You are on page 1of 7

La Lujuria y El Amor

El propósito final de la vida es ananda, gozo, bienaventuranza, felicidad. Lo mas elevado en la


existencia son las personas y la relación más elevada entre ellas es la del amor. La persona más
elevada es Dios y la relación amorosa con EL es lo mas propicio para nuestra fortuna.

El servicio es la función constitucional eterna del jiva. La jiva puede servir para buscar su felicidad
personal egoísta o puede servir buscando el bien absoluto de todos. Cuando busca su propia felicidad
trata de relacionarse con otra persona, que constituye el objeto mas grato para sus sentidos, y trata de
disfrutar con ella en una pseuda relación de amor. ¿Por qué a esto no lo podemos llamar verdadero
amor? ¿Qué será el verdadero amor ?, De ninguna manera podemos llamarlo verdadero amor por
que el concepto de amor trae consigo la idea de querer el mayor bien para la persona querida. Pero en
este caso solo busca su mayor placer personal. Si este goce personal no es obtenido, la otra persona
deja de ser querida, sea esposa, hijo, padre, madre, lo que sea. No se ama a la persona, si no al placer
que se obtiene de esa persona. El principio del amor mundano está fundado en el gusto o disgusto
personal de un individuo. Toda su relación amorosa estará destinada a obtener de ella el mayor
placer personal. A veces esto no puede verse tan claro por que también hay momentos difíciles en la
relación, que requieren paciencia y sacrificio. Esta etapa difícil, se supera por un lado gracias al apego
desarrollado entre ambos, o porque, es mas fácil mejorar la relación que buscar una nueva. Pero
cualquier análisis más profundo nos permitirá descubrir que la base de la relación es un placer
personal basado en que me gusta y no me gusta. Necesariamente esto encierra la relación en los
márgenes de un interés o una visión angosta y egoísta. Lo que de placer a los sentidos de un persona
se volverá su objeto de amor y correrá tras su conquista, ya sea otra persona o una cosa. Hay quienes
aprecian más su auto que a la esposa, hay quienes ven mas la T.V. que a sus hijos, etc. Pero cuando la
persona o la cosa querida ya no complace como antes es dejada. ¿Y cuando la persona fue querida,
qué obtuvo por ganancia verdadera?, Pasaron mutuamente complaciendo los sentidos del uno con el
otro. Una vida de placer sensorial es vana, es animal, y no deja riqueza interna.

Esta es la sinopsis del falso amor que se hace entre personas y cosas por un gozo personal. Somos
infinitesimales y miserables. Nuestro gozo personal individual conduce a la desgracia general de uno.
Dios es infinito y grandioso. Su gozo personal trae buena fortuna a todos, como la raiz regada de un
arbol beneficia a todo el arbol. La realidad nos muestra que no da verdaderos frutos de felicidad,
sabiduría y de mas amor. Este amor que es lujuria es básicamente individual y egoísta. No puede
crecer y abrazar a otros seres. Se basa en la desconfianza y la envidia. Esta lujuria no es amor, aunque
así la llaman los mundanos que siempre lo vician todo. Esta lujuria es la explotación sensual de un
ser con otro, por imposición o acuerdo mutuo.

Esta lujuria que no es el verdadero amor, se define como el deseo de disfrutar separadamente de
Dios. El sentimiento de afecto que todos naturalmente tenemos hacia nuestros parientes,
conciudadanos, amigos, etc. son distintos aspectos de apego mundano. Esa relación afectuosa no
tiene raíces mas hondas que la percepción sensorial y mental, pero los sabios que han realizado el
verdadero amor nos dicen que este no se descubre con los sentidos ni la mente. El apego al que
llamamos amor no es mas que una forma de inclinación natural hacia el pecado. Se nos dice: "Ama a
Dios por sobre todas las cosas...", pero, estos apegos "naturales" nos muestran que nuestro interés
principal está en disfrutar de las relaciones separadas de Dios, pues a El tratamos de quitarlo de en
medio. Los hombres se han unido y se relacionan entre si, se apegan unos a otros en la esperanza de
disfrutarse y se alejan de Dios acercándose en distintos grados al pecado.
Estos apegos naturales que unen a los padres con sus hijos, a los esposos, a los compatriotas, etc, son
el arreglo de Maya. Es la naturaleza misma o la psicología o mentalidad natural de este mundo fugaz
e ilusorio. Sin esos apegos mezquinos y egoístas no podría subsistir el mundo material de la
explotación y el desamor. Sin este apego natural y condenatorio nadie permanecería atado al dolor de
su propia vida motivada por su goce personal. Esto es algo deslumbrante y espantoso. Todos los
poetas y cantores cantan de su amor. Y en verdad solo hablan de lo contrario del amor. Los que
glorifican ese amor son por lo general degradados moralmente. Los que conocen el amor por Dios
son puros, virtuosos y sabios. El amor de ellos da alivio a través de los siglos, y nunca lo ha hecho un
poema o canción que no toca lo divino.

