacional:
(1) Sólo es eficaz para determinados tipos de delitos. Desde nuestro ámbito de
estudio, dado que la delincuencia juvenil consiste mayoritariamente en delitos
de escasa gravedad contra el patrimonio, vandalismo, daños, etc., en los que
factores instrumentales, de oportunidad, de excitación o aventura juegan un
papel sumamente importante, la primera de las críticas no tiene prácticamente
relevancia.

(2) Desplazamiento de la delincuencia. Viene a decir que cuando se implantan


estos programas, los delincuentes dirigen su atención a otros objetivos, tiempo
o lugar, cambian su modus operandi e incluso optan por cometer otros tipos de
delitos. Sin embargo, las últimas investigaciones demuestran que el
desplazamiento no es inevitable y que la reducción de oportunidades y el
incremento de los riesgos es eficaz ya que la mayoría de los delincuentes, al
ver reducidas sus oportunidades pueden animarse a explorar otras vías
alternativas al delito.

(3) Legitimidad moral del modelo. Los críticos han señalado que este
paradigma de prevención nos lleva a un modelo de sociedad orwelliana y
clasista en la que, por un lado, el Estado y las grandes corporaciones tendrían
un poder omnímodo de intrusión y la legitimación moral para ello (con la excusa
de la prevención del delito), y por otro, los ciudadanos con medios económicos
suficientes se protegerían con innumerables medidas de seguridad como
señores feudales.

2. Prevención comunitaria de la delincuencia (Community Prevention)


El rasgo distintivo de la prevención comunitaria reside en el propósito de
cambiar las condiciones sociales que crean y mantienen el delito, fomentando
en los individuos actitudes de solidaridad y responsabilidad, reclamando por
ello un activo compromiso comunitario en la prevención del crimen.

Programas de prevención. Un modelo de prevención comunitaria debe


comprender las siguientes actuaciones:

A. Un cambio social a nivel interpersonal, en el sentido de modificar la


convivencia urbana, implicando a los residentes en la vida de la comunidad.
Este control se sustenta fundamentalmente en la interacción de tres procesos:
• el refuerzo de las normas sociales,
• la demarcación de los límites del barrio y sus residentes y
• el establecimiento y potenciación de un más fuerte sentido de la
comunidad.

B. Una reestructuración social, cuya función vaya encaminada a realizar


cambios en el hábitat urbano en todos los ámbitos posibles.

C. Un ámbito espacial o geográfico significativo. La intervención debe


realizarse en un área residencial lo más amplia posible, tipo barrio, distrito,
urbanización, etc.

D. En la medida de lo posible, se debe realizar una intervención global o


multicomprensiva, entendida en el sentido de averiguar los problemas de
delincuencia en los que se va a intervenir para realizar un programa que
abarque la mayoría de ellos.

E. Reducción del miedo al delito como resultado de las anteriores medidas.

Críticas. Uno de los principales problemas que surgen a la hora de implantar


estos programas consiste en la dificultad para involucrar a los ciudadanos en
estos programas de prevención.

Quizás la crítica más importante realizada a este modelo de prevención es que


se corre el riesgo de confundir la prevención con la represión y, lo que en
principio puede ser una medida para mejorar la calidad de vida en la
comunidad, se torne en realidad en una excesiva vigilancia o en
manifestaciones xenófobas por parte de los ciudadanos.
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES

I. LOS ORÍGENES DE LA JUSTICIA JUVENIL

Con el devenir del trascurso de los tiempos, el tratamiento de la delincuencia


juvenil ha sufrido importantes transformaciones. En una primera época estuvo
en vigor el denominado modelo punitivo o penitenciario que consideraba a los
niños como adultos en miniatura. Este modelo fue sustituido por el modelo de
protección que consideraba al menor como una víctima a la que había que
proteger. La entrada en escenas de nuevos profesionales contribuye a
racionalizar los modos de tratamiento de los menores. Por último, los nuevos
instrumentos supranacionales relativos a la justicia de menores y la
Convención de los Derechos del Niño, consiguen que los Estados realicen una
serie de reformas que cuestionan el modelo de protección. Los menores dejan
de ser víctimas inocentes necesitadas de protección por los adultos y pasan a
ser considerados sujetos titulares de derechos.

II. EVOLUCIÓN DE LOS MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES

1. El modelo tutelar o de protección (*)

Este modelo aparece ligado a la ideología positivista y correccionalista, por


lo que parte de la consideración del delincuente como un individuo débil y, por
tal motivo, necesitan de fortalecimiento y ayuda.

Respecto del ámbito preventivo, este se basaba en la intervención de los


Tribunales en todos los casos de menores descarriados. Las características
definitorias del sistema tutelar de protección y reforma de menores se centra
esencialmente en los siguientes aspectos:

El principal objetivo es sustituir el sistema penal propio de los adultos y escoger


un sistema de principios y de normas especiales para los menores creando un
nuevo Derecho penal específico para ellos, inspirado en un espíritu puramente
tutelar y protector.

Debe aplicarse y seguirse rigurosamente el criterio antropológico y se debe


tener una especial consideración a la individualidad del menor delincuente,
evitando la mezcla de jóvenes de índole e inclinaciones diversas.

Aplicación de medidas preventivas: debe estudiarse la causa de la delincuencia


de los menores para prevenir su aparición. En vez de imponer penas mediante
sentencias judiciales, resulta más efectivo ejercitar una saludable función de
profilaxis mediante medidas de prevención y de educación. La defensa social
contra la delincuencia juvenil actúa mediante procedimientos de educación,
corrección y medidas de seguridad dirigidas a promover la mejoría de los
jóvenes.

Se crean Tribunales especiales para jóvenes. Los Jueces gozan de un


amplio grado de discrecionalidad a la hora de imponer una u otra medida, no
estando sometidos al principio de proporcionalidad entre la gravedad de la
acción cometida y la medida impuesta. Con el fin de alcanzar la curación del
menor se instaura el principio de la duración indeterminada de las medidas.
A la vista de lo anterior, se prescinde del criterio de la imputabilidad.

Consecuentemente con los principios expuestos y las ideas sociales


imperantes en la época, los menores deben ser apartados de su medio,
considerado altamente nocivo e internados por su bien para su reeducación, de
ahí que el reformatorio se convirtiera en pieza clave de todo el sistema
reformador.

El modelo tutelar tiene una acusada finalidad preventivo-especial de las


medidas susceptibles de aplicación, basadas en la firme convicción de la
recuperabilidad del menor para la sociedad, aunque ello signifique la ausencia
de garantías suficientes para el menor delincuente y, por tanto, su absoluta
incompatibilidad con cualquier proceso penal de garantías, ya que estas se
estiman superfluas, cuando no distorsionantes para la tarea reeducadora.

A modo de conclusión, podemos establecer como principios básicos de este


sistema los siguientes:

- elección de la clase y duración de la medida según la necesidad de


tratamiento del menor
- investigación de la personalidad con ayuda de expertos
- medidas privativas de libertad temporalmente indeterminadas
- determinación del momento de la puesta en libertad por expertos sin
estatus judicial
- aplicación de tratamiento médico, farmacológico y social-terapéutico sin
consentimiento del menor afectado
- introducción del tratamiento predelictual por medio de medidas privativas
de libertad, para formas de vida desviada
- rechazo de las garantías procesales, argumentando que ese modo de
tratamiento se lleva a cabo precisamente para bien del afectado
-
2. El modelo educativo

El modelo educativo se implanta en Europa tras la segunda guerra mundial


como consecuencia del nacimiento del Estado del Bienestar.

En este modelo lo que prevalece es que la justicia no debe intervenir respecto


de los menores, hay que evitar en todos los casos posibles que los jóvenes
entren en contacto con el sistema de justicia penal, se buscan para ello
soluciones extra-judiciales, debiendo prevalecer la actuación educativa frente
a los mismos.

Frente a la concepción autoritaria y represiva del modelo protector, el educativo


parte de un talante tolerante en lo que a la juventud se refiere, estimando como
meros episodios anómalos la realización de conductas asociales por los
jóvenes, a quienes se reserva un estatus privilegiado.
El sistema educativo se configura como un modelo social o comunitario de
respuesta a la delincuencia juvenil en el sentido de que se trata de un
modelo activo de los recursos sociales frente al sujeto infractor. Consecuencia
de ello fue el abandono de los métodos represivos, acentuándose la acción
educativa, a cargo de entidades y organizaciones privadas.

El internamiento aparece como último recurso a utilizar y solamente en casos


muy extremos. Se sustituye por una serie de medidas que intentan no alejar al
menor de su familia y, en aquellos casos en los que resulta necesario, se
intenta que sean lo más parecidas posibles a ésta.

Se sigue confundiendo en todo caso entre el joven necesitado de protección y


el infractor dándose también en coherencia con el alejamiento de lo judicial, la
ausencia de garantías judiciales en el tratamiento de las conductas
desviadas efectuadas por el menor.

