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• A. ¿Cómo se alcanza la madurez?

• B. La madurez y la edad.
• C. La madurez en el amor.

A. ¿CÓMO SE ALCANZA LA MADUREZ?

1. ¿Qué es la madurez? Es una cualidad de la persona que expresa una elevada perfección
humana.

2. ¿Cómo se consigue esa perfección humana? Mediante la repetición de buenas acciones.


Con esta reiteración se adquieren los buenos hábitos -virtudes humanas- que proporcionan
facilidad y naturalidad en obrar acertadamente: madurez.

3. ¿Qué hábitos o virtudes son más destacables en la madurez? En la perfección humana


todas las virtudes son importantes y ninguna debería faltar. Por ejemplo:

o fortaleza, reciedumbre, paciencia...: si hay madurez, se soportan las dificultades con


entereza.
o templanza, castidad, sobriedad...: la persona madura sabe dominar su propio cuerpo
y no es esclava de sus caprichos.
o prudencia, reflexión, consejo...: quizá estas cualidades son lo que más se entiende
por madurez. Es correcto, siempre que la prudencia no sea indecisión ni egoísmo.
o sinceridad, realismo, responsabilidad...: la madurez incluye un ejercicio responsable
de la libertad, reconociendo y reparando los errores y sus consecuencias
o caridad, generosidad...: una persona madura desea servir a los demás, huye del
egoísmo.
o constancia, perseverancia, laboriosidad...

4. ¿Cómo adquirir esas virtudes más fácilmente? Acompañados. Procurarse la amistad de


personas virtuosas y la ayuda de Dios. Algún esfuerzo es inevitable, pero la compañía de
Dios y de los demás facilita las cosas.

5. ¿Por dónde empezar? Cada persona deberá prestar mayor atención a una virtud u otra
teniendo en cuenta lo que le aconsejan. En general, para crecer en madurez se pueden
recomendar dos cosas -resumiendo mucho-:

o Esforzarse en un trabajo serio, responsable, constante, bien hecho. Una persona


trabajadora ejercita muchas virtudes y madura antes.
o Confesarse a menudo. Aparentemente esto no guarda relación con la madurez. Sin
embargo, ayuda mucho por dos motivos:
a) La confesión es un ejercicio de sinceridad, realismo y responsabilidad. Uno
reconoce sus errores y pide perdón.
b) La madurez se alcanza a base de repetir buenas acciones; en cambio, cada pecado
es un acto en dirección contraria que inclina la voluntad hacia el mal. La confesión
borra los pecados, reordena la voluntad, y proporciona gracias de Dios para seguir
avanzando en la buena dirección. Así perfecciona cualquier virtud.

6. ¿Madurez es lo mismo que santidad? Normalmente la madurez se entiende sólo como


perfección humana natural, mientras que la santidad equivale a la madurez humana y
sobrenatural. La santidad es la perfección en las virtudes humanas y sobrenaturales imitando
a Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre.

B. LA MADUREZ Y LA EDAD

1. ¿La madurez depende de la edad? Un poco sí, pues las personas excesivamente jóvenes
no han tenido tiempo de consolidar esos buenos hábitos o virtudes. Sin embargo, lo decisivo
no es la edad sino el esfuerzo continuo por llevar una vida ejemplar.

2. ¿Es posible la madurez en los niños? Se puede hablar de madurez infantil cuando los
niños ejercitan las virtudes propias de la madurez del modo adecuado a su edad. Por
ejemplo, un niño así:

o jugará mucho, pero también cumplirá responsablemente sus tareas.


o le gustarán los dulces, pero no será caprichoso.
o meterá la pata, pero sabrá reconocerlo.
o le gustará ayudar y servir a los demás, aunque su aportación sea limitada.

3. ¿En los mayores siempre hay madurez? Las personas mayores han alcanzado la madurez
física, biológica; pero esta madurez no es la principal: hay adultos irresponsables, egoístas,
imprudentes, con falta de sobriedad y reciedumbre, etc., y en estos casos no puede decirse
que posean la perfección humana propia de la madurez. Desde luego también hay personas
mayores cuyas virtudes superan en mucho a sus pequeños defectos.

4. ¿Y la madurez en la adolescencia? Obviamente si en la infancia puede hablarse de cierta


madurez, con mayor motivo en la adolescencia. Y en sentido contrario si hay adultos
inmaduros, también los hay adolescentes. En general, habrá madurez en la adolescencia
cuando el joven ejercita las virtudes propias de la madurez del modo adecuado a su edad. En
cambio la inmadurez típica de estas edades consiste en reclamar derechos de adulto en lo
que todavía es joven, y actuar infantilmente donde ya se es mayor.

5. ¿Ejemplos de inmadurez en la adolescencia? En el aspecto de creerse mayor donde


todavía no lo es, hay varios ejemplos que reflejan la llamada "edad del pavo":

o la rebeldía y falta de respeto hacia los padres y profesores, reclamando


independencia como si no se necesitara de ellos.
o la exigencia de derechos y libertades, cuando aún se carece de responsabilidad para
cumplir los propios deberes.
En el aspecto de comportamiento infantil la inmadurez se puede apreciar en:

o el afán excesivo por divertirse, cuando la edad de jugar ha terminado y el juego debe
ir dejando paso al trabajo responsable.
o la pretensión de conseguir las cosas sin esfuerzo, como les pasa a los niños.

6. ¿Por qué es muestra de inmadurez enfrentarse a los adultos? La auténtica madurez no


necesita de rebeldías, ni de faltas de respeto, ni reclama más libertad. Una persona mayor no
necesita de estas cosas para sentirse mayor; y los que le rodean reconocen su madurez sin
esos comportamientos.

