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Personas como perros


Por Ángeles Caso

Desde lejos

Durante siglos, los utilizamos como mano de obra gratuita: el


tráfico de esclavos hizo que muchos millones de personas
–hasta 60, según algunos historiadores– fueran cazadas como
animales en las tierras de África y conducidas a los dominios
españoles, franceses, portugueses o británicos en América.

Durante muchas décadas, las metrópolis europeas los


explotaron además en las colonias que instalaron en sus
propios territorios, y esquilmaron sus riquezas.

Ahora mismo, los países ricos seguimos sacando todo el


provecho que podemos del continente africano, marcando
unilateralmente el precio de sus cosechas, maltratándolos en
las minas de coltán o de diamantes, apoyando a sus
gobernantes corruptos, mirando hacia otro lado cuando las
luchas por el poder –a menudo instigadas por nosotros–
generan baños de sangre y tratándolos como apestosos sin
papeles cuando llegan heroicamente hasta nuestro mundo de
ricos en busca de una vida mejor.

Mauritania o Marruecos reciben dinero europeo para


contenerlos lejos de nuestras fronteras.

Pero nuestros gobernantes cierran los ojos ante la realidad: la


Policía y los funcionarios de esos países negocian con las
mafias que los trasladan como ganado, y cuando los detienen,
les roban lo poco que poseen y los conducen al desierto, sin
agua ni comida.
Y ahora sabemos además que también somos capaces de
abandonarlos en el mar y dejar que mueran de hambre y sed.

No vemos nada, no oímos nada.

En algún lugar secreto de nuestras prestigiosas y


humanitarias instituciones sigue estando escrito aquello que
defendieron tantos teólogos para justificar la esclavitud: los
negros no tienen alma.

Otras lecturas relacionadas:

http://blogs.publico.es/versionlibre/442/algo-apesta-en-
dinamarca-y-en-toda-europa/

Algo apesta en Dinamarca y en toda Europa

Por Marco Scwartz

Algo está podrido en el Estado de Dinamarca y en toda la


Unión Europea.

El Gobierno del país nórdico anunció ayer que restablecerá el


control de sus fronteras, en un momento en que Bruselas, a
instancias de Francia e Italia, estudia una reforma del Tratado
de Schengen que podría restringir la libertad de circulación de
ciudadanos en el territorio europeo.

Estos movimientos regresivos en materia de derecho tienen


por objetivo a los inmigrantes, que en estos tiempos de crisis
ya no son tan bienvenidos como lo eran cuando contribuían
con su fuerza de trabajo a la prosperidad desbocada del
continente.

El sentimiento creciente de xenofobia en determinados


sectores de la sociedad está permitiendo el auge de
formaciones ultraderechistas, y estas, a su vez, están
imponiendo su agenda política sin que nadie parezca capaz
de remediarlo.

Así, el Gobierno danés ha tomado su decisión de romper de


modo unilateral con el Tratado de Schengen tras un acuerdo
con el Partido del Pueblo Danés, la formación de extrema
derecha en que se apoya parlamentariamente.

El espectáculo que están ofreciendo los dirigentes europeos


no puede ser más deplorable en términos morales.

Y pone además de manifiesto las debilidades de una Europa


miope que sólo se ha preocupado realmente en avanzar en la
cohesión económica y financiera.

Una mayor unión política permitiría, sin duda, gestionar de


otro modo el fenómeno de la inmigración. Pero esto es lo que
hay: un proyecto deslavazado en el que los valores más
elevados tienen hoy difícil cabida.

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