Entonces tenemos que el falso amor es lujuria. En el no hay participación de lo divino. Es egoísta,
ciego, y explotador y como no conduce a los frutos del verdadero amor, causa frustración, ignorancia
y dolor, y persiste por el apego o el hábito por el pecado.

Ahora el verdadero amor consiste en dar. Dijimos que nuestra posición constitucional es la de
sirviente. Podemos servir o servirnos. Uno es amor, lo otro es explotación y abuso. El servicio mas
elevado es el amoroso, porque en el servir amoroso se une el deseo de servir con el deseo de entregar,
lo que constituye la base del verdadero amor. ¡Hermano! si lo que tu quieres darle a una persona, no
quieres dárselo a todas, entonces eso no es amor, esa es tu esperanza de disfrutar por darle algo a
quien te conviene. Esa es una mentalidad comercial y no amorosa. ¡Madre! Si lo que haces por tu hijo
no puedes hacerlo por todos los demás niños, entonces, eso que tienes por tu hijo no es amor, es solo
el trabajo que haces por el apego natural, para mantener el egoísmo del mundo. Por eso los Vedas le
enseñan a los brahmanas la ecuanimidad, ellos deben iluminar a todos con el verdadero amor; ganar
verdadero amor es una gran lucha contra nuestro egoísmo. Por otro lado, nadie debe abusar del
principio de ecuanimidad. Una madre no puede dejar el cuidado de su hijo a otra para complacer su
negligencia. Los apegos naturales pueden volverse semillas del verdadero amor cuando dejando de
ser un apego ciego, pasan a volverse un deber védico ocupacional. Así, a un jefe de familia se le
incentivará siguiendo la misma línea de su apego, a que cuide a la esposa e hijos, animales y
dependientes, mendigos sabios, etc. Que incremente y amplíe su margen de cuidado y protección, de
la misma manera, que los que tienen apego por la administración y la guerra, por el comercio y la
agricultura, por el arte y la artesanía, por el estudio y las letras, pueden volver estas semillas de apego
mundano dirigidas al deber ocupacional divino y así crecer hasta la amplitud del compromiso con el
bien Absoluto que conlleva al verdadero amor.

En la mente del que busca el amor verdadero desaparece el afán por el beneficio personal. El sabe o
intuye que un amor mas grande puede traer felicidad a todos por igual. En el falso amor una persona
le da muchas cosas a otra, (casas, auto, hijos, etc), para ganarla para sí. En el verdadero amor una
persona libre de interés personal da iluminación y comprensión espiritual para que gane a Dios. En el
verdadero amor prevalece en forma fundamental la preocupación por el bien absoluto. Donde todos
son bendecidos, amigos y enemigos. Pero en este mundo de falso amor cada uno a asegurado su
objeto de placer lujurioso y mira con recelo o deseo perverso a los demás.

El verdadero amor es lo mas puro, lo mas bello y mas grande. No nacemos con este amor despierto de
por sí en el corazón. No nos engañemos más. El verdadero amor se gana con el trabajo de la caridad
espiritual, donde uno se empeña sinceramente en que todas las almas hermanas reciban el dulce
beneficio de la luz espiritual. Esto exige un progreso propio hacia el bien y un compromiso continuo
con el mismo. La base del amor es dar y darse en actitud y sentido de sacrificio, sacrificando todo
interés egoísta personal. Cuando en el nombre del amor damos para obtener después un placer
personal, eso solo es la explotación de siempre.