7. ¿Ejemplos de madurez en la adolescencia? Aunque sus aportaciones a la sociedad sean


aún reducidas, la madurez de un adolescente se muestra cuando:

o Es trabajador y responsable con sus deberes.


o Es servicial e interesado por ayudar a los demás.
o Es constante en sus esfuerzos.
o Escucha y agradece los consejos.

C. MADUREZ EN EL AMOR

1. ¿Para amar es necesario un grado de madurez? Amar es desear el bien a otro. Ama a
alguien quien desea su bien. El verdadero amor exige que el egoísmo sea reducido, y esto es
una característica clara de madurez.

2. ¿El divorcio tiene que ver con la madurez? El divorcio y los problemas matrimoniales se
relacionan directamente con la falta de madurez en el amor. El egoísmo e incomprensión, la
falta de aguante y de lealtad son muestras de escasa madurez y a la vez causan problemas en
el matrimonio.

3. ¿Hay un modo rápido de crecer en madurez? La madurez se alcanza con mayor rapidez a
base de sobrellevar sufrimientos. Por esto, los mismos problemas matrimoniales, cuando se
superan, hacen que el amor mejore y se purifique de muchos egoísmos.

4. ¿El uso del sexo influye en la madurez? El sexo influye en la madurez de varios modos:

o quien domina las apetencias sexuales, reservando el uso del sexo para después de la
boda, muestra un buen grado de madurez.

quien se deja llevar por los gustos sexuales, buscando principalmente los placeres, aumenta
su egoísmo y empeora su madurez
las exigencias actuales del entorno laboral hacen que el periodo de formación
de un ingeniero no acabe con la obtención de su título, sino que continúe de
forma muy importante a lo largo de toda su vida profesional. La
profesionalización de la docencia en todos sus niveles hace patente que la
formación de carácter científico-técnico tenga que ser complementada con
conocimientos de tipo social y gerencial, dando lugar a la llamada formación
integral del ingeniero. Un punto de vista muy útil a la hora de planificar y
desarrollar la carrera profesional del ingeniero es aquel por el cual se le define
como un profesional que ofrece un servicio de ingeniería. Así, el ingeniero
desarrolla su carrera profesional a medida que aumenta la calidad y cantidad
de los servicios que es capaz de ofrecer a sus clientes (compañeros, superiores,
departamentos, empresas, organismos oficiales, etc). El diagrama de bloques
de la figura 1 explicita el hecho de que en la actualidad la Universidad se ha
especializado en proveer un servicio a la sociedad consistente en la formación
de ingenieros. Éste se ha revelado muy efectivo para dotar a los alumnos de
una sólida base de conocimientos científico-técnicos y para potenciar ciertas
aptitudes como la capacidad de abstracción, el pensamiento sistemático, la
capacidad de análisis, etc. ; dejando sin embargo, aspectos formativos de tipo
social y gerencial para el aprendizaje autodidacta o a cargo de las empresas, ya
en una etapa post-académica.

La carrera profesional del


ingeniero

El diagrama en árbol de la figura 2 muestra el camino que ha de


recorrer un ingeniero en formación antes de alcanzar su madurez
profesional y convertirse en lo que llamamos un ingeniero senior.
Así, la carrera profesional comienza con una fase académica que se
caracteriza por una diversificación relativamente reducida de las
temáticas que el alumno aborda, y por la condición de usuario que
este ostenta. En el final del camino se halla el ingeniero senior,
especializado en proveer un determinado servicio, en general con
características diferenciadas a los que ofrecen sus colegas. De hecho,
es esta gran diversificación, la capacidad de ofrecer un servicio diferenciado, la que sitúa
individualmente a cada ingeniero en el mercado de trabajo. Con este planteamiento, la
aportación más valiosa adquirida durante la fase académica tiene dos componentes: (1) Una
sólida formación científico-técnica de carácter generalista, que permita una rápida
especialización a la opción profesional que se le brinde como oportunidad; y (2) una actitud,
unos valores y un método de trabajo común a cualquier proyecto de ingeniería,
independientemente de su temática.

El ingeniero como proveedor de


un servicio
Para determinar cómo ha de ser la formación del ingeniero el concepto de servicio nos
volverá a ser de gran utilidad. Así, volviendo a las premisas anteriores, en la etapa
profesional el ingeniero es el responsable del servicio por el cual es requerido por sus
clientes. Dando por descontada la capacidad técnica del ingeniero en el ámbito
correspondiente, la calidad del servicio que ofrece se fundamenta en tres principios básicos:

- PRINCIPIO PRIMERO: Trabajar en la dirección correcta. Determinar las


necesidades reales del cliente es la primera acción que debe emprender el ingeniero. Así, el
profesional ayuda a su "cliente" a definir sus necesidades, pues no siempre éste es
consciente de las mismas en la dimensión adecuada. El siguiente paso es el de realizar una
propuesta de servicio y una planificación de las acciones asociadas a medida del cliente. El
éxito de esta primera parte se basa fundamentalmente en los conocimientos técnicos del
profesional, pero también son básicas una serie de habilidades generales o "skills" como son
la capacidad de comunicación, la responsabilidad, la credibilidad, las relaciones
interpersonales, etc.

- PRINCIPIO SEGUNDO: Trabajar bien. Una vez que ya se tiene definido el objetivo,
es decir se sabe lo que hay que hacer, se debe trabajar de forma eficiente. La planificación,
ejecución y seguimiento de un proyecto de ingeniería, tanto desde el punto de vista técnico
como gerencial, deberá ser conocido por el ingeniero como complemento a sus
conocimientos científico-técnicos.

