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Reflexión sobre la Pasión de

Jesucristo según los Evangelistas

Os presento una serie de reflexiones,


con el fin de valorar ese gran sacrificio
de Jesús por la humanidad.

Francisco Martínez A.

Agosto 2010

Fuente: Sagrada Biblia y reflexiones


propias y otras.
Sinopsis

Los acontecimientos a través de los que


se desarrolló la Pasión de Jesús de
Nazaret, en forma histórica son únicos
e irrepetibles. Se llevaron a cabo, en la
ciudad de Jerusalén y sus alrededores,
en tiempos de Tiberio, emperador
romano, bajo Poncio Pilatos,
gobernador de Judea, siendo Caifás
Sumo sacerdote y Herodes rey de
Galilea.
Jesús buscó apoyo en la compañía de
sus discípulos, estando en el huerto,
ellos se durmieron por el cansancio;
pero, entre tanto, Judas no dormía; el
conjuraba con sus enemigos.
Al llegar Jesús con sus discípulos al
Monte de los Olivos, pidió a Juan ,
Santiago y Pedro que le acompañaran,
al llegar al sitio Jesús comenzó a
entristecerse y a intranquilizarse y
volviéndose a ellos les dijo: “Mi alma
está muy triste, hasta la muerte. Velad
aquí y velad conmigo.”
Mateo, 26: 37-38
¡ Oh que angustia más terrible
experimentaste mi Señor, en ese
momento , no hay palabras para
describir ese gran sufrimiento
arraigado en tu corazón!
¡Oh mi Señor, Tú como hombre
presentías todo lo que ibas a padecer,
por eso te postraste y cubriendo tu
rostro en una sublime oración te
dirigiste al Padre Eterno diciéndole:
“Padre Mío, de ser posible, pase de Mí
esta copa. Pero, no sea como yo
quiero, sino como Tú.” Mateo, 26: 39
¡ Qué dolor, qué congoja y qué aflicción
reinaba en tu corazón!,¡oh qué
sufrimiento el tuyo, mi Dios!; era tal,
que el sudor que derramaste en ese
momento de desconsuelo, iba
acompañado de gotas de sangre.
¡Oh mi Señor!, quisiste cargar con los
pecados de todos y cada uno de los
hombres, y te ofreciste, con cuánto
amor, como Víctima para pagar
personalmente todas nuestras culpas...
y cómo te hemos pagado, solo recibes
olvido y menosprecio.
Tu intranquilidad y la sosobra iban en
aumento, tu tormento se arraigaba más
y más y con tono casi de súplica,
vuelves a dirigirte a tu Padre
diciéndole: “Padre Mío, si no puede
pasar de Mí esta copa sin que yo la
beba, Hágase tu voluntad.”
Mateo, 26: 42
Una vez concluida la oración, te
dirigiste a tus Apóstoles y le dijiste: “Ya
viene el que me ha de entregar.”
Mientras Él aún hablaba, vino Judas,
que era uno de los doce, y con él
mucha gente con espadas y palos, de
parte de los principales sacerdotes y
de los ancianos del pueblo.
Mateo, 26: 46-47
Judas de inmediato se Acercó a Jesús
y dijo: “¡Te saludo, Rabí! Y le Besó.”
Mateo, 26: 49
Jesús fue aprendido y llevado ante los
sumos sacerdotes Caifás y Anás,
mientras todo eso ocurría, Jesús fue
recriminado, maltratado de hecho y
palabra; le ocasionaron injurias,
laceraciones, lo arañaron, lo
abofetearon, lo escupieron, le pegaron
y se burlaban de Él.
• ¡Oh mi Señor! Todos estos
tormentos los aceptaste en
completo silencio, únicamente
hablaste cuando el Sumo
sacerdote te increpó cuando te
dijo: “¡Te conjuro por el Dios
viviente que nos digas si Tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios!”
Y Tú le respondiste: “Tú lo
has dicho. Además os digo:
De aquí en adelante veréis
al Hijo del Hombre sentado
a la diestra del Poder, y
viniendo en las nubes del
cielo.”
Mateo, 26: 63-64
¡Oh mi Jesús! La reacción de tu pueblo
recrudeció y fuiste maltrado y como
leones furiosos os rodearon de miles de
injurias, salivazos y de un sin número de
vejaciones. Señor, perdona todas estas
maldades contra ti por causa de nuestros
pecados.
¡Qué gran tristeza y amargura sintió tu
Alma por los maltratos recibidos!
No conformes con lo hecho te
conducen ante Pilatos, para que éste
te juzgue como un criminal común y
corriente;
“Venida la mañana, todos los principales
sacerdotes y los ancianos del pueblo
entraron en consejo contra Jesús, para
entregarle a muerte.”
“Y le llevaron atado, y le entregaron a
Poncio Pilato, el gobernador.”
Mateo, 27: 1-2
Pilato, para salir del aprieto que tenía en
ese momento y al darse cuenta de que
Jesús era galileo, lo envía ante el rey
Herodes para que éste lo juzgue.
Herodes, le exige realizar un milagro
para poderlo absolver y al no encontrar
respuesta, lo devolvió de nuevo a
Pilatos.
23:7 Y habiéndose asegurado de que
pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo
envió. En esos días, también Herodes se
encontraba en Jerusalén.