3. El modelo de responsabilidad (****)


Este modelo se inspira en el movimiento de reforma de las legislaciones
europeas y norteamericanas
durante los años sesenta y se desarrolla en las décadas siguientes bajo el
abrigo protector de los textos
internacionales que proliferan en esta época. Factor importante fue también el
fracaso de los modelos de
tratamiento, ya que se observó la casi nula eficacia de los esfuerzos
terapéuticos en una situación de falta de
libertad del afectado así como el menoscabo de la dignidad humana a través
del tratamiento obligatorio.
Se va a caracterizar por el reforzamiento de la posición legal del menor
produciéndose un acercamiento a
la justicia penal de los adultos, en lo que reconocimiento de derechos y
garantías se refiere. En este modelo se
trata de conjugar lo educativo y lo judicial, aplicando un modelo garantista y
unas medidas de contenido,
eminentemente educativo.
Se recogen una serie de principios que gozan de un amplio consenso a nivel
internacional:
Los menores no son considerados seres psicológicamente débiles,
jurídicamente incapaces y socialmente
inadaptados, sino que son personas titulares de derechos. Los menores no
son adultos, pero no por ello dejan
de ser personas.
Una plena y neta distinción entre el menor autor de una infracción (menor
delincuente) y el resto de
supuestos (menores abandonados, maltratados, víctimas). El tratamiento para
unos y otros es totalmente
diferente.
Se debe limitar al mínimo imprescindible la intervención de la justicia. La
justicia de menores no es un
Derecho penal en miniatura, sino un procedimiento con unas notas y caracteres
específicos.
Especialización de los órganos de control social formal intervinientes en
el sistema de justicia
juvenil. Es necesaria una formación especializada a todos los funcionarios que
intervengan en la administración
de la justicia de menores. Miembros de la policía, Jueces, Fiscales y abogados.
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 19
Como la capacidad lesiva de los niños suele comenzar bastante antes de que
alcancen la mayoría de
edad y también, en ocasiones, lograda la mayoría de edad, las legislaciones
que han acogido el sistema de
responsabilidad suelen establecer un tramo por debajo de la mayoría de edad,
a partir de los 12 o 14 años, en
los que comienza a ser exigible una responsabilidad penal juvenil. Y otro tramo
por encima de la mayoría de
edad, hasta los 21 años, en el que en ciertos casos se puede aplicar el derecho
penal juvenil.
El recurso a la privación de libertad del menor se articula como ultima
ratio.
Instauración de respuestas penales alternativas: órdenes en materia de
atención, orientación y
supervisión, libertad vigilada, la mediación, la reparación, prestaciones en
beneficio de la comunidad, etc.
Garantía y reconocimiento de derechos antes, durante y después del proceso.
Son unos derechos y
garantías fundamentales para un juicio imparcial, justo y equitativo.
Proporcionalidad de las medidas.
Las medidas deben tener una duración determinada legalmente.
Rigen criterios de prevención especial, sobre otros basados en ideas
retributivas o preventivogenerales.
4. El modelo norteamericano de las 4D
Lo que este modelo persigue, a grandes rasgos, es que el Derecho penal
solamente intervenga en
aquellos delitos cometidos por los jóvenes, que sean verdaderamente graves e
importantes, desde un criterio de
prevención especial. Para ello se sigue un proceso secuencial. En primer lugar,
evitar todo contacto de los
menores con las instancias de control formal despenalizando una serie de
delito como serían, los delitos de
bagatela o de escasa gravedad. A continuación, se trataría de evitar, renunciar
o suspender el proceso penal
mediante la desjudicialización de esas infracciones. Por último, se pretende
que si por la gravedad del hecho,
se hace necesario la incoación del proceso, este debe ser realizado bajo el
estricto cumplimiento de los derechos
y garantías procesales, inherentes a toda persona (un proceso justo). Y, si en
dicho procedimiento, se hace
necesaria la imposición de alguna medida o sanción, la medida privativa de
libertad deber ser impuesta como
último recurso y con la menor duración posible (desinstitucionalización).
4.1. Despenalización
Según GARCIA PEREZ dos son las vías para la despenalización. Unas
apuntan a la elevación de la edad
mínima para ser objeto de responsabilidad penal juvenil (criterios subjetivos) y
otras a la reducción de los hechos
tipificados como delitos (criterios objetivos).
4.2. Desjudicialización
Con este término se alude a una serie de técnicas tendentes a poner fin al
proceso penal formal en fases
anteriores a la constatación de la culpabilidad del menor, renunciando a la
acusación su suspendiendo el
proceso, e incluso impidiendo su inicio, no comunicando la policía la notitia
criminis a los órganos de la
Administración de Justicia.
Comprobada la nocividad de la intervención del sistema legal en los jóvenes
(efecto estigmatizante), se
busca respuestas no oficiales, al margen del sistema legal y judicial (diversión),
sobre todo para solucionar los
conflictos de escasa relevancia o gravedad, que son los más frecuentes. Para
ello se buscan las llamadas
sanciones informales, esto es, mecanismos de control social más adecuados
que el orden jurisdiccional. Se
pueden citar, entre otros, los programas de mediación, la conciliación con la
víctima, la reparación del daño, etc.
El objetivo es reducir el Derecho y la intervención penal al nivel mínimo posible
en relación al nivel de desarrollo
cultural e institucional de la sociedad civil para afrontar, directamente, los
problemas de transgresiones, de
desviación y de conflicto, manteniendo por ello el Derecho penal la función
residual de garantía.
4.3. Proceso justo
Significa que el proceso de menores debe regularse bajo una serie de
derechos y garantías, del mismo
modo que el de los adultos, terminando con aquellos sistemas informales o
paternalistas en los que los menores
inculpados no gozaban de los derechos reconocidos constitucionalmente a
todas las personas, sin discriminación
por razón de su edad.
4.4. Desinstitucionalización
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 20
implica la adopción de medidas alternativas al internamiento en instituciones. El
objetivo es el minimalismo
de la respuesta institucional, esto es, dejar siempre que sea posible, como algo
residual el internamiento de los
menores en instituciones, y buscar en todos los casos fórmulas alternativas de
intervención comunitaria, fuera
del marco jurídico-penal.
III. LOS MODELOS DE JUSTICIA REPARADORA
1. La reparación en la política criminal actual
El término justicia reparadora tiene diferentes significados, implicando a su vez
distintas formas de
realización práctica, lo que hace notoriamente difícil ofrecer una definición de la
misma, aunque debe venir
integrado por los tres siguientes elementos:
(1) la noción de que el delito es más que una ofensa contra el Estado. Las
partes que se ven afectadas
por el delito no son sólo el delincuente y la víctima, sino también a los
familiares y allegados de cada una de ellas
(2) importancia de un proceso participativo y deliberativo
(3) uno de sus fines más importantes consiste en la reparación del daño
causado ya sea directamente a
la víctima o indirectamente. Reparación que puede ser material o simbólica.
2. La reparación como consecuencia jurídica del delito
Siguiendo los postulados del Proyecto Alternativo sobre Reparación penal,
como fundamento y fines de la
reparación podemos citar los siguientes:
Conforme al principio de subsidiariedad, la reparación antecede a la pena allí
donde la renuncia a una
reacción penal ya no es posible y la imposición coactiva de la responsabilidad
aún no es necesaria o sólo lo es
de forma atenuada.
Condición básica de la reparación es el principio de voluntariedad.
Voluntariedad a la hora de realizar la
reparación, tanto por parte del autor del delito, como por parte de la víctima.
Aunque a veces es posible realizarla
de otra forma como con una reparación indirecta (en forma de servicios
comunitarios) no entrando en el concepto
de conciliación en sentido estricto.
La reparación sirve al establecimiento de la paz jurídica también a través de
fines de prevención general y
especial. Prevención general positiva, orientada a la restauración de la paz
jurídica, en cuanto que es capaz de
proporcionar a la comunidad un efecto de confianza y un efecto de satisfacción.
Prevención especial, en cuanto
que la vía de la reparación conduce de forma consecuente y desde un principio
a la integración social del
culpable, al reconocer su culpabilidad, el dolor causado a las víctimas y su
voluntariedad en repara el daño.
Aplicación de la reparación según la gravedad del delito.
Críticas: en primer lugar, en estos procesos pueden verse comprometidos una
serie de derechos y
garantías procesales, destacando como aspecto más controvertido, el que en
la reparación extrajudicial,
realizada antes de la sentencia, se presume la culpabilidad del inculpado,
conculcándose el principio a la
presunción de inocencia, principio tutelado por la CE. El principio constitucional
de igualdad puede verse
seriamente conculcado mediante la reparación ya que no todos los sujetos
podrán ser tratados idénticamente, a
la vista de sus posibilidades personales o materiales.
3. La reparación en el Derecho penal de menores (**)
La LORRPM ha recogido las últimas tendencia político-criminales respecto de
la reparación y la
conciliación autor-víctima, lo que queda reflejado en la Exposición de Motivos
de la Ley al señalar que la
reparación del daño causado y la conciliación con la víctima presentan el
común denominador de que el ofensor
y el perjudicado por la infracción llegan a un acuerdo, cuyo cumplimiento por
parte del menor termina con el
conflicto jurídico iniciado por su causa.
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 21
Básicamente existen tres posibles clases de reparación, que son: la
conciliación, la reparación directa (con
la víctima) y la reparación indirecta (con la Comunidad), pudiéndose definir la
mediación con el procedimiento
negociador para conseguir la reparación entre el menor infractor y la víctima.
La mediación. Los programas de mediación. El rol del mediador
La mediación se puede definir siguiendo a STANGELAND como una forma de
arreglar conflictos
directamente entre las partes, con un intermediario respetado por ambos.
En la mediación, respecto a la forma o manera de relacionar al autor y a la
víctima, algunos programas
prevén un encuentro cara a cara entre las partes, otros establecen encuentros
públicos y otros excluyen
cualquier tipo de encuentro, confiándose a la capacidad y diplomacia del
mediador.
La investigación empírica ha valorado la eficacia de estos programas de
mediación, sobre la base de los
siguientes criterios:
1. La voluntad libre de las partes en conflicto de participar en el programa
propuesto.
2. El logro de un acuerdo entre las partes. El conseguirlo o no depende no sólo
de ellas mismas, sino de
la capacidad conciliadora del mediador.
3. La satisfacción de cuantos han participado en el programa. El motivo
principal de satisfacción tiene
casi siempre un contenido psicológico y emocional: tal motivo consiste para la
víctima, en la
oportunidad que se le ofrece de encontrarse personalmente al responsable del
delito, de comprender
los motivos de su acción y de conocer su background social. Para el
delincuente, el motivo principal
de satisfacción vendrá dado por el hecho de haber encontrado a la víctima y
descubrir que está
dispuesta a escucharle, ofreciéndole así, la posibilidad de expresarle
personalmente su
arrepentimiento.
4. Las consecuencias del programa sobre el comportamiento del delincuente.
En los casos en que a los
menores que delinquen por primera vez se les impone una medida informal, la
tasa de reincidencia
disminuye frente a los casos de sanciones formales.
5. Las consecuencias sobre el sistema de justicia formal
La conciliación
La conciliación tiene por objeto que la víctima reciba una satisfacción
psicológica a cargo del menor
infractor, quien ha de arrepentirse del daño causado y estar dispuesto a
disculparse. La medida se aplicará
cuando el menor efectivamente se arrepienta y se disculpe, y la persona
ofendida lo acepte y otorgue su perdón.
La LORRPM se refiere a la conciliación en dos momentos procesales
diferentes: el primero que produce el
sobreseimiento del expediente (art. 19) y, el segundo, que conlleva que se deje
sin efecto la medida impuesta
(art. 51.2).
En el primer supuesto, una vez producida la conciliación del menor con la
víctima, el Ministerio Fiscal dará
por concluida la instrucción y solicitará al Juez el sobreseimiento y archivo de
las actuaciones. Ahora bien, el
legislador ha establecido unos requisitos, limitando la conciliación a los
siguientes supuestos:
1º Que el hecho imputado al menor constituya delito menos grave o falta
2º Atendiendo a la gravedad y circunstancias de los hechos y del menor, de
modo particular a la falta de
violencia o intimidación graves en la comisión de los hechos.
A tenor de la redacción del art. 19 no es imprescindible que no concurra
violencia o intimidación, aunque
será un elemento a valorar por el Ministerio Fiscal.
3º Que la víctima acepte las disculpas ofrecidas por el menor.
En el segundo supuesto, la conciliación del menor con la víctima podrá dejar
sin efecto la medida
impuesta cuando el Juez, a propuesta del Ministerio Fiscal o del letrado del
menor y oídos el equipo técnico y la
representación de la entidad pública de protección o reforma de menores,
juzgue que dicho acto y el tiempo de
duración de la medida ya cumplido, expresan suficientemente el reproche que
merecen los hechos cometidos
por el menor. No serán necesarios los requisitos del art. 19 ya que, en este
caso, el menor se encuentra
cumpliendo una medida impuesta por el Juez.
Es una forma de reparación de gran importancia sobre todo, en los casos que
tanto el infractor como la
víctima son menores, ya que es muy educativo para ambos. Admiten los
hechos, se responsabilizan de ellos y
piden perdón. Por ello, este sistema de reparación da muy buen resultado entre
adolescentes.
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 22
Los problemas más importantes de este sistema son entre otros:
Este método resulta muy complejo, dilatado y laborioso, requiriendo una
infraestructura capaz de dar una
salida puntual, ágil y rápida a un potencial supuesto.
Otras dificultades surgen, por un lado en el papel del mediador, que no puede
ser realizado por una
persona cualquiera, ni tan siquiera por el Juez, debiendo ser un experto, un
miembro del equipo técnico
especialmente preparado para ello.
Otro de los problemas aparece dada la escasa o nula tradición existente en
nuestro país, lo que puede dar
lugar a una inicial desconfianza o existencia de prejuicios ante este novedoso
sistema que requerirá una especial
concienciación tanto para las víctimas como para los autores.
La reparación
A tenor del art. 19.2 LORRPM se entenderá por reparación el compromiso
asumido por el menor con la
víctima o perjudicado de realizar determinadas acciones en beneficio de
aquellos o de la comunidad, seguido de
su realización efectiva.
La Ley recoge la reparación en dos supuestos:
Reparación directa a la víctima. Consiste en que el menor infractor realice
algún tipo de actividad que
beneficie a la víctima. Se puede realizar junto a, y además, de la conciliación.
Reparación indirecta. Se aplicará mediante servicios en beneficio de la
comunidad, en aquellos supuestos
en los que el menor una vez asumida su responsabilidad por el hecho esté
dispuesto a reparar el daño causado,
pero se desconozca la víctima o ésta no se encuentre predispuesta a aceptar la
reparación.
Los requisitos que establece la ley son:
1. Consentimiento del menor
2. Realización de actividades de interés social, relacionadas, en la medida de lo
posible, con el bien
jurídico lesionado.
3. Actividades no retribuidas
El equipo técnico debe relacionar los hechos cometidos con la personalidad del
menor infractor, para
adecuar el trabajo a realizar, que suele ser de dos tipos: delitos de daños
contra la propiedad, trabajos de
jardinería o limpieza sencillos y sin riesgo, o actos de vandalismo respecto a
personas, en residencias de
ancianos, minusválidos, etc.
Se debe llegar a un acuerdo con el menor sobre el tiempo de realización y
debe realizarse fuera del
tiempo escolar.
La medida de prestación en beneficio de la comunidad no podrá superar las
cincuenta horas, cuando los
hechos cometidos sean calificados de falta; las cien horas como régimen
general; y las doscientas horas en los
casos de delitos cometidos por personas mayores de 16 años, con violencia o
intimidación en las personas o con
grave riesgo para la vida e integridad física de las mismas.
IV. LA DELINCUENCIA JUVENIL EN EL MARCO INTERNACIONAL.
DERECHO COMPARADO:
TRATAMIENTO DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN OTROS
ORDENAMIENTOS JURÍDICOS
1. El tratamiento de la delincuencia juvenil en Europa
Aunque la delincuencia juvenil presenta unas características similares en la
mayor parte de los países
europeos, la respuesta de cada ordenamiento jurídico varía significativamente,
reflejando en ella su historia, su
cultura y su tradición jurídica. Un premisa común es que el delincuente juvenil
debe recibir una respuesta penal
diferente de los adultos. Las diferencias aparecen preferentemente a la hora de
fijar el límite de edad donde
comienza la responsabilidad penal de los menores, el régimen sancionador y la
competencia de los tribunales de
menores.
Aspectos coincidentes
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 23
- Prácticamente todos los países europeos han modificado su legislación penal
juvenil para adecuarla a
las recomendaciones de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa,
abandonando modelos tutelares o de
protección por modelos de justicia juvenil caracterizados por un reforzamiento
de la posición legal del menor, en
lo que a reconocimiento de derechos y garantías se refiere, así como por la
afirmación de una mayor
responsabilidad del menor en relación con el desvalor de su acción.
- Han optado también por un procedimiento más formalista que resulte a la
vez más comprensible
para el menor, en el que todos los órganos de control social formal
intervinientes en el sistema de justicia penal
juvenil deben ostentar la condición de especialistas, en el que la figura del
Fiscal o Ministerio Público adquiere
cada vez más importancia y en el que se debe atender de modo flexible, no
sólo a la prueba y valoración jurídica
de los hechos, sino especialmente a la edad, las circunstancias familiares y
sociales, la personalidad y el interes
del menor.
- Mayor vigencia de los principios de intervención mínima, oportunidad y
ultima ratio, en el sentido
de que el Derecho penal juvenil intervenga principalmente en aquellos casos de
cierta gravedad, otorgando
amplias posibilidades al Juez, e incluso al Ministerio Fiscal y a la policía, para
archivar las actuaciones y no
continuar el proceso, favorecer el papel de la mediación y la conciliación-
reparación, y la utilización de sanciones
privativas de libertad únicamente en aquellos casos en que sea estrictamente
necesario.
- Por último, un régimen sancionador en el que prima como elemento
determinante de la medida
adoptada el interés superior del menor, junto a un amplio catálogo de
respuestas desde la perspectiva
sancionadora-educativa, en la que el Juez goza de un amplio arbitrio judicial
para imponer la más idónea a tenor
de las características del caso concreto y de la evolución del menor durante la
ejecución de la misma.
Diferencias
Las mayores diferencias radican en el establecimiento del límite en el que se
sitúa la adquisición de la
responsabilidad penal de los menores. Si la mayoría de edad penal al igual que
la mayoría civil se establece por
regla general a los 18 años (salvo Austria a los 19 años), el límite mínimo para
exigir responsabilidad penal a
los menores fluctúa desde los 8 años de Escocia, los 10 de Inglaterra, los 12
de Holanda, los 14 de Alemania,
Austria, España o Italia, los 15 de los países escandinavos, los 16 de Portugal
o los 18 de Bélgica y Luxemburgo.
Cuestión importante es también observar el diferente régimen entre aquellos
países que como España y
Portugal se han decantado por un criterio biológico o cronológico, mediante el
cual se establecen unos límites de
edad fijos para delimitar la mayoría de edad penal o la responsabilidad penal
juvenil; de aquellos otros como
Alemania, Italia o Francia que han preferido seguir un criterio mixto o
biopsicológico, en el que los menores para
tener responsabilidad penal juvenil, además de tener una determinada edad,
han de mostrar un grado de
madurez acorde a su edad que les otorgue capacidad para comprender el
carácter ilícito de su conducta.
También se observan diferencias significativas entre los países, respecto del
régimen sancionador
aplicable a los menores, entre aquellos que como España y Alemania han
elaborado un Derecho penal juvenil
con un régimen de sanciones propio, y aquellos otros que como Francia,
Inglaterra y los países escandinavos
han optado por aplicar a los menores las mismas penas que a los adultos,
aunque con determinados límites y
generalmente con una considerable atenuación.
2. Las dimensiones del problema de la delincuencia juvenil en
Sudamérica. Los niños de la calle
Las malas condiciones socioeconómicas imperantes en la mayoría de los
países latinoamericanos
(inflación, deuda externa, corrupción, etc.) pueden llevar y, de hecho así
sucede, a una situación en la cual
muchos niños no pueden asistir a la escuela, no reciben una asistencia
educativa adecuada, y deben ganarse el
sustento desde edades muy tempranas esta situación ha llevado al
resurgimiento y proliferación de un fenómeno
que en Europa y los países desarrollados ha desaparecido desde finales del s.
XIX o principios del s. XX y que
no es otro que el de los niños de la calle.
Como características más notorias de los niños de la calle, destaca RIOS las
siguientes:
� Son en su mayoría niños que tienen más de diez años, existiendo una gran
proporción entre quince y
diecisiete años.
� Se trata de un fenómeno eminentemente urbano, ya que una gran mayoría
de los niños de la calle
vive en las grandes ciudades. Proceden en su mayoría de barrios pobres en la
periferia de grandes
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 24
ciudades. Con frecuencia son hijos de madres solteras o de familias
desestructuradas que viven en
chabolas en los ghettos o fabelas.
� Se congregan en el centro de la ciudad.
� La vida de los niños de la calle se centra exclusivamente en el dinero y en la
forma de obtenerlo.
Viven el presente, sin esperanzas de futuro, ya que su esperanza de vida es
baja.
� Tienen un intenso sentido de la solidaridad, como una forma de
supervivencia, de modo que viven,
trabajan, juegan e incluso llevan a cabo sus actividades delictivas en grupo.
� Son conocidos bajo diversas denominaciones según el país sudamericano
del que procedan. En
Argentina se les denomina pibes; en Bolivia canallitas; en Brasis meninos de la
rua, pivetes o
trombadinhas (ladronzuelos); en Colombia gamines; en México pelones y en
Perú pájaros fruteros o
petisos.
Es importante destacar que los niños de la calle no son de por sí delincuentes,
sino sólo jóvenes con
mayores probabilidades de delinquir, ya que su integración social está
seriamente obstaculizada o incluso
imposibilitada, y dada su situación de riesgo, es muy probable que se
conviertan en delincuentes crónicos.
Ante la gravedad de la situación y los escasos medios empleados para prevenir
la delincuencia juvenil, los
países latinoamericanos han reaccionado y en los últimos años, tras la
promulgación de las directrices sobre
prevención, tratamiento y privación de libertad emanadas de Naciones Unidas,
han realizado una serie de foros,
debates y encuentros bajo el patrocinio del ILANUD en los que han analizado
las causas de la delincuencia
juvenil y las medidas necesarias para su prevención, llevando a cabo, entre
otras iniciativas, reformas legales
para adecuar sus sistemas de justicia juvenil a las nuevas directrices
internacionales, adoptando para ello
procedimientos de corte más garantista ante órganos jurisdiccionales
especializados, en el que se respeten
todos los derechos individuales y garantías procesales de los menores.
Ejemplos de Brasil, México, Chile, Colombia, Paraguay o Argentina en páginas
142 a 144.
3. Estados Unidos
La delincuencia juvenil es uno de los asuntos por el que más preocupación ha
demostrado el conjunto de
la sociedad en Estados Unidos, por lo que se han significado por ser
prácticamente los pioneros, a nivel mundial,
en la implantación de medidas para prevenir la delincuencia juvenil, desde
todos los ámbitos: ambiental,
socioeconómico, educativo, jurídico-penal, preventivo, criminológico, etc.
Las notas más relevantes o características del sistema de justicia penal juvenil
norteamericano y que lo
diferencian del vigente en nuestro país y del de otros países europeos son,
entre otras, las siguientes:
Siempre ha defendido una concepción amplia o extensiva de la
delincuencia juvenil donde tienen
cabida, además de los menores infractores de las leyes penales, otras
conductas que únicamente se castigan
cuando son realizadas por jóvenes, los denominados status offenses o delitos
por su condición, que se concretan
en estados peligrosos o conductas antisociales como el consumo de drogas o
alcohol, fugas de domicilio,
absentismo escolar, desobediencia a los padres, vagabundeo, etc.
La jurisdicción de los Tribunales para menores presenta diferencias notables en
los 51 sistemas judiciales
que operan en el ámbito estatal y varía en cuanto a la competencia por razón
de edad en los diferentes Estados,
aunque se observa que una mayoría sitúa el limite de responsabilidad penal en
18 años, dejándose libertad al
Tribunal de menores para desarrollar su propia política no escrita o de
establecer sus decisiones sobre el límite
mínimo, por debajo del cual los menores gozan de una presunción absoluta de
inimputabilidad, en base al
derecho consuetudinario del common law a cuyo tenor, ninguna persona puede
ser responsable por una
conducta criminal si no ha alcanzado la edad de siete años.
Las funciones de la policía difieren también bastante de a lo que estamos
habituados en la Europa
continental, ya que gozan de un amplio poder discrecional, amparados en el
principio de oportunidad, cuando
proceden por una denuncia contra un menor o cuando un menor es detenido in
in. Según BARTOLLAS los
agentes de policía tienen cinco opciones: (1) cuando es asunto es de poca
importancia, puede avisar al menor
sobre lo inadecuado de su conducta y dejarle marchar; (2) puede amonestarlo
en comisaría, registrando su
infracción y entregando al menos a sus padres; (3) remitir al joven a una
institución pública como el
Departamento de Asistencia Juvenil; (4) dar traslado del asunto al Tribunal de
menores, entregando al menor a
sus padres; y (5) poner el asunto en conocimiento del tribunal de menores pero
manteniendo al menor detenido
en comisaría o proceder a su ingreso en la cárcel si no se dispone de centros
de detención de menores.
El catálogo de sanciones susceptibles de ser impuestas a los menores
infractores es extenso y variado.
Cuando el procedimiento concluye con sentencia condenatoria, en el curso de
una audiencia posterior el Juez
CAPÍTULO III: MODELOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES
Penal Juvenil - 25
decide el tipo de medida aplicable entre: (a) libertad vigilada o libertad a
prueba, (b) programas comunitarios
dirigidos a reparar las consecuencias del delito y resarcir a las víctimas, (c)
internamiento en alguna de las
modalidades de instituciones de detención. La duración de las medidas
privativas de libertad depende de si los
Estados aplican criterios legislativos basados en la imposición de penas
determinadas y obligatorias para ciertos
delitos o, por el contrario, establecen penas indeterminadas hasta la
rehabilitación del delincuente.
V. PERSPECTIVAS DE FUTURO DE LA JUSTICIA PENAL JUVENIL
Esta situación de reformas de los sistemas de justicia juvenil , que pudiera
parecer plenamente asentada y
aceptada, ha entrado en crisis en los últimos años debido, fundamentalmente a
una serie de graves y violentos
sucesos delictivos cometidos por jóvenes e incluso niños, ampliamente
recogidos y comentados por los medios
de comunicación que ha producido una demonización de la juventud en la
sociedad.
La alarma social ha hecho replantearse el modelo vigente de justicia juvenil, en
el sentido de que la
incapacidad de los sistemas de justicia juvenil para ofrecer una respuesta
eficaz ante la delincuencia y su
coincidencia con el cambio socio-cultural en las condiciones de vida de los
jóvenes parecen augurar más
delincuencia.
De este modo, el siglo XXI comienza con un debate impulsado por la doctrina
norteamericana sobre la
conveniencia de abolir el sistema de justicia juvenil. En Estados Unidos, las
últimas tendencia proceden a utilizar
medidas de mediación-reparación para la delincuencia juvenil leve y la remisión
de la delincuencia juvenil grave
al sistema de justicia penal de adultos. Desafortunadamente, en Europa, se
han hecho eco de esta nueva
filosofía países con una orientación jurídica de tradición anglo-sajona como
Inglaterra, Gales, los países
escandinavos e incluso Holanda, manteniendo todavía los países de la Europa
continental una más arraigada
tradición de educación, intervención mínima y sanciones comunitarias en lugar
de privación de libertad, , aunque
las últimas reformas producidas en alguno de estos países indica que la
situación también está dando un giro
hacia una mayor persecución penal ante la delincuencia juvenil.
La situación española sigue en esta nueva orientación, y aunque la LORRPM
se inscribe claramente en la
línea anteriormente esbozada del resto de países europeos siendo incluso
bastante avanzada y progresista que
muchos de ellos, parece enfrentarse a la opinión pública, mediática y política
vigente, plasmada en sus últimas
reformas, que parece que tienen más elementos en común con la filosofía de
zero-tolerance, mas control social y
más represión ante la delincuencia juvenil, imperante en Estados Unidos e
Inglaterra.
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 26
I. LA ESTRUCTURA DEL DELITO PENAL EN LA MODERNA CIENCIA DEL
DERECHO PENAL
1. Concurrencia de una acción o una omisión
Pese a que existen planteamientos que prescinden del carácter independiente
de los mismos, podemos
afirmar que en la base de la estructura del delito se sitúa bien una acción, bien
una omisión.
Podemos definir la acción como ejercicio de actividad finalista. Es decir, se
trata de una auténtica
unidad constituida en torno a la dirección final del individuo; es el sujeto el que,
gracias a su saber causal, dirige
la actividad hacia un determinado fin.
Ello hace que pertenezcan al concepto de acción todas y sólo aquellas
consecuencias que se encuentran
comprendidas por la finalidad o por la voluntad de realización del individuo. La
finalidad define los límites
externos de la conducta activa. Si un resultado no estaba comprendido en la
voluntad de realización, no será
parte del contenido de la acción finalista.
En la determinación de los límites de la acción es decisiva la delimitación del
contenido que abarca la
voluntad de realización del sujeto. En este sentido podemos trazar tres círculos:
1. En primer lugar, pertenecen a la acción aquellos resultados que constituyen
el fin que persigue el
autor: el sujeto A se plantea causar unas lesiones al sujeto B y las causa. Las
lesiones, fin principal,
son parte constitutiva de la acción de A.
2. Además, la acción incluirá las consecuencias que el sujeto considere
necesariamente unidas a la
consecución de su fin principal: A quiere aparcar su coche en el garaje de su
propiedad, en cuya
puerta duerme el mendigo B; pese a percatarse de ello, A entra en el recinto
causando graves
lesiones a B. Las lesiones de B no constituyen el fin principal de A, sin embargo
están incluidas en su
voluntad de realización y son parte de la acción en el caso de que A las
contemple como
necesariamente unidas a su objetivo principal.
3. Y, por último, están abarcadas por la voluntad de realización y, por tanto,
pertenecen a la acción
aquellas consecuencias que el sujeto entiende como meramente posibles pero
con cuya producción
cuenta: A llega con retraso a tomar un avión por lo que decide conducir a gran
velocidad por una zona
peatonal, contando con la posibilidad de atropellar a algún viandante,
finalmente atropella a B
causándole graves lesiones. Las lesiones de B no constituyen el fin principal de
A, ni siquiera las
contempla como necesariamente unidas a la consecución de su objetivo, que
no es otro que no
perder el vuelo, sin embargo están incluidas en su voluntad de realización y
pertenecen a su acción al
haber contado con su producción.
Más allá del límite descrito, es evidente que resulta posible que de una acción
se deriven consecuencias
no incluidas en la voluntad de realización del sujeto. Estas consecuencias,
producidas de un modo meramente
causal, no final, no pertenecerán a la acción entendida como acción finalista, si
bien pueden tener trascendencia
penal. Pensemos en quien, sin percatarse de que se salta un semáforo en rojo,
atropella a varios viandantes.
En cuanto a la omisión, se trata de la no realización de una acción cuando se
tenía capacidad
concreta para llevarla a cabo.
La omisión, como la nada física que es, tiene vetado el camino de la causalidad
en el mundo físico: la
nada, nada causa. El sujeto no puede dirigir su omisión hacia la producción de
resultado físico alguno. Todo ello
lleva a que para asociar un resultado físico material a una omisión sea
imprescindible el empleo de criterios
valorativos.
Si bien el comportamiento omisivo es, ciertamente, la nada mecánica, en
ningún caso es la nada social;
en este ámbito, debido a su contenido positivo, puede provocar modificaciones
en el entorno socio-cultural en el
que se verifica. En estos supuestos, si el resultado está incluido en la voluntad
de realización del omitente, si ha
dirigido su omisión hacia la producción del mismo, pertenecerá al
comportamiento omisivo: el omitente dirige
finalmente su omisión a la producción de un concreto resultado.
Definidas la acción y la omisión, es preciso señalar que la situación de ambos
elementos en el primer
peldaño de la estructura del delito tiene importantes consecuencias, como la
exclusión como posible sustrato
delictivo del pensamiento, de los movimientos corporales de quién sufre un
ataque de epilepsia o de quien
duerme o de los reflejos en sentido estricto.
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 27
2. La acción u omisión ha de ser típica
Dada la trascendencia del principio de legalidad en este sector del
ordenamiento jurídico, sólo aquellas
acciones u omisiones que estén recogidas en las leyes penales, es decir, que
contengan los elementos que
fundamentan lo injusto específico de una determinada figura delictiva, podrán
llegar a ser jurídico-penalmente
relevantes. A esta cualidad se le llama tipicidad: la conducta real ha de
contener los elementos de la conducta
tipo.
Dentro del ámbito de responsabilidad penal de los menores resulta básico
determinar qué conductas
típicas pueden realizar los mismos. En este punto, la LORRPM se remite en su
art. 1.1 al Código penal general y
a las leyes penales especiales para la determinación de las conductas típicas.
En definitiva, si bien la
responsabilidad penal de los menores tiene un sistema propio en cuanto a
sanciones aplicables y procedimiento,
es accesorio del sistema común por lo que respecta al catálogo de infracciones
que pueden cometer los menores
de edad: son plenamente coincidentes con las establecidas en el Derecho
penal de adultos.
3. La acción u omisión ha de ser antijurídica
Sólo cuando la acción u omisión típica sea además antijurídica, esto es,
contraria al derecho o ilícita,
podemos hablar de una infracción penal en sentido estricto y se abrirá la
posibilidad de aplicar una pena, una
medida de seguridad o, en el caso del Derecho penal de menores, una medida
sancionadora educativa.
Estadísticamente, la mayoría de las conductas típicas son además
antijurídicas, sin embargo, existen
ciertas situaciones, que vienen taxativamente determinadas por las
denominadas causas de justificación, que
implican que lo que es típico no sea antijurídico, sea plenamente lícito.
Pensemos en quien causa una muerte o
unas lesiones concurriendo la legítima defensa.
Con referencia a la concreta responsabilidad penal de los menores, la
LORRPM hace de nuevo remisión
al Código penal general en su art. 5.1. En efecto, a la hora de determinar las
eximentes en general y las causas
de justificación aplicables en su ámbito, el citado precepto remite a las causas
de exención o extinción previstas
en el vigente Código penal. Con tales premisas podemos citar como causas de
justificación aplicables a los
menores y que determinarán la licitud de su conducta típica a las siguientes: la
legítima defensa (20.4º); el estado
de necesidad cuando el mal causado sea de menor entidad que el que se trata
de evitar y la conducta no
suponga un grave atentado a la dignidad de la persona humana (20.5º); el
cumplimiento de un deber o ejercicio
legítimo de un derecho, oficio o cargo (20.7º); y algunos supuestos de
consentimiento.
4. La acción u omisión antijurídica ha de ser culpable
Pues bien, únicamente cuando hayamos establecido que estamos ante una
conducta antijurídica, es decir,
objetivamente contraria al ordenamiento jurídico, es posible pasar a analizar la
culpabilidad de la misma. Con ello
estamos en condiciones de señalar si finalmente se aplica una consecuencia
jurídica del delito, su tipo y su
medida.
II. LA CULPABILIDAD EN EL SENO DE LA TEORÍA JURÍDICA DEL
DELITO: CONCEPTOS FORMAL Y
MATERIAL DE CULPABILIDAD
1. Concepto formal de culpabilidad. El principio de culpabilidad
La culpabilidad es la reprochabilidad personal de la acción u omisión típica y
antijurídica. Se trata por tanto
de un momento de la mayor trascendencia desde el punto de vista del análisis
jurídico-penal. Como elemento de
cierre de la estructura del delito, la determinación de la culpabilidad del sujeto y
de la medida de la misma va a
configurar directamente la necesidad, el tipo y la medida de la posible
consecuencia jurídica a aplicar.
Es en este sentido que se ha formulado uno de los principios básicos del
Derecho penal moderno, el
denominado principio de culpabilidad. Según este no hay pena sin culpabilidad
y la medida de la pena no puede
superar la medida de la culpabilidad. En Derecho penal de menores dicho
principio general es perfectamente
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 28
aplicable a las medidas sancionadoras educativas, cuya naturaleza y duración
dependerán de la existencia y
medida de la culpabilidad del menor.
2. Concepto material de culpabilidad
En definitiva, cuando hablamos de culpabilidad estamos ante un juicio una
valoración que necesita de un
sustrato sobre el que desarrollarse. Dicho sustrato como hemos visto viene
constituido por la acción u omisión
típica y antijurídica, objeto del reproche. Pero, como todo juicio, además de un
sustrato necesita de unos criterios
de referencia. Es decir, es preciso saber cuál es la base de esa
reprochabilidad, qué es lo que determinará que
estemos en condiciones de echar en cara al autor haber actuado en contra del
ordenamiento jurídico, es decir,
hemos de pasar del plano formal al plano material de la culpabilidad.
Sobre este particular se ha desarrollado una larga polémica en la que podemos
señalar tres momentos:
1. Originariamente, desde las filas del causalismo se defendía la denominada
concepción psicológica de
la culpabilidad. Según este planteamiento la culpabilidad es el nexo psicológico
existente entre el
individuo y el resultado delictivo y consecuentemente puede adoptar dos
formas: el dolo, la más
grave, cuando el sujeto tenía conciencia y voluntad de la producción del
resultado delictivo; y la
imprudencia, más leve, cuando el sujeto simplemente había previsto o había
podido prever su
producción. En este marco, se consideraba imprescindible como requisito
previo que el sujeto tuviera
capacidad de culpabilidad: la denominada imputabilidad.
2. Durante el proceso de superación de la teoría psicológica, se produce el
desarrollo de las
denominadas teorías normativas de la culpabilidad que consideran que la
culpabilidad es un juicio
basado en la libertad del individuo de actuar de un modo distinto al que lo hizo.
Será pues la
capacidad del sujeto de actuar de un modo distinto, ajustado a las normas
jurídicas y por tanto lícito lo
que determinará la concurrencia y medida de la culpabilidad.
3. A partir de aquí la discusión toma otros derroteros. La polémica se centra en
el propio núcleo del
concepto, en la posibilidad de determinar empíricamente si el sujeto podía o no
actuar de otro modo.
Así, para algunos autores, desde una perspectiva más o menos cercana al
determinismo, la imposibilidad
práctica de establecer si el autor podía haber actuado de otro modo invalida el
planteamiento propuesto.
En el lado contrario, otros penalistas consideran que con base en la posibilidad
de comprobar
empíricamente aspectos parciales de la capacidad de actuar de otro modo y
con un apoyo normativo podemos
fundamentar el juicio de reproche.
Ante esta situación, siguiendo al profesor MELENDO, podemos afirmar que
..La base de la
reprochabilidad radica en la libertad de la voluntad, no empíricamente
demostrable, pero elemento básico de
nuestra autocomprensión y de nuestra forma de interactuar en sociedad...
Partiendo de esta concepción hemos de hacer aún al menos dos precisiones.
En primer lugar, si bien es
cierto que es posible comprobar empíricamente aspectos parciales de la
capacidad de actuar de otro modo, con
ello únicamente damos respuesta a una parte del problema y, además, de
modo negativo. Podemos decir que
quien no conocía lo ilícito de su conducta no puede ser objeto de reproche,
pero ¿qué pasa cuando no se ha
podido comprobar si el sujeto conocía lo ilícito o lo podía conocer?
Y por otra parte, yendo un paso adelante, no es posible desconocer que el
propio Derecho admite
situaciones en las que se consideran no culpables determinadas infracciones
de la norma pese a que existe
capacidad para evitarlas.
Y es que en definitiva, la culpabilidad supone un juicio de reproche con un alto
contenido normativo,
valorativo, por el que, teniendo en cuenta al sujeto concreto, autor de la acción
u omisión típica y antijurídica, se
pretende realizar la igualdad real, tratando de modo diferente a lo que es
distinto. Dicho análisis tiene como base
la capacidad del sujeto de actuar de otro modo, pero hemos de concluir que
trasciende a este elemento e
introduce matices que sólo pueden ser entendidos desde una perspectiva que
tenga en cuenta las peculiaridades
de cada ser humano.
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 29
III. EL JUICIO DE CULPABILIDAD: SUS ELEMENTOS
Es común distinguir dos juicios sucesivos en la determinación de la
culpabilidad: el primero constituido por
la imputabilidad o capacidad de culpabilidad; el segundo por la reprochabilidad
en sentido estricto, que incluye el
análisis de la conciencia de la antijuridicidad y el de la exigibilidad de la
obediencia al Derecho.
1. La imputabilidad o capacidad de culpabilidad (**)
El concepto general de imputabilidad
Desde un punto de vista descriptivo, para poder ser declarado culpable, el
sujeto debe reunir las
condiciones biopísquicas que le permitan conocer el carácter ilícito de su
conducta y obrar conforme a dicha
comprensión. A quién no reúne las características para conocer la antijuricidad
de su comportamiento o a quién,
pese a conocer que su conducta es ilícita, no puede actuar conforme a dicho
conocimiento, no se le puede
reprochar que no haya actuado de un modo acorde al ordenamiento jurídico.
Podemos definir la imputabilidad como la capacidad de comprender el carácter
ilícito de la conducta y de
actuar conforme a esa comprensión. Esta definición, de tradición alemana, es
la que se desprende directamente
de la regulación de las causas de inimputabilidad en el art. 20 del Código penal
según el cual:
“Estén exentos de responsabilidad criminal:
1º El que... a causa de cualquier anomalía o alternación psíquica, no pueda
comprender la ilicitud del hecho o actuar
conforme a esa comprensión...
2º El que ... se halle en estado de intoxicación plena por el consumo de
bebidas alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos
análogos... o se halle bajo la influencia de un
síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que
le impida comprender la ilicitud del hecho
o actuar conforme a esa comprensión”.
De este modo, el autor de una acción antijurídica que no tenga capacidad de
conocer el carácter ilícito de
la conducta o actuar conforme a dicha comprensión deberá ser declarado
inimputable y no podrá ser sancionado
con pena alguna. En el caso de que dicha capacidad se encuentre meramente
disminuida se tratará de un
semiimputable y la pena deberá ser atenuada. Con ello se cumplen las
exigencias del principio de culpabilidad.
Eso sí, en ambos supuestos la exclusión o disminución de la pena no evita que
entren en juego otro tipo de
consecuencias jurídicas del delito, las denominadas medidas de seguridad y de
reinserción social, que
encuentran su fundamento en la peligrosidad social.
Imputabilidad y minoría de edad penal
En definitiva, conocido el concepto general de imputabilidad, para declarar al
sujeto imputable es preciso
que haya alcanzado un determinado desarrollo o madurez de la personalidad
que le permita no sólo comprender
el carácter antijurídico de su comportamiento sino actuar conforme a dicha
comprensión. Se abre pues en este
momento la polémica en torno a la situación de los menores de edad penal con
respecto a este requisito.
La imputabilidad de los menores en el sistema jurídico-penal español
El análisis de este punto precisa en primer lugar del trazado de una perspectiva
histórica sobre la
regulación de la responsabilidad de los menores en la historia más reciente del
sistema penal español. En este
sentido, hay que destacar la cesura que se produce en el momento en que
entra en vigor la LORRPM, por lo que
distinguimos dos períodos:
1. La regulación del CP de 1973 situaba el núcleo de la discusión sobre la
responsabilidad penal de los
menores de dieciocho años en el ámbito de la imputabilidad. Se establecían
dos grupos por razón de la edad: en
el caso de que el menor tuviera menos de 16 años, el código lo declaraba
exento de responsabilidad criminal,
confiándolo a los Jueces de Menores; mientras, si se trataba de un menor de
dieciocho, el código le reservaba
una atenuación de la pena que estableciera el régimen común.