- PRINCIPIO TERCERO: Explotar el resultado. El servicio no acaba hasta que ha sido


asimilado completamente por el cliente, que es el juez del trabajo realizado: el trabajo no es
bueno si por cualquier motivo, implícito o explícito, el resultado no es aceptado plenamente
por el cliente. Aquí se cierra el círculo, pues se pone de manifiesto la primera etapa:
detección de necesidades reales, planificación por disponibilidad, objetivos orientados al
cliente, etc. Una vez se ha concluido un servicio es el momento de iniciar el marketing
personal, de la empresa, de ofrecer nuevos servicios, pues ¿Quién está en mejor situación
para conocer qué es lo que sigue necesitando el "cliente"?

De lo explicado anteriormente se sigue que la capacidad del


profesional para dar un servicio de calidad se basa en dos amplios
conjuntos de conocimientos y capacidades:

- Conocimientos de base académica: son los conocimientos


humanos, científicos, técnicos y tecnológicos que permiten la
comprensión y discusión de los problemas de la ingeniería, así
como la propuesta y evaluación de posibles soluciones.
Básicamente constan de una sólida base de conocimientos generalistas que se mantienen a
lo largo de la vida del ingeniero, y de unos conocimientos especializados, muy cercanos a
las actividad profesional diaria, en evolución permanente. Son conocimientos de carácter
acumulativo o enciclopédico, que se adquieren por simple transmisión, de forma
relativamente pasiva. También podríamos incluir en este conjunto las capacidades que se
desarrollan en su aprendizaje, como puedan ser la capacidad de análisis, de síntesis de
abstracción.

- Conocimientos de base social: Son el conjunto de capacidades y habilidades que


permiten al ingeniero interaccionar de forma eficiente con su entorno. El mismo concepto
de servicio ya conlleva de forma implícita que el origen y final de la actividad del ingeniero
es eterna a él mismo. Además, para trabajar de forma eficiente, el ingeniero no puede
trabajar en solitario sino que debe de tener en cuenta los condicionantes de su entorno: la
política de la empresa, la disponibilidad de recursos, la interacción con el propio grupo de
trabajo, las subcontrataciones,... Este conjunto de conocimientos y habilidades, que son
característicos de la madurez y experiencia profesional se caracterizan fundamentalmente
porque tanto su adquisición como desarrollo solamente se producen mediante su ejercicio
práctico. De este modo es indispensable una participación muy activa del ingeniero en
formación. Podemos definir dos grupos bien diferenciados:

- Técnicas o habilidades: Engloba a las técnicas de comunicación oral y escrita, de


planificación, de seguimiento de proyectos, de dirección, de conducción de reuniones, de
gestión del tiempo, de relaciones interpersonales,...

- Capacidades y valores: Empatía, visión, creatividad, receptividad a la crítica, aceptación


del error propio o ajeno, aceptación del riesgo, criterio, responsabilidad, credibilidad, etc.

La formación del ingeniero

Anteriormente hemos llamamos ingeniero senior a un ingeniero que ha alcanzado su


madurez profesional, el cual, según lo visto en el apartado anterior, se caracteriza por
conjugar una proporción adecuada de conocimientos de base académica y base social. Para
ilustrar este concepto podemos ayudarnos de los gráficos de la figura 3, en los cuales, de
forma simplificada, se representan en ejes ortogonales los conocimientos de base académica
y los conocimientos de base social que posee un ingeniero y donde el 100% ilustra una
hipotética excelencia en el desempeño profesional. Así, el ingeniero senior se situará en el
extremo superior derecho del mapa,(figura 3.a) conjugando de forma equilibrada sus
conocimientos técnicos y su capacidad para interaccionar de forma eficiente con el entorno.
Lógicamente, su posición en el mapa puede estar sesgada en la
dirección de uno de los dos ejes dependiendo de sus funciones, pues
no requiere las mismas capacidades un ingeniero comercial que, por
ejemplo, un ingeniero de I+D.

Una formación muy desequilibrada en uno de los sentidos reduce


extraordinariamente la efectividad del ingeniero. Así, en el extremo
superior izquierdo situaríamos al llamado ingeniero "anacoreta"
(figura 3.a), con una enorme potencialidad de conocimientos
técnicos pero encerrado en su torre de cristal, aislado del mundo, y
por tanto incapaz de traducir su potencialidad en un servicio. Corre
el peligro de estar trabajando en un tema que no sea de interés
(incumple el principio primero), probablemente en solitario
(incumple el principio segundo), y si por casualidad acierta en el tema, sus conocimientos
corren el peligro de no trascender dado que nadie sabe que sabe (incumple el tercer
principio). En el extremo diagonalmente opuesto se hallaría el "fantasma", (figura 3.a) con
una habilidad patente para las relaciones sociales, pero sin una base real de conocimientos,
que le inhabilita para cumplir el segundo principio. Aparentemente es eficiente cumpliendo
el primer y tercer principio, pero esta eficiencia se basa más en la adulación y el
oportunismo, sino el engaño, que en el conocimiento de las necesidades reales de sus
clientes, dando lugar a relaciones enfocadas al corto plazo, superficiales, y con frecuente
rotura de compromisos dada la probable endeblez técnica de los acuerdos.

Este mismo esquema sirve para analizar la evolución del ingeniero a medida que se va
formando (figura 3.b).Tradicionalmente, la formación del ingeniero se iniciaba con una
etapa en la universidad caracterizada por la adquisición casi exclusiva de conocimientos de
base académica, que acababa con una transición brusca al mundo laboral, donde se esperaba
que el ingeniero recién titulado pusiera en práctica el enorme potencial de conocimientos
científico-técnicos adquiridos en la etapa anterior, dejando los conocimientos de base social
para el autoaprendizaje. Esta evolución pone de manifiesto claramente la diferencia
cualitativa de los dos tipos de conocimientos y el por qué de estar situados en ejes
ortogonales. Los conocimientos de base académica se adquieren por acumulación, como
acto individual y de forma relativamente pasiva; en lenguaje figurado "ejercitando los
codos". En cambio, los conocimientos de base social se adquieren actuando, de forma
interpersonal, interaccionado de forma activa con el entorno; en definitiva "ejercitando el
estomago".

