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‘Para dicha perspectiva, aquello que la psicología convencional llama entidades mentales o
en otra clave aparato psíquico, no tiene su origen dentro de la cabeza de la gente, ni
tampoco son internalizaciones producidas en la vinculación con un ámbito exterior. Éstas son
en sí mismas procesos sociales (y por tanto simbólicos) constituyentes y constituidas de
aquello que llamamos subjetividad.’ (Piper, I. 2007)
Si en el discurso clínico, el
I En busca de una perspectiva particular médico es sucesivamente el
interrogador soberano y directo,
el ojo que mira, el dedo que
toca, el órgano de
desciframiento de los signos, el
punto de integración de
descripciones ya hechas, el
técnico de laboratorio, es
porque todo un haz de
relaciones se encuentra en
juego.
Michel Foucault, La arqueología
Una perspectiva antropológica y libertaria de la del saber. Pg. 87
autogestión en los grupos, comunidades y organizaciones, no es un tema nuevo. Se podría
leer o entender como si se tratara de un tópico histórico entre las corrientes de pensamiento
desarrolladas en occidente. De todas formas es complicado afirmar una relación continua,
unitaria, coherente. Se trata más bien de un tópico que emerge entre discursos y cursos de
acciones. Tal vez concatenaciones o incluso semi-concatenaciones, las cuales no están
plenamente vinculadas. Motivos que se construyen o emergen no siempre de la misma
manera.
Este punto de partida nos sirve para plantear al menos una óptica abierta, “al estilo del
constructivismo radical”, que se imprime más bien como una estrategia para plantear una
epistemología anarquista y hermenéutica, que incluya una serie de fenómenos que sin
constituirse en unidades plenamente formadas, pueden ser indicados como paradigmáticos.
Podemos hablar de ideas asociadas a este tipo de perspectiva, a esta estrategia para tratar
de relacionar formas emergentes y en continuos movimientos de actualización o
desaparición de “la escena de la historia y la sociedad”: libertad, progreso, racionalidad,
fraternidad, bien común, bienestar, Estado, modernidad, calidad de vida, justicia social, y
otras más, se verán convocadas por diferentes momentos, pensamientos, pugnas
ideológicas, que coagulan discursos y semánticas que articulan el pensamiento y la acción
individual con la conformación de “estructuras sociales”. Articulaciones que se retroalimentan
en sí y que son a su vez reintroducidas como materia de análisis y reflexión, con la aparente
intención de fomentar ya sea el cambio o la conservación de determinado “estado de cosas”
en la sociedad.
Desde esta última afirmación, podemos señalar la relevancia que ha alcanzado hasta
“nuestro tiempo”, ese esfuerzo que aquí señalamos con el nombre de Intervención Social,
actividad de reconocida pertenencia de las ciencias sociales y otras prácticas profesionales
afines.
II La historia y la contingencia
La última frase de la cita nos permitirá también dirigir la atención al hecho de que este tipo
“certeza epistemológica y cognitiva”, funciona eficiente y eficazmente como un credo,
aminorando los motivos para inquietarse por los efectos de la constitución histórica no sólo
del conocimiento producido por sus métodos sino que también por la constitución histórica
de la historia de su propia disciplina, dando por sentada la historia oficial, como si se tratase
de la única lectura histórica posible. Es la fe absoluta en el enunciado de los hechos.
Podemos contar con un margen de confianza al afirmar entonces que la Intervención Social
es un elemento característico de la Modernidad y que es sobre la base de la dinámica social
moderna, que ésta ha aparecido como una necesidad. Esto implica necesariamente que la
Intervención Social de la que hablaremos aquí nace al alero de la racionalidad occidental
moderna, científica, positiva, progresista, profesional, de producción industrial y de un
predominante – y ¿vencedor? – modelo económico capitalista, puesto que es este tipo de
referencias las que orientan, directa o indirectamente gran parte del trabajo que se efectúa.
‘Volviendo a lo dicho en párrafos anteriores, la referencia empírica utilizada por los distintos
paradigmas sociológicos para imponerse entre sí, es la verificación del progreso o la
modernidad producida mediante los proyectos y las intervenciones sociales.’ (Corvalán, J.