Entonces el amor verdadero es dar y darse. Este dar significa servir, y servir significa complacer a
Krishna. Si alguien o algo no complace a Krishna, entonces no sirve para nada, y si no sirve para nada
no tiene razón de existir. Decimos que algo sirve si en algo nos beneficia. En el sentido absoluto algo
sirve si beneficia o complace a Dios. Este es un concepto absoluto y el más elevado. Visto al revés
podemos decir que, servir, significa dar y que dar es verdadero amor, y en base a esto podemos
concluir que el servir, el dar, y el verdadero amor se conjugan y armonizan en forma completa para
conferir una razón positiva y gozosa a toda vida. Luchemos por tener una gota tan solo de este
verdadero amor. Los santos dicen que es tan satisfactorio que una gota podría ahogar al mundo.

Como es bueno por naturaleza, al crecer aumenta la buena fortuna de todos. No como el amor falso
de intereses y apegos, donde crecen las intrigas personales y el odio entre los pueblos. Los santos son
amados en todas las naciones, no solo en la que nacieron, y ellos bendicen a todos, por que aman con
el amor que ama Dios, quien, no desprecia a ninguno.

Porque amarse y amar significa buscar el mayor bien para si mismo y los demás, y porque el mayor
bien de todos es tener a Dios, no podemos hablar de amor sin tenerlo a El en el centro. En el
verdadero amor, el Señor es lo que se trata de ganar y de dar, de tener y de servir. Todo lo bueno de
este mundo viene de Dios. Todo lo bueno que quiera darle a un ser querido tendrá que venir de Dios
también.

Amor sin conciencia de Dios es un engaño donde un pobre mortal trata de sustituir la grandeza del
Señor prometiendo protección y felicidad. Amor es dar algo bueno, dar a Dios. Es sacrificarse por el
propio bien y por el bien de los demás. Amor no es la búsqueda ansiosa de disfrutar con otro. La
felicidad que nace del sacrificio divino donde luchamos por crear conciencia de Dios, es una felicidad
sana, creciente, positiva y eterna. Es el umbral y la vida del verdadero amor. El amor que busca el
propio placer se acaba en cualquier momento y se convierte incluso en odio. Está en el juego del
apego y el odio del capricho sensorial. Así alguien será querido o dejado como si fuera un juguete o
un helado. Ese no es un sustento para una relación eterna.

La búsqueda del goce sensorial personal no es base para relación eterna. Solo la disposición al
sacrificio por el bien absoluto o el interés de Krishna lo puede ser.

No somos nosotros los dispensadores ni los dueños del amor. Si fuera así no lo andaríamos buscando.
No sufriríamos la apatía de su ausencia. Decimos: "Dios es amor". Esta verdad eterna encontrada en
todas las escritura o cultura desarrollada se olvida fácilmente. ¿Que hace el hombre común por tener
y desarrollar el verdadero amor?. Tristemente no hace nada, y no solo eso, como hemos dicho, en el
nombre del amor practica justamente lo contrario del amor. Su relación así llamada amorosa no lo
conduce a la iluminación del ser, difícilmente al bien ético y moral. Porque la práctica del verdadero
amor es lo mas elevado que existe, es lógico que nos lleve a la perfección. El estado de perfección no
es el de una existencia solitaria y aislada donde el ego falso individual pasa a ser el supremo señor y
amor, y donde la persona se encierra en su orgullo individual y en su consecuente egoismo.