Es decir, el menor de dieciséis años, por una presunción iuris et de iure era
considerado inimputable, falto
del necesario desarrollo y madurez, y por tanto se excluía su responsabilidad
penal. Frente a él, a quien ya había
cumplido dieciséis años pero era menor de dieciocho, se le consideraba como
semiimputable y, si bien se le
mantenía en el ámbito del Derecho penal común, se le aplicaba una pena
atenuada o una medida de seguridad
de carácter educativo.
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 30
Por último, a los menores de doce años no sólo se les consideraba
inimputables, sino que tampoco eran
puestos a disposición de los Jueces de Menores, siendo exclusivamente objeto
de protección administrativa.
2. Frente a la situación descrita, el modelo previsto por el Código penal de 1995
es bien distinto. Se da
paso a un proyecto de transformación de las bases sobre las que hasta el
momento se había construido la
responsabilidad de los menores. Dicho proceso está influido en gran medida
por los compromisos adquiridos tras
la ratificación por España de la Convención sobre los Derechos del Niño,
adoptada por la Asamblea General de
las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Los Estados parte han de
tomar las medidas apropiadas para
promover el establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e
instituciones específicos para los niños de
quienes se alegue que han infringido las leyes penales o a quienes se acuse o
declare culpables de haberlas
infringido. Esta exigencia se tradujo en la redacción del vigente art. 19CP,
según el cual:
“Los menores de dieciocho años no serán responsables criminalmente con
arreglo a este Código.
Cuando un menor de dicha edad cometa un hecho delictivo podrá ser
responsable con arreglo a lo dispuesto en la Ley
que regule la responsabilidad penal del menor”
Pues bien, con la entrada en vigor del la LORRPM el 13 de enero de 2001, la
previsión del párrafo
segundo del art. 19 del CP adquiere todo su significado, abriéndose las puertas
a un nuevo modelo en el que ya
no es posible afirmar que el menor de dieciocho años y mayor de catorce sea
inimputable. Se crea un sistema de
sanciones distinto al de los adultos, en el que priman las razones de prevención
especial, pero en el que no se
olvidan las de carácter preventivo general ni la retribución. En definitiva todo
ello supone que, a pesar del cambio
en la nomenclatura, las medidas sancionadoras educativas tienen la naturaleza
de auténticas penas.
Es pues en la frontera de los menores de catorce años donde sí es posible
considerar que concurre una
auténtica causa de inimputabilidad. El sistema vigente considera que éstos
carecen de la capacidad de
comprender el carácter ilícito de la conducta o de actuar conforme a dicha
comprensión, por lo que quedan al
margen del Derecho penal. El art. 3 LORRPM reserva a este grupo la
aplicación de las normas que sobre
protección de menores prevén el Código civil y demás disposiciones vigentes.
En cuanto a la caracterización de la imputabilidad de los mayores de catorce y
menores de dieciocho, se
discute si es plena o si para la ley penal se trata de semiimputables. Creo más
correcto considerar que no
estamos ante un supuesto de semiimputabilidad. En efecto, se trata de un caso
de imputabilidad plena si bien
dotada de características específicas derivadas de la propia naturaleza de los
menores. Este hecho se ve
reflejado en la propia regulación en al menos dos cuestiones ya que, por un
lado, de tratarse de auténticos
semiimputables bastaría con aplicarles la pena prevista en el Derecho penal
común atenuada, modelo que ha
sido abandonado en la LORRPM. Pero, además, resulta altamente clarificador
el párrafo segundo del art. 8 de
dicha ley. La medida sancionadora educativa no siempre ha de suponer una
disminución de la pena aplicable al
adulto en las mismas circunstancias, lo que sería insoslayable de considerarse
que los menores son
semiimputables.
En definitiva, las reformas que se han ido produciendo en el sistema de
responsabilidad penal del menor
apuntan a una clara desvinculación del concepto de menor responsable de la
idea de la culpabilidad. Sólo frente
a aquellos menores de edad penal que quedan fuera de la regulación
podremos afirmar que son declarados
inimputables. Frente al resto, que se encuentran bajo el paraguas de la
aplicación de la LORRPM lo único que
podemos decir es que, siendo imputables, determinadas razones hacen
necesario un tratamiento específico, en
el que las consecuencias jurídicas que se derivan de la comisión del delito
estén adaptadas a su concreta
realidad.
La capacidad de culpabilidad de los menores en razón de su edad
Se abre la discusión en torno a los periodos que es posible determinar en el
desarrollo del menor en
relación con su capacidad de entender la ilicitud del comportamiento y de
actuar conforme a dicho entendimiento.
En este sentido nos interesa destacar al menos dos etapas en el desarrollo de
la personalidad del ser humano:
1. La primera viene constituida por la infancia y la primera adolescencia. Se
trata del período que llega
hasta los catorce años de edad. El niño y el adolescente en su primera etapa
no cuentan aún con la madurez
suficiente para captar la contrariedad al Derecho de sus conductas y en los
supuestos en que se ha alcanzado
dicho desarrollo generalmente faltan los mecanismos de inhibición necesarios
para actuar conforme a dicha
comprensión.
2. A partir de los catorce años se suceden etapas muy distintas en el desarrollo
de la personalidad. Sin
embargo, tienen un elemento común y es que se entiende que el sujeto ya ha
desarrollado la capacidad de
comprender que su conducta es contraria al ordenamiento jurídico y actuar de
un modo acorde con dicha
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 31
comprensión. Se trata por tanto y en principio de auténticos imputables, de
modo que las diferencias que
tracemos en el campo de la responsabilidad penal no atienden a razones de su
capacidad de imputabilidad sino
de la conveniencia de aplicar uno u otro tipo de consecuencias desde un punto
de vista preventivo educacional.
En este marco se suelen distinguir tres etapas:
Adolescencia: de los catorce a los dieciocho años de edad. Según la regulación
vigente el
adolescente es, salvo que concurra una causa de inimputabilidad, plenamente
culpable. Son las señaladas
razones de política criminal las que determinan que se considere que la
sanción debe tener unas características
específicas.
Juventud: se trata del periodo que va de los dieciocho a los veintiún años de
edad. También
estamos en principio ante sujetos plenamente culpables pero la posibilidad de
influir en su formación determina
que se disponga que en determinados supuestos sea factible la separación del
Derecho penal de adultos.
Edad adulta: a partir de los veintiún años de edad el sujeto pasa a ser objeto
del tratamiento penal
común.
La primera lectura parece clara: el modelo español se adapta a la situación
descrita. Ahora bien, si
ahondamos un poco en el análisis, resulta que la propia naturaleza del
desarrollo de la personalidad choca con el
establecimiento de un límite objetivo, de una presunción iuris et de iure, en la
exigencia de responsabilidad penal.
En este ámbito las opiniones se dividen. Por un lado están los que consideran
correcto establecer una frontera
fija, objetiva, que determine de un modo claro dónde comienza y dónde acaba
la imputabilidad por razón de la
edad; pero también hay quien considera que este elemento objetivo de la
culpabilidad no es la mejor solución.
Es posible encontrar menores que ya han superado la frontera de los catorce
años y que pese a ello
carecen de la capacidad de entender el carácter ilícito de su conducta o de
adaptar su proceder a dicho
entendimiento. Y, sin embargo, si nos atenemos a la regulación de la
LORRPM, es difícil fundamentar lo
contrario ¿Qué hacer?
1. La primera opción que se abre en el actual marco legal es la de acudir al
catálogo general de
eximentes y contemplar la posibilidad de aplicar alguna de las causas de
inimputabilidad expresamente
recogidas en el art. 20 CP. El problema radica en que, salvo que efectivamente
se trate de un supuesto de
anomalía o alteración psíquica, no podemos aplicar directamente causa de
inimputabilidad alguna ya que no es
correcto afirmar que quien simplemente sufre un retraso más o menos acusado
en el desarrollo de su
personalidad esté inmerso en una situación de enajenación mental o trastorno
mental transitorio.
2. La segunda posibilidad de lege lata la podríamos situar en la aplicación
analógica de la mencionada
causa de inimputabilidad. En efecto, si bien los supuestos de leve retraso en el
desarrollo de la personalidad del
menor no están comprendidos ni en el tenor literal ni en el espíritu del art. 20.1º
CP, se trata de casos
semejantes a los allí recogidos. Sin embargo, se prohíbe directamente la
aplicación de la analogía in bonam
partem en el sistema penal español. En el caso de que el Juez o Tribunal se
encontrara en la tesitura de aplicar
una medida sancionadora educativa a un menor de más de catorce años de
edad y considerara que no tenía
capacidad de culpabilidad, podría acudir al Gobierno, pero habría en todo caso
de ejecutar la sentencia,
produciéndose una grave vulneración del principio de culpabilidad.
3. Es por ello que sólo nos queda una opción de lege ferenda, que pasa por la
petición de una
flexibilización del límite objetivo recogido en la LORRPM. En efecto, debería de
incluirse una referencia expresa
a la necesidad de que el menor sancionado contara en cualquier caso con la
capacidad de culpabilidad. Lejos de
suponer una merma para la seguridad jurídica (como en efecto suponía la
aplicación del criterio del
discernimiento), en el sistema propuesto, la concurrencia de la capacidad de
comprender el carácter ilícito de la
conducta y de obrar conforme a dicha comprensión actúa en sentido contrario.
Estableciendo un límite objetivo a
partir del cual se considera que el menor es responsable, se incorpora como
requisito imprescindible para la
imposición de una medida sancionadora educativa la comprobación de su
imputabilidad.
Las causas de inimputabilidad aplicables a los menores
La LORRPM nos remite directamente a las eximentes previstas en el Código
penal vigente. Es decir, son
aplicables los números 1º, 2º y 3º del art. 20 CP, donde se recogen
respectivamente las eximentes de anomalía
o alteración psíquica, la intoxicación plena por el consumo de bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos
análogos, la influencia de un síndrome
de abstinencia a causa de la dependencia de tales sustancias y las
alteraciones en la percepción desde el
nacimiento o desde la infancia.
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 32
Ahora bien, en el caso de que concurra alguna de estas causas de
inimputabilidad, es importante señalar
que podrá entrar en juego, si así lo considera necesario el Juez o Tribunal, la
imposición de medidas de
seguridad y reinserción social. Para ello y pese a que no se declara
expresamente, es preciso que se aprecie
peligrosidad criminal en el menor. Las medidas de seguridad se impondrán
como únicas consecuencias del delito
en el caso de que se aprecie una causa de inimputabilidad completa o junto
con una medida sancionadora
educativa si se considera que el menor es semiimputable.
En cuanto a su tipología, el art. 5.2 establece dos tipos específicos de medidas
terapéuticas aplicables a
los menores. Se encuentran recogidos en los apartados d) y e) del art. 7
LORRPM: el internamiento terapéutico y
el tratamiento ambulatorio.
2. El juicio de reprochabilidad: los elementos intelectual y volitivo de la
reprochabilidad
En el caso de que no concurra causa de inimputabilidad alguna, aún hemos de
llevar a cabo dos estudios
sucesivos para determinar si el menor puede ser declarado culpable y cuál es
la medida de su culpabilidad. Nos
encontramos en al ámbito del juicio de reproche propiamente dicho, que incluye
la comprobación de la
denominada conciencia de la antijuricidad de la conducta y el juicio de
exigibilidad de la obediencia al derecho.
La conciencia de la antijuridicidad de la conducta
Se trata del denominado elemento intelectual de la reprochabilidad. Para
reprochar al autor su conducta
no sólo ha de ser imputable, sino que, en la situación concreta en la que se
encontraba, había de conocer o al
menos había de tener la posibilidad de conocer que su comportamiento estaba
prohibido.
Ello nos lleva directamente al ámbito del error de prohibición y de su
trascendencia en el Derecho penal.
Podemos encontrarnos dos tipos de error de prohibición:
El error de prohibición invencible supone que el sujeto considera que su
conducta antijurídica
es conforme a derecho y, en las circunstancias en las que se encuentra, no
puede salir de dicho error. Si
seguimos la denominada teoría de la culpabilidad, supone la exclusión de la
culpabilidad del individuo y por lo
tanto que no se le aplique pena o, en el caso de los menores de edad penal,
medida sancionadora educativa
alguna. Su regulación la encontramos en el art. 14.3 CP:
“El error invencible sobre la ilicitud del hecho constitutivo de la infracción penal
excluye la responsabilidad criminal...”
El error de prohibición vencible se produce cuando el autor de la conducta
antijurídica
considera que no es así, que actúa lícitamente, pero, en las concretas
circunstancias en las que se encontraba
podía haber salido de dicho error, podía haberse percatado del carácter
antijurídico de su comportamiento, de
ahí la vencibilidad del mismo. Ello sería así si el sujeto dudó o tenía motivos
para dudar de la ilicitud de su
proceder. En este caso, si bien no se excluirá el juicio de reproche, la
culpabilidad será menor y, tal y como prevé
el art. 14.3 CP en su último inciso, se aplicará una atenuación de la pena.
“Si el error fuera vencible, se aplicará la pena inferior en uno o dos grados”.
La exigibilidad de la obediencia al derecho
Aún existe un último escalón en la determinación de la responsabilidad penal
en general y en concreto del
menor. Este escalón viene determinado por la exigibilidad de la obediencia al
derecho, el denominado elemento
volitivo de la reprochabilidad.
Sólo cuando podamos exigir al sujeto que actúe de un modo distinto al que lo
hizo es posible aplicar la
más grave de las sanciones con las que cuenta el ordenamiento jurídico: la
pena o, en el caso de los menores, la
medida sancionadora educativa. La idea rectora sigue siendo la capacidad de
actuar de otro modo, pero en este
momento queda en cierta medida superada por consideraciones valorativas.
Existen distintas propuestas en torno al ámbito de relevancia de este principio
según el tipo del delito al
que se aplique. En los delitos dolosos de acción y en aquellos en que la
conducta típica sea una omisión final,
caracterizados por una conducta dirigida por la voluntad hacia la lesión o
puesta en peligro de un bien jurídico,
únicamente tendremos en cuenta el pensamiento de la inexigibilidad de la
obediencia al derecho en los
supuestos expresamente establecidos en la ley, esto es, en los casos de
estado de necesidad como causa de
CAPÍTULO IV: MINORÍA DE EDAD PENAL Y ESTRUCTURA DEL
DELITO:
ESPECIAL REFEFENCIA A LA IMPUTABILIDAD
Penal Juvenil - 33
inculpabilidad (art. 20.5 CP), miedo insuperable (art. 20.6 CP) y encubrimiento
de parientes (art. 454 CP). Sin
embargo, los delitos imprudentes sean activos u omisivos y en aquellos delitos
omisivos dolosos cuya conducta
típica no sea final podremos extender la aplicación de este principio más allá de
las expresas previsiones legales.
Llegados a la conclusión de que al menor le era exigible la obediencia al
derecho, si no nos encontramos
en uno de los excepcionales casos en los que es de aplicación una excusa
absolutoria o no concurre una
determinada condición objetiva de punibilidad (supuestos que constituyen el
núcleo de la denominada
punibilidad), podremos imponerle la medida sancionadora educativa adecuada.
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 34
I. NATURALEZA JURÍDICA
En la Exposición de Motivos de la Ley, se hace mención expresa a que la
presente Ley tiene una
naturaleza formalmente penal pero materialmente sancionadora-
educativa, rechazando expresamente
aquellos fines propios del Derecho penal de adultos como los fines retributivos
y preventivo generales de la pena.
Por otra parte, proclama una naturaleza sancionadora-educativa de las
medidas, silenciando expresamente el
legislador su naturaleza penal.
1. Naturaleza jurídica de la responsabilidad penal de los menores (**)
Las normas que regulan la responsabilidad penal de los menores pertenecen al
Derecho penal al
contemplar situaciones en las que se imponen consecuencias jurídico-penales
a los autores de una infracción
penal. La intervención del ius puniendi del Estado surge única y exclusivamente
por un motivo: la comisión de
una infracción penal por los jóvenes, debiendo ir encaminada la reacción
jurídica a prevenir la comisión de
futuras infracciones.
Aunque los criterios formales no sirven para delimitar los límites del
ordenamiento penal, no es menos
cierto como manifiesta FEIJOO, que no se debe ocultar que la referencia a los
órganos de aplicación de las
normas condiciona en muchos casos cuestiones sustantivas. Así, aunque la
naturaleza jurídica de las medidas o
sanciones aplicables a los menores no pueda ser prejuzgada (en su ámbito
sustantivo) por la aplicación de un
órgano jurisdiccional, tampoco se puede obviar. Así ocurre cuando en el
momento que se conoce la comisión de
un hecho delictivo se ponen en marcha unos órganos y unos mecanismos
tendentes a su averiguación. Estos no
pueden ser otros más que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el
Ministerio Fiscal y los Jueces.
A mayor abundamiento, aunque todo procedimiento judicial, sea del orden que
sea, tiene que respetar los
derechos fundamentales y garantías procesales de las personas inmersas en el
proceso, no cabe duda que esos
derechos y garantías gozan de una superior protección en un procedimiento
penal, ya que los intereses a
proteger son de mayor importancia y, sobre todo vienen determinados por la
gravedad en la restricción de
derechos.
En este sentido, la LORRPM ha de ser considerada como una Ley penal
(entendida como una Ley penal
especial), ya que:
• Regula la responsabilidad penal de los menores por la comisión de hechos
tipificados como delitos o
faltas en el Código Penal o las leyes penales especiales (art. 1.1).
• Se deberá constatar la responsabilidad o culpabilidad del menor ya que el
Juez en la elección de la
medida deberá atender, aunque de forma subsidiaria, a la prueba y valoración
jurídica de los hechos (art. 7.3).
• Los menores serán responsables, siempre que no concurra en ellos ninguna
de las causas de
exención o extinción de la responsabilidad criminal previstas en el vigente CP
(art. 5.1).
• La Disposición Final Primera establece la supletoriedad expresa del Código
Penal en el ámbito
sustantivo, y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en el ámbito del
procedimiento.
2. De las medidas: diversos criterios
La naturaleza sancionadora-educativa de las medidas, ha sido ampliamente
discutida por la doctrina, ya
que el fin de la reeducación y reinserción social que las guía, aparece también
como principio orientador de las
penas y medidas de seguridad en el art. 25.2 CE.
Las medidas enunciadas en la LORRPM no se pueden equiparar a las penas
ya que el fundamento de la
retribución característico de las penas no desempeña en este sistema de
medidas función alguna.
En el Derecho Penal juvenil, la gravedad del hecho ocupa un lugar subsidiario
frente a otros aspectos
como la edad, las circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el
interés del menor; otorgándose un
claro predominio de los criterios educativos y resocializadores sobre los de una
defensa social basada en la
prevención general.
En este sentido el TC en su sentencia 36/1991, de 14 de febrero, manifestó
que las medidas que el Juez puede adoptar
comportan importantes restricciones a la libertad del menor pero “no son penas
en sentido estricto”, ya que aunque se adoptan
precisamente como consecuencia de conductas penalmente tipificadas, no se
adoptan en ejercicio del ius puniendi, ni tienen
finalidad retributiva.
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 35
Al resultar un tanto problemático que las medidas sancionadoras-educativas
cumplan con los fines de la
pena, algunos autores las han catalogado como medidas de seguridad. Esta
postura parece en principio que
tiene una mayor consistencia, ya que las medidas de seguridad se aplican a
aquellas personas que no teniendo
responsabilidad penal han cometido un hecho previsto en la Ley como delito y,
además de su comportamiento se
deduce un pronóstico de comportamiento futuro que revele la probabilidad de
comisión de nuevos delitos, esto
es, las medidas se seguridad se basan en la irresponsabilidad penal y se
fundamentan en la peligrosidad criminal
del autor, estando orientadas exclusivamente a los fines de la prevención
especial.
En suma, el catálogo de medidas regulado en la Ley penal del menor goza de
una naturaleza autónoma.
Son medidas sancionadora-educativas, esto es tienen una naturaleza de
sanción penal en cuanto que se
proponen responsabilizar al menor por el hecho cometido, pero siempre y en
todos los casos orientadas de
acuerdo a una finalidad preventivo-especial, hacia la efectiva reeducación y,
siempre, bajo el superior interés del
menor.
De forma individualizada, la naturaleza jurídica de las medidas del art. 7 de la
LORRPM se puede
interpretar de la siguiente manera:
• Medidas educativas: la prevención especial es la principal finalidad de estas
medidas, que se
impondrán atendiendo de modo flexible a la edad, circunstancias familiares y
sociales, la personalidad y el
interés del menor. Dentro de este grupo podemos englobar la asistencia a un
centro de día, la libertad vigilada, la
convivencia con otra persona, familia o grupo educativo, las prestaciones en
beneficio de la comunidad, la
realización de tareas socieducativas y la amonestación.
• Medidas de seguridad: a los menores en quienes concurran las
circunstancias previstas en los
números 1º, 2º y 3º del art. 20 CP les serán aplicables, en caso necesario, las
medidas terapéuticas a las que se
refiere el art. 7.1, d) y e), (art. 5.2 LORRPM). Estas medidas son el
internamiento terapéuticos y el tratamiento
ambulatorio en los que se realizará un tratamiento específico dirigido a los
menores que padezcan anomalías o
alteraciones psíquicas, un estado de dependencia de bebidas alcohólicas,
drogas tóxicas o sustancias
psicotrópicas, o alteraciones en la percepción que determinen una alteración
grave de la conciencia de la
realidad.
• Medidas sancionadoras: su naturaleza se asemeja más al de las penas, en
las que la finalidad
preventivo general aparece con claridad, ya que en su imposición se atiende
preferentemente a la prueba, a la
valoración jurídica de los hechos y a la gravedad de los mismos, en base al
principio de proporcionalidad entre el
hecho y la sanción, limitándose sobremanera la flexibilidad en la elección de la
medida por el Juez, así como la
discrecionalidad del Juez para imponer la duración de la medida y su
posibilidad de suspensión, sustitución o
modificación. El ejemplo de esta medida de carácter sancionador se observa
en la permanencia de fin de
semana y en la medida de internamiento en régimen abierto y semiabierto,
donde los menores tienen la
obligación de residir en el centro y, sobre todo, en el internamiento en régimen
cerrado que el art. 2º de la LO
7/2000 impone obligatoriamente en los casos en que se aprecie reincidencia y
la Disposición Adicional Cuarta de
la LO 7/2000 prevé para los menores imputados en la comisión de delitos
previstos en los arts. 138, 139, 179,
180, 571 a 580 y aquellos otros sancionados en el CP con pena de prisión igual
o superior a quince años.
• Medidas accesorias: la privación del permiso de conducir ciclomotores o
vehículos a motor, o del
derecho a obtenerlo o de licencias administrativas para caza o para el uso de
cualquier tipo de armas, se
impondrá como medida accesoria en aquellos casos en los que el hecho
cometido tenga relación con la actividad
que realiza el menor cuando éste necesite autorización administrativa.
• Penas: la medida de inhabilitación absoluta adicionada por la LO 7/2000 al
art. 7 de la LORRPM, no
se corresponde con la orientación sancionadora-educativa en la que debe
primar el interés del menor, del resto
de las medidas enumeradas en el mencionado artículo. La inhabilitación
absoluta tiene una clara orientación
sancionadora y represiva.
II. PRINCIPIOS INFORMADORES DE LA LEY (**)
1. El principio del superior interés del niño
En el derecho penal de menores destaca, por encima de todos, un principio
general sobre el que bascula
todo el proceso que es el interés superior del menor, enunciado en el art. 3.1
de la CDN para todas las medidas
concernientes a los niños.
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 36
Siguiendo fielmente los postulados de las Recomendaciones y Convenios
internacionales, la LORRPM
consagra desde un primer momento el principio del superior interés del menor,
al mencionar en su Exposición de
Motivos que “en el Derecho penal de menores ha de primar, como elemento
determinante del procedimiento y de
las medidas que se adopten, el superior interés del menor”.
Ahora bien, este principio, al que puede considerarse como el principio rector
de todas las actividades de
promoción y protección de la infancia, incluida la justicia de menores, al venir
expresado como un concepto
jurídico indeterminado, ha planteado numerosas controversias y conflictos de
cara a encontrar una definición
satisfactoria y mayoritariamente aceptada del mismo.
Para GRANDE ARANDA, “la formulación jurídica del interés superior del niño
supone la constatación de
un principio general del Derecho de menores y de ahí que sea un instrumento
informador, de integración y de
interpretación tanto de las normas e instituciones en que ese interés aparece
tipificado como en las situaciones y
relaciones de la vida corriente afectadas, tanto para detectar conflictos como en
la solución de problemas en que
resulta implicado ese interés. En cuanto elemento de interpretación, este
principio debe fijar el auténtico sentido
de las normas sobre menores y reconducir el contenido de las mismas a lo que
sea más conveniente para el
niño. De otro lado, la unidad del sistema del Derecho de menores obliga a
suplir los vacíos y deficiencias de una
legislación con los propios principios que la informan. Así el principio de interés
del menor como elemento
integrador debe servir de elemento auxiliar para indagar y esclarecer los
principios del Derecho de menores
vigente y, en segundo término, de elemento complementario para suplir sus
lagunas cuando se agote la potencia
normativa del sistema jurídico positivo.
2. El principio de legalidad
La formulación del principio de legalidad cuyos orígenes se remontan a la
Ilustración, se de a
FEUERBACH al desarrollar el aforismo nullum crimen, nulla poena sine previa
lege cuyo significado se puede
integrar como que no hay delito ni pena sin ley previa.
El principio de legalidad que en nuestro país tiene rango constitucional al venir
proclamado expresamente
en el art. 25.1 CE, ha sido recogido como fuente del Derecho penal de menores
en diferentes instrumentos
jurídicos internacionales. Así, el art. 40 de la CDN establece “Que no se alegue
que ningún niño ha infringido las
leyes penales, ni se acuse o declare culpable a ningún niño de haber infringido
esas leyes, por actos u omisiones
que no estaban prohibidos por las leyes nacionales o internacionales en el
momento en que se cometieron”.
Este principio de legalidad de los delitos y las penas implica una serie de
garantías que no sólo afectan al
Derecho penal y procesal ordinario, sino que del mismo modo operan en el
proceso penal de menores regulado
por la LORRPM. La denominada garantía criminal (nullum crimen sine previa
lege) que impide castigar como
delito aquellas conductas que no estuvieran previamente declaradas como tal
en una ley, viene expresamente
recogido en el art. 1.1 de la LORRPM. La garantía penal (nulla poena sine
previa lege) que prohibe la
imposición de penas que se hallen establecidas previamente en una ley, esta
implícita en el art. 7 de la
LORRPM, para las medidas sancionadoras educativas. La garantía
jurisdiccional, a cuyo tenor nadie podrá ser
condenado sino en virtud de sentencia firme dictada por un Juez competente y
en un proceso con todas las
garantías, se establece para las medidas sancionadoras educativas en el art.
43.1 de la LORRPM. Por último, la
garantía en la ejecución a tenor de la cual, la pena sólo puede ejecutarse en la
forma legalmente establecida,
para las medidas sancionadoras educativas está contenida en el art. 43.2 de la
LORRPM.
3. El principio de culpabilidad
El principio de culpabilidad significa que la pena (y las medidas sancionadoras-
educativas) debe tener su
fundamento en la comprobación de que al autor le puede ser reprochada
personalmente su acción. De este
principio se deduce, por un lado, que la pena presupone siempre la culpabilidad
del autor, de modo que quien ha
obrado sin culpabilidad no puede ser castigado (exclusión de la responsabilidad
objetiva por el resultado); y, por
otro lado, que la pena no puede rebasar la medida de la culpabilidad.
El principio de culpabilidad como límite material del ius puniendi, tiene también
relevancia en el Derecho
penal juvenil. En principio, impide castigar a aquellos menores a los que no les
pueda ser reprochada su acción,
por concurrir alguna causa de exclusión de la culpabilidad o inculpabilidad
(error de prohibición invencible, estado
de necesidad exculpante o miedo insuperable) o de inimputabilidad. Además,
implica que la pena o medida
sancionadora-educativa en el caso de los menores no debe rebasar el límite de
la gravedad de la culpabilidad del
autor, por más que pudiera parecer necesaria en el caso concreto por razones
de prevención general o especial.
Por último, el principio de culpabilidad implica la exigencia de dolo o
imprudencia para fundamentar la
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
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MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 37
responsabilidad criminal (principio de responsabilidad subjetiva), no siendo
suficiente, a tenor de este principio, la
producción de un resultado lesivo a un bien jurídico, si el sujeto actuó sin dolo o
de forma imprudente
(responsabilidad objetiva).
4. El principio de intervención mínima
Conforme a este principio el Derecho penal únicamente deberá castigar las
infracciones que se
consideren más perjudiciales para la sociedad, aquellas que tengan una mayor
relevancia social, imponiendo un
castigo proporcionado a su gravedad. Como consecuencia, el Derecho penal
goza por un lado de un carácter
fragmentario, que implica que la norma penal únicamente podrá emplearse
para defender los bienes jurídicos
fundamentales de los ataques más graves; mientras que por otro lado, disfruta
de un carácter subsidiario
entendido en el sentido de que el recurso al Derecho penal debe emplearse
sólo para aquellas conductas que no
pueden ser atajadas por otros medios de control social.
En consonancia con lo dispuesto en el art. 37 de la CDN, la privación de
libertad se utilizará como último
recurso y por el período más breve posible. En esta línea, el art. 9 LORRPM
subraya la vigencia del principio de
intervención mínima al prohibir la imposición de la medida de internamiento en
régimen cerrado para los casos
de comisión de faltas o para los delitos imprudentes.
5. El principio de oportunidad
El principio de oportunidad aparece en el proceso penal juvenil íntimamente
conectado con el principio de
intervención mínima, con objeto de evitar procesos de estigmatización social,
en el sentido de dotar de relevancia
a las posibilidades de no apertura del procedimiento, renuncia al mismo, al
resarcimiento anticipado o
conciliación entre el infractor y la víctima, y a los supuestos de suspensión
condicional de la medida impuesta o
de sustitución de la misma durante su ejecución.
Lo que presupone es conceder amplias facultades al Ministerio público para
decidir sobre el ejercicio de la
acción penal, es decir, para no ejercitarla en determinadas condiciones, con lo
que no se llegaría a iniciar bien el
procedimiento preliminar bien el juicio oral, y ello a pesar de constar la
existencia de un hecho aparentemente
delictivo.
Esta situación es la que describe el art. 18 LORRPM al disponer que “El
Ministerio Fiscal podrá desistir de
la incoación del expediente cuando los hechos denunciados constituyan delitos
menos graves sin violencia o
intimidación en las personas, o faltas tipificadas en el Código penal o en las
Leyes penales especiales”.
III. AMBITO DE APLICACIÓN
1. Ámbito de aplicación subjetivo (*)
El legislador abandona el criterio tradicional de establecer una edad por debajo
de la cual los menores son
considerados inimputables y por encima de la misma imputables y, por tanto
responsables penalmente. Sigue el
criterio del moderno Derecho penal de menores al distinguir tres períodos:
menor edad, edad juvenil y edad
adulta. Los menores de edad (niños) quedan fuera del Derecho penal. La
intervención de la Ley penal comienza
en la edad juvenil, pero con unas características propias y específicas . No es
un Derecho penal de adultos
atenuado, sino un Derecho penal (especial) de jóvenes, cuyo carácter
primordial es el educativo, no el represivo.
Los menores de 14 años (niños)
A los menores de catorce años en el momento de la comisión de los hechos,
de acuerdo con el art. 3
LORRPM, no se les exigirá responsabilidad con arreglo a la presente Ley, sino
que se les aplicará lo dispuesto
en las normas sobre protección de menores previstas en el Código Civil y
demás disposiciones vigentes. En
estos casos, continúa el art. 3, “El Ministerio Fiscal deberá remitir a la entidad
pública de protección de menores
testimonio de los particulares que considere precisos respecto al menor, a fin
de valorar su situación, y dicha
entidad habrá de promover las medidas de protección adecuadas a las
circunstancias de aquél conforme a lo
dispuesto en la Ley Orgánica 1/1996 de 15 de enero”.
El legislador ha optado por la edad de los catorce años como límite mínimo a
partir del cual comience la
posibilidad de exigir responsabilidades a los menores con base en la convicción
de que las infracciones
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 38
cometidas por los niños menores de esta edad son en general irrelevantes y
que, en los casos en que aquellas
pueden producir alarma social, son suficientes para darles una respuesta
igualmente adecuada los ámbitos
familiar y asistencial civil.
Con la entrada en vigor de esta Ley, los menores de catorce años deben ser
considerados como
inimputables penalmente, con presunción iuris et de iure de que carecen de la
capacidad para comprender el
carácter ilícito de su conducta o de obrar conforme a esa comprensión, no
pudiendo ser objeto de ninguna pena,
sanción o medida impuesta por Jueces o Tribunales penales.
Los mayores de 14 y menores de 18 años (menores)
Los menores incluidos en esta franja de edad son los principales destinatarios
de la LORRPM. Según
establece el art. 1, “Esta Ley se aplicará para exigir la responsabilidad de las
personas mayores de catorce años
y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como delitos o
faltas en el Código Penal o las leyes
penales especiales”.
A los mayores de catorce años y menores de dieciocho, pese a no tener
responsabilidad penal, de
acuerdo al Código penal de adultos, no se les puede considerar irresponsables
e inimputables penalmente,
porque si que tiene una responsabilidad penal, aunque dada su edad y su
incompleta formación y madurez, se
excluye dicha responsabilidad de las normas penales de carácter general y se
regula por unas normas
específicas, acordes con el grado de desarrollo de su personalidad. El
fundamento de su exclusión reside en
criterios de política criminal, por entender, como expresamente señala la
Exposición de Motivos, que la
responsabilidad penal de los menores presenta frente a la de los adultos un
carácter primordial de intervención
educativa que trasciende a todos los aspectos de su regulación jurídica y que
determina considerables
diferencias ante el sentido y el procedimiento de las sanciones en uno y otro
sector.
En el ámbito de aplicación de la Ley y de la graduación de las consecuencias
por los hechos cometidos,
se diferencian dos tramos: de catorce a dieciséis y de dieciséis a dieciocho
años, por presentar uno y otro grupo
diferentes características que requieren un tratamiento diferenciado,
constituyendo una agravación específica en
el tramo de los mayores de dieciséis años la comisión de delitos que se
caracterizan por la violencia, intimidación
o peligro para las personas.
Esta graduación de la responsabilidad en dos etapas responde al criterio de
que la madurez es un
proceso evolutivo continuado.
Los mayores de 18 años y menores de 21 (jóvenes)
En principio, como regla general, a estos jóvenes se les considera imputables
y, por tanto, responsables
penalmente. Ahora bien, como excepción, en determinados supuestos (escasa
gravedad de los hechos) cuando
concurran ciertas condiciones (grado de madurez y circunstancias personales),
se les podrá aplicar el Derecho
penal juvenil. De conformidad con el art. 4 LORRPM las condiciones son:
comisión de un delito o falta menos
grave sin violencia o intimidación en las personas ni grave peligro para la vida o
la integridad físicas de las
mismas; que no sea reincidente, y que las circunstancias personales y su grado
de madurez lo aconsejen. Estos
jóvenes adultos se presume que tienen capacidad de culpabilidad, lo que
ocurre es que dada su todavía
juventud, su recién adquirida madurez, su inexperiencia vital, el fenómeno de
prolongación de la adolescencia en
la sociedad actual, etc., únicamente por razones de política criminal se
considera más adecuado y conveniente,
tanto para ellos como para la sociedad, que en algunos casos sean
equiparables a los jóvenes.
2. Ámbito de aplicación objetivo
La competencia material abarca a todo delito o falta tipificado en el Código
penal o leyes penales
especiales cometido por cualquier persona mayor de 14 años y menor de 18
(art. 1.1 LORRPM).
La competencia funcional corresponde a los Jueces de Menores,
Magistrados especialistas en materia
de menores pertenecientes a la Carrera Judicial, quienes serán competentes
en primera instancia, para conocer
de los hechos delictivos cometidos por los menores y para resolver sobre la
responsabilidad civil derivada del
delito.
Los jueces de menores que hayan dictado la sentencia correspondiente
tendrán también el control de la
ejecución de las medidas previstas en la Ley, recayendo la competencia para la
ejecución de las medidas
adoptadas por los jueces de menores en las Comunidades Autónomas.
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 39
En segunda instancia, contra las sentencias dictadas por el Juez de Menores
se podrá interponer recurso
de apelación ante la Audiencia Provincial correspondiente. Se excepciona de la
competencia objetiva de los
Jueces de Menores la materia de terrorismo y se atribuye a un órgano que se
integra en la estructura de la
Audiencia Nacional, el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional,
centralizando la competencia de
los delitos de terrorismo, independientemente de la edad de los autores.
Respecto de la competencia territorial, rige como regla general el forum
delicti comissi, esto es, que la
competencia corresponde al Juez de Menores del lugar donde se haya
cometido el hecho delictivo, excepto en
los supuestos de delitos conexos cometidos en diferentes territorios, en cuyo
caso el criterio de competencia que
regirá será el del domicilio del menor. El fundamento de esta excepción reside
en que resulta más aconsejable el
mantenimiento del menor dentro de su entorno familiar y social y la cercanía
del menor respecto de los órganos
de la Administración de Justicia encargados de aplicar las medidas.
IV. DETERMINACION LEGAL DE LA EDAD
“Las edades indicadas en el articulado de este Ley se han de entender siempre
referidas al momento de la comisión de
los hechos, sin que el haberse rebasado las mismas antes del comienzo del
procedimiento o durante la tramitación del mismo
tenga incidencia alguna sobre la competencia atribuida por esta misma Ley a
los Jueces y Fiscales de Menores” (art. 5.3
LORRPM)
Este precepto incluye una regla sobre la determinación de los efectos de la
edad en la aplicación temporal
de las normas de la Ley, siguiendo el criterio lógico de tempus regit actum, esto
es, el de tomar en consideración
la edad que el menor tenía en el momento de cometer el delito. Aunque el
planteamiento parece claro, la
determinación de la edad plantea algunos problemas.
La redacción legal tanto de los arts. 19 y 69 del Código penal, como de los arts.
1, 3 y 4 de la LORRPM,
puede dar lugar a cierta confusión ya que se refiere a los menores y a los
mayores de una determinada edad,
con lo que esa edad que opera como límite entre ambas franjas no parece muy
claro si se debe incorporar hacia
el límite inferior o hacia el superior.
En el primer tramo (menores de catorce años) se encuentran todos aquellos
niños que en momento de la
comisión de los hechos, todavía no han cumplido los catorce años.
En el segundo tramo (entre catorce y dieciséis años), se encuentran los
menores que hayan cumplido los
catorce años pero no hayan cumplido aún los dieciséis, tomando como
referencia para este cómputo el momento
de la comisión del hecho.
En el tramo siguiente (entre dieciséis y dieciocho años), los menores que
tengan cumplidos los dieciséis
años y aún no hayan celebrado su decimoctavo cumpleaños.
Por último, el tramo (entre dieciocho y veintiún años), comprenderá a los
jóvenes que hayan cumplido los
dieciocho años y no alcancen todavía la edad de veintiún años.
El principal problema que plantea esta norma es el de la determinación del
momento del cumplimiento de
la edad en el caso concreto. En aquellos supuestos en los que no quede
suficientemente acreditada la hora de
nacimiento del menor y dicha duda sea relevante en cuanto a la posible
incidencia sobre la inclusión del menor
en uno u otro grupo de edades, el Tribunal Supremo ha resuelto dicha duda al
no considerar aplicable el art. 315
CC (“La mayor edad empieza a los dieciocho años cumplidos. Para el cómputo
de los años de la mayoría de edad se incluirá
completo el día del nacimiento”). Manifiesta en sentencia que el criterio del art.
315 que es beneficioso en materia
civil, pues adelanta la adquisición de la plena capacidad de obrar, no los sería
en el aspecto ahora examinado.
Por todo ello, el cómputo de esta materia penal ha de realizarse de momento a
momento, teniendo en cuenta la
hora en que ha de reputarse cometido el delito y aquella otra en que se produjo
el nacimiento. Si no consta la
hora del nacimiento, tal omisión probatoria ha de beneficiar al acusado, de
modo que se haya de entender que
nació en una hora posterior a aquella en que se produjo el hecho delictivo.
En los casos en los que la verdadera edad del sujeto no resulte
fehacientemente acreditada o pueda
resultar dudosa, se habrá de acudir a la regulación contenida en el art. 375
LECrim. Para acreditar la edad del
imputado se acudirá, en primer lugar, a la certificación de su inscripción de
nacimiento en el Registro civil o a su
partida de bautismo. En segundo lugar, en defecto de lo anterior, habrá que
acudir a la realización por el médico
forense de un examen pericial de carácter anatómico para averiguar la edad
del presunto menor. En caso de
duda habrá de aplicarse el principio indubio pro reo.
CAPÍTULO VI: LA LEY ORGANICA REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS
MENORES: ASPECTOS SUSTANTIVOS
Penal Juvenil - 40
En este sentido, la LO 8/2000 de reforma de la LO 4/2000 sobre derechos y
libertades de los extranjeros
en España, ha dispuesto en su art. 35 que en los supuestos de extranjeros
indocumentados cuya minoría de
edad no pueda ser establecida con seguridad, se ponga el hecho en
conocimiento del Ministerio Fiscal, quien
determinará su edad en colaboración con las instituciones sanitarias.
Si en la Diligencias Preliminares el Fiscal comprueba que el denunciado es
menor de 14 años, dictará de
inmediato decreto de archivo remitiendo las actuaciones a la entidad de
protección. Si por el contrario comprueba
que el denunciado es mayor de 18 años, también dictará decreto de archivo de
las Diligencias Preliminares y
remitirá aquellas al Juez de Instrucción competente. En virtud del mencionado
principio in dubio pro reo, si las
dudas en torno a la edad del denunciado no se despejan en la fase de
Diligencias Preliminares, si ésta recae
sobre la mayoría de edad, el joven quedará sujeto a la jurisdicción de menores.
Si las dudas recaen en torno a si
el sujeto tenía o no cumplidos los 14 años, dicha duda se resolverá en sentido
favorable al menor, y no se le
exigirá responsabilidad penal.
Determinación de la edad en los delitos continuados y en los delitos
permanentes. Cuando alguna
de las conductas integrantes del delito continuado se ha realizado antes de
cumplir los 14 años, únicamente se
podrá exigir responsabilidad penal por las realizadas después de alcanzar
dicha edad. Por el contrario, en
aquellos supuestos de infracción continuada en los que la actividad delictiva
integradora de dicha infracción se
iniciara como menor de edad y se continuara después de cumplidos los 18
años, teniendo en cuenta que varios
de los hechos que se van a reunir en torno al delito continuado se desarrollaron
siendo ya mayor de edad penal,
es esta última edad la que determinará la competencia de los Tribunales,
quedando bajo la competencia del Juez
de Instrucción, que será el encargado de determinar si se aplica la Ley penal
del menor o no, según los términos
establecidos en el art. 4 de la LORRPM.
MIR PUIG establece los siguientes criterios a seguir en los delitos continuados:
cuando los distintos actos
parciales tienen una gravedad cuantificable y su suma agrava el hecho total
(delitos continuados contra la
propiedad), los apoderamientos anteriores al cumplimiento de la mayoría de
edad no ha de ser tenidos en cuenta
a efectos penales. En cambio, cuando los distintos actos parciales no tengan
una gravedad cuantificable
separadamente y que pueda sumarse (delitos continuados de falsedad) los
actos anteriores al cumplimiento de
la edad no variarán necesariamente la gravedad final del hecho.
En los delitos permanentes y en aquellos cuya ejecución se prolongue en el
tiempo y durante la misma el
sujeto alcance la mayoría de edad penal, cabrá castigarle por todo el hecho,
puesto que la proseguir la
