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Es esencial al Estado, ya que éste para ser Estado, para que podamos calificar
a un grupo social como Estado tiene que tener dentro de sí un poder soberano.
Si su poder de mando se encuentra subordinado, entonces tendremos ante
nuestro análisis un grupo social diferente; no existe, en esa hipótesis, un
Estado soberano.
Esto no quiere decir que dentro de la estructura constitucional de diversos
Estados, el poder no tenga diferentes manifestaciones y que no existan
diferentes estructuras de autonomía dentro del Estado, como sucede en el
Estado Federal. Pero aun en estos casos en que existen esferas de autonomía,
como son los Estados particulares, los llamados Estados miembros de las
Federaciones, siempre existe un órgano, que es el que posee el poder
supremo, por encima de esos poderes particulares. (Poder de categoría
superior).
Existe jerarquía y en lo alto de esta jerarquía, la cúspide del poder, se
encuentra la soberanía. La jerarquía de las órdenes, según dice Dabin, "está
determinada por la jerarquía de los fines".
El fin supremo que es, en el orden de las comunidades políticas, el fin del
Estado, cuyo contenido ya estudiamos, reclama para su obtención un poder de
la misma jerarquía; un poder supremo.
El fin más alto que le es dado alcanzar a una comunidad social, que es el bien
público, sólo puede obtenerse empellando en el desarrollo de la actividad
encaminada a conseguirlo un poder del mismo rango: un poder supremo.
El bien público, fin del Estado, tiene por su calidad general un rango superior al
bien particular o individual.
En esta forma, la idea de bien público contiene en potencia la idea de
soberanía.
El organismo que tiene a su cargo obtener la paz y la tranquilidad, la creación y
el cumplimiento de las leyes, tiene que poseer un poder, un mando que le
permita imponer de manera obligatoria sus decisiones.