1996)
Es posible afirmar también entonces como lo hacían varios pensadores provenientes de las
corrientes hermenéuticas y críticas de Alemania por ejemplo, que es un país donde se ha
ejercido notablemente este tipo de corrientes, que no existe una pregunta que no
presuponga ya una respuesta – Nietzsche -, como tampoco existe una posición neutral a la
hora de percibir, observar e inevitablemente prejuzgar – Gadamer -. Cualquier suposición de
neutralidad deberá ser “supuesta como un esfuerzo ilusorio”. Aún así, puede ser que no
quepa posibilidad de esquivar “ese esfuerzo humano”. Pero si no es posible eludirlo, ¡habrá
que incluirlo formalmente! Todo lo anterior implica la posibilidad de comprender que las
labores de la Intervención Social pueden ser analizadas, construidas, justificadas,
planificadas, ejecutadas y evaluadas según determinadas pautas, según determinados
sistemas teóricos, todo asociado a una serie de sesgos que deberán ser explicitados si se
pretende lograr un esfuerzo por construir o como decía Montenegro, articular colectivamente
un “bien neutral”.
Es así como nuevamente insistiremos con las reflexiones arraigadas en el constructivismo y
sobretodo, en sus lineamientos más radicales, sociales y críticos. Esto significa que no se
pueden descalificar gratuitamente los criterios, las legitimaciones, las premisas más básicas
de cada posición, de cada enunciado teórico y paradigmático frente a las situaciones que se
vean implicadas en una Intervención Social dada. De alguna forma, esto señala que en los
momentos en los cuales se hace emerger la reflexión teórica, tal cual se solicita en varias de
las metodologías cualitativas como la ‘grounded theory’, o de forma más radical tal cual lo
hace la etnometodología, se pueden traer a colación referencias relativas a diferentes
corrientes teóricas, cuál más o cuál menos de acuerdo a los grado de pertinencia que
experimenten los distintos actores ante la presentación de tal o cual esfuerzo explicativo de
los “registros”.
Cabe en este sentido del debate a propósito del debate científico y del debate lego, profano,
neófito, incluir o específicamente anunciar que deberemos tratar un poco más adelante, el
tema de las paradojas de las formas o tipos de Intervención Social. Sobretodo en lo que
respecta a temas de autoridad y jerarquía ante los temas tratados entre interventores e
intervenidos, cuestionando incluso estas mismas categorías.
Sin embarbo para abordar ese barco primero deberemos revisar unas cuantas pistas más
para poder comprender parte del debate ya conocido. Por ejemplo, el mismo Corvalán
señala y distingue en sus investigaciones, al menos cuatro paradigmas entre los cuales se
distribuirían las diversas iniciativas y prácticas de Intervención Social: integracionista,
competitiva, de la alienación y finalmente del conflicto. Por su parte Montenegro, una de las
autoras más relevantes en este tema, indica tres tradiciones de pensamiento posibles de
identificar en el trabajo social, al menos en España: funcionalismo, marxismo y anarquismo.
Estas corrientes pueden verse asociadas también a uno de dos tipos de intervención: dirigida
y participativa. Esta autora además se planteó tres ejes de análisis de la Intervención Social,
que influyen de forma determinante tanto a nivel teórico como práctico el conjunto de tareas
que se realizan en una Intervención Social: la definición de los problemas; el rol de los
agentes de la acción de cambio; la concepción del conocimiento que sustenta la
intervención.
Revisaremos resumidamente los paradigmas teniendo en cuenta además los posibles cruces
de categorías, tanto los que presenta el propio Corvalán, los que además combinaremos con
algunas distinciones de Montenegro, tratando de suponer grados posibles de compatibilidad
e hibridación y teniendo en cuenta que estas combinaciones pueden darse si es que no se
han dado ya en la práctica de la Intervención Social.
Pasemos entonces a comentar a grandes rasgos las categorías que aportaron estos trabajos
de estos dos autores. Empecemos con Corvalán y sus cuatro paradigmas.
‘…su visión del individuo, su legitimación del beneficio privado y del individualismo, su
cambio de utopía colectiva por una de tipo personal, hacen que sea, a nuestro entender,
el proyecto social post-moderno más fuertemente desarrollado de la actualidad. El
neoliberalismo es un proyecto social que rompe el contrato social de libertad-igualdad-
fraternidad, aludiendo sólo al primer término, despreciando el segundo e ignorando el
tercero.’
