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Es ésta una de las consideraciones más importantes que tuvo en cuenta no sólo
San Ignacio para orientar los Ejercicios Espirituales, sino que también sus
seguidores la pusieron en primerísimo orden para educar a los niños y jóvenes
que les son encomendados para su tutela y formación. Basados en la primigenia
experiencia de Ignacio y apoyados en los métodos empleados por los propios
Jesuitas y por otros maestros e instituciones, en la Pedagogía Jesuítica se ha
puesto de relieve la singular importancia que tiene para la Educación, la
participación activa del estudiante en su proceso de formación.
Para la Pedagogía fundada en los principios Ignacianos, toda acción humana está
orientada hacia fines determinados p.e. en los Ejercicios Espirituales el “Principio y
Fundamento”; y en el caso de las instituciones educativas: “Diríjase la intención
particular del profesor, tanto en las lecciones cuando se ofrezca la ocasión, como
fuera de ellas, a mover a sus oyentes al servicio y amor de Dios y de las virtudes,
con las que es preciso agradarle; y a que todos sus estudios los enderecen a ese
fin” (R.S., Reglas comunes a todos los profesores de las facultades superiores,
N°1). En los procesos educativos se ha reivindicado el papel de la actividad del
estudiante en dicho proceso y para ello es necesario que sus actuaciones no se
den de cualquier manera, sino que estén pensadas desde los fines para los cuales
han sido concebidas. Por esta razón no cualquier acción es deseable para la
formación de los niños y los jóvenes, pues en ella se deben reconocer como
distintivas unas características propias, entre las cuales podemos distinguir:
Como puede suponerse, por tanto, es un gran reto para los educadores inspirados
en la Pedagogía Jesuítica, el desarrollo de la enseñanza, pues en ella deben
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Vásquez, Carlos, S.I., La Actividad del estudiante en la Ratio Studiorum, integración de apuntes
personales, Bogotá, 2004.
incluir actividades que garanticen por lo menos las cinco condiciones antes
enunciadas.
Quienes han tenido contacto con la Autobiografía de San Ignacio, saben bien la
estima especial que el Santo de Loyola tenía a la escritura hasta el punto de
recomendar que todo lo sucedido en la experiencia de los ejercicios y luego en la
vida ordinaria, pudiera ser recogido en un cuaderno, de tal manera que luego se
volviera sobre ello para la meditación. Así mismo en la Ratio se enfatiza la
necesidad de que los estudiantes dediquen gran parte del tiempo de su actividad
personal a la escritura, pues a través de ella no solamente centran más la
atención, sino que ejercitan sus demás facultades mentales.
Finalmente las actividades a las cuales se hace referencia, están pensadas desde
la perspectiva de la formación integral; esto es, deben ser organizadas de tal
manera que afecten todas las esferas del desarrollo de la persona y que les
ayuden a hacer una adecuada integración entre el saber y la cultura, el
conocimiento y la fe, orientándose a la búsqueda personal de “la verdad”, por
medio de la propia actividad.
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3. Sugiere una realización especial de las operaciones del pensamiento por vía
de la palabra y el símbolo, más que por la del movimiento. No es que éste no
pueda ser tenido en cuenta, es que un “hacer” que no esté acompañado
(experiencia), precedido (contextualizado) y seguido (reflexionado) por el
pensamiento, pocos frutos dará para el aprendizaje de los estudiantes. Por
supuesto que será más utilizada la acción sensorio motora con los niños más
pequeños y menos con los jóvenes, a pesar de que ésta, en los alumnos
mayores, está más relacionada con el tipo de objeto de conocimiento y tarea
que debe ser desarrollada.
4. Debe disponer para una nueva acción mejorada en orden a buscar la manera
de hacer “útil” el conocimiento para el servicio a los demás.
5. Orientada al trabajo personal, la auto-actividad y el encuentro con el otro para
facilitar la construcción cooperada.
6. Las actividades deben ser variadas de tal manera que el estudiante pueda:
• abordar un mismo tema desde distintas perspectivas,
• ejercitar de múltiples maneras lo aprendido y
• evitar la monotonía.
En este contexto, son presentadas las posibilidades para que los docentes, con la
ayuda de nuevas técnicas, otras tendencias pedagógicas, su propia experiencia,
conocimientos que aportan otros campos del saber (como es el caso de la
Psicología), diálogos e intercambios con otros colegas y a través del conocimiento
que tenga el docente de sus estudiantes, sus características, del dominio que
tenga del objeto de estudio, puedan hacer vida esta exigencia de cualquier
práctica pedagógica en cualquier Institución Educativa inspirada en el Pedagogía
Jesuítica.
Bibliografía
Metz, Ralph S.I. Cuatro Pilares de la Pedagogía de los Jesuitas. 1998. Traducción del
P. Antonio Gómez S.I. Universidad Javeriana, Cali.