Los nuevos planes de estudio (figura 3.c) han suavizado esta transición al mundo
profesional mediante un incremento de las actividades destinadas a la adquisición de
conocimientos de tipo social a partir de la inclusión en el currículo de asignaturas
específicas, reduciendo la especialización en la troncalidad, diversificándola en las materias
optativas, potenciando las actividades extra académicas que realizan los estudiantes,
incluyendo acciones de acercamiento del mundo de la empresa a la universidad, etc...

Ya se ha visto como la etapa de transición entre la universidad y el desempeño profesional


cada vez cobra más importancia (figura 3.c). La diferencia cualitativa de los dos tipos de
conocimientos que se requieren para una formación integral del ingeniero requiere la puesta
en marcha de acciones específicas, asumidas conjuntamente por la universidad y la empresa,
y en las cuales el ingeniero en formación debe involucrarse : Entre estas acciones se hallan :

- Orientación a la inserción profesional

- Desarrollo de técnicas específicas para el desempeño profesional

- Acercamiento de la universidad al entorno empresarial

- Acercamiento de la empresa al entorno universitario


- Especialización técnica a la opción profesional concreta

- Adaptación del método de trabajo a la provisión de un servicio

- Desarrollo de actitudes y valores orientadas a la provisión de un servicio

- Planificación y desarrollo de la carrera profesional

El valor añadido en el desempeño


profesional

Ya para concluir este trabajo, se debe remarcar el hecho de que una proporción cada vez
mayor de los beneficios de una empresa, tecnológica o no, se generan a partir de productos
o servicios desarrollados en los últimos años. Teniendo en cuenta que la tendencia apunta a
un incremento de este porcentaje, es importante que la formación de un ingeniero incluya
acciones para inculcar la necesidad de aportar valor añadido a su trabajo en la empresa,
tanto en la vertiente de crecimiento y diversificación de la actividad como en el sentido de
generación de puestos de trabajo, el suyo propio.

El diagrama de la figura 4 nos muestra, por medio de un ejemplo simplificado, las ventajas
de aplicar los tres principios al desempeño cotidiano de la actividad del ingeniero.
Supongamos que un ingeniero recién titulado se incorpora a un departamento con tres líneas
de actividad A, B y C, cada una de ellas dirigida por un ingeniero senior S1, S2 y S3. Es
habitual que al ingeniero junior j1 se le encuadre en tareas de soporte a las tres líneas de
actividad A, B y C. Un desempeño correcto de las mismas, aplicando el segundo principio,
le lleva a evolucionar dentro de la empresa, creciendo de acuerdo con el progreso de sus
mentores y sus líneas de actividad asociadas. Sin embargo, el ingeniero junior no se debe
limitar a convertirse en ejecutor de las tareas que se le encomiendan sino que debe progresar
en la capacidad de crear nuevas oportunidades de desempeño y negocio. Aplicar el primer
principio le llevará a dedicar una fracción de su tiempo a encontrar una nueva sublínea de
actividad x, que a partir del segundo y tercer principio le permitirán desarrollar esta sublínea
en una nueva línea X del Departamento. Así, la aplicación de los tres principios le permite
evolucionar haciendo crecer, no solo de forma cuantitativa a sus mentores y sus líneas de
actividad asociadas, sino que también producirá un crecimiento cualitativo de la propia
empresa, convirtiéndose por tanto en una línea de actuación muy superior a la anterior.

Ya vemos que de los tres principios el primero es el que realmente marca la diferencia. Así,
es importante para una empresa, tecnológica o no, que quiera mantenerse competitiva en
este entorno actual tan cambiante, reserve un mínimo de tiempo de calidad para potenciar
las ideas y proyectos de sus empleados, así como que cree las condiciones adecuadas para
que estos proyectos tengan una oportunidad de fructificar. Por su parte, la formación
universitaria debería incluir en su currículo materias para potenciar estas aptitudes. Materias
típicas orientadas a cumplir este rol pueden ser Análisis y prospectiva del entorno,
Creatividad e ingenio, Estrategia y teoría de juegos o Gestion de la innovación. Estas
asignaturas, impartidas al menos a una fracción del alumnado, deberían estar orientadas a
proporcionar una formación embrionaria en este apartado. Sin embargo, como la necesidad
y la motivación es la verdadera semilla del aprendizaje, para ser verdaderamente efectivas,
el aprendizaje y desarrollo de estas técnicas deberán correr parejas al propio desempeño del
ingeniero, como complemento de su formación en la empresa.