realización del hecho viene a asumir los actos anteriores.
V. PRESCRIPCION DE DELITOS
Los hechos cometidos por los menores prescriben, según lo dispuesto en el
artículo 10.1 de la Ley:
1º A los cinco años, cuando se trate de un delito grave sancionado en el CP
con una pena superior a los
diez años.
2º A los tres años, cuando se trata de cualquier otro delito grave.
3º Al año, cuando se trate de un delito menos grave.
4º A los tres meses, cuando se trate de una falta.
Se establece una excepción, recogida en la disposición adicional 4ª letra f): los
delitos tipificados en los
arts. 138, 139, 179, 180, 571 a 580 del Código penal y aquellos sancionados
con pena de prisión igual o superior
a quince años, prescriben con arreglo a las normas contenidas en el Código
penal.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 41
I. LOS ORGANOS DE LA JURISDICCIÓN DE MENORES Y SU
COMPETENCIA
La característica más importante del nuevo proceso penal de menores reside
en su finalidad, cual es la de
erigirse , más que en un proceso retribucionista en un proceso concebido para
obtener la rehabilitación del
menor y solucionar el conflicto intersubjetivo entre el agresor y las partes. Para
el logro de estos objetivos, la
LORRPM procede, de un lado, a redefinir las funciones del Juez y del personal
colaborador, fundamentalmente
del MF y a consagrar, de otro, el principio de oportunidad en la persecución
penal.
De este modo, y frente al clásico principio de legalidad, absolutamente
hegemónico en la LECrim., la LO
5/2000 convierte al MF en el director de la instrucción e instaura el principio de
oportunidad, conforme al cual
puede el Ministerio Público obtener el sobreseimiento de un proceso o la
sustitución de una pena privativa de
libertad por otra limitativa de derechos, si la naturaleza del hecho, la
personalidad del imputado y la pronta
reparación de la víctima lo permiten.
Desde el punto de vista estrictamente procesal, la distribución de roles llevada
a cabo por la LO 5/2000,
que confiere la investigación al MF y la función de garante de los derechos
fundamentales de las partes al Juez
de Menores, además de asegurar la imparcialidad del Juzgador, termina con el
peligro de convertir los actos de
investigación en actos de prueba, fuera de los supuestos taxativamente
previstos, dado que al MF no le es
permitido, como regla general, generar actos probatorios, trasladando todo el
peso probatorio y decisorio a la
fase del juicio oral (audiencia, en el proceso penal de menores) y haciendo
recuperar a los jueces la pureza de
su ejercicio constitucional de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
1. El Juez de Menores (*)
En la LORRPM el Juez de Menores ya no efectúa la instrucción, cual acontece
en el proceso penal de
adultos, pues dicha función investigadora pasa a encomendarse al MF.
Sin embargo, ello no significa que el Juez se encuentre ausente en la
instrucción, sino simplemente se
trata de reconducir el papel de dicho órgano jurisdiccional a su genuina
posición de tercero imparcial, al que
siguen correspondiendo las funciones de adoptar las resoluciones limitativas de
los derechos fundamentales, la
decisión sobre las medidas cautelares que se soliciten respecto del menor, la
declaración del secreto instructorio,
la decisión sobre la apertura del juicio oral o el sobreseimiento y el
conocimiento del juicio oral y la emisión de la
pertinente sentencia. Asimismo, le corresponde intervenir los actos de prueba
sumarial anticipada o
preconstituida, prevenir y erradicar las dilaciones en la instrucción y controlar la
actividad instructora efectuada
por el MF.
2. El Ministerio Fiscal (*)
Al MF, Director de la instrucción, le corresponde acordar la práctica de las
diligencias instructoras dirigidas
a investigar el hecho punible y la participación en él del menor, es decir, le
corresponde la función de preparar el
juicio oral o proponer al Juez el sobreseimiento. En el MF concurren dos roles
concurrentes pero sucesivos: la de
erigirse en instructor del procedimiento y la de seguir asumiendo la función de
parte acusadora en el juicio oral.
Pero junto a estas clásicas funciones, del texto de la LORRPM se infiere otra
dirigida a la asunción de
aquellos fines procesales penales de reinserción del imputado y de protección
de la víctima, cual es su nueva
función de mediador, consistente en contribuir a la obtención de la rápida
solución, tanto del conflicto social
existente entre el Estado y el imputado, cuanto el intersubjetivo que enfrenta al
ofensor con su víctima.
Al MF le corresponde proponer al Juez cual sea la sanción, de las contenidas
en el art. 7, que mejor se
adecua al cumplimiento de los fines del proceso, así como posibilitar una
conciliación entre el imputado y
perjudicado. Esta actividad la realiza el MF mediante la puesta en práctica del
principio de oportunidad, que le
autoriza a disponer, desde el archivo de las actuaciones (o desistimiento de la
pretensión penal, en la
terminología del art. 18), siempre y cuando el delito imputado no sea grave, no
se haya cometido con violencia o
intimidación y el menor no sea reincidente, o solicitar una petición de
sobreseimiento bajo condición de
cumplimiento por el imputado de futuras prestaciones, a ejercitar la
conformidad o proponer la suspensión del
fallo, hasta incluso instar la sustitución de la ejecución de medidas por otras
más adecuadas para la obtención de
la reinserción del menor.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 42
II. LAS PARTES EN EL PROCESO PENAL DE MENORES
1. El Ministerio Fiscal
Con respecto a las partes penales, ya se ha indicado que el MF asume el doble
rol de instructor-acusador,
lo que, a fin de salvaguardar una mayor objetividad, debiera conllevar una
distribución de estas dos funciones en
dos miembros del MF distintos; pero la LORRPM no prohíbe esta acumulación
funciones.
Ello exige que su actuación se rija, en cada una de estas fases, por distintos
principios: el exclusivo de
imparcialidad en la fase instructora, conforme al cual ha de consignar no sólo
las circunstancias adversas, sino
también las favorables para el imputado y el principio pro societate o de
defensa de la sociedad, que ha de
presidir su actividad como parte acusadora en el juicio oral.
2. La Acusación particular
La mayor novedad de la LO 5/2000 estribaba en el régimen de intervención de
los acusadores
particulares, el cual no era, como acontece en el proceso de adultos, en calidad
de partes principales, sino de
meros coadyuvantes del MF.
A tal efecto, el art. 25 prohibía, de un lado, la intervención del acusador popular
en la medida en que
negativamente tan solo contemplaba la intervención del perjudicado y, de otro,
reducía la capacidad de
postulación de este último a los supuestos de que el imputado fuera mayor de
dieciséis años y presunto autor de
un delito violento, en cuyo caso podía tomar conocimiento de la instrucción,
proponer y participar en las
conciliaciones y ser oído en la sustitución de las medidas. No podía, sin
embargo, el acusador particular
formalizar su escrito de acusación, ni comparecer como parte principal en
paridad de armas con el MF.
Ello no obstante, nuestro legislador dio un giro radical en el tratamiento de la
personación del perjudicado
en el proceso penal de menores a través de la Disposición Adicional Segunda
de la LO 15/2003, permitiendo al
perjudicado por el delito y a otra serie de sujetos a él unidos por lazos de
parentesco el ejercicio de la acción
penal.
A tal efecto, la mencionada Disposición otorga nueva redacción al art. 25
permitiendo personarse en el
procedimiento como acusadores particulares a las personas directamente
ofendidas por el delito, sus padres, sus
herederos o sus representantes legales, si fueran menores de edad o
incapaces, con todas las facultades y
derechos que se derivan de la adquisición del estatus de parte en el
procedimiento, entre los que destacan, entre
otros, los siguientes:
a) ejercitar la acusación particular durante el procedimiento
b) instar la imposición de las medidas previstas legalmente
c) tener vista de lo actuado, siendo notificado de las diligencias que se soliciten
y acuerden
d) proponer pruebas que versen sobre el hecho delictivo y las circunstancias de
su comisión
e) participar en la práctica de las pruebas
f) ser oído en cuantos incidentes se tramiten durante el procedimiento
g) participar en las vistas y audiencias que se celebren
h) interponer los recursos procedentes de acuerdo con la Ley
Con arreglo a este nuevo régimen procesal es estatus del acusador particular,
ya no es el del
coadyuvante, sino el de parte principal.
3. La Defensa
El derecho fundamental de defensa
Al igual que sucede en el proceso penal de adultos, la LO 5/2000, con el fin de
dotar al derecho de
defensa de la significación que le otorga el art. 24.2 CE, anticipa de modo
inequívoco la designación por el
imputado de Abogado a la fase instructora al disponer que, desde el mismo
momento de la incoación del
expediente, el menor tendrá derecho a ser informado por el Juez, el MF o
agente de policía de los derechos que
le asisten y a designar Abogado que le defienda, o que le sea designado de
oficio y a entrevistarse
reservadamente con él, incluso antes de prestar declaración (art. 22 LORRPM).
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 43
Si a ello se une la posibilidad procesal que, de conformidad con lo dispuesto en
el art. 26.2, se confiere al
Abogado del menor para proponer que se lleve a efecto la declaración del
menor, en cuyo supuesto el MF
deberá recibirla en el expediente, salvo que ya hubiese concluido la instrucción,
parece conjurado el riesgo de
sufrir acusaciones sorpresivas, aun cuando lo deseable hubiera sido
predeterminar unos contenidos, mínimos a
la instrucción, exigiendo al menos la declaración del menor, tal y como impone
el TC en el procedimiento
abreviado, de aplicación supletoria (DF 1ª LORRPM).
Diligencias de instrucción instadas por el Abogado del menor
Actos instructorios de la defensa
Debido a la circunstancia de que en el proceso penal contemporáneo rige la
presunción de inocencia, la
fase instructora no sólo puede estar dirigida a la investigación del hecho
punible, sino también a acreditar la
inocencia del imputado y a provocar el archivo o sobreseimiento de las
actuaciones sumariales.
Además, dada la finalidad esencial del proceso penal de menores, cual es la de
erigirse en un proceso
concebido para obtener la rehabilitación del menor, la fase instructora también
se integra por la necesidad de
determinar si conviene o no al interés del menor la continuación del
procedimiento.
Los actos instructorios de la defensa están pues, dirigidos a acreditar en esta
fase la inexistencia del
hecho, su falta de tipicidad o de participación en él de la parte material o la
concurrencia de alguna causa de
exención de la responsabilidad penal o, en su caso, a demostrar la
concurrencia de circunstancias psicológicas,
educativas, sociales o familiares que puedan hacer aconsejable desistir del
procedimiento o alcanzar una
solución extrajudicial.
Esta es la razón por la cual el art. 26.1 LORRPM permite al Abogado del menor
solicitar del MF la práctica
de cuantas diligencias considere necesarias. Los principios que han inspirado
el procedimiento diseñado por el
legislador explican que esa petición se dirija al MF encargado de la
investigación, quien habrá de decidir sobre su
admisión o rechazo, dictando al efecto resolución motivada que notificará al
Abogado proponente y pondrá en
conocimiento del Juez de Menores.
Los criterios para decidir la práctica de estas diligencias han de ser los mismos
que utiliza el Juez de
Instrucción durante la fase de investigación, por lo que, de conformidad con lo
dispuesto en el LECrim., el MF
habrá de practicar la totalidad de los actos de investigación que le propusiere el
abogado del menor, siempre y
cuando no sean contrarios a la Ley, innecesarios, inútiles o perjudiciales.
Supuestos especiales
Como ya se ha señalado, la declaración del menor, cuando ésta se insta por su
propio Abogado, está
sujeta a un régimen especial, toda vez que su propuesta despliega un efecto
vinculante para el Fiscal, quien
deberá acordar en todo caso su práctica, salvo que ya hubiera concluido la
instrucción y el expediente hubiese
sido elevado al Juzgado de Menores.
Si las diligencia propuestas por el Abogado del menor afectaren a derechos
fundamentales de éste o de
otras personas, dicha petición sigue teniendo como intermediario al MF, quien,
de estimar pertinente la solicitud,
se dirigirá al Juez de Menores, a quien corresponda la función, entre otras, de
adoptar las resoluciones limitativas
de los derechos fundamentales.
Instrucción judicial complementaria
Contra la resolución del Fiscal denegando la práctica de una diligencia de
instrucción solicitada por el
Abogado del menor no cabe recurso alguno, si bien, la defensa dispone de una
vía impugnativa consistente en la
posibilidad de reproducir su petición en cualquier momento ante el Juez de
Menores.
Aun cuando la ley no establece límite alguno a la facultad del Abogado del
menor para dirigirse al Juez
postulando la práctica de la diligencia rechazada, no parece aceptable que, el
indudable derecho que asiste a la
defensa de poder contradecir eficazmente el criterio del Fiscal instructor, tenga
que traducirse necesariamente en
el desarrollo de una instrucción judicial paralela a la del Fiscal, pues dicho
resultado práctico resultaría
contradictorio con la estructura general del proceso que la ley diseña, que
atribuye al Fiscal el protagonismo en la
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 44
fase de instrucción hasta su conclusión final, siendo más prudente entender
que la intervención del Juez de
Menores, en relación con las diligencias ordinarias de instrucción denegadas
por el MF, queda legalmente
pospuesta hasta la apertura de la fase intermedia o de alegaciones, la cual
sucede una vez dictado decreto de
conclusión del expediente.
El Abogado del menor, tras el decreto de conclusión del expediente, todavía
puede reclamar el
sobreseimiento de la causa y fundar dicha pretensión en la práctica de aquellas
diligencias que el Fiscal le
rechazó en el curso del expediente de reforma, pese a resultar pertinentes y
útiles, con lo que se garantiza, sin
necesidad de poner en peligro la imparcialidad del Juez de Menores, el
derecho de defensa y la igualdad de
armas en el proceso.
Si el Juez de Menores, contradiciendo el criterio del Fiscal, estima la
pertinencia de las diligencias
solicitadas puede abrir entonces un breve trámite en el curso del cual las
practicará por si. Siendo esto así,
ninguna violación del Juez imparcial puede producirse por la acumulación en
un mismo órgano jurisdiccional de
la fase intermedia y la del juicio oral, toda vez que no puede existir asunción
simultánea de funciones instructoras
y enjuiciadoras allí donde, por haberse concluido ya la instrucción, tan sólo las
hay de enjuiciamiento sobre la
apertura o no de la audiencia y la de su efectiva realización.
Aun cuando la ley sólo prevé que tras su práctica se dé traslado de su
resultado al Fiscal y al Abogado del
menor, es obvio que la práctica judicial de las diligencias se debe verificar con
citación de todas las partes
personadas.
III. LA FASE DE INSTRUCCIÓN
1. Iniciación del procedimiento
La iniciación del proceso penal de menores se produce mediante la puesta en
conocimiento del MF de
una notitia criminis o sospecha de la comisión de una acción, que revista los
caracteres de delito o falta,
presuntamente cometidos por un menor de dieciocho años.
2. Diligencias Preliminares
Una vez recibida la notitia criminis, el MF procederá a la incoación de las
correspondientes diligencias
preliminares, las cuales podrán derivar en un Decreto de archivo o de incoación
del expediente de reforma.
Al margen de estas dos posibilidades también podrá el MF, amparándose en el
principio de oportunidad
que le otorga la nueva Ley (art. 18), desistir de la incoación del expediente,
siempre y cuando concurran los
presupuestos legalmente establecidos, opción esta última que será objeto de
estudio con posterioridad.
La fase de diligencias preliminares tiene por objeto valorar la concurrencia de
los presupuestos legalmente
establecidos para acordar la incoación del expediente de reforma, que son,
desde un punto de vista fáctico, la
verosimilitud de los hechos denunciados y la determinación de la identidad y
edad de los partícipes en su
ejecución y, desde el punto de vista normativo, la tipicidad penal de la conducta
denunciada.
Esta actividad preliminar de investigación se justificará únicamente cuando el
relato de hechos contenido
en la denuncia suscite, prima facie, dudas relevantes pues donde
verdaderamente se han de materializar en su
plenitud los principios constitutivos del proceso será en la fase de instrucción
propiamente dicha, subsiguiente al
Decreto de incoación del expediente.
En todo caso, la práctica material de diligencias de investigación en esta fase
no puede sustraerse a la
garantía de contradicción y defensa, debiendo el MF, sin que sea legítimo
ningún género de demora, informar al
imputado de su derecho de defensa y darle traslado de la denuncia.
3. La fase de instrucción: la incoación del expediente de reforma
En los supuestos en que la puesta en conocimiento de la notitia criminis
autorice la incoación directa del
expediente, así como cuando la tramitación de las diligencias preliminares
aconsejen su transformación en un
expediente de reforma, el Fiscal tiene la obligación legal de comunicar al Juez
de Menores la incoación del
expediente, comenzando desde este instante la fase instructora propiamente
dicha.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 45
Esta comunicación no puede ser entendida como un mero formalismo, resulta
preciso que el Decreto de
incoación contenga una sucinta exposición de los hechos que se incriminan,
circunstancias en que se han
producido e identificación de los menores expedientados y de los posibles
ofendidos o, en su caso, que se
acompañe del atestado policial o de la denuncia que haya motivado su
adopción.
El Decreto de incoación del expediente también ha de ser notificado al menor
desde el momento en que
se dicte, salvo cuando hubiera sido declarado secreto, conforme autoriza el art.
24. Esa notificación ha de
llevarse a cabo por el Secretario del Juzgado de Menores, quien ha de requerir
al menor y a sus representantes
legales para que designen Abogado en el plazo de tres días, advirtiéndoles
que, de no hacerlo, aquél le será
nombrado al menor de oficio de entre los integrantes del turno de especialistas
del correspondiente Colegio de
Abogados.
Finalmente, el MF notificará la incoación del expediente al perjudicado, si ya le
consta su identidad o, en
su caso, desde el momento en que así conste en la instrucción del expediente,
informándole del derecho que le
asiste a personarse en el procedimiento, así como de la posibilidad de ejercer
las acciones civiles que le puedan
corresponder personándose ante el Juez de Menores en la pieza de
responsabilidad civil, que se tramitará por
dicho órgano judicial.
4. Manifestaciones del principio de oportunidad en la fase de instrucción
La LO 5/2000, orientada por el deseo de fomentar los criterios educativos y de
valoración del interés del
menor, así como un uso flexible del principio de intervención mínima, recoge a
lo largo de su articulado y en
diferentes fases del procedimiento varias manifestaciones del principio de
oportunidad. Los motivos genéricos de
estas manifestaciones del principio de oportunidad han de situarse, de un lado,
en razones de política criminal o
de interés público, que desaconsejan la apertura del juicio y la irrogación de
una pena privativa de libertad, y de
otro, en la necesidad de descongestionar una justicia penal sobrecargada de
trabajo. Por su parte, los motivos
específicos pueden sintetizarse en los siguientes:
a) Evitar los efectos criminógenos de las penas cortas privativas de libertad
b) Obtener la rehabilitación del delincuente mediante su sometimiento
voluntario a un procedimiento de
readaptación, a cuyo cumplimiento efectivo queda condicionado el
sobreseimiento por razones de
oportunidad
c) Estimular la pronta reparación del daño
d) La convivencia de evitar juicios orales innecesarios o razones de economía
procesal
A efectos sistemáticos y en la etapa de instrucción, vamos a distinguir dos
momentos en donde juega el
principio de oportunidad encomendado al arbitrio del Fiscal: el primero lo sería
con anterioridad a la incoación del
expediente en que el Fiscal, de conformidad con lo dispuesto en el art. 18 de la
nueva ley, puede archivar por sí
las diligencias informativas o preliminares abiertas en Fiscalía; el segundo
tendría lugar en un momento
posterior, es decir, una vez incoado expediente de menores, pudiendo el Fiscal
solicitar su archivo al Juzgado de
Menores en los casos del art. 19 (conciliación, reparación o cumplimiento de
una actividad educativa).
Desistimiento de la incoación del expediente
Presupuestos objetivos y subjetivos del desistimiento
En el plano objetivo, el presupuesto de esta decisión es doble: formalmente, la
infracción penal que motiva
la notitia criminis debe ser constitutiva de un delito menos grave, o una falta,
tipificados en el CP o en las leyes
penales especiales; materialmente, el hecho delictivo ha de verse exento de
toda forma de violencia o
intimidación en su ejecución, presupuesto material que no se añade a las
faltas, por lo que puede tratarse de
cualquier tipo de las previstas en el Título III del CP, aun cuando en su
comisión haya existido violencia o
intimidación.
Desde el punto de vista subjetivo, se exige que el menor no haya cometido con
anterioridad otros hechos
de la misma naturaleza, expresión que adolece de una profunda indefinición, lo
que puede dar lugar a distintas
interpretaciones en torno a su alcance.
Un primer criterio podría ser el de reconducir dicho término al concepto de
reincidencia comprendido en el
art. 20.8 CP. Sin embargo, esta tesis resulta contraria con el tenor literal del art.
18.2, que se refiere a hechos y
no a delitos, ni a ejecutorias, por lo que la simple constancia de que el menor
ha cometido un hecho de la misma
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 46
naturaleza con anterioridad implicaría la imposibilidad de que pueda
beneficiarse del desistimiento de la
incoación que en él se regula.
Una segunda tesis es la mantenida por la FGE en su Circular 1/2000, quien
considera que la exigencia
legal de que el menor no haya cometido con anterioridad hechos de la misma
naturaleza se ha de entender en el
sentido de que el menor no deba haber incurrido en hechos constitutivos de
delito grave, o si se trata de delito
menos grave, que en su ejecución no haya empleado violencia o intimidación,
aunque los hechos presenten una
naturaleza diversa.
Si el hecho anterior es constitutivo de mera falta, o de delito menos grave sin
concurrencia de violencia o
intimidación, podría entenderse que el Fiscal tiene legalmente vedada la
decisión de desistimiento sólo si el
hecho anterior tiene la misma naturaleza que el hecho actual, atendiendo a si
se ha visto lesionado el mismo
bien jurídico de un modo semejante, no siendo necesario que exista una
condena anterior a la decisión del
Fiscal, pues la Ley se refiere a hechos, no a delitos, ni a condenas ejecutorias.
Cumplidos los anteriores presupuestos, el MF podrá desistir de la incoación del
expediente sin condición
alguna al menor (principio de oportunidad o sobreseimiento puro), lo que no se
corresponde con los precedentes
existentes en otros Ordenamientos que regulan la delincuencia juvenil, en los
que dicha terminación anticipada
va acompañada de un sistema de probation bajo la forma de sobreseimiento
provisional con contraprestaciones.
Igualmente, en la mayoría de los sistemas que admite el uso por el Fiscal del
principio de oportunidad, se
introduce una vía para discutir y controlar la decisión adoptada; vía interna, a
través de una petición de revisión
de la decisión por el superior jerárquico y externa, promoviendo un control
judicial, o única, referida al control por
los jueces, bien a través de recurso contra la decisión del Fiscal, para que un
juez revise y la apruebe o revoque,
obligando al Fiscal a actuar (sistema alemán), bien sometiendo en todos los
casos la decisión de desistimiento o
archivo del Fiscal a la aprobación de un juez (sistema portugués).
Hubiera sido deseable someter en todos los casos la decisión de desistimiento
o archivo del Fiscal a la
aprobación del Juez de Menores con el fin de que dicho órgano judicial
comprobara su legalidad pero sin entrar a
decidir sobre su oportunidad, que es competencia exclusiva del Fiscal.
Consecuencias jurídicas del desistimiento
(1) Actividad preventiva por desamparo. El Fiscal dará traslado de lo
actuado a la entidad pública de
protección de menores, quien habrá de promover necesariamente las medidas
de protección adecuadas a las
circunstancias del menor. Pese a que los términos empleados por el art. 18,
que hace alusión a expresiones
tales como dará traslado a la entidad pública de protección, quien habrá de
promover las medidas oportunas, tan
sólo cuando el MF considere que el menor se encuentra en una situación de
riesgo potencial o desamparo
deberá ponerlo en conocimiento de la entidad de protección para que se
adopten las medidas previstas al
respecto.
Lo que no puede admitirse es la adopción, con carácter obligatorio, de una
medida de protección sin
atender a las circunstancias personales del menor, que pueden no exigir
intervención alguna, ya que se estaría
dando entrada a una actuación administrativa paralela a la penal sin garantía
alguna para el menor, cuya
conducta penal no sería objeto de reproche por la única vía posible.
(2) Pieza de responsabilidad civil. El decreto de archivo de las diligencias
preliminares por
desistimiento de la incoación del expediente deberá comunicarse al Juez de
Menores para que proceda a la
tramitación de la correspondiente pieza de responsabilidad civil, notificando a
quienes aparezcan como
perjudicados su derecho a ser parte en la misma.
Lo más frecuente será que la parte perjudicada se reserve el ejercicio de la
acción civil para ejercitarla
ante el orden jurisdiccional civil y no en sede penal, si se repara en la escasa
utilidad práctica que cabe aventurar
al procedimiento separado que contempla la LORRPM para la exigencia de
responsabilidad civil, cuya sentencia
no producirá fuerza de cosa juzgada, con lo que la parte agraviada siempre
tendrá las puertas de la jurisdicción
civil abiertas para volver a discutir la pretensión civil dimanante del delito
cometido.
Sobreseimiento por conciliación o reparación entre el menor y la víctima
La reparación y la conciliación en el ámbito de la justicia de menores
La crisis del sistema de justicia penal y de las soluciones que ofrece ha
provocado el nacimiento de
corrientes que propugnan un Derecho Penal mínimo, a fin de que los órganos
de persecución penal puedan
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 47
concentrar su principal atención en aquellos hechos punibles que, por su
gravedad o complejidad, han de
merecer una mejor excitación del ius puniendi del Estado, y que abogan por la
“diversión”, en cuanto a la
derivación de las reacciones sociales a la delincuencia.
Desde esta perspectiva, la justicia de menores constituye uno de los campos
de actuación en el que la
articulación de vías alternativas de respuesta a la infracción penal presentan
mayores posibilidades de éxito, y
ello por varias razones: en primer lugar, porque el proceso penal del menor
tiene por finalidad la de erigirse en un
proceso concebido para obtener la rehabilitación del menor; en segundo lugar,
porque además, dicho proceso
pierde parte del contenido retributivo o dirigido exclusivamente a la aplicación
del ius puniendi para convertirse
en un proceso preventivo-especial, decreciendo considerablemente el índice de
intimidación al destinatario de la
sanción; finalmente, la satisfacción del interés de la víctima del comportamiento
infractor puede encontrar
mayores expectativas de éxito con fórmulas innovadoras.
Un interés particular revisten los temas de la reparación del daño causado y la
conciliación del delincuente
con la víctima como situaciones que pueden dar lugar al sobreseimiento del
expediente o la finalización del
cumplimiento de la medida impuesta, en un claro predominio de los criterios
educativos y resocializadores sobre
los de una defensa social esencialmente basada en la prevención general y
que pudiera resultar
contraproducente para el futuro.
Por otra parte, este sistema de reparación y conciliación diseñado por el
legislador supone un
enriquecimiento recíproco para la víctima y el menor infractor. Para la víctima,
se traduce en el conocimiento
personal del menor infractor y en la posibilidad de poder explicar el daño que
éste ha recibido con la posibilidad
de conceder el perdón, una vez recibida alguna satisfacción que no tiene por
que ser económica. Para el menor
infractor presenta elementos educativos, evitando que una intervención del
sistema penal basada en el castigo
contribuya a fijar identidades negativas en su persona, al tiempo que le ayuda a
descubrir su naturaleza de
persona que vive en sociedad y que debe respetar los intereses legítimos de
los otros, facilitando su
reintegración social a través de la petición de perdón.
Presupuestos objetivos y subjetivos para acordar el sobreseimiento
A diferencia de la posibilidad contemplada en el art. 18, en la que el Fiscal
desiste de la incoación del
expediente, en el caso del art. 19 LORRPM el expediente ya tiene existencia
jurídica en virtud de un acto de
incoación previo y podrá ser sobreseído sobre la base de una actividad de
carácter autocompositiva entre el
menor imputado y la víctima.
Para que el MF pueda dar por concluida la instrucción y solicitar del Juez el
sobreseimiento y archivo de
las actuaciones han de concurrir una serie de presupuestos, que pueden
sistematizarse en objetivos, subjetivos y
formales.
En el ámbito objetivo se exige que el hecho punible atribuido al menor sea
constitutivo de un delito menos
grave o de una falta y que en su ejecución no se haya empleado violencia o
intimidación graves, ni haya
producido alteración del orden público o revele peligrosidad de su autor.
El legislador condiciona la viabilidad de esta fórmula de sobreseimiento a la
circunstancia de que el
menor, con carácter alternativo, se haya conciliado con la víctima, haya
asumido el compromiso de reparar el
daño causado a la víctima o se haya comprometido a cumplir la actividad
educativa propuesta por el equipo
técnico.
Se entenderá producida la conciliación “cuando el menor reconozca el daño
causado y se disculpe ante
la víctima, y ésta acepte las disculpas”. Por tanto, la conciliación no es más que
el acto procesal a través del cual
se hace valer el perdón del ofendido como acto material de extinción de la
penalidad regulado en el art. 130.4
CP.
Por su parte, la reparación implica “el compromiso asumido por el menor con
la víctima o perjudicado de
realizar determinadas acciones en beneficio de aquellos o de la comunidad,
seguido de su realización efectiva”.
De conformidad con lo dispuesto por el art. 19.6, si la víctima del delito o falta
fuere menor o incapaz, tal
compromiso habrá de ser asumido por su representante legal, con la
aprobación del Juez de Menores.
En principio, según el tenor literal de estas definiciones, podría extraerse la
idea, según la cual, para que
se entendiera producida la conciliación sería requisito imprescindible que la
víctima aceptase las disculpas del
menor; mientras que para dar por acontecida la reparación, el compromiso del
menor respecto de la realización
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 48
de determinadas acciones, bien en beneficio de la víctima o perjudicado, bien
en el de la comunidad, debería ir
acompañado, en todo caso, de su realización efectiva.
No obstante, el art. 19.4 permite al MF que dé por concluida la instrucción,
solicitando del Juez el
sobreseimiento y archivo de las actuaciones, no solo cuando se haya producido
la conciliación o cuando se
hayan visto cumplidos los compromisos de reparación asumidos con la víctima,
sino también cuando una y otros
no pudieran llevarse a efecto por causas ajenas a la voluntad del menor.
Por último, el legislador condiciona la eficacia de esta fórmula de
sobreseimiento a la circunstancia de que
el menor se haya comprometido a cumplir la actividad educativa propuesta por
el equipo técnico.
La finalidad esencial de estas medidas estriba en que el menor comprenda,
durante su realización, que la
colectividad o determinadas personas han sufrido de modo injustificado unas
consecuencias negativas derivadas
de su conducta y que la prestación de los trabajos a los que se comprometa
constituyen un acto de reparación
justo, siendo conveniente relacionar la naturaleza de la actividad que se le
proponga con la de los bienes
jurídicos afectados por los hechos que haya cometido.
Presupuestos formales
(1) Intervención del Abogado. El art. 19 no contiene mención alguna a la
necesidad de que el menor
deba estar asesorado por su Abogado en el momento en que reconozca su
responsabilidad en los hechos que
se le imputan. Con el fin de evitar resultados adversos y preservar el derecho
de defensa, ha de garantizarse la
espontaneidad o libertad de la declaración de voluntad del inculpado, quien no
puede ser sometido a género de
presión alguno para que preste su reconocimiento en los hechos, el cual
debiera ser ratificado por su Abogado.
En cualquier otro caso se violaría el art. 6 del CEDN (derecho de acceso a un
Tribunal), con respecto al cual el
ETD ha tenido ocasión de declarar que dicho precepto no se infringe en los
sistemas de transacción, siempre y
cuando el consentimiento del imputado se haya prestado libremente y sin
coacción alguna.
(2) Intervención del equipo técnico. Este grupo de peritos asume la iniciativa,
cuando lo considere
conveniente y en interés del menor, sobre la posibilidad de que éste efectúe
una actividad reparadora o de
conciliación con la víctima, para lo cual informará al Fiscal con indicación
expresa del contenido y de las razones
que expliquen la procedencia y los beneficios de la actividad propuesta (art.
27.3). No existe inconveniente para
que esta facultad de propuesta pueda ser igualmente realizada por el menor e
incluso por la víctima, sin perjuicio
de su canalización por los profesionales del equipo que si la rechazan o la
entienden inviable, debieran, en
cualquier caso, informar al MF.
(3) Intervención del Ministerio Fiscal. El art. 19.3 determina que el equipo
técnico realizará las
funciones de mediación entre el menor y la víctima o perjudicado... e informará
al Ministerio Fiscal de los
compromisos adquiridos y de su grado de cumplimiento, lo que parece dar a
entender que sea ante este grupo
donde se produzca tal reconocimiento, lo que excede de sus competencias y
supondría una merma de las
garantías del procedimiento. Lo lógico sería que dicho reconocimiento se
efectuase por el menor, asistido de su
Abogado, ante el MF y que sea dicho órgano público quien, una vez constatada
la voluntariedad y la ausencia de
presiones en la participación del menor, plantee al equipo técnico la
procedencia de la solución reparadora y su
contenido.
Además, una vez presentado por el equipo técnico el correspondiente informe,
ya sea de oficio, ya sea a
instancia de parte, corresponde al MF no sólo la fiscalización de los
presupuestos que condicionan estas
soluciones extrajudiciales, sino también la valoración de la idoneidad del caso
para someterlo a un intento de
conciliación o reparación, lo que propicia una unificación de criterios con los
profesionales de los equipos
técnicos y evita tratos injustificadamente desiguales.
Efectos
(1) Efectos en la acción penal. Una vez producida la conciliación o cumplidos
los compromisos de
reparación asumidos, o cuando no pudieran llevarse a efecto por causas
ajenas a la voluntad del menor, el MF
dará por concluida la instrucción y solicitará del Juez el sobreseimiento y
archivo de las actuaciones con remisión
de lo actuado. En ambos supuestos se extinguirá la acción penal o fenecerá la
pretensión penal y finalizará el
procedimiento, debiendo dictar el órgano jurisdiccional una resolución
absolutoria de fondo para el imputado.
En consecuencia, a diferencia de lo que acontece en el proceso penal de
adultos, en donde los efectos de
la renuncia a la pretensión penal, acto procesal a través del cual se hace valer
el perdón del ofendido, son
distintos según la naturaleza del delito, no sucede lo mismo en el de menores,
pues, de conformidad con el
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 49
principio de oportunidad, el perdón del ofendido ha de producir el
sobreseimiento libre en todo lo referente a la
pretensión penal y ello, con independencia de si se trata de un delito público o
perseguible a instancia de parte.
(2) Efectos en la acción civil. La extinción del proceso penal no conlleva la de
la acción civil, la cual,
una vez finalizado el mismo, puede hacerse valer ante los Juzgados de primera
instancia y mediante el
pertinente proceso, con la sola excepción de las sentencias firmes absolutorias
por inexistencia del hecho.
Por tanto, el perjudicado puede ejercitar la acción civil mediante el
procedimiento separado que se
desarrolla en paralelo a la pieza principal, contemplado en los arts. 61 a 64
LORRPM, aun cuando se haya
extinguido la acción penal por conciliación o reparación entre el menor y la
víctima. El inciso final del art. 19.2
aclara que tanto la conciliación como la reparación han de entenderse “sin
perjuicio del acuerdo al que hayan
llegado las partes en relación al ejercicio de la acción por responsabilidad civil
derivada del delito o falta,
regulada en esta Ley”, que seguirá su propio recorrido procesal al margen de
las fórmulas que pongan fin al
expediente.
5. Los Equipos Técnicos (*)
Informe del equipo técnico
Con el fin de lograr un óptimo tratamiento psicoeducativo del menor infractor la
Ley atribuye al equipo
técnico, integrado por especialistas de las diversas ciencias del
comportamiento, una importante función de
asesoramiento al Juez y al Fiscal, plasmando al efecto su opinión técnica en
los distintos informes o audiencias a
que se refiere el texto legal.
Durante la instrucción del expediente, el MF requerirá del equipo técnico, que a
estos efectos dependerá
funcionalmente de aquel, la elaboración de un informe expresivo de las
circunstancias psicológicas, familiares y
educativas del menor, entorno social en el que vive y, en general, sobre
cualquier circunstancia relevante a los
efectos de la adopción de alguna de las medidas previstas en la Ley. Dicho
informe puede ser inicial o
complementario, según sea o no la primera vez que se incoa expediente al
menor.
Con buen criterio, la elaboración del informe no queda atribuido en régimen de
exclusividad al equipo
técnico, ya que la LO 5/2000 permite al Fiscal hacer uso de otros informes
procedentes de entidades públicas y
privadas que trabajen en el ámbito de la educación de menores y conozcan la
situación del menor expedientado
como complemento necesario de la instrucción.
Naturaleza jurídica del informe
La naturaleza jurídica no ha sido una cuestión pacífica en la doctrina. Mientras
que para unos no tiene la
naturaleza jurídica de una pericia, por nuestra parte entendemos que se trata
efectivamente de un informe
pericial, en la medida en que cabe atribuirle el mismo fundamento que el art.
456 LECrim. señala al informe
pericial, esto es, conocer algún hecho o circunstancia importante en el proceso
que requiera de conocimientos
científicos o artísticos.
Admitida la naturaleza pericial del informe emitido por el equipo técnico, el Juez
valorará el informe como
otra prueba más, según lo previsto en el art. 741 respecto a la libre valoración
de la prueba, sin que pueda
considerarse que tenga carácter vinculante en relación con los datos que
contiene, aun cuando es indudable que
la dimensión no jurídica de los problemas que plantea la justicia de menores va
a quedar perfilada por estos
profesionales con los que se debe procurar mantener un contacto
ininterrumpido y fluido.
IV. LAS MEDIDAS CAUTELARES
1. Concepto y fundamento
Por medidas cautelares cabe entender las resoluciones motivadas del órgano
jurisdiccional, que pueden
adoptarse contra el presunto responsable de la acción delictuosa, como
consecuencia, de un lado, del
surgimiento de su cualidad de imputado y, de otro, de la fundada probabilidad
de su ocultación personal o
patrimonial en el curso de un procedimiento penal, por las que se limita
provisionalmente la libertad o la libre
disposición de sus bienes con el fin de garantizar los efectos, penales y civiles,
de la sentencia.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 50
2. La detención (**)
Concepto y notas esenciales
Constituye la detención una medida cautelar de naturaleza personal y
provisionalísima, que puede adoptar
la autoridad judicial, policial e incluso los particulares, consistente en la
limitación del derecho a la libertad del
imputado con el objeto esencial, bien de ponerlo a disposición de la autoridad
judicial, bien si se encuentra ya en
dicha situación, de resolver sobre la misma restableciendo dicho derecho o
adoptando una medida cautelar
menos interina.
En el modelo de Derecho penal juvenil propuesto por las Naciones Unidas, la
detención de menores está
presidida por las siguientes notas esenciales:
a) la detención del menor se utilizará tan sólo como último recurso y durante el
período de tiempo más
breve posible
b) el menor detenido ha de ser tratado con la humanidad y el respeto que
merece la dignidad inherente
a la persona humana, teniendo en consideración las necesidades propias de su
edad
c) el menor privado de libertad tiene derecho al asesoramiento jurídico, a la
asistencia social, psicológica
y médica que requiera, a impugnar la legalidad de su privación de libertad ante
un Tribunal
competente y a una pronta resolución sobre dicha pretensión
Garantías en la detención de menores
El art. 17.1 LORRPM dispone que las autoridades y funcionarios que
intervengan en la detención de un
menor (...) estarán obligados a informarle, en un lenguaje claro y comprensible
y de forma inmediata, de los
hechos que se le imputan, de las razones de su detención y de los derechos
que le asisten.
En primer lugar y por imperativo constitucional (art. 17.3), se habrá de informar
al detenido de las
razones de su detención, las cuales aparecen concretadas en el art. 520.2
LECrim., así como en el art. 17.1
LORRPM: los hechos que se le imputan y las razones motivadas de su
privación de libertad.
Por hechos que se le imputan hay que entender hechos punibles, por lo que la
policía ha de realizar una
mínima calificación del hecho e ilustración de la norma penal infringida, sin que
dicha calificación pueda vincular,
en modo alguno, al órgano jurisdiccional.
La ratio legis de este extremo del deber de información descansa, en última de
instancia, en el derecho a
ser informado de la naturaleza y de la causa de la acusación del art. 6.3 a) del
CEDH, derechos que son
extensibles a cualquier procedimiento sancionador.
La necesidad de que tal puesta en conocimiento lo sea de forma inmediata,
obedece a que finalidad
estriba en posibilitar la defensa privada o autodefensa del imputado, razón por
la cual dicha puesta verbal en su
conocimiento ha de realizarse en todo caso con anterioridad a su interrogatorio,
a fin de que el detenido pueda
contestar la imputación contra él existente.
En segundo lugar, el art. 17 LORRPM exige también que el menor sea
informado del conjunto de
derechos y garantías que se asocian con carácter general al derecho de
defensa de toda persona
detenida y que se hallan enumerados en el art. 520.2 LECrim.: derecho a
guardar silencio, no declarando si no
quiere, a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable, a designar
Abogado de su elección o a
reclamar la intervención de uno del turno de oficio, a fin de que le asista en las
diligencias policiales y judiciales
de declaración e intervenga en todo reconocimiento de identidad de que sea
objeto, así como a ser reconocido
por el médico forense.
Junto a estos derechos, la LORRPM contiene determinadas singularidades con
las que se intenta paliar el
efecto negativo que la detención puede causar en el proceso formativo del
menor.
La primera de estas particularidades estriba en la obligación legal que incumbe
a la policía de notificar
inmediatamente el hecho de la detención y lugar de la custodia a los
representantes legales del menor y
al Ministerio Fiscal. Frente al régimen de la LECrim., en donde el control
jurisdiccional de la legalidad o
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 51
procedencia de las detenciones gubernativas se realiza a posteriori, es decir,
en el momento en que el atestado
o el detenido es puesto a disposición del Juez de Instrucción competente, la LO
5/2000 quiere que todas las
detenciones policiales de un menor de edad sean notificadas de inmediato al
MF, al que se le atribuye la defensa
de los derechos que a los menores reconocen las leyes y el primero de estos
derechos es no soportar una
privación de libertad injustificada o simplemente improcedente.
Por tanto, esta notificación no puede quedarse en un acto meramente formal y
rituario, siendo necesario
que la policía judicial facilite al MF los datos que permitan conocer y valorar la
pertinencia de la medida
acordada, ya que, en este mismo momento, si el Fiscal, atendiendo a la
naturaleza y gravedad de los hechos y a
las circunstancias personales del menor, considera procedente un ulterior
desistimiento, habrá de proceder a la
inmediata libertad del detenido y ello sin necesidad de esperar a que sea
trasladado a la Fiscalía desde las
dependencias policiales.
Otra singularidad propia de la LORRPM viene determinada por la declaración
del menor detenido, que
se llevará a cabo, no sólo en presencia de su letrado y del MF, sino también de
los que ejerzan la patria
potestad, tutela o guarda del menor salvo que, en este último caso, las
circunstancias aconsejen lo contrario.
En defecto de representantes, bien por razón de su ausencia, bien por el hecho
de hallarse
desaconsejada su presencia, la declaración habrá de practicarse en presencia
del MF, representado por persona
distinta del instructor del expediente.
Por último, con el fin de evitar o al menos reducir la dimensión traumática de la
detención de los menores,
el art. 17.3 LO 5/2000 establece que mientras dure la detención, los menores
deberán hallarse custodiados en
dependencias adecuadas y separadas de las que se utilicen para los mayores
de edad, y recibirán los cuidados,
protección y asistencia social, psicológica, médica y física que requieran,
habida cuenta de su edad, sexo y
características individuales.