El estado de perfección tampoco consiste en la supresión de la propia existencia por fundirla en la luz
del Brahman. Si Brahman existe, existir es bueno. Si existir es bueno, dejar la existencia individual no
pude ser un estado de perfección si no uno de frustración. Cuando la existencia individual de cada
jiva se comunica con otras jivas y con Dios a través del amor, del amor constituido de servicio
devocional, a ese estado se le llama la perfección del jiva individual. Si el jiva individual tuviera que
dejar su individualidad para ser perfecta, entonces sería imperfecta desde el mismo inicio de su
creación individual. Sería entonces imperfecta en la misma esencia de su creación individual y para
volverse perfecta tendría que renunciar a su propia naturaleza esencial como ser individual. Esto es
absurdo. Esto es querer decir que una cosa, para que sea perfecta, tiene que dejar de ser esa cosa,
tiene que dejar de existir. No conocemos nada que en su misma esencia conlleve el estigma de la
imperfección. Mas bien realizamos justo lo contrario. La naturaleza esencial de cada cosa es perfecta
en el plan del omnipotente creador. Por lo tanto, la naturaleza esencial del jiva individual es perfecta,
en su calidad de sirviente amoroso de Dios. Si este servicio amoroso es dejado de lado, la existencia
misma para la cual el jiva fue creada, deja de tener verdadero valor. Aquí podemos tratar de realizar
la importancia fundamental de conocer, practicar y realizar el verdadero amor. Es la verdadera
ciencia de nuestra vida. El amor es lo primero y lo último. Es la razón de nuestro existir.

Este amor consiste en buscar el mayor bien para sí mismo y los demás. Porque también es necesario
quererse a sí mismo, en el sentido que uno también quiere hacerse grato a Dios. El que se desprecia
perjudicándose a sí mismo, no se hace feliz ni el mismo ni hace feliz a los demás. El que trata de
progresar por el verdadero amor, luchando por no ser egoísta y por no causar mal a nadie, ni a si
mismo, Él se ayuda a sí mismo y ayuda a los demás. Este es el bien absoluto y el amor absoluto. Sin
Dios en el centro no podemos hablar de Él.

El hombre ordinario duerme en su vida superficial. No aprecia ni su existencia ni sus sentimientos.


Dicen que se unen para amarse pero predomina el desconocimiento entre ellos, la incomunicación y
la ausencia de progreso mutuo hacia el bien eterno, (lo que es el fruto del verdadero amor).

Si aceptamos que Dios es amor, la práctica del amor tiene que llevarnos donde El. No podría dar
como resultado esta sociedad hedonista y atea. Vida sin Dios, sin conciencia trascendental, es la vida
de los locos que desconocen las realidades fundamentales. Todo se vuelve un caos enorme. Un loco
considera alimento su excremento, y una persona llama amor a la lujuria. Pero por el resultado
práctico se puede ver el gran error. Solo los Vaisnavas, los que tienen amor por Dios, pueden sembrar
este amor puro todo el mundo y crear una situación de perfecta dicha y armonía. La felicidad del
verdadero amor no consiste solo en un sentimiento de gozo, sino que se apoya en una profunda
comprensión de la verdad. Por ello este amor no puede ser obstruido por las contrariedades de este
mundo, y atiende a las mas íntimas fibras de nuestro ser. El amor ha sido la ciencia eterna del Bhakti
y sus múltiples maestros nos han dado clara guía para llevarnos donde el. Pero nunca piense que algo
muy grande en el campo de las actividades, del pensar y del amar puede acontecer sin la conciencia o
la presencia del Señor. La lujuria mundana no siempre va a mostrarse de una manera burda y
decadente. También puede subsistir en las márgenes de la moral y la etiqueta social. También puede
vestirse con las ropas de la bondad y la caridad material. Pero el síntoma de la lujuria es que es
incapaz de dar satisfacción plena e iluminación trascendental. Los maestros del Bhakti nos dicen que:
¡El verdadero amor es lo único que puede conducirnos a la autorrealización!, como el hombre
mundano conoce el campo de la lujuria, no concibe que algo como el amor pueda conducir a la
sabiduría y la busca mas bien en el campo intelectual. Pero el intelecto está subordinado al amor. El
acceso al saber está custodiado por la Persona de la Verdad Absoluta, que es Dios y quien solo revela
Su verdad mas confidencial a sus devotos amorosos.