En cualquier caso, la madurez en el juicio moral es una condición


necesaria pero no suficiente para la madurez de la acción moral
puesto que se puede razonar en términos de principios y no vivir de
acuerdo con esos principios. Aún así, se podría concluir que es
bueno que posibilitemos el desarrollo y maduración de los juicios y
razonamientos morales enfrentando al sujeto de la educación o a
nosotros mismos ante dilemas morales. Es decir, no evitar los
problemas sino mantener la sensibilidad para hacer cuestión de lo
que para otros puede no ser problema porque está acostumbrado.
La maduración se consigue cuando ante los conflictos nos vemos en
la necesidad de esforzarnos en asumir la perspectiva de los otros
afectados, con lo que al salir de sí mismo, de nuestro mundo de
intereses, de valores absolutos, el individuo necesita buscar
soluciones más justas y argumentar desde un razonamiento mejor
elaborado.
La conclusión hasta aquí podría ser que la madurez en el
razonamiento moral se entiende en los dos casos estudiados
siempre como un proceso de creciente autonomía y una
argumentación desde criterios de universalidad.
Hasta aquí el análisis del desarrollo del razonamiento moral quizá no
nos aporte más que alguna referencia sobre el asunto que en
realidad nos interesa, pero si pensamos que por razonamiento moral
podemos entender también formación crítica para una opinión
pública activa y en forma, entonces la formación en ese
razonamiento moral se convierte en una exigencia y un reto de
quienes busquen la madurez personal.
Hoy cada vez más la cultura de masas ha dejado de ser propiamente
cultura, o al menos ha dejado de tener la pretensión de ilustrar, de
mostrar una concepción crítica sobre el mundo. Los medios de
comunicación se han ido transformando en negocios. Para poder
competir deben estar tecnológicamente preparados, disponer de
redes de información inmediata y grandes instrumentos de edición.
Las empresas pequeñas no pueden competir solas, lo que significa
concentrar el capital constituyéndose en grandes empresas de
comunicación y edición, con fuertes inversiones de capital por parte
de sus accionistas que, evidentemente, ya no pretenden la
divulgación cultural o la información objetiva sino ganar dinero. Con
ello la cultura se convierte a la vez en un instrumento de consumo y
distracción. Para que se pueda vender y pueda ser negocio, lo que
se ofrezca habrá de estar al alcance del gran público potencial
consumidor, con la correspondiente tendencia de los medios de
comunicación a adecuarse al nivel de los consumidores mayoritarios.
Por eso algunos periódicos no informan realmente y del mismo modo
podríamos decir que en general el consumo de cultura de masas no
forma sino que es regresivo y como medio de distracción que es,
dificulta la necesaria formación crítica y el desarrollo del juicio
moral. Hoy parece más difícil orientarse quizá por la misma
profusión de medios, libros y publicaciones de distinto sentido, y por
el poco tiempo del que disponemos normalmente para estas cosas.
A esto añadimos la confusión que en la sociedad plural, con distintas
visiones de las cosas, se produce. Una confusión en la que algunos
prefieren resolver los dilemas dejándolos en manos de expertos, o
sabios y no de la opinión pública. Otros prefieren conformarse
argumentando que las cosas no pueden ser más que como son.
Siempre hay además, quien está dispuesto a aprovechar este vacío
porque a veces son preferibles los ciudadanos pasivos y
desinformados.
Por todo esto parece que hoy más que nunca, si queremos alcanzar
una moral posconvencional hay que estar más atentos a buscar
instrumentos de autoformación de la conciencia moral, lecturas,
información contrastada, análisis de la realidad, fomentar el
ejercicio de ponerse en el papel del otro, buscar criterios y principios
universalizables, comparar con la historia vivida y todo lo que se nos
ocurra para fomentar la madurez responsable de la reflexión y
razonamiento moral. Es probable que esta tarea hoy no pueda
llevarse por separado. La maduración en el razonamiento se da
demasiadas veces por supuesta y curiosamente parece que cuanto
menos formado está la opinión más tiende ésta a ser aplastante y
presentarse ante nosotros como evidente. La opinión bien formada
suele ser más dialogante.
2. La madurez ética en una sociedad pluralista.
Nuestras sociedades occidentales son, se dice, pluralistas. Esta es
una afirmación muy repetida en nuestros días que viene a querer
decir que hay una convivencia de creencias diversas de tipo
religioso y político de manera que, en el requerido respeto mutuo
ninguna teoría puede caer en el dogmatismo de pretender ser la
única posible explicación comprensiva del mundo. El proceso de
modernización tendría como uno de los componentes fundamentales
la racionalización instrumental (adecuación de los medios a los fines
o consecuencias deseables) Para esto hay que prescindir de los
"encantamientos" que suponen los valores morales o religiosos. La
esfera de los valores últimos parece que cae dentro del terreno de lo
irracional, con lo que progresivamente se ha caído en un
desencantamiento religioso y como consecuencia en un "politeísmo
axiológico", es decir que todas las creencias e ideologías que
conviven con intención de dar un sentido último son igual de poco
validas a la hora de fundamentar la moral. Es más, parece que junto
con el fenómeno del pluralismo se ha unido el de la caída de, las
ideologías, de manera que hoy ninguna visión del mundo parece
tener suficiente entidad para generar una concepción de la historia,
una estructura política, unas formas de vida social, una teoría de la
persona o un código moral. Hoy nadie puede arrogarse en exclusiva
el derecho de juzgar lo bueno o malo para los hombres. La
conclusión evidente de este tipo de planteamientos es que el
problema de los valores es un problema subjetivo en el que no cabe
racionalidad y por tanto tampoco convencer a nadie de tus
posiciones particulares. Son subjetivas y no pueden pretender nada
más.
Parece que esto ha producido un desconcierto desde el punto de
vista moral. Era más fácil cuando había un referente claro al que
acomodarse asumiendo las directrices, o al que oponerse y rechazar
por reacción. El pluralismo puede traer como consecuencia el
escepticismo ( "es imposible juzgar...", "nunca sabemos la
verdad...", "las cosas no son ni buenas ni malas... depende de las
circunstancias...") el todo vale, puesto que parece que ninguna
visión es mejor a las demás, el relativismo moral, pero también la
pasividad ("total da igual, no me voy a aclarar", "supongo que
tendrá razón", o por el contrario "si lo dice Fulano seguro que es al
revés"). En cualquier caso ante la dificultad, también hay quien
prefiere la añoranza de tiempos mejores e interpreta la pluralidad
como algo negativo, como un retroceso.
Pero una cosa es el pluralismo moral derivado de la convivencia de
personas con distintas concepciones de la vida, o como cada vez
parece que va a ser más frecuente debido a los crecientes
movimientos migratorios, con culturas y religiones distintas y otra
un subjetivismo que no pueda resolverse racionalmente. El
pluralismo no tiene por qué conducir a la disolución de la ética.
Renunciar a los valores éticos sería asumir un mundo sin justicia, sin
libertades con discriminaciones. Un mundo en el que no se respeta
la dignidad humana, en definitiva un mundo inhumano. Por eso una
de las tendencias fundamentales en nuestros tiempos, presente en
autores como Rawls o Habermas, es preguntarse cómo es posible
mantener una sociedad pluralista en la que han de coincidir
ciudadanos que tienen distintas concepciones de la felicidad o con
distintas culturas.
La respuesta es que la convivencia es posible siempre que las
personas compartan unos mínimos morales, es decir si existe una
disposición de razonabilidad que consistiría en el respeto a los
distintos ideales de vida de otros ciudadanos con tal de que se
atengan a los mínimos compartidos, es decir la disposición a
alcanzar un consenso en torno a una concepción de la justicia como
imparcialidad. O a un conjunto de normas que pudieran ser
aceptadas por todos los implicados (universalidad) en unas
condiciones ideales de diálogo, condiciones de competencia de los
interlocutores, de simetría, y de ir más allá de intereses particulares,
entre otras, que garantizan la racionalidad del procedimiento.
Es decir, nuestras sociedades modernas pluralistas exigen que se
alcance, como madurez ética, una ética de los ciudadanos, ética
civil, laica, compartible, de mínimos. Se entiende por ética civil una
ética de contenidos mínimos en los que podrían converger distintas
visiones del mundo más allá de concepciones religiosas o intereses
particulares. La tradición histórica de la humanidad, a través de
personas e instituciones ha ido aportando ciertos principios que hoy
resultarían irrenunciables entendidos como unas mínimas exigencias
de justicia. Estos principios se suele entender, aunque con matices,
que se contienen en las distintas generaciones de Derechos
Humanos, bienes básicos de los que creemos que toda persona
debería disponer para poder realizarse como él crea conveniente. Se
trataría de diferenciar así, según explica A.Cortina, entre unos
mínimos morales de justicia que deben ser compartidos y ante los
que un ciudadano adulto es intransigente (son exigencias) y por otro
lado, unos máximos en forma de invitaciones a la felicidad entre los
que vamos a encontrar diferencias entre distintas concepciones y
ante las que un ciudadano adulto es tolerante aunque pueda estar
convencido del profundo valor de su proyecto. No es lícito imponer a
todos los ciudadanos una concepción de la felicidad que necesita ser
descubierta y aceptada libremente.
Los principios de justicia se entiende que son objetivos o al menos
que superan el terreno del subjetivismo individual o grupal en el que
no cabía un acuerdo, ni discusión. Creer en el pluralismo significa
poder tener un referente de justicia al que apelar que hace que toda
posición no sea igualmente válida, porque no siempre cabe cualquier
opinión. Por muy distintas que sean las costumbres, las formas de
vida, las tradiciones y las creencias, no es posible aceptar una ética
que, por ejemplo, admita la violencia como principio, discrimine a la
mujer, elimine a los ancianos inútiles, tolere la esclavitud o en
definitiva pongan en cuestión el valor absoluto de la dignidad
humana. La obligación de justicia es universal.
El fundamento de esta moral de la justicia es el imperativo kantiano
de la dignidad humana: "actúa de tal manera que trates a la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de los demás,
siempre como un fin y nunca únicamente como un medio", que no es
sino la forma secularizada del amor fraterno universal que predica el
cristianismo. El mandato de fraternidad es el punto de partida de
distintas ideas de justicia que se han propuesto en occidente aunque
no son exclusivas del cristianismo, sino que se proponen
precisamente porque se entiende que pueden ser compartibles más
allá de las diferencias.
De todas maneras conviene no mezclar en este punto normas
morales, y normas legales aunque evidentemente puedan tener
relación. Las normas morales son aquellas que obligan internamente
porque entendemos que son normas que todas las personas
deberían cumplir (independientemente de que tengamos la
evidencia de que no las cumplen), nos obligan a actuar para no caer
en la inmoralidad por ejemplo de permitir los maltratos o el drama
de los refugiados. Las normas jurídicas son promulgadas por quienes
tienen la autoridad competente y obligan a los todos los ciudadanos,
sientan o no la norma como suya. Las leyes se apoyan en el poder
coactivo de la sanción. Pero las leyes jurídicas, aún estando
correctamente elaboradas pueden ser injustas con lo que pierden su
legitimidad y por eso la moral debe ser el vigilante de la ley.
Esta distinción es importante para dejar claro que la ética civil no
plantea que la norma moral provenga de la mayoría o que una
especie de minoría de representantes morales pueda llegar a
imponer unas normas en moralidad. La moral no puede ser impuesta
ni se puede hacer dejación de la autonomía moral en manos de la
mayoría o de algún tipo de representantes o santones morales.
La madurez puede consistir, por tanto, en el deber moral de
civilidad, la exigencia moral que tenemos los ciudadanos de buscar
mediante el diálogo el acuerdo en esos mínimos morales. Un diálogo
que precisa el reconocimiento básico del otro como persona, el
propósito activo por conocer sus necesidades, intereses y razones, la