Duración de la detención preventiva
Dispone el art. 17.4 LORRPM que la detención de un menor por funcionarios
de la policía no podrá durar
más tiempo del estrictamente necesario para la realización de las
averiguaciones tendentes al esclarecimiento de
los hechos y, en todo caso, dentro del plazo máximo de veinticuatro horas, el
menor detenido deberá ser puesto
en libertad o a disposición del Ministerio Fiscal.
De conformidad con la naturaleza provisionalísima de la detención, la
LORRPM establece una doble
técnica para delimitar la detención preventiva en su aspecto temporal.
En primer lugar, adoptando un criterio puramente cualitativo, establece que la
detención de un menor no
podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la realización de las
averiguaciones tendentes al
esclarecimiento de los hechos, debiendo entenderse por dicho concepto la
práctica de los actos de investigación
propios de las diligencias policiales, que, de conformidad con lo previsto por el
art. 520 de la LECrim. son
exclusivamente dos: el reconocimiento de identidad y la declaración del
detenido.
Por consiguiente, practicadas tales diligencias de carácter urgente, la autoridad
policial ha de poner en
libertad o a disposición del MF al detenido, sin que la LORRPM otorgue
derecho alguno a la policía a dilatar más
allá la detención, ni mucho menos le autorice a agotar el plazo previsto en
dicho precepto.
En segundo lugar, se establece un límite cuantitativo absoluto, en virtud del
cual la detención policial no
podrá durar nunca más de veinticuatro horas. Por tal razón, la detención de
un menor practicada por la
policía está sometida, con carácter general, a un plazo de veinticuatro horas.
En este plazo, que en todo caso
actúa como plazo máximo, el menor detenido deberá ser puesto en libertad o a
disposición del MF.
Cuando el menor detenido sea puesto a disposición del MF, éste habrá de
resolver, dentro de las cuarenta
y ocho horas a partir de la detención, sobre la puesta en libertad del menor,
sobre el desistimiento de la
incoación del expediente, o sobre la incoación del expediente, poniendo a
aquél a disposición del Juez de
Menores competente e instando del mismo las oportunas medidas cautelares.
Se exige del MF que ponga en libertad al menor o inste lo procedente sobre su
situación personal en el
plazo máximo de cuarenta y ocho horas, operando como dies a quo el
momento en que se produce la detención
y no aquél en que el detenido es puesto a su disposición, con lo que, si la
policía ha agotado el plazo de
veinticuatro horas que la Ley le concede, el Fiscal sólo dispone de otro período
de veinticuatro horas antes de
adoptar su decisión.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 52
Régimen específico de la detención preventiva en los supuestos de delitos de
terrorismo
Competencia objetiva
La LO 7/2000, que incorpora una nueva D.A. 4ª en la LORRPM, ha introducido
en el ámbito de la
responsabilidad penal de los menores importantes consecuencias prácticas,
entre las que cabe destacar la
atribución al Juzgado Central de Menores de la AN de la competencia objetiva
para el conocimiento de los delitos
de terrorismo en los que aparezcan como sujetos implicados menores de edad.
Aún cuando la mencionada Disposición guarda silencio en relación con la
Fiscalía competente, habrá que
entender que el detenido no debe ser puesto a disposición de la Fiscalía del
lugar donde se ha producido la
detención, sino directamente a disposición de la Fiscalía de la AN, que asume
en estos supuestos la
competencia instructora.
La asignación de la competencia objetiva en materia de delincuencia terrorista
al Juzgado Central de
Menores se acompaña también de una importante restricción en las
posibilidades de acumulación de delitos
conexos pues los procedimientos de la competencia de la AN no podrán ser
objeto de acumulación con otros
procedimientos instruidos en el ámbito de la jurisdicción de menores, sean o no
los mismos los sujetos
imputados.
Duración de la detención policial
De conformidad con la remisión directa que efectúa el art. 17.4 LORRPM al art.
520 bis LECrim., el
plazo extraordinario de la detención en él contenido también resulta de
aplicación a los menores detenidos
como presuntos partícipes de la comisión de un delito de pertenencia,
colaboración o favorecimiento de banda
armada.
En consecuencia, en los supuestos específicos del art. 520 bis se ha entender
que la detención
gubernativa tiene una duración máxima ordinaria de 72 horas, parificándose el
tratamiento del detenido adulto
y del menor. Esta aplicación extensiva de un régimen de excepcionalidad
suscita algunas dudas
interpretativas.
Uno de estos interrogantes consiste en discernir en qué medida las previsiones
de la LECrim. sobre
prórroga puedan afectar a los plazos que la LO 5/2000 establece respecto de la
detención y, en concreto, si
quedaría sin efecto la obligación que incumbe a la policía de poner al menor a
disposición del MF en el plazo
de veinticuatro horas.
De hecho, la puesta a disposición del Fiscal de la AN adquiere, en estos
supuestos, mucho más sentido,
en la medida en que permite garantizar la legitimidad de la solicitud de prórroga
de la detención por parte de la
policía judicial y, en definitiva, los derechos e intereses del menor detenido.
Por ello, hubiera sido conveniente, de lege ferenda, que la policía judicial
pusiera en conocimiento del
Fiscal de la AN, dentro del plazo de las 24 horas que puede durar la detención
por ella practicada, la
conveniencia de la solicitud de prórroga de la detención, y que fuera dicho
órgano público quien, a la vista de
las razones esgrimidas por la policía, la solicitase del Juez Central de Menores
de la AN.
En cualquier caso, lo más coherente con el plazo ordinario de detención que
rige en el ámbito de la
responsabilidad penal de los menores hubiera sido fijar el plazo máximo de la
prórroga en veinticuatro horas, y
no en cuarenta y ocho como prevé el art. 520 bis.
3. Medidas cautelares para la custodia y defensa del menor
Junto a la detención, las medidas cautelares de carácter personal que se
pueden adoptar durante la
tramitación del proceso penal de menores son: internamiento en centro, en el
régimen adecuado, libertad vigilada
o convivencia con otra persona, familia o grupo educativo.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 53
Presupuestos
En la adopción de la totalidad de las medidas previstas en el art. 28, como
regla general, han de concurrir
los presupuestos típicos de las medidas cautelares, cuales son el fumus boni y
el periculum in mora.
De conformidad con lo dispuesto en el art. 28 LORRPM, el fumus boni iuris o
apariencia de título de buen
derecho requiere, de un lado, que conste en la causa la existencia de un hecho
que presente las caracteres de
delito y, de otro, que aparezcan indicios racionales para creer responsable
criminalmente del delito al menor
contra quien se haya de dictar alguna de las medidas enunciadas con
anterioridad.
Tratándose de la medida de internamiento, no es suficiente para su adopción la
imputación de cualquier
delito o contravención, siendo necesario atender a la gravedad de los hechos
(art. 28.2), teniendo en cuenta que
según la jurisprudencia del ETD, que ha secundado nuestro TC, la gravedad
del hecho punible atribuido al
imputado no puede, por sí sola, justificar la prisión provisional, sino que precisa
ser combinada con otros
estándares, tales como los que acrediten el arraigo del imputado.
El anterior presupuesto ha de ser conjugado con el de periculum in mora o
peligro en el retardo a la hora
de dictar sentencia que, en el proceso penal de menores, al igual que en el de
adultos, consiste en un fundado
de peligro de fuga del imputado.
Junto a los anteriores presupuestos típicos de las medidas cautelares, la
LORRPM, en relación con la
medida cautelar de internamiento, acoge algunos presupuestos
extracautelares, como lo son la repercusión y
alarma social producida, que adulteran y distorsionan su verdadera naturaleza
procesal, pues, en modo alguno
tienen como fin asegurar la tramitación del proceso, ni garantizan la
comparecencia del menor en la audiencia,
sino que vienen a cumplimentar funciones claramente atribuibles a las propias
penas o a las medidas de
seguridad.
Desde un punto de vista constitucional no parece que tales estándares
pudieran llegar a desplazar el
peligro de fuga, pues, por muy respetables que sean los sentimientos sociales
de vindicta, la medida de
internamiento provisional no está concebida como una pena anticipada que
pueda cumplir fines de prevención
general, sino exclusivamente para asegurar el desarrollo normal del proceso.
Por último, el legislador modula el significado inicial de la medida de
internamiento y subordina su validez
a las circunstancias personales y sociales del menor, lo que impone al Juez de
Menores un reforzado deber de
motivación, que habrá de extenderse a justificar la concurrencia no sólo de los
presupuestos procesales, sino
también de la idea rectora que inspira la regulación del proceso penal de
menores, a saber, el superior interés
del menor.
Procedimiento
La adopción de medidas cautelares sigue el modelo de solicitud de parte, lo
que implica que el Juez de
Menores no puede acordar de oficio medida cautelar alguna, si no es instada
previamente por el MF o la
acusación particular.
El procedimiento para la adopción de las medidas cautelares aparece en el art.
28 LORRPM, que prevé la
celebración de una comparecencia a la que asistirán el MF, el letrado del
menor, el representante del equipo
técnico y el de la entidad pública de protección del menor o reforma de
menores. En dicha comparecencia, el MF
y el letrado del menor podrán proponer los medios de prueba que puedan
practicarse en el acto o dentro de las
veinticuatro horas siguientes.
Una de las cuestiones que suscita este precepto es si es o no preceptiva la
asistencia del menor a la
comparecencia de medidas cautelares. El silencio legal ha de ser colmado
acudiendo al art. 22.1 d), que
reconoce al menor el derecho a ser oído por el Juez o Tribunal antes de
adoptar cualquier resolución que le
concierna personalmente.
Por último, una vez admitida la necesidad de la celebración de una
comparecencia para la adopción de
cualesquiera de las medidas previstas legalmente, la Ley nada dice acerca del
plazo en que se debe celebrar la
misma. Habrá que entender, de conformidad con la LECrim., declarada
supletoria, que el Juez de Menores
dispone de un plazo máximo de setenta y dos horas a partir del instante en que
el menor sea puesto a su
disposición (detención judicial confirmatoria) o desde que la detención se
practique por el propio Juez de
Menores (detención judicial ex officio), para la celebración de dicha
comparecencia.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 54
Finalizada la comparecencia, el Juez puede disponer, bien la puesta en libertad
inmediata del menor
detenido, en cuyo caso será suficiente una providencia, bien la libertad vigilada,
convivencia con otra persona,
familia o grupo educativo o su internamiento en centro, supuesto este último
que habrá de ser motivada
especialmente, en forma de auto. Contra los autos que resuelvan el incidente
de adopción de medidas cautelares
cabe recurso de apelación en un solo efecto ante la Audiencia Provincial.
Duración
El art. 28 somete a un diferente régimen de limitación temporal la medida de
internamiento y aquellas
otras que no participen de esa naturaleza. Tratándose de la medida de
internamiento, el tiempo máximo de
duración será de tres meses, prorrogables, a instancia del MF y mediante auto
motivado, por otros tres meses
como máximo.
Aunque el precepto no lo diga, la prórroga de la medida de internamiento
debiera acordarse previa
celebración de una nueva comparecencia, que permita actualizar los informes
sobre el menor y posibilite que
éste y su Abogado puedan hacer las alegaciones que estimen oportunas,
especialmente en torno a la
subsistencia de los motivos que justificaron la adopción inicial de la medida
(rebus sic stantibus).
En relación con las medidas de libertad vigilada o convivencia con otra
persona, familia o grupo
educativo, de ser estimadas, no tienen un plazo límite de duración. La idea
protectora que parece animar su
adopción justifica la referencia más flexible a otros momentos procesales que
actúan como límite, cuales son la
celebración de la audiencia o la substanciación de los eventuales recursos (art.
28.1).
Al igual que acontece en el proceso penal de adultos, también el de menores
admite la compensación del
tiempo trascurrido durante la vigencia de una medida cautelar con el tiempo
que reste para el cumplimiento de la
medida definitivamente impuesta en sentencia.
Al propio tiempo, siguiendo un criterio jurisprudencial consolidado, se introduce
el abono en causa distinta,
admitiendo la compensación del tiempo de cumplimiento de la medida cautelar
sufrida cuando en el proceso
donde se ordenó el imputado resultara absuelto o condenado a una medida de
menor duración que la de la
medida cautelar padecida. En tales casos, el tiempo sufrido injustamente se
podrá aplicar y abonar en un
proceso diferente, pero siempre que haya tenido por objeto hachos anteriores a
la adopción de aquellas.
Finalmente, el art. 28.5 dispone que, cuando las medidas cautelares sufridas y
la medida impuesta sean
de distinta naturaleza, el Juez, a propuesta del MF y oídos el Abogado del
menor y el equipo técnico, ordenará
que se tenga por ejecutada la medida impuesta en aquella parte que estime
razonablemente compensada.
4. Medidas cautelares en los casos de exención de la responsabilidad
Régimen legal
La LORRPM instaura un régimen cautelar específico para aquellos supuestos
en que la instrucción ponga
de manifiesto que el menor se encuentra en alguna de las causas previstas en
los números 1º (anomalía o
alteración psíquica), 2º (estado de intoxicación plena por consumo de bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos
análogos) y 3º (alteración de la
percepción que conlleve una deformación grave de la conciencia de la
realidad), todas ellas previstas en el art.
20 CP.
En tales supuestos, el art. 29 LORRPM dispone que se adopten las medidas
cautelares precisas para la
protección y custodia del menor conforme a los preceptos civiles, instando, en
su caso, las actuaciones para la
incapacitación del menor y la constitución de los organismos tutelares previstos
legalmente.
En principio, la concurrencia de alguna de las causas de exclusión de la
responsabilidad habría de
promover el sobreseimiento del expediente por aplicación del art. 30 LORRPM.
Sin embargo, el art. 29 de la
LORRPM impide que pueda decretarse el sobreseimiento libre ex art. 637.3º
LECrim., por cuanto en tales
hipótesis ha de continuarse la normal tramitación de la causa a los efectos de
la eventual imposición de una de
las medidas terapéuticas previstas en el art. 7 d) y e) LORRPM, que
únicamente pueden ser impuestas en
sentencia, salvo los supuestos de conformidad limitada en la fase de
alegaciones cuando la medida instada sea
la prevista en el art. 7 e) (art. 32), e ilimitada en la audiencia (art. 36).
Procedimiento
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 55
Al igual que sucede con las medidas cautelares previstas en el art. 28, también
la adopción de las
medidas cautelares de protección ex art. 29 han de ser instadas al Juez de
Menores por el MF o la acusación
particular.
Dichas medidas habrá de ser acordadas como incidente del asunto principal,
en pieza separada del
mismo, en el marco de una comparecencia, de naturaleza similar a la prevista
para la adopción de las medidas
cautelares penales previstas en el art. 28 LORRPM, en la que, con respeto a
los derechos de defensa y
audiencia del menor, debe valorarse especialmente, el superior interés del
menor.
Finalmente, el precepto objeto de estudio prevé la posibilidad de que se insten
las actuaciones para la
incapacitación del menor y la constitución de los organismos tutelares conforme
a derecho. El art. 757 LEC, que
regula la legitimación en los procesos de incapacitación, dispone en su
apartado 4º que, frente a lo que acontece
cuando el incapaz sea mayor de edad, la incapacitación de los menores, en los
casos en que proceda conforme
a la Ley, sólo podrá ser promovida por quienes ejerzan la patria potestad o la
tutela, de lo que se infiere que el
MF no podrá instar la incapacitación del menor, si no que deberá solicitar a los
titulares de la patria potestad o la
tutela que lo hagan.
V. CONCLUSIÓN DEL EXPEDIENTE
1. Introducción
Dejando a un lado la petición de sobreseimiento por razones de oportunidad, la
conclusión del expediente
puede acontecer por dos motivos diferentes: bien porque el Fiscal haya
conseguido reunir los elementos fácticos
y jurídicos suficientes para resolver sobre la prosecución del procedimiento
mediante la formulación de su escrito
de alegaciones, bien porque, a la vista de la instrucción practicada, entienda
que concurren algunos de los
motivos previstos en la LECrim., en cuyo supuesto solicitará del Juez de
Menores el sobreseimiento de las
actuaciones, así como la remisión de los particulares necesarios a la entidad
pública de protección de menores,
cuando lo estime oportuno.
2. El sobreseimiento de la LECrim.
Dispone el art. 30.4 que el MF podrá solicitar del Juez el sobreseimiento por
alguno de los motivos
previstos en la LECrim. También puede el Juez de oficio, y pese al escrito de
alegaciones del MF, dictar un auto
de sobreseimiento ex art. 33.b.
A diferencia de los sobreseimientos por razones de oportunidad, en este
estadio procesal, la LORRPM tan
sólo autoriza el sobreseimiento por los tasados motivos previstos en la LECrim.
(arts. 637 y 641), los cuales
tienen como común denominador el de responder al principio de legalidad.
3. El escrito de alegaciones
Una vez practicados los actos instructorios, de entre los que deviene
ineludibles el interrogatorio del
menor y el informe del equipo técnico, y si no fuere procedente el
sobreseimiento con arreglo a lo dispuesto en la
LECrim., el MF dictará Decreto de conclusión del expediente con formulación
de su escrito de acusación o de
alegaciones, de todo lo cual notificará a la defensa, así como remitirá el
expediente y sus piezas de convicción al
Juez de Menores, dando comienzo la fase de alegaciones o intermedia.
Al igual que en el proceso para adultos, también el de menores está presidido
por el acusatorio (ne
procedat iudex ex officio y nemo iudex sine acusatore), razón por la cual es
presupuesto de la apertura del juicio
oral o audiencia ha de ser la presentación por el MF y la acusación particular
de sus escritos de alegaciones o
acusación.
En dicho acto de postulación, que adapta el esquema formal del escrito de
calificación previsto en el art.
650 LECrim. para el proceso de adultos a las singularidades que definen el
procedimiento de menores, se hará
constar la descripción de los hechos, su valoración jurídica, el grado de
participación del menor, una breve
reseña de las circunstancias personales y sociales de éste, y la proposición de
alguna medida de las previstas en
la Ley, con exposición razonada de los fundamentos jurídicos y educativos que
la aconsejen.
CAPÍTULO VII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (I)
Penal Juvenil - 56
A ello habría que añadir la propuesta probatoria, entre la que habría que incluir
la solicitud de práctica de
prueba anticipada y la posibilidad de proponer la participación en el acto de la
audiencia, junto al equipo técnico,
de aquellas personas o representantes de instituciones públicas o privadas que
puedan aportar al proceso
elementos valorativos del interés del menor y de la conveniencia o no de las
medidas solicitadas.
En el supuesto de que la solicitud de práctica de prueba anticipada fuera
admitida, para que goce de valor
probatorio será necesario el estricto cumplimiento de los siguientes requisitos:
a) material: que verse sobre hechos que, por su fugacidad, no puedan ser
reproducidos el día de la
celebración del juicio oral
b) subjetivo: que sea intervenida por la única autoridad dotada de la suficiente
independencia para
generar actos de prueba, esto es, por el Juez de Menores
c) objetivo: que se garantice la contradicción, para lo cual, siempre que sea
factible, se le ha de permitir
a la defensa la posibilidad de comparecer en la ejecución de dicha prueba
sumarial, a fin de que
pueda interrogar al testigo
d) formal: que el régimen de ejecución de la prueba sumarial sea el mismo que
el del juicio oral, así
como que su objeto sea introducido en dicho juicio público mediante la lectura
de documentos, la cual
ha de posibilitar someter su contenido a la confrontación de las demás
declaraciones de los
intervinientes en el juicio oral.
Naturalmente, la defensa comparece como parte principal y, en dicha calidad,
se le ha de dar traslado del
escrito de alegaciones del MF y la acusación particular, así como del testimonio
del expediente, a fin de que en
un plazo de cinco días formule, a su vez, escrito de alegaciones comprensivo
de los mismos extremos que el
efectuado por las partes acusadoras y proponga la prueba que considere
pertinente.
Cabe la posibilidad alternativa de que ese escrito de alegaciones sirva de
vehículo a la defensa para
expresar su conformidad con la medida solicitada por el Fiscal. En este
supuesto, si dicha medida consistiera en
alguna de las previstas en las letras e) a m) del apartado 1 del art. 7, esto es,
medidas que no conlleven una
restricción de libertad, y hubiera también conformidad del menor, el Juez
dictará sentencia sin más trámite
imponiendo la medida solicitada (art. 32).
Si no procediera el sobreseimiento, ni existiera conformidad, el Juez, a la vista
del escrito de alegaciones
de las partes acusadoras y de la defensa, y si se estimara competente,
dispondrá la apertura de la audiencia o
juicio oral.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 57
I. LA AUDIENCIA: EL AUTO DE APERTURA
El art. 34 LORRPM establece que el Juez de Menores podrá dictar auto de
apertura de la audiencia,
dentro del plazo de cinco días desde la presentación del escrito de alegaciones
del Letrado del menor, o una vez
transcurrido el plazo para la presentación sin que éste se hubiera efectuado.
A diferencia del proceso penal de adultos en que se distingue entre el auto
decretando la apertura del
juicio oral y el auto en el que el órgano competente para el enjuiciamiento se
pronuncia sobre las pruebas
propuestas y señalamiento de la fecha de celebración del juicio, en el proceso
penal del menor, en el mismo auto
de apertura de la audiencia, el Juez de Menores acordará, en su caso, lo
procedente sobre la pertinencia de las
pruebas propuestas y señalará el día y la hora en que debe comenzar la
audiencia, dentro de los diez días
siguientes.
Como se ha indicado, en el auto de apertura del juicio oral, el Juez de Menores
debe pronunciarse sobre
la admisión o rechazo de las pruebas propuestas por las partes, para lo cual
deberá examinar los siguientes
aspectos:
a) Que las pruebas han sido propuestas de conformidad con las normas
procesales
b) Que las pruebas son pertinentes
c) Que las pruebas no se han obtenido violando derechos o libertades
fundamentales
II. LA CELEBRACIÓN DE LA AUDIENCIA
1. Notas esenciales
La audiencia a la que se refiere la LORRPM no es otra cosa que el juicio oral,
fase más importante del
proceso penal, pues en ella y bajo los principios procedimentales de la oralidad,
concentración, inmediación y
publicidad, y procesales de contradicción, igualdad de armas y acusatorio, se
realizará la actividad probatoria, de
cuyo resultado procederá la imposición de una medida al menor o su
absolución.
En relación con la publicidad en la audiencia, aun cuando del texto legal se
infiere, como regla general,
que la audiencia será pública, sin embargo, lo normal en la práctica es que los
juicios de menores no sean
públicos, puesto que también establece la posibilidad de que el Juez de
Menores restrinja dicha publicidad. Así,
la publicidad de las sesiones puede ser restringida por el Juez, no sólo en
interés del menor imputado, sino
también de la víctima. La CE establece como una de las garantías del proceso
el principio de publicidad en el art.
24.2, pero al mismo tiempo el art. 120.1 regula la posibilidad de que pueda
excepcionarse la publicidad en las
leyes de procedimiento, tal como ocurre en el artículo 35.2 LORRPM. En el
mismo sentido se expresa el TC.
Específicamente, en el ámbito internacional también se recoge esta posibilidad.
En este mismo precepto, también se prohíbe a los medios de comunicación
social difundir imágenes o
datos identificativos del menor, por cuanto pueden afectar muy negativamente
a la personalidad en desarrollo del
menor.
Respecto de los asistentes a la audiencia, cabe señalar que la misma se
celebrará con la preceptiva
asistencia del Ministerio Fiscal, la acusación particular, el Letrado del menor, un
representante del equipo técnico
que haya evacuado el informe previsto en el art. 27 de la Ley y el propio menor,
el cual podrá estar acompañado
de sus representantes legales, salvo que el Juez, motivadamente, acuerde lo
contrario, oídos el Ministerio Fiscal,
el Letrado del menor y el representante del equipo técnico. También podrá
asistir el representante de la entidad
pública de protección o reforma de menores, que haya intervenido en las
actuaciones de la instrucción, cuando el
Juez así lo acuerde.
El citado precepto también plantea una duda de especial importancia, cual es la
posibilidad de celebración
de la audiencia en ausencia del menor imputado. Mientras un sector de la
doctrina considera que no es
aconsejable la celebración del juicio en ausencia del menor imputado, otra
parte de la doctrina sostiene que sí es
posible celebrar la audiencia en ausencia del menor imputado, por aplicación
supletoria de la LECrim., siempre
que concurran los requisitos previstos en el art. 786.1 de la referida ley.
En cuanto a la presencia del menor durante la celebración de la audiencia,
también se contempla la
posibilidad de que el Juez, de oficio o a solicitud de las partes, considere que el
interés del menor aconseja que
éste abandone la Sala, y así podrá acordarlo motivadamente.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 58
El menor deberá comparecer a la audiencia asistido de su Letrado y además,
podrá estar acompañado de
sus representantes leales, salvo que el Juez acuerdo lo contrario tras oír a los
presentes.
En la celebración de esta fase se evitará la utilización de signos externos como
la toga y estrados, propios
de los procesos penales de los adultos, optándose por la utilización de una
vestimenta ordinaria para simplificar
al máximo y evitar formalidades innecesarias en atención al menor.
2. Desarrollo de la audiencia
Inicio de las sesiones
La audiencia principiará informado el Juez al menor expedientado en un
lenguaje comprensible y
adaptado a su edad, de las medidas solicitadas por el Ministerio Fiscal o la
acusación particular, en sus escritos
de alegaciones, así como de los hechos y de la causa en que se funden. (art.
36.1 LORRPM). Por tanto, el Juez
deberá esforzarse en explicar con la mayor claridad y en un lenguaje
comprensible al menor cuales son los
hechos de los que está acusado, así como de la medida de mayor gravedad
solicitada para él por el MF o la
acusación particular en sus respectivos escritos de alegaciones, tanto en
contenido como en duración.
Conformidad del menor en el acto de la audiencia
De conformidad con lo dispuesto en el art. 36.2 LORRPM el Juez
seguidamente preguntará al menor si se
declara autor de los hechos y si está de acuerdo con la medida solicitada por el
MF o la acusación particular. Si
mostrase su conformidad con ambos extremos, oído el Letrado del menor, el
Juez podrá dictar resolución de
conformidad. Si el Letrado no estuviese de acuerdo con la conformidad
prestada por el propio menor, el Juez
resolverá sobre la continuación o no de la audiencia, razonando esta decisión
en la sentencia.
Tras la entrada en vigor del reformador art. 25 LORRPM, ha de interpretarse
que la conformidad deberá
ser con el escrito de alegaciones del MF o de la acusación particular que
contuviera la medida de mayor
gravedad, en clara analogía con lo dispuesto en el art. 787 de la LECrim.
Resulta, por tanto, que la conformidad se puede manifestar en dos momentos:
en el escrito de
alegaciones del menor (art. 32) o al inicio de las sesiones del juicio o audiencia.
Ahora bien, a diferencia de la
conformidad contemplada en el art. 32, la conformidad del art. 36 difiere
sustancialmente, tanto por su ámbito de
aplicación, cuanto por sus efectos. La conformidad del art. 36 puede ser
reclamada para cualquier tipo de
medida, incluso la de internamiento, habida cuenta de que nunca podrá
exceder de dos y excepcionalmente de
cinco años, es decir, no resulta procedente para penas graves. Por sus efectos,
en la medida en que el art. 36 no
establece genero alguno de vinculación cuantitativo para el Juez, quien podrá
recorrer la duración de la medida
en toda su extensión, llegando incluso a la absolución.
También pudiera darse el caso de que el menor estuviera conforme con los
hechos pero no con la medida
solicitada. Si así fuera, se sustanciará el trámite de audiencia sólo en los
relativo a este último extremo y, en
consecuencia, la prueba sólo podrá versar sobre la idoneidad de la medida
pero no para determinar la tipicidad
del hecho o su autoría.
La comparecencia previa
Cuando no haya conformidad y proceda la celebración de la audiencia, el art.
37.1 LORRPM establece la
apertura de una suerte de comparecencia previa similar a la prevista en el
proceso penal abreviado en la que el
Juez invitará al MF, a la acusación particular y al Letrado del menor a que
manifiesten lo que tengan por
conveniente sobre la práctica de nuevas pruebas o sobre la vulneración de
algún derecho fundamental en la
tramitación del procedimiento, o, en su caso, les pondrá de manifiesto la
posibilidad de aplicar una distinta
calificación o una distinta medida de la que hubieran solicitado. Seguidamente,
el juez acordará la continuación
de la audiencia o la subsanación del derecho vulnerado, si así procediere. Si
acordara la continuación de la
audiencia, el juez resolverá en la sentencia sobre los extremos planteados.
Del referido precepto se deduce que son tres las finalidades que tiene esta
comparecencia:
(A) La práctica de nuevas pruebas. El MF, la acusación particular y el Letrado
del menor podrán
manifestar lo que tengan por conveniente sobre la práctica de nuevas pruebas.
Ello no obstante, no puede
sostenerse la admisión de cualquier medio de prueba que pudo y debió
proponerse en los escritos de
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 59
calificaciones, pues ello podría genera indefensión a la contraparte, sino tan
sólo de los que sean desconocidos o
no pudieron proponerse en dichos escritos de acusación y defensa.
Por supuesto, el menor goza del derecho a la presunción de inocencia, lo que
supone que la carga de la
prueba corresponde a las partes acusadoras y, mientras no se prueben los
hechos y la participación del menor
en los mismos, al menor se le ha de reputar inocente a todos los efectos.
(B) Vulneración de algún derecho fundamental. También podrán manifestar,
en su caso, si consideran
que se ha producido la vulneración de algún derecho fundamental en la
tramitación del procedimiento.
Seguidamente, el juez acordará la continuación de la audiencia o la
subsanación del derecho vulnerado, si
procede. Si el Juez acordara la continuación de la audiencia resolverá en la
sentencia sobre los extremos
planteados.
(C) El debate sobre la calificación jurídica de los hechos o la medida
propuesta. El Juez también
puede utilizar este momento para plantear a las partes la posibilidad de que los
hechos merezcan una
calificación jurídica distinta o la conveniencia de adoptar una medida distinta a
la solicitada por el MF, la
acusación particular o el Letrado del menor.
Esta facultad no debiera, en la práctica, ser utilizada en un estadio tan
prematuro, pues podría
comprometer la imparcialidad del Juez o vulnerar el principio acusatorio. Por
ello, lo más adecuado sería que,
tras la práctica de la prueba y de los informes de las partes, el Juez hiciera uso
de esta facultad reconocida en el
art. 733 LECrim., siempre supletorio en el proceso de menores, y sugiera
nuevas tesis con estricto respeto al
principio acusatorio y a la prohibición establecida en el art. 8.1 LORRPM, que le
impide imponer una medida que
suponga una mayor restricción de derechos o por tiempo superior a la
solicitada por el MF o por acusador
particular.
(D) Aplicación supletoria del art. 786.2 LECrim. La aplicación supletoria del
art. 786.2 al proceso de
menores nos lleva a entender que la enumeración prevista en el art. 37.1
LORRPM no es exhaustiva, por lo que
también se podrían discutir en esta audiencia preliminar cuestiones
relacionadas con la competencia del Juez de
menores, existencia de artículos y previo pronunciamiento, causas de
suspensión de la audiencia, así como el
contenido y finalidad de las pruebas propuestas.
Práctica de las pruebas, informes y última palabra del menor
Finalizada la comparecencia previa, se iniciará la práctica de la prueba
propuesta y admitida, y la que,
previa declaración de su pertinencia, ofrezcan las partes para su práctica en el
acto, oyéndose al equipo técnico
sobre las circunstancias del menor. Seguidamente, el Juez oirá al MF, a la
acusación particular y al Letrado del
menor sobre la valoración de la prueba, su calificación jurídica y la procedencia
de las medidas propuestas,
sobre el que se oirá al equipo técnico.
Práctica de la prueba
Las pruebas que podrán practicarse en la audiencia serán:
a) Las propuestas por las partes en sus escritos de alegaciones y que fueron
admitidas por el Juez en el
auto de apertura de la audiencia
b) Las propuestas por las partes en el mismo acto de la audiencia, siempre y
cuando el Juez las
considere pertinentes
c) Las pruebas que de oficio pueda acordar el Juez, de conformidad con lo
previsto en el art. 729.2
LECrim., es decir, pruebas que no han sido propuestas por las partes, pero que
el Juez considere
necesarias para la comprobación de cualesquiera de los hechos que hayan
sido objeto de los escritos
de alegaciones de las partes.
En lo referente a la práctica de la prueba, será de aplicación supletoria lo
dispuesto en la LECrim., así
como lo dispuesto en la legislación relativa a la protección de testitos y peritos
en causas penales.
Para garantizar la protección de testigos y peritos, su declaración tendrá lugar,
generalmente, tras un
biombo desde el que no pueden ser observados y sí oídos, aunque también es
posible que lo hagan en circuitos
cerrados de televisión si se dispone de medios o por videoconferencia, que se
considera el sistema más idóneo
en estos casos.
Por otra parte, hemos de tener en cuenta también lo dispuesto en el art. 25.e)
respecto a la prueba de
careo, ya que el órgano actuante en la fase de audiencia podrá denegar la
práctica de la prueba de careo, si ésta
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 60
fuera solicitada, cuando no resulte fundamental para la averiguación de los
hechos o la participación del menor
en los mismos.
Por último, habrá de oírse, como necesaria prueba pericial, el informe del
equipo técnico sobre las
circunstancias del menor.
Informes de las partes
Una vez concluida la práctica de la prueba, el Juez concederá la palabra,
primero al MF, después a la
acusación particular y, finalmente, a la defensa del menor a fin de que le
informen sobre la valoración de la
prueba, su calificación jurídica y la procedencia de las medidas propuestas.
También oirá, por último, la
representante del equipo técnico para que informe sobre la procedencia de las
medidas propuestas.
Derecho a la última palabra
Por último, tras los informes, el Juez oirá al menor, dejando la causa vista para
sentencia.
Aunque nada se diga sobre el particular, cabe entender que, por aplicación
supletoria del art. 788.6
LECrim., del desarrollo de la audiencia se levantará acta que firmarán los
presentes, reseñándose el contenido
esencial de la prueba practicada, las incidencias acaecidas y las resoluciones
adoptadas, pudiendo completarse
o sustituirse por cualquier medio de reproducción mecánica, oral o escrita, de
cuya autenticidad dará fe el
Secretario.
III. SENTENCIA (*)
1. Plazo
Finalizada la audiencia, el Juez de menores dictará sentencia sobre los hechos
sometidos a debate en un
plazo máximo de cinco días (art. 38 LORRPM). Este plazo coincide con el
previsto para el procedimiento
abreviado. Sobre este plazo cabe señalar que, dadas las exigencias del
principio de celeridad que inspira el
proceso penal de menores, se debe hacer un esfuerzo por dictar realmente la
sentencia en ese plazo ya que si el
plazo se dilatara se podría ver afectado el interés del menor puesto que es
fundamental que la respuesta
educativa sea lo más inmediata posible y que, en el caso de que la sentencia
sea absolutoria, el menor, que se
ha visto inmerso en un proceso judicial, conozca cuanto antes la decisión
judicial y que se han acogido sus tesis
de defensa.
2. Requisitos formales de la sentencia
De conformidad con el art. 248.4 LOPJ, la sentencia se formulará expresando,
tras un encabezamiento,
en párrafos separados y numerados, los antecedentes de hecho, hechos
probados, en su caso, los fundamentos
de derecho y, por último, el fallo. Serán firmadas por el Juez, Magistrado o
Magistrados que las dicten.
Además, la regulación contenida en la LORRPM recoge dos aspectos relativos
a la sentencia que se dicta
en este proceso que conviene analizar:
Motivación de la sentencia
El art. 39 LORRPM exige la motivación fáctica de la sentencia consignando
expresamente los hechos que
se declaren probados y los medios probatorios de los que resulte tal
convicción.
El art. 120.3 CE establece esta exigencia y su ausencia infringiría el derecho a
la tutela judicial efectiva y
la presunción de inocencia que recoge el art. 24.2 CE.
Por otro lado, la motivación de las resoluciones judiciales (autos y sentencias)
se conecta con la
interdicción de la arbitrariedad y constituye una garantía esencial del justiciable,
que permite comprobar que la
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 61
solución dada al caso concreto es consecuencia de una exégesis racional del
ordenamiento y no fruto de la
arbitrariedad.
La motivación de toda sentencia penal debe comprender los tres aspectos
relevantes de la resolución:
1º) Fundamentación del relato fáctico que se declare probado
2º) Subsunción de los hechos en el tipo penal procedente
3º) Consecuencias punitivas en el caso de que la sentencia sea de condena
El TC ha expresado con claridad cual es la doble función de la motivación de
las resoluciones:
� Dar a conocer las reflexiones que conducen al fallo y,
� Facilitar el derecho de defensa mediante los recursos que procedan
Asimismo, ha concretado sus límites, pues no se exige una determinada
extensión ni amplitud, siendo
suficiente una motivación escueta, siempre y cuando exprese con claridad la
ratio decidendi de la resolución.
Claridad y comprensión de la sentencia
Conforme al art. 39 LORRPM, el Juez, al redactar la sentencia, procurará
expresar sus razonamientos en
un lenguaje claro y comprensible para la edad del menor.
En el proceso de menores, por tanto, es fundamental utilizar un lenguaje claro y
sencillo que el menor
pueda comprender. Lenguaje que ha de tener presente la edad del menor,
pues, se parte de que, como tal
menor, el mismo presenta déficit formativos y educativos, para los cuales la
sentencia es un medio que debe
ayudar en su reeducación.
3. Contenido de la sentencia
El art. 39.1 también se detiene en especificar las partes que van a constituir el
contenido ineludible de la
sentencia, y que se sintetizan en las siguientes.
1) Valoración jurídica de las pruebas practicadas. El Juez en su sentencia
debe establecer los
hechos probados, que habrán de fundarse en la valoración de las pruebas
practicadas y que abarcará a todas
ellas, hasta determinar cuales han producido la convicción judicial.
Cuando se trate de pruebas directas, la resolución judicial debe explicar cuales
han sido las que han
servido para fundar en los esencial la convicción acerca de la responsabilidad
del acusado y de los datos fácticos
que configuren el tipo delictivo objeto de condena. Si se trata de pruebas
indirectas, el juez debe dejar constancia
de cuáles se han utilizado como base para fundamentar la convicción del
juzgador y explicitar el razonamiento
que, a partir de los indicios, conduce a la convicción judicial.
En el proceso penal de menores también rige el principio de libre valoración de
la prueba. El Juez de
Menores apreciará según su conciencia las pruebas practicadas en la
audiencia y dictará sentencia. Este
principio obliga al Juez a razonar o motivar el resultado probatorio en su
sentencia.
2) Las razones expuestas por el Ministerio Fiscal, la acusación particular,
el Letrado del menor y,
en su caso, por el propio menor. El derecho a la tutela judicial efectiva se
satisface mediante una resolución
que atienda sustancialmente al núcleo de las pretensiones formuladas por las
partes, de tal suerte que ofrezca
una respuesta judicial coherente con los términos del debate suscitado en el
proceso.
3) Las circunstancias y gravedad de los hechos. En este punto, el Juez va a
examinar la calificación
jurídica de los hechos, el grado de ejecución y la participación que ha tenido el
menor en ellos, así como la
existencia, en su caso, de causas que pudieran atenuar la responsabilidad del
menor. También deberá tener en
cuenta los límites que a la flexibilidad en interés del menor impone al Juez la
D.A. 4ª LORRPM y si el delito
cometido por el menor es uno de los delitos graves contemplados en dicha
Disposición.
4) Todos los datos debatidos sobre la personalidad, situación,
necesidades y entorno familiar y
social del menor y la edad de este en el momento de dictar sentencia.
Estas circunstancias se pondrán de
manifiesto en los informes del equipo técnico y, en su caso, de las entidades
públicas de protección y reforma, y
a través de las pruebas que se hayan practicado en la audiencia respecto a las
referidas circunstancias.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 62
5) La medida o medidas propuestas, con indicación expresa de su
contenido, duración y
objetivos a alcanzar con las mismas. El principio básico para determinar la
medida adecuada es el del interés
superior del menor, que debe ponerse en relación con dos principios jurídicos
de suma importancia: el principio
acusatorio y el principio de proporcionalidad.
El principio acusatorio implica que el Juez no pueda acordar una medida que
suponga una mayor
restricción de derechos ni por un tiempo superior a la medida solicitada por el
MF o la acusación particular. No
obstante, no parece que se impida al juez imponer una medida que suponga
menor restricción de derechos o por
un tiempo inferior a la medida solicitada por el MF o la acusación particular.
El principio de proporcionalidad se recoge en el art. 8.2 LORRPM y supone que
el juez no puede adoptar
una medida privativa de libertad por más tiempo de la pena de la misma
naturaleza que se hubiera impuesto a
una persona mayor de edad por la comisión del mismo hecho delictivo. De este
modo, el legislador recoge la
doctrina sentada por el TC.
6) Fallo de la sentencia. Posibilidad de anticipación oral del fallo. La
conclusión de toda la
construcción anterior anteriormente reseñada será el fallo o parte dispositiva de
la sentencia, que deberá ser
congruente con los hechos declarados probados y los diferentes fundamentos
jurídicos. En el fallo se absolverá o
condenará al menor por el delito cometido, admitiéndose la posibilidad de que
pueda ser anticipada de forma oral
al concluir la audiencia, sin perjuicio de la posterior redacción y documentación
de la sentencia con arreglo a lo
dispuesto en el art. 248.3 LOPJ (art. 391 LORRPM). Además, si el Fiscal y las
partes, conocido el fallo,
expresasen su decisión de no recurrir, el Juez, en el mismo acto, declarará la
firmeza de la sentencia y se
pronunciará, previa audiencia de las partes, sobre la suspensión o la
sustitución de la pena impuesta, es decir,
sobre la suspensión de la ejecución del fallo a que se refiere el art. 40
LORRPM.
4. Registro de Sentencias en el proceso de menores
El apartado tercero del art. 39 LORRPM establece que cada Juzgado de
Menores llevará un registro de
sentencias en el cual se extenderán y firmarán todas las definitivas. Además, la
D.A. 3ª de la LORRPM establece
literalmente que en el Ministerio de Justicia se llevará un Registro de
sentencias firmes dictadas en aplicación de
lo dispuesto en la presente Ley, cuyos datos sólo podrán ser utilizados por los
Jueces de Menores y por el propio
Ministerio Fiscal. En el Registro se contendrá la información que remitirán los
órganos competentes en materia
de responsabilidad penal de los menores, dentro de los diez días siguientes a
la fecha en que se produzca la
firmeza de la resolución de que se trate.
Finalmente, en relación con la cancelación de los datos registrales, el art. 7 del
RD 232/2002 establece lo
siguiente:
1) La cancelación de los datos contenidos en el Registro se efectuará siempre
de oficio por el Ministerio
de Justicia, no siendo necesaria la formulación de instancia de parte interesada
2) Para que la cancelación tenga lugar, es necesario que el menor al que
afecte haya cumplido los 18 o
los 21 años, si se hubiera visto afectado por el régimen especial del art. 4 del
LORRPM por acontecer las
circunstancias específicas que lo permiten. Es necesario también que quede
constancia del cumplimiento de las
medidas tal y como se estableció en la sentencia que las impuso, o que se ha
producido su prescripción
3) Si se cumplen todos los requisitos citados anteriormente, la cancelación
tendrá lugar en el momento
en que transcurran diez años desde que se hubiera alcanzado cualquiera de
las edades señaladas en el
apartado anterior. No obstante, hay que entender que, aunque se alcance esta
edad, la cancelación no se
producirá si el menor tuviera pendiente el cumplimiento de una condena,
cualquiera que sea el lugar en que esté
cumpliéndola, pues cabe la posibilidad de que parte de ella, o toda, tuviera que
extinguirse en Centro
Penitenciario Ordinario, en cuyo caso, el plazo de diez años habrá de
computarse, no desde que se alcance
alguna de las edades mencionadas anteriormente, sino desde la fecha en que
se hubiera extinguido la condena.
5. Suspensión de la ejecución del fallo
El Juez de menores, de oficio o a instancia del MF o del Letrado del menor, y
oídos en todo caso éstos,
así como el representante del equipo técnico y de la entidad pública de
protección o reforma de menores, podrá
acordar motivadamente la suspensión de la ejecución del fallo contenido en la
sentencia (art. 40.1 LORRPM),
cuando la medida no se superior a dos años de duración, durante un tiempo