23:8 Herodes se alegró mucho al ver a Jesús.


Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que
había oído decir de Él, y esperaba que hiciera
algún prodigio en su presencia.
23:9 Le hizo muchas preguntas, pero
Jesús no le respondió nada.

23:10 Entre tanto, los sumos sacerdotes


y los escribas estaban allí y lo
acusaban con vehemencia.

23:11 Herodes y sus guardias, después


de tratarlo con desprecio y ponerlo en
ridículo, lo cubrieron con un magnífico
manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Lucas, 23: 7-11
Con Pilato, la situación no cambia.
Jesús es llevado para que fuera
azotado.
¡Oh mi Jesús!, te quitaron tus
vestimentas, te ataron a una columna y
te azotaron sin piedad alguna, la
flagelación fue tan intensa que tu
cuerpo fue desgarrado y fuiste
agobiado de oprobios y ultrajes.
¡Oh mi Jesús!, te quitaron tus
vestimentas, te sentaron en una silla
improvisada, tejieron una corona de
espinas y te la colocaron en tus sienes.
Te cubrieron los ojos y bofeteaban tu
cara, te infligían grandes maltratos, se
arrodillaban y en tono de burla te
decían: “Salve rey de los Judíos y te
escupían.
Entonces los soldados del
gobernador llevaron a Jesús al
pretorio, y reunieron alrededor de
él a toda la compañía;

y desnudándole, le echaron
encima un manto de escarlata,
• y pusieron sobre su cabeza una
corona tejida de espinas, y una
caña en su mano derecha; e
hincando la rodilla delante de él, le
escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey
de los judíos!
Y escupiéndole, tomaban la caña y le
golpeaban en la cabeza.

Después de haberle escarnecido, le


quitaron el manto, le colocaron sus
vestidos, y le llevaron para crucificarle.
Mateo, 27: 27-31
Luego, te colocaron sobre tus hombros
una pesada cruz, la cual deberías llevar
hasta el Calvario o Gólgota en hebreo.
Tu camino fue muy doloroso, los que
antes te habían acompañado se
burlaban de ti y te lanzaban
improperios.
Los soldados romanos laceraban tu
cuerpo y te azotaban sin pudor alguno.
Según cuenta Santa Brígida tu recibiste
desde el momento de tu aprensión
hasta tu muerte 5489 latigazos.
¡Oh mi Jesús qué tormento más grande
el tuyo, la pena que padeciste con el
único fin de liberarnos del pecado.
Os suplico, ¡Oh mi redentor, así como
aceptaste voluntariamente este gran
sacrificio por todos los pecadores, que
tengas misericordia de mí, que
perdones todas mis faltas y que me
hagas digno de Ti.
En la vía dolorosa, caíste tres veces, el
peso de la cruz era tal, por el peso de
nuestros pecados.
Tus rodillas se desgarraron, pero Tú te
levantaste para demostrarnos que en
todas nuestras caídas debemos
levantarnos y no dejarnos llevar por el
pecado.
¡Oh mi Señor! En el camino te
encontraste con tu Madre, cuando la
viste te afligiste y María al verte se le
partió igualmente su corazón ¡oh Madre
Santa! Destrozada al ver a tu Divino
Hijo, ensangrentado y agobiado por el
dolor sufrías en demasía.
Cuando llegaste a lo alto de la cima, los
soldados y judíos te despojaron de tus
vestiduras, dejándote completamente
desnudo como cualquier miserable
malhechor.
¡Oh mi Jesús, mi Dios y Salvador, qué
verguenza sentirías al verte
completamente desnudo ante toda
aquella multitud!
Luego te colocaron sobre la cruz y
extendieron tus brazos y pies para
crucificarte como un simple criminal.
¡Oh mi Dios qué sufrimiento más amargo
el que padecisteis cuando los soldados
y judíos juntos y con indescriptible
crueldad dislocaron vuestros huesos y
con gruesos clavos cuadrados, golpe a
golpe clavaron Vustras Sagradas
Manos y Pies a la Cruz.
¡Oh mi Señor, estando en el madero de la
Cruz y en estado agónico
pronunciastes las Siete Palabras o
siete frases, las cuales eran el sentir de
tu amarga Pasión.
En lo alto de la Cruz, exclamaste, al
Padre eterno diciéndole: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que
hacen. Después se repartieron sus
vestiduras, sorteándolas entre ellos. ”
Lucas, 23: 34
¡Oh Jesucristo, aún estando en la Cruz y
viendo todo lo que ellos habían hecho,
tu Corazón irradiaba un gran amor
hacia la humanidad y por eso le
suplicas al Padre que no tome en
cuenta todo lo que ellos te habían
hecho, porque no sabían con exactitud
lo que estaban haciendo.
Tu Corazón es misericordioso y por ende
lleno de amor hacia todos nosotros.
Gracias Señor por tu gran Misericordia
hacia nosotros los pecadores.
Uno de los maleantes que estaba
crucificado a la par tuya te increpó:
diciendo: “Si tú eres el Cristo, sálvate á
ti mismo y á nosotros.”
El otro ladrón lo reprende y le dice: ¿Ni
aún tú temes á Dios, estando en la
misma condenación?
Y nosotros, á la verdad, justamente
padecemos; porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos: mas éste
ningún mal hizo.
Y dijo á Jesús: “Acuérdate de mí cuando
vinieres á tu reino.”
Entonces Jesús le dijo: “De cierto te
digo, que hoy estarás conmigo en el
Paraíso.”
Lucas, 23: 39-43
¡Qué felicidad la de Dimas, como el buen
ladrón, en tan pocos minutos se robó el
Cielo!
Estando María la Madre de Jesús, Juan
apóstol y otros al pie de la Cruz, el
Señor en su agonía se vuelve a María y
le dice: “¡Mujer, he ahí a tu hijo! Y
volviéndose a Juan le dice: “¡Hijo, he
ahí a tu Madre!”
26 Jesús, viendo a su madre y junto a
ella al discípulo a quien amaba, dice a
su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo."