propia disposición a razonar, el compromiso de mejorar las
condiciones sociales, económicas y culturales que permitan que
todos puedan participar en ese diálogo y la disposición a optar no
por los propios intereses ni por los del propio grupo sino por los
generalizables. Consiste, así mismo, en la responsabilidad que todos
tenemos de moralizar a la sociedad, a los jóvenes y a los adultos, en
vigilar y exigir el cumplimiento de estos mínimos de justicia con la
permanente interpelación crítica, siendo conscientes que la sociedad
civil hoy no permite, muchas veces, una influencia individual
efectiva porque es difícil que tenga la necesaria repercusión, sino
que debe buscarse la participación desde asociaciones y
organizaciones civiles que sepan ganarse el prestigio de la
colectividad.
Pese a lo interesarte que resulta la propuesta de la ética civil es
necesario ser conscientes de que tiene dificultades serias y críticas
muy fundamentadas desde diversas perspectivas. Ni siquiera es fácil
que los distintos autores que las defienden se pongan de acuerdo
sobre cuáles son los mínimos, y evidentemente aún así las normas
morales requieren siempre una interpretación en la realidad, que
muchas veces tampoco es fácil si renunciamos a una tradición
común. Quiero decir que los mismos valores mínimos pueden entrar
y de hecho entran en colisión permanentemente. Además, para un
cristiano resulta fácil aceptar el principio de una ética civil en el
reconocimiento de la dignidad humana, pero de hecho no todo el
mundo acepta que pueda fundamentarse este principio puesto que
se han señalado dificultades en la fundamentación racional, no es
sencillo que realmente se pueda fundamentar esta dignidad humana
sin hacer referencia a la fuente de esa dignidad que es Dios.
De todas formas, y aceptando el evidente valor que tiene la ética
civil, debemos tener presente que ninguna formulación ética agota
la propuesta moral del cristianismo, es decir del mismo modo que
los Derechos Humanos se van descubriendo a lo largo de la historia
a medida que las circunstancias van constatando su necesidad, esto
ocurre porque estos Derechos van siendo exigidos como mínimos
más allá de los mínimos ya consensuados. Esta exigencia sólo es
posible desde una visión del hombre más amplia que sea capaz de
iluminar y proponer nuevos valores mínimos. De lo contrario
cualquier propuesta ética terminaría muriendo de autocomplacencia.
La fe nos proporciona un proyecto de persona más pleno, Cristo es el
hombre, el modelo de humanidad que nos sirve de referente y meta.
Este modelo no se agota en unos mínimos que permitan la
convivencia sino que invitan a la plenitud. La función del
cristianismo sigue siendo por tanto la de descubrir estas nuevas
propuestas leyendo su necesidad en la historia y contagiarlas luego,
haciéndolas razonables, para nosotros y para los demás, y por tanto
compartibles.
Aun así los problemas de la ética civil tal como explica J.J. Garrido
son más profundos, y pienso que enlazan claramente con el centro
de nuestro problema. Dice así:
"Y así, las dificultades de la ética civil no son otra cosa que los
indicios de un espacio cultural sin vitalidad ni energía, sin fuerza
para suscitar proyectos válidos de existencia personal y social y, en
consecuencia, sin capacidad para fundarlos y hacerlos inteligibles.
La crisis de nuestra época es total, en el sentido en que afecta tanto
a la razón como a la tradición: hoy no se quieren certezas racionales
ni convicciones firmes procedentes de la autoridad de la tradición,
precisamente porque tanto las certezas como las convicciones
implican compromisos, y los compromisos son una limitación para el
individualismo puro, desustancializado y narcisista que encaja tan
bien en la sociedad de consumo. Molesta el hombre resistente
porque no le da todo igual; se aplaude al hombre indiferente porque
es más fácil de programar. Se dice que la búsqueda de certeza es
señal de clara inseguridad, inmadurez, de neurosis; se oculta la
verdad de que sin certezas el hombre no puede vivir su vida, ni
arriesgarla por nada ¿puede acaso alguien jugarse la vida por algo
que no tenga para el la certeza de un valor absoluto? En el campo
de los valores y de la ética valen los espíritus abiertos, capaces de
cuestionarse y de ser críticos; pero no vale la incertidumbre: está en
juego el quehacer ineludible de la vida."'
3. Ética como responsabilidad.
Pienso, que se trataría justo de lo contrario de lo que opinan algunos
autores contemporáneos, como Rorty, para quien tomar las cosas en
serio parece estar reñido con ser tolerante. Si tomas las cosas en
serio es porque tienes convicciones y ya se sabe que quien tiene
convicciones corre el peligro de aferrarse a ellas y acaba siendo un
dogmático, un peligro social. Por eso termina diciendo que es un
deber moral, necesario para mantener la democracia, no tomarse las
cosas en serio, es un deber moral tomarlas con frivolidad, quedarse
siempre en la superficie para no entrar, así, en disputas que
terminan siendo de mal gusto. El compromiso con la liberación de
los oprimidos, la transformación de la sociedad, la emancipación son
cosas de otros tiempos, los "progres" de antaño ponen en peligro la
estabilidad social y el necesario consenso. Tener ideales exaltados
termina siendo poco elegante.
Pero si los valores no se defienden desde convicciones fuertes
entonces ningún esfuerzo va a merecer la pena. Las convicciones
son necesarias para llevar a cabo proyectos. Nuestro proyecto toma
sentido y fuerza cuando se vincula a un proyecto más amplio, un
proyecto que nos trasciende y al que nos vinculamos libremente. Por
eso frente a la ética de la frivolidad habría que plantear una ética, al
estilo de Zubiri, que consistiera en responder adecuadamente a la
realidad. Esto quiere decir descubrir la realidad para responder de la
realidad y para hacerse cargo de ella, cargar con ella. Urge hacerse
responsable de la realidad, del medio que nos rodea.
Desde una concepción cristiana aún se puede ir un poco más allá,
hacerse cargo dela realidad no es sólo responder de tu propia
realidad entendida como cosas o sucesos sino hacerse cargo de la
realidad que son los demás, un alguien. Mi responsabilidad no la
puedo coger o dejar porque no la elijo yo, no es una selección entre