Por otro lado, en algunos existe el engaño mas grande al pretender que la relación sexual es la
máxima expresión en la relación amorosa. Aunque pocas personas sinceras van a reconocer esto
abiertamente, sabemos que el aspecto sexual predomina en la relación de las parejas en general.
Incluso ya se a adoptado el mal término de "hacer el amor". Realmente "hacer el amor" significa
cantar los santos nombres de Dios con el propósito de limpiar el corazón y bendecir a los demás.
Hacer el amor significa diseminar el conocimiento trascendental para sacar a las almas del dolor
material, atadas al nacimiento y muerte como están. Cuando amamos a una persona queremos aliviar
su situación de dolor. Los vaisnavas son así los amantes supremos, por que ellos quieren llevarnos al
mundo de Krishna.

Si la práctica lujuriosa del sexo es "hacer el amor," entonces las prostitutas serían muy avanzadas en
el amor. Los prostíbulos serían templos del bien, etc. Sabemos que vamos a protestar ante esta idea y
vamos a decir que importa mucho el sentimiento o la conciencia con que este acto es hecho. La
verdad es que este acto surge del estímulo sexual y como no es bueno en sí, como lo hemos
reconocido, debemos someterlo a una finalidad superior para volverlo bueno. Si la relación sexual
fuera en sí un acto de amor, entonces podría y debería practicarse libremente entre todos, naciendo
de ello una situación auspiciosa en todo aspecto, como es lo que se espera del acto del amor. Pero esto
no se a dado así en la realidad. De hecho el acto sexual hay que delimitarlo al matrimonio, y dentro de
este mismo debe perseguir un fin superior a la complacencia que depara en sí. Porque esta
complacencia sexual rebaja la relación de la pareja a un puro interés corporal. Cuando se habla de
restricción en el campo sexual de la pareja no es para controlarla con un sentido de envidia, sino por
el contrario, es para que la misma pareja conozca un tipo de relación superior: La relación natural de
las jivas en el amor puro por todos y por Dios.

Sin este sentido y comprensión superior, la pareja condenada a la mera atracción y complacencia
sexual, no podrá hacer hondas raíces en su relación y pronto aparecerá la decepción y el engaño, tan
común en las sociedades materialistas. Algunos reconocen esta atracción sexual como un estímulo de
la juventud que después se transforma en una mayor comunicación y comprensión. Pero sin un
conocimiento del ser, y sin un esfuerzo por realizarnos plenamente en la conciencia espiritual, esa
comunicación queda en el plano de la complacencia mental o intelectual y no conduce al verdadero
fruto del amor. Por eso el verdadero amor no se basa solo en el sentimiento sino que también en el
conocimiento trascendental, donde hay una sincera preocupación por beneficiar al ser en sí,
aliviándolo para siempre del dolor material.

En todo caso decimos que no podemos llamar al acto sexual un acto de amor. Es mas bien el acto más
concentrado del placer egoísta en el cual cada sentido ciego busca su satisfacción. La característica
mas clara del amor es que es bueno para todos, puede darse libremente, no causa vergüenza ni
complicaciones, conduce a la pureza, a la paz, y es una bendición para todos en general. Solo los
santos poseen este amor que reciben de su relación con Dios, y ninguno de estos atributos se lo
podemos conceder a la lujuria sexual. Esta es una satisfacción explotadora y egoísta, llena de intriga y
celos. No puede compartirse sanamente entre todos, como algunos han querido, por que su
naturaleza no es la del bien absoluto, sino que, como dijimos, solo es bueno en el servicio de un fin
especial superior. Los demás puntos que caracterizan al amor son también fáciles de analizar.
Podemos agregar tan solo que este acto no conduce a la pureza, sino que aumenta la lujuria y la
degradación, y por ello nos aleja de la paz mental. La pareja que verdaderamente busca el amor debe
alejarse de este deseo que los vincula en el plano corporal. Cuando este esfuerzo sea logrado la
relación debe situarse en el plano del conocimiento espiritual.

De esta manera, padres sabios, que conocen la meta de la vida, que no se confunden por los atractivos
del cuerpo ni del placer sensual, podrán tener hijos y conducirlos por el sendero de la liberación del
cautiverio material, hacia la morada del eterno y extático amor donde reina el Señor. Este es el
verdadero propósito de la vida sexual: traer hijos al mundo que serán bendecidos con la dicha y el
sacrificio del verdadero amor: el servicio devocional. Así lo a dicho Krishna en el Bhagavad Gita, y así
los grandes sabios han situado al acto sexual en un nivel muy superior. Su meta no es crear un
disfrute de estímulos nerviosos pasajero y frustrántes, sino traer una nueva vida a un hogar
bendecido de sabiduría. Solo en este caso el acto sexual podrá dejar su posición de disfrute egoísta y
podrá participar del deseo amoroso de llevar una nueva alma a Dios. Esto es sin duda mas
responsable, elevado y difícil, pero no podemos esperar disfrutar de los frutos de la sabiduría y del
amor siendo irresponsables y negligentes. Aquí encontramos cómo el mismo acto mas egoísta de
placer mundano podemos transformarlo a la naturaleza del verdadero amor por querer dar a Krishna
una nueva alma que nacerá como un dependiente.

De esta manera encontramos cómo la vida humana está impregnada de responsabilidad hacia los
demás, y que el disfrute separado nos lleva a la insatisfacción. La vida humana está así destinada a
buscar y servir al bien absoluto, llenando de importancia fundamental cada acto de su vida. La vida
en el amor no puede ser de otro modo. No puede caer en la despreocupación y en la negligencia. No
puede desvanecerse en el desánimo por servir al Absoluto Bien. Eso sería volver a una vida
caprichosa y egoísta, la que vemos a diario en la vida de los hombres ordinarios y que no conduce a
ningún supremo bien. El amor no puede parar, no puede tomar vacaciones, no puede dejar de amar.
No puede dejar de entregar y de servir. Esto que al principio suena como un duro sacrificio, es la
puerta única a la plena felicidad. Nuestra felicidad y perfección como explicamos, está en nuestra
relación amorosa con los demás y con Dios. A través del acto sexual tenemos la posibilidad de crear
una nueva relación amorosa, junto con el sacrificio de darle iluminación, y solo en este sentido el acto
sexual puede participar del acto de un verdadero amor.

Así pues, ¡Oh amor!, soñado por el ignorante, buscado por los santos. Grandes máxima, ¡Oh amor!,
hay quienes te cantan y te describen en las márgenes de la lujuria. Todos creen tener y sentirte, todos
creen que te guardan en el corazón. No saben quien eres, cuanto te das, cuento te sacrificas, cuanto
sabes y cuanto comprendes, cuanto escuchas y nos esperas, y mucho menos: ¡cuánta dicha das! ¡y
cuánto comprometes a tus hijos!.

Ellos dicen que te tienen, ¡Oh amor!, ¡Oh gran amor!, ellos, los que no conocen el kirtan de los
devotos, los que no saben del dolor de los devotos por sacarnos de este mundo. Ellos dicen que tienen
el amor y viven buscando la sórdida bacanal de sus sentidos. Ellos no te conocen ¡Oh amor!, en tu
preocupación infinita por salvarlos y llevarlos donde Ti.

El que no es responsable, ¿cómo puede amar?. El que no se esfuerza por progresar hacia la
perfección, ¿cómo podrá ser responsable? Responsabilidad significa tomar con seriedad las cosas,
con conocimiento de causa y efecto. El que entrega su vida al goce de los sentidos no puede tener esta
responsabilidad porque no se preocupa por el futuro de su existencia.

El amor, el bien absoluto, no puede quedar en manos de los irresponsables. ¡Que gran peso el de esta
existencia!, Queremos tener algún valor, algún sentido, y pedimos ser respetados. ¿Pero qué respeto
se le puede dar a un irresponsable?. Queremos que nuestra existencia sea apreciada, sea querida,
queremos en otras palabras entrar en el mundo del amor.

¡Oh! que gran compromiso nos espera. ¿Acaso queremos ser queridos sin dar? ¿Queremos vivir en el
falso amor de los hombres ordinarios?, los santos nos enseñan a reconocer el verdadero amor, a
servirlo y vivirlo. A sus pies tenemos una escuela científica que nos conduce a nuestra realización
ulterior. Busquemos su santa asociación, y bajo la guía de sus instrucciones sabias, cualifiquémonos
como ellos. No hay otra alternativa en la vida humana.

You might also like