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En 1910, el gobierno recurrió a los terrenos del actual Parque de la Independencia para
discursos, se realizó una exposición de arte repleta de cuadros y bustos. Cien años
después, con una infraestructura de conciertos, diversos parques del país fueron el
encargado de una ambiciosa exposición, cuyo título Las historias de un grito. 200 años
de ser colombianos revela un intento por desentrañar aquello que soporta la historia
nacional.
Portal El Pueblo. En cada uno, se recrean historias, personajes y relatos que confrontan
lo que permanece con lo que se silencia. El Museo como centro de memorias y, por lo
tanto, de olvidos, intenta en la exposición del bicentenario pensar el pasado desde una
visión más global que puntual, más reflexiva que impositiva, más sincrónica que
unitario, ni centralizado. Este ensayo procura discutir los conceptos de héroe y pueblo
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Héroes en la palestra
que, a primera vista, está mediada por el uso semántico de dicha palabra cuya acepción
sus hazañas o virtudes”. Los héroes en Colombia son hombres virtuosos, religiosos y
valerosos; sus hazañas reales permitieron crear una nación soberana, libre y republicana,
tradición popular.
Una de las salas de esta Estación actúa como un collage donde la figura del Bolívar
por cientos de lecturas. En el centro de la pared, el ojo se posa en el óleo de José María
Espinosa, cuyo Bolívar estadista, con mirada penetrante, completamente exangüe y con
una falta de humanidad propia de los santos, recuerda aquello que significa ser un
héroe. Al otro lado, sin embargo, como un signo contradictorio, se encuentra el cartel de
la película “Bolívar Soy Yo”, cuyo protagonista, creyendo ser el libertador, emprende
un viaje por el pasado sin olvidar su presente; el caraqueño montado a caballo por la
Carrera Décima durante el desfile del 20 de julio superando cualquier límite entre la
de Triana. Ambas son re-presentaciones legítimas, ambas demuestran hasta qué punto
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los biógrafos, pintores, cineastas y, desde luego, la historia oral han construido,
Ahora bien, la participación para el espectador en la sala es tan pasiva como en una
película. La compleja relación que existe entre el espectáculo y la memoria puede ser
Si la figura del héroe varón es vigente en la exposición, más aún cuando el país
ciertos arquetipos propios de la cultura patriarcal: una santa en el cuadro de José María
Espinosa; una devota esposa bogotana en el estilo académico de Epifanio Garay o una
mujer sensual y comercial tal como se presenta en la telenovela de la noche. Una cosa
el museo un póster femenino del espectáculo? ¿Se pretende agradar a los visitantes con
símbolos reconocibles? ¿No han sido las telenovelas agentes para instrumentalizar a la
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mujer, cuyo rol central parece ser su histérica manera de conseguir el amor de un
hombre?
cosas afines con su homónimo de Transmilenio. En ambos, actuamos como público, nos
involucramos, apostamos por la crítica, pero finalmente esto no supone ningún cambio.
El Museo permite con la obra “Siembre un árbol de libertad” que sus visitantes
instalación implica una intervención directa del público que, en este caso, consiste en
escribir un mensaje en un pedazo de papel y luego colgarlo como una hoja. El nombre
de la obra sugiere miles de opciones, aunque la más acorde con la actualidad podría
estar relacionada con la libertad de las personas en cautiverio; sin embargo, puesta en
escena en la sala implica una suerte de reflexión acerca del difícil proceso de
independencia de Colombia y quizás de las otras Américas, las mismas que celebra la
avenida donde se ubica el portal real. Lo curioso fue descubrir que el árbol de la libertad
En esta obra, el espacio público se define por su virtualidad, el visitante no tiene otra
opción que permanecer al otro lado, pensando que hace parte, sin serlo. La noción de
hacen parte de una síntesis previa, por lo que al público sólo le resta ser receptivo sin
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llegar a ser proactivo. La participación se reduce a dejar un mensaje como si
lo que diga será tomado en serio, donde el hecho se convierte en un cúmulo de mensajes
que flotan en un espacio llamado opinión pública. Así como en Transmilenio, las cifras
parecerían ser su razón de ser: cuántos pasajeros al día se suben, cuántos soportan
misma parece estar en sus más de 100 mil visitantes, tal como lo indica la página del
museo.
apropiados para el pueblo, cien años después algunos eventos estaban dirigidos
Museo dedicó un espacio generoso y simbólico donde se realizaba toda una reflexión
excluidos.
Al fondo de la sala Estación Pueblo, una especie de galería de retratos demuestra una de
las más agudas reflexiones sobre la presencia de negros, pardos, mulatos y demás castas
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simétrica, hacen referencia a hombres y mujeres que participaron de forma activa en
aquel suceso, pero que la historia misma ha desestimado y olvidado. De esta docena de
personas, sólo dos tienen rostro: uno de ellos es Juan José Rondón, héroe de Pantano de
Vargas cuyo color de piel, a pesar del uniforme militar, revela su origen mestizo. De los
demás sólo se conocen los nombres, por esta razón, se decide instalarlos allí donde
del conocer y concebir, del que discrimina como el que incluye. El resultado es una
Así, la desaparición forzada, los asesinatos, el dilatado proceso de paz parecen asomarse
como un pie de página y nos demuestran que aquellos nombres que desaparecen a diario
hacen parte de una historia de larga duración en donde de forma continua nacen nuevas
No hay nada conclusivo. Si se tratara de olvidar los desatinos de la exposición con sus
cruces, cortes, pliegues, olvidos, recuerdos, falsedades, que no sólo ponen al Museo
como una institución vital, sino que nos demuestra que a pesar de todo aquello
ostentoso que hay detrás de las conmemoraciones, se consigue encontrar que más que
construcción.