una acción u otra, sino que normalmente me viene dada en la
medida que me es próxima, pero no una proximidad espacial, sino
que me es próximo en tanto que se me ha encomendado. Son los
otros "yos" que forman parte de mi circunstancia, los que me
reclaman.
De esta manera, la ética del ciudadano podría también entenderse,
como lo que podríamos llamar una ética de la responsabilidad (sin
que me esté refiriendo necesariamente a la propuesta que con este
nombre formuló Weber). Los ciudadanos deben sentirse
responsables de los problemas comunes de la sociedad y actuar en
consecuencia.
Escribe al respecto Marciano Vidal sobre la ética civil : "Surge así un
Ideal de Justicia anterior a la justicia legal; es la Justicia "radical",
que sale al amplio campo de la vida -como el Quijote- a deshacer
"entuertos" que son tolerados, propiciados o no solucionados por la
justicia institucionalizada -La Santa Hermandad-. El paradigma de la
ética civil hereda esta "pasión ética" y no acepta que "todo valga lo
mismo" (libertad o represión; tortura o integridad; vida o muerte).
Frente a la irrelevancia, frente al cinismo, frente al pasotismo, frente
a la indiferencia, frente a la impasibilidad moral, la ética civil
propone el "pathos de la ética" o la "ética apasionada" por el clamor
de la injusticia".
No hay autonomía sin responsabilidad. Para que una sociedad de
personas autónomas funcione han de ser además responsables del
orden y del progreso de la misma sociedad. Los individuos no deben
caer en la pasividad y hacer dejación de sus funciones
abandonándolas en manos del gobierno, o de otras instancias.
Problemas como la degradación de la naturaleza, la desigualdad de
oportunidades, el menosprecio a los inmigrantes, el rechazo a los
ancianos, o el hambre en el tercer mundo es problema de los
ciudadanos y no pueden ser resueltos sin su participación e
interpelación. No basta la acción política para transformar la
sociedad, aunque ésta sea precisa. Es necesario que los individuos
generen actitudes favorables y sensibles hacia los problemas que
debemos a aprender a entender que son de todos. Ser responsable
quiere decir que el ciudadano sea sensible a problemas que no son
meramente personales o privados, que asuma como propios los
problemas de la colectividad.
4. La plenitud moral como vocación.
Creo, que antes de terminar, el tema quedaría incompleto si no
intentamos volver al comienzo, a la primera sesión y por eso es
necesario que entendamos la plenitud ética como plenitud personal
desde la misma concepción de hombre. Decía Ortega que la vida es
quehacer. La vida no nos es dada hecha sino que cada uno tiene que
hacérsela individualmente, decidiendo en cada instante lo que
vamos a ser y aún no somos, nuestro futuro. Por eso el hombre no
es de manera cerrada lo que ya ha hecho sino de forma mucho más
sustancial, lo que puede ser (esperanza). El hombre en cada instante
se proyecta en el futuro. De ahí la tremenda e ineludible tarea de
tener la responsabilidad de elegir nuestro propio ser, desde nuestro
pasado y con fidelidad a nuestra realidad. La vida es pues, proyecto
de vida, (recuerdo que se nos insistía en esto en aquellos extraños
papeles de mi comienzo en la JEC) decidir lo que vamos a ser, y si no
lo decidimos activa y valientemente perdemos la oportunidad, como
si la vida se nos escapara de las manos.
A ese proyecto que somos hay que darle contenido, debemos hacer
nuestra propia vida conforme a nuestra vocación, una vocación que
hay que aprender a descubrir desde la fidelidad a nosotros mismos,
a nuestra tarea en el mundo, a nuestra circunstancia. Entre todas las
posibilidades hay que hacer aquello que tenemos que hacer, aunque
claro está, podríamos no hacerlo. Quizá sea esto lo que antes hemos
llamado responsabilizarse de la nuestra realidad.
Por eso la vida es constante progreso, perfeccionamiento, desarrollo
y no capricho. Tener proyecto. Ésto es, entender la vida como
autoexigencia, permanente tensión. Como querer y buscar siempre
nuevos retos, nuevas responsabilidades, nuevas tareas, nuevas
aventuras, pero no tanto por la conveniencia utilitaria del resultado,
sino por el goce del esfuerzo.
Por eso, ahora podemos recordar un texto de Ortega, muchas veces
citado, que nos recuerda algo muy relacionado con la madurez
moral.
"... la moral no es una performance (cualidad especial) suplementaria
y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino
que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y
vital eficacia. Un hombre desmoralizado es un hombre que no está
en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad,
y por ello no vive su vida y por ello no crea ni fecunda ni hinche su
destino".
Permitirme que intente traducir este texto y sacar de él algunas
conclusiones. Estar desmoralizado significa no encontrarse con
fuerzas para hacer frente a la vida humanamente. Tener fuerzas es
no poner excusas, ni echar balones fuera de nuestras
responsabilidades, tener fuerza de ánimo para infundir esperanza
porque tú mismo tienes esperanza. No estar en posesión de sí
mismo es no tener dominio personal, dejarse llevar por las opiniones
y circunstancias. Estar fuera de tu radical autenticidad es no asumir
tu realidad: tus hijos, tu trabajo, tus capacidades,... querer vivir una
vida que no es la tuya.
Para muchos resulta imposible de entender un hombre o mujer que
rebosa vitalidad. Un hombre o mujer que no sólo se mueve por lo
necesario o porque no tienes más remedio, por inercia. Es difícil de
entender un hombre o mujer que se mete en problemas que ni le
van ni le vienen para intentar hacer reales unos ideales.
Por esto no significa necesariamente tener que realizar algún tipo de
actividad excepcional, sino enfrentarse con la humilde cotidianeidad
para darle un sentido al que libremente te vinculas y que te
autoexige. Pero ese horizonte de sentido no nace de ti como si
fueras un ser absoluto.
La madurez, la plenitud debe, pues, consistir en encontrar un
horizonte desde el que dar sentido y a cuyo servicio te pones
incondicionalmente, se encuentra sabor a la vida cuando se la hace
servir a un proyecto trascendente, a una instancia superior de
apelación. Para nosotros esto es más fácil porque el cristianismo nos
presenta ese horizonte precisamente en la gratuidad del amor.

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