determinado y hasta un máximo de
dos años.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 63
Requisitos
1º. La suspensión de la ejecución del fallo corresponde acordarla al Juez de
Menores, de oficio o a
instancia del MF o del Letrado del menor.
2º. Antes de resolver sobre la suspensión, el juez deberá oír, en todo caso, al
MF, al Letrado del menor, al
representante del equipo técnico y de la entidad pública de protección o de
reforma.
3º. La medida cuya ejecución se suspende no puede tener una duración
superior a dos años. En este
punto debe tenerse en cuenta la excepción a esta regla general que prevé el
art. 2.c) de la D.A.4ª LORRPM, en
el que no se permite al Juez de menores la suspensión de la medida hasta que
haya transcurrido al menos la
mitad de duración de la medida de internamiento impuesta, cuando el menor,
de más de dieciséis años, haya
cometido uno de los delitos de gravedad enunciados en dicha Disposición.
4º. El plazo de suspensión de la ejecución será fijado por el Juez sin que pueda
exceder de dos años.
5º. La suspensión se acordará motivadamente en la propia sentencia o por
auto cuando aquélla sea firme,
debiendo expresar, en todo caso, las condiciones de la misma.
Condiciones
a) No ser condenado en sentencia firme por delito cometido durante el tiempo
que dure la suspensión, si
ha alcanzado la mayoría de edad, o no serle aplicada medida en sentencia
firme en procedimiento
regulado por esta Ley durante el tiempo que dure la suspensión.
b) Que el menor asuma el compromiso de mostrar una actitud y disposición de
reintegrarse en la
sociedad, no incurriendo en nuevas infracciones
c) Además, el juez puede establecer la aplicación de un régimen de libertad
vigilada durante el plazo de
suspensión o la obligación de realizar una actividad socioeducativa,
recomendada por el equipo
técnico o la entidad pública de protección o reforma de menores en el
precedente trámite de
audiencia, incluso con el compromiso de participación de los padres, tutores o
guardadores del
menor, expresando la naturaleza y el plazo en que aquélla actividad deberá
llevarse a cabo.
Consecuencias del incumplimiento de las condiciones
Si las condiciones expresadas en el apartado anterior no se cumplieran, el juez
alzará la suspensión y
procederá a ejecutar la sentencia en todos sus extremos (art.40.3 LORRPM).
Contra la resolución que acuerde la
revocación se podrán interponer recurso de Apelación ante la Audiencia
Provincial.
IV. LOS RECURSOS
1. Los Decretos del Ministerio Fiscal
Contra los Decretos del MF en el curso de la instrucción no cabe interponer
recurso alguno. Esta regla es
la que se aplica en todos aquellas resoluciones en las que el MF ostenta el
monopolio de la acción penal, es
decir, cuando la LORRPM le otorga un absoluto poder de archivo, a saber, el
caso de la no decisión de incoación
de expediente o el Decreto de archivo por desistimiento de la incoación del
expediente. En todos estos procesos,
el Decreto de archivo goza de todos los efectos de cosa juzgada, sin perjuicio
de que pueda el perjudicado
ejercitar la acción civil en el proceso declarativo correspondiente o solicitar la
responsabilidad disciplinaria e
incluso penal del MF.
Existen otro supuestos en los que la LORRPM concede un control judicial a
posteriori de los Decretos del
MF. Este es el caso, por ejemplo, previsto en el art. 26 LORRPM, cuando se
produce el rechazo de la práctica de
diligencias solicitadas por el Letrado del menor, en el que se concede a la
defensa la posibilidad de reproducir su
petición en cualquier momento ante el Juez.
Respecto a las demás solicitudes del MF (archivo por conciliación o
sobreseimiento, internamiento
provisional y demás resoluciones limitativas de derechos fundamentales), no
podrán ser impugnadas
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 64
directamente, sino que, al tratarse de actos de postulación, debe la parte
gravada esperar la correspondiente
resolución judicial y ejercer contra ella los recursos que procedan.
2. Recursos contra los autos y providencias de los Jueces de Menores
2.1. Recursos contra los autos (en general) y providencias
De conformidad con el art. 41.2 LORRPM contra los autos y providencias de
los Jueces de menores cabe
recurso de reforma ante el propio órgano, que se interpondrá en el plazo de
tres días a partir de la notificación.
El auto que resuelva la impugnación de la providencia será susceptible del
recurso de apelación.
Como se puede observar, la norma no establece la posibilidad del recurso de
apelación contra el auto
resolutorio del recurso de reforma interpuesto contra un auto. Esta poca
claridad del precepto ha llevado a
diversas interpretaciones del mismo. Así, para un sector de la doctrina, al igual
que para la CFGE, contra los
referidos autos el recurso que procede es el de queja, por aplicación supletoria
de la LECrim. Para otro sector,
sin embargo, el recurso que procede es el de apelación por aplicación
supletoria de la LECrim. (D.F.1ª
LORRPM), tesis que ha de ser defendida en la actualidad.
La tramitación del recurso de reforma se sujetará a las normas que disciplinan
este recurso en la LECrim.,
que son las siguientes:
1) Interposición y formalización: el recurso de reforma es un recurso no
devolutivo, que se interpone ante el mismo
juez que dictó la resolución que se impugna, siendo este también el
competente para resolverlo. Se interpondrá
por escrito, en el plazo de tres días a contar desde el día siguiente a su
notificación, autorizado con firma de
letrado y acompañando a dicho escrito de tantas copias del mismo cuantas
sean las demás partes.
2) Sustanciación: el juez dará traslado de las copias a las demás partes no
recurrentes para que contesten los
argumentos esgrimidos por la contraparte en el recurso.
3) Resolución: el juez resolverá el recurso el segundo día de entregadas las
copias, hubiesen o no presentado escrito
las demás partes.
2.2 Recursos contra autos que pongan fin al proceso o que resuelvan
determinados incidentes
De conformidad con el art. 41.3 LORRPM, contra los autos que pongan fin al
procedimiento o resuelvan el
incidente de los arts. 14, 28, 29 y 40 LORRPM, cabe interponer recurso de
apelación ante la Audiencia Provincial
por los trámites que regula la LECrim., para el procedimiento abreviado.
En consecuencia cabe recurso de apelación contra los siguientes autos
dictados por el Juez de
menores:
1) En general, contra los autos definitivos o que pongan fin al
procedimiento. En estos se encuentran:
a) El auto de sobreseimiento que dicta el Juez de menores: b) El auto del Juez
de menores
declarándose incompetente para conocer del proceso y remitiendo las
actuaciones al juez competente.
2) Contra los autos dictados por el Juez de menores resolviendo sobre la
adopción, en general de
medidas cautelares para la custodia y defensa del menor expedientado o
sobre la adopción de
medidas cautelares en los casos de exención de responsabilidad criminal.
3) Contra la determinados autos dictados por el juez de menores en ejecución
de la sentencia dictada en
este proceso. En particular contra el auto resolviendo la modificación de la
medida ya impuesta,
acordando o denegando la suspensión de la ejecución del fallo y el auto
resolutorio de recursos en
materia de ejecución de medidas a que se refiere el art. 52 LORRPM.
En cuanto a la tramitación de la apelación habrá que estar a lo dispuesto en el
art. 766 LECrim. para el
procedimiento abreviado. El recurso de apelación podrá interponerse
subsidiariamente con el de reforma o por
separado. En ningún caso será necesario interponer previamente el de reforma
para presentar la apelación.
La tramitación que se establece en la LECrim es la siguiente:
1) Interposición y formalización. Se presentará dentro de los cinco días
siguientes a la notificación del
auto recurrido o del resolutorio del recurso de reforma mediante escrito en el
que se expondrán los
motivos del recurso, se señalarán los particulares que hayan de testimoniarse y
al que se
acompañarán en su caso los documentos justificativos de las peticiones
formuladas.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 65
2) Admisión y sustanciación. El juez debe pronunciarse sobre su admisión o no
a trámite. En caso de
admitirse, se dará traslado a las demás partes por un plazo común de cinco
días. Si el recurso se
hubiera interpuesto subsidiariamente al de reforma, si éste resulta total o
parcialmente desestimado,
antes de dar traslado a las demás partes, se dará traslado al recurrente por un
plazo de cinco días
para que formule alegaciones.
3) Resolución. El juez remitirá testimonio de los particulares señalados a la
Audiencia respectiva que, sin
más trámites, resolverá dentro de los cinco días siguientes.
Si en el auto recurrido en apelación se acordase el internamiento cautelar del
menor, respecto de dicho
pronunciamiento podrá el apelante solicitar en el escrito de interposición del
recurso la celebración de vista, que
acordará la Audiencia respectiva. La vista deberá celebrarse dentro de los diez
días siguientes a la recepción de
la causa en dicha Audiencia.
3. Recurso de apelación contra las sentencias dictadas por el Juez de
Menores
De conformidad con lo dispuesto en el art. 41.1 LORRPM, contra la sentencia
dictada por el Juez de
menores en el procedimiento regulado en esta ley cabe recurso de apelación
ante la correspondiente Audiencia
Provincial, que se interpondrá ante el Juez que dictó aquella en el plazo de
cinco días a contar desde su
notificación y se resolverá previa celebración de vista pública, salvo que en
interés de la persona imputada o de
la víctima el juez acuerde que se celebre a puerta cerrada.
La regulación de este recurso aparece recogida en el art. 41.1 LORRPM,
completado en lo no previsto por
él por los artículos 790 a 792 LECrim. La tramitación del recurso de apelación
será como sigue:
1) Competencia. Aunque en un primer momento la LORRPM atribuía la
competencia a las Salas de
menores de los Tribunales Superiores de Justicia, posteriormente la LO 9/2000
cambia el criterio y
atribuye la competencia a la Audiencia Provincial.
2) Legitimación. Podrán interponer el recurso de apelación las partes
intervinientes den el proceso de
instancia, es decir, el MF, la acusación particular y el menor.
3) Motivos. a) Quebrantamiento de las normas y garantías procesales; b) Error
en la apreciación de las
pruebas; c) Infracción de las normas del ordenamiento jurídico.
4) Procedimiento.
A) Interposición y formalización.
El recurso se interpone ante el juez que dictó la sentencia mediante escrito en
el plazo de cinco días a
contar desde el siguiente al de su notificación. En cuanto a las pruebas que se
pueden proponer para su
práctica en segunda instancia, el art. 41.1 LORRPM sólo se refiere a aquellas
pruebas que, propuestas y
admitidas en la instancia, no se hubieran celebrado, conforme a las reglas de la
LECrim.
B) Admisión y sustanciación.
Recibido el escrito de formalización, el juez, si reúne los requisitos exigidos,
admitirá el recurso. En
caso de apreciar la concurrencia de algún defecto subsanable, concederá al
recurrente un plazo no
superior a tres días para la subsanación.
Admitido el recurso, se dará traslado del escrito a las demás partes por un
plazo de diez días, para, si
lo estiman oportuno, presenten sus escritos de alegaciones en los que podrá
solicitarse la práctica de
prueba que propuesta y admitida no se hubiera practicado en la instancia y en
los que se fijará un
domicilio a efectos de notificaciones.
Presentados los escritos de alegaciones o precluido el plazo para hacerlo, el
Secretario, en los dos
días siguientes, dará traslado de cada uno de ellos a las demás partes y
elevará a la Audiencia los autos
originales con todos los escritos presentados.
La vista se celebrará en audiencia pública, salvo que, en interés de la persona
imputada o de la
víctima, la Audiencia acuerde que se celebre a puerta cerrada. A la vista
deberán asistir las partes y, si el
Tribunal lo considera oportuno, el representante del equipo técnico y el
representante de la entidad pública
de protección o reforma de menores que haya intervenido en el caso.
La vista se celebrará comenzando, en su caso, por la práctica de la prueba
admitida. A continuación,
las partes resumirán oralmente el resultado de la misma y el fundamento de
sus pretensiones. En la vista
también deberá tomar la palabra el representante del equipo técnico y el
representante de la entidad
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 66
pública, cuando en dicha vista se discutan temas sobre los que es oportuno
que opinen, como sería el
caso de la conveniencia de adoptar una medida distinta a la fijada por el Juez
de menores en la sentencia.
C) Resolución.
La sentencia de apelación se dictará dentro de los cinco días siguientes a la
vista oral y contra la
misma sólo cabe recurso de casación para la unificación de doctrina.
La sentencia que se dicte puede ser estimatoria o desestimatoria del recurso:
a) Si desestima el recurso, la sentencia impugnada deviene firme desde el
mismo momento de su
pronunciamiento.
b) Si se estima el recurso, es preciso distinguir atendiendo al motivo por el
que se estimó el
recurso:
1) Si el recurso se estima por un quebrantamiento de una forma esencial del
procedimiento, la Audiencia anulará la sentencia apelada y sin entrar en el
fondo del fallo,
ordenará que se reponga el procedimiento al estado en que se encontraba en
el momento
de cometerse la falta, sin perjuicio de que conserven su validez todos aquellos
actos cuyo
contenido sería idéntico no obstante la falta cometida.
2) Si el recurso se estima por cualquier otro motivo (recordemos, error en la
apreciación de la
prueba o infracción de normas del ordenamiento jurídico), la Audiencia, tras
anular la
sentencia impugnada, dictará la que proceda con arreglo a derecho.
Por último, la sentencia de apelación deberá notificarse no sólo a las partes
personadas en el
proceso, sino también a los ofendidos o perjudicados por el delito, aunque no
se hayan mostrado parte en
la causa.
4. Recurso de casación para la unificación de doctrina
4.1. Consideraciones generales
Una importante novedad de la LORRPM es la posibilidad de recurrir en
casación para unificación de
doctrina ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo las sentencias dictadas en
apelación por las Audiencias
Provinciales que sean contradictorias en materia de menores y referidas
exclusivamente a hechos y valoraciones
de las circunstancias del menor que, siendo sustancialmente iguales, hayan
dado lugar, sin embargo, a
pronunciamientos distintos (art. 42).
En cuanto a su configuración, no sólo se refuerza la idea de que la casación es
un recurso extraordinario,
sino que aparece como un auténtico recurso especial de casación, habida
cuenta de su ámbito objetivo y de sus
normas específicas de tramitación, las cuales deberán ser completadas por las
normas reguladoras de la
casación ordinaria.
4.2. Resoluciones recurribles
Conforme al art. 42.1 LORRPM son recurribles en casación ante la Sala
Segunda del Tribunal Supremo,
las sentencias dictadas en apelación por las Audiencia Provinciales cuando se
hubiere impuesto una de las
medidas a las que se refieren las reglas 4ª y 5ª del art. 9 de la presente ley.
Estas reglas son las que permiten
imponer medidas de mayor trascendencia y duración cuando se trata de delitos
de especial gravedad cometidos
por mayores de dieciséis años.
También serán recurribles en casación las sentencia dictadas por la Sala de lo
Penal de la Audiencia
Nacional.
Finalmente, también cabe recurso y por los mismos trámites, contra los autos
definitivos dictados por las
Audiencias Provinciales al resolver los recursos contra la resolución de los
Jueces de Instrucción, dictadas en
aplicación de lo dispuesto en el art. 4 LORRPM.
Objeto del recurso
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 67
De conformidad con lo dispuesto en el art. 42.2 LORRPM, el recurso tendrá por
objeto la unificación de
doctrina con ocasión de sentencias dictadas en apelación por las mencionadas
Audiencias Provinciales que
fueran contradictorias entre sí con las de otra u otras Audiencias Provinciales, o
con sentencias del Tribunal
Supremo, respecto de hechos y valoraciones de las circunstancias del menor
que, siendo sustancialmente
iguales, hayan dado lugar a pronunciamientos distintos.
En la práctica va a resultar complicado determinar cuando se da dicha
identidad, puesto que la materia de
menores es por definición flexible y está necesitada de respuestas
individualizadas.
Legitimación
En general, la legitimación para poder recurrir en casación para unificación de
doctrina se atribuye al
Ministerio Fiscal y al Letrado del Menor (art. 42.3).
No obstante lo previsto en la ley, en el art. 25,i) LORRPM, según redacción
dada por la Ley 15/2003, se
reconoce a la acusación particular el derecho a formular los recursos
procedentes de acuerdo con la Ley.
En el caso de que se recurra contra los autos definitivos dictados por las
Audiencia Provinciales al resolver
los recursos contra las resoluciones de los Jueces de Instrucción dictadas en
aplicación de lo dispuesto en el art.
4 LORRPM, la Ley sólo reconoce legitimación para interponerlo al Ministerio
Fiscal.
Procedimiento
En la tramitación de este recurso podemos distinguir las siguientes fases:
1) Preparación e interposición del recurso
El recurso se prepara ante la Audiencia Provincial (o Nacional) que haya
dictado la resolución que se
pretende impugnar. En concreto, el art. 42.3 dispone que el recurso podrá
prepararlo el MF o el Letrado del
Menor y la acusación particular que pretenda la indicada unificación de doctrina
dentro de los diez días
siguientes a la notificación de la sentencia de la Audiencia Provincial en escrito
dirigido a la misma. Por su parte,
el art. 42.4 LORRPM dispone que el escrito de interposición deberá contener
una relación precisa y
circunstanciada de la contradicción alegada, con designación de las sentencias
aludidas y de los informes en que
se funde el interés del menor valorado en la sentencia.
La regulación que contiene la LORRPM de esta fase es un tanto confusa, lo
que ha generado distintas
interpretaciones, que se pueden resumir en las siguientes:
Una primera interpretación (mantenida por la CFGE 1/2000) llega a la
conclusión de que debe entenderse
que el trámite de preparación del recurso es inexistente y que basta con un
solo escrito de interposición. Dicho
escrito deberá presentarse dentro de los diez días siguientes a la notificación
de la sentencia de la Audiencia, en
escrito dirigido a la misma. Una segunda interpretación aboga por aplicar con
flexibilidad la distinción entre la
preparación e interposición del recurso que mantiene la Ley. Según la misma,
presentado el escrito de
preparación del recurso ante la Audiencia, dicho órgano colegiado, dentro de
los tres días siguientes, sin oír a las
partes, tendrá por preparado si la resolución impugnada es recurrible en
casación y se han cumplido los
requisitos exigidos por la Ley. En caso contrario, la Audiencia dictará auto
denegando la preparación del recurso,
y contra dicho auto podrá interponerse recurso de queja ante la Sala Segunda
del Tribunal Supremo. Una vez
preparado el recurso, este será interpuesto también ante la Audiencia, por
medio de escrito. Como la ley no
sujeta la presentación de este escrito a plazo alguno, podrá aplicarse
supletoriamente el plazo de quince días
previsto en la LECrim.
Otra cuestión que es preciso analizar es la referente a la documentación que se
requiere en el art. 42.4
LORRPM (sentencias de contraste e informes en lo que se funde el interés del
menor valorado en la sentencia),
pues la misma puede plantear grandes dificultades por dos causas: por la
imposibilidad en muchos casos de los
Letrados de la parte recurrente para hacerse con ella, ya que no fueron parte
en el proceso en el que consta
dicha documentación; y la segunda, por la especial protección del derecho a
intimidad de los menores que
genera serias trabas para conseguirla.
Por último, señalar que la interposición del recurso de casación no suspende la
firmeza de la sentencia
dictada en apelación por la Audiencia Provincial, la cual alcanza firmeza desde
el mismo momento de su
pronunciamiento.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 68
2) Reclamación y remisión de documentación
Acreditados los requisitos legales, la Audiencia ante quien se haya presentado
el recurso, requerirá
testimonio de las sentencias citadas a los Tribunales que las dictaron y en un
plazo de diez días remitirá la
documentación a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, emplazando al
recurrente y al MF, si no lo fuera, ante
dicha Sala.
3) Admisión
Dispone la LORRPM que cuando la parte recurrente hubiese incumplido de
modo manifiesto e
insubsanable a criterio del TS los requisitos establecidos para el recurso o
cuando la pretensión carezca de
contenido casacional, el Magistrado Ponente dará cuenta a la Sala de la causa
de inadmisión y aquélla acordará
oír al recurrente y al MF, cuando éste no hubiera interpuesto el recurso, por
plazo de tres días, dictando
seguidamente auto contre el que no cabrá recurso alguno.
4) Celebración de la vista
La vista se celebrará ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo constituida en
forma ordinaria, previa
citación de la parte recurrente y del Ministerio Fiscal. En esta vista, se oirán las
alegaciones de la parte
recurrente y del MF. En esta vista se oirán las alegaciones de la parte
recurrente y del MF. Asimismo, el TS
podrá solicitar informe a la entidad pública de protección o reforma de menores
del territorio donde ejerza su
jurisdicción el Juzgado que dictó la resolución impugnada y, en su caso, a
aquella que corresponda la ejecución
de la misma (art. 41.7).
Hay extremos en la redacción del precepto cuya interpretación es dudosa: a)
La celebración de la vista
parece que es obligatoria; b) El precepto silencia si la vista debe ser pública.
5) Resolución
La sentencia de casación se dictará del modo y con los efectos señalados en la
LECrim. En cuanto a los
efectos de la sentencia, cabe entender que, si el recurso se estima, la Sala que
lo resuelva dictará una nueva
sentencia ajustando la situación creada por la recurrida a la doctrina que se
haya declarado más ajustada a
derecho, siempre que ello resulte más favorable al menor, en base al principio
del interés superior del menor, y
considerando lo más favorable para el menor, con criterios integrales, a lo que
beneficie a su integración y
reeducación.
V. EL REGIMEN ESPECIAL DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1. Incoación de la pieza de responsabilidad civil
El inicio de la pieza separada de responsabilidad civil regulada en el Título VIII
de la LORRPM tendrá
lugar de manera simultánea a la recepción en el juzgado de menores del parte
de incoación del expediente
procedente de la Fiscalía de menores, que deberá contener cuantas
circunstancias consten en relación con la
responsabilidad civil.
Junto a dicho supuesto, también tendrá lugar la apertura de la pieza de
responsabilidad civil cuando el
Fiscal desista de la incoación del expediente ex art. 18 LORRPM, decisión que
no veda la posibilidad de entablar
la acción civil ante el Juzgado de Menores, por cuanto dicha manifestación del
principio de oportunidad se
entenderá sin perjuicio de la tramitación de la correspondiente pieza de
responsabilidad civil.
Por último, aun cuando no exista una previsión específica en el caso en que el
MF solicite el
sobreseimiento por conciliación o reparación entre el menor y la víctima, no
existe obstáculo para aplicar, por vía
analógica, las previsiones del art. 18 a tales supuestos, y entender así que, en
atención a ello, resulte inadmisible
la tramitación de la correspondiente pieza de responsabilidad civil conforme a
lo dispuesto en el art. 64.
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 69
2. Legitimación
2.1. Activa
De conformidad con lo dispuesto en el art. 61.1 LORRPM, la legitimación activa
para exigir la
responsabilidad civil se ejercitará por el MF, salvo que el perjudicado renuncie
a ella, la ejercite por sí misma en
el plazo de un mes desde que se le notifique la apertura de la pieza separada
de responsabilidad civil o se la
reserve para ejercitarla ante el orden jurisdiccional civil conforme a los
preceptos del CC y de la LEC.
Junto al MF y al perjudicado que haya recibido notificación al efecto del Juez de
Menores o del Ministerio
Fiscal, también podrán personarse en la pieza separada de responsabilidad
civil quienes se consideren
perjudicados espontáneamente, así como las compañías aseguradoras que se
tengan por partes interesadas.
2.2. Pasiva
los sujetos pasivos obligados por la responsabilidad civil establecida en la LO
5/2000 son, en primer lugar,
el menor responsable del daño cometido y, en segundo, pero solidariamente
con él, sus padres, tutores,
acogedores o guardadores legales o de hecho, por este orden. Cuando estos
no hubieren favorecido la conducta
del menor con dolo o negligencia grave, su responsabilidad podrá ser
moderada por el Juez según los casos (art.
61.3 LORRPM).
De conformidad con lo dispuesto en dicho precepto, el menor se erige en el
principal responsable civil,
pero, por otra parte, en ningún caso va a ser posible excluir o exonerar a estos
otros responsables solidarios, ni
aun cuando acrediten haber actuado con la máxima diligencia, sino que, por el
contrario, si no han favorecido la
conducta infractora del menor con dolo o negligencia grave, el Juez podrá, en
su caso, de manera no obligatoria
sino facultativa, moderar, en el sentido únicamente de reducir, pero no excluir
dicha responsabilidad.
Se trata de una responsabilidad objetiva, ajena a la noción de culpa civil, para
quienes responden por
hechos ajenos, prescindiéndose totalmente de los criterios de imputación
subjetivos, los cuales únicamente se
tienen en cuenta, como se ha indicado, para dejar al arbitrio del Juzgador la
moderación de la responsabilidad.
Junto a esta responsabilidad establecida legalmente, puede ocurrir que, por
obra de la autonomía de la
voluntad de las partes, la responsabilidad civil se desplace hacia otros sujetos.
Esto es lo que ocurre con las
entidades aseguradoras que hubiesen asumido el riesgo de las
responsabilidades pecuniarias derivadas de los
actos de los menores mayores de catorce años y menores de dieciocho, las
cuales serán responsables civiles
directos hasta el límite de la indemnización convencionalmente pactada, sin
perjuicio de su derecho de repetición
contra quien corresponda (art. 63 LORRPM).
3. Procedimiento
Notificado el Decreto de incoación del expediente del MF al Juez de Menores,
éste abrirá la pieza de
responsabilidad civil y notificará al perjudicado su derecho a ser parte en la
misma. Si el perjudicado no reserva
el ejercicio de la acción civil, habrá de determinar al juez en su escrito de
personación los demandados civiles,
quienes serán también notificados a fin de que comparezcan en la misma.
El Juez mediante auto declarará abierto el procedimiento y concederá a los
actores un plazo de diez días
para que formalicen su demanda con proposición de prueba. Presentada la
demanda, dará traslado de ella a los
demandados a fin de que le contesten, proponiendo asimismo prueba.
Presentadas las alegaciones, el Juez convocará a las partes a una vista oral,
similar a la del juicio verbal,
en la que expondrán sus alegaciones y se practicará la prueba.
4. Sentencia: la ausencia de cosa juzgada material
Como quiera que esta pieza puede concluirse con anterioridad a la principal y,
siendo la acción penal
prejudicial de la civil, el art. 64.8ª obliga al Juez a esperar la solución del
proceso penal para que, a la vista de la
sentencia penal, pueda dictar la civil que corresponda, excepción hecha de los
supuestos contemplados en los
arts. 18 (desistimiento de la incoación del expediente) y 19 (sobreseimiento por
conciliación o reparación), en los
CAPÍTULO VIII: EL PROCESO PENAL DE MENORES (II)
Penal Juvenil - 70
que el procedimiento de responsabilidad civil se tramitará sin esperar, ni
depender en nada del Expediente
principal que, por decisión del Fiscal, no llegó a incoarse o que, por decisión del
Juez, se sobreseyó.
Contra esta Sentencia cabe interponer recurso de apelación ante la Audiencia
Provincial, que se tramitará
con arreglo a las prescripciones de la LEC 1/2000.
La sentencia, según lo dispuesto en la regla 10ª del art. 64 no producirá fuerza
de cosa juzgada, por lo
que las partes podrán suscitar ante la jurisdicción civil el proceso declarativo
correspondiente. El único efecto,
pues, de esta sentencia es el prejudicial, ya que, de conformidad con lo
establecido en el segundo apartado de
este precepto se considerarán hechos probados los hechos que el juez de
menores haya estimado acreditados.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 71
I. CONSIDERACIONES GENERALES
1. Naturaleza
Las medidas que recoge la Ley del Menor son las consecuencias jurídicas
aplicables a los menores de
edad que han cometido hechos tipificados como delitos o faltas en el CP y las
leyes penales especiales. Se evita
llamar a estas consecuencias penas porque la propia ley y la voluntad del
legislador no querían identificar las
sanciones aplicables a los menores con las penas propias del Derecho penal
de adultos.
Tienen una naturaleza jurídica propia, diferente de las penas y las medidas de
seguridad. No son penas
porque, si bien tienen como fundamento la culpabilidad, sin embargo, no son
proporcionadas a la gravedad del
delito. Tampoco son medidas de seguridad porque no se basan en la
peligrosidad del sujeto. Como la propia Ley
recoge en su Exposición de Motivos, tienen naturaleza formalmente penal pero
materialmente sancionadora
educativa. Son medidas sancionadoras educativas.
2. Fundamento y finalidad
El fundamento de las medidas aplicables a los menores infractores está en la
comisión de un hecho
tipificado como delito o falta en el Código penal o en la leyes penales
especiales.
La finalidad tienen una finalidad esencialmente educativa y resocializadora,
dirigidas a la prevención
especial, para evitar la comisión de nuevos delitos. Con este carácter
esencialmente educativo, pretenden
completar la formalización del menor, teniendo en cuenta los déficit educativos
y/o de socialización, que le
llevaron a la comisión del delito, ayudarle a superarlos, para lograr la
integración social. En este proceso
educativo se le responsabiliza de sus actos, las consecuencias negativas que
han tenido para la víctima y la
sociedad, enseñándole a que respete los bienes jurídicos protegidos por las
normas y los derechos y deberes
reconocidos a todos los ciudadanos, como sujetos de derecho, para que no
vuelvan a delinquir.
3. Principios y garantías que informan las medidas
La Ley ha aunado los principios y garantías esenciales que se recogen en la
Constitución y en el Derecho
penal común, relativos a las consecuencias jurídicas, con la introducción de
nuevos principios del derecho penal
juvenil.
Los Principios y garantías que informan las medidas son:
Principio del superior interés del menor
Es el principio rector del derecho penal juvenil. En relación con las medidas, el
superior interés del menor
se tiene en cuenta:
En la elección de la medida o medidas más adecuadas para la educación y
resocialización del
menor, para evitar la comisión de nuevos hechos delictivos y contribuir al
desarrollo de su personalidad. La ley
concede al juez un amplio arbitrio y flexibilidad para determinar la medida
aplicable al caso concreto, adecuada al
interés del menor. No se recoge el principio de proporcionalidad entre la
gravedad de la infracción y la gravedad
de la medida.
Para la modificación de la medida impuesta. La modificación puede consistir en
dejar sin efecto la
medida, reducir su duración o sustituirla por otra.
Para la adopción de medidas cautelares.
Cumplimiento sucesivo de varias medidas
Alteración del orden de cumplimiento de varias medidas establecido por el Juez
El interés del menor habrá que individualizarlo en cada caso concreto, teniendo
en cuenta los diferentes
factores que han influido en la comisión del hecho delictivo y las características
del menor.
Principio de intervención mínima
Este principio, en relación con las medidas, se materializa en que, siempre se
elegirá la menos lesiva y la
que mejor se adapte al interés del menor.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 72
Otras manifestaciones son:
La posibilidad que la Ley concede al Juez de modificar la medida impuesta en
virtud de lo cual la
puede dejar sin efecto, reducir su duración o sustituirla por otra, siempre que la
sustitución redunde en interés del
menor.
La suspensión de la ejecución del fallo cuando la medida impuesta no sea
superior a dos años,
durante un tiempo determinado, hasta un máximo de dos años.
Dejar sin efecto la medida impuesta por la conciliación y la reparación del
menor a la víctima, cuando
se entienda que lo cumplido ha expresado el reproche merecido por la
conducta del menor.
Principio de legalidad
Como principio básico del Derecho penal se recoge en la LORRPM con sus
cuatro garantías:
Garantía criminal: (art.1.1): el presupuesto para la aplicación de las medidas
es la comisión de
hechos tipificados como delitos o faltas en el Código Penal o las leyes penales
especiales.
Garantía penal: no se podrán imponer sanciones que no estén previstas en la
ley con anterioridad a
la comisión de los hechos. En la LORRPM no figura expresamente esta
garantía, pero podemos considerarla
implícita en el artículo 7 de la Ley, donde se tipifican las medidas aplicables a
los menores responsables de una
infracción penal.
Garantía jurisdiccional: las medidas se ejecutarán en virtud de sentencia
firme dictada según el
procedimiento establecido en ley (art. 43.1).
Garantía ejecutiva: las medidas no podrán ejecutarse en otra forma distinta a
la prescrita por la Ley y
los reglamentos que la desarrollen (art. 43.2). La ejecución de las medidas se
regula en el Título VII de la Ley y
en el Reglamento. Se realizará bajo el control del Juez que dictó la sentencia y
la competencia administrativa la
tienen las CC.AA. y las ciudades de Ceuta y Melilla.
Principio acusatorio
Establece dos límites en relación con las medidas: uno, respecto de la elección
de la medida y otro en
cuanto a su duración.
El Juez de Menores, aunque tiene libertad para elegir la medida a imponer,
ésta nunca será más grave y
de mayor duración que la solicitada por el MF o por el acusador particular.
El segundo límite se establece en relación con la duración de las medidas
privativas de libertad, cuya
duración no podrá superar la duración que hubiera tenido la pena de prisión,
que le hubiera correspondido, si el
sujeto hubiera sido mayor de edad y se le hubiera aplicado el CP.
II. CLASES DE MEDIDAS
En el art. 7 de la LORRPM se recogen las medidas que se pueden imponer a
los menores responsables
de una infracción penal. Son medidas autónomas. Se enumeran de mayor a
menor gravedad, según la
restricción de los derechos que suponen, un total de catorce medidas. Un
amplio elenco que permite al Juez, en
cada caso, la más adecuada al interés del menor y también sustituir la medida
impuesta en un principio por otra,
cuando debido a la evolución del menor y en su interés, así sea aconsejable.
Se clasifican en privativas de libertad, no privativas de libertad y medidas
terapéuticas.
1. Medidas privativas de libertad (*****)
Son las medidas más graves previstas en LORRPM, y las que limitan más
derechos de los menores, en
primer lugar, el de la libertad. En la legislación internacional y los instrumentos
que regulan las medidas
aplicables a los menores las recogen con carácter restrictivo.
Se aplican a delitos graves, cometidos con violencia o intimidación o peligro
grave para la vida o la
integridad física, que permite apreciar una mayor peligrosidad en el menor. El
objetivo prioritario de la medida es
disponer de un ambiente que provea de las condiciones educativas adecuadas,
para que el menor pueda
reorientar las deficiencias que han caracterizado su comportamiento antisocial.
Las condiciones del
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 73
internamiento han de ser idóneas para el normal desarrollo psicológico de los
menores. Ha de proporcionar un
clima de seguridad personal para los profesionales y menores infractores.
La Ley prevé cuatro medidas de internamiento, según la mayor o menor
restricción de la libertad: en
régimen cerrado, semi-abierto, abierto y terapéutico. Son medidas
independientes y no grados sucesivos del
internamiento.
El internamiento terapéutico está previsto para los menores que sufren algún
tipo de anomalía, alteración
psíquica o adicción y se considera una medida terapéutica.
Las medidas de internamiento constan de dos períodos, el primero se lleva a
cabo en el centro
correspondiente al régimen impuesto en la medida, y el segundo se realiza en
régimen de libertad vigilada, en la
modalidad que elija el Juez. La duración máxima, incluidos los dos períodos, no
excederá del tiempo total que se
establece en el art. 9 para los diferentes supuestos. La duración de cada uno
de los períodos la determina el
Juez en la sentencia.
El equipo técnico deberá informar sobre el contenido de cada uno de los
períodos.
El plan de educación que deberá realizar el menor, será susceptible de
cambios, según la evolución del
menor y su respuesta favorable o negativa al tratamiento recibido.
El segundo período de libertad vigilada es muy importante, porque ayuda al
menor que ha estado
internado en un centro a reintegrarse en la sociedad, a realizar vida en libertad,
con una incorporación progresiva
a la vida normal, realizando un control de la libertad, para evitar la reincidencia
y no retroceder en los logros
educativos conseguidos en el período de internamiento. Ha sido un acierto la
introducción de este segundo
período en el cumplimiento de la medida de internamiento, pero debería
haberse suprimido en los casos de
internamiento en régimen abierto, porque el menor cumple la medida en
libertad, en los servicios normalizados
del entorno, y sólo acude al centro de internamiento a dormir, por lo que no hay
una ruptura con su vida en
libertad.
1.1. Internamiento en régimen cerrado
Artículo 7.1.a) “Los menores sometidos a esta medida residirán en el centro y
desarrollarán en él las
actividades formativas, educativas, laborales y de ocio”.
En la Exposición de Motivos se explica el contenido y la finalidad de esta
medida en los siguientes
términos: “El internamiento en régimen cerrado pretende la adquisición por
parte del menor de los suficientes
recursos de competencia social para permitir un comportamiento responde en
la comunidad, mediante una
gestión de control en un ambiente restrictivo y progresivamente autónomo”.
Es la medida más grave prevista en la ley, que muchos autores equiparan con
la pena de prisión.
Debe reservarse para los delitos muy graves, pero no necesariamente habrá de
imponerse siempre en
estos casos, pues el Juez debe imponer la medida que considere más
adecuada al interés del menor, y no
siempre en estos supuestos será aconsejable esta medida. Habrá que estudiar
las características del menor, sus
circunstancias personales, el delito cometido, las circunstancias que
concurrieron en su ejecución y la finalidad
educativa de la medida impuesta.
La Ley sólo establece un supuesto de imposición obligatoria, revisto en el art.
9.5ª: en los casos de
mayores de dieciséis años, que hayan cometido un delito con violencia o
intimidación en las personas o con
grave riesgo para la vida o la integridad física, si estos hechos revistieran
extrema gravedad, apreciada por el
Juez en la sentencia, necesariamente el Juez tiene que imponer una medida de
internamiento en régimen
cerrado de uno a cinco años de duración complementada, sucesivamente, por
otra medida de libertad vigilada
con asistencia educativa hasta otros cinco años, que no se podrán sustituir o
modificar hasta que no haya
transcurrido el primer año efectivo de cumplimiento de la medida.
Debe tener un contenido educativo dirigido a superar los déficit del menor y
prepararlo par la vida en
libertad.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 74
1.2. Internamiento en régimen semi-abierto
Artículo 7.1.b) “Las personas sometidas a esta medida residirán en el centro,
pero realizarán fuera del
mismo actividades formativas, educativas, laborales y de ocio”.
El internamiento en régimen semiabierto implica la existencia de un proyecto
educativo que debe realizar
el menor. Los centros deben estar dotados de los equipos y servicios
necesarios para que el menor lleve a cabo
sus tareas formativas, educativas, laborales y de ocio, y también puede salir a
otros centros a realizar las tareas
impuestas. Desde el principio los objetivos sustanciales se realizan en contacto
con personas e instituciones de
la comunidad. El menor reside en el centro, sujeto al programa y régimen
interno del mismo.
1.3. Internamiento en régimen abierto
Artículo 7.1.c) “Las personas sometidas a esta medida llevarán a cabo todas
las actividades del proyecto
educativo en los servicios normalizados del entorno, residiendo en el centro
como domicilio habitual, con sujeción
al programa y régimen interno del mismo”.
Se establece un proyecto educativo que debe realizar el menor. Las tareas
educativas, laborales,
formativas o de ocio, las realiza el menor fuera del centro, en los servicios del
entorno. El menor reside en el
centro y se somete al programa y régimen interno.
El internamiento semiabierto y abierto son prácticamente iguales. La diferencia
entre ellos está en que en
el régimen abierto el menor realiza todas la actividades en los servicios
normalizados del entorno social y sólo
reside en el centro. Los centros abiertos contemplados en la ley son
semejantes o iguales a los que existían en la
legislación tutelar de menores y eran concebidos como centros de protección.
1.4. Permanencia de fin de semana
Artículo 7.1.g) “Las personas sometidas a esta medida permanecerán en su
domicilio o en un centro hasta
un máximo de treinta y seis horas entre la tarde o noche del viernes y la noche
del domingo, a excepción del
tiempo que deban dedicar a las tareas socio-educativas asignadas por el
Juez”.
Es una medida privativa de libertad de corta duración y cumplimiento
discontinuo. Para que no quede
reducida a un mero aislamiento y cumpla la finalidad educativa de las medidas,
junto a la privación de libertad se
le impone al menor la realización de tareas socioeducativas, convirtiéndose en
una medida combinada.
La duración máxima de la medida será 36 horas. Su cumplimiento se realiza
durante el fin de semana, de
viernes a domingo, y en este tiempo el menor llevará a cabo las tareas
socioeducativas que le imponga el Juez.
De la redacción de la ley parece desprenderse que las realizará fuera de su
domicilio o del centro donde cumpla
la medida, por lo que habrá que contar con centros socio-educativos que
realicen estas tareas los fines de
semana.
Esta medida está prevista para los menores que cometen actos de vandalismo
o agresiones leves los
fines de semana. Con ella se consigue separarlos del grupo o pandilla y evitar
que participen en estas acciones.
El lugar de cumplimiento será el domicilio del menor o un centro de menores y,
además, idóneo para el
cumplimiento de medidas de internamiento de fin de semana, privativas de
libertad de cumplimiento discontinuo.
No pueden mezclarse con los menores que están cumpliendo medidas de
internamiento.
También se puede cumplir en el domicilio familiar. En este caso, la familia o
alguna persona de la misma
se encargará de custodiar al menor y se responsabilizará del cumplimiento de
la medida, lo que en algunos
casos resultará difícil por la inexistencia de familia o de persona responsable
para cuidar del menor durante la
ejecución. Si el menor no tiene familia o esta no puede encargarse del menor
durante la ejecución, la medida se
cumplirá en un centro.
Esta medida tiene las ventajas, sobre todo si se cumple el internamiento en el
domicilio familiar, de que no
supone un desarraigo del menor de su familia, no se le separa de su entorno
social y el lunes le permite iniciar su
actividad normal, escolar o laboral.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 75
2. Medidas no privativas de libertad (****)
Son las medidas previstas en la Ley restrictivas de otros derechos distintos al
de libertad, aunque éste
también puede verse limitado.
2.1. Asistencia a un centro de día
Artículo 7.7.f) “Las personas sometidas a esta medida residirán en su domicilio
habitual y acudirán a un
centro, plenamente integrado en la comunidad, a realizar actividades de apoyo,
educativas, formativas, laborales
o de ocio”.
El menor acude a un centro de la comunidad, donde se realizan actividades
educativas de apoyo a su
competencia social. Esta medida proporciona al menor un ambiente
estructurado durante buena parte del día en
un centro, en el que se llevan a cabo actividades socioeducativas que pueden
compensar las carencias del
ambiente familiar.
En el centro de día se realiza el proyecto socio-educativo del menor. Le ayuda
en su educación, formación
escolar o laboral o integración social. Estos centros serían los adecuados para
los menores con problemas de
integración.
El sometido a esta medida continua residiendo en su hogar, con su familia, o
en el establecimiento de
acogida, y puede asistir también a otros centros para utilizar otros recursos de
ocio o culturales.
Durante el cumplimiento de la medida el menor está sometido a un control de
sus actividades.
2.2. Libertad vigilada
Recogida en el art. 7.1.h), en la Exposición de Motivos la define como sigue:
“En la medida de libertad
vigilada, el menor infractor está sometido durante el tiempo establecido en la
sentencia, a una vigilancia y
supervisión a cargo de personal especializado, con el fin de que adquiera las
habilidades, capacidades y
actitudes necesarias para un correcto desarrollo personal y social. Durante el
tiempo que dure la libertad vigilada,
el menor también deberá cumplir las obligaciones y prohibiciones que, de
acuerdo con esta Ley, el Juez pueda
imponerle”.
Tiene una doble función: se impone como medida principal y constituye el
segundo período de las
medidas de internamiento.
Esta es una de las medidas más adecuadas para aplicar a los menores, porque
se realiza un seguimiento
muy de cerca del menor. Tiene como finalidad la intervención socio-pedagógica
individualizada, y el control de
las actividades de los menores a los que se impone.
La medida obliga al menor a seguir las pautas socio-educativas que señale la
entidad pública o el
profesional encargado de su seguimiento, de acuerdo con el programa de
intervención elaborado al efecto y
aprobado por el Juez de Menores.
El Menor infractor está sometido, durante el tiempo establecido en la sentencia,
a una vigilancia y
supervisión, a cargo de personal especializado, de su asistencia a la escuela,
al centro de formación profesional
o al lugar de trabajo, según los casos, con el fin de que adquiera las
habilidades, capacidades y aptitudes
necesarias para un correcto desarrollo personal y social, que le permitan
superar los factores que determinaron
la comisión de la infracción penal.
El menor está obligado a mantener con el profesional encargado de su
vigilancia, las entrevistas
establecidas en el programa y a cumplir, durante el tiempo que dure la medida,
las obligaciones y prohibiciones
que, de acuerdo con esta Ley, el Juez pueda imponerle.
En el art. 7 se enumeran, a título de ejemplo, no es un número cerrado,
algunas reglas de conducta que puede imponer
el Juez del menor:
1. Obligación de asistir con regularidad al centro docente correspondiente y
acreditar su asistencia.
2. Obligación de someterse a programas de tipo formativo, cultural, educativo,
profesional, laboral, de educación
sexual, de educación vial u otros similares.
3. Prohibición de acudir a determinados lugares, establecimientos o
espectáculos.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 76
4. Prohibición de ausentarse del lugar de residencia sin autorización judicial
previa.
5. Obligación de residir en un lugar determinado.
6. Obligación de comparecer personalmente ante el Juzgado de Menores o
profesional que se designe, para informar
de las actividades realizadas y justificarlas.
El Juez y el MF pueden adoptar cualquier regla de conducta que consideren
conveniente y adecuada para
la educación del menor, con la única limitación de que no atenten contra su
dignidad.
El Juez, en la sentencia, determinará de forma clara y expresa las obligaciones
que tiene que realizar el
menor. Durante la ejecución de la medida puede imponerle otras obligaciones
no previstas inicialmente en la
sentencia, si considera, teniendo en cuenta la evolución del menor, que es el
momento oportuno para
imponerlas.
Esta medida combina dos aspectos: uno, permite un seguimiento
individualizado del menor, que tiene en
cuenta sus necesidades particulares, deficiencias personales y socio familiares,
desde una perspectiva integral;
dos, se respeta su libertad y a partir de la misma se realiza el proceso de
reintegración del menor para evitar que
en el futuro vuelva a delinquir.
Se pretende conseguir que el menor, en primer lugar, tome conciencia de su
actos y de su
responsabilidad. Desarrollar los aspectos deficitarios individuales del menor,
ayudarle a superar estas
deficiencias en relación con su entorno y dentro del mismo, sin separarlo de su
ambiente, y conseguir que
adquiera las habilidades sociales que lo reintegren socialmente para que no
vuelva a delinquir. No produce el
desarraigo del menor de su familia ni de su entorno social.
La eficacia de la medida depende del propio menor, de su familia y de un
entorno social adecuado y
propicio para su desarrollo. En estos tres ámbitos se desarrollará la labor del
profesional o equipo de libertad
vigilada. También depende de la existencia en las CC.AA. de equipos de
libertad vigilada con las dotaciones
personales y materiales suficientes y necesarias para realizar adecuadamente
esta medida, y de que exista
coordinación entre todos los profesionales e instituciones que intervienen en la
ejecución de la medida.
El equipo de libertad vigilada estará compuesto por educadores, psicólogos,
sociólogos, criminólogos,
asistentes sociales y profesionales encargados de llevarla a cabo, que tengan
la capacidad para realizar un
diagnóstico correcto del menor y desarrollar el tratamiento adecuado. Los
encargados de ejecutar esta medida
realizan un control del menor. Deben informar periódicamente al Juez de
menores, a través de los informes de
seguimiento, sobre su ejecución, de la realización de las obligaciones
impuestas, de la evolución del menor y su
eficacia para alcanzar los fines educativos y resocializadores del menor que se
pretenden con la misma.
Es una medida idónea par menores infractores que cometen faltas o delitos
menos graves, se encuentran
en un entorno social favorables, y por sus características tienen muchas
posibilidades de reeducación.
El gran inconveniente de esta medida es el presupuestario, ya que para su
buen funcionamiento requiere
un gran número de profesionales cualificados, especialistas en diferentes áreas
de intervención, que se
impliquen directamente con el menor en lograr su reeducación.
2.3. Convivencia con otra persona, familia o grupo educativo
Recogida en el artículo 7.1.i) “La persona sometida a esta medida debe
convivir, durante un período de
tiempo establecido por el Juez con otra persona, con una familia distinta a la
suya o con un grupo educativo,
adecuadamente seleccionado para orientar a aquella en su proceso de
socialización”.
Con esta convivencia se intenta proporcionar al menor un ambiente de
socialización positivo, con una
persona, con una familia distinta a la suya o con un grupo educativo que se
ofrezca a cumplir la función de
familia en lo que respecta al desarrollo de pautas afectivas y sociales en el
menor.
Se separará al menor de su familia cuando se considere que ha sido
determinante o ha tenido una gran
influencia en la comisión del hecho delictivo. Se impondrá en los casos de
inexistencia de familia o grupos
familiares dedicados a la delincuencia, desestructurados o con grandes
carencias. Así se facilita al menor que
salga de un entorno perjudicial para él, conozca una situación familiar diferente
a la vivida con su propia familia.
Esta medida también debe supone una intervención en su familia de origen,
para que cambie su situación,
y haga un esfuerzo para ayudar al menor porque después de cumplida la
medida el menor regresa a su hogar y
si no han variado las condiciones familiares, los objetivos conseguidos con la
medida puede fracasar. Ante esta
posibilidad se ha establecido que, una vez cumplida la medida, el Fiscal de
menores podría instar de la entidad
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 77
competente que continúe la convivencia del menor con la persona, familia o
grupo educativo, en cuyo caso se
trataría de la medida de acogimiento familiar de naturaleza civil.
2.4. Prestaciones en beneficio de la comunidad (*)
Artículo 7.1.j) Esta medida no puede imponerse sin consentimiento del menor,
de acuerdo con el art. 25.2
CE, que prohíbe los trabajos forzados. Consiste en realizar un actividad,
durante un número de sesiones
previamente fijado en la sentencia, en beneficio de la colectividad, o de
personas que se encuentren en una
situación de precariedad por cualquier motivo. Preferentemente se intentará
que la prestación esté relacionada
con los bienes jurídicos afectados por los hechos cometidos. Resulta
especialmente indicada la imposición de
esta medida en los casos de delitos contra el patrimonio, daños y actos
vandálicos.
El menor, durante la realización de la actividad, ha de comprender que la
sociedad o determinadas
personas han sufrido, de modo injustificado, unas consecuencias negativas
derivadas de su conducta, que actuó
de modo incorrecto y que merece el reproche formal de la sociedad. La
prestación que se le exige es un acto de
reparación justo, que redunda en beneficio de la sociedad, favorece la
adquisición de conocimientos específicos
y la utilidad social de su actividad.
Características de esta medida:
Consentimiento del menor.
Ha de ser compatible con el horario escolar o laboral del menor y también
tendrá que respetar su
derecho a un tiempo libre y de ocio.
La actividad no será retribuida.
Se realizará en el lugar de residencia del menor.
El menor no podrá sustituir a un trabajador.
La prestación tendrá relación con el hecho cometido, para que el menor pueda
comprender las
consecuencias perjudiciales de sus actos.
Tiene carácter restitutivo, porque se intenta reparar los perjuicios causados.
El menor deberá estar protegido por la Seguridad Social, cuando tenga la edad
requerida.
Debe ser adecuada a la edad y a las características físicas y síquicas del
menor.
Implica a la comunidad en la resolución del conflicto.
Para llevar a efecto el cumplimiento de esta medida es necesario la
colaboración de las Consejerías
de Asuntos Sociales y las Entidades y Asociaciones que presten servicios
sociales y asistenciales, para que la
incluyan en sus programas.
Si el menor se opone a la medida o no presta su consentimiento para la tarea
impuesta, el Juez
deberá sustituirla por otra de las contempladas en el art. 7
Esta medida también funcionará como expediente de reparación de los daños
causados, en los casos en
que la víctima de la infracción no esté individualizada, por ejemplo, los
atentados contra lugares públicos, actos
vandálicos y daños contra mobiliario urbano, parques, lugares o edificios
públicos.
2.5. Realización de tareas socioeducativas
Artículo 7.1.k) Esta medida consiste en que el menor lleve a cabo actividades
específicas de contenido
educativo que faciliten su reinserción social.
Puede ser una medida de carácter autónomo o imponerse con otra, como
ocurre en la medida de
permanencia de fin de semana.
Se impone como medida autónoma, cuando el menor necesite completar su
desarrollo integral. Las
actividades educativas se determinan atendiendo a sus necesidades concretas,
dirigidas a solucionar los
aspectos conflictivos del menor, mejore su comportamiento y favorezca su
reinserción social. Las tareas
específicas se realizan sin internamiento y sin libertad vigilada.
Como ejemplos de tareas socio-educativas la ley menciona las siguientes:
asistir a un taller ocupacional, a
un aula de educación compensatoria o a un curso de preparación para el
empleo; participar en actividades
estructuradas de animación sociocultural, asistir a talleres de aprendizaje para
la competencia social, etc.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 78
2.6. Amonestación
Artículo 7.1.l) La Exposición de Motivos de la ley define el contenido de la
medida: “El Juez, en un acto
único que tiene lugar en la sede judicial, manifiesta al menor de modo concreto
y claro las razones que hacen
socialmente intolerables los hechos cometidos, le expone las consecuencias
que para él y para la víctima han
tenido o podían haber tenido tales hechos, y le formula recomendaciones para
el futuro”.
El Juez reprende al menor por su conducta, para concienciarle de su gravedad,
de los efectos
perjudiciales que ha ocasionado, conminándole a que no lo vuelva a hacer.
Tiene un carácter intimidatorio. Es
necesario que el menor haya reconocido su culpabilidad y que se encuentre
arrepentido.
Es una medida de carácter leve.
Si la eficacia de esta medida radica en la impresión que produce en los
menores el paso por el Juzgado,
no sería adecuada su imposición en los casos de menores que ya han sido
enjuiciados y los reincidentes.
2.7. Privación del permiso de conducir ciclomotores o vehículos a motor, o del
derecho a obtenerlo, o de las
licencias administrativas para caza o para uso de cualquier tipo de armas
Artículo 7.1.m) A pesar de que la Exposición de Motivos la considera como una
medida accesoria, en el
artículo figura como medida principal. Se podrá imponer, como medida
principal, en aquellos casos en los que el
hecho cometido tenga relación con la actividad que realiza el menor y ésta
necesite autorización administrativa, y
le confiere el carácter de medid accesoria cuando el delito o la falta se hubiera
cometido utilizando un ciclomotor
o un vehículo a motor, o un arma.
Cuando se impone como medida principal la Ley no exige que el hecho
delictivo haya estado relacionado
con la utilización de estos instrumentos, a diferencia de cuando se impone
como medida accesoria.
Se podrá imponer como medida única en los delitos contra la seguridad del
tráfico, delitos de riesgo,
utilización ilegítima de vehículos de motor, delitos relativos a la protección de la
flora, fauna y animales
domésticos, y como accesoria en delitos graves en que se utilicen automóviles,
motocicletas o armas.
2.8. Inhabilitación absoluta
Artículo 7.1.n) Introducida por la LO 7/2000 en la disposición adicional cuarta
de la LORRPM, se impone a
los menores que cometan delitos de terrorismo.
Esta medida produce la privación definitiva de todos los honores, empleos y
cargos públicos sobre el que
recayere, aunque sean electivos; así como la incapacidad de obtener los
mismos o cualesquiera otros honores,
cargos o empleos públicos, y la de ser elegido para cargo público, durante el
tiempo de la medida.
Tiene naturaleza de medida principal. Se impone junto a otras medidas que
pudieran corresponderle. Se
ejecuta simultáneamente con el internamiento en régimen cerrado y mantiene
su vigencia, cuando termina éste,
de cuatro a quince años. Tiene una duración excesiva, con carácter represivo y
carece de finalidad educativa.
3. Medidas terapéuticas
Se aplican a los menores que sufren deficiencias, anomalías o adicción a
determinadas sustancias, que
necesitan tratamiento.
Internamiento terapéutico
Artículo 7.1.d) Se prevé su aplicación a los menores que padecen anomalías o
alteraciones psíquicas,
dependencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas,
o alteraciones en la percepción
que determinen una alteración grave de la conciencia de la realidad, y
necesitan recibir tratamiento terapéutico
en un centro, porque, bien el menor o su entorno, no reúnen las condiciones
para recibir tratamiento ambulatorio
y no existe riesgo para aplicarle el internamiento en régimen cerrado.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 79
Debe cumplirse en centros específicos para menores, independientes de los
adultos. En los centros de
esta naturaleza se realizará una atención educativa especializada o tratamiento
específico según la anomalía,
adicción o alteración que padezcan.
Cuando el menor rechace un tratamiento de deshabituación, el Juez habrá de
aplicarle otra medida
adecuada a sus circunstancias.
Esta medida puede imponerse sola o como complemento de otra prevista en la
ley. Podrá aplicarse la
medida de internamiento terapéutico conjuntamente con otras, cuando las
circunstancias que dan lugar al mismo
se aprecien como eximentes incompletas o atenuantes por analogía.
Tratamiento ambulatorio
Artículo 7.1.e) Se aplica a los menores que padecen una anomalía o alteración
psíquica, adicción al
consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas o
alteraciones en la percepción,
cuando no sea necesario para su tratamiento el internamiento en un centro. Se
les presta asistencia médica y
psicológica en los centros de la comunidad. Los menores deben realizar un
programa terapéutico, habrán de
asistir al centro designado, con la periodicidad requerida por los facultativos
que los atiendan y seguir las pautas
fijadas para el adecuado tratamiento de la anomalía o alteración psíquica,
adicción al consumo de bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas, o alteraciones en la
percepción que padezcan.
Cuando el interesado rechace un tratamiento de deshabituación, el Juez habrá
de aplicarle otra medida
adecuada a sus circunstancias.
Esta medida podrá aplicarse sola o como complemento de otra medida prevista
en este artículo, igual que
la anterior de internamiento terapéutico.
III. CRITERIOS PARA LA ADOPCIÓN DE LAS MEDIDAS
La Ley concede un gran arbitrio y flexibilidad al Juez en la elección de la
medida a imponer, considerando
que el superior interés del menor ha de primar en la determinación de las
medidas que se adopten. El art. 7.3 la
Ley establece los criterios a tener en cuenta por el MF, el letrado del menor y el
Juez, para la elección de las
medidas. Deberán atender, no sólo a la prueba y valoración jurídica de los
hechos, sino especialmente a la edad,
las circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el interés del menor.
El Juez deberá motivar la sentencia, expresando con detalle las razones por las
que aplica una
determinada medida, el plazo de duración, a efectos de la valoración del interés
del menor.
IV. REGLAS PARA LA APLICACIÓN DE LAS MEDIDAS
1. Reglas generales
Se establecen unas limitaciones en el art. 9 de la ley basadas,
fundamentalmente, en la gravedad de los
hechos y la edad de los menores.
A) A los hechos calificados como falta sólo se podrán imponer las medidas de
amonestación,
prestaciones en beneficio de la comunidad hasta cincuenta horas y privación
del permiso de conducir
o de otras licencias administrativas.
B) La medida de internamiento en régimen cerrado, que es la más grave, sólo
podrá aplicarse cuando en
la comisión de los hechos se haya empleado violencia o intimidación en las
personas o actuado con
grave riesgo para la vida o la integridad física de las mismas.
C) Las acciones u omisiones imprudentes no podrán ser sancionadas con
medidas de internamiento en
régimen cerrado.
D) Cuando se aprecie la concurrencia de las circunstancias previstas en los
números 1º, 2º y 3º del art.
20 CP, sólo podrán aplicarse las medidas terapéuticas previstas en el art.
7.1.d) y e).
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 80
2. Supuestos de extrema gravedad
Cuando los hechos realizados con violencia o intimidación en las personas o
con grave riesgo para la vida
o integridad física de las mismas, por mayores de dieciséis años, revistieran
extrema gravedad, apreciada
expresamente en la sentencia, el Juez habrá de imponer una medida de
internamiento de régimen cerrado de
uno a cinco años de duración, complementada sucesivamente por otra medida
de libertad vigilada con asistencia
educativa hasta un máximo de otros cinco años. Sólo podrá modificarse o
revisarse la medida una vez
transcurrido el primer año de cumplimiento efectivo de la medida de
internamiento. Todo ello sin perjuicio de lo
previsto en la disposición adicional cuarta.
La medida de libertad vigilada deberá ser ratificada mediante auto motivado,
previa audiencia del MF, del
letrado del menor y del representante de la entidad pública de protección o
reforma de menores, al finalizar el
internamiento, y se llevará a cabo por las instituciones públicas encargadas del
cumplimiento de las penas,
conforme a lo establecido en el art. 105.1 CP.
Son siempre supuestos de extrema gravedad, a los efectos de este artículo,
aquellos en los que se
apreciara reincidencia, aunque la doctrina no está de acuerdo en que su
concurrencia en la comisión de los
hechos justifique que éstos sean considerados, automáticamente, de extrema
gravedad, a efectos de la
imposición y duración de la medida de internamiento en régimen cerrado.
En los supuestos de reincidencia de menores, habría que averiguar cuales han
sido las causas o motivos
que han llevado al menor a cometer el nuevo hecho delictivo. Si se le aplicó
una medida por la comisión de la
anterior infracción penal, si la cumplió y los efectos que tuvo sobre el menor.
3. Reglas para determinar las medidas a imponer en los casos de
concursos de infracciones, infracción
continuada o con pluralidad de víctimas
La Ley establece unas normas específicas para determinar las medidas
aplicables en estos casos, como
ocurre en el derecho penal de adultos.
En el caso de concurso real de infracciones, el menor es responsable de una
pluralidad de infracciones,
se le impondrá una o varias medidas, teniendo en cuenta los criterios de
elección y las reglas de aplicación de
las medidas.
En el caso de concurso ideal o medial de infracciones, cuando una misma
conducta sea constitutiva de
dos o más infracciones, o una infracción sea medio necesario para la comisión
de otra, se tendrá en cuenta
únicamente la más grave para la aplicación de la medida correspondiente.
Infracción continuada o una única infracción con pluralidad de víctimas,
el Juez impondrá una sola
medida, tomando como referencia el más grave de los hechos cometidos, en la
máxima extensión de aquella
conforme a las reglas del artículo 9, salvo cuando el interés del menor aconseje
la imposición de la medida en
una extensión inferior.
4. Imposición de varias medidas
Cuando al menor se le impusieran varias medidas en el mismo procedimiento,
si es posible se cumplirán
simultáneamente, si no lo fuera, el Juez, a propuesta del MF y del letrado del
menor, oídos el representante del
equipo técnico y la entidad pública de protección o reforma de menores, podrá
sustituir todas o alguna de ellas, o
establecer su cumplimiento sucesivo, sin que en este caso el plazo total de
cumplimiento pueda superar el doble
del tiempo por el que se impusiere la más grave de ellas.
V. DURACIÓN DE LAS MEDIDAS
Con carácter general, la duración que establece la Ley para las medidas es de
dos años.
La medida de prestaciones en beneficio de la comunidad no podrá superar las
cien horas.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 81
La medida de permanencia de fin de semana no podrá superar los ocho fines
de semana.
la Ley establece un límite general a la duración de las medidas privativas de
libertad: no pueden tener
una duración superior a la pena privativas de libertad que le hubiera
correspondido si fuera mayor de edad con
arreglo a lo establecido en el CP.
Esta duración es superior en los supuestos excepcionales previstos en la Ley:
A) En los delitos cometidos por mayores de dieciséis años, con violencia o
intimidación en las personas
o con grave riesgo para la vida o la integridad física de las mismas, y el equipo
técnico en su informe
aconseje la prolongación de la medida, la duración podrá llegar a un máximo
de cinco años. En estos
supuestos, la medida de prestaciones en beneficio de la comunidad podrá
alcanzar las doscientas
horas y la de permanencia de fin de semana, dieciséis fines de semana.
B) Si los supuestos anteriores revistieren extrema gravedad, apreciada por el
Juez expresamente en la
sentencia, el Juez habrá de imponer una medida de internamiento en régimen
cerrado de uno a cinco
años, complementada por otra medida de libertad vigilada con asistencia
educativa cuya duración
podrá ser de un máximo de cinco años.
C) En los delitos de homicidio, asesinato, violación, supuestos agravados de
violación y agresiones
sexuales y delitos de terrorismo, se aplicarán las siguientes medidas, teniendo
en cuenta la edad de
los menores.
Mayores de dieciséis años: la medida de internamiento en régimen cerrado
tendrá una duración de uno a
ocho años, complementada, en su caso, por otra de libertad vigilada, hasta un
máximo de cinco años.
El internamiento podrá alcanzar la duración máxima de diez años, en los casos
que sea responsable de
más de un delito de terrorismo, y alguno de ellos esté calificado como grave y
sancionado con una pena igual o
superior a los quince años.
Menores de dieciséis años: la medida de internamiento en régimen cerrado
tendrá una duración de uno a
cuatro años, complementada, en su caso, por otra de libertad vigilada, hasta un
máximo de cinco años.
El internamiento podrá alcanzar la duración máxima de cinco años, en los
casos que sea responsable de
más de un delito de terrorismo, y alguno de ellos esté calificado como grave y
sancionado con una pena igual o
superior a los quince años.
La medida de inhabilitación absoluta, que se impone cuando se cometen
delitos de terrorismo, tendrá
una duración superior entre cuatro y quince años al de la medida de
internamiento en régimen cerrado impuesta.
VI. MODIFICACIÓN DE LA MEDIDA IMPUESTA
El Juez puede modificar la medida impuesta inicialmente, en cualquier
momento, de ofico o a instancia del
MF o del letrado del menor, siempre que redunde en interés del menor.
Las formas en las que se pueden modificar las medidas son las siguientes:
Dejar sin efecto la medida impuesta. Con lo que termina la ejecución de la
medida porque se
considera que el tiempo cumplido ha sido suficiente. En estos casos no se dice
en la ley que se deba imponer
otra medida o alguna regla de conducta.
Se puede dejar sin efecto la medida impuesta, en los casos de conciliación
entre el menor y la víctima
atendiendo a lo establecido en el art. 19 de la LORRPM.
Si durante la ejecución de la medida el menor manifiesta su voluntad de
conciliarse con la víctima o
perjudicado, o de repararles el daño causado, la entidad pública informara al
juzgado de menores y al MF de
dicha circunstancia, realizará las funciones de mediación correspondientes
entre el menor y la víctima e
informará de los compromisos adquiridos y de su grado de cumplimiento al juez
y al MF, a efectos de dejar sin
efecto la medida impuesta. Si la víctima fuera menor, deberá recabarse
autorización del juez de menores y el
representante legal del menor habrá de asumir el compromiso adquirido con la
conciliación. La conciliación entre
la víctima y el menor puede producirse en cualquier momento, deja sin efecto la
medida impuesta, y se
interrumpe su ejecución. El Juez puede dejar sin efecto la medida, a propuesta
del MF o del letrado del menor y
oídos el equipo técnico y la representación de la entidad pública de protección
o reforma de menores, si estima
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 82
que el acto de conciliación y el tiempo cumplido de la medida impuesta
suponen un reproche merecido por los
hechos cometidos. El acto de conciliación entre el menor y la víctima tiene que
realizarse con los requisitos del
art. 19 de la Ley.
Reducir la duración de la medida. Se reduce el tiempo de duración de la
medida en lo que el Juez
estime oportuno, la ley no establece ninguna limitación, aunque tendrá en
cuenta el informe del equipo técnico y
la audiencia previa del MF y del letrado del menor.
Sustituir la medida por otra. El Juez puede sustituir la medida impuesta por
otra que considere más
adecuada para el menor, de las contempladas en la ley, por un tiempo igual o
inferior al que le quede por cumplir
de la medida sustituida, nunca podrá ser de una duración mayor. Siempre se
sustituirá por otra de igual o menor
gravedad.
La ley establece unas limitaciones a la sustitución de las medidas en los
siguientes casos:
(a) Los mayores de dieciséis años que cometan el delito con violencia o
intimidación en las personas o
con grave riesgo para la vida o la integridad física de las mismas cuando estos
hechos revistieran extrema
gravedad, la sustitución de la medida impuesta no podrá realizarse hasta que
no haya transcurrido el primer año
de cumplimiento efectivo de la medida de internamiento en régimen cerrado.
Siempre se considerarán supuestos
de extrema gravedad aquellos en los que se aprecie reincidencia.
(b) En los delitos previstos en los arts. 138, 139, 179, 180, 571 a 580 y aquellos
sancionados en el CP
con pena de prisión igual o superior a quince años, cometidos por mayores de
dieciséis años, la sustitución de la
medida sólo podrá hacerse cuando haya transcurrido, al menos, la mitad de la
duración de la medida de
internamiento en régimen cerrado impuesta.
También prevé la Ley la sustitución de la medida en caso de quebrantamiento
de la ejecución, cuando la
medida quebrantada no fuere privativa de libertad. Con carácter excepcional,
se contempla la posibilidad de
sustituir la medida por otra medida de internamiento en centro semiabierto
durante el tiempo que le quede de
cumplimiento. Esta sustitución la solicitará el MF y se oirá al letrado y al
representante legal del menor y al
equipo técnico. En este supuesto se sustituye la medida por otra más grave.
El juez resuelve sobre la sustitución por auto motivado, contra el cual se podrán
interponer los recursos
previstos en la presente ley.
VII. EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
1. Principios y garantías que informan la ejecución de las medidas
La LORRPM regula la ejecución de las medidas en el Título VII. El RD
1774/2004, ha completado la
ejecución de las medidas. Los principios que informan la ejecución de las
medidas son:
1. Principio de legalidad, a cuyo tenor las medidas se ejecutarán en virtud de
sentencia firme, dictada
según el procedimiento regulado en la ley y deberán ejecutarse en la forma
prescrita en la ley y
reglamentos que la desarrollen.
2. El superior interés del menor de edad sobre cualquier otro interés
concurrente.
3. El respeto al libre desarrollo de la personalidad del menor.
4. La información de los derechos que les corresponden en cada momento y la
asistencia necesaria
para poder ejercerlos.
5. La aplicación de programas fundamentalmente educativos que fomenten el
sentido de la
responsabilidad y el respeto por los derechos y libertades de los otros.
6. La adecuación de las actuaciones a la edad, la personalidad y las
circunstancias personales y
sociales de los menores.
7. La prioridad de las actuaciones en el propio entorno familiar y social, siempre
que no sea perjudicial
para el interés del menor. Se utilizarán preferentemente los recursos
normalizados del ámbito
comunitario.
8. El fomento de la colaboración de los padres, tutores o representantes legales
durante la ejecución de
las medidas.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 83
9. El carácter preferentemente interdisciplinario en la toma de decisiones que
afecten o puedan afectar a
la persona.
10. La confidencialidad, la reserva oportuna y la ausencia de injerencias
innecesarias en la vida privada
de los menores o en la de sus familias, en las actuaciones que se realicen.
11. La coordinación de actuaciones y la colaboración con los demás
organismos de la propia o de otra
Administración, que intervengan con menores y jóvenes, especialmente con los
que tengan
competencias en materia de educación y sanidad.
2. Derechos de los menores durante la ejecución de las medidas (*)
Durante la ejecución de las medidas los menores y jóvenes gozarán de los
derechos y libertades
reconocidos por la CE (entre ellos, a la igualdad ante la ley, a la vida, a la
integridad físicas y moral, no
sometidos a tortura ni a tratos inhumanos, a la libertad ideológica, al honor, a la
intimidad, etc.), los tratados
internacionales ratificados por España y el resto del ordenamiento jurídico
vigente, exceptuando los que se
encuentren expresamente limitados por la ley, el contenido de la sentencia
condenatoria o la medida impuesta.
3. Competencia
3.1. Competencia judicial
La ejecución de las medidas se realizará bajo el control del Juez de menores
que haya dictado la
sentencia. Para realizar el control de la ejecución, la Ley atribuye al Juez una
serie de funciones:
a) Adoptar todas las decisiones que sean necesarias para proceder a la
ejecución efectiva de las medidas impuestas.
b) Resolver las propuestas de revisión de las medidas a que se refiere el art. 14
c) Aprobar los programas de ejecución de las medidas.
d) Conocer de la evolución de los menores durante el cumplimiento de las
medidas a través de los informes de
seguimiento de las mismas.
e) Resolver los recursos que se interpongan contra las resoluciones dictadas
para la ejecución de las medidas.
f) Acordar lo que proceda en relación a las peticiones o quejas que puedan
plantear los menores sancionados sobre
el régimen, el tratamiento o cualquier otra circunstancia que pueda afectar a
sus derechos fundamentales.
g) Realizar regularmente visitas a los centros y entrevistas con los menores.
h) Formular a la entidad pública de protección o reforma de menores
correspondiente las propuestas y
recomendaciones que considere oportunas con relación a la organización y el
régimen de ejecución de las
medidas.
i) Adoptar las resoluciones que, en relación con el régimen disciplinario, les
atribuye el art. 60.
3.2. Competencia administrativa
El reglamento la denomina competencia funcional.
A) Con carácter general la competencia administrativa para la ejecución de las
medidas la tienen las
CC.AA. y las ciudades de Ceuta y Melilla, donde se ubique el juzgado de
menores que haya dictado sentencia
imponiendo la medida.
Tienen competencia para ejecutar:
• Las medidas cautelares
• Las medidas impuestas en sentencias firmes previstas en el art. 7.1., letras
a) a k), de la ley
• La ejecución del régimen de libertad vigilada y actividad socioeducativa
adoptados durante la
suspensión de la ejecución del fallo
La ejecución se lleva a cabo por las entidades públicas que designen las
CC.AA. y las ciudades de Ceuta
y Melilla. Para ello procederán a la creación, dirección, organización y gestión
de los servicios y programas
adecuados para la correcta ejecución de las medidas.
Las CC.AA. podrán establecer los convenios o acuerdos de colaboración
necesarios con otras entidades,
públicas o privadas sin ánimo de lucro, para la ejecución de las medidas de su
competencia, bajo su directa
supervisión , sin que ello suponga, en ningún caso, la cesión de la titularidad y
responsabilidad derivada de dicha
ejecución.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 84
B) Se establecen unas reglas específicas para la ejecución de determinadas
medidas, que no requieren
la intervención de los órganos de las Comunidades Autónomas, que son:
• La medida de amonestación. Es la única medida que el Juez puede ejecutar
directamente, sin la
intervención de la Administración. Es de ejecución instantánea, se realiza
directamente por el juez, después de
celebrada la audiencia, en el momento de dictar sentencia, en la sede judicial,
en presencia de los padres o
persona encargada de la guarda o tutela del menor.
• Las medidas de privación del permiso de conducir ciclomotores o vehículos a
motor o del derecho a
obtenerlo, o de las licencias administrativas para caza o para cualquier tipo de
armas y la inhabilitación absoluta.
Se pueden ejecutar directamente por el juez. Si no, lo harán los órganos
administrativos que tengan la
competencia por razón de la materia correspondiente. La privación del carné de
conducir sólo requerirá remitir el
oficio a la Jefatura de Tráfico. En otro tipo de licencias, se remitirá el oficio al
Departamento competente para
emitir o conceder las licencias, se remitirá el oficio al Departamento competente
para emitir o conceder las
licencias.
C) La ejecución de la medida de libertad vigilada, impuesta a los mayores de
dieciséis años, si el delito
ha sido cometido con violencia o intimidación en las personas o con grave
riesgo para la vida o la integridad
física. La ejecución corresponde a las instituciones públicas que en cada
territorio tengan encomendada la
ejecución de las medidas penales recogidas en el art. 105.1 CP, donde se
recogen las medidas de seguridad.
D) Cumplimiento de la medida de internamiento impuesta al menor en un
centro penitenciario cuando
cumple la mayoría de edad. El menor continúa cumpliendo la medida en el
Centro de menores hasta alcanzar los
objetivos propuestos. Se establece una excepción en los casos que haya
cumplido veintitrés años cuando se le
impone la medida de internamiento o bien cumple los años cuando está
cumpliendo la medida de internamiento.
En estos dos supuestos, el juez ordenará su cumplimiento en un Centro
penitenciario, según el régimen
establecido en la Ley General Penitenciaria. La competencia de la ejecución
será de la Administración
penitenciaria, aunque el Juez de menores conserva sus facultades. También
tendrá competencia la
Administración penitenciaria para la ejecución de las medidas pendientes de
cumplimiento presvistas en el art.
7.1, letras e) a k) cuando termine el internamiento.
E) Menores de catorce años que hayan cometido una infracción penal. La
competencia la tiene la
entidad pública de protección de menores, que decidirá si se ha de adoptar
alguna medida conforme a las
normas del CC y la legislación de protección de menores.
F) Ejecución de la medida en un centro de diferente CC.AA de la que resida el
menor. La competencia
de la ejecución la ostenta la CC.AA. a la que pertenezca el centro.
G) Traslado de centro del menor. El menor podrá ser trasladado a un centro de
una CC.AA. diferente a la
del juzgado de menores que haya dictado la resolución en tres supuestos:
a) Cuando el domicilio del menor o el de sus representantes legales se
encuentra en otra CC.AA.
b) Cuando el interés del menor exija alejarlo de su entorno familiar y social,
durante el tiempo que
subsista este interés.
c) Cuando la entidad pública competente, por razones temporales de plena
ocupación de sus
centros o por otras causas, carezca de plaza disponible adecuada al régimen o
al tipo de
internamiento impuesto y disponga de plaza en otra CC.AA. con la que haya
establecido el
correspondiente acuerdo de colaboración, mientras se mantenga dicha
situación.
En el caso a), la competencia la ostentará la Comunidad Autónoma a la que
pertenezca el centro. En los
otros casos, seguirá siendo competente de la ejecución, la Comunidad
Autónoma donde se ubique el juzgado de
menores que la haya acordado, con la colaboración de la Comunidad
Autónoma responsable del centro de
destino.
Competencia por delitos de terrorismo
La tiene el Estado. La Audiencia Nacional tiene las competencias en el caso de
los delitos de terrorismo y
le corresponde la ejecución de las medidas que impongan por estos delitos el
Juzgado Central de Menores o la
sala correspondiente de la AN. Las medidas se ejecutarán en los
establecimientos y con el personal
especializado que el Estado ponga a disposición de la AN.
4. Reglas para la ejecución de las medidas
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 85
Inicio de la ejecución
Una vez que la sentencia es firme se inicia la ejecución de la medida o medidas
impuestas. En cuanto al
inicio de la ejecución se distingue, según se trata de las medidas de
internamiento o permanencia de fin de
semana en un centro y el resto de las medidas privativas de derechos.
Medidas de internamiento o permanencia de fin de semana en un centro:
la entidad pública designará
el centro que considere más adecuado para su ejecución, en entre los que
estén más cerca del domicilio del
menor y en los que existan plazas disponibles en el régimen de internamiento
impuesto. El traslado a otro centro
sólo se podrá fundamentar en el interés del menor de ser alejado de su entorno
familiar y social y requerirá, en
todo caso, la aprobación del Juez de menores que haya dictado la sentencia.
Se requerirá la previa aprobación judicial del centro propuesto por la entidad
pública en los siguientes
casos:
a) Cuando se proponga en interés del menor, el ingreso en un centro de la
Comunidad Autónoma que
se encuentre alejado de su domicilio y de su entorno social y familiar
b) Cuando se proponga para la ejecución de la medida el ingreso del menor en
un centro socio sanitario.
Cuando se proponga en ingreso del menor en un centro de otra Comunidad
Autónoma en los casos en los
que el domicilio del menor o de sus representantes legales se encuentra en
dicha comunidad autónoma; cuando
en interés del menor sea conveniente alejarlo de su entorno familiar y social;
cuando la entidad pública no
disponga de plazas.
Medidas privativas de derechos: medidas de tratamiento ambulatorio,
asistencia a un centro de día y
permanencia de fin de semana, cuando se cumpla en el domicilio, libertad
vigilada, convivencia con otra persona,
familia o grupo educativo, prestaciones en beneficio de la comunidad y
realización de tareas socioeducativas.
La entidad pública designará de forma inmediata, y en el plazo máximo de
cinco días, el profesional
responsable de la ejecución de la medida. La designación se comunicará al
juzgado competente.
El encargado de la ejecución tiene que relacionarse con el menor, con el Juez
de menores que dictó la
sentencia y con la entidad pública encargada de la ejecución, para informarles
sobre el desarrollo de la
ejecución, de las incidencias que se produzcan durante la misma y la evolución
del menor.
Inicio de la ejecución de las medidas acordadas en sentencia firme por el
Juzgado Central del Menores. Se
ajustará a las reglas establecidas para las medidas. La diferencia se encuentra
en que la competencia administrativa será del
Gobierno.
Inicio de la ejecución de las medidas cautelares. Se comunicará a la entidad
pública encargada de su ejecución y se
aplicarán las reglas del inicio de la ejecución correspondiente a la medida
impuesta.
Programa individualizado de ejecución
En las medidas de libertad vigilada o de internamiento, el programa lo elabora
el centro designado para el
cumplimiento de la medida o el profesional encargado de la ejecución, en el
plazo de 20 días desde el inicio de la
medida, prorrogable por autorización judicial.
En el resto de medidas, el programa lo elabora el profesional encargado de la
ejecución, en el plazo de 20
días desde la fecha de designación del profesional, prorrogable por
autorización judicial.
El programa tiene que ser aprobado por el juez competente. Si lo rechaza en
todo o en parte, vuelve a
someterse a su aprobación un nuevo programa o el mismo con las
modificaciones pertinentes.
Una vez aprobado el programa individualizado de ejecución, la entidad pública
inicia la ejecución, salvo
que ésta ya se haya iniciado en el caso de las medidas de internamiento o
libertad vigilada.
Liquidación de la medida
Con la liquidación de la medida se establece el día de inicio y de finalización de
la ejecución. La
liquidación la realiza el secretario del juzgado de menores, una vez que la
entidad pública le comunica el inicio de
la ejecución. El secretario judicial comunica la liquidación al menor.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 86
El tiempo cumplido en medidas cautelares se descontará del tiempo de
cumplimiento de la medida.
Se considerarán fechas de inicio de las medidas, a efectos de la liquidación:
a) Medidas de internamiento: el día de ingreso o el día que la sentencia sea
firme cuando estuviera ingresado
cautelarmente.
b) Medidas de libertad vigilada: el día de la primera entrevista con el profesional
encargado de la ejecución con el
menor, una vez que la sentencia es firme.
c) Medida de permanencia de fin de semana: el primer día de permanencia en
el centro o en el domicilio.
d) Medidas de tratamiento ambulatorio y de asistencia a un centro de día: la
fecha en que el menor asiste por primera
vez al centro ambulatorio o al centro de día.
e) Medida de convivencia con otra persona, familia o grupo educativo: el primer
día de convivencia. Si la medida se
hubiera impuesto como medida cautelar, el día de la firmeza de la sentencia.
f) Medidas de privación del permiso de conducir ciclomotores o vehículos a
motor o del derecho a obtenerlo, o de las
licencias administrativas para caza o para cualquier tipo de armas y la
inhabilitación absoluta: el día en el que el
menor entregue en la secretaría del juzgado el permiso o licencia
correspondiente o en la fecha que el juez señale
a la autoridad administrativa.
La liquidación de la medida la aprueba el juez, previo informe del MF y del
letrado del menor, y se comunica a la
entidad pública competente.
Expediente personal del menor
El expediente de ejecución se abrirá en el Juzgado que dictó la sentencia
donde se anotarán las
incidencias que se produzcan durante la misma. En él se incluirán el
documento de liquidación, el programa de
ejecución, los informes y documentos remitidos a la entidad pública encargada
de la ejecución.
La entidad pública competente abrirá un expediente personal a cada menor del
que tenga encomendada
la ejecución de la medida.
Contenido del expediente:
� Copia de todos los informes y documentos que haya remitido la entidad
pública a los órganos judiciales
competentes y al MF durante la ejecución.
� Las resoluciones y documentos que los acompañen, comunicadas por los
órganos judiciales o el MF a la
entidad pública
� Los documentos administrativos que se generen a consecuencia del
cumplimiento de la medida
� La comunicación del secretario del Juzgado de cualquier modificación de
ellos.
El expediente personal tiene carácter reservado. Sólo podrán acceder a él: el
Defensor del Pueblo o
institución análoga, los jueces de menores y el MF; los profesionales que de
manera directa tienen encomendada
la responsabilidad de planificar y desarrollar los programas individualizados de
ejecución; y el menor, su letrado
y, en su caso, el representante legal del menor, si lo solicitan de forma expresa
a la entidad pública conforme al
procedimiento que se establezca.
Todos los que intervengan en la ejecución de la medida tienen el deber de
mantener la reserva oportuna
de la información que obtengan con relación a los menores y jóvenes en el
ejercicio de sus funciones y de no
facilitarla a terceras personas ajenas a la ejecución.
Una vez finalizada la estancia en el centro, deberán remitirse a la entidad
pública todos los documentos
relativos al menor, con objeto de que se integren en su expediente personal,
sin que pueda quedarse el centro
una copia.
Informes de seguimiento de la ejecución
Durante la ejecución de la medida, la entidad pública remitirá al juez de
menores y al MF los informes de
seguimiento. Su contenido se adecuará a la naturaleza y finalidad de cada
medida y será suficiente para conocer
el grado de cumplimiento de la medida, las incidencias que se produzcan y la
evolución personal del menor. La
periodicidad mínima de estos informes se establece en el reglamento de
acuerdo con la naturaleza o la clase de
medida.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 87
Una vez cumplida la medida, la entidad pública elaborará un informe final
dirigido al juez de menores y al
MF, en el que además de indicar esta circunstancia se hará una valoración de
la situación en la que queda el
menor.
Ejecución de varias medidas
Cuando a la persona sentenciada se le impusieran varias medidas, en el
mismo o en diferente
procedimiento, su ejecución se realizará teniendo en cuenta lo acordado por el
Juez, de forma simultánea si ello
fuera posible.
Se cumplirán simultáneamente:
a) Las medidas no privativas de libertad cuando concurran con otras medidas
no privativas de libertad
diferentes.
b) La medida de permanencia de fin de semana cuando concurra con otra
medida no privativa de
libertad.
c) La amonestación, la privación del permiso de conducir ciclomotores o
vehículos a motor, o del
derecho a obtenerlo, o de las licencias administrativas para caza o para uso de
cualquier tipo de
armas y la inhabilitación absoluta, cuando concurran con otra medida diferente.
Si ello no fuera posible, se procederá a su cumplimiento sucesivo, de la
siguiente forma:
Si las medidas se hubieren impuesto en el mismo procedimiento: el Juez, a
propuesta del MF y del letrado
del menor, oídos el representante del equipo técnico y la entidad pública de
protección o reforma de menores,
podrá sustituir todas o algunas de ellas, o establecer su cumplimiento sucesivo,
sin que en este caso el plazo
total de cumplimiento pueda superar el doble del tiempo por el que se
impusiera la más grave.
Si las medidas se han impuesto en diferentes procedimientos: las que no
puedan cumplirse
simultáneamente lo harán de forma sucesiva, según las siguientes reglas, salvo
que se establezca un orden
distinto teniendo en cuenta el interés del menor:
1ª. Las medidas de internamiento se cumplirán antes que las medidas no
privativas de libertad y, en su
caso, interrumpirán las que se estuvieren ejecutando que fueran de esta última
naturaleza.
2ª. Cuando concurriere el internamiento terapéutico con otra medida, se
impondrá, en primer término, la
medida de internamiento terapéutico.
3ª. En los supuestos de extrema gravedad, la medida de libertad vigilada habrá
de suceder a la medida de
