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REFLEXIONES PREVIAS
A lo largo del proceso de la segunda Semana, San Ignacio presenta una selección de
hechos de Jesús: las bodas de Caná (EE 276), la purificación del templo (EE 277), el
aquietamiento de la tempestad (EE 279), su aparición caminando sobre las ondas del mar
(EE 280), la conversión de la Magdalena (EE 282), la multiplicación de los panes (EE 283),
la transfiguración (EE 284), y la resurrección de Lázaro (EE 285).
“enemigo de natura humana” de la meditación de Dos Banderas, no los haya escogido San
Ignacio como tema de contemplación. Si, con todo, alguien desea contemplar algunos de
estos milagros, será también provechoso. La contemplación de la tempestad del mar, por
ejemplo, puede ofrecer un buen tema de oración por sus semejanzas con los relatos de
exorcismos; allí Jesús impera al viento y al mar como a poderes demoníacos: «¡Calla!
Enmudece!».
Los milagros, que manifiestan el corazón misericordioso de Jesús, ayudan a gustar
«cuán suave es el Señor». Se prestan también para el «pasar de los cinco sentidos de la
imaginación» (EE 121). Esta forma de oración, según el P. La Palma, es una manera de
contemplación perfecta, en la cual el alma, levantada sobre sí misma y sobre los sentidos,
siente las cosas espirituales como si las viera y oyera y toma sabor en ellas como si las
gustara. Se conforta con ellas como si las oliera, y se abraza y besa los lugares que tiene
ausentes como si los tocara.
Finalmente, es de notar que Ignacio presenta “la historia” de los milagros de forma
sumamente escueta. Lo indispensable para que el ejercitante logre «hacerse presente». Esto
puede ser no solo una pista metodológica para el que acompaña los ejercicios, sino también
un soporte valioso para que quien los hace mantenga la perspectiva de una contemplación
que rumia y saborea las cosas,
Advierte San Ignacio que toda elección debe proceder de lo alto: del amor que
desciende de arriba. Esto lo repite a propósito del discernimiento para distribuir
limosnas (EE 338). La “com-pasión” –solidaridad- con los que sufren, y la opción
preferencial por los pobres, tienen origen “en lo alto”, son una opción divina antes que
humana. El hombre solo puede asumirlas como suyas porque primero las contempló en
la práctica salvadora del propio Señor, que infunde este amor suyo en lo más profundo
del corazón de sus discípulos. En términos semejantes se expresan las Constituciones
sobre la unión de los ánimos: «El vínculo principal de entrambas partes, para la unión
de los miembros entre sí y con la cabeza, es el amor de Dios nuestro Señor. Porque,
estando el Superior y los inferiores muy unidos con la su divina y suma Bondad, se
unirán muy fácilmente entre sí mismos, por el mismo amor que de ella descenderá y se
extenderá a todos próximos, y en especial al cuerpo de la Compañía» (Const., 67l).
TEXTO IGNACIANO
Podremos utilizar los puntos propuestos por San Ignacio en la selección indicada al
comienzo de esta Guía. Sugerimos también aplicar los cinco sentidos a los relatos. Después
de la oración preparatoria y los preámbulos, son cuatro puntos:
4) «Tocar con el tacto, así como abrazar y besar los lugares donde las tales personas
pisan y se asientan; siempre procurando de sacar provecho dello» (EE 125).
El «sacar provecho dello», repetido en cada uno de los puntos, se refiere a la
experiencia de “consolación”, de manera que presupone que «se causa alguna moción
interior, con la cual viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor; y
consequenter, cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en
el Criador de todas ellas. Asimismo cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor...»
(EE 316). No se trata, pues, de sacar consecuencias o conclusiones de tipo intelectual, sino
de devolver sobre la propia vida lo contemplado.
Los milagros presuponen en Jesús una experiencia de Dios: «les aseguro que el
Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta; solamente hace lo que ve hacer al Padre.
Todo lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo. Pues el Padre ama al Hijo y le muestra
todo lo que hace…así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, también el Hijo da
vida a quienes quiere dársela» (Jn 5, 19-21). Es su experiencia del Dios de la libertad, del
Dios de los pequeños y sencillos, del Dios rico en misericordia. Así lo expresa Jesús en su
praxis, como en sus parábolas: el hijo pródigo, el buen samaritano, el buen Pastor. Su Dios
es el que canta María en el Magnificat, cuya misericordia se inclina a favor de los humildes
y los pobres.