De este modo se entiende también que la institución que representa de mejor manera
este paradigma sea “La empresa”, por lo que gran parte de los programas que se
confeccionen con la influencia de éste paradigma llevarán como “solución insigne” el
tema de la iniciativa microempresarial. En palabras de Touraine en Corvalán:
“la empresa no será más considerada como la expresión concreta del capitalismo; al
contrario, aparece cada vez más como una unidad estratégica sobre un mercado
competitivo y como un agente de utilización de nuevas tecnologías (...) este paso de un
análisis en términos de clases sociales o de racionalización, a otro, definido en términos
estratégicos, modifica completamente nuestra representación de la empresa" (Touraine,
A.,1992:167).
d) Paradigma del Conflicto: a diferencia de los otros paradigmas, mantiene una tensión
relativa a aspiraciones colectivas por una parte, lo que se asemeja al paradigma de la
alienación, pero se aleja también del mismo puesto que se articula sobre la base de
las subjetividades más que sobre la base de categorías estructurales tales como las
clases sociales. La intervención social aquí puede ser dirigida pero, siempre con un
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Ver Daniel Guerín
transfondo emancipatorio que hace que este paradigma sea más propenso a las
intervenciones participativas, de manera que se suministre a los grupos afectados por
las condiciones sociales y políticas que los oprimen, ánimos conflictivos incentivados
por el pensamiento crítico y promueva acciones desde la sociedad civil. El objetivo es
que desde las propias bases se definan las necesidades, sus satisfactores y el diseño
de las estrategias para conseguir las mismas, levantando la protesta contra aquellas
situaciones consideradas como intolerables. Se estima que la institución simbólica es
la de los sindicatos y otras formas similares serían parte de la estrategia general para
canalizar la acción civil. Para Touraine la sociedad se constituye como un escenario
de luchas sociales que no se reducen a aspectos puramente económicos. De esta
manera, se logran articular y relevar temas que pueden ser prioridades locales
determinadas por los mismos afectados, tales como conflictos de género, políticas
medioambientales, educación, cultura, participación, etc.
Respecto algunas de sus consideraciones teóricas más relevantes serían según
Corvalán
Conclusión
Sin estar muy seguro si a un ensayo como éste correspondería una conclusión, creo que hay
algunas cosas que no deseo omitir. Una de ellas es que la intervención social asociada a las
políticas públicas es una idea que dentro de mis prácticas sociales preferiría evitar. Lo mismo
tal vez una práctica profesional y por ello acabo de usar la expresión práctica social.
No desconozco el hecho de que acreditarme en una institución universitaria de prestigio
connota aparentemente el deseo de obtener un certificado que me posiciona como un sujeto
autorizado para hablar de ciertos temas, pero creo que prefiero la autorización de una
asamblea en la que desde un principio se aspira a la igualdad de voz y voto.
Si mis argumentos fueran favorables para desarrollar un proyecto semejante al que plantea
Montenegro o al que desde muy joven aspiro, pues bienvenido sea. Tendré que decir en
todo caso que dichos argumentos solo pueden serme atribuidos en virtud del accidental acto
de enunciación. No creo en el saber como mérito individual.
Finalmente, decir que creo que muchas personas asociadas a la intervención social lo hacen
sin el apego debido y esto lo he testimoniado trabajando muy a mi pesar en proyectos
públicos. También existen personas muy apasionadas, con las cuales mantengo una sana
diferencia respecto de las posiciones desde las cuales se favorece el trabajo social. Sin
embargo, creo por las mismas razones que menciono más arriba, que la Intervención Social,
dada como un mandato político o como una deducción de responsabilidad social de los
privados, sólo puede expresar una antigua mácula de la antropología, que es la colaboración
con la colonización. Claro, no hablo de la clásica colonización de blancos contra negros, o
indios. Eso ya nos pasó y hoy en medio de una cultura mestiza y desorientada culturalmente
me planteo que la nueva colonización se expresa básicamente en este tipo de labores que
de buenas a primera parecieran ser que buscan el bienestar de la comunidad pero que en
términos generales sigue siendo más útil al control social y la gobernabilidad de las masas
que para la liberación de las mismas y la obtención de soluciones más definitivas a
problemas tales como el hambre.
Este es el fin del ensayo. Se acabó el tiempo y lamento dejar pendiente el desarrollo de
varios temas que sólo pude tocar parcialmente. Sin embargo, espero al menos haber dejado
plasmada la idea de que combinando las buenas intenciones y no imponiéndolas, podremos
tal vez obtener una vitalidad social que nunca está demás.
Bibliografía