27 Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a


tu madre." Y desde aquella hora el
discípulo la acogió en su casa.
Juan, 19: 26-27
Gracias Jesús por habernos dado a tu
querida Madre, como Madre nuestra y a
nosotros como hijos de ella.

María como Madre es nuestro sostén,


sin ella nos sentiríamos desvalidos, por
eso Señor te damos nuestra gratitud
por ese gesto de amor hacia nosotros
los pecadores.
¡Oh Jesús, en un profundo gesto de
amor, después de saber que todo
estaba cumplido, clamaste a viva voz:
“Tengo sed”. Como dice la séptima
oración de Santa Brígida “Era sed por
la salvación del género humano”
28 Después de esto, sabiendo Jesús
que ya todo estaba cumplido, para que
se cumpliera la Escritura, dice: =
"Tengo sed." =

29 Había allí una vasija llena de vinagre.


Sujetaron a una rama de hisopo una
esponja empapada en vinagre y se la
acercaron a la boca.
Juan, 19: 28-29
¡Oh Jesús, por el vinagre y la hiel amarga
que habéis probado en la Cruz por
amor a nosotros oíd nuestras súplicas,
dadnos tu Misericordia y no te apartes
de nosotros.
Era tal el sufrimiento de Jesús,
sumergido en esa gran amargura y
cuando eras insultado y ultrajado por
los Judíos y por los Romanos, en alta
voz clamastes al Padre Celestial: “Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué me has
abandonado?”
¡Qué amargura más terrible; llegaste a
sentirte solo y abandonado, era tal el
dolor, el sufrimiento y la angustia que
tuviste que llamar al Padre Eterno, por
eso te pido Jesús que tengas
misercordia de mí en la hora de mi
muerte.
46 Hacia las tres de la tarde, Jesús
exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá
sabactani", que significa: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?".

47 Algunos de los que se encontraban


allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a
Elías".
Mateo, 27: 46-47
¡Oh mi Dios y redentor, agotado y sin
fuerzas inclinaste tu cabeza y dijiste:
“Todo esta consumado!”

Te suplico oh mi Jesús, que tengas


compasión de mí, miserable pecador,
cuando yo esté enagonía y en trance de
muerte.
30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo:
"Todo está cumplido." E inclinando la
cabeza entregó el espíritu.
Señor, después de pronunciar la sexta
palabra, volviendo tu rostro hacia el
Cielo, al Padre Eterno dijiste: “Padre en
tus manos encomiendo mi Espíritu”
inclinaste tu cabeza.
Desgarrado Vuestro Cuerpo,
destrozado vuestro corazón y abiertas
las Entrañas de Vuestra Misericordia
para redimirnos, habéis expirado.
46 Jesús, con un grito, exclamó:
"Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu". Y diciendo esto, expiró.
Lucas, 23: 46
Una vez muerto Jesús, un soldado
Romano, con una lanza, le perforó el
costado derecho, y le brotó Sangre y
Agua.
33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron
ya muerto, no le quebraron las piernas,

34 sino que uno de los soldados le


atravesó el costado con una lanza y al
instante salió sangre y agua.

35 El que lo vio lo atestigua y su


testimonio es válido, y él sabe que dice
la verdad, para que también vosotros
creáis.
Juan, 19: 33-35
Después de haber reflexionado tu
Pasión y Muerte te suplico mi Dios y
Salvador que perdones todas mis
faltas.

Te doy gracias infinitas por este gran


sacrificio que hiciste por todos
nosotros para liberarnos del pecado.
Amén

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