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Los milagros de Jesús no son apologéticos, realizados para probar su misión. Jesús
rechaza repetidamente las peticiones de “una señal”, que le hacen las autoridades judías. Sus
milagros son un signo de que el Reino anunciado está ya presente, como buena noticia para
los pobres. Estos pobres son los enfermos, los leprosos, los mendigos, los huérfanos y las
viudas, los pecadores, borrados del censo del pueblo elegido. A los enviados de Juan
Bautista, que le preguntan si es «el que ha de venir» o deben esperar a otro, les responde:
«vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven
a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe
en mí!» (Lc 7, 22; Mt 11, 4-5).
Con esta referencia, Jesús indica que con su actividad en favor de los pobres se están
cumpliendo las promesas para el tiempo mesiánico anunciadas por el profeta:
- «En ese día los sordos podrán oír cuando alguien les lea, y los ciegos podrán ver,
libres de oscuridad y de tinieblas. Los humildes volverán a alegrarse en el Señor, los más
pobres se gozarán en el Dios Santo de Israel» (Is 29, 18-19);
- «Fortalezcan a los débiles, den valor a los cansados, digan a los tímidos: “¡Animo,
no tengan miedo! Aquí está su Dios para salvarlos, y a sus enemigos los castigará como
merecen”. Entonces los ciegos verán y los sordos oirán; los lisiados saltarán como venados y
los mudos gritarán. En el desierto, tierra seca, brotará el agua a torrentes. El desierto será un
lago, la tierra seca se llenará de manantiales» (Is 35, 3-7);
- «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha
enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los
presos, libertad a los que están en la cárcel; a anunciar el año favorable del Señor…» (Is 61,
1-3).
El sentido de los relatos de milagros, sobre todo en los sinópticos, como ya hemos
indicado, es mostrar la acción misericordiosa de Dios en Jesús. En ellos podemos
contemplar a un Jesús que se conmueve en sus entrañas y actúa en favor de quienes sufren.
En la mayoría de los relatos los enfermos imploran la misericordia: «ten compasión de
nosotros»; o Jesús siente compasión, se conmueve y actúa. La Encíclica Dives in
misericordia expresa ricamente ese sentido de la misericordia de Jesús:
- «Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de la misericordia”
(2 Co l, 3), nos permite verlo especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre,
cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad»2;
- «Ante sus conciudadanos en Nazaret, Cristo hace alusión a las palabras del profeta
Isaías: «el Espíritu del Señor está sobre mí... estas frases, según San Lucas, son su primera
declaración mesiánica, a la que siguen los hechos y las palabras conocidos a través del
Evangelio. Mediante tales hechos y palabras, Cristo hace presente al Padre entre los
hombres. Es altamente significativo que estos hombres y mujeres sean en primer lugar los
pobres, carentes de medios de subsistencia, los privados de libertad, los ciegos que no ven la
belleza de la creación, los que viven en aflicción de corazón o sufren a causa de la injusticia
social, y fina1mente los pecadores. Con relación a estos especialmente, Cristo se convierte
sobre todo en signo legible de Dios, que es amor; se hace signo del Padre3.
2
Dives in Misericordia, I, 2.
3
Dives in Misericordia, II,3.
5
- Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo
en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige
al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar
particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con
toda la “condición humana” histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la
fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito en
que se manifiesta el amor es llamado “misericordia” en el lenguaje bíblico»4;
Para la espiritualidad del seguimiento, Jesús aparece ante los hombres como el
modelo que convoca a sus discípulos al amor misericordioso hacia los demás. «Cristo
proclama con las obras, más que con las palabras, la apelación a la misericordia, que es una
de las componentes esenciales del ethos evangélico. La misericordia se convierte para la
Iglesia en don y tarea: profesarla, proclamarla, practicarla e implorarla7.
Textos bíblicos
Otras lecturas
1) Contemplación «del primer milagro hecho en las Bodas de Caná» (Jn 2, 1-12 EE 276
2) Contemplación de «cómo Cristo hizo sosegar la tempestad del mar» (Mt 8, 23-27; Mc 4,
35-41; Lc 8, 22-25; EE 279)
3) Contemplación de «cómo Cristo andaba sobre la mar», (Mt 14, 24-33; EE 280)
4) Contemplación de «cómo dio de comer a cinco mil hombres» (Mt 14, 13-23; EE 283)
5) Contemplación de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-44; EE 285)