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Ingeniería de sistemas
Ética
César Andrés Velasco Torres 23 mayo 2007
PROBLEMÁTICA 1997
En promedio de 6 hogares fueron desplazados cada hora durante 1997, en desarrollo de una
estrategia político-militar ligada, en algunos casos, a fuertes intereses económicos y que se
sustenta en el terror y la violencia indiscriminada contra la población civil ajena a la
confrontación armada.
Más de 4 mil hogares, cada mes del pasado año, tuvieron que abandonar sus viviendas,
trabajo y entorno sociocultural para acomodarse en los reducidos espacios de la pobreza y
la marginalidad urbana.
Alrededor de 257 mil personas huyeron durante 1997 para salvaguardar sus vidas, ante la
incapacidad del Estado para garantizar sus derechos fundamentales y la consiguiente
agudización y expansión del conflicto armado interno. Cerca de 57 mil hogares en situación
de desplazamiento, que se suman al millón de colombianos que viven o han vivido una
situación similar desde 1985.
Tal es el panorama del desplazamiento forzado durante 1997, que se ubica a este respecto
como el año más crítico entre los últimos trece en Colombia. Así se desprende del estudio
realizado por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes),
con el concurso de diversas jurisdicciones eclesiásticas del país, comunidades religiosas,
entidades públicas y privadas, organizaciones no gubernamentales y asociaciones de
desplazados.
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César Andrés Velasco Torres 23 mayo 2007
Los éxodos en masa representan el 28% del total de los desplazados en Colombia durante
1997. Es decir, alrededor de 70 mil colombianos que huyeron masivamente dejando
caseríos, veredas y pueblos abandonados porque así los decidieron los actores armados que
se disputan territorios en una política de sangre y fuego en la que también tienen incidencia
los grupos guerrilleros y la Fuerza Pública.
Sin embargo, la gran mayoría de los desplazados por la confrontación armada y la violencia
siguen siendo aquellos que huyen individual y/o familiarmente en un proceso de desarraigo
disperso y silencioso que se asienta en ciudades grandes y medianas en precarias
condiciones sociales y económicas y en medio de la desprotección y el abandono.
Son hombres y mujeres provenientes del campo o de pequeñas poblaciones rurales que
huyen de las amenazas de los paramilitares, la guerrilla o la Fuerza Pública o del miedo que
provocan sus acciones de muerte y destrucción. También persiste el desplazamiento
individual y familiar de quienes huyen por la acción violenta de grupos privados de
seguridad en el marco del conflicto por la tierra, de las Asociaciones de Seguridad
conocidas legalmente como CONVIVIR y de otras expresiones de violencia rural y urbana,
individual y colectiva que hacen parte de la preocupante generalización y cotidianidad de la
violencia en el país.
Justamente durante 1997 se aprobó una ley de origen parlamentario (la ley 387 de junio de
1997) "por la cual se adoptan medidas para la prevención del desplazamiento forzado;
atención, protección, consolidación v estabilización socioeconómica de los desplazados
internos por la violencia en la República de Colombia", que reconoce desde el Estado el
problema sociodemográfico y de derechos humanos del desplazamiento e intenta una
normatividad y una institucionalidad para hacer frente a esta problemática.
Si bien es cierto existe una política diseñada para el desplazamiento, también lo es que su
ejecución es descoordinada y sus resultados altamente precarios frente a los graves sucesos
de desplazamiento registrados al año pasado. Como se señaló en la carta que los voceros
del Mandato por la Paz enviaron al Presidente de la República sobre este tema, en
noviembre de 1997, "el gobierno nacional debe ejecutar de manera coherente y eficaz las
políticas de atención a los desplazados por la violencia en Colombia."
Y un aspecto final en este apretado resumen tiene relación con la propuesta gubernamental
de retorno y reubicación (el gobierno no considera la permanencia como una opción de los
desplazados), que se convirtió en el eje central de la atención humanitaria y, en algunos
casos, en la condición para la ayuda humanitaria: los procesos de retorno y reasentamiento
en la Costa Atlántica, y más recientemente en Urabá, se realizan en el marco de esta
política, pero se sostienen por la intervención de la Iglesia Católica y de organizaciones no
gubernamentales, ante el incumplimiento del gobierno de los acuerdos firmados con las
comunidades.
Persisten, en todo caso, dudas sobre las reales condiciones de seguridad que el gobierno
está en capacidad de garantizar y se requieren esfuerzos por lograr acuerdos humanitarios
entre los actores armados, en tanto que los retornos y reasentamientos se adelanten en
medio de la confrontación.
Es este un panorama que advierte sobre la gravedad de la crisis del desplazamiento forzado,
que puede tener connotaciones de pesimismo si tenemos en cuenta que la dinámica del
conflicto prevé más confrontación, más degradación, más violaciones a los derechos
humanos, más infracciones al derecho humanitario, y la continuidad de la estrategia del
miedo y el terror para repoblar veredas y caseríos o, sencillamente, para desocuparlos y dar
paso a importantes proyectos económicos. Es decir, más guerra y más desplazados en un
circulo vicioso que afecta a los más pobres, a los más vulnerables, a la población civil ajena
a un conflicto que no le pertenece, que no la beneficia y que tiende a prolongarse, ante la
ausencia de una voluntad real de paz por parte de sus protagonistas y la inexistencia de
espacios de confianza para el inicio de diálogos.
La paz, como escenario de prevención del desplazamiento, exige hoy del concurso de la
sociedad civil, la comunidad internacional, la voluntad política de los grupos armados y un
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César Andrés Velasco Torres 23 mayo 2007
nuevo gobierno legitimo y con capacidad para iniciar un proceso serio de diálogo y
negociación.