internamiento en régimen cerrado.
4ª. Cuando concurran varias medidas de la misma naturaleza, se cumplirán por
orden cronológico de la
sentencia firme.
5ª. Si el joven está cumpliendo medidas previstas en esta Ley y es condenado
a medidas o penas
previstas en el CP, el juez ordenará el cumplimiento simultáneo, si fuera
posible. Si ello no fuera posible, la pena
de prisión se cumplirá a continuación de la medida de internamiento que se
esté ejecutando. En los casos que la
condena haya sido por delitos graves y teniendo en cuenta las circunstancias
del joven, el juez puede acordar la
ejecución inmediata de la pena de prisión impuesta.
El juez previa audiencia de las partes e informe del equipo técnico, puede
alterar el orden de cumplimiento
previsto, cuando así lo haga aconsejable el interés del menor.
Cumplimiento del segundo período de las medidas de internamiento. El
segundo período de las
medidas de internamiento, acordado en la sentencia en régimen de libertad
vigilada, se cumplirá inmediatamente
después de finalizado el primer período de internamiento en centro. No
obstante, cuando existan otras medidas o
penas privativas de libertad, su cumplimiento se regirá por lo previsto en los
apartados 2 y 3 del art. 47 de la ley.
Cumplimiento de la medida de libertad vigilada impuesta por delitos
graves o delitos de terrorismo.
Habrá de ejecutarse una vez finalizada la medida de internamiento en régimen
cerrado, salvo que concurra con
otras medidas o penas privativas de libertad. En tal caso, será de aplicación lo
dispuesto en los apartados 2 y 3
del artículo 47 de la ley.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 88
Concurrencia de varias medidas de internamiento. Cuando concurran
varias medidas de
internamiento, definitivas o cautelares, de diferente régimen, se cumplirá en
primer lugar, la de régimen más
restringido y, en su caso, se interrumpirá la de régimen menos restringido que
se estuviera ejecutando salvo que
el juez haya dispuesto otro orden en interés del menor.
Ejecución de las medidas impuestas por el Juez Central de Menores. Será
preferente sobre las
propuestas por otros jueces de menores.
La ejecución de varias medidas, en todos los casos previstos en los apartados
anteriores, se llevará a
cabo cumpliendo las resoluciones dictadas por el Juez.
Acumulación de medidas de internamiento. En los casos en que al menor
se le hayan impuesto varias
medidas de internamiento y se haya acordado por el juez su acumulación en un
único expediente de ejecución,
el centro donde el menor sea ingresado elaborará un programa individualizado
de ejecución que comprenda la
totalidad de las medidas, así como un único informe final, además de los
correspondientes informes de
seguimiento.
5. Quebrantamiento de la ejecución
El incumplimiento de la ejecución de la medida da lugar al quebrantamiento de
la ejecución. Cuando éste
se produce, la entidad pública lo comunicará al Juez de menores y al MF.
Los incumplimientos de los que tenga constancia y debe comunicar serán los
siguientes:
a) En las medidas de internamiento y de permanencia de fin de semana en un
centro:
• La fuga del centro
• El no retorno en la fecha o la hora indicada después de una salida autorizada
• La no presentación en el centro el día o la hora señalados para el
cumplimiento de las permanencias
establecidas
b) En la medida de permanencia de fin de semana en el domicilio:
• La no presentación en su domicilio
• La ausencia no autorizada del mismo, durante los días y horas establecidos
de permanencia
• El no retorno a este para continuar el cumplimiento de la medida después de
una salida autorizada.
c) En las medidas no privativas de libertad:
• La falta de presentación a las entrevistas a las que el menor haya sido citado
para elaborar el
programa de ejecución.
• El incumplimiento de cualquiera de las obligaciones que conforman el
contenido de cada medida.
Además, la entidad pública comunicará a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
el incumplimiento de las
medidas de internamiento y de permanencia de fin de semana en un centro, así
como de las medidas de
permanencia de fin de semana en el domicilio.
Los efectos que produce el quebrantamiento de la ejecución de la medida son
diferentes según se trate de
una medida privativa de libertad o no privativa de libertad.
a) En los casos de quebrantamiento de una medida privativa de libertad, el
menor reingresará en el
mismo centro del que se evadió o en otro adecuado a sus condiciones. Si se
quebrantara la medida de
permanencia de fin de semana, se cumplirá en el domicilio del menor, de forma
ininterrumpida, el tiempo que le
quede pendiente por cumplir.
b) Si la medida quebrantada no es privativa de libertad, se podrá sustituir por
otra de la misma
naturaleza y con carácter excepcional, a propuesta del MF, y oídos el letrado,
el representante legal del menor y
el equipo técnico, el juez podrá sustituir la medida no privativa de libertad
quebrantada por una medida de
internamiento en centro semiabierto, por el tiempo que le que de cumplimiento.
Esta decisión la adoptará el juez
en los casos más graves y tiene carácter excepcional porque sustituye la
medida quebrantada por otra más
grave.
CAPÍTULO IX: MEDIDAS SUSCEPTIBLES DE IMPOSICIÓN A LOS
MENORES
Penal Juvenil - 89
6. Cumplimiento de la medida
Una vez cumplida la medida de internamiento por el menor, la entidad pública
encargada de la ejecución
elabora un informe final dirigido al Juez de menores y al MF, donde hace
constar el cumplimiento de la medida y
una valoración de la situación en la que queda el menor.
El juez dictará un auto acordando lo que proceda respecto al archivo de la
causa. Este auto será
notificado al MF y al letrado del menor.
El juez, una vez cumplida la medida impuesta, de oficio o a instancia del MF o
del letrado del menor,
podrá instar de la correspondiente entidad pública de protección de menores,
que se arbitren los mecanismos de
protección del menor conforme a las normas del CC si lo considera necesario
para el interés del menor.
En los casos de medidas privativas de libertad, su cumplimiento determinará la
puesta en libertad del
menor. La libertad de los menores internados solamente puede ser acordada
por resolución de la autoridad
judicial competente, remitida a la entidad pública o por cumplimiento de la
fecha aprobada por el juez en la
liquidación de la medida. La entidad pública ejecutará inmediatamente el
mandamiento de libertad. Cuando el
mandamiento de libertad se refiera a un menor de edad, el centro lo
comunicará inmediatamente a sus
representantes legales para que se hagan cargo de él.
7. Prescripción de las medidas
En el art. 10.2 de la LORRPM se establece la prescripción de las medidas.
Las medidas que tengan un plazo superior a los dos años prescribirán a los
tres años.
Las medidas de amonestación, prestaciones en beneficio de la comunidad y
permanencia de fin de
semana con tareas, prescribirán al año.
El resto de medidas prescribirán a los dos años.
Se establece una excepción, recogida en la D.A.4ª letra f): las medidas
impuestas por los delitos
tipificados en los artículos 138, 139, 179, 180, 571 a 580 CP y aquellos
sancionados con pena de prisión igual o
superior a quince años, prescriben con arreglo a las normas contenidas en el
CP.
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 90
I. REGLAS ESPECIALES PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
PRIVATIVAS DE LIBERTAD
1. Centros para la ejecución de las medidas privativas de libertad.
Las medidas privativas de libertad se ejecutarán en centros específicos para
menores infractores. Estarán
divididos en módulos adecuados a la edad, madurez, necesidades y
habilidades sociales de los menores
internados. Los menores que requieran una protección especial estarán
separados de aquellos que los puedan
poner en situación de riesgo o peligro, serán trasladados a otro módulo del
mismo centro o a otro centro, en cuyo
caso sería necesaria la previa autorización del juez de menores. Las medidas
de internamiento también podrán
ejecutarse en centros socio sanitarios cuando la medida impuesta así lo
requiera, previa autorización del juez de
menores. Los centros se regirán por una normativa de funcionamiento interno,
que tendrá la finalidad de
conseguir una convivencia ordenada, que permita la ejecución de los diferentes
programas de intervención
educativa y las funciones de custodia de los menores internados.
2. Regímenes de internamiento
Los regímenes de internamiento son cuatro: cerrado, semiabierto, abierto y
terapéutico. Excepto el último,
los tres primeros se diferencian por la restricción mayor o menor de libertad que
cada uno de ellos supone. Los
menores cumplirán el internamiento según el régimen acordado por el Juez de
menores en la sentencia, en
resolución motivada.
2.1. Internamiento en régimen cerrado, semiabierto y abierto
Internamiento en régimen cerrado: los menores sometidos a esta medida
residirán en el centro y
desarrollarán en este las actividades formativas, educativas, laborales y de
ocio, planificadas en el programa
individualizado de ejecución de la medida. El menor solo saldrá del centro
cuando disfrute de permisos ordinarios
o extraordinarios de salida y en las salidas programadas.
Internamiento en régimen semiabierto: los menores residirán en el centro,
pero realizarán fuera de este
alguna de las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio,
establecidas en el programa individualizado
de ejecución de la medida. Este programa podrá establecer un régimen flexible,
en cuyo caso, se concede a la
entidad pública un margen de decisión para su aplicación concreta.
Internamiento en régimen abierto: los menores residen en el centro como
domicilio habitual, con
sujeción al programa y régimen interno del mismo. Todas las actividades de
carácter escolar, formativo y laboral,
establecidas en el programa individualizado de ejecución de la medida, se
llevarán a cabo en los servicios
normalizados del entorno, de acuerdo con los horarios y condiciones
establecidos en el programa individualizado
de ejecución de la medida. Con carácter general, el tiempo mínimo de
permanencia en el centro será de ocho
horas y el menor deberá pernoctar en él.
2.2. Internamiento terapéutico
Los menores que padezcan una anomalía o alteración psíquica, dependencia
de bebidas alcohólicas,
drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, o alteraciones en la
percepción que determinen una
alteración grave de la conciencia de la realidad, residirán en el centro para
recibir la atención educativa
especializada o el tratamiento específico, según los casos, de acuerdo con el
programa de ejecución de la
medida elaborado por la entidad pública.
Cuando el tratamiento tenga por objeto la deshabituación del consumo de
bebidas alcohólicas, drogas
tóxicas o sustancias psicotrópicas, el menor tiene que prestar su
consentimiento a la aplicación del tratamiento y
para someterse a los controles de seguimiento establecidos. Si no lo hace, se
pondrá en conocimiento del juez
para que le aplique otra medida adecuada a sus circunstancias.
Permanencia de fin de semana
Esta medida se puede ejecutar en un centro de menores o en el domicilio del
menor. Tendrá una duración
de treinta y seis horas que se cumplirán entre la tarde-noche del viernes y la
noche del domingo. Además del
internamiento, esta medida conlleva la realización de tareas socio-educativas.
Cuando la entidad pública recibe
el testimonio de la resolución firme con el número de fines de semana
impuestos y las horas de permanencia de
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 91
cada fin de semana, el profesional encargado de ejecutar la medida se
entrevistará con el menor, para elaborar
el programa individualizado de ejecución de la medida, en el que deberá
constar:
• Las fechas establecidas para el cumplimiento de las permanencias
• Los días concretos de cada fin de semana en los que se ejecutará la medida
• La distribución de las horas entre los días de permanencia
• El lugar donde se cumplirá la medida
El profesional designado propondrá las tareas socioeducativas que deberá
realizar el menor, de carácter
formativo, cultural o educativo, el lugar donde se realizarán y el horario. Si el
juez aprueba el programa, la
entidad pública lo pondrá en conocimiento del menor.
Internamiento cautelar
A los menores que se imponga la medida cautelar de internamiento, ingresarán
en el centro designado por
la entidad pública, en el régimen de internamiento establecido por el juez, que
cumplirá según las normas
establecidas en el régimen de internamiento correspondiente.
Todos los centros se regirán por una normativa de funcionamiento interno, cuyo
cumplimiento tendrá
como finalidad la consecución de una convivencia ordenada, que permita la
ejecución de los diferentes
programas de intervención educativa y las funciones de custodia de los
menores internados, asegurar la igualdad
de trato, prestando especial atención a aquellos que presenten alguna
discapacidad. Las normas de convivencia
comunes son las siguientes:
a) Con carácter general, el interno ocupará una habitación individual. Se podrá
compartir la habitación si
no existen razones de tratamiento, médicas o de orden y seguridad que no lo
aconsejen y las
condiciones de las habituaciones permitan preservar su intimidad. En caso de
compartir la habitación
cada menor dispondrá de un lugar adecuado para guardar sus pertenencias.
b) El menor internado tiene derecho a vestir su propia ropa, siempre que sea
adecuada a la disciplina y
orden interno del centro, u optar por la que le facilite el centro, que deberá ser
correcta, adaptada a
las condiciones climatológicas y desprovista de cualquier elemento que pueda
afectar a su dignidad o
que denote su condición de internado.
c) El menor podrá conservar en su poder el dinero y los objetos de valor de su
propiedad, si la dirección
del centro o el órgano que la entidad pública haya establecido en su normativa
lo autoriza en cada
caso de forma expresa.
d) En cada centro habrá una lista de objetos y sustancias prohibidas por
razones de seguridad, orden o
finalidad del centro. Se consideran objetos o sustancias prohibidas:
1º. Las bebidas alcohólicas
2º. Las drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas
3º. Cualquier otro producto o sustancia tóxica
4º. Dinero de curso legal en cuantía que supere lo establecido en la norma de
régimen interior del
centro.
5º. Cualquier material o utensilio que pueda resultar peligroso para la vida o la
integridad física o la
seguridad del centro.
6º. Aquellos previstos por la normativa de funcionamiento interno de los
centros.
e) En todos los centros habrá un horario por el que se regulen las diferentes
actividades. Este horario
habrá de garantizar un mínimo de ocho horas diarias de descanso nocturno y,
siempre que sea
posible, dos horas al aire libre.
f) Los menores deberán cumplir las normas higiénicas, sanitarias y sobre
vestuario y aseo personal que
se establezcan en la normativa de funcionamiento interno del centro. También
estarán obligados a
realizar las prestaciones no retribuidas que se establezcan en la normativa para
mantener el buen
orden y la limpieza del centro, que en ningún caso tendrá la condición de
actividad laboral.
g) El incumplimiento de deberes podrá ser objeto de corrección educativa
siempre que no tengan como
fundamento la seguridad y el buen orden del centro.
El ingreso de un menor en un centro tendrá lugar en cumplimiento de un
mandamiento cautelar o de una
sentencia firme adoptada por la autoridad competente, donde se establezca la
medida de internamiento. El
menor podrá ingresar en el centro por presentación voluntaria en los siguientes
casos:
• Cuando sobre él se haya dictado un mandamiento de internamiento cautelar
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 92
• Una sentencia firme de internamiento pendiente de ejecutar
• Si se ha evadido o fugado del centro
• No ha regresado después de una salida autorizada
En estos casos de presentación voluntaria del menor, el director del centro,
dentro de las 24 horas
siguientes al ingreso, solicitará del juez de menores, el correspondiente
mandamiento, o el testimonio de
sentencia y liquidación de condena
3. Principio de resocialización
La ejecución de las medidas está dirigida a la resocialización y reeducación del
menor. Todas las
actividades que se realicen en los centros estarán inspiradas por el principio de
que el menor internado es sujeto
de derecho y continúa formando parte de la sociedad. La vida en el centro debe
tomar como referencia la vida en
libertad, reduciendo al máximo los efectos negativos que el internamiento
pueda representar para el menor o
para su familia, favoreciendo los vínculos sociales, el contacto con los
familiares y allegados y la colaboración y
participación de las entidades públicas y privadas en el proceso de integración
social, especialmente de las más
próximas geográfica y culturalmente. Con esta finalidad se establecen:
Los Permisos ordinarios se conceden, con carácter general, a los menores
internados por sentencia
firme, en régimen abierto o semiabierto, siempre que se cumplan los requisitos
imprescindibles para la concesión
de los mismos:
a) La petición previa del menor
b) Que no se encuentre cumpliendo o pendiente de cumplir sanciones
disciplinarias por faltas muy
graves o graves impuestas de conformidad con este reglamento
c) Que participe en las actividades previstas en su programa individualizado de
ejecución de la medida
d) Que se hayan previsto los permisos en el programa individualizado de
ejecución de la medida,
aprobado por el juez competente
e) Que en el momento de decidir la concesión no haya sido imputado en un
nuevo hecho constitutivo de
infracción penal
f) Que no exista un pronóstico desfavorable del centro que indique el probable
quebrantamiento de la
medida, la comisión de nuevos hechos delictivos o una repercusión negativa
que la salida pudiera
tener para el menor.
La Duración máxima de cada permiso no excederá nunca de 15 días y el
tiempo de los mismos se
establece según el tipo de internamiento:
• Menores internados en régimen abierto, podrán disfrutar de un máximo de 60
días por años
• Menores internados en régimen semiabierto, de un máximo de 40 días por
año, distribuidos
proporcionalmente en los dos semestres del año
• Menores internados en régimen cerrado, podrán disfrutar de permisos, una
vez cumplido el
primer tercio del período de internamiento, cuando la buena evolución personal
durante la
ejecución de la medida lo justifique, favorezca el proceso de reinserción social,
y cumplan los
requisitos establecidos. Podrán disfrutar de 12 días de permiso al año, con una
duración máxima,
cada uno de ellos, de hasta cuatro días, cuando el juez de menores
competente lo autorice.
Los menores internados podrán disfrutar de permisos extraordinarios de
salida en caso de fallecimiento
o enfermedad grave de sus padres, cónyuge, hijos, hermanos u otras personas
íntimamente vinculadas con los
menores o de nacimiento de un hijo, y por otros importantes motivos de
análoga naturaleza, que hayan sido
comprobados, salvo que concurran circunstancias excepcionales que lo
impidan. La duración del permiso no
podrá exceder de cuatro días.
Podrán disfrutar de salidas de fin de semana los menores internados, por
sentencia firme, en régimen
abierto y semiabierto, si concurren los requisitos exigidos para disfrutar de
permisos de salida ordinarios. Como
norma general, las salidas de fin de semana se disfrutarán desde las 16.00
horas del viernes hasta las 20.00
horas del domingo. Si el viernes o el lunes es festivo, la duración de la salida
de fin de semana podrá
incrementarse 24 horas más. El número de salidas dependerá del régimen de
internamiento:
• Los menores ingresados en régimen de internamiento abierto podrán
disfrutar de salidas todos
los fines de semana, salvo que la evolución en el tratamiento aconseje otra
frecuencia de salida
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 93
• Los internados en régimen semiabierto podrán disfrutar de una salida al mes
hasta cumplir el
primer tercio del período de internamiento y de dos salidas al mes durante el
resto, salvo que la
evolución del menor aconseje otra cosa
• Los menores internados en régimen cerrado podrán disfrutar una salida de
fin de semana al mes,
una vez cumplido el primer tercio del período de internamiento, cuando la
buena evolución
personal durante la ejecución de la medida lo justifique y ello favorezca el
proceso de reinserción
social, siempre que cumplan los requisitos exigidos para ello y el juez de
menores lo autorice
Las salidas programadas forman parte de la ejecución de la medida impuesta,
no son permisos de salida
ni ordinarios ni extraordinarios. Las organiza el centro para el desarrollo del
programa individualizado de
ejecución de la medida. Podrán disfrutar de salidas programadas:
• Los menores internados en régimen abierto y semiabiertos, cuando estas
formen parte del
programa individualizado de ejecución de la medida.
• Los menores internados en régimen cerrado, una vez cumplido el primer
tercio del período de
internamiento, cuando la buena evolución personal durante la ejecución de la
medida lo
justifique, favorezca el proceso de integración social y el juez de menores
competente lo autorice.
Se realizarán preferentemente durante los fines de semana y festivos.
Las salidas, permisos y comunicaciones con el exterior podrán ser dejadas sin
efecto por el juez de
menores, en cualquier momento, si el menor incumple las condiciones. La
entidad pública podrán suspender
motivadamente el disfrute de un permiso ordinario, extraordinario, salidas de fin
de semana, salidas
programadas, antes de iniciarse, cuando se produzcan hechos que modifiquen
las circunstancias que propiciaron
su concesión. Si el permiso o la salida se hubiese autorizado por el juez de
menores, la suspensión tendrán
carácter provisional y se pondrá inmediatamente en conocimiento del juez para
que resuelva lo que proceda. El
permiso o salida quedará sin efecto desde el momento en que el menor se vea
imputado en un nuevo hecho
constitutivo de infracción penal.
4. Derechos de los menores durante la ejecución
Los menores, durante la ejecución de las medidas, gozarán de los derechos y
libertades que les reconoce
la CE, los tratados internacionales ratificados por España y el resto del
ordenamiento jurídico vigente, a
excepción de los que se encuentren expresamente limitados por la ley, el
contenido del fallo condenatorio o el
sentido de la medida impuesta. Todos los menores internados tienen derecho a
que se respete su propia
personalidad, su libertad ideológica y religiosa y los derechos e intereses
legítimos no afectados por el contenido
de la conducta, especialmente los inherentes a la minoría de edad de edad civil
cuando sea el caso. Se
reconocen a los derechos internados los siguientes derechos:
a) Derecho a que la entidad pública de la que depende el centro, vele por su
vida, su integridad física y
su salud, sin que puedan ser sometidos a tratos degradantes, malos tratos de
palabra o de obra, ni se objeto de
un rigor arbitrario o innecesario en la aplicación de las normas.
b) Derecho del menor de edad civil a recibir una educación y formación integral
en todos los ámbitos y a
la protección específica que por su condición le dispensan las leyes.
c) Derecho a que se preserve su dignidad y su intimidad, a ser designados por
su propio nombre y a que
su condición de internados sea estrictamente reservada frente a terceros.
d) Derecho al ejercicio de los derechos civiles, políticos, sociales, religiosos,
económicos y culturales
que les correspondan, salvo cuando sean incompatibles con el objeto de la
detención o el cumplimiento de la
condena.
e) Derecho a estar en el centro más cercano a su domicilio, de acuerdo a su
régimen de internamiento, y
a no ser trasladados fuera de su Comunidad Autónoma excepto en los casos y
con los requisitos previstos en la
Ley.
f) Derecho a la asistencia sanitaria gratuita, a recibir la enseñanza básica
obligatoria que corresponda a
su edad, cualquiera que sea su situación en el centro, y a recibir una formación
educativa o profesional adecuada
a sus circunstancias.
g) Derecho de los sentenciados a un programa de tratamiento individualizado y
de todos los internados
a participar en las actividades del centro.
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 94
h) Derecho a comunicarse libremente con sus padres, representantes legales,
familiares u otras
personas, y a disfrutar de salidas y permisos, con arreglo a lo dispuesto en esta
Ley. Derecho a comunicarse
reservadamente con sus letrados, con el juez de menores competente, con el
MF y con los servicios de
Inspección de centros de internamiento.
Como mínimo se autorizarán dos visitas ordinarias por semana, además se
podrán conceder otras visitas de carácter
extraordinario o fuera del horario establecido, por motivos justificados o como
incentivo a la conducta y buena evolución del
menor. La comunicación tendrá una duración mínima de 40 minutos. Una vez
al mes podrá tener lugar una visita de
convivencia familiar por un tiempo no inferior a tres horas.
Los menores podrán efectuar y recibir comunicaciones telefónicas de sus
padres, representantes legales y familiares
dentro del horario establecido en el centro. El número mínimo de llamadas que
podrán efectuar los menores será de dos por
semana, con derecho a una duración mínima de 10 minutos. Podrán enviar y
recibir correspondencia escrita libremente, sin
ningún tipo de censura, salvo prohibición expresa del juez. Asimismo, podrán
enviar y recibir paquetes.
i) Derecho a una formación laboral adecuada, a un trabajo remunerado, dentro
de las disponibilidades
de la entidad pública, y a las prestaciones sociales que pudieran
corresponderles, cuando alcancen la edad
legalmente establecida.
j) Derecho a formular peticiones y quejas a la Dirección del centro, a la entidad
pública, a las
autoridades judiciales, al MF, al Defensor del Pueblo y a presentar todos los
recursos legales que prevé la ley
ante el Juez de menores competente, en defensa de sus derechos o intereses
legales.
k) Derecho a recibir información personal y actualizada de sus derechos y
obligaciones, de su situación
personal y judicial, de las normas de funcionamiento interno de los centros que
los acojan, así como de los
procedimientos concretos para hacer efectivos tales derechos, en especial para
formular peticiones, quejas o
recursos.
l) Derecho a que sus representantes legales sean informados sobre su
situación y evolución y sobre los
derechos que a ellos les corresponden, con los únicos límites previstos en esta
Ley.
m) Derecho de las menores internadas a tener en su compañía a sus hijos
menores de tres años, en las
condiciones y con los requisitos que se establezcan reglamentariamente.
Requisitos:
• En el momento del ingreso o una vez ingresada, la madre lo solicite
expresamente a la
entidad pública o a la dirección del centro
• Se acredite fehacientemente la filiación
• A criterio de la entidad pública, dicha situación no entrañe riesgo para los
hijos
• Lo autorice el juez de menores
5. Deberes de los menores internados
Los menores internados también tienen unos deberes que cumplir y en virtud
de ellos estarán obligados a:
a) Permanecer en el centro a disposición de la autoridad judicial competente
hasta el momento de su
puesta en libertad, sin perjuicio de las salidas y actividades autorizadas que
puedan realizar en el
exterior.
b) Recibir la enseñanza básica obligatoria que legalmente les corresponda.
c) Respetar y cumplir las normas de funcionamiento interno del centro y las
directrices o instrucciones
que reciban del personal de aquél en el ejercicio legítimo de su funciones.
d) Colaborar en la consecución de una actividad ordenada en el interior del
centro y mantener una
actitud de respeto y consideración hacia todos, dentro y fuera del centro, en
especial hacia las
autoridades, los trabajadores del centro y los demás menores internados.
e) Utilizar adecuadamente las instalaciones del centro y los medios materiales
que se pongan a su
disposición.
f) Observar las normas higiénicas y sanitarias, sobre vestuario y aseo personal
establecidas en el
centro.
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 95
g) Realizar las prestaciones personales obligatorias previstas en las normas de
funcionamiento interno
del centro para mantener el buen orden y la limpieza del mismo.
h) Participar en las actividades formativas, educativas y laborales establecidas
en función de su
situación personal a fin de preparar su vida en libertad.
6. Medidas de vigilancia y seguridad
Para mantener el orden y la seguridad en los centros donde se cumplen las
medidas de internamiento, la
ley prevé la realización de actividades de vigilancia y seguridad interior de los
centros. Estas funciones las
realizarán los trabajadores de los centros con arreglo a los cometidos propios
de cada uno y a la distribución de
servicios. La autoridad pública podrá autorizar el servicio de personal
especializado, en funciones de vigilancia y
apoyo a las actuaciones de los trabajadores del centro. Cuando exista riesgo
inminente de graves alteraciones
del orden, con peligro para la vida o la integridad física de las personas o para
las instalaciones, la entidad
pública o el director del centro podrá solicitar la intervención de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad
competentes en cada territorio.
Las actuaciones realizadas para garantizar la seguridad interior de los centros
consistirán en la
observación de los menores internados. Podrán realizarse inspecciones de los
locales y de las dependencias del
centro, con la periodicidad que la entidad pública o el director del centro
establezca. También, en el ejercicio de
las funciones de vigilancia y seguridad, se podrá proceder a los registros de
personas, ropas y enseres de los
menores internados, que se ajustará a las siguientes normas:
• Su realización se regirá por los principios de necesidad y proporcionalidad y
se llevarán siempre
a cabo con el respeto debido a la dignidad y a los derechos fundamentales de
la persona.
• Los registros de ropas y enseres personales del menor se practicarán
normalmente en su
presencia.
• El registro de la persona del menor se llevará a cabo por el personal del
mismo sexo, en lugar
cerrado sin la presencia de otros menores y preservando la intimidad.
• Solamente por motivos de seguridad concreto y específicos, cuando existan
razones individuales
y contrastadas que hagan pensar que el menor oculta en su cuerpo algún
objeto peligroso o
sustancia susceptible de causar daño a la salud o integridad física de las
personas o de alterar la
seguridad o convivencia ordenada del centro y cuando no sea posible utilizar
medios
electrónicos, se podrá realizar el registro con desnudo integral, con autorización
del director del
centro, previa notificación urgente al juez de menores de guardia y al fiscal de
guardia.
• Si el resultado fuera infructuoso y persistiese la sospecha, se podrá solicitar
por el director del
centro a la autoridad judicial competente la autorización para la aplicación de
otros medios de
control adecuado.
De estos registros se formulará informe escrito que deberá especificar los
registros con desnudo integral
efectuados y los demás extremos previsto en el apartado d).
En el ejercicio de las funciones de vigilancia y seguridad, los trabajadores
podrán emplear medios de
contención, únicamente, en los casos más graves, considerándose como tales
los siguientes:
a) Los actos de violencia o lesiones de los menores a sí mismos o a otras
personas
b) Los intentos de fuga
c) Los daños en las instalaciones del centro
d) La resistencia activa o pasiva a las instrucciones del personal del centro en
el ejercicio legítimo de su
cargo
En estos casos, los medios de contención que podrán utilizar los funcionarios
encargados de la vigilancia
de menores serán:
a) La contención física personal
b) Las defensas de goma
c) La sujeción mecánica
d) Aislamiento provisional
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 96
El uso será proporcional al fin pretendido, nunca supondrá una sanción
encubierta y solo se aplicarán
cuando no exista otra manera menos gravosa para conseguir la finalidad
perseguida y por el tiempo
estrictamente necesario.
7. Régimen disciplinario de los Centros
Los menores internados, durante el cumplimiento de la medida de
internamiento puede cometer faltas
disciplinarias, y para castigarlas se establece un régimen disciplinario en los
Centros. Las medidas disciplinarias
no tienen naturaleza penal, sino administrativo y se impondrán conjuntamente
con la medida impuesta. El
régimen disciplinario tiene como finalidad contribuir a la seguridad y
convivencia ordenada de los mismos,
estimular el sentido de la responsabilidad, la capacidad de autocontrol de los
menores internados y corregir al
menor que durante la ejecución de la medida de internamiento ha cometido
faltas disciplinarias.
El ejercicio de la potestad reglamentaria se regirá por los siguientes principios:
1. El ejercicio de la potestad reglamentaria en los centros propios y
colaboradores corresponderá a
quien la tenga expresamente atribuida por la entidad pública. En su defecto,
corresponderá al director
del centro.
2. No podrán atribuirse al mismo órgano las fases de instrucción y resolución
del procedimiento.
3. La potestad disciplinaria habrá de ejercerse siempre respetando la dignidad
del menor. Ninguna
sanción disciplinaria podrá implicar castigos corporales ni privación de los
derechos de alimentación,
enseñanza obligatoria y comunicaciones y visitas.
4. Las sanciones impuestas podrán ser reducidas, dejadas sin efecto en su
totalidad, suspendidas o
aplazadas en su ejecución.
5. La conciliación con la persona ofendida, la restitución de los bienes, la
reparación de los daños y la
realización de actividades en beneficio de la colectividad del centro,
voluntariamente asumidos por el
menor, podrán ser valorados para el sobreseimiento del procedimiento.
6. Aquellos hechos que pudiesen ser constitutivos de infracción penal podrán
ser también sancionados
disciplinariamente cuando el fundamento de esta sanción, que ha de ser
distinto de la penal, sea la
seguridad y el buen orden del centro. Los hechos serán puestos en
conocimiento del MF y de la
autoridad judicial competente.
Las faltas disciplinarias se clasifican en muy graves, graves y leves, atendiendo
a la violencia desarrollada
por el sujeto, su intencionalidad, la importancia del resultado y el número de
personas ofendidas:
Son faltas muy graves (entre otras): a) agredir, amenazar o coaccionar de
forma grave a cualquier
persona del centro; b) instigar o participar en motines, plantes o desórdenes
colectivos; c) Intentar o consumar la
evasión del interior del centro o cooperar con otros internos en su producción;
etc.
Son faltas graves (entre otras): a) agredir, amenazar o coaccionar de manera
leve a cualquier persona del
centro; b) insultar o faltar gravemente al respeto a cualquier persona dentro o
fuera del centro; c) no retornar al
centro, sin causa justificada el día y hora establecidos después de una salida
temporal autorizada; etc.
Son faltas leves (entre otras): a) faltar levemente al respeto a cualquier persona
fuera y dentro del centro;
b) alterar el orden promoviendo altercados o riñas con compañeros de
internamiento; etc.
Las sanciones disciplinarias se establecen según la gravedad de las
infracciones.
Por la comisión de faltas muy graves se puede imponer (entre otras) alguna de
las siguientes sanciones:
a) la separación del grupo por tiempo de tres a siete días en casos de evidente
agresividad; b) la privación de
salidas de fin de semana de 15 días a un mes.
Por la comisión de faltas graves (entre otras): a) la separación del grupo hasta
dos días como máximo; b)
la privación de salidas de fin de semana de uno a 15 días.
Por la comisión de faltas leves: a) privación de participar en todas o algunas de
las actividades recreativas
del centro por un tiempo de uno a seis días; b) la amonestación.
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 97
La determinación de las sanciones y su duración se llevará cabo según el
principio de proporcionalidad y
teniendo en cuenta:
• Las circunstancias del menor
• La naturaleza de los hechos
• La violencia o agresividad mostrada en la comisión de los hechos
• La intencionalidad
• La perturbación producida en la convivencia del centro
• La gravedad de los daños y perjuicios ocasionados
• Y la reincidencia en otras faltas disciplinarias
Si se imponen varias sanciones se cumplirán simultáneamente, si fuera
posible. Si no lo fuera, se
cumplirán sucesivamente por orden de gravedad y de duración, sin que pueda
exceder en duración del doble de
tiempo por el que se imponga la más grave. En ningún caso en cumplimiento
sucesivo de diversas sanciones
supondrá para el menor estar consecutivamente:
a) Más de siete días o más de cinco fines de semana en situación de
separación del grupo
b) Más de un mes privado de salidas de fin de semana
c) Más de dos meses privado de salidas programadas de carácter recreativo
d) Más de 15 días privado de todas las actividades recreativas del centro
Se establecen dos tipos de procedimiento para la imposición de sanciones por
las faltas disciplinarias
cometidos, uno ordinario para las faltas muy graves y graves, y otro abreviado
para las faltas leves.
II. REGLAS ESPECÍFICAS PARA LA EJECUCIÓN DE DETERMINADAS
MEDIDAS NO PRIVATIVAS DE
LIBERTAD
El Reglamento de la ley establece unas reglas específicas de ejecución para
determinadas medidas no
privativas de libertad, concretamente para seis de ellas, cuyo rasgo común es
el exigir la elaboración de un
programa individualizado para la ejecución de la medida. El profesional
encargado de la ejecución es el que
elabora el programa individualizado de cumplimiento de la medida.
1. Tratamiento ambulatorio
Esta medida se impondrá a los menores que padezcan una anomalía o
alteración psíquica, adicción al
consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancia psicotrópicas o
alteraciones en la percepción, que
no requieran internamiento terapéutico, por no revestir gravedad o por sus
circunstancias. Se ejecutarán en el
centro o institución más adecuado según la enfermedad, anomalía o adicción a
tratar y el más cercano al
domicilio del menor en el que exista plaza disponible. En este centro se
elaborará el programa individualizado de
tratamiento.
Si el tratamiento es para la deshabituación del consumo de bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes o sustancias psicotrópicas, el menor tiene que prestar
consentimiento para iniciarlo, si no lo
hace, la entidad pública no iniciará el tratamiento y lo pondrá en conocimiento
del juez de menores para que le
aplique otra medida adecuada a sus circunstancias.
2. Asistencia a un centro de día
Los menores a los que se les impone esta medida residen en su domicilio
habitual y acuden a un centro
de día, a realizar actividades de apoyo, educativas, formativas, laborales o de
ocio. La entidad pública elegirá el
centro de día más adecuado para las carencias o necesidades del menor entre
los más cercanos a su domicilio.
Designará a un profesional que se entrevistará con el menor para evaluar sus
necesidades y que, en
coordinación con el centro donde se vaya a ejecutar la medida, será el
encargado de elaborar el programa
individualizado de ejecución de la misma. En dicho programa constarán:
• Las actividades que tendrá que realizar el menor y su naturaleza
• La periodicidad de asistencia al centro
• El horario de asistencia
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
Penal Juvenil - 98
3. Libertad vigilada
Esta medida tiene una doble función, ya que se impone como medida
independiente y también constituye
el segundo período de cumplimiento de las medidas de internamiento. En
ambos casos las reglas de ejecución
son iguales. Se designa al profesional encargado de la ejecución y dicha
designación se notifica al juez. El
profesional se entrevista con el menor para elaborar el programa
individualizado, donde el profesional recogerá:
• La situación general detectada del menor
• Los aspectos concretos relativos a ámbitos persona, familiar, social,
educativo, formativo o
laboral en los que considera necesario incidir
• Las pautas socioeducativas que deberá seguir el menor para superar los
factores que
determinaron la comisión de la infracción penal
• La frecuencia mínima de las entrevistas con el menor, para el seguimiento y
control de la medida
Con esta medida, el juez también puede imponer al menor alguna regla de
conducta.
4. Convivencia con otra persona, familia o grupo educativo
Como paso previo, la entidad pública seleccionará a la persona, familia o grupo
educativo que considere
más idóneo para la convivencia con el menor, teniendo en cuenta sus
características especiales, de entre
aquellos que se hayan ofrecido voluntariamente para colaborar en la ejecución
de la medida. Durante la
selección, la entidad pública deberá escuchar necesariamente, al menor y
cuando sea necesario, a sus
representantes legales. La persona o personas que integren la familia o grupo
que acepten convivir con el menor
deben reunir una serie de requisitos: estar en pleno ejercicio de sus derechos
civiles, no estar incursas en alguna
de las causas de inhabilitación para los tutores establecidos en el CC y tener
unas condiciones personales,
familiares y económicas adecuadas a criterio de la entidad pública, para
orientar al menor en su proceso de
socialización. Adquiere las obligaciones civiles de la guarda y debe colaborar
con el profesional encargado de la
ejecución de la medida o del seguimiento de su ejecución.
En este programa deberá constar la aceptación expresa de la convivencia
mostrada por la persona,
familia o grupo seleccionado, la predisposición mostrada por el menor para la
convivencia y, cuando proceda, la
opinión de los representantes legales. Durante la ejecución de la medida el
menor conservará el derecho de
relacionarse con su familia, salvo que haya una prohibición judicial expresa.
5. Prestaciones en beneficio de la comunidad
El profesional designado para la ejecución de la medida, se entrevistará con el
menor para conocer sus
características personales, sus capacidades, sus obligaciones escolares o
laborales, su entorno social, personal
y familiar, para determinar la actividad más adecuada a estas características.
En esta entrevista le ofertará las
plazas existentes, con indicación expresa de su contenido y los posible horarios
de realización. El profesional
elaborará el programa individualizado de ejecución de la medida, que deberá
contener los siguientes extremos:
• Las actividades que el menor tiene que realizar
• El cometido que le corresponde al menor en dicha actividad
• El beneficiario
• Lugar de realización
• La persona responsable de la actividad
• El número de horas de cada jornada
• El horario de realización
• El consentimiento expreso del menor para realizar las actividades y las
condiciones de su
realización
Si el menor no acepta las actividades propuestas o las condiciones de su
realización, se pueden cambiar
por otras actividades o modificar las condiciones de ejecución. Cuando no se
pueda ofrecer la realización de
otras actividades, el juez deberá sustituir esta medida por otra que se adapte a
las características del menor y a
los objetivos que se persigan con la misma.
Las actividades que los menores han de realizar como contenido de esta
medida tienen que reunir las
siguientes condiciones:
CAPÍTULO X: REGLAS PARA LA EJECUCIÓN DE LAS MEDIDAS
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1. Han de ser de interés social o realizarse en beneficio de personas en
situación de precariedad y
que por lo tanto necesitan ayuda.
2. Se intentará que estén relacionadas con la naturaleza del bien jurídico
lesionado por los hechos
cometidos por el menor.
3. No podrán atentar contra la dignidad del menor.
4. No persiguen la consecución de intereses económicos. La asignación de
estas actividades no
tendrá por finalidad la consecución de intereses económicos.
Las prestaciones del menor no serán retribuidas pero podrá ser indemnizado
por la entidad a beneficio de
la que realice la prestación por los gastos de transporte y, si los hubiera, de
manutención, si estos servicios no
los presta o son asumidos por la entidad pública encargada de la ejecución de
la medida.
Durante la realización de la actividad, si los menores tienen la edad para
acceder a la protección de la
Seguridad Social, gozarán de la misma protección que establece la legislación
penitenciaria para los condenados
a la pena de trabajos en beneficios de la comunidad y también estarán
protegidos por la normativa laboral en
materia de prevención de riesgos laborales. Si no tienen la edad establecida, la
entidad pública encargada de la
ejecución le garantizará una cobertura suficiente por los accidentes que pudiera
padecer durante la prestación de
la actividad y una protección igual o superior a la regulada por la normativa
laboral en materia de prevención de
riesgos laborales.
La duración de las jornadas para la realización de las actividades se establece
en función de la edad de
los menores. Si el menor tiene de catorce a dieciséis años, la duración de cada
jornada no podrá exceder de
cuatro horas diarias. Si es mayor de dieciséis años, no podrá exceder de ocho
horas diarias.
6. Realización de tareas socioeducativas
Esta medida se puede imponer directamente, como medida independiente y
conjuntamente con la medida
de permanencia de fin de semana, también está indicada en los supuestos en
los que se concede la suspensión
de la ejecución del fallo. La finalidad de estas medidas es que la realización de
tareas socioeducativas faciliten al
menor el desarrollo de su competencia social. El profesional designado para la
ejecución de la medida se
entrevistará con el menor para conocer sus características personales, su
situación y sus necesidades y con
estos datos elaborará el programa individualizado de ejecución de la medida.
En el programa constarán:
• Las características específicas de carácter formativo, cultural y educativo que
debe realizar el
menor
• El lugar donde se realizarán
• El horario de realización, que deberá ser compatible con el horario escolar, si
el menor se
encuentra en el período de la enseñanza básica obligatoria, y si no fuera así y
estuviera
desarrollando una actividad laboral, se hará compatible, si ello fuera posible,
con la realización de
la misma
7. Medidas cautelares
Las medidas de libertad vigilada o convivencia con otra persona, familia o
grupo educativo, se pueden
imponer como medidas cautelares, según lo dispuesto en el art. 28 de la Ley.
En los casos en que esto suceda,
en la ejecución de estas medidas como medidas cautelares, se observarán las
reglas previstas en los artículos
18 y 19 del Reglamento. En su ejecución se respetará el principio de
presunción